lunes, 7 de junio de 2021

El Amor de Dios por nosotros...

 

¿Qué movió a Dios a morir ajusticiado en un patíbulo?



Mas ¿quién fue tan poderoso que movió a Dios a morir ajusticiado en un patíbulo, en medio de dos malhechores, con tanto desdoro de su divina majestad? ¿Quién hizo esto?, pregunta San Bernardo, y se responde: Lo hizo el amor que no entiende de puntos de honra. ¡Ah!, que cuando el amor quiere darse a conocer, no hace cuenta con lo que hace a la dignidad del amante, sino que busca el modo de darse a conocer a la persona amada. Sobrada razón tenía, por lo tanto, San Francisco de Paula al exclamar ante un crucifijo: «¡Oh caridad, oh caridad, oh caridad!». De igual modo, todos nosotros, mirando a Jesús crucificado, debiéramos decir: ¡Oh amor, oh amor, oh amor!

Si no nos lo asegurara la fe, ¿quién hubiera jamás creído que un Dios omnipotente, felicísimo y señor de todo cuanto existe, llegara a amar de tal modo al hombre que se diría había salido como fuera de sí? «Vimos a la misma Sabiduría –dice San Lorenzo Justiniano–, es decir, al Verbo eterno, como enloquecido por el mucho amor que profesa a los hombres». Igual decía Santa María Magdalena de Pazzi cuando, en un transporte extático, tomó una cruz y andaba gritando: «Sí, Jesús mío, eres loco de amor. Lo digo y lo repetiré siempre: Eres loco de amor, Jesús mío». Pero no, dice San Dionisio Areopagita, no es locura, sino efecto natural del divino amor, que hace al amante salir de sí para darse completamente al objeto amado, «que éste es el éxtasis que causa el amor divino».

¡Oh si los hombres se detuvieran a considerar, cuando ven a Jesús crucificado, el amor que les tuvo a cada uno de ellos! «Y ¿cómo no quedaríamos abrasados de ardiente celo –exclamaba San Francisco de Sales– a vista de las llamas que abrasan al Redentor?... Y ¿qué mayor gozo que estar unidos a Él por las cadenas del amor y del celo?». San Buenaventura llamaba a las llagas de Jesucristo «llagas que hieren los más duros corazones y que inflaman en amor a las almas más heladas». Y ¡qué de saetas amorosas salen de aquellas llagas para herir los más puros corazones! Y ¡qué de llamas salen del corazón amoroso de Jesús para inflamar los más fríos corazones! Y ¡qué de cadenas salen de aquel herido costado para cautivar los más rebeldes corazones!

San Juan de Ávila estaba tan enamorado de Jesucristo, que en todos sus sermones no dejaba de predicar del amor que nos profesó, y en un tratado suyo sobre el amor de este amantísimo Redentor a los hombres, se expresa con tan encendidos afectos, que, por serlo tanto, prefiero transcribirlos. Dice así: «¡Oh amor divino, que saliste de Dios, y bajaste al hombre, y tornaste a Dios! Porque no amaste al hombre por el hombre, sino por Dios; y en tanta manera lo amaste, que quien considera este amor no se puede esconder de tu amor, porque haces fuerza a los corazones, como dice tu Apóstol: La caridad de Cristo nos hace fuerza...  Esto significan aquellas palabras suyas que dijo el jueves de la Cena: Para que conozca el mundo cuánto yo amo a mi Padre, levantaos y vamos de aquí [15]. ¿Adónde? A morir por los hombres en la cruz.

...»No alcanza ningún entendimiento angélico que tanto arda ese fuego ni hasta dónde llegue su virtud. No es el término hasta donde llegó, la muerte y la cruz; porque si, así como le mandaron padecer una muerte, le mandaran millares de muertes, para todo tenía amor. Y si lo que le mandaron padecer por la salud de todos los hombres le mandaran hacer por cada uno de ellos, así lo hiciera por cada uno como por todos. Y si como estuvo aquellas tres horas penando en la cruz fuera menester estar allí hasta el día del juicio, amor había para todo si nos fuera necesario. De manera que mucho más amó que padeció; muy mayor amor le quedaba encerrado en las entrañas de lo que mostró acá defuera en sus llagas.


