domingo, 21 de mayo de 2023

El velo Catolico...


"Estimulad a las mujeres a no cubrirse la cabeza con el velo en la Iglesia, los cabellos son sexy."
Así lo ordena explícitamente, en este punto n°5, el plan para la destrucción de la Iglesia Católica dirigido a los obispos católicos afiliados a la secta masónica.

Pero, ¿qué sentido puede tener esto para destruir la Iglesia Católica? ¿Hay algo de doctrina acerca de este tema?

Veamos...

La Sagrada Escritura, en la primera epístola del apóstol San Pablo a los Corintios, habla muy claro acerca del ornato de las mujeres:

"Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal y como os las he transmitido. Sin embargo, quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo; y la cabeza de la mujer es el hombre; y la cabeza de Cristo es Dios.
Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta a su cabeza. Y toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta a su cabeza; es como si estuviera rapada. Por tanto, si una mujer no se cubre la cabeza que se corte el pelo. Y si es afrentoso para una mujer cortarse el pelo o raparse, ¡que se cubra!
El hombre no debe cubrirse la cabeza, pues es imagen y reflejo de Dios; pero la mujer es reflejo del hombre. En efecto, no procede el hombre de la mujer, sino la mujer por razón del hombre. He ahí por qué debe llevar la mujer sobre la cabeza una señal de sujeción por razón de los ángeles.
Por lo demás, ni la mujer sin el hombre, ni el hombre sin la mujer, en el Señor. Porque si la mujer procede del hombre, el hombre, a su vez, nace mediante la mujer. Y todo proviene de Dios.
Juzgad por vosotros mismos. ¿Está bien que la mujer ore a Dios con la cabeza descubierta? ¿No os enseña la misma naturaleza que es una afrenta para el hombre la cabellera, mientras que es una gloria para la mujer la cabellera? En efecto, la cabellera le ha sido dada a modo de velo.
De todos modos, si alguien quiere discutir [es decir, 'ser contencioso'], no es esa nuestra costumbre ni la de las Iglesias de Dios."
(1 Cor 11, 2-16)

Según este texto de la Sagrada Escritura, las mujeres deben usar el velo como signo de que la gloria de Dios (y no la propia) es el centro del culto. También como signo externo del reconocimiento de la autoridad (y también de la sumisión), tanto de Dios como de los esposos (o los padres, según el caso), y del respeto debido a la presencia de los Santos Ángeles en la Divina Liturgia.
En el uso del velo se refleja el orden divino invisible para hacerlo visible.

San Pablo presenta esto claramente como una ordenanza, ya que es la práctica de todas las Iglesias de Dios.

Así tenemos que, durante casi 20 siglos, las mujeres católicas han conservado la tradición de cubrir su cabeza con un velo antes de entrar a una Iglesia o siempre que estuvieran en presencia del Santísimo Sacramento. Por tanto, el uso del velo por parte de las mujeres ha sido un elemento realmente importante dentro de la Iglesia de Jesucristo.

El uso del velo es un tema que, como ya hemos visto, está ordenado claramente en la Sagrada Escritura, y curiosamente por el mismo San Pablo que es el evangelizador por excelencia, además se ha vivido con fidelidad durante casi dos milenios de Tradición de la Iglesia y también está ordenado en el Código de Derecho Canónico, que es el que establece las normas en la vida de la Iglesia Católica:

Podemos comprobar que en el Código de Derecho Canónico de 1917, en el canon 1262, se obligaba a las mujeres a cubrir sus cabezas, «especialmente cuando se aproximan a la mesa sagrada».

Durante el Concilio Vaticano II, los periodistas le preguntaron al entonces P. Bugnini (masón y destructor de la Santa Misa) si las mujeres deberían seguir cubriendo sus cabezas con el velo.

Él respondió que ese tema no había sido discutido. Los periodistas asumieron su respuesta como un “no”, publicando esta información errónea en los diferentes periódicos alrededor del mundo. (Una vez más, vemos claramente como los medios de comunicación oficiales están al servicio de la propaganda y la agenda masónica).
Desde entonces, la mayoría de las mujeres católicas abandonaron la tradición.
Después de muchos años de repudio al velo, en especial por parte de algunas mujeres, el Vaticano, no queriendo ser antagónico y contrariar a las feministas, simplemente actuó como si el tema no existiese.

Así, cuando se compuso el Código de Derecho Canónico de 1983, el uso del velo directamente ni se mencionó
(por tanto, no se abrogó sino que simplemente no se mencionó).
En cualquier caso, los cánones 20 y 21 del Código de Derecho Canónico de 1983 dejan claro que una ley canónica posterior abroga una ley canónica precedente únicamente cuando lo hace explícitamente y que, en caso de duda, la revocación de la ley precedente no debe ser asumida.
Por lo tanto, de acuerdo al Código de Derecho Canónico y a una costumbre inmemorial, las mujeres tendrían la obligación, aun hoy en día, de cubrir sus cabezas en presencia del Santísimo Sacramento.

En cualquier caso, el Espíritu Santo conocedor de la situación a la que se llegaría (como así sucede en la actualidad), nos deja claro, en la propia Sagrada Escritura, después del texto de San Pablo de (1 Cor 11-15), en el que explica porqué la mujer debe usar el velo, que si alguien quiere discutir o ser contencioso sobre este asunto, que ésa no es la costumbre ni de los Apóstoles de Jesucristo ni de las Iglesias de Dios (cf. 1 Cor 16).

