miércoles, 8 de septiembre de 2021

Mi Madre llevó la cruz antes que Yo

 

Mi Madre llevó la cruz antes que Yo (Valtorta)



1 de agosto Cuadernos Valtorta 1943

Dice Jesús:

«Cuando una criatura es realmente hija de su Señor, sufre tanto las injurias que ven que le hacen, que ninguna alegría de la tierra, ni siquiera la más santa y grande, puede consolarla.

Mi Madre, y con ella tantas santas madres de la antigua y nueva Ley, no se sentía felicísima en su felicidad de madre y Madre de Dios, porque veía que Dios no era amado en espíritu y en verdad más que por unos pocos. La gracia que le inundaba el alma con su plenitud, le anticipaba el conocimiento del sacrilegio con el que la verdadera arca de la Palabra de Dios habría sido tomada, profanada, asesinada por un pueblo enemigo de la Verdad. No ha muerto por este conocimiento, como la nuera de Elí, porque Dios la socorrió, debiéndole ahorrar el dolor total, pero por él agonizó durante todo el resto de la vida.

Mi Madre llevó la cruz antes que Yo. Mi Madre conoció las torturas atroces de los crucificados antes que Yo. Comenzó a llevarla y a conocerla desde el momento en que le fue revelada su misión y mi misión.

Yo con mi Sangre, María con sus lágrimas, os hemos obtenido el perdón de Dios. ¡Y lo tenéis en tan poca consideración!

Las criaturas que aman a Dios de amor verdadero sufren por las injurias hechas a Dios como por espadas traspasadas en el corazón e incluso mueren por ello: víctimas cuyo holocausto es como incienso suave que perfuma el trono del Señor y como agua que lava las culpas de la tierra.

"Si volvéis a Dios con todo el corazón, quitad del medio a los dioses extranjeros; preparad vuestros corazones para el Señor y servidle sólo a El, y El os librará de las manos de los Filisteos" dice el Libro. A un pueblo no le basta, para ser salvado, el sacrificio inocente de quien muere de dolor por ver ofendido a su Dios y heridos los culpables por la justicia divina. Es necesario que todo el pueblo vuelva al Señor.

Yo he dicho: "No los que dicen: Señor, Señor, sino los que hacen las obras que digo que hagan, serán escuchados y entrarán en mi Reino". Entonces: ¿hacéis vosotros las obras que Yo os digo que hagáis para vuestro bien? No. Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón no está conmigo.

No soy Yo quien reina en vuestros ánimos. El puesto está ocupado por falaces deidades que os malogran y no sabéis libraros de ellas.

Vuestra soberbia impide que vuestro corazón se deshaga en el dolor por haber ofendido a Dios y exprima, en el dolor, el agua del llanto que limpia.

Vuestra incontinencia ante los estímulos de la carne impide que salgan pensamientos puros de vuestro corazón.

Vuestra dureza impide que vuestro corazón sea misericordioso y quien no tiene misericordia no recibe misericordia de Dios.
¡Cuántos dioses tenéis en vuestro corazón en lugar del Dios verdadero!

Y así Yo no puedo liberaros de las manos de los Filisteos. Liberaros de ellos con la plenitud de la liberación. Cae uno de vuestros enemigos, pero surgen dos. ¿Quizás soy injusto? No. ¿No hacéis vosotros lo mismo, vosotros que leváis, si lo leváis, un vicio de vuestro corazón y metéis otros siete y tres veces siete?

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¡Oh! hijos ¡hijos que me obligáis a castigaros! ¡A castigaros a todos, porque para sancionar a un Pueblo que ha caído en el triple y séptuplo pecado, debo sancionar también a los santos que están entre ellos!

Pero Yo enjugo las lágrimas de los santos, mientras que las lágrimas de los rebeldes, arrancadas no por el santo dolor del espíritu, sino por el pesado dolor de la carne que sufre como en los seres inferiores y que en el llanto se rebela e impreca a su justo Dios, serán enjugadas por el hálito de los demonios. Y os aseguro que el fuego que ahora os quema., bajando desde lo alto sobre vuestras máquinas de infierno, no es nada respecto de la llama que os rodeará del peor tormento: no ver nunca a vuestro Dios».