sábado, 19 de marzo de 2011

R.P Leonardo Castellani # 9

HABRÁ UNA PARUSíA
La Parusía es un tema sobre el cual yo hice un libro entero que se llama El Apokalypsis. La Parusía está contenida en El Apokalypsis.
Cuando empecé a traducir me di cuenta era demasiado largo y dejé.
La Parusía y sus señales hemos tocado en la clase anterior. Parusía es como sabemos la Segunda Venida, que no es como la primera, ni es la Bajada ni es Encarnación, sino compleción y culminación de la Primera Venida de Cristo.
Por eso la exégeta francés Frank Dukesne, se enoja mucho de que llamen la Segunda Venida de Cristo, dice: No hay segunda Venida, vino una vez, está presente, no se manifiesta pero se va a manifestar. Parusía significa manifestación, significa (estar al lado) y la aplicaban los griegos a un Rey que inesperadamente visitaba una ciudad grande.
La Parusía en su especie de Juicio Final está aludida y realudida en el Antiguo Testamento, con el nombre de "El día del Señor", "magno y terrible", añade Isaías. Pero fue después proclamada, por así decirlo, por el mismo protagonista, el Salvador y Juez; y esa proclamación tenemos en el Cap. 24 de San Mateo; y lo mismo abreviado en San Marcos y San Lucas.
Pero el enfoque desa proclama está en la salvación de los Apóstoles (y sus seguidores, es decir los judíos conversos). Jesucristo en el Sermón Esjatológico no se ocupa de El mismo ni un solo momento, se ocupa de los Apóstoles, de los peligros que van a correr, los previene sobre ellos: los falsos profetas, las guerras y rumores de guerra, los cataclismos que pasaron antes del año 70 y solamente al final del recitado Jesucristo se presenta. Y así vemos que la larga profecía doble comienza:
"Mirad que nadie os engañe... y la predicación de muchos falsos cristos, que seducirán a muchos. . .".
—y después "guerras" y grandes calamidades (guerras y rumores de guerras, pero todavía no es el fin, dice Jesucristo).
—más, una grandísima persecución religiosa (sucedió). Los Apóstoles tuvieron que salir todos de Jerusalén.
—más, aflojamiento de los vínculos de parentesco y convivencia; dice Jesucristo "á causa de que sobreabundará la injusticia, se perderá la convivencia, la amistad que hace que los hombres puedan vivir juntos, que en griego se llama ágape. Ágape es la caridad y todos los grados de la caridad empezando por el grado más inferior que es poder vivir juntos sin pelearse. Entonces se perderá la convivencia, se pelearán dentro de las naciones porque abundará la injusticia. Aquí en la Argentina casi no se puede vivir de tantos ladronzuelos que nos rodean, empezando por el gobierno y acabando por los comerciantes que no hacen más que aumentar los precios, a veces arbitrariamente.
—más, otra vez los pseudo profetas y la caída de muchos ("seducent multos") que quizá ya sea la segunda profecía, porque al principio dice "falsos cristos". Y realmente apareció una cantidad de falsos mesías, antes de la destrucción de Jerusalén. Y en tiempos del Anticristo aparecerán "falsos profetas" y el falso Cristo que aparecerá será el Anticristo — más el Evangelio en todo el orbe predicado y entonces vendrá el final.
Entonces pasa Cristo al punto determinado de la huida: el cerco de Jerusalén y la abominación desoladora; y la matanza y la dispersión.
Y aquí pone San Lucas el "insterticio", o sea un período de tiempo entre los dos sucesos: será pisada por los gentiles Jerusalén hasta que se cumplan los tiempos de las naciones: separación desta catástrofe parcial de aquella catástrofe total. Ella se caracteriza, "señales y prodigios capaces de engañar hasta a los elegidos" o sea el Anticristo al cual Cristo jamás nombró, hará portentos que parecerán milagros.
Hay una novela de Selma Lagerloff, que es una gran novelista sueca, que se llama "Los milagros del Anticristo" en que dice lo mismo que se le ocurrió al Cardenal Newman. El Cardenal Newman dijo: "los portentos que va a hacer el Anticristo son las maravillas de la técnica moderna que parecen milagros".
Y los dos portentos que pone San Juan en el Apokalypsis ya están inventados: uno es que el Anticristo va a poder hablar con todo el mundo y ser visto por todos, que es la T.V., que ahora ya está casi llegando a todo el mundo. Y la otra es que el Anticristo podrá hacer caer fuego del cielo y eso es la bomba atómica, que no es más que fuego.
Cristo no nombró al Anticristo quizá porque no era decente que El nombrase a ese enemigo suyo, sino por la palabra de "el otro"; quizá lo que dice de "el otro" se refiera al Anticristo; porque Cristo dijo a los judíos: "Yo he venido en nombre de mi Padre y no me habéis recibido; vendrá otro en su propio nombre y lo recibiréis".
Ese "otro" dicen los exégetas que debe ser el Anticristo; a quienes los judíos van a recibir antes de convertirse.
Yo he pergeñado una explicación completa de ese libro, "que tiene tantos enigmas como palabras" dijo San Jerónimo. Puede parecer temeridad. De hecho me han dicho que he sido temerario al ponerme a interpretar el Apokalypsis. Un salesiano, director de una revista de Rosario, escribió que era temerario y que estaba equivocado en todo.
Tengo la disculpa de que primero leí toda mi vida ese libro, comenzando a los 7 ó 9 años. Había un libro en mi casa, con figuras del Apokalypsis, y lo leí porque me parecía un cuento de hadas, era una cosa curiosísima. Después leí todos los comentarios que haber pude, incluso me fui a Montserrat, a la biblioteca de los benedictinos, a leer los comentarios del Apokalipsis que allí había y que son muchísimos. Y comentarios protestantes del Apokalipsis tengo unos ocho. Segundo que todo lo que puse allí está sólidamente afianzado en lo que han dicho los mejores escritores, los Santos Padres, los mártires, los Santos, pues desde San Jerónimo acá se ha trabajado enormemente en eso, y se ha conseguido mucho naturalmente. "Una profecía se aclara (porque todas son obscuras) cuando se aproxima su cumplimiento", dice Bossuet.
Y ahora estamos mucho más próximos de la Segunda Venida, que los primeros cristianos, naturalmente. Y pensamos mucho menos en eso. Y se han aclarado muchísimas cosas, por ejemplo lo que dije hace un momento sobre la televisión y sobre la bomba atómica.
Además en el Apokalypsis se menciona un ejército de doscientos millones de hombres y los intérpretes antiguos decían: ¡eso es imposible, es exagerado, figurado o simbólico, porque no puede haber un ejército de doscientos millones de hombres! Y hoy solamente la China puede alzar un ejército de 200 millones. De manera que se han ido cumpliendo las cosas del Apokalypsis, incluso las que parecían imposibles.
Como mi exposición está allí a disposición de quien quiera, y tenga mucha paciencia, mencionaré sólo sus rasgos principales.
1° —El Apokalypsis trata del Fin de los Tiempos y no ha sido inspirado por Dios para que no se entienda nunca; o sea, no es una monstruosidad.
2° —El cuerpo de la "Profecía" consta de tres Septenarios o sea tres series de predicciones proféticas que corren hasta la Parusía; la cual es siempre la predicción séptima: a saber, las siete Iglesias, las siete Trompetas y las siete Plagas. El Apokalypsis está escrito de una manera curiosa que ya vieron los antiguos, por ejemplo los Siete Septenarios: empieza a hablar dellos y al llegar al séptimo se para cuando llega la Parusía y vuelve atrás y empieza de nuevo con otra serie un poco más adelante. A eso le llaman "recapitulación"; es un sistema de San Juan Apokaleta.
3° —Después de la sexta Tuba, empieza a correr la mera e innegable Parusía; el mismo Bossuet que trató de hacer del Apokalypsis una profecía parcial y ya cumplida (la historia de la primitiva Iglesia y las diez Persecuciones, hasta el siglo V) reconoce que "hay otro significado más arcano" y que el final se refiere a la Persecución definitiva. Lo mismo su seguidor Billot. Pero los dos reconocen que puede haber otro significado más difícil con el cual no se quieren meter. Hay uno que no admite un significado más lejano y es Renán, quien saqueó a Bossuet, para su libro que se llama "El Anticristo"; donde relata la persecución de Nerón. Y omite lo dicho por Bossuet de otro significado. Otro que hace lo mismo es Alió, un comentador del Apokalypsis muy renombrado y muy erudito.
