sábado, 1 de diciembre de 2018

65 ERRORES MODERNISTAS ....

65 ERRORES MODERNISTAS CONDENADOS POR S.S. SAN PÍO X: DECRETO "LAMENTABILI SINE EXITU"

catolicidad.com


Decreto del Santo Oficio sobre los errores del modernismo del 3 de julio de 1907, aprobado por el Papa San Pío X.
El documento condena una lista de 65 errores modernistas. A modo de Syllabus, San Pío X considera conveniente la proscripción de una lista de proposiciones erróneas que ya en su día comenzaron a proliferar en diversos ambientes. Este documento cobra gran actualidad porque la mayoría de estos errores han vuelto a propagarse con mayor brío en la actualidad por varios miembros del clero "católico" que trabajan como quinta columna, buscando la autodemolición de la Iglesia. Es fundamental estar advertidos de ellos para reconocerlos y rechazarlos como contrarios a la doctrina católica.
Lamentabili sine exitu
LOS ERRORES DEL MODERNISMO
Son lamentables los resultados con que los tiempos actuales, refractarios a toda mesura, van tras las novedades que la investigación de las supremas razones de las cosas ofrece, y caen en gravísimos errores al mismo tiempo que desprecian lo que es como la herencia del género humano. Estos errores son mucho más graves cuando se trata de la ciencia sagrada, o de la interpretación de la Sagrada Escritura, o de los más importantes misterios de la fe. Es muy doloroso encontrar incluso no pocos escritores católicos que traspasan los límites puestos por los Santos Padres y por la Iglesia misma, y se dedican a desarrollar los dogmas de una manera que en realidad no es más que deformarlos; y esto con el pretexto de ofrecer una más profunda comprensión de los mismos y en nombre de la crítica histórica.
Estos errores se están difundiendo cada vez más entre los fieles; para que no arraiguen en ellos corrompiendo la pureza de su fe, nuestro Santísimo Padre el Papa Pío X ha encomendado a este Tribunal de la Santa Inquisición Romana  Universal que señale y condene los principales de esos errores.
En consecuencia, después de un detenido examen, y con el voto de los Consultores, los Eminentísimos Cardenales, Inquisidores Generales en cuestiones de fe y de costumbres, creyeron conveniente condenar y proscribir las proposiciones siguientes, tal y como se reprueban  y proscriben en este Decreto. 
(Las siguientes son proposiciones erróneas contra la) Autoridad doctrinal y disciplinar de la Iglesia
  1. La ley eclesiástica, que ordena someter a censura previa los libros que tratan de la Sagrada Escritura, no afecta a los escritores que se dedican a la crítica o la exégesis científica de los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento.
  2. No se debe menospreciar la interpretación que la Iglesia hace de los Libros Sagrados; sin embargo, debe estar sometida al juicio y corrección más profundos de los exegetas.
  3. Los juicios y censuras de la Iglesia contra una exégesis libre y más científica hacen pensar que la fe propuesta por la Iglesia contradice a la historia, y que los dogmas católicos no pueden compaginarse con los verdaderos orígenes de la religión cristiana.
  4. El Magisterio de la Iglesia no puede determinar, ni siquiera por medio de definiciones dogmáticas, el genuino sentido de las Sagradas Escrituras.
  5. Dado que el depósito de la fe solamente contiene verdades reveladas, bajo ningún concepto corresponde a la Iglesia juzgar acerca de las afirmaciones de las ciencias humanas.
  6. Es de tal índole la colaboración entre la Iglesia discente y la Iglesia docente para definir las verdades, que la Iglesia docente se limita a aprobar las opiniones comunes de la discente.
  7. Cuando la Iglesia condena errores, no puede exigir a los fieles un asentimiento interno, por el que se adhieran a los juicios por ella emitidos.
  8. Se han de considerar libres de culpa a quienes no tienen en cuenta las condenas emanadas de la Sagrada Congregación del Índice o de otras Sagradas Congregaciones Romanas (1).
(Las siguientes son proposiciones erróneas contra la) Autoridad de las Sagradas Escrituras
  1. Quienes creen que Dios es el verdadero autor de las Sagradas Escrituras demuestran ser exageradamente  simples o ignorantes.
  2. La inspiración de los libros del Antiguo Testamento consiste en que los escritores Israelitas transmitieron las doctrinas religiosas bajo un aspecto poco conocido o ignorado por los paganos.
  3. La inspiración divina no abarca a toda la Sagrada Escritura, de manera que todas y cada una de sus partes carezcan de error.
  4. Si el exegeta quiere dedicarse con provecho a los estudios bíblicos, lo primero que ha de hacer es rechazar cualquier idea preconcebida acerca del origen sobrenatural de la Sagrada Escritura, y proceder a interpretarla del mismo modo que cualesquiera otros documentos meramente humanos. (2)
(Las siguientes son proposiciones erróneas sobre la) Autoridad humana de los Libros Sagrados
  1. Los mismos Evangelistas y los cristianos de la segunda y tercera generación fueron quienes elaboraron las parábolas evangélicas; de esta forma justificaban los exiguos frutos que produjo la predicación de Cristo a los judíos.
  2. Los Evangelistas contaron en muchos de los relatos no tanto lo que era verdad como lo que, aún siendo falso, juzgaban que era más provechoso para los lectores.
  3. Los Evangelios sufrieron añadiduras y correcciones, hasta que se definió y se fijó el canon; como consecuencia no quedó en ellos más que un tenue y dudoso vestigio de la doctrina de Cristo.
  4. Las narraciones de San Juan no son propiamente historia, sino una contemplación mística del Evangelio; los discursos que el citado Evangelio contiene, son meditaciones teológicas sobre el misterio de la salvación, desprovistas de verdad histórica.
  5. El Cuarto Evangelio exageró los milagros, no sólo para que pareciesen más extraordinarios, sino también con el fin de que fuesen más adecuados para simbolizar la obra y la gloria del Verbo Encarnado.
  6. San Juan se irroga la condición de testigo de Cristo; pero en realidad no fue más que un testigo cualificado de la vida cristiana, o de la vida de Cristo en la Iglesia durante los últimos años del primer siglo.
  7. Los exegetas heterodoxos han expresado el sentido verdadero de las Escrituras con mayor fidelidad que los exegetas católicos.
(Las siguientes son proposiciones erróneas contra) La Revelación y el dogma
  1. La Revelación no ha podido ser otra cosa más que la conciencia que el hombre adquiere de su relación con Dios (3).
  2. La Revelación, que constituye el objeto de la fe católica, no quedó cerrada con los Apóstoles.
  3. Los dogmas que la Iglesia presenta como revelados no son verdades venidas del Cielo, sino sólo una interpretación de hechos religiosos, que la mente humana se ha proporcionado por medio de un esfuerzo laborioso.
  4. Puede existir, y de hecho existe, oposición entre los hechos que la Sagrada Escritura narra y los dogmas de la Iglesia que en ellos se apoyan; por consiguiente, el crítico puede rechazar como falsos hechos que la Iglesia cree absolutamente ciertos.
  5. No hay por qué condenar al exegeta que siente unas premisas de las cuales se sigue que los dogmas son históricamente falsos o dudosos, con tal de que no niegue directamente esos dogmas.
  6. El asentimiento de la fe se apoya, en último término, en el número de probabilidades.
  7. Los dogmas de la fe se han de admitir solamente según su sentido práctico; es decir, como normas preceptivas de conducta, no como normas de lo que hay que hacer.
(Las siguientes son proposiciones erróneas contra) La divinidad de Jesucristo
  1. La divinidad de Jesucristo no se prueba por medio de los Evangelios; pero es un dogma que la conciencia cristiana deduce de la noción de Mesías (4).
  2. En el ejercicio de su ministerio, Jesús no hablaba con la finalidad de enseñar que El era el Mesías, ni sus milagros iban encaminados a demostrarlo.
  3. Se puede admitir que el Cristo que nos muestra la historia es muy inferior al Cristo que es objeto de la fe.
  4. En todos los textos evangélicos el nombre de Hijo de Dios es equivalente sólo al nombre de Mesías, pero de ningún modo significa que Cristo es verdadero y natural Hijo de Dios.
  5. La doctrina que acerca de Cristo nos han transmitido Pablo, Juan y los Concilios de Nicea, de Efeso y de Calcedonia no es lo que Jesús enseñó, sino lo que acerca de Jesús concibió la conciencia cristiana.
  6. El sentido natural de los textos evangélicos no puede compaginarse con lo que nuestros teólogos enseñan acerca de la conciencia de Jesucristo y de su ciencia infalible.
  7. Es evidente para cualquiera que no se deja llevar por ideas preconcebidas que, o bien Jesús estaba equivocado acerca del próximo advenimiento del Mesías, o bien la mayor parte de Su doctrina contenida en los Evangelios Sinópticos no es auténtica.
  8. El crítico no puede atribuir a Cristo una ciencia sin límites, a no ser que se apoye en una hipótesis históricamente inconcebible y que repugna al sentido moral: que Cristo, en cuanto hombre, poseía la ciencia de Dios y, no obstante, no quiso comunicar ese conocimiento acerca de tantas cosas ni a los discípulos ni a la posteridad.
