domingo, 24 de noviembre de 2024

El Problema del Mal...

 

El Problema del Mal

Un hombre fue a la peluquería a cortarse el cabello y recortarse la barba. Como es costumbre en esos casos, se puso a conversar con la persona que le atendía. Hablando y hablando, tocaron el tema de Dios.

«Un hombre fue a la peluquería a cortarse el cabello y recortarse la barba. Como es costumbre en esos casos, se puso a conversar con la persona que le atendía. Hablando y hablando, tocaron el tema de Dios. El peluquero dijo:

  • Yo no creo que Dios exista.
  • ¿Por qué dice eso? -preguntó el cliente.
  • Pues es muy fácil: basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe. Si Dios existiera ¿Habría tantos enfermos, habría tantos niños abandonados? Si Dios existiera, no habría tanto sufrimiento y dolor para la humanidad. Yo no puedo pensar que exista un Dios que permita estas cosas.

El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión. El peluquero terminó su trabajo, y el cliente salió del establecimiento. Entonces se encontró en la calle con un hombre que lucía una barba espesa y largos cabellos con una apariencia muy desaliñada. Entonces entró de nuevo en la peluquería y le dijo al peluquero:

  • ¿Sabe una cosa? Acabo de descubrir que los peluqueros no existen.
  • ¿Cómo que no existen? -preguntó el peluquero- ¡Si yo soy peluquero!
  • ¡No! -dijo el cliente- no existen, porque si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan largas como la de este hombre que va por la calle.
  • ¡Ah! Los peluqueros existen, lo que pasa es que esas personas no vienen a mi.
  • Exacto -dijo el cliente- esa es la cuestión. Dios sí existe, lo que pasa es que las personas no van hacia Él, y por eso hay tanto dolor y miseria.

El sufrimiento que existe en el mundo no es ninguna prueba de la no existencia de Dios, sino de la realidad del pecado del hombre. Fue a causa del pecado original, cuando el hombre comenzó a experimentar el sufrimiento como consecuencia de la pérdida de la gracia y de los dones preternaturales. Y fue Cristo, quien, a través de su propia vida y muerte, nos enseñó a dar sentido al sufrimiento (Jn 15:13). Es más, cargar con la cruz, era la condición necesaria que debería cumplir cualquiera de sus discípulos (Mt 16:24). La cruz, que antes de Cristo era causa de desesperación y tristeza, se transformó para el cristiano, en signo de amor, medio de conseguir la gloria y condición para ser su discípulo.»

«Cuentos con moraleja Vol I» – Padre Lucas Prados

Sagradas lecturas domingo 24...

 

Lecturas de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

Hoy, domingo, 24 de noviembre de 2024



Señor, purifica mi corazón para que tu Palabra caiga en él y de el ciento por uno

Pria lectura

Lectura de la profecía de Daniel (7,13-14):


Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

 

Palabra de Dios

 

Salmo

 

 

Sal 92

 

R/. El Señor reina, vestido de majestad.

 

El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder. R/.

 

Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno. R/.

 

Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término. R/.

 

Segunda Lectura

 

Lectura del libro del Apocalipsis (1,5-8):

 

Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Aquel que nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Mirad: El viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa. Sí. Amén.
Dice el Señor Dios: «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.»

 

Palabra de Dios

 

Aleluya Mc 11, 9. 10
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

 

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! R.

 

Evangelio

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (18,33b-37):

 

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?»
Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?»
Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»

Palabra del Señor

COMENTARIO DE BENEDICTO XVI

Queridos hermanos y hermanas: 

 

En este último domingo del año litúrgico celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. El evangelio de hoy nos propone de nuevo una parte del dramático interrogatorio al que Poncio Pilato sometió a Jesús, cuando se lo entregaron con la acusación de que había usurpado el título de «rey de los judíos». A las preguntas del gobernador romano, Jesús respondió afirmando que sí era rey, pero no de este mundo (cf. Jn 18, 36). No vino a dominar sobre pueblos y territorios, sino a liberar a los hombres de la esclavitud del pecado y a reconciliarlos con Dios. Y añadió:  «Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz» (Jn 18, 37).

 

Pero ¿cuál es la «verdad» que Cristo vino a testimoniar en el mundo? Toda su existencia revela que Dios es amor: por tanto, esta es la verdad de la que dio pleno testimonio con el sacrificio de su vida en el Calvario. La cruz es el «trono» desde el que manifestó la sublime realeza de Dios Amor:  ofreciéndose como expiación por el pecado del mundo, venció el dominio del «príncipe de este mundo» (Jn 12, 31) e instauró definitivamente el reino de Dios. Reino que se manifestará plenamente al final de los tiempos, después de que todos los enemigos, y por último la muerte, sean sometidos (cf. 1 Co 15, 25-26). Entonces el Hijo entregará el Reino al Padre y finalmente Dios será «todo en todos» (1 Co 15, 28)El camino para llegar a esta meta es largo y no admite atajos; en efecto, toda persona debe acoger libremente la verdad del amor de Dios. Él es amor y verdad, y tanto el amor como la verdad no se imponen jamás:  llaman a la puerta del corazón y de la mente y, donde pueden entrar, infunden paz y alegría. Este es el modo de reinar de Dios; este es su proyecto de salvación, un «misterio» en el sentido bíblico del término, es decir, un designio que se revela poco a poco en la historia.

A la realeza de Cristo está asociada de modo singularísimo la Virgen María. A ella, humilde joven de Nazaret, Dios le pidió que se convirtiera en la Madre del Mesías, y María correspondió a esta llamada con todo su ser, uniendo su «sí» incondicional al de su Hijo Jesús y haciéndose con él obediente hasta el sacrificio. Por eso Dios la exaltó por encima de toda criatura y Cristo la coronó Reina del cielo y de la tierra. A su intercesión encomendamos la Iglesia y toda la humanidad, para que el amor de Dios reine en todos los corazones y se realice su designio de justicia y de paz.

Santo Padre Benedicto XVI

Ángelus, 26 de noviembre de 2006