viernes, 1 de octubre de 2021

La Caridad....

 

La caridad, fundamento del apostolado



La mies es mucha... «Para la mies abundante –comenta San Gregorio Magno– son pocos los obreros – cosa que no podemos decir sin gran tristeza–; porque si bien no faltan los que oyen las cosas buenas, faltan sin embargo quienes las difundan»9. El Señor quiere servirse ahora de nosotros, como lo hizo en aquella ocasión con quienes le acompañaban y después con todos aquellos que le han querido seguir de cerca,


El Maestro, antes de enviar a los suyos al mundo entero, les hizo vivir como amigos en su intimidad, les dio a conocer al Padre, les reveló su amor y, sobre todo, se lo comunicó. Como el Padre me amó, Yo también os he amado a vosotros; os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. Y añadió, a modo de conclusión: os he destinado para que vayáis y deis fruto. Con esta caridad hemos de ir a todos los lugares, pues el apostolado consiste sobre todo en «manifestar y comunicar la caridad de Dios a todos los hombres y pueblos», esa caridad con la que nos ama el Señor y con la que quiere que amemos a todos. El cristiano será apóstol en la medida en que sea amigo de Dios y viva esa amistad con quien se encuentra cada día en su camino. En un mundo en el que la desconfianza y la agresividad parecen ir ganando terreno, nuestra primera preocupación ha de ser la de vivir con esmero la caridad en todas sus manifestaciones. Cuando quienes nos tratan –por muy alejados que se encuentren de Dios– vean que nos fiamos de ellos, que estamos dispuestos a prestar una ayuda, a sacrificarnos por el bien de personas que incluso no conocemos, que no guardamos rencor, que no somos negativos ni hablamos nunca mal de nadie, que siempre nos encontrarán dispuestos a colaborar..., pensarán que los cristianos somos muy diferentes, porque seguimos a Alguien, a Cristo, muy particular. No quiere decir esto que nunca tengamos diferencias con los demás, sino que las manifestamos sin aire de agravio, sin poner en duda la buena fe de las personas, sin atacar, aunque estemos muy lejos de sus ideas. Cuando nadie queda excluido de nuestro trato y de nuestra ayuda, entonces estamos dando testimonio de Cristo.

La alegría ha de acompañar al mensaje de Cristo....

 

La alegría ha de acompañar al mensaje de Cristo



Junto a la caridad, hemos de manifestar al mundo nuestra alegría. Aquella que el Señor nos prometió en la Última Cena, la que nace del olvido de nuestros problemas y de la intimidad con Dios. La alegría es esencial en el apostolado, pues ¿quién puede sentirse atraído por una persona triste, negativa, que se queja continuamente? Si la doctrina del Señor se propagó como un incendio en los primeros siglos fue, en buena parte, porque los cristianos se mostraban con la seguridad y la alegría de ser portadores de la Buena Nueva: eran los mensajeros gozosos de Aquel que había traído la salvación al mundo, Ciertamente constituían un pueblo feliz en medio de un mundo triste, y su alegría transmitía su fe en Cristo, era portadora de la verdad que llevaban en el corazón y de la que hablaban en el hogar, en la intimidad de la amistad..., en todo momento, porque era la razón de su vida.


La alegría del cristiano tiene un fundamento bien firme, el sentido de su filiación divina, el saberse hijos de Dios en cualquier circunstancia. «Como sugiere Chesterton, es alegría no porque el mundo pueda colmar todas nuestras aspiraciones, sino al revés. No estamos donde hemos de permanecer: estamos en camino. Habíamos perdido la senda y Alguien ha venido a buscarnos y nos lleva de vuelta al hogar paterno. Es alegría no porque todo lo que nos sucede esté bien –no es así–, sino porque Alguien sabe aprovecharlo para nuestro bien. La alegría cristiana es consecuencia de saber enfrentarse con el único hecho auténticamente triste de la vida, que es el pecado: y de saber contrarrestarlo con un hecho gozoso aun más real y más fuerte que el pecado: el amor y la misericordia de Dios»


Hemos de preguntarnos si realmente reflejamos en nuestra vida ordinaria tantos motivos como tenemos para estar alegres: el gozo de la filiación divina, del arrepentimiento y el perdón, de sentirnos en camino hacia una felicidad sin fin..., ¡la inmensa alegría de poder comulgar con tanta frecuencia! «El primer paso para acercar a otros a los caminos de Cristo es que te vean contento, feliz, seguro en tu andar hacia Dios»

Y, junto a la alegría y la caridad de Cristo, hemos de saber expresar la posesión de la única verdad que puede salvar a los hombres y hacerlos felices. «Solo los cristianos convencidos tienen la posibilidad de convencer a los demás. Los cristianos convencidos a medias 

Meditacion diaria