viernes, 11 de julio de 2025

Sagradas lecturas Viernes 11...

Santo Evangelio y Lecturas del Día

 Lecturas de San Benito, abad. Patrono de Europa

Señor, purifica mi corazón para que tu Palabra caiga en él y dé el ciento por uno

 viernes 11 de julio de 2025

Primera Lectura

Lectura del libro de los Proverbios 2,1-9:

Hijo mío, si aceptas mis palabras y conservas mis consejos, prestando oído a la sensatez y prestando atención a la prudencia; si invocas a la inteligencia y llamas a la prudencia; si la procuras como el dinero y la buscas como un tesoro, entonces comprenderás el temor del Señor y alcanzarás el conocimiento de Dios. Porque es el Señor quien da sensatez, de su boca proceden saber e inteligencia. Él atesora acierto para los hombres rectos, es escudo para el de conducta intachable, custodia la senda del deber, la rectitud y los buenos senderos. Entonces comprenderás la justicia y el derecho, la rectitud y toda obra buena.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 33,2-3.4.6.9.12.14-15

R/. Bendigo al Señor en todo momento

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará. R/.

Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor. R/.

Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo 19,27-29:

En aquel tiempo, dijo Pedro a Jesús: «Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»
Jesús les dijo: «Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.»

Palabra del Señor

COMENTARIO DE BENEDICTO XVI

10 de julio de 2005

Queridos hermanos y hermanas:

Mañana se celebra la fiesta de san Benito abad, patrono de Europa, un santo al que aprecio de forma especial, como se puede intuir por haber elegido su nombre. Benito, que nació en Nursia alrededor del año 480, hizo los primeros estudios en Roma, pero, defraudado por la vida de la ciudad, se retiró a Subiaco, donde permaneció cerca de tres años en una cueva —el célebre «sacro speco»—, dedicándose totalmente a Dios. En Subiaco, utilizando las ruinas de una ciclópea villa del emperador Nerón, construyó, junto con sus primeros discípulos, algunos monasterios, dando vida a una comunidad fraterna fundada en el primado del amor a Cristo, en la que la oración y el trabajo se alternaban armoniosamente para alabanza de Dios. Algunos años después, en Montecassino, dio forma definitiva a este proyecto, y lo puso por escrito en la «Regla», la única obra suya que ha llegado hasta nosotros.

Entre las cenizas del Imperio romano, Benito, buscando ante todo el reino de Dios, sembró, quizá sin darse cuenta, la semilla de una nueva civilización, que se desarrollaría integrando los valores cristianos con la herencia clásica, por una parte, y con las culturas germánica y eslava, por otra.

Hay un aspecto típico de su espiritualidad, que hoy quisiera destacar en particular. Benito no fundó una institución monástica destinada principalmente a la evangelización de los pueblos bárbaros, como otros grandes monjes misioneros de su época, sino que indicó a sus seguidores como objetivo fundamental de la existencia, más aún, el único, la búsqueda de Dios:  «Quaerere Deum». Pero sabía que, cuando el creyente entra en relación profunda con Dios, no puede contentarse con vivir de modo mediocre según una ética minimalista y una religiosidad superficial.

Desde esta perspectiva se comprende mejor la expresión que Benito tomó de san Cipriano y que sintetiza en su Regla (IV, 21) el programa de vida de los monjes:  «Nihil amori Christi praeponere», «No anteponer nada al amor de Cristo». En esto consiste la santidad, propuesta que vale para todo cristiano y que es una verdadera urgencia pastoral en nuestra época, en la que se siente la necesidad de arraigar la vida y la historia en sólidas referencias espirituales.

María santísima, que vivió en constante y profunda comunión con Cristo, es modelo sublime y perfecto de santidad. Invoquemos su intercesión, junto con la de san Benito, para que el Señor aumente también en nuestra época el número de hombres y mujeres que, a través de una fe iluminada, testimoniada en la vida, sean en este nuevo milenio sal de la tierra y luz del mundo.

Benedicto XVI.  Ángelus

Domingo 10 de julio de 2005


La Medalla de San Benito...

 

La Medalla de San Benito, uno de los objetos más eficaces para combatir al Maligno

El monje santo «luchó durante su vida contra Satanás y las influencias diabólicas»

Por Ángel Lara Tébar

«No existen objetos mágicos. La medalla ‘sirve’ en cuanto tienes fe en Jesucristo». Así se explica el sacerdote y autor del libro de investigación teológica El Diablo y los demonios. Un estudio a la luz de santo Tomás de AquinoRaúl Medina. Uno de los peligros a los que se puede sucumbir con los objetos religiosos es caer en la superstición. Sin embargo, no hay que despreciar su utilidad.