4° —Al sonar la Ultima Tuba aparecen las dos Fieras (o Bestias) que guerrean directamente contra Jesucristo en su Iglesia.
5° —Antes del desenlace de la guerra, o sea de la victoria de Cristo y todos los suyos, se hallan los Episodios de los Dos Testigos, la Mujer Agua, la Mujer Ramera, las 144.000 Vírgenes, las siete Plagas, la Caída de la Mujer Bermeja. . . Los ingleses que son muy finos, no dicen la Mujer Prostituta, sino la Mujer Escarlata. La Mujer Escarlata porque está sentada encima de un dragón color rojo.
6° —La Primera Fiera, la del Mar, para San Juan es un Emperador Plebeyo de todo el mundo, y Tirano Perseguidor: el Anticristo, que por síierte va a durar solamente tres años y medio, va a poder perseguir durante ese tiempo, va a ser Rey del Mundo.
7° San Pablo retrató al Anticristo, es el Anomos (El Sin Ley) el Perverso y el entregado a Satanás, el cual le presta Poder para hacer prodigios o portentos; al cual el Señor Jesús derrotará con un soplo de su boca o sea, no necesitará cruzar la espada.
8° —La segunda Fiera, la de la Tierra, está caracterizada solamente por tener cuernos como de cordero, y palabras de dragón; parece debía ser al revés. Allí hay misterio. Posiblemente puede interpretarse que es un Obispo apóstata; los cuernos son la mitra. O bien un Antipapa, Porque dice que surge de la Tierra, que representa a la religión en el Apokalypsis, (así como el Mar representa al mundo). Y de ahí surge la Fiera de la Tierra, la cual se pone a hacer propaganda del Anticristo con grandísimo éxito y ella le hace los portentos. Solovief hace que sea un obispo apóstata que al mismo tiempo es un mago y es un técnico en electrónica. Ese es el que hace los portentos.
9° —Esta Fiera ejerce una actividad eficaz en favor de la otra o "el otro"; como he explicado antes.
10° —Después del hundimiento de las dos Fieras y de Satanás, el Apokaleta describe largamente la Jerusalén Celestial o Nueva Jerusalén. Hace una descripción poética que a muchos les parece rara; a mí también, porque es una descripción demasiado simbólica de la Nueva Jerusalén que representa el Mundo de los Resucitados.
Algunas preguntas:
1° —¿Qué significa el Primer Septenario?
Según una exégesis sólida, apoyada por ejemplo en San Alberto Magno y otros y ahora en Billot y sus discípulos, significa emblemáticamente las siete épocas de la Iglesia hasta el Fin del Mundo. En las cuatro primeras etapas todos coinciden; disienten en las últimas. Algunos dicen: no, son siete billetes que mandó a Siete Iglesias de Asia Menor San Juan, que era Obispo de Efeso. Pero es raro siete billetes intrascendentes, donde da avisos a los Obispos, en un libro que se llama "La Profecía" porque El Apokalypsis significa eso en griego o "La Revelación"; no pega, se despega del libro. Ahora, si es una profecía de las siete épocas de la Iglesia entonces ya se entiende mucho mejor que lo haya puesto San Juan en su libro. Hay muchísimos grandes exégetas que creen en eso: San Alberto Magno, San Jerónimo y Billot por ejemplo y Holzhauzen, un exegeta alemán muy famoso; todos ven en esas siete Iglesias las siete épocas sucesivas de la Iglesia. Ahora, cuando llega el momento de decir en que época estamos ahora, comienza la disensión; unos dicen la época de Filadelfia, otros dicen la época de La odicea, pero todos que estamos en las últimas. 2°¿Qué significa el Segundo Septenario, las Tubas o Trompetas?
Significa según nosotros siete épocas del Mundo, encabezadas por siete grandes Herejías, a saber:
A—Granizo con sangre: Arrio.
B— Volcán lanzado al mar: Mahoma.
C— La estrella amarga que cae en los ríos: Focio.
D— Los tercios astros obscurecidos: Lutero, los protestantes.
¿Tendré razón al interpretar así?, lo que dice en forma de figuras y de imágenes coincide con los períodos históricos. También coincido yo con varios exégetas.
E— La estrella con la llave del Infierno que cae en el abismo son los Enciclopedistas franceses, que trajeron la Revolución Francesa, que están figurados en una especie de langostas monstruosas y maléficas que salen en gran número del abismo y que van a durar durante cinco meses de años (es justo desde la Revolución Francesa hasta la 1° Guerra Europea). Y en ese tiempo ha habido libertad de prensa en el mundo, pero ahora no hay. Hablan mucho de libertad de prensa porque no existe, justamente. Y esas langostas están figuradas como andando por todo el mundo volando y haciendo muchísimo ruido con las alas. Los diarios serían las alas.
F — Los Cuatro Ángeles y los 200 millones. Hay cuatro ángeles que secan el río Eufrates para que puedan pasarlos Ejércitos del Asia a Europa. Y pasa un ejército de 200 millones de hombres. Solovief dice que ese ejército va a ser el de la China y el Japón aliados que se van a apoderar de Europa, por mucho tiempo, hasta que venga el Anticristo y liberte a Europa por medio de la guerra. Ahora mismo la China sola puede juntar 200 millones de hombres y si China conquista a la India, como dice Solovief, muchísimos más.
G— La Parusía todos los Septenarios terminan en la Parusía.
3° ¿Qué significa el Tercer Septenario, las Plagas?
Son las siete redomas o "fíalas" de la ira de Dios, o sea son castigos de la infidelidad y la maldad. "Fiala" (castellano antiguo) significa un vaso panzudo y con cuello estrecho que se usaban para los remedios: diríamos "redomas". Los siete Ángeles vuelcan las siete "fíalas" sobre la tierra para castigo de la apostasía que va creciendo cada vez más y se va enseñoreando de la tierra. Son castigos de Dios. Excepto en la primera y en la sexta no encuentro apoyo en los Santos Padres. Encuentro apoyo, en cambio, en un exegeta protestante que se llama Lear, un cordobés adventista que escribió trece discursos sobre el Apokalypsis y pone lo mismo que yo en la tercera y la quinta, sin conocer mi libro probablemente, y yo sin conocer el de él.
La primera es la sífilis; segunda, el mar vuelto sangre; tercera, las vertientes vueltas sangre; cuarta, el sol exacerbado (es decir, aumenta el calor del sol); quinta, el Trono de la Fiera en Tinieblas; sexta, el río Eufrates secado, las Tres ranas diablescas y la Guerra de los Continentes (aparecen tres Ranas que son tres Demonios, dice San Juan, que sé ponen a preparar la tierra para la Guerra de los Continentes; se ponen a juntar la gente); séptima, la redoma volcada en el aire, hay un terremoto muy grande y la ruina de la Ciudad Grande y es ya la séptima "fíala", es decir, la segunda Venida de Cristo.
La primera plaga es llamada en la Vulgata “vulnus saevum et péssimum”, herida cruel y pésima." y en el griego “elkós kakós kaíponeros” “llaga mala y pésima”. Los Padres Latinos interpretan era una enfermedad en las partes genitales. La sífilis aparece en forma endémica al fin del siglo XV en el ejército francés de Carlos IV que sitiaba a Nápoles; por lo cual se llama hasta hoy "el mal francés".
La sexta plaga son tres herejías (tres diablos en figura de ranas) que charlan y charlan para preparar la Tercera Gran Guerra. Para mí son el Liberalismo, el Comunismo y el Modernismo. Estas dos plagas fijan las otras cinco.
La segunda, "el mar vuelto sangre" sería el envenenamiento de las relaciones internacionales.
La tercera, "los ríos vueltos sangre" es el envenenar de la cultura.
La cuarta, son los daños de la "civilización", es decir la desbocada técnica moderna, que le llaman "Ciencia".
La quinta, el Trono de la Fiera en tinieblas es, según Sto. Tomás, el Poder Político. Que ahora anda en tinieblas, es indudable.
La sexta, ya la dije. La séptima, es la Parusía.
La primera la encontré en los Doctores y la sexta la saqué del historiógrafo que murió hoy (22 de octubre a los 84 años, Arnold J. Toynbee). Un predicador adventista cordobés, G.N. y Lear, en su obra "Discursos sobre el Apokalypsis" interpreta la fiala tercera "el emponzoñe de la cultura" y la quinta la política en tinieblas, lo mismo que nosotros.
PREGUNTAS:
El Anticristo ¿será una persona o una comunidad?