  9. No siempre tuvo Cristo conciencia de su dignidad mesiánica.
  10. La Resurrección  del Salvador no es propiamente un hecho histórico, sino de orden meramente sobrenatural, ni demostrado ni demostrable, que la conciencia cristiana fue poco a poco derivando a partir de otros hechos.
  11. En un comienzo, la fe en la Resurrección de Cristo no versó tanto sobre el mismo hecho de la Resurrección como sobre la vida inmortal de Cristo junto a Dios.
  12. La doctrina acerca de la muerte expiatoria de Cristo no es evangélica, sino sólo paulina.
 (Las siguientes son proposiciones erróneas contra) Los Sacramentos
  1. Las opiniones acerca del origen de los Sacramentos, de que estaban imbuidos los Padres de Trento y que indudablemente influyeron en sus cánones dogmáticos, están muy lejos de las que ahora mantiene con razón la investigación histórica sobre el cristianismo.
  2. Los Sacramentos tuvieron su origen en la idea que los Apóstoles y sus sucesores, movidos y convencidos por determinados acontecimientos y circunstancias, se formaron acerca de Cristo y de su intención.
  3. Los Sacramentos no tienen más finalidad que la de mantener viva en el espíritu la presencia siempre beneficiosa del Creador.
  4. Fue la comunidad cristiana la que introdujo la necesidad del bautismo, al adoptarlo como rito necesario y añadiéndole las obligaciones de la profesión cristiana.
  5. La costumbre de bautizar a los niños fue una evolución de la disciplina, y fue una de las causas de que el Sacramento se dividiera en dos: Bautismo y la Penitencia.
  6. Nada prueba que los Apóstoles practicasen el rito del Sacramento de la Confirmación; la distinción formal entre Bautismo y Confirmación es ajena a la historia del cristianismo primitivo.
  7. No todo lo que San Pablo relata acerca de la institución de la Eucaristía (1 Cor 11, 23-25) ha de ser considerado como histórico.(5)
  8. En la Iglesia primitiva no existía el concepto de pecador cristiano reconciliado por la autoridad de la Iglesia; ésta fue asimilando con gran lentitud el citado concepto. Es más, después de ser conocida la penitencia como una institución en la Iglesia, no se le daba el nombre de Sacramento, pues era considerado como un Sacramento infamante.
  9. Las palabras del Señor: Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados, y a quienes les retuviereis, les serán retenidos (jn. 20,22 y 23), no se refieren en absoluto al Sacramento de la Penitencia, por más que lo afirmaran así los Padres de Trento.
  10. Santiago, en su epístola (5, 14 y 15), no tuvo intención de promulgar un Sacramento de Cristo, sino recomendar una práctica piadosa. Si acaso ve en ello algún medio para obtener gracia, no lo entiende con el rigor con que lo han interpretado los teólogos que fijaron el concepto y el número de los Sacramentos. (6)
  11. A medida que la Cena cristiana fue poco a poco convirtiéndose en acción litúrgica, quienes solían presidir la Cena adquirieron carácter sacerdotal.
  12. Los ancianos que tenían la misión de atender a los grupos de cristianos fueron instituidos presbíteros u obispos por los Apóstoles, con el fin de que se ocuparan de la necesaria organización de las comunidades en auge, pero no con el fin de perpetuar la misión y la potestad apostólica.
  13. El matrimonio no pudo convertirse en Sacramento de la nueva ley, sino hasta muy tarde en la Iglesia; puesto que para que el matrimonio se considerase como Sacramento era necesario que previamente se llegara a un pleno desarrollo teológico de la doctrina sobre la gracia y sobre los Sacramentos.
(Las siguientes son proposiciones erróneas contra) La Iglesia Católica y su doctrina.
  1. Fue ajeno a la intención de Cristo fundar la Iglesia como sociedad que había de durar sobre la tierra durante largos siglos; por el contrario, Cristo pensaba que el reino de los Cielos junto con el fin del mundo estaba a punto de llegar.
  2. La constitución orgánica de la Iglesia no es inmutable, pues la sociedad cristiana está sujeta, como toda sociedad humana, a una continua evolución.
  3. Los dogmas, los Sacramentos, la Jerarquía – tanto en lo que se refiere a su concepto como a su realidad – no son más que interpretaciones y evoluciones de la mente cristiana, que hicieron crecer y perfeccionaron con añadiduras externas el germen diminuto latente en el Evangelio.
  4. Nunca pensó Simón Pedro que Cristo le encomendara el primado en la Iglesia.
  5. La Iglesia Romana se convirtió en cabeza de todas la Iglesias no por ordenación divina, sino meramente por circunstancias políticas.
  6. La Iglesia se manifiesta enemiga de los progresos en las ciencias naturales y teológicas.
  7. La verdad no es más inmutable que el hombre mismo, ya que con él, en él y por él evoluciona.
  8. Cristo no enseñó un determinado cuerpo de doctrina aplicable en todo tiempo y a todos los hombres, sino que más bien inició un movimiento religioso adaptado o adaptable a los diversos tiempos y lugares.
  9. La doctrina cristiana fue judaica en sus inicios, pero por medio de evoluciones sucesivas se hizo primero paulina, después joánica y por último helénica y universal.
  10. Puede decirse, sin afirmar nada extraño, que ningún capítulo de la Escritura – desde el primero del Génesis hasta el último del Apocalipsis – contiene una doctrina idéntica a la que acerca de la misma materia enseña la Iglesia, por consiguiente, ningún capítulo de la Escritura tiene el mismo sentido para el crítico que para el teólogo.
  11. Los principales artículos del Símbolo de los Apóstoles no tenían para los primeros cristianos la misma significación que tienen para los cristianos de hoy.
  12. La Iglesia se muestra incapacitada para defender con eficacia la moral evangélica al adherirse obstinadamente a doctrinas inmutables, que no pueden estar en armonía con el progreso moderno.
  13. El progreso de las ciencias está exigiendo una modificación de los conceptos acerca de Dios, de la Creación, de la Redención, de la Persona del Verbo Encarnado, de la Revelación.
  14. El catolicismo actual no puede armonizarse con la verdadera ciencia, si no se transforma en un cristianismo no dogmático: en un protestantismo amplio y liberal (7).
Al día siguiente, jueves, 4 del mismo mes y año, dada cuenta de todo esto a nuestro Santísimo Señor Papa Pío X, Su Santidad aprobó y confirmó el Decreto de los Eminentísimos Padres, y ordenó que todas y cada una de la proposiciones antes relacionadas se tuvieran como reprobadas y proscritas.                                                                                                                                                     
Petrus Palombelli
                                                                                              S.R.U.I. Notarius
NOTAS: 
(1)     Esta ocho primeras proposiciones, aunque con otras palabras, no hacen más que repetir los antiguos errores protestantes y racionalista, que pretendían negar o desvirtuar la autoridad doctrinal y disciplinar de la Iglesia Católica.
(2)     Las proposiciones 9, 10, 11 y 12 niegan, o al menos ponen en duda la autoridad de las Sagradas Escrituras; las proposiciones siguientes, hasta la 19 inclusive, niegan también la autoridad humana de los Libros Sagrados, principalmente la de los Evangelios sinópticos y más todavía la del Evangelio de San Juan.
(3)     Las proposiciones siguientes (20-26), que intentan explicar la revelación y el dogma por medio de la conciencia y la evolución psicológica según los métodos del subjetivismo kantiano, se apoyan en los principios erróneos ya expuestos acerca de la Sagrada Escritura.
(4)     Las restantes proposiciones se apoyan en el citado evolucionismo subjetivo, tanto las que se refieren a la persona misma de Jesucristo y a su muerte y resurrección (27-38), como las que atañen a la doctrina general y especial de los Sacramentos  (39-51); y también las que conciernen directamente a la Iglesia, a su constitución y jerarquía, al primado de San Pedro y de la Iglesia de Roma, y a la verdad universal.
(5)     Estas son la palabras de San Pablo: “Porque yo he recibido del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros; haced esto en memoria mía. Igualmente, después de cenar, tomó el cáliz diciendo: Este es el cáliz de la nueva alianza en mi sangre; cuantas veces lo bebáis haced esto en memoria mía.”
(6)     Santiago se refiere al Sacramento de la Extremaunción o Unción de los enfermos: “¿Alguno de vosotros cae enfermo? Haga llamar a los presbíteros de la Iglesia, para que recen sobre él, ungiéndolo con óleo en nombre del Señor; y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor lo aliviará y, si tuviera pecado, obtendrá el perdón”.
(7)     Las dos últimas proposiciones evolucionistas, que son más concretas, tienen una gran afinidad con las proposiciones ya condenadas por Pío IX en el Syllabus, 8 de diciembre de 1864, y también en el Concilio Vaticano I, año 1870.