Por tanto, éste no puede ser un tema de discusión o disputa en ningún caso. Cada mujer debería informarse correctamente y buscar la verdad con sinceridad decidiendo por sí misma lo que cree que debe hacer y salga de su propio corazón y bajo su responsabilidad.

Aquí nos limitamos a explicar el sentido del velo según la Sagrada Escritura y a dar conocimiento sobre su uso en la tradición de la Iglesia y que según el propio Derecho Canónico las directrices sobre su uso siguen estando vigentes.
Y que, como estamos viendo claramente, la eliminación del uso del velo por parte de la mujer es un anhelo y una imposición de la masonería eclesiástica y, por tanto, del Diablo.

El mismo San Pablo que,

enfatizó una y otra vez que la circuncisión y la Ley Mosaica en su totalidad no eran necesarias (algo que afirmó con contundencia dirigiéndose a los mismos cristianos hebreos),
insiste, en este caso, en que la tradición y las ordenanzas sobre el uso del velo son asuntos importantes que deben conservarse en el tiempo.

El velo es un símbolo tan relevante como la sotana del sacerdote y el hábito de la religiosa.
(Qué casualidad que todas estas vestimentas y atuendos, llenos de la simbología y del testimonio de una fe católica acorde con la Tradición de la Iglesia,
han sido terriblemente atacadas a través de este Plan para la Destrucción de la Iglesia Católica, con el fin de que todos estos símbolos, que son un testimonio de la fe verdadera ante el mundo, caigan en el desuso y en el olvido)

Cabe señalar que San Pablo no se comporta, ¡de ninguna manera!, como un “misógino”. Él asegura que, la mujer está hecha para la gloria del hombre al igual que el hombre está hecho para la gloria de Dios, y que en el Señor, ni la mujer es independiente del hombre, ni el hombre independiente de la mujer:
"Ni la mujer sin el hombre, ni el hombre sin la mujer, en el Señor", porque así como la mujer procede del hombre (en el orden de la creación), también el hombre nace mediante la mujer (en el orden natural); y todo proviene de Dios.

Los hombres necesitan de las mujeres; las mujeres necesitan de los hombres. Pero poseen diferentes roles, iguales en dignidad, y todos para la gloria de Dios (¡y, por supuesto, con un trato absolutamente equitativo en cuestiones de caridad!).
El velo es también un signo del reconocimiento de estas diferencias entre unos y otros (diferencias que proceden del mismo Dios, Creador de todas las cosas, y del orden que Él ha querido establecer), algo que, evidentemente, choca de frente con el principio masónico de la igualdad y su papel destructor del orden divino.

El velo es, también, un signo de modestia y castidad. En la Sagrada Escritura, en el Antiguo Testamento, descubrir la cabeza de una mujer era visto como una forma de humillarla, o de castigar a las mujeres adúlteras y a las que transgredían la Ley (cf. Núm. 5, 12-18; Is. 3, 16-17; Cantares 5, 7).

Una mujer hebrea jamás hubiera ni siquiera pensado en entrar al Templo (o más tarde, la sinagoga) sin cubrirse la cabeza.
Esta práctica también continuó en la Iglesia Católica. La misma Virgen Santísima, llevaba el velo, y de hecho, se conservan reliquias del velo que usaba la Virgen María (la mayoría de ellas en la Catedral de Chartres, en Francia).

Prestemos atención a lo que San Pablo escribe a los Corintios:
"La misma naturaleza nos enseña que es una gloria para la mujer el pelo largo (la cabellera)";
"La cabellera o el pelo largo le ha sido dado a la mujer a modo de velo".
Por tanto, las mujeres no deben usar el velo por un cierto sentido “primordial” de vergüenza femenina, ya que lo que cubren es su gloria, de tal forma que, en el culto católico sólo Dios sea glorificado y Él sea el centro.

Las mujeres deben cubrirse con un velo, precisamente por el alto grado de dignidad que tienen, porque son sagradas, y porque la belleza femenina es increíblemente poderosa.
¿Acaso en nuestro días, la imagen de la mujer no es usada como un objeto en la publicidad para vender cualquier cosa?
Las mujeres necesitan entender el poder sagrado de su feminidad y actuar de acuerdo a ello, siguiendo las reglas de la modestia en el vestir, incluyendo el uso del velo cuando procede.

Mediante la renuncia de su gloria a la autoridad de sus maridos y de Dios, las mujeres se someten a ellos de la misma manera que lo hizo la Santísima Virgen, que se sometió al Espíritu Santo ("Hágase en mí según Tu palabra»), a su esposo San José (lo vemos claramente en muchos momentos, por ejemplo cuando San José la tomó a ella y al Niño Jesús para huir a Egipto y también para regresar de nuevo a Israel; obsérvese que el Ángel del Señor se dirige a San José como cabeza de familia para darle las órdenes de parte de Dios para la Sagrada Familia y no a la Virgen Santísima, a pesar de que Ella ocupa un lugar mucho más alto en la eternidad.),
y al servicio de Su Hijo, Jesucristo, el Hijo de Dios, ocultándose siempre y pasando absolutamente desapercibida incluso cuando Jesús inició su vida pública para no desviar la mirada de los creyentes hacia ella,
y respetar la centralidad de Jesucristo, Verdadero Dios y Verdadero Hombre
.

Precisamente estas actitudes, que nos mostró Aquélla que es la criatura más alta en grandeza y dignidad de toda la Creación, por encima, no sólo de todos los hombres y mujeres, sino también de todos los Ángeles, deberían ser un modelo y un ejemplo claro para toda la humanidad, y especialmente para todas las mujeres.