En San Pablo aparece como una persona singular y casi todos los exegetas lo secundan, menos dos (que yo conozca) el hereje Ticonio, que escribió el primer comentario del Apokalypsis, siglo II y dijo el Anticristo es el conjunto de todos los impíos; y el Jesuita Manuel Lacunza, que dijo eran los enciclopedistas o pseudo filósofos del siglo XVIII, dirigidos por la Masonería. Eyzaguirre chileno que tradujo al latín el Lacunza {"Apokalypseos commentarium literale") consiguió su aprobación en Roma. Por desgracia introdujo ocurrencias suyas.
¿Quién fue Lacunza? Diré brevemente: es un grandísimo exégeta chileno (y argentino) que escribió un solo libro ''La Venida del Mesías en gloria y majestad'' con el pseudónimo de Josafat Ben Ezra; libro insigne según Menéndez y Pelayo; cuya primera edición en español la hizo en Londres su tocayo Manuel Belgrano, el prócer. El libro fue puesto en el Index, no por ser milenista, como pretenden ahora, sino por el pseudónimo judío y algunas alusiones oscuras, que hoy no se entienden, contra el Papa Clemente XIV, el que suprimió a los Jesuitas. Menendez Pelayo dijo en su tiempo que había que haber sacado del Index ese libro, por ser un libro de ciencia (exégetica) excelentísimo. Sobre él escribió una obra Daniel H. Dupuy con el título de "Una gran esperanza".
En Chile lo tienen a Lacunza por una gloria nacional. El se preciaba de ser argentino. Estudió en la Universidad de Tucumán y fue ordenado sacerdote por el Arzobispo cordobés Trejo y Sanabria. Yo le tengo devoción y lo he sacado en una novela. Dupuy enumera entre los "Lacunzianos" a Francisco Ramos Mejía, Sarmiento, San Martín, Bolívar, Cayetano Rodríguez, Ignacio Gorriti. No sabe cuando llegaron aquí.
Menendez Pelayo es quien mejor escribe acerca de Lacunza en "HETERODOXOS ESPAÑOLES", tomo IV, Cap. 6°, Apéndice. Solamente ignora quien hizo la primera edición del libro "La Venida del Mesías" y cree fue el marqués de Mora. Fue Manuel Belgrano, prócer argentino. (El libro de Daniel Hammerly Dupuy "LA GRAN ESPERANZA" es una propaganda cerrada pero respetuosa de los "Adventistas del Séptimo día" bien escrita y con mucha erudición.
El autor se enoja porque alguien definió a los adventistas "una pequeña secta protestante que cree muy cercano el último día y celebra el Sábado". Esta definición es exacta, son los dos ejes del Adventismo; mas en Un "Credo" final publica el autor en su último capítulo, tras de poner los dogmas católicos de la Trinidad, la inspiración de la Escritura y los Diez Mandamientos inmiscuye algunas macanas, como "la observancia del séptimo día", el abstenerse del tabaco y el whisky, el ser gobernados por pastores casados, ancianos y diáconos, el Bautismo por inmersión, el estado inconsciente de los muertos es "un Reino de Justicia, amor y gozo inefables".
Que San Martín y Bolívar fueran milenistas es dudado, aunque es verdad que fueron religiosos —no mucho).
HABRÁ UN JUICIO FINAL
LA RESURRECCIÓN
Yo preparé tres veces esta clase y volví a la primera versión, aunque es un poco odiosa porque habla mucho de mí; Los franceses dicen: "El yo es odioso".
La clase versa sobre el Reino de los Mil Años; es la cuestión más difícil que hay en el Apokalypsis (Cap. XX). Dicho capítulo dice que hay dos resurrecciones; dice "Esta es la Resurrección primera" y eso no lo quiere admitir hoy día, muchísima gente. Resurrección única y simultánea, dicen. Eso es lo que ellas quisieran, pero la Escritura no dice eso.
Si empezase a explicar las cualidades de los cuerpos resucitados eso no tiene dificultad alguna y ya lo he dicho una vez; son las cuatro cualidades que vieron los cuatro Evangelistas en el cuerpo de Cristo resucitado o sea: Inmunidad o Inmortalidad que es no poder sufrir; Agilidad que es poder trasladarse de un lugar a otro instantáneamente, como vieron en Cristo desde Emaús al Cenáculo; Sutileza que es poder pasar a través de cuerpos sólidos, también lo vieron entrar en el Cenáculo sin abrir la puerta y Claridad o Belleza que eso no está en las descripciones de las apariciones de. Cristo, pero está en la Transfiguración que fue como una especie de anticipo o señal de la Resurrección. Y ahí sí notaron los Evangelistas la Belleza y San Pedro estaba tan entusiasmado que no quería irse. Es decir, el Evangelista dice que San Pedro desvariaba de entusiasmo.
Pero la cuestión más vallatana e inexcusable acerca de la Resurrección es el Reino de los Mil Años, que ocupa el Cap.XX del Apokalypsis.
Es una de las luchas actuales de la Iglesia, aunque no es muy conocida, pero los que luchan sí la conocen. Y la cuestión en el fondo consiste en decir: hay una resurrección o hay dos Resurrecciones separadas por un largo período de tiempo. Esas son las dos opiniones.
Hay 3 milenismos (como hay que decir, porque milenarismo es incorrecto gramaticalmente). Uno es el milenismo espiritual, que consiste simplemente en interpretar literalmente lo que dice San Juan en el Apocalipsis —Nada más—.Tomar eso como cosa que va a pasar, por difícil o rara que parezca. Así entendieron ese capitulo casi todos los padres de los cuatro primeros siglos, desde el primer siglo en que todavía vivían los Apóstoles.
Creían tranquilamente que iba a haber un Reino de Mil Años; y que la Iglesia va a ser en él sumamente próspera y va a ser regida de hecho por Jesucristo, después de la Parusía o sea después de que Jesucristo haya bajado a vencer al Anticristo. San Justino Mártir, San Ireneo, Tertuliano, Lactancio, Ambrosio y San Agustín joven así lo entendieron. Yo he traducido del latín todos los testimonios a la letra y todos los autores en fila, que me facilitó el P. Florentino Alcáñiz, en el libro "La Iglesia Patrística, y la Parusía".
Todo eso hubiera seguido así sin duda, si no fuera por el tropezón del milenismo carnal. Un judío llamado Kerintos o Cerintos (siglo IV) fundó una secta herética sobre una interpretación judaica y grosera del Cap. XX que tubo mucho séquito y fue condenada por Eugenio IV en la Bula "Cántate Domino" (1441) junto con una retahíla de herejes (los Ebionitas, Arrio, Pablo de Somosata,etc.) pero no precisamente por el milenismo carnal sino por haber negado la Divinidad del Cristo, (ver Denzinger, N° 710), pero el milenismo carnal fue condenado también, no por un Papa o Concilio, sino por lo que llaman el "Magisterio Ordinario de la Iglesia". De Kerintos no nos queda una sola palabra; y lo que sabemos de él viene de los Doctores que lo combatieron, sobre todo de San Jerónimo.
Dicen que predicaba un triunfo grandísimo de los judíos los cuales iban a dominar el mundo entero y vengarse de sus enemigos y gozar de grandes francachelas y festines. Algunos añaden que, según el Kerintos este, gozarían también de abundantes placeres sexuales. Esto no es seguro, San Agustín lo omite.
Sabemos lo que se dijo por los Santos Padres que lo refutaron y nada más.
Entonces pasó algo curioso: San Jerónimo, desde Palestina, donde la nueva Herejía crecía mucho, escribió a San Agustín que era jovencito y lo veneraba, reprendiéndolo acremente porque con su sermón 259, donde San Agustín decía que él era milenista, "ayudaba a la herejía" que él denominaba "fábulas judaicas" y exhortándolo a interpretar de otro modo el Apocalipsis.
Lo asustó a San Agustín y este inventó una "interpretación alegórica" del cap. XX del Apocalipsis, que (Dios me perdone porque me cuesta decirlo), es una patochada y un tropezón del Santo Doctor tan grande como su talento. Hace llorar cuándo uno lo lee en el libro 20 del "Civitate Dei" y uno se avergüenza por San Agustín (no de).