Lectio Divina Domingo 02 de Diciembre

Orden Carmelitana
Lectio: 
 Domingo, 2 Diciembre, 2018
La manifestación del Hijo del Hombre
como principio de nuevos tiempos
¡Atención! ¡Dios puede llegar en cada momento!
Luca 21,25-28.34-36
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz , que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén
2. Lectura
a) Clave de lectura:

El texto litúrgico de este domingo nos lleva a meditar el discurso de Jesús sobre el fin del mundo. Hoy, cuando se habla tanto del fin del mundo, las posiciones son muy variadas. Algunos tienen miedo. Otros permanecen indiferentes. Otros comienzan a vivir con más seriedad. Y todavía otros, cuando oyen una terrible noticia, exclaman: “¡El fin del mundo está cerca!” ¿Y tú? ¿Tienes una opinión al respecto? ¿Por qué al principio del año litúrgico, en este primer domingo de Adviento, la Iglesia nos coloca de frente el fin de la historia?
Teniendo presente estas preguntas, tratemos de leer de modo que nos interpele y nos interrogue.
Durante la lectura haremos un esfuerzo por prestar atención, no a lo que nos causa temor, sino más bien a lo que produce esperanza.
b) Una división del texto para ayudar en la lectura:

Lucas 21,25-26. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas
Lucas 21,27: El Hijo del Hombre vendrá sobre una nube
Lucas 21,28: La esperanza que renace en el corazón
Lucas 21,29-33: La lección de la parábola de la higuera
Lucas 21,34-36: Exhortación a la vigilancia
c) El Texto:

