viernes, 10 de septiembre de 2021

Aborto...crimen...




EL JUICIO DE DIOS SERÁ TERRIBLE PARA QUIEN HAYA PARTICIPADO A FAVOR DEL CRIMEN DEL ABORTO Y NO SE ARREPIENTA DE ELLO


Y a la pregunta de Dios "¿Dónde está tu hermano?" Hemos repondido: 

 "No sé. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?" 

 Al igual que sucedió con Caín, Dios nos hace responsables de la sangre de nuestros hermanos, los más pequeños asesinados en el vientre de sus madres. A diferencia de otros crímenes, en el aborto participan casi todos: la madre y el padre que engendraron, los abuelos que lo consintieron, los amigos que lo recomendaron, los que fabricaron el material quirúrgico, los doctores que lo ejecutaron, los políticos que lo impulsaron a ley, los jueces que lo despenalizaron, los que lo promueven, los laicos y algunos clérigos católicos que ‐contra su religión‐ lo apoyan, los que opinan que está justificado en ciertas circunstancias y LOS QUE GUARDAN SILENCIO. 

 Por ello el aborto es el crimen más execrable de todos, porque no solo mata millones de seres humanos, también corrompe millones de conciencias. Hablamos de innumerables almas perdidas cada día. Por todo esto, lo que Dios nos envíe lo tenemos bien merecido...
 A. Tovar.

Quien me tiene a Mí lo tiene todo..

 

Quien Me tiene a Mí lo tiene todo (Valtorta)


 

«Tenlo por seguro. Quien me tiene a Mí lo tiene todo. No tendrá más hambre ni más sed, según mi promesa, porque cree en Mí. No hablo del hambre y de la sed del pobre cuerpo. Hablo del hambre y de la sed de vuestro corazón, de vuestra alma, de vuestro espíritu. Tan sólo el pensamiento de que me tienes cerca te consuela, te sostiene, te nutre totalmente.

No, no me canso de estar cerca de ti. Jesús no se cansa nunca de estar cerca de sus pobres hijos que sin Él son tan infelices. Mira si me canso acaso de estar en las iglesias esperándoos, encerrado en un poco de pan para asumir una forma visible para vuestra mate- rialidad.

Las almas que el Padre me ha dado son el tesoro más dulce que Yo tenga. ¿Puedes dudar de que Yo trate con amoroso respeto cuanto me ha sido dado por mi Padre?

He bajado del Cielo, donde estaba beatífico en la divinidad excelsa de mi Esencia, para cumplir este deseo del Padre de salvar el género humano creado por Él. Circunscrito, Yo el Infinito, a un poco de carne; humillado, Yo el Potente, con figura de hombre oscuro; pobre, Yo el Dueño del Universo, en un pueblecillo cualquiera; acusado, Yo el sin Mancha, el Purísimo, de todas las culpas morales y espirituales como rebelde ante la autoridad humana, subversor de los pueblos, violador de la ley divina, blasfemador de Dios; todo lo he padecido, todo lo he cumplido para hacer realidad el deseo del Padre.

No, no me canso de estar contigo. Te espero. Cuando llegue tu hora, subirás conmigo a la vida eterna, porque está reservada para quien cree en Mí. Ya te he dicho 70 cómo aquel que cree, que realmente cree, se salva. Porque la fe lleva consigo las otras virtudes y hace practicar las virtudes y la Ley»

Cuadernos Valtorta 1943

El Tesoro de la Santa Misa...


Sin la Misa estaríamos privados de todos los bienes



¿Qué sería del mundo si llegase a verse privado del sol? ¡Ay! No habría en él más que tinieblas, espanto, esterilidad, miseria horrible. Y ¿qué sería de nosotros faltando del mundo la Misa? ¡Ah! ¡Desventurados de nosotros! Estaríamos privados de todos los bienes, oprimidos con el peso de todos los males; estaríamos expuestos a ser el blanco de todos los rayos de la ira de Dios. Admíranse algunos al ver el cambio que, en cierta manera, se ha verificado en la conducta de la providencia de Dios con respecto al gobierno de este mundo. 

