jueves, 30 de septiembre de 2021

Los Arcangeles...

 

Los Arcángeles en la Sagrada Escritura



Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para Ti.

El Arcángel San Rafael se nos da a conocer principalmente por la historia de Tobías, «tan significativa por el hecho de confiar a los ángeles los hijos pequeños de Dios, siempre necesitados de custodia, cuidado y protección». Narra la Sagrada Escritura que cuando Tobías, joven aún, se disponía a emprender un largo viaje, fue en busca de uno que le acompañara y se encontró con Rafael, que era un ángel. No supo Tobías al principio quién era su compañero, pero a lo largo del camino tuvo ocasión de experimentar repetidamente su protección. Le condujo felizmente hasta su pariente Ragüel, con cuya hija Sara casó, después de librarla de un mal espíritu. También curó a Tobías padre de su ceguera. Por eso se le venera como patrono de los caminantes y enfermos.

Al regreso del viaje, el Arcángel descubrió su identidad: Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que presentamos las oraciones de los justos y tienen entrada ante la majestad del Santo.

La vida es un largo viaje que acaba en Dios. Para recorrerlo necesitamos ayuda, protección y consejo, pues son muchas las posibilidades de extraviarnos, o de entretenernos innecesariamente en el camino, perdiendo un tiempo precioso. Dios ha señalado a cada uno el sendero –la vocación personal– que conduce hasta Él. Importa mucho no equivocar la ruta, pues de lo que se trata es de conocer y seguir la Voluntad de Dios. Por eso, San Rafael, aunque a él nos podemos encomendar todos, es especial guía de aquellos que aún han de conocer lo que Dios espera de ellos. Para unos, el sendero que conduce hasta Dios será el matrimonio camino de santidad, cooperando con Dios para traer hijos al mundo, educándolos, sacrificándose por ellos para que sean buenos hijos de Dios. «¿Te ríes porque te digo que tienes “vocación matrimonial”? Pues la tienes: así, vocación.

»Encomiéndate a San Rafael, para que te conduzca castamente hasta el fin del camino, como a Tobías».

Sobre otros, Dios tiene unos planes llenos de una particular predilección. «¡Cómo te reías, noblemente, cuando te aconsejé que pusieras tus años mozos bajo la protección de San Rafael!: para que te lleve a un matrimonio santo, como al joven Tobías, con una mujer buena y guapa y rica te dije, bromista.

»Y luego, ¡qué pensativo te quedaste!, cuando seguí aconsejándote que te pusieras también bajo el patrocinio de aquel apóstol adolescente, Juan: por si el Señor te pedía Más»; por si Él te pide todo, en una entrega sin reservas.



San Miguel..

 

Acto de consagración san Miguel



¡Oh, gran príncipe de los cielos, fiel defensor de la Iglesia, San Miguel Arcángel, yo, aunque indigno de comparecer ante ti, pero confiando en tu bondad, vengo ante ti, en compañía de mi Ángel de la guarda y en presencia de todos los Ángeles del cielo, a quienes tomo por testigos de mi devoción hacia ti, te elijo hoy como mi protector y abogado particular y tengo la intención de honrarla firmemente como pueda. San Miguel Arcángel, yo me consagro a ti. Me pongo a mí mismo, a mi familia y a todo lo que me pertenece, bajo tu poderosa protección. 

San Miguel Arcángel, yo te consagro mi cuerpo y alma. Te elijo como mi patrón y protector. Sé mi fuerza y el guardián de mi vida. 

 Acrecienta el fervor en mi corazón. Obtén para mi gracia de amar con todo mi corazón a Dios mi Padre, a Jesús, mi Salvador; al Espíritu Santo, mi Santificador, y a María, mi dulce Madre. Que me ayude por su poderosa intercesión para que pueda imitar su valor y lealtad a Dios, confiando en su amable ayuda y protección, que puede ser la victoria sobre los enemigos de mi alma y estar unidos con Dios en el cielo para siempre. 

 Asísteme a lo largo de mi vida para nunca ofender a Dios ni de palabra, ni en los pensamientos. Defiéndeme contra todas las tentaciones del diablo, especialmente en relación con la fe y la pureza, y en la hora de la muerte inculca la paz a mi alma e introducela en la patria eterna. 

 Es pequeña la ofrenda de mi esclavitud, ya que soy un miserable pecador, pero la hago con un fiel corazón, y recuerda que si a partir de hoy me encuentro bajo tu patrocinio, ayúdame en toda mi vida para que mis pecados sean perdonados, infunde en mí el don de amar de corazón a Dios, y dame las subvenciones que se necesitan para alcanzar la corona de gloria. 

 Siempre defiéndeme de los enemigos de mi alma, sobre todo al final de mi vida. Ven, pues, príncipe glorioso, y ayúdame a mí en la última pelea, y con tu poderosa protección líbrame de los ataques del infierno. ¡Que así sea!