25 «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de la gente, trastornada por el estruendo del mar y de las olas. 26Los hombres se quedarán sin aliento por el terror y la ansiedad ante las cosas que se abatirán sobre el mundo, porque las fuerzas de los cielos se tambalearán.
27 Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria.
28 Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación.»
Luca 21:25-28.34-3634 «Cuidad que no se emboten vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupacines de la vida y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, 35 como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. 36 Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza, logréis escapar y podáis manteneros en pie delante del Hijo del hombre.»
3. Un momento de silencio
orante
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la meditación y en la oración.a) ¿Qué sentimientos has tenido durante la lectura? ¿De miedo o de paz? ¿Por qué?
b) ¿Has encontrado en el texto algo que te haya dado esperanza y ánimo?
c) ¿Qué es lo que hoy empuja a la gente a tener esperanza o a resistir?
d) ¿Por qué al principio del Adviento la Iglesia nos confronta con el fin del mundo?
e) ¿Qué responderíamos a los que dicen que el fin del mundo está cerca?
f) ¿Cómo entender la imagen de la venida del Hijo del Hombre sobre una nube?
5. Una clave de lectura
para aquéllos que quisieran profundizar en el tema
I. El contexto del discurso de Jesús
El texto del Evangelio de este domingo (Lc 21,25-28.34-36) es parte del así llamado "discurso escatológico” (Lc 28-36). En el Evangelio de Lucas, este discurso está presentado como respuesta de Jesús a una pregunta de los discípulos. Ante la belleza y grandeza del templo de la ciudad de Jerusalén, Jesús había dicho: “¡No quedará piedra sobre piedra!”(Lc 21,5-6). Los discípulos querían que Jesús les diese más información sobre esta destrucción del templo y pedían: “¿Cuándo sucederá esto, Maestro, y cuáles serán las señales de que estas cosas están a punto de suceder?” (Lc 21,7).
Objetivo del discurso: ayudar a discernir los acontecimientos
En el tiempo de Jesús (año 33), de frente a los desastres, guerras y persecuciones, mucha gente decía: “¡El fin del mundo está cerca!” La comunidad del tiempo de Lucas (año 85) pensaba lo mismo. Además, a causa de la destrucción de Jerusalén (año 70) y de la persecución de los cristianos, que duraba ya unos cuarenta años, había quien decía: “¡Dios no controla los acontecimientos de la vida! ¡Estamos perdidos!” Por esto, la preocupación principal del discurso es el de ayudar a los discípulos y discípulas a discernir los signos de los tiempos para no ser engañados por estas conversaciones de la gente sobre el fin del mundo: “¡Atención! ¡No os dejéis engañar!” (Lc 21,8). El discurso nos da diversas señales para ayudarnos a discernir.
Seis señales que nos ayudan a discernir los acontecimientos de la vida
Después de una breve introducción (Lc 21,5) comienza el discurso propiamente dicho. En estilo apocalíptico, Jesús enumera los sucesos que sirven de señales. Bueno será recordar que Jesús vivía y hablaba en el año 33, pero que los lectores de Lucas vivieron y escucharon las palabras de Jesús alrededor del año 85. Entre el año 33 y el 85 sucedieron muchas cosas de todos conocidas, por ejemplo: la destrucción de Jerusalén (año 70), las persecuciones, guerras por doquier, desastres naturales. El discurso de Jesús anuncia los acontecimientos como algo que deberá suceder en el futuro. Pero las comunidades los consideran algo ya pasados, ya sucedidos:
Primera señal: los falsos Mesías que dirán: “¡Soy yo! ¡El tiempo está cerca!”(Lc 21,8);
Segunda señal: guerras y rumores de guerra (Lc 21,9);
Tercera señal: una nación se alzará contra otra (Lc 21,10);
Cuarta señal: hambre, peste y terremotos por todas partes (Lc 21,11);
Quinta señal: persecuciones contra aquéllos que anuncian la palabra de Dios (Lc 21,12-19);
Sexta señal: asedio y destrucción de Jerusalén (Lc 21,20-24).
Las comunidades cristianas del año 85, al oír el anuncio de Jesús podían concluir: “¡Todas estas cosas han sucedido ya o están sucediendo! ¡Todo se desarrolla según un plano previsto por Jesús! Por tanto, la historia no se escapa de las manos de Dios”. Especialmente por lo que se refiere a las señales quinta y sexta podrían decir: “¡Es lo que estamos viviendo hoy!” “¡Estamos ya en la sexta señal!” Y después viene la pregunta: ¿Cuántas señales faltan para que venga el fin?
De todas estas cosas, aparentemente muy negativas, Jesús dice en el Evangelio de Marcos:” Son apenas los comienzos de los dolores de parto” (Mc 13,8). ¡Los dolores de parto, aunque sean muy dolorosos para una madre, no son señales de muerte, sino más bien de vida! ¡No son motivo de temor, sino de alegría y de esperanza! Este modo de leer los hechos da tranquilidad a las personas. Como veremos, Lucas expresará la misma idea, pero con otras palabras (Lc 21,28).
Después de esta primera parte del discurso (Lc 21,8-24), vemos el texto que se nos da en el evangelio de la Misa del primer domingo de adviento:
II. Comentarios del texto
Lucas 21,25-26: Señales en el sol, en la luna y en las estrellas
Estos dos versículos describen tres fenómenos cósmicos: (1) “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas”; (2) el fragor del mar y de las olas”; (3) “las potencias del cielo se conmoverán”. En los años 80, época en la que escribe Lucas, estos tres fenómenos no se habían manifestado. Las comunidades podían afirmar:” ¡Este es la séptima y última señal que falta antes del fin!” A primera vista, parece más terrible que las precedentes, ya que Lucas dice, que suscita angustia y causa temor en los hombres y en las naciones. En realidad, aunque su apariencia es negativa, estas imágenes cósmicas sugieren algo positivo, a saber, el comienzo de la nueva creación que substituirá la antigua creación (cf Ap 21,1). El comienzo del cielo nuevo y de la tierra nueva, anunciada por Isaías (Is 65,17). Introducen la manifestación del Hijo de Dios, el comienzo de nuevos tiempos.
Luca 21,27: La llegada del Reino de Dios y la manifestación del Hijo del Hombre
Esta imagen viene de la profecía de Daniel (Dn 7,1-14). Daniel dice que después de las desgracias causadas por los cuatro reinos de este mundo (Dn 7, 1-14), vendrá el Reino de Dios (Dn 7,9-14). Estos cuatro reinos, todos, tienen apariencia animalesca: león, oso, pantera y bestia feroz (Dn 7,3-7). Son reinos animalescos. Quitan la vida a la vida (¡incluso hoy!). El Reino de Dios aparece con el aspecto de Hijo de Hombre. O sea, con el aspecto humano de la gente (Dn 7,13). Es un reino humano. Construir este reino que humaniza, es tarea de las comunidades cristianas. Es la nueva historia, la nueva creación, a cuya realización debemos colaborar.
Lucas 21,28: Una esperanza que nace en el corazón
En el Evangelio de Marcos, Jesús decía: ¡Es apenas el comienzo de los dolores de parto! Aquí, en el Evangelio de Lucas, dice: “Cuando comiencen a acaecer estas cosas, ¡alzad los ojos y levantad la cabeza, porque vuestra liberación está cerca!” Esta afirmación indica que el objetivo del discurso no es el de causar miedo, sino sembrar esperanza y alegría en el pueblo que estaba sufriendo por causa de la persecución. Las palabras de Jesús ayudaban (y ayudan) a las comunidades a leer los hechos con lentes de esperanza. Deben tener miedo aquellos que oprimen y avasallan al pueblo. Ellos, sí, deben saber que su imperio se ha acabado.
Lucas 21,29-33: La lección de la higuera
Cuando Jesús invita a mirar a la higuera, Jesús pide que analicen los hechos que están acaeciendo. Es como si dijese: “De la higuera debéis aprender a leer los signos de los tiempos y poder así descubrir ¡dónde y cuándo Dios entra en vuestra historia! Y termina la lección de la parábola con estas palabras: “¡El cielo y la tierra pasarán; pero mis palabras no pasarán!” Mediante esta frase muy conocida, Jesús renueva la esperanza y alude de nuevo a la creación nueva que ya está en acto.
Lucas 21,34-36: Exhortación a la vigilancia
¡Dios siempre llega! Su venida adviene cuando menos se espera. Puede suceder que Él venga y la gente no se dé cuenta de la hora de su venida (cf Mt 24,37-39): Jesús da consejos a la gente, de modo que siempre estén atentos: (1) evitar lo que pueda turbar y endurecer el corazón (disipaciones, borracheras y afanes de la vida); (2) orar siempre pidiendo fuerza para continuar esperando en pie la venida del Hijo del Hombre. Dicho con otras palabras, el discurso pide una doble disposición: de un lado, la vigilancia siempre atenta del que siempre está esperando y por otro lado la serena tranquilidad del que siempre está en paz. Esta disposición es signo de mucha madurez, porque combina la conciencia de la seriedad del empeño y la conciencia de la relatividad de todas las cosas.
III. Más información para poder entender mejor el texto
a) Cuando vendrá el fin del mundo
Cuando decimos “fin del mundo”, ¿de qué estamos hablando? ¿El fin del mundo del que habla la Biblia o el fin de este mundo, donde reina el poder del mal que destroza y oprime la vida? Este mundo de injusticia tendrá fin. Ninguno sabe cómo será el mundo nuevo, porque nadie puede imaginarse lo que Dios tiene preparado para aquéllos que lo aman (1 Cor 2,9). El mundo nuevo de la vida sin muerte (Apoc 21,4), sobrepasa a todo, como el árbol supera a su simiente (1 Cor 15,35-38). Los primeros cristianos estaban ansiosos o deseaban saber el cuándo de este fin (2 Ts 2,2; Hech 1,11). Pero “no toca a vosotros conocer los tiempos y los momentos que el Padre ha fijado con su autoridad” (Hech 1,7). El único modo de contribuir al final "es que nos lleguen los tiempos del refrigerio de parte del Señor" (Hech 3,20), es dar testimonio al Evangelio en todo momento y acción, hasta los confines de la tierra (Hech 1,8).
b) ¡Nuestro tiempo! ¡El tiempo de Dios!
“Porque ninguno conoce ni el día, ni la hora; ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mc 13,32; Mat 24,36). Es Dios quien determina la hora del fin. El tiempo de Dios no se mide con nuestro reloj o calendario. Para Dios un día puede ser igual a mil años y mil años iguales a un día (Sl 90,4; Pt 3,8). El tiempo de Dios discurre independientemente del nuestro. Nosotros no podemos interferirlo, pero debemos estar preparado para el momento en el que la hora de Dios se presenta en nuestro tiempo. Lo que da seguridad, no es saber la hora del fin del mundo, sino la Palabra de Jesús presente en la vida. El mundo pasará, pero su palabra no pasará (cf Is 40, 7-8).
c) El contexto en el que se encuentra nuestro texto en el Evangelio de Lucas
Para nosotros, hombres del siglo XXI, el lenguaje apocalíptico es extraño, difícil y confuso. Pero para la gente de aquel tiempo era el modo de hablar que entendían. Expresaba la certeza testaruda de la fe de los niños. A pesar de todo y contra todas las apariencias, ellos continuaban creyendo que Dios es el Señor de la Historia. El objetivo principal del lenguaje apocalíptico es animar la fe y la esperanza de los pobres. En tiempos de Lucas, mucha gente de las comunidades pensaban que el fin del mundo estaba cerca y que Jesús habría vuelto. Pero estos individuos eran personas que nunca trabajaban: “¿Para qué trabajar si Jesús volverá?” (cf Ts 3,11). Otros permanecían mirando al cielo, aguardando la vuelta de Jesús sobre las nubes (cf Hech 1,11). El discurso de Jesús indica que ninguno sabe la hora de la última venida. ¡Hoy sucede la misma cosa! Algunos esperan tanto la venida de Jesús, que no perciben su presencia en medio de nosotros, en las cosas, en los hechos de cada día.
6. Salmo 46 (45)
Dios es nuestra fortaleza
Dios es nuestro refugio y fortaleza,
socorro en la angustia, siempre a punto.
Por eso no tememos si se altera la tierra,
si los montes vacilan en el fondo del mar,
aunque sus aguas bramen y se agiten,
y su ímpetu sacuda las montañas.
¡Un río! Sus brazos recrean la ciudad de Dios,
santifican la morada del Altísimo.
Dios está en medio de ella, no vacila,
Dios la socorre al despuntar el alba.
Braman las naciones, tiemblan los reinos,
lanza él su voz, la tierra se deshace.
¡Con nosotros Yahvé Sebaot,
nuestro baluarte el Dios de Jacob!
Venid a ver los prodigios de Yahvé,
que llena la tierra de estupor.
Detiene las guerras por todo el orbe;
quiebra el arco, rompe la lanza,
prende fuego a los escudos.
«Basta ya, sabed que soy Dios,
excelso sobre los pueblos, sobre la tierra excelso».
¡Con nosotros Yahvé Sebaot,
nuestro baluarte el Dios de Jacob!
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén
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Lectio Divina: 
 Sunday, December 2, 2018
The Manifestation of the Son of man:
Beginning of the new times
Beware! It can happen at any time!
Luke 21:25-28
, 34-36