Para decirlo breve, el cap. XX del Apocalipsis sería una poesía, pero si así es ¿qué impide que el resto del Apocalipsis y aún toda la Escritura sean alegorías, o sean poesías? Según esa interpretación el triunfo de la Iglesia es este triunfo que nosotros conocemos y que no es muy triunfante. En el Cielo es triunfante pero acá no. Los tronos de los 12 apóstoles que van a juzgar a todos los hombres son las sedes de los Obispos y así va diciendo todo el resto. . . el demonio que es retirado por un Ángel y encadenado por mil años dice que significa que ahora el demonio no tiene mucho poder y fuerza para tentar a los hombres; y eso no es cierto.
Tiene una fuerza bárbara ahora. Y así continuamente lo interpreta todo alegóricamente, deshace la profecía de la Escritura y expone a la Escritura a ser derribada toda convirtiéndola en poesía y para peor, mala poesía, como dijeron los impíos como Aldous quien observó que la Escritura era poesía un poco salvaje de los tiempos de la Edad de Piedra y atacó a la Biblia diciendo que no valía nada y que era poesía mala.
De manera que esa interpretación alegórica es una caída de San Agustín por consideración a San Jerónimo, él hizo esa interpretación nueva y dijo "Yo no digo que esta sea la interpretación única posible; hay otra, y esa otra no me atrevo a condenarla porque ha sido seguida por muchos Santos y muchos Mártires". Y San Jerónimo, que estaba furioso contra los milenistas de su tiempo, dice lo mismo: "No nos atrevemos a condenar el milenismo porque lo han seguido muchos Santos y Doctores y Mártires".
Y resulta que ahora se atreven; hay mucha gente que condena el milenismo puro y trata de hacer castigar a los que los siguen. No son lo mejor de la Iglesia Católica ni como ciencia ni como calidad los que hoy día tienen una especie de conjura contra el milenismo espiritual.
De manera que no quedaría más que aceptar el milenismo alegórico de San Agustín, que él mismo dijo que era una interpretación alegórica y nada más (leer ese milenismo alegórico en mi libro, Pág. 271).
Así que tienen aquí figurados muy veraz y exactamente los tres milenismos, con lo cual cumplo mi oficio de Doctor en Teología y con esto no predico ninguno de los tres Milenismos, sino simplemente digo "le cose come stanno" ¿Por qué digo esto?
Porque existe una prohibición de enseñar el milenismo espiritual dada al Reino de Chile en 1941; la cual el año 1974 se extendió a la República Argentina. Tengo el texto latino y castellano de los dos decretos, el contra Chile y el contra la Argentina, julio de 1941 y julio de 1944 que no leo por no alargarme.
Son dos disciplinares, no doctrinales; es decir, son órdenes, y dicen que el milenismo espiritual no se puede enseñar sin peligro en esos dos paisuchos, nada más. Eso fue lo que fulminó al pobre Martínez Zuviría, José Ignacio Olmedo, y al Padre Straubinger y a varios otros.
Se asustaron, se callaron la boca y no dijeron nada. Esos dos decretos están firmados por el Card. Pizzardo (o Pizzapardo, como le decían en Roma) y definen mal el milenismo, pues el primero dice que los que enseñan que Jesucristo va a reinar durante mil años en la tierra "corporalmente" son peligrosos y eso no se debe enseñar. Ahora bien, alguien le hizo notar al Card. Pizzardo que se estaba "condenando a sí mismo" porque según ellos la Iglesia actual es el Reino de los 1.000 años, y ahora Cristo reina en el Smo. Sacramento corporalmente.
También le advirtieron al Card. Marchetti Selvaggiani que por condenar a los milenistas espirituales se estaba condenando a sí mismo; y entonces cambiaron corporaliter por visibíliter, que no va a reinar visiblemente en la tierra durante mil años. Pero ningún milenista espiritual enseña que Jesucristo reinará visiblemente en el mundo con un Ministro de Agricultura o de Bienestar Social y todas esas cosas.
Nadie dice eso. Todos dicen que van a resucitar una parte de los muertos (los mártires de los últimos tiempos) y ellos van a gobernar la tierra pero no como gobernantes ordinarios sino apareciéndose a los "viadores", a los mortales que van a quedar; van a quedar mortales durante Mil años y van a procrear gente y van a ser numerosos los cristianos que vivan en ese tiempo de la Iglesia, pero van a gobernar los obispos y los curas, como siempre.
Se van a aparecer los resucitados como Jesucristo se apareció después de su resurrección a los Apóstoles. Y con esas solas apariciones van a poner una prosperidad increíble en la Iglesia. De manera que en el segundo decreto tampoco acertaron, así que son nulos los dos decretos, pero sin embargo aquí los siguieron al pie de la letra.
Menéndez y Pelayo en el Cap. VI del tomo IV de Heterodoxos, que escribió sobre Lacunza, que es uno de los mayores exégetas modernos de la Escritura y el mayor milenista que hay actualmente (los mayores fueron los primeros Padres de la Iglesia), escribió un apéndice al Cap. VI del libro IV el cual es lo mejor que se ha escrito sobre Lacunza y sobre el milenismo, y ahí dice: "como todos saben, el milenismo espiritual o puro es una opinión libre".
Bueno, esto no todos lo saben y hoy día algunos no quieren saberlo. Menéndez y Pelayo equivoca en una sola cosa, que cree que el libro de Lacunza lo editó en Londres el Márquez de Mora y en cambio, esa primera edición la hizo Manuel Belgrano como es evidente y clarísimo. En el prólogo del editor dice: "el sentimiento de no poder verificarlo (imprimirlo) en la capital "Buenos Aires" de nuestra amada patria...". Está averiguado con certeza que él imprimió esa primera edición del Lacunza (que ya corría manuscrita en la República Argentina; y que no conoció sino de oídas Menéndez Pelayo).
En resumen hay tres interpretaciones del cap. XX, una condenada por la Iglesia, la de Kerinthos o sea el "milenismo carnal" y dos no condenadas ni tampoco definidas, que son por tanto dos "opiniones" libres. Pero hoy día hay una especie de conjura que impide la exégesis antigua y vuelve de hecho obligatoria la alegórica de San Agustín por medio de castigos o amenazas.
¿Y yo cómo lo sé? Primero por mí mismo, por la experiencia propia que no puede mentir; porque a mí me acusaron de milenista y me siguen acusando, el Presbítero Doctor, (que no es doctor), Mejía, y me han venido una cantidad de castigos por milenista pero sin decir que es por eso, castigos anónimos. Se los mandaban a Monseñor Tavella o a Monseñor Copello acá y después por varias personas que he conocido, bastante eminentes, que han sido perseguidas por eso, por ser milenistas, de las cuales mencionaré las principales:
P. Víctor Anzoategui: Doctor en Escritura por la Gregoriana de Roma. Se manifestó milenista. Diré libremente ¡lo persiguieron sin descanso, hasta hacerlo perder la salud y después la fe y después el juicio! El General Jesuíta Jannssennss y el Provincial de la Argentina Travi no lo dejaban entrar en Buenos Aires donde él quería ir a ver a su madre (no la pudo ver ni siquiera cuando se murió) mandándolo sucesivamente a Chile, de donde lo echaron por milenista también, Mendoza, Montevideo y el Chaco; y no a enseñar Escritura sino Primeras Letras.
Estando ya en el Chaco con la salud averiada, perdió la fe, se hizo protestante, se casó, perdió el juicio y aportó a Santiago de Chile, donde fue algún tiempo empleado de la Biblioteca Nacional. Volvió a la Argentina del todo arruinado, loco de atar, yo lo asistí en su última agonía. Daba horror.
2° P. Antonio Van Prixtel S.C.J.: holandés, profesor de Escritura, hombre muy docto e inteligente. Fue echado de Holanda y enviado a Montevideo, donde en 1945, escribió un gran volumen defendiendo su idea, que hizo mimeografiar ayudado por católicos uruguayos, es decir, por los jóvenes de la Acción Católica. Se lo llama "El testimonio de Nuestra Esperanza" (confidencial) y yo lo poseo. Cuando se supo, lo enviaron a Buenos Aires, donde no tenía nada que hacer, y después a Tucumán, menos, donde lo vejaron y maltrataron. Pidió perdón, destruyó su libro, y lo dejaron volver a Holanda. No sé como acabó.
3° P. Florentino Alcañiz: Hizo en Roma su tesis de Doctor en Escritura Sacra sobre "La Iglesia Patrística y La Parusía", a la cual ya me referí. Yo la traduje al castellano porque él me pidió que lo hiciera y me regaló su libro, lo modifiqué un poco, lo amplié y está impreso. Ahí el hizo un trabajo minuciosísimo sobre todos los Padres de los primeros siglos de la Iglesia, hasta el siglo V y resulta que en el siglo I, todos sin excepción, eran milenistas y después en el siglo II, III, IV, V, fueron disminuyendo, sobre todo después de la exégesis de S. Agustín muchos abandonaron la idea milenista y se hicieron alegoristas.