San Alfonso M Ligorio

Jesus Sacramentado...

 

Amor y veneración a Jesús Sacramentado



Hoy celebramos esta gran Solemnidad en honor del misterio eucarístico. En ella se unen la liturgia y la piedad popular, que no han ahorrado ingenio y belleza para cantar al Amor de los amores. Para este día, Santo Tomás compuso esos bellísimos textos de la Misa y del Oficio divino. Hoy debemos dar muchas gracias al Señor por haberse quedado entre nosotros, desagraviarle y mostrarle nuestra alegría por tenerlo tan cerca: Adoro te, devote, latens Deitas..., te adoro con devoción, Dios escondido..., le diremos hoy muchas veces en la intimidad de nuestro corazón.


En la Visita al Santísimo podremos decirle al Señor despacio, con amor: plagas, sicut Thomas, non intueor..., no veo las llagas, como las vio Tomás, pero confieso que eres mi Dios; haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere, que te ame.


La fe en la presencia real de Cristo en la Sagrada Eucaristía llevó a la devoción a Jesús Sacramentado también fuera de la Misa. La razón de conservar las Sagradas Especies, en los primeros siglos de la Iglesia, era poder llevar la comunión a los enfermos y a quienes, por confesar su fe, se encontraban en las cárceles en trance de sufrir martirio. Con el paso del tiempo, la fe y el amor de los fieles enriquecieron la devoción pública y privada a la Sagrada Eucaristía. Esta fe llevó a tratar con la máxima reverencia el Cuerpo del Señor y a darle un culto público. De esta veneración tenemos muchos testimonios en los más antiguos documentos de la Iglesia, y dio lugar a la fiesta que hoy celebramos.


Nuestro Dios y Señor se encuentra en el Sagrario, allí está Cristo, y allí deben hacerse presentes nuestra adoración y nuestro amor. Esta veneración a Jesús Sacramentado se expresa de muchas maneras: bendición con el Santísimo, procesiones, oración ante Jesús Sacramentado, genuflexiones que son verdaderos actos de fe y de adoración... Entre estas devociones y formas de culto, «merece una mención particular la solemnidad del Corpus Christi como acto público tributado a Cristo presente en la Eucaristía (...). La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del Amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las graves faltas y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración». Especialmente el día de hoy ha de estar lleno de actos de fe y de amor a Jesús Sacramentado.


Si asistimos a la procesión, acompañando a Jesús, lo haremos como aquel pueblo sencillo que, lleno de alegría, iba detrás del Maestro en los días de su vida en la tierra, manifestándole con naturalidad sus múltiples necesidades y dolencias; también la dicha y el gozo de estar con Él. Si le vemos pasar por la calle, expuesto en la Custodia, le haremos saber desde la intimidad de nuestro corazón lo mucho que representa para nosotros... «Adoradle con reverencia y con devoción; renovad en su presencia el ofrecimiento sincero de vuestro amor; decidle sin miedo que le queréis; agradecedle esta prueba diaria de misericordia tan llena de ternura, y fomentad el deseo de acercaros a comulgar con confianza. Yo me pasmo ante este misterio de Amor: el Señor busca mi pobre corazón como trono, para no abandonarme si yo no me aparto de Él» En ese trono de nuestro corazón Jesús está más alegre que en la Custodia más espléndida.


El acto de amor es el más santificante y fecundo

 

El acto de amor es el más santificante y fecundo


1. ¿En qué consiste la primacía del acto de amor ("Jesús, María os amo, salvad almas)?

1-) El acto de amor participa de la soberana preeminencia de la virtud teologal de la caridad, reina de todas las virtudes en cuanto sostiene, vivifica y perfecciona todas las otras. Fe y esperanza son hermanas de la caridad, pero su realización llega a las puertas de la eternidad: porque a la fe la sustituye la visión, a la esperanza la posesión; sólo el amor entra y logra plenitud en el Cielo.

2-) El acto de amor es también el más santificante, porque más directa y más íntimamente nos une a Dios, santidad infinita.

3-) Por el mismo motivo, el acto de amor es también el más apostólicamente fecundo en orden a la salvación de las almas.