1. OPENING PRAYER

Lord Jesus, send Your Spirit to help us to read the Scriptures with the same mind that You read them to the disciples on the way to Emmaus. In the light of the Word, written in the bible, You helped them to discover the presence of God in the disturbing events of Your sentence and death. Thus, the cross that seemed to be the end of all hope became for them the source of life and of resurrection.
Create silence within us so that we may listen to Your voice in Creation and in the Scriptures, in events and in people, above all in the poor and suffering. May Your word guide us so that we too, like the two disciples on the way to Emmaus, may experience the force of Your resurrection and witness to others that You are alive in our midst as source of fraternity, justice and peace. We ask this of You, Jesus, Son of Mary, who revealed the Father to us and sent us Your Spirit. Amen.

2. A READING OF LUKE 21: 25-28,34-36

a) A key to the reading:
The liturgical text of this Sunday leads us to meditate on Jesus’ discourse on the end of the world. Today, when we speak of the end of the world, reactions are quite varied. Some are fearful. Others are indifferent. Others begin to take life more seriously. Others still, as soon as they hear some terrible news say, “The end of the world is drawing near!” What is your opinion on this matter? How is it  that at the beginning of the liturgical year, the first Sunday of Advent, the Church confronts us with the end of history?
Keeping these questions in mind, let us now try to read the text in such a way that it may challenge and question us.
In the course of our reading we shall try to concentrate not on the things that are fearsome, buton those that give us hope.
b) A division of the text to facilitate our reading:
Luke 21:25-26: There will be signs in sun and moon and stars.
Luke 21:27: The Son of Man will come on a cloud.
Luke 21:28: The rebirth of hope in our hearts.
(Luke 21:29-33: The parable of the fig tree).
Luke 21:34-36: An exhortation to watchfulness.
c) The Text:
Jesus said to his disciples: “There will be signs in the sun, the moon, and the stars, and on earth nations will be in dismay, perplexed by the roaring of the sea and the waves. People will die of fright in anticipation of what is coming upon the world, for the powers of the heavens will be shaken. And then they will see the Son of Man coming in a cloud with power and great glory. 
But when these signs begin to happen, stand erect and raise your heads because your redemption is at hand. “Beware that your hearts do not become drowsy from carousing and drunkenness and the anxieties of daily life, and that day catch you by surprise like a trap. For that day will assault everyone who lives on the face of the earth. Be vigilant at all times and pray that you have the strength to escape the tribulations that are imminent and to stand before the Son of Man.”

3. A MOMENT OF PRAYERFUL SILENCE

that the Word of God may penetrate and enlighten our life.

4. SOME QUESTIONS

to help us in our personal reflection.

a) What did you feel during the reading? Did you feel fear or peace? Why?
b) Did you come across anything in the text that gave you hope and courage?
c) What is it today that encourages people to have hope and to keep going?
d) Why is it that at the beginning of Advent, the Church confronts us with the end of the world?
e) What can we answer to those who say that the end of the world is drawing near?
f) How do we understand the image of the coming of the Son of Man on a cloud?
g) Throughout history, or even today, have there been false messiahs leading people astray? While it is easy to see war and natural disasters, how might one be deceived by a false messiah?