Al final hace un esquema donde pone a los Santos Padres por orden, por siglos ypor fechas, donde uno ve que la tradición de la Iglesia entonces era el milenismo espiritual que dicen ahora. Por eso digo yo que jamás va a condenar la Iglesia el milenismo espiritual porque eso sería cortar la rama donde está sentada; porque ella está asentada sobre la tradición.
Profesor del Seminario de Cerdeña y después del de Granada, al publicar su libro latino, estrictamente científico, en 1933 fue echado de sus cátedras y más tarde enviado a Buenos Aires, donde me regaló su tesis para que la tradujera. Como aquí no tuviese nada que hacer, pidió lo mandaran de misionero al Perú, salió de la Compañía de Jesús, y vivió años en la montaña peruana de ermitaño. Desde allí me envió un enorme libro manuscrito con su defensa, que por desgracia yo regalé a Federico Bracht. Me pareció notar en ese libro asomos de enajenación mental.
Muchos otros he conocido aunque menos de cerca, como el eminente escriturista jesuita P. Rovira, el que escribió el artículo "PARUSIA" en la Enciclopedia Espasa y otros...
El resultado de este fenómeno increíble es que hoy día es obligatorio interpretar el Reino de los Mil Años conforme a la patochada de San Agustín.
Es triste tener que decir esto de San Agustín pero no hay mas remedio. Es una interpretación tan arbitraria y tan inverosímil que no se puede mantener ni un sólo momento. La Iglesia no ha definido el Milenismo Alegórico ni ha condenado el Milenismo Patrístico, son dos opiniones libres; pero de hecho no se puede seguir más que una la más infeliz. Contra lo que dice el P. Florentino Agara, la Iglesia no condenará jamás la opinión patrística por la misma razón que rehusaron condenarla San Agustín y San Jerónimo por haberla tenido muchos Santos Padres y Mártires (dicen ambos); o sea que no va a serruchar la rama donde está sentada, que es la tradición; que es lo que hicieron los protestantes.
En la Argentina han sido milenistas espirituales antes que viniera la prohibición "disciplinar" de enseñarlo'(o sea mentarlo) cristianos excelentísimos como Gustavo Martínez Zuviría (el escritor) José Ignacio Olmedo, José Bourdieu, el Padre Straunbinger —y además yo, según el Pbro. Jorge Mejía. Esto sí que me permito dudarlo.
No he hecho más que poner en los libros que escribí, en algún libro que escribí como este del Apokalipsis donde tenía que decir lo que hay sobre la Escritura, poner "le cosse come stanno" las cosas como son, como dicen los italianos.
Por eso solo ya me volví milenista.
Voy a contar, como curiosidad, algunos de los castigos que me mandaron de Roma que por suerte me dejaron vivo y más sano que antes. Mencionaré brevemente cinco de ellos pues deben saberse Tandem aliquando.
El día de San Perón de 1949 fui expulsado de la Compañía S. I., el pretexto que se dio no fué el milenismo; de modo que no pertenece a esta exposición; aunque es posible que mi ex alumno, el asesor del Vaticano II hubiese ya comenzado a acusarme de hereje en informes secretos, cosa que sigue haciendo después de muchos años, para acopiar méritos, me refiero al Doctor (que no es Doctor) Pbro. Mejía.
Yo no sé si sigue siendo profesor en el seminario; en las clases decía que yo era "Milenista" y que era hereje y que no había que leer mis libros ni editarlos. De Roma, el general de los Paulinos mandó una orden para que no editasen ni un sólo libro mío ni pasado, ni presente ni futuro. Y así lo hicieron y propagaron esa orden a las otras órdenes editoras que hay que son los Salesianos y los de Guadalupe. Y así también un canónigo de la Pcia, de Santa Fé que ahora es Obispo en la Pcia, de Bs. As. y no recuerdo su nombre, escribía cartas a todos los párrocos de su diócesis diciéndoles que tuviesen cuidado con mis libros porque eran peligrosos. A mí me mandaron una de esas cartas que habían llegado a Villa Ana, en el norte de Santa Fé.
Después de expulsado, de inmediato fui a parar a Salta, al Palacio Arzobispal. Un expulsado de una orden religiosa queda suspendido por un año, porque se supone que un expulsado tiene que haber hecho delitos. Al cabo del año de oír Misa y dar clases. Monseñor Tavella, que era mi "Obispo Benévolo'' (los que expulsan de una Orden religiosa tienen que encontrar un "Obispo Benévolo" que los reciba) pidió mi "incardinación" en su diócesis mandando informes favorables. No respondieron del Vaticano una sola palabra, mi suspensión duró más de dos años: por eso dije eso de los informes secretos. Eso no puede responder sino a informes que contradijesen los de Monseñor Tavella (quién mandó varias veces informes favorables a mí).
El lunes de Pascua de 1952 un Obispo de Bolivia escribió que "por instrucciones de la Santa Sede, el me devolvería la misa si yo me trasladaba a Bolivia y me ponía bajo la obediencia y vigilancia de un sacerdote prudente. Yo dije que no. A los dos años y pico, como dije, llegó el levante del castigo.
Dando clases para Monseñor Tavella no ganaba lo necesario para vivir: el pidió la "incardinación a la diócesis", y después de la inevitable tardanza ("las cosas de Palacio van despacio") vino con la condición de que yo no pudiera salir de Salta y cada vez que saliera quedaba suspendido, no podía decir Misa.
Para lo cuál se servirán del Santo Sacrificio de la Misa, que no está hecho para eso. Simplemente el General de los Jesuitas o el Cardenal Pizzardo querían impedir yo fuese a Buenos Aires. ¿Por qué? Porque para conseguir que yo fuese expulsado sin proceso, habían dicho al Sumo Pontífice que yo era de un escuadrón de nacionalistas que eran capaces de incendiar el Colegio del Salvador o lo estaban por incendiar. El Papa concedió la dispensa temporaria del proceso, con el proviso natural que el proceso había de hacerse más tarde conforme manda el canon 654 en el caso de "Periculum in mora" peligro en la demora. Porque hay un Canon que dice que sí hay peligro en la demora para expulsar a un Sacerdote de una Orden, se puede dilatar el proceso, dejarlo sin hacer para que no haya escándalo o ruido o lo que sea y dejarlo para después, cuando todo esté más tranquilo. No lo hicieron nada. De manera que han desobedecido al Papa, al derecho Canónico y al derecho natural como diez veces.
A mí me echaron porque decían que había desobedecido durante veinte años y no había desobedecido ni una sola vez.
El canon no se cumplió; y el periculum in mora, fue una mentira colosal que encajaron al Papa Pío XII; de la cual ya habrán dado cuenta a Dios.
Estaba muy campante por haber acabado mis calamidades, trabajando en Salta, cuando me cayó de golpe un nuevo fulmen: la condena solemne de un artículo mío salido en la revista HUMANIDADES del Obispo Tavella, con la orden de retractarme al momento so pena de excomunión.
La condena la recibió Monseñor Tavella el cual me la comunicó con una carta devotísima diciendo: "Sométase, sométase, la Santa Madre Iglesia fundada por Cristo, la Santa Cruz, la Santa Humildad, etc." Yo escribí que estaba pronto a retractarme de cualquier error mío, pero que me lo dijeran, pues en el artículo no lo veía: y si no ¿cómo me iba a retractar? No me dijeron nunca donde estaba el error. Ahí está el Artículo impreso en el capítulo del libro "CRISTO ¿VUELVE O NO VUELVE? A ver si Uds. pueden verlo al error: nadie lo ha visto hasta ahora, fuera de Jorge Mejía, y los bobos que le creyeron o sea el finado Cardenal Pizzardo y su Secretario, que se llamaba Pepe.
Monseñor Tavella me comunicó que mi carta no era bastante sumisa para con un Príncipe de la Iglesia. Yo le pedí me hiciera otra al P. Amánelo González Paz; el cuál la redactó sumísima, hasta demasiado yo la firmé y la mandé y creí había acabado el asunto. La tremenda condenación de Pizzardo y toda la Congregación en plenario, la tengo todavía. Es uno de los pocos papeles que he conservado, algunos los perdí, otros regalé, otros rompí, . . porque no me mandaban a mí las condenas sino al Obispo, a Copello o a Tavella.