2.- ¿Cuál es el valor de un acto de amor perfecto?

1-) Un acto de perfecto amor de Dios reconcilia inmediatamente el alma con Dios, aún la más cargada de pecados graves, antes de la absolución sacramental, porque tiene la voluntad de confesarse.

2-) Con mayor razón, el acto de amor perfecto nos purifica de pecados leves.

3-) Después de un pecado grave, el acto de amor perfecto (acompañado de la voluntad de confesarse) puede devolver rápidamente junto con la gracia santificante, los méritos que habíamos perdido y permitirnos lograr de nuevo, las cosas que no podíamos hacer aún con nuestras buenas obras, mientras estábamos en pecado.

4-) El acto de amor perfecto, como todo otro acto sobrenatural, disminuye las penas del Purgatorio y puede aún más obtener la completa remisión, si se realiza con un fervor y una perfección, del cual sólo Dios conoce la medida.

5-) Cada acto de amor perfecto produce siempre más un estado de unión entre Dios y el alma y por tanto, la vida divina en el alma.

6-) Cada acto de amor perfecto, como toda otra acción sobrenatural, nos produce un aumento de gracia santificante. Esto a su vez, da siempre más valor a todas nuestras acciones y nos obtiene, además un aumento de gloria eterna en el Cielo.

3.- ¿Qué es el amor perfecto?

1-) El amor perfecto es el que ama a Dios por Sí mismo y goza de Él. Este grado de perfección en el amor es precedido por otros dos que son: el amor inicial y el amor progresivo. El amor inicial, ocupándose sobre todo de huir del pecado y de resistir a sus atracciones, experimenta además los motivos del santo temor de Dios; el amor progresivo se ejerce sobre todo en las virtudes y en su ejercicio, es sostenido por la esperanza del premio.

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2-) En el desarrollo normal del amor todos estos motivos se entrelazan armoniosamente en el alma, acogiendo los beneficios divinos, se abre finalmente el amor perfecto con el cual el donante es amado por Sí mismo.

3-) Este amor puro y perfecto es activo en la virtud y vigilante por la gloria de Dios.

4.- ¿Es posible realizar actos de amor perfecto?

1-) No sólo es posible, porque representan el desarrollo normal del amor de amistad con Dios sino que, cuando el alma ha llegado a este grado, les es fácil, hacer eso con un mayor descanso del corazón.

2-) El acto de amor perfecto, aún en los grados iniciales es progresivo, facilita el alejamiento del pecado y el ejercicio de las virtudes, porque llama continuamente y hace experimentar íntimamente, la causa suprema del amor, que es la infinita Bondad de Dios.

3-) Cuando digo: “Jesús te amo”, en la dificultad que encuentro o en la fatiga que experimento, expreso mi convicción de que Él es digno de ser amado, honrado y fielmente servido y realizo un acto de amor perfecto. La oración del Acto de Caridad expresa un acto de amor perfecto.

5.- ¿Podemos hacer sólo con nuestras fuerzas un acto de amor perfecto?

Como para todos los otros actos sobrenaturales, también para hacer un acto de amor perfecto es necesaria la ayuda de la gracia, que Dios no niega nunca a quien quiere amarlo, habiendo Él mismo hecho del amor un determinado mandamiento para todos.

6.- ¿Los “sentimientos” entran en la perfección del acto de amor?

Los “sentimientos” no son necesarios para la perfección del amor. Puedo amar a Dios con perfecto e intensísimo amor aún con la aridez en el corazón, o bien sintiendo disgusto y repugnancia. Para amar a Dios con amor perfecto basta querer amarlo así. En estos casos el acto de amor puede ser más puro, más generoso y por tanto más acepto a Dios y más meritorio.

7.- ¿De cuántos modos podemos cumplir actos de amor perfecto?

1-) Haciendo todas nuestras acciones, aún las más humildes y las más indiferentes en sí como comer, beber, dormir, demostrando a Dios nuestro amor.

2-) Soportando por amor de Dios los pequeños o grandes sufrimientos de cada día y ofreciendo con amor los pequeños sacrificios del deber cotidiano.