5. A KEY TO THE READING

for those who wish to delve deeper into the theme.
I. The context of Jesus’ discourse
The text of this Sunday’s Gospel (Lk 21:25-28,34-36) is part of the so-called “eschatological discourse”(Lk 21:8-36). In Luke’s Gospel, this discourse is presented as Jesus’ reply to a question put to Him by the disciples. Looking at the beauty and greatness of the temple of Jerusalem, Jesus had said: “Not one stone will be left standing!” (Lk 21:5-6). The disciples were looking for more information from Jesus regarding the destruction of the temple, and they asked: “Master, when will this happen and what will be the signs to show that it is about to happen?” (Lk 21:7).
The aim of the discourse: to help discern events.
In Jesus’ time (year 33), many people, when faced with disasters, wars, and persecutions, said “The end of the world is drawing near!” The communities of Luke’s time (year 85) thought the same. During the time of the destruction of Jerusalem (year 70) and the persecution of Christians which had now been going on for 40 years, there were those who said “God is no longer in control of the events of life! We are lost!” Hence the main point of the discourse is that of helping the disciples to discern the signs of the times so as not to be deceived by such sayings concerning the end of the world: “Beware not to allow yourselves to be deceived!” (Lk 21:8). The discourse presents several signs that help us in our discernment.
Six signs to help us discern the events of life.
After a short introduction (Lk 21:5), the discourse proper begins. Jesus enumerates, in an apocalyptic style, the events that can be seen as signs. It is important to remember that Jesus was living and speaking in the year 33, but that the readers of Luke were living and listening to the words of Jesus about the year 85. Many things had happened between the years 33 and 85, for instance: the destruction of Jerusalem (year 70), persecutions and wars were everywhere, along with natural disasters. Jesus’ discourse announces these events as taking place in the future. But the community sees these things in the past,  as having already taken place:
First sign: the false messiahs who will say, “It is I! The time is at hand!” (Lk 21:8);
Second sign: war and rumors of war (Lk 21:9);
Third sign: nation will rise against nation (Lk 21:10)
Fourth sign: earthquakes, hunger and pestilence everywhere (Lk 21:11);
Fifth sign: persecution of those who proclaim the word of God (Lk 21:12-19);
Sixth sign: the siege and destruction of Jerusalem (Lk 21:20-24).
When they heard Jesus’ proclamation, the Christian communities of the year 85 might have come to this conclusion: “All these things have come to pass or are in the process of happening! All this is happening according to a plan foreseen by Jesus! Therefore, history is not slipping from God’s hands!” Especially regarding the 5th and 6th signs they could say, “This is what we are experiencing today! We have already reached the 6th sign!” Then comes the question: How many signs are there left before the end comes?
In Mark’s Gospel, Jesus says about all the seemingly very negative things, “These are just the beginning of birth pangs!” (Mk 13:8) Although birth pangs are very painful for a mother, they are not signs of death but of life! They are no reason for fear, but for joy and hope! This way of reading the events brings calm to all. As we shall see, Luke expresses this same idea but in different words (Lk 21:28).
After this first part of the discourse (Lk 21:8-24) comes the Gospel text of the Mass of the first Sunday of Advent.
II. A commentary on the text
Luke 21:25-26: Signs in sun and moon and stars.
These two verses describe three cosmic phenomena: (1) “There will be signs in sun and moon and stars”; (2) “The roaring of the sea and waves”; (3) “The powers of the heavens will be shaken”. In the eighties, when Luke was writing, these three phenomena had not taken place. The communities could say, “This is the seventh and last sign still to come before the end!” At first sight, this seventh sign seems more terrible than the preceding ones, especially since Luke says that men will be fainting with fear and with foreboding of what is coming on the world. In truth, in spite of their negative appearance, these cosmic images suggest something very positive, namely, the beginning of a new creation that will take the place of the old creation  (Rev 21:1). It is the beginning of the new heaven and the new earth, proclaimed by Isaiah (Isa 65:17). They usher in the manifestation of the Son of God, the beginning of the new times.
Luke 21:27: The coming of the Kingdom of God and the manifestation of the Son of Man.
This image comes from Daniel’s prophecy (Dan 7:1-14). Daniel says that after the disasters caused by the four kingdoms of this earth (Dan 7:1-8), the Kingdom of God will come (Dan 7:9-14). The four kingdoms all have animal features: lion, bear, panther and wild beast (Dan 7:3-7). These are animal–like kingdoms. They take the life out of life (even to this day!). The Kingdom of God is represented by the figure of the Son of Man, that is, it has human features (Dan 7:13). It is a human kingdom. The task of the Christian communities is to build this kingdom that humanizes. This is the new history, the new creation, in whose realization we must collaborate.
Luke 21:28: A hope that grows in the heart.
In Mark’s Gospel, Jesus says, “This is just the beginning of the birth pangs!” (Mk 13:8) Here, in Luke’s Gospel, Jesus says, “When these things begin to take place, look up and raise your heads, because your redemption is drawing near!” This affirmation shows that the aim of the discourse is not to cause fear but to raise hope and joy in a people suffering from persecution. Jesus’ words helped (and still help) the communities to read events from the point of view of hope. It is those who oppress and exploit the people who must fear. They, indeed, must know that their empire is finished.
Luke 21:29-33: The lesson of the parable of the fig tree.
When Jesus invites us to look at the fig tree, He is asking us to analyze the events taking place. It is as though He was saying, “Learn to read the signs of the times from the fig tree and so you may discover when and where God comes into your history!” Then He ends the lesson of the parable with these words: “Heaven and earth will pass away; but My words will not pass away!” By this very well known phrase, Jesus renews hope and once more alludes to the new creation, which was already taking place.
Luke 21:34-36: An exhortation to watchfulness.
God is always coming! His coming takes place when least expected. It may happen that He comes and that people are not aware of the hour of His coming (cf. Mt 24:37-39). Jesus advises people to be constantly watching: (1) avoid all things that may disturb or burden the heart (dissipations, drunkenness, and worries of life); (2) pray always, asking for strength to go on and wait standing for the coming of the Son of Man. In other words, the discourse asks for a double attitude: on the one hand, the watchfulness of one who is always aware, and on the other, the serene calmness of one who is at peace. These attitudes are signs of great maturity, because they bring together an awareness of the seriousness of the task and an awareness of the relativity of all things.
III. Further information for a better understanding of the text
a) When the end of the world will come
When we say “The end of the world”, what world are we talking about? Is it the end of the world of which the Bible speaks or the end of this world, where the power of evil that drives away and oppresses life reigns? This world of injustice will come to an end. No one knows what the new world will look like, because no one can imagine what God has prepared for those who love Him (1 Cor 2:9). The new world of life without death (Rev 21:4) surpasses all things just as the tree surpasses its seed (1 Cor 15:35-38). The early Christians were anxious and wanted to know the when of this end (2 Thess 2:2; Acts 1:11). But “it is not for you to know the times and the hour that the Father has set with His authority” (Acts 1:7). The only way to contribute to the end is to witness to the Gospel in every moment and action even to the ends of the earth (Acts 1:8).
b) Our time! God’s time!
“For no one knows the day or the hour: not even the angels of heaven, nor the Son, but only the Father” (Mk 13:32; Mt 24:36). God sets the time for the end. God’s time cannot be measured by the clock or calendar. For God, one day is like a thousand years, and a thousand years like a day (Ps 90:4; 2 Pet 3:8). God’s time runs independently of us. We cannot interfere with that, but we must be prepared for the moment when the hour of God comes into our time. Our security does not lie in knowing the hour of the end of the world, but in the Word of Jesus present in our lives. The world will pass away, but His word will not pass away (Isa 40:7-8).
c) The context of our text in Luke’s Gospel
For us 21st century people, apocalyptic language seems strange, difficult and confused. But for the people of those times it was the common way of speaking and all understood. It expressed the strong certitude of the faith of the little ones. In spite of all and against all appearances, they continued to believe that God is the Lord of history. The main purpose of apocalyptic language is to foster the faith and hope of the poor. In Luke’s time, many of the people of the communities thought that the end of the world was close at hand and that Jesus would have come back. That is why there were those who stopped working: “Why work, if Jesus was returning?” (cf 2 Thess 3:11). Others stared at heaven, waiting for the return of Jesus on the clouds (cf Acts 1:11). Jesus’ discourse shows that no one knows the hour of the final coming. Today we have the same thing! Some await the coming of Jesus so much that they do not see His presence among us in our daily concerns and events.

6. PSALM 46 (45) (PARAPHRASED)

God is our strength
God is our refuge and strength,
a very present help in time of trouble.
Therefore we will not fear though the earth should change,
though the mountains shake in the heart of the sea;
though its waters roar and foam,
though the mountains tremble with its tumult.
There is a river whose streams make glad the city of God,
the holy habitation of the Most High.
God is in the midst of her,
she shall not be moved;
God will help her.
The nations rage, the kingdoms totter;
He utters His voice, the earth melts.
The Lord of hosts is with us;
the God of Jacob is our refuge.
Come, behold the works of the Lord,
how He has wrought desolation on the earth.
He makes wars cease to the end of the earth;
He breaks the bow, and shatters the spear,
He burns the chariots with fire!
"Be still, and know that I am God.
I am exalted among the nations;
I am exalted in the earth!"
The Lord of hosts is with us;
the God of Jacob is our refuge.

7. FINAL PRAYER

Lord Jesus, we thank You for the word that has enabled us to understand better the will of the Father. May Your Spirit enlighten our actions and grant us the strength to practice that which Your Word has revealed to us. May we, like Mary, Your mother, not only listen to but also practice the Word. You who live and reign with the Father in the unity of the Holy Spirit forever and ever. Amen
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 Domenica, 2 Dicembre, 2018
La Manifestazione del Figlio dell'Uomo:
Inizio dei nuovi tempi 
Attenzione! Dio può arrivare in ogni momento!Luca 21,25-28.34-36
1. Orazione iniziale
Signore Gesù, invia il tuo Spirito, perché Egli ci aiuti a leggere la Scrittura con lo stesso sguardo, con che Tu la hai letta per i discepoli nella strada di Emmaus. Con la luce della Parola, scritta nella Bibbia, Tu li aiutasti a scoprire la presenza di Dio negli avvenimenti sconvolgenti della tua condanna e morte. Così, la croce che sembrava d’essere la fine di ogni speranza, è apparsa a loro come sorgente di vita e di risurrezione.
Crea in noi il silenzio per ascoltare la tua voce nella Creazione e nella Scrittura, negli avvenimenti e nelle persone, sopratutto nei poveri e sofferenti. La tua parola ci orienti finché anche noi, come i due discepoli di Emmaus, possiamo sperimentare la forza della tua resurrezione e testimoniare agli altri che Tu sei vivo in mezzo a noi come fonte di fraternità, di giustizia e di pace. Questo noi Ti chiediamo a Te, Gesù, figlio di Maria, che ci ha rivelato il Padre e inviato il tuo Spirito. Amen.
2. Lettura
a) Chiave di lettura:
Il testo liturgico di questa domenica ci porta a meditare il discorso di Gesù sulla fine del mondo. Oggi, quando si parla di fine del mondo, le reazioni sono assai variegate. Alcuni hanno paura. Altri rimangono indifferenti. Altri cominciano a vivere più seriamente. Ed altri ancora, quando sentono una notizia terribile, dicono: “La fine del mondo è vicina!” E tu? Hai un’opinione al riguardo? Come mai all’inizio dell’anno liturgico, in questa prima domenica di Avvento, la Chiesa ci confronta con la fine della storia?
Avendo in testa queste domande, cerchiamo di leggere il testo in modo che ci interpelli e ci interroghi.
Durante la lettura faremo lo sforzo di prestare attenzione non a ciò che causa timore, bensì a ciò che produce speranza.
b) Una divisione del testo per aiutarne la lettura:
Luca 21,25-26: Vi saranno segni nel sole, nella luna e nelle stelle.
Luca 21,27: Il Figlio dell’Uomo verrà su una nube.
Luca 21,28: La speranza che rinasce nel cuore.
(Luca 21,29-33: La lezione della parabola dell’albero di fichi).
Luca 21,34-36: Esortazione alla vigilanza.
c) Il Testo:

25 Vi saranno segni nel sole, nella luna e nelle stelle, e sulla terra angoscia di popoli in ansia per il fragore del mare e dei flutti, 26 mentre gli uomini moriranno per la paura e per l'attesa di ciò che dovrà accadere sulla terra. Le potenze dei cieli infatti saranno sconvolte.
27 Allora vedranno il Figlio dell'uomo venire su una nube con potenza e gloria grande.
28 Quando cominceranno ad accadere queste cose, alzatevi e levate il capo, perché la vostra liberazione è vicina».
34 State bene attenti che i vostri cuori non si appesantiscano in dissipazioni, ubriachezze e affanni della vita e che quel giorno non vi piombi addosso improvviso; 35 come un laccio esso si abbatterà sopra tutti coloro che abitano sulla faccia di tutta la terra. 36 Vegliate e pregate in ogni momento, perché abbiate la forza di sfuggire a tutto ciò che deve accadere, e di comparire davanti al Figlio dell'uomo».
3. Momento di silenzio
orante
perché la Parola di Dio possa entrare in noi ed illuminare la nostra vita.
4. Alcune domande
per aiutarci nella meditazione e nell’orazione.
a) Che sentimento hai avuto durante la lettura? Di paura o di pace? Perché?
b) Hai trovato nel testo qualcosa che ti ha dato speranza e coraggio?
c) Cos’è che oggi spinge la gente ad avere speranza e a resistere?
d) Perché mai all’inizio dell’Avvento la Chiesa ci confronta con la fine del mondo?
e) Cosa rispondere a coloro che dicono che la fine del mondo è vicina?
f) Come capire l’immagine della venuta del Figlio dell’Uomo su una nube? 
5. Una chiave di lettura
per coloro che volessero approfondire il tema.
I. Il contesto del discorso di Gesù
Il testo del Vangelo di questa domenica (Lc 21,25-28.34-36) fa parte del così detto “discorso escatologico” (Lc 21,8-36). Nel Vangelo di Luca, questo discorso è presentato come la risposta di Gesù ad una domanda dei discepoli. Davanti alla bellezza e alla grandezza del tempio e della città di Gerusalemme, Gesù aveva detto: “Non rimarrà pietra su pietra!” (Lc 21,5-6). I discepoli volevano che Gesù desse loro maggiori informazioni su questa distruzione del tempio e chiedevano: “Quando succederà questo, Maestro, e quali saranno i segnali che indicheranno che ciò sta per accadere?” (Lc 21,7).
Obiettivo del discorso: aiutare a discernere gli avvenimenti
Nel tempo di Gesù (anno 33), di fronte a disastri, guerre e persecuzioni, molta gente diceva: “La fine del mondo è vicina!” Le comunità del tempo di Luca (anno 85) pensavano lo stesso. Inoltre, durante la distruzione di Gerusalemme (anno 70) e della persecuzione dei cristiani che durava ormai da 40 anni, c’era chi diceva: “Dio non controlla più gli eventi della vita! Siamo perduti!” Per questo la preoccupazione principale del discorso è quella di aiutare i discepoli e le discepole a discernere i segni dei tempi per non essere ingannati da queste conversazioni della gente sulla fine del mondo: “Attenzione a non lasciarvi ingannare!” (Lc 21,8). Il discorso offre diversi segnali per aiutarci a discernere.
Se i segnali per aiutarci a discernere gli eventi della vita.
Dopo una breve introduzione (Lc 21,5), comincia il discorso propriamente detto. In stile apocalittico, Gesù enumera gli eventi che servono da segnali. E’ bene ricordare che Gesù viveva e parlava nell’anno 33, ma che i lettori di Luca vissero ed ascoltarono le parole di Gesù attorno all’anno 85. Tra l’anno 33 e l’anno 85, successero molte cose da tutti conosciute, per esempio: la distruzione di Gerusalemme (anno 70), le persecuzioni, le guerre ovunque, alcuni disastri naturali. Il discorso di Gesù annuncia questi eventi come cose che dovranno succedere nel futuro. Ma le comunità le considerano cose del passato, già avvenute:
Primo segnale: i falsi messia che diranno: “Sono io! Il tempo è vicino!” (Lc 21,8);
Secondo segnale: guerra e rumori di guerra (Lc 21,9);
Terzo segnale: una nazione che si alza contro un’altra (Lc 21,10)
Quarto segnale: terremoti, fame e peste ovunque (Lc 21,11);
Quinto segnale: persecuzione contro coloro che annunciano la parola di Dio (Lc 21,12-19);
Sesto segnale: assedio e distruzione di Gerusalemme (Lc 21, 20-24).
Le comunità cristiane dell’anno 85 nell’udire l’annuncio di Gesù potevano concludere: “Tutte queste cose sono già accadute o stanno accadendo! Tutto questo si svolge secondo un piano previsto da Gesù! Quindi la storia non sfugge dalle mani di Dio”! Soprattutto per quanto riguarda il 5° ed il 6° segnale potrebbero dire: “E’ ciò che stiamo vivendo oggi! Siamo già nel 6° segnale!” E dopo viene la domanda: Quanti segnali mancano prima che venga la fine?
Di tutte queste cose, apparentemente molto negative, Gesù disse nel vangelo di Marco: “Sono appena l’inizio dei dolori del parto!” (Mc 13,8) I dolori del parto, pur se molto dolorosi per una madre, non sono segnali di morte, bensì di vita! Non sono motivo di timore, ma di allegria e di speranza! Questo modo di leggere i fatti dà tranquillità alle persone. Come vedremo, Luca esprimerà la stessa idea, ma con altre parole (Lc 21,28).
Dopo questa prima parte del discorso (Lc 21,8-24) vediamo il testo che ci viene presentato nel vangelo della Messa della prima domenica d’Avvento:
II. Commento del testo
Luca 21,25-26: Segnali nel sole, nella luna e nelle stelle
Questi due versi descrivono tre fenomeni cosmici: (1) “Vi saranno segni nel sole, nella luna e nelle stelle”; (2) “Il fragore del mare e dei flutti”; (3) “Le potenze dei cieli saranno sconvolte”. Negli anni 80, epoca in cui Luca scrive, questi tre fenomeni non si erano manifestati. Le comunità potevano affermare: “Questo è il settimo ed ultimo segnale che manca prima della fine!” A prima vista, questo settimo segnale sembra più terribile dei precedenti, poiché Luca dice che suscita angoscia e causa timore negli uomini e nelle nazioni. Nella realtà, malgrado la sua apparenza negativa, queste immagini cosmiche suggeriscono qualcosa di molto positivo, e cioè, l’inizio della nuova creazione che sostituirà l’antica creazione (cf Ap 21,1). E’ l’inizio del nuovo cielo e della nuova terra, annunciati da Isaia (Is 65,17). Introducono la manifestazione del Figlio di Dio, l’inizio di tempi nuovi.
Luca 21,27: L’arrivo del Regno di Dio e la manifestazione del Figlio dell’Uomo
Questa immagine viene dalla profezia di Daniele (Dn 7,1-14). Daniele dice che dopo le disgrazie causate da quattro regni di questo mondo (Dn 7,1-8), verrà il Regno di Dio (Dn 7,9-14). Questi quattro regni, tutti, hanno sembianza animalesca: leone, orso, pantera e bestia feroce (Dn 7,3-7). Sono regni animaleschi. Tolgono vita alla vita (fino ad oggi!). Il Regno di Dio appare con l’aspetto del Figlio dell’Uomo, cioè, con l’aspetto umano della gente (Dn 7,13). E’ un regno umano. Costruire questo regno che umanizza, è compito delle comunità cristiane. E’ la nuova storia, la nuova creazione, alla cui realizzazione dobbiamo collaborare.
Luca 21,28: Una speranza che nasce nel cuore
Nel Vangelo di Marco Gesù diceva: “E’ appena l’inizio dei dolori del parto!” (Mc 13,8) Qui, nel Vangelo di Luca, dice: “Quando cominceranno ad accadere queste cose, alzatevi e levate il capo, perché la vostra liberazione è vicina!” Questa affermazione indica che l’obiettivo del discorso non è quello di causare paura, bensì suscitare speranza ed allegria nel popolo che stava soffrendo a causa della persecuzione. Le parole di Gesù aiutavano (ed aiutano) le comunità a leggere i fatti con lenti di speranza. Devono avere paura coloro che opprimono e sfruttano il popolo. Loro, sì, devono sapere che il loro impero è terminato.
Luca 21,29-33: La lezione della parabola del fico
Quando Gesù invita a guardare il fico, Gesù ci chiede di analizzare i fatti che stanno accadendo. E’ come se dicesse: “Dal fico dovete imparare a leggere i segni dei tempi e così poter scoprire dove e quando Dio entra nella vostra storia!” E termina la lezione della parabola con queste parole: “Il cielo e la terra passeranno; ma le mie parole non passeranno!” Mediante questa frase molto conosciuta Gesù rinnova la speranza ed allude di nuovo alla nuova creazione che era già in atto.
Luca 21, 34-36: Esortazione alla vigilanza
Dio giunge sempre! La sua venuta avviene quando meno si aspetta. Può succedere che Lui venga e la gente non si renda conto dell’ora della sua venuta (cf Mt 24,37-39). Gesù dà consigli alla gente, in modo da stare sempre attenti: (1) evitare ciò che possa turbare ed appesantire il cuore (dissipazioni, ubriachezze ed affanni della vita); (2) pregare sempre chiedendo la forza per continuare ad attendere in piedi la venuta del Figlio dell’uomo. Detto con altre parole, il discorso chiede un duplice atteggiamento: da un lato, la vigilanza sempre attenta di colui che è sempre accorto, e dall’altro la tranquillità serena di colui che sta in pace. Questo atteggiamento è segno di molta maturità, poiché combina la coscienza della serietà dell’impegno e la coscienza della relatività di tutto.
III. Ulteriori informazioni per poter capire meglio il testo
a) Quando avverrà la fine del mondo
Quando diciamo “Fine del mondo”, di che mondo stiamo parlando? La fine del mondo di cui parla la Bibbia o la fine di questo mondo, dove regna il potere del male che schiaccia ed opprime la vita? Questo mondo di ingiustizia avrà una fine. Nessuno sa come sarà il nuovo mondo, poiché nessuno può immaginare ciò che Dio ha preparato per coloro che lo amano (1 Cor 2,9). Il nuovo mondo della vita senza morte (Apoc 21,4) oltrepassa tutto, come l’albero supera il suo seme (1 Cor 15,35-38). I primi cristiani erano ansiosi e desideravano sapere il quando di questa fine (2 Ts 2,2; Atti 1,11). Ma “non tocca a voi conoscere i tempi ed i momenti che il Padre fissò con la sua autorità” (Atti 1,7). L’unico modo per contribuire alla fine “e ci venga dato da Dio il tempo del refrigerio” (Atti 3,20) è rendere testimonianza al Vangelo in ogni momento ed ogni azione, fino ai confini della terra (Atti 1,8).
b) Il nostro tempo! Il tempo di Dio!
“Perché nessuno conosce né il giorno, né l’ora: nemmeno gli angeli del cielo, nemmeno il Figlio, ma solo il Padre” (Mc 13,32; Mt 24,36). E’ Dio che determina l’ora della fine. Il tempo di Dio non si misura con il nostro orologio o calendario. Per Dio, un giorno può essere uguale a mille anni, e mille anni uguali a un giorno (Sl 90,4; Pt 3,8). Il tempo di Dio scorre indipendentemente da noi. Noi non possiamo interferire con esso, ma dobbiamo essere preparati per il momento in cui l’ora di Dio si rende presente nel nostro tempo. Ciò che dà sicurezza, non è sapere l’ora della fine del mondo, bensì la Parola di Gesù presente nella vita. Il mondo passerà, ma la sua parola non passerà (cf Is 40,7-8).
c) Il contesto in cui si trova il nostro testo nel Vangelo di Luca
Per noi del XXI secolo, il linguaggio apocalittico è strano, difficile e confuso. Ma per la gente di quel tempo era il modo di parlare che tutti capivano. Esprimeva la certezza testarda della fede dei piccoli. Malgrado tutto e contro tutte le apparenze, loro continuavano a credere che Dio è il Signore della storia. L’obiettivo principale del linguaggio apocalittico è animare la fede e la speranza dei poveri. Al tempo di Luca, molta gente delle comunità pensava che la fine del mondo era vicina e che Gesù sarebbe ritornato. Per questo c’erano persone che non lavoravano più: “Perché lavorare, se Gesù ritornerà?” (cf 2 Ts 3,11). Altri rimanevano a guardare il cielo, aspettando il ritorno di Gesù sulle nubi (cf Atti 1,11). Il discorso di Gesù indica che nessuno sa l’ora dell’ultima venuta. Oggi succede la stessa cosa! Alcuni aspettano tanto la venuta di Gesù che non ne percepiscono la presenza in mezzo a noi, nelle cose e nei fatti di ogni giorno.
6. Salmo 46 (45)
Dio è la nostra forza
Dio è per noi rifugio e forza,
aiuto sempre vicino nelle angosce.
Perciò non temiamo se trema la terra,
se crollano i monti nel fondo del mare.