Uno de los más extendidos y apreciados es la medalla de san Benito. El monje santo «luchó durante su vida contra Satanás y las influencias diabólicas», comenta Medina. Por ello, es patrono de los exorcistas, aquellos obispos y sacerdotes (los que han recibido el nombramiento expreso por su obispo, tal y como manda el Código de Derecho Canónico) que dedican su ministerio a «expulsar al diablo y los demonios de la vida o los cuerpos de las personas que sufren su influencia».

La medalla aparece como un «sacramental de especial protección en la lucha contra el mal», cuenta el sacerdote. Cualquiera puede portarla, incluidos laicos y consagrados, aunque es necesario que esté bendecida y exorcizada «para gozar de una especial fuerza de Jesucristo».

Colocada en cimientos y puertas de edificios, en el centro de cruces o en llaveros, el origen del objeto proviene de la vida del santo abad. Según cuenta el papa san Gregorio, en el Libro II de los Diálogos, san Benito hacía el signo de la cruz como signo de salvación, verdad y purificación, reconociendo que Cristo, a través de ella, ha vencido a la muerte y al mal. Narra que, con solo hacer la señal de la cruz sobre un vaso que contenía veneno, se rompió. El mismo gesto mandó hacer a sus monjes sobre su corazón cuando el maligno los perturbaba.

«Vade retro Satanás»

Detalle de las caras de trasera y delantera de la medalla de san Benito

La medalla representa a san Benito con la cruz en la mano derecha y la Regla en la izquierda. De la misma forma, aparecen varias inscripciones tanto en la parte frontal como en la trasera.

  • En la parte delantera se puede leer el texto en latín: Crux sanci patris Benedicti. Eius in óbitu nostro presentia muniamur. Ex S.M. Cassino MDCCCLXXX. Esto significa «Cruz del Santo Padre Benito. A la hora de nuestra muerte seamos protegidos por su presencia. Del Santo Monte Casino, 1880».
  • En la parte posterior, aparecen unas «abreviaturas de unas oraciones contra el Maligno». Encontramos SMQLIVB, que significa «Malo es lo que me ofreces, bebe tú mismo tu veneno»; VRSNSMV, «Vade retro Satanás, no me aconsejes cosas vanas»; CSSML, «la santa Cruz sea mi luz»; NDSMD, que el Dragón infernal no sea mi guía; y, por último, CSPB, de nuevo «Cruz del santo Padre Benito». Está rematada en su parte superior con la palabra Paz.

«De aquí extraemos la oración de san Benito que nos ayuda en momentos de la lucha contra el diablo y los demonios», comentaba Raúl Medina. Esta rezaría: La santa Cruz sea mi luz. No sea el dragón mi guía. Es malo lo que me ofreces, bebe tú mismo tu veneno.

El origen de la medalla

Una de las medallas más difundidas entre los cristianos es la atribuida a San Benito, el santo abad y patrono de Europa, debido al vínculo que tiene en la lucha contra el mal.

Esto se debe a que en el siglo XVII hechiceras en Alemania dijeron que no tenían poder sobre la Abadía de Metten porque estaba bajo la protección de la cruz.

El uso de la medalla fue aprobado en marzo de 1742 por el papa Benedicto XIV. Aunque la versión final de la medalla es del 1880, año que aparece en la parte delantera, su origen es bastante anterior. Situados en Nattenberg –Baviera–, en el siglo XVII, algunas mujeres fueron acusadas de brujería contra el monasterio benedictino de Metten. Ellas confesaron que no habían podido influir en él al estar bajo el amparo de una cruz. Tras diversos estudios, se encontraron tapias del monasterio pintadas con varias cruces con unas siglas indescifrables.

Durante la investigación, se hallaron en las paredes del recinto varias cruces pintadas y rodeadas por las letras que se encuentran ahora en las medallas. Más adelante se encontró un pergamino con la imagen de San Benito y las frases completas que sirvieron para escribir esas abreviaturas.

Continuaron las investigaciones, y apareció el ansiado significado de las siglas dentro de un libro del siglo XIV. En él se veía una figura de san Benito con una cruz en la mano derecha, junto a parte del texto, representado con las letras iniciales de las palabras, en las astas cruzadas de las pinturas del monasterio. A la izquierda, una banderola con el resto del escrito. En otra abadía, esta vez en la de Wolfenbüttel, había un dibujo en un manuscrito de un monje defendiéndose del mal, ilustrado con una mujer que portaba una copa, repleta de las seducciones del mundo. El religioso levantaba una cruz, acompañado de la parte final del texto, por lo que se piensa que la creencia proviene de varios siglos anteriores.

Canto Fuerte contra los Poderes del mal:

Poderosa oración exorcista de la Medalla de San Benit

«Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas.» (Efesios, 6-12)

El Debate

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