Yo me había retractado hasta de la Osa Mayor y el Santo de mi nombre, y ya estás Si, espérate un poco, al otro día vino otro Acto de Justicia divina y eclesiástica. La Santa Sagrada y Cesárea Pontifica Congregación de la Santa Inquisición Romana, intimaba a Monseñor Tavella que me intimase a mí (nunca me escribían a mí):
1° que no escribiese de temas religiosos
2° que enviase a Roma todas mis obras teológicas
Yo no había publicado ni una sola obra teológica entonces todavía; Monseñor Tavella aplazó el cumplimiento del castigo hasta fin de año, porque estábamos a mediados del año y yo era profesor de la Escuela Normal y en el Instituto de Humanidades de Tavella, pero me di cuenta que tenía que salir de Salta porque el Obispo era demasiado devoto, es decir cobarde: si el artículo de marras era culpable, él era quien tenía que haberse responsabilizado. El me rogó le diese el artículo que acabado no estaba.
Así que él debió haber tomado mi defensa; me di cuenta entonces que no tenía medios de vida en Salta si me castigaban de esa manera.
Me fui a mi pueblo Reconquista, donde mi hermana María había caído enferma, y hastiado del Gobierno Eclesiástico, decidí establecerme allí de camionero y vendedor de leche, pues decir Misa me era prohibido. A los 6 meses había fracasado, porque Benítez que era favorito de Perón me negó un camión al fiado.
Llevé toda mi biblioteca, unos 3.000 volúmenes a Bs. As. y recuperé mi cátedra de Psicología en el Instituto de Profesorado de donde me echó Perón a los dos años cuando le dio el sarampión anticlerical; mejor dicho no Perón sino un profesor judío llamado Groslevin.
Era según Bielsa nulo ese decreto de Groslevin. Pero yo no encontré ningún abogado aquí en Buenos Aires que tuviese ánimo para ponerse contra Perón, planteando un "recurso contencioso administrativo", no firmó ningún decreto contra mí.
Pero la Providencia hizo que me nombraran al poco tiempo Redactor del diario de San Juan TRIBUNA, gracias a mi amigo Alberto Graffigna y estuve dos años escribiendo para ese diario. Redactando ensayos allí escribí dos o tres libros sobre el Evangelio. Cuando hice eso, a los dos años le quitaron el diario a Graffigna, se lo quitó el Partido Conservador de San Juan, ayudado por la Revolución Libertadora.
Entonces hice un manuscrito muy pulcro sobre los evangelios y lo mandé a ITINERARIUM y Braga Osear lo entregó a la Curia para la censura. El censor era Jorge Mejía que después de haber llegado a gran prosperidad había concebido un sañudo rencor contra mí, cuyo motivo ignoré e ignoro. Intentó impedir la publicación del libro "El Evangelio", primero con una Censura disparatada de la que resultaba había que escribir el libro de nuevo pues según él el libro contenía 40 errores.
Yo no podía escribirlo de nuevo. Hasta que la Providencia me envió un hada bienhechora, o un hado si se quiere, el franciscano Antonio Vallejo quien me mandó llamar y a quien encontré en su escritorio rodeado de diccionarios teológicos, gramáticas latinas y griegas, de las obras de Sto. Tomás y estaba con la Censura en la mano (Yo había leído sola mente 5 errores y no seguí con los demás porque con 40 errores era imposible corregir). Vallejo empezó a cotejar error por error y apareció que 38 errores eran del Censor, el cual no sabía ni latín y griego, no sabía nada.
Había dos errores solamente, uno que decía Sinedrio en lugar de Sanedrín y otro que indicaba que el Monte Hermoso tiene 2000 y pico de metros y el decía que tenía 1970 metros y resulta que según el nivel del mar y según la planicie circundante tiene dos alturas así que eso era fácil de corregir.
Vallejo le mandó entonces una carta finísima, versallesca, a Monseñor Lafitte y cuando Monseñor vio los errores de Mejía dio el "Imprimatur" de inmediato para el libro. Cuando llegó el Imprimatur dijo Mejía que había perdido el original que se le confió, que era el único.
Entonces Braga le dijo que le iba a hacer un juicio criminal y que le iba a hacer pagar 10.000 de entonces por daños y perjuicios, y el original apareció de inmediato.
Omito atropellos menores, como la prohibición de editar en los Paulinos y de escribir en las revistas católicas, y una difamación muy nutrida compuesta de calumnias. Yo escribí cartas a Monseñor Lafitte y a Roma, muchas, pidiendo me "devolvieran" la Misa, porque al salir de Salta había quedado suspendido; como decía Gamallo "era el condicionamiento geográfico de la Santa Misa" porque nada tienen que ver el local con la validez de la Santa Misa, pero habían inventado eso. Finalmente Monseñor Lafitte me llamó y me preguntó si era verdad que yo le había dado un bofetón al General S. S. Jannssenns y había dicho públicamente que el Papa Pío XII era un ganso Yo quedé tan apabullado que no supe qué contestarle a Monseñor.
"Ya verá como Monseñor lo va ayudar "me dijo Ramón Doll y era verdad. Se murió antes de poder rehabilitarme El que me rehabilitó como Sacerdote fue el Nuncio Lino Zanini, varón extraordinario, el mejor de los cuatro nuncios que yo he conocido, verdadero varón de Iglesia muy inteligente y Santo, a quién lo interesó en mi asunto el Embajador ante el Vaticano Santiago de Estrada. Me vino a ver cuando yo estaba convaleciente de una grave enfermedad (lo mismo que Monseñor Caggiano) y al poco tiempo hizo desaparecer todas mis sanciones y hacerme mandar todas las licencias que llaman. Trabamos una gran amistad y le guardo gratitud eterna. Modestamente hizo aparecer que la rehabilitación amplia mía se debía a Monseñor Juan G. Aramburu. Lo sacaron de aquí al poco tiempo y está en el Vaticano con un empleo muy inferior. Dios lo recompensará.
Me tenía por feliz diciendo la Misa de 11 en el Tránsito de María y predicando media hora, cuando de golpe y porrazo me llegó la carta mas atroz y disparatada de Roma que hubo y pudo haber. Era un castigo descomunal, sin decir por qué, como siempre, firmado por los cardenales Larraona y Ottaviani. El castigo no sé podía cumplir y por tanto no lo cumplí, guardé ante él la actitud de Jesús ante Herodes, el papel no lo tengo más, creo que lo regalé a un amigo. Era una cantidad tremenda de castigos y no me decían por qué. Yo creo que se debían a calumnias que han llegado allá, sobre todo por algunos tan acreditados como Mejía que era Asesor del Concilio Vaticano II y que en Roma tiene casa, automóvil y mucho dinero y eso vale mucho en todas partes. El tiene mucho prestigio en Roma y asiduamente me acusa de "milenista". Si lo soy sigo una opinión libremente. Pero tampoco la sigo porque como decía Pico "lo que me interesa a mí es resucitar y no si hay dos o una Resurrección".
Como dije, el papel lo regalé a un amigo. Por suerte los Inquisitores estos tienen mala memoria y una vez que producen un estruendo, se olvidan después. Todos ellos ya han sido juzgados por Dios. No sé por qué los voy a juzgar yo.

LA CONCLUSION:
Dios ha sacado bien para mi de todos estos males, que ojo, no negaré han sido males, y maldades procedentes quizás mas de ignorancia y estupidez mental que de maldad. O no. Vaya a saber.
No he resistido hasta la sangre como dice San Pablo a los Hebreos (XII, 4) "Nondum enim usque ad sanguinem restitistis". Mis angustias pasaron como un sueño. Hay que sufrir "Pour l'eglise et par l'eglise", me dijo Gonzalo de Reynold, gran escritor suizo. Hay que sufrir para la Iglesia y por mano de la Iglesia.
El año 1947 estando en Roma ya bajo la tormenta le dije al famoso Vicente Alonso, que estaba gozando de los favores de las cumbres y potestades, incluso de Pío XII y el General Jesuíta, le dije tristemente:
—La Iglesia anda mal.
—— Cállate —me respondió— no seas simple, la Iglesia siempre ha andado mal. Ahora resulta que lo que dije entonces, lo dijo ahora el Papa Paulo VI: que "un poco del humito del infierno ha entrado en la Iglesia de Roma" El humito del infierno es el fariseísmo.
