martes, 9 de noviembre de 2021

El escapulario marrón, el sacramental más poderoso

 

El escapulario marrón, el sacramental más poderoso

Milagro de la Gracia

En 1834, un anciano soldado que vivía en Angulema (Francia), no pudiendo soportar ya ciertas penas, resolvió quitarse la vida.

Decidió suicidarse con veneno, pensando que así podría ocultar más fácilmente su crimen a la opinión pública.

Al tomar el veneno, no tuvo que esperar mucho tiempo para sufrir los efectos. Inmediatamente se dirigió al hospital y pidió pasar la noche, pensando que la causa de su muerte no sería descubierta y su nombre no quedaría manchado por haber cometido el cobarde pecado del suicidio.

Pero el supervisor del hospital no le permitió ingresar sin un pase de administración, lo que significaría el descubrimiento de su inminente muerte por su propia mano.

El infeliz soldado se vio obligado a abandonar la idea de pasar la noche en el hospital. Mientras se preguntaba qué hacer, oyó de repente una voz que le decía que fuera a San Pedro y se confesara con el padre ***. El soldado se dirigió a la iglesia designada y pidió al padre *** que le confesara.

El Padre ***, cansado, le dijo que esperara, que era Cuaresma, que eran las tres de la tarde y que aún no había comido nada. El infeliz soldado hizo una nueva súplica y aseguró al sacerdote que no había tiempo para esperar.

El sacerdote entró en el confesionario y el penitente confesó que acababa de envenenarse. El confesor le mostró su obligación ante Dios, que incluía la divulgación del secreto del penitente.

El soldado, conmovido por esta gracia, le dio permiso al sacerdote, y como el fuego que quemaba sus entrañas, los sufrimientos que sentía lo sumieron en un estado de perfecta desesperanza.

El caritativo sacerdote lo sacó del confesionario y lo llevó al hospital.

Inmediatamente pidió un antídoto, pero mientras lo preparaban, tomó el pulso del enfermo, y ya no lo encontró: una tez mortalmente pálida, los ojos empañados: todo anunciaba la muerte próxima.

Con el corazón atravesado por la tristeza, pero lleno de confianza en la Divina Misericordia, el ferviente sacerdote se arrodilló y recitó las letanías de la Virgen. A la primera invocación, sintió que el pulso del moribundo volvía, y poco después oyó al soldado pronunciar unas palabras. Oh, mi buen Padre", dijo con voz débil, "Padre mío, reza, reza un poco más". Y soltó un suspiro y dijo: "¡Santa María, reza por mí!". Y pronto recobró el conocimiento. El Padre ***, entusiasmado por tan maravilloso cambio, le preguntó al soldado si no había mantenido algunas prácticas piadosas: "No, Padre mío, hace tiempo que no rezo". Pero después de haber reflexionado un instante, mostró un Escapulario: 'Aquí está el único signo de piedad que he conservado'. - Ah, amigo mío", señala el sacerdote, "ya no me sorprende el milagro que acaba de producirse; es María quien te ha protegido, a Ella le debes el estar vivo". Sin embargo, llegó el médico, y después de haber escuchado los detalles necesarios sobre el estado del paciente, les aseguró que sólo un poder superior podía prolongar su vida por más de dos horas después de haber tomado el veneno, uno de los más activos que conocemos; ¡y habían pasado cinco horas desde el momento fatal! ... El antídoto se volvió inútil. El médico se propuso grabar una declaración para atestiguar la verdad del milagro; pero el humilde sacerdote, temiendo que se

quizás atribuyeran el milagro al fervor de sus oraciones, no pensó en hacer público el milagro. Me lo contaron otros, para que les dé una nueva confianza en María.*

La promesa completa de Nuestra Señora del Carmen a San Simón Stock 16 de julio de 1251

"Acepta este Escapulario. Será un signo de salvación, una protección en el peligro y una prenda de paz. Quien muera vestido con este Escapulario no sufrirá el fuego eterno".

 http://www.fatima.org/apostolate/pdf/brown_scapular.pdf