3-) Repitiendo durante el día los actos de perfecto amor, ya sea a lo interno o a lo externo (por ej. jaculatorias), pero siempre vivificadas por el amor interno.

8.- ¿Es útil multiplicar los actos de amor perfecto?

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Para las almas es cosa santa y utilísima a fin de:

1-) Cumplir el primer mandamiento en toda su perfección.

2-) Ejercitar, desarrollar y perfeccionar en nosotros la virtud teologal de la caridad, para desarrollar y perfeccionar con ella todas las otras virtudes.

3-) Ayudarse para actuar la pureza de intención en todas las acciones propias.

4-) Aumentar el valor sobrenatural de nuestras acciones, acrecentando en nosotros la gracia santificante.

5-) Aumentar el fervor en nuestros ejercicios de piedad y aún sustituirlos, cuando ellos nos sean impedidos.

6-) Ayudarnos a valorar al máximo –por la gloria de Dios, nuestra santificación y la salvación de las almas- cada instante de esta breve vida terrena.

7-) Llegar a ser, más fácil, de nuestra muerte un holocausto de amor, habiendo hecho ya de nuestra vida un sacrificio de amor.

9.- ¿Es suficiente poner las intenciones al inicio de la jornada?

Lo es apenas para dar valor sobrenatural a las acciones de la jornada, pero no para alcanzar la plenitud de vida sobrenatural o divina que Jesús nos ha merecido y que quiere en nosotros. En otras palabras y para desarrollar mejor este concepto:

1-) Las intenciones puestas en la mañana pueden fácilmente ser comprometidas durante el día por otras intenciones menos perfectas. El repetir frecuentemente actos de amor perfecto, nos pone al seguro de este peligro.

2-) El amor actual es más perfecto del simplemente habitual y por lo tanto, valora más nuestra vida espiritual.

3-) Realizando con frecuencia actos de amor perfecto, alimentamos y perfeccionamos de mejor manera la vida interior –es decir, la verdadera vida del alma-, evitando las distracciones espirituales, que nos roban un tiempo preciosísimo para la eternidad.

4-) Amar a Dios con amor actual, en la medida que a cada uno es posible, es parte –como se ha dicho y como veremos en seguida-, de la perfección de amor con la cual Dios mismo quiere ser amado de nosotros y que os expresa en el primer mandamiento.

5-) Hacer frecuentemente actos de amor ayuda al alma a corresponder a otro precepto divino, que nos indica la “necesidad de orar siempre, sin cansarse” (Lc 18, 1), repetido por S. Pablo: Orad incesantemente (1 Ts 5, 17). El acto de amor no sólo es la más excelente de las oraciones, sino que por ser breve, fácil y aún sólo interior, facilita admirablemente el cumplimiento de este mandamiento, sin cansar excesivamente el espíritu con la multiplicidad o complejidad de fórmulas.

10. ¿Lo afirmado vale para todos los cristianos?

Sí, porque todos los cristianos deben tender a la perfección de la caridad querida por el primer mandamiento. Queremos decir, más bien, que la práctica del acto de amor es bajo ciertos aspectos, más adaptado a los laicos y a los religiosos de vida activa, más que a los claustrales. Estos, en efecto, son como ayudados por el ambiente y por su vida de oración a la unión incesante con Dios; mientras que los religiosos de vida activa y más aún los laicos, dada la multiplicidad y naturaleza de las ocupaciones cotidianas y las muchas preocupaciones de orden material, eso se les hace muy difícil; además no siempre es posible para ellos tener mucho tiempo para la oración.

Un acto de amor se hace rápidamente, no requiere esfuerzo, no interrumpe la actividad externa, más aún, la vivifica y la santifica para la eternidad; el alma en tanto, se va habituando (poco a poco), puede conseguir una más íntima unión con Dios, a fin de llegar con el tiempo a hacerlo moralmente incesante.

Eso explica porque la enseñanza sobre el incesante acto de amor, manifestada por Jesús a Sor Consolata Betrone y difundida a través del opúsculo “EL CORAZÓN DE JESÚS AL MUNDO”, ha encontrado entre los laicos un favor no menor que entre las personas consagradas a Dios.