Antiguamente se hacía llamar: El Dios de los ejércitos. Hablaba a su pueblo en medio de nubes y armado de rayos, y de hecho lo castigaba con todo el rigor de su divina justicia. Por un solo adulterio hizo pasar a veinticinco mil personas de la tribu de Benjamín. Por un ligero sentimiento de orgullo que dominó al rey David, por contar su pueblo, Dios le envió una peste tan terrible, que en muy pocas horas perecieron setenta mil personas. Por haber mirado los betsamitas el Arca Santa con mucha curiosidad y poco respetó, Dios quitó la vida a más de cincuenta mil [1 Sam. 6, 19. Sobre este pasaje, véase: "Sin duda los betsamitas miraron el Arca con curiosidad registrando su contenido y tocándolo todo lo cual estaba prohibido hasta a los levitas” (Núm. 4, 5 y 20)]. 

Y ahora, he aquí que este mismo Dios sufre con paciencia, no sólo la vanidad y las ligerezas de la inconstancia, sino también los adulterios más asquerosos, los escándalos más repugnantes y las blasfemias más horribles, que un gran número de cristianos vomitan continuamente contra su santo nombre. ¿Cómo, pues, se concibe esto? ¿Por qué tal diversidad de conducta? ¿Nuestras ingratitudes serán hoy más excusables que lo eran en otros tiempos? No, por cierto; antes al contrario, son mucho más criminales en razón de los inmensos beneficios de que hemos sido colmados.

 La verdadera causa de esa clemencia admirable por parte de Dios es la Santa misa, en la que el Cordero sin mancha se ofrece sin cesar al Eterno Padre como víctima expiatoria de los pecados del mundo. He ahí el sol que llena de regocijo a la Santa Iglesia, que disipa las nubes y deja el cielo sereno. He ahí el arco iris que apacigua las tempestades de la justicia de Dios. Yo estoy firmemente persuadido de que sin la Santa Misa, el mundo a la hora presente estaría ya abismado y hubiera desaparecido bajo el inmenso peso de tantas iniquidades. El adorable Sacrificio del altar es la columna poderosa que lo sostiene.

De lo dicho, pues, hasta aquí, bien puedes deducir cuan necesario nos es este divino Sacrificio; mas no basta el que así sea, si no nos aprovechamos de él en las ocasiones. 

Cuando asistimos, pues, a la Santa Misa, debemos imitar el ejemplo del célebre Alfonso de Alburquerque. Viéndose este famoso conquistador de las Indias orientales en inminente peligro de naufragar con todo su ejército, tomó en sus brazos un niño que se hallaba en la nave, y elevándolo hacia el cielo, dijo: "Si nosotros somos pecadores, al menos esta tierna criatura libre está ciertamente de pecado. ¡Ah, Señor! por amor de este inocente, perdonad a los culpables". ¿Lo creerías? Agradó tanto al Señor la vista de aquel niño inocente, que, tranquilizado el mar, se trocó en alegría el temor a una muerte inminente. Ahora bien; ¿qué piensas que hace el Eterno Padre cuando el sacerdote, elevando la Sagrada Hostia entre el cielo y la tierra, le hace presente la inocencia de su divino Hijo? ¡Ah! Ciertamente su compasión no puede resistir el espectáculo de este Cordero sin mancha, y se siente como obligado a calmar las tempestades que nos agitan y socorrer todas nuestras necesidades. 

No lo dudemos; sin esta Víctima adorable, sacrificada por nosotros primeramente sobre la cruz, y después todos los días sobre nuestros altares, ya estaría decretada nuestra reprobación y cada cual hubiera podido decir a su compañero: ¡Hasta la vista en el infierno! ¡Sí, sí, hasta volver a vernos en el infierno!... Pero, gracias al tesoro de la Santa Misa que poseemos, nuestra esperanza se reanima, y nos asegura de que el paraíso será nuestra herencia. Debemos, pues, besar nuestros altares con respeto, perfumarlos con incienso por gratitud, y sobre todo honrarlos con la más perfecta modestia, puesto que de allí recibimos todos los bienes. No cesemos de dar gracias al Eterno Padre por habernos colocado en la dichosa necesidad de ofrecerle a menudo esta Víctima celestial, y todavía más por las utilidades inmensas que podemos reportar si somos fieles, no solamente en ofrecerla, sino en ofrecerla según los fines para que se nos ha concedido tan precioso don.

San Leonardo de Porto Mauricio.

El Tesoro de la Santa Misa