Hace ya mucho tiempo, cuando yo era muchacho, un gran escritor francés, George Goyan escribió un libro: "Las luchas actuales de la Iglesia". Las luchas actuales de la Iglesia yo las conozco más que él sin jactancia, yo sé sobre la Iglesia actual cosas que no sabe hoy ningún nacido, sin jactancia y sin alegría.
Esa frase "si los argentinos supieran lo que yo sé, etc.", que está en mis Evangelios y muchos quieren saberlo.
Christus heri et hódie
Cristo ayer y hoy
Principium et finis
Principio y fin
Alpha et Omega
Alfa y Omega
Ipsius sunt témpora —et seecula;—
De El son los tiempos —y los siglos;—
Ipsi gloria et impérium—
A El gloria e imperio
per universa aeternitatis saicula. Amen.
por todos los siglos de la eternidad— Amén.
Liturgia del Sábado Santo
Bendición del Cirio Pascual
Fin

jueves, 17 de marzo de 2011

¿Por qué conviene ir vestido de sacerdote?


Padre ,José Antonio Fortea Cucurull

(Barbastro, España, 1968) es sacerdote y teólogo especializado en demonología. Cursó sus estudios de Teología para el sacerdocio en la Universidad de Navarra. Se licenció en la especialidad de Historia de la Iglesia en la Facultad de Teología de Comillas. Pertenece al presbiterio de la diócesis de Alcalá de Henares (Madrid). En 1998 defendió su tesis de licenciatura "El exorcismo en la época actual" dirigida por el secretario de la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española.

Actualmente está preparando en Roma su doctorado en Teología.


El hábito eclesiástico es un signo de consagración para uno mismo, nos recuerda lo que somos, recuerda al mundo la existencia de Dios, hace bien a los creyentes que se alegran de ver ministros sagrados en la calle, supone una mortificación en tiempo caluroso
El sacerdote al mirarse en el espejo o en una foto, y verse revestido de un hábito eclesiástico piensa: tú eres de Dios.
Bajo la sotana, el sacerdote viste como el común de los hombres. Pero revestido con su traje talar, su naturaleza humana queda cubierta por la consagración.
El que viste su hábito eclesiástico es como si dijera: el lote de mi heredad es el Señor.
El color negro recuerda a todos que el que lo lleva ha muerto al mundo. Todas las vanidades del siglo han muerto para ese ser humano que ya sólo ha de vivir de Dios. El color blanco del alzacuellos simboliza la pureza del alma. Conociendo el simbolismo de estos dos colores es una cosa muy bella que todas las vestiduras del sacerdote, incluso las de debajo de la sotana, sean de esos dos colores: blanca camisa y alzacuellos, negro jersey, pantalones, calcetines y zapatos.
El hábito eclesiástico también es signo de pobreza que nos evita pensar en las modas del mundo. Es como si dijéramos al mundo: Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.
La vestimenta propia del sacerdote es la sotana. Pero el clériman también es un signo adecuado de consagración, manifestando esa separación entre lo profano y lo sagrado. Aunque el hábito eclesiástico propio del presbítero sea por excelencia la túnica talar, el clériman es un hábitus ecclesiasticus y todo lo que aquí se dice a favor de la sotana, se puede aplicar al clériman. En caso de que estas hojas las lea un religioso, evidentemente, lo dicho aquí de la sotana valdrá para su propio hábito religioso.
Nos sorprenderíamos cuánta gente piensa en Dios, cuando en una ciudad populosa un sacerdote atraviesa las calles. Multiplicado por todos los días del año, el bien que hace vestir de clérigo es inmenso. Sin exagerar, al cabo de un año han reparado en él decenas de millares de personas. Y si un sacerdote anda por la calle recogido y en presencia de Dios, entonces se transforma en un instrumento para que los ángeles custodios les digan a sus protegidos: fijaos.
Un sacerdote con sotana por la calle es como un grito para los paganos. Un grito que les dice: ¡Dios existe! Ved aquí a uno de sus siervos. Por eso Satanás tiene tanto interés en que de la vía pública desaparezcan todos los signos que hacen referencia a Dios.
El amor reside en el corazón, no en el vestido. Pero el amor se desborda en multitud de detalles externos: uno de ellos es una vestidura de consagración.
Las vestiduras eclesiásticas son un constante recuerdo de la dignidad que nos ha sido conferida, del poder que ostentamos.
Alguien puede objetar que el hábito eclesiástico separa de los hermanos. Pero hay que recordar que el sacerdote es alguien segregado del resto de los hombres para el culto de Dios, para consagrarse a su servicio. Es la porción que Yahveh se ha separado para ejercer sus sagrados misterios.
Esos misterios sacrosantos son razón suficiente para que se te señale como en tiempos de Moisés se señaló un límite en torno al monte Sinaí porque era un monte santo. ¿Es acaso menos sagrado un sacerdote de Cristo que ese monte de la Antigua Ley?
El hábito eclesiástico ha sufrido modificaciones desde que comenzó a existir, pero siempre ha sido una tunica talaris a semejanza de aquellas que gloriosamente cubrieron a los doce primeros apóstoles.
Bien con un traje talar, bien con un clériman, vestimos como sacerdotes no porque nos apetezca o nos guste, sino porque nos lo pide la Iglesia. Ir vestidos como ministros de Dios es un modo de servirle.
Si eres un hombre que ha entregado su entera vida al Omnipotente como presbítero, ¿por qué no vestir como lo que eres?
Aunque en las tiendas diocesanas se vendan camisas de muy distintos colores, el color negro o el blanco (para lugares cálidos) son colores nobles y elegantes. Desgraciadamente son muchos los sacerdotes que visten combinaciones de prendas carentes de todo gusto. Van mal vestidos toda la vida y nadie se atreve a decírselo. Desde estas páginas, en nombre de Aquél a quien representan, les pido que vayan vestidos con dignidad y que no confundan el mal gusto con la pobreza.
¿Por qué el sacerdote no lleva una vestidura exactamente igual que la de Jesús? El que los sacerdotes no nos dejemos una barba y el pelo largo como el que la tradición atribuye a Jesús, y no llevemos una túnica y un manto como los que llevaban los judíos, creo que tiene una profunda razón teológica detrás. Llevamos un distintivo, un símbolo, que recuerda la túnica de nuestro Maestro. Pero esa túnica no trata de ser idéntica, ni lo intenta siquiera, para que se vea que nosotros somos meros continuadores suyos, pero que Él era único. Él era único, nosotros somos meros continuadores.
La historia de las vestiduras eclesiásticas que aquí aparece, y cuyo autor soy yo, se ofrece sin las notas a pie de página y sin el aparato de referencias que sería lógico en un trabajo académico. Se ha preferido hacer así, para ofrecer la esencia de toda la historia del traje clerical, sin necesidad de ofrecer todos y cada uno de los elementos menores que hubieran hecho mucho más extensa esta historia además de tener que detenerla una y otra vez ponderando cada uno de los detalles.

Jesús no vistió ninguna vestidura especial. Entra dentro de lo posible el que los sacerdotes judíos sí que tuvieran vestiduras clericales, pues constituían una casta. Pero, de acuerdo a lo que nos dicen las dos genealogías de los Evangelios, Jesús pertenecía al linaje de los reyes de Judá, no al de los descendientes de Leví. El Mesías no era un sacerdote del Antiguo Testamento. Además, Él comienza un nuevo sacerdocio.
Los Apóstoles, por tanto, tampoco llevaron ninguna prenda distintiva, ni tampoco sus sucesores. Obrar de otra manera, en medio de una persecución, hubiera sido una temeridad.
En las generaciones siguientes a que la Iglesia obtuviera su libertad, los clérigos siguieron llevando ropas que no les distinguían de los laicos. Si bien, en las celebraciones litúrgicas sí que iban revestidos con vestiduras especiales. Muy probablemente, los monjes sí que llevaban ropas que les distinguían como monjes.
Aunque el clero seguía vistiendo sin ropas especiales, poco a poco, en algunos lugares sí que se fue desarrollando un modo distintivo de vestir. En el año 428, por una carta del Papa Celestino, sabemos dos cosas: que en Roma no existía una vestidura clerical, pero que en la Galia algunos obispos ya la usaban. La carta del Papa, curiosamente, exhorta a que los clérigos se distingan de los laicos no por las ropas, sino por sus virtudes. Pero ni siquiera esta opinión papal pudo detener el curso de la historia que ineludiblemente llevaba a mostrar externamente esa distinción.
Y así, este desarrollo lento de las vestiduras clericales, lleva a que en el 572, el Concilio de Braga ordene que los clérigos de esa zona de la península ibérica vistan la túnica talar.