Fremano, si gonfino le sue acque,
tremino i monti per i suoi flutti.
Un fiume e i suoi ruscelli rallegrano la città di Dio,
la santa dimora dell'Altissimo.
Dio sta in essa: non potrà vacillare;
la soccorrerà Dio, prima del mattino.
Fremettero le genti, i regni si scossero;
egli tuonò, si sgretolò la terra.
Il Signore degli eserciti è con noi,
nostro rifugio è il Dio di Giacobbe.
Venite, vedete le opere del Signore,
egli ha fatto portenti sulla terra.

Farà cessare le guerre sino ai confini della terra,
romperà gli archi e spezzerà le lance,
brucerà con il fuoco gli scudi.
Fermatevi e sappiate che io sono Dio,
eccelso tra le genti, eccelso sulla terra.

Il Signore degli eserciti è con noi,
nostro rifugio è il Dio di Giacobbe.
7. Orazione Finale
Signore Gesù, ti ringraziamo per la tua parola che ci ha fatto vedere meglio la volontà del Padre. Fa che il tuo Spirito illumini le nostre azioni e ci comunichi la forza per eseguire quello, che la Tua Parola ci ha fatto vedere. Fa che noi, come Maria, tua Madre, possiamo non solo ascoltare ma anche praticare la Parola, Tu che vivi e regni con il Padre nell’unità dello Spirito Santo nei secoli dei secoli. Amen