A partir de entonces, los decretos sobre la ropa clerical se fueron haciendo más y más frecuentes, en el sentido de que los clérigos no vistieran las ropas seculares, ni siguieran sus modas.
Entre el siglo VI y el VIII, los testimonios escritos muestran que el uso de la vestidura clerical se hizo obligatorio. Al principio, los colores no estaban unificados. Dándose muchos colores y diversas tonalidades.
El color negro fue el que finalmente predominó por una razón esencial, se trata de un color muy solemne. Después, a posteriori, se le pudo dar sentidos simbólicos a ese color, como el de la muerte al mundo, pero la razón por la que prevaleció fue ésa: se trata de un color que expresa seriedad, solemnidad. Frente a la opción del negro, el blanco hubiera podido también predominar, es el color de la lana sin tintes, pero tenía un problema: cualquier mancha se ve con facilidad. Y, aunque se lave una y otra vez, el uso deja restos de las antiguas manchas. Por eso el blanco se reservó para las funciones litúrgicas desde el principio, y para la vida ordinaria el negro acabó prevaleciendo.
Sin embargo, las dos tendencias que hoy día existen entre los que prefieren vestir de laicos y los que prefieren vestir como clérigos, son dos tendencias que las encontramos no ya desde la Edad Media, sino que es posible rastrearla desde la Edad Antigua.
Desde que el hábito eclesiástico se hizo obligatorio, encontramos a sacerdotes y aun obispos que han vestido como laicos, en más o en menos ocasiones. Insisto, incluso en la Edad Media.
Al principio, el hábito eclesiástico era una túnica sin botones. Muy a menudo con cinturón de cuero con hebilla. Los botones que recorren la sotana de arriba abajo, predominaron a partir del siglo XIV y XV. Hasta el siglo XIV, en la vestidura clerical no existía el alzacuellos. Pero a partir de entonces, las camisas comenzaron a dejar ver su parte superior por encima del hábito. Al principio, sobresalía el cuello de la camisa blanca sin solapas. Después, cuando ya hubo solapas como las actuales, éstas o sobresalían verticales (cerradas por un botón) más allá de donde acaba el hábito, o bien caían hacia abajo por encima del hábito.
Las solapas que caían sobre el hábito, evolucionaron hasta el siglo XVII tomando la forma de lo que se llamaba el babero. Las solapas verticales evolucionaron hasta formar el alzacuellos. El alzacuellos se formó como prenda aparte, porque era mucho más fácil lavar la parte del cuello si ésta era una prenda independiente. Démonos cuenta de que en otras épocas las camisas no se lavaban diariamente, pues un clérigo humilde poseía pocas camisas. Un humilde párroco de pueblo en el siglo XVII podría tener cuatro camisas y una sola sotana. Un clérigo de baja posición no tenía tres o cuatro sotanas, sino uno sola que se remendaba las veces que hiciera falta.
Muchos consideran la capucha como privativa de los monjes. Pero lo específico de ellos era el escapulario o la cogulla. El escapulario es la prenda rectangular que cae por delante y por la espalda, hasta casi el borde de la túnica.
La capucha era habitual entre las ropas de los laicos, y por tanto también entre el clero secular. En el clero secular, la capucha se llevaba no en el hábito talar, sino en la muceta. La muceta sobre los hombros era una prenda de abrigo, la llevaba cualquier clérigo y solía tener una capucha. Esta costumbre de la capucha en el clero secular llegó hasta el siglo XX. La muceta de los cardenales tenía capucha, así como la de los Papas. Cardenales y Papas llevaban esa capucha en la muceta, aunque no pertenecieran al clero secular. Sin bien, más allá de la Edad Media, muchas mucetas muestran unas capuchas exiguas que ya no hubiera sido posible ponerlas sobre la cabeza.
Aunque el uso del hábito eclesiástico ha sido lo habitual desde el siglo VII más o menos, ya se ha dicho que siempre ha habido clérigos que han deseado vestir de un modo secular, casos así ha habido desde la Edad Media hasta nuestros días, siglo tras siglo. Pero, aunque normalmente, estos casos han sido excepcionales, lo que sí que ha sido más frecuente es el deseo de secularizar el hábito eclesiástico.
Y así, hay testimonios desde el siglo XVII reprobando el uso de sotanas cortas que llegaban sólo hasta la rodilla. Esta lucha entre la secularización del hábito eclesiástico y el mantenimiento de del estilo eclesiástico por encima de toda moda mundana, también se puede rastrear en toda época. Incluso en la Edad Media hay obispos que vestían más como caballeros que como prelados. Finalmente, en el siglo XIX se hizo frecuente el habito piano o hábito corto. La parte superior era igual que la de la sotana, con su alzacuellos o su babero. Pero la sotana había sido sustituida por una especie de chaleco que llegaba sólo hasta la cintura, a partir de la cual eran visibles unos pantalones cortos que acababan en calzas negras. Encima del chaleco, se llevaba una casaca. Este hábito corto fue desapareciendo, y a comienzos del siglo XX los curas llevaron sotana solamente. Hasta que en los años 70, apareció el clériman (también escrito clergyman). Una vez que hubo desaparecido el hábito corto, éste continuó entre los curas católicos de Estados Unidos, por influencia de los pastores de la iglesia episcopaliana que vestían así. Y de los curas católicos norteamericanos retornó al resto de países en los años 70.
Este deseo de que las vestiduras de los sacerdotes fueran enteramente clericales, conllevó que los sombreros tuvieran formas y hechuras propias. La forma de cubrirse la cabeza los eclesiásticos siempre había sido por antonomasia la capucha, entre el clero regular y secular. Pero ya en la Edad Media se abrieron paso los gorros académicos o los civiles entre los eclesiásticos, frente a la capucha que parecía demasiado monástica y demasiado primitiva. Pero siempre se luchó por parte de las diócesis para que los gorros eclesiásticos tuvieran una hechura propia y no fueran iguales que los de los laicos. Aunque siempre había clérigos a los que les gustaba ponerse gorros que fueran más con la moda civil porque les parecían más elegantes.
Los sombreros eclesiásticos evolucionaron a raíz de dos modelos diversos. Un modelo procedía de las gorras académicas, y de allí surgió la birreta, el birrete o bonete. Otro modelo procedía de tipos de sombreros más parecidos a los civiles, de ahí surgieron diversos tipos de sombreros con ala plana, redonda o rectangular: teja, saturno, galero.
El solideo es la evolución de un gorro que cubría la cabeza desde la frente a la nuca. La función era preservar del frío, pero poco a poco se hizo de él una prenda constante. Al llevarlo en toda estación, con el pasar de las generaciones, se fue haciendo más ligero para que no diera tanto calor, llevándolos de lana en invierno.
La vestidura de abrigo era la muceta sobre los hombros, pero si hacía más frío se llevaba la capa. Cuando los abrigos aparecieron, muchos fueron arrinconando la capa. Pero para que el abrigo no fuera igual que el de los laicos, se diseñó de forma que llegara hasta el borde de la sotana, llamándose este abrigo dulleta. Sin embargo, la capa y la dulleta coexistieron. En España, la capa daba una vuelta colocándose sobre el hombro. Esta capa más larga se designaba con el nombre de manteo.
En toda esta evolución de los trajes eclesiásticos, la costumbre era que cuando uno se ordenaba como clérigo, a partir de ese momento, todas sus vestiduras eran clericales. Manifestando de forma externa y visible la consagración total a Dios del propio ser, de la propia vida, de todos los pensamientos y deseos. Por eso, desde la recepción de la orden menor de la tonsura todas las vestiduras debían ser clericales. La tonsura era el signo de esta mentalidad. El sacerdote no sólo llevaba ropas sacerdotales, sino que incluso sus cabellos llevaban el signo de la consagración.
skip to main skip to sidebar ¿Por qué conviene ir vestido de sacerdote?
Un sitio para sacerdotes donde se ofrecen razones por las que llevar sotana, clergiman o hábito a aquellos que dudan si hacerlo o no.
El hábito eclesiástico es un signo de consagración para uno mismo, nos recuerda lo que somos, recuerda al mundo la existencia de Dios, hace bien a los creyentes que se alegran de ver ministros sagrados en la calle, supone una mortificación en tiempo caluroso
El sacerdote al mirarse en el espejo o en una foto, y verse revestido de un hábito eclesiástico piensa: tú eres de Dios.
Bajo la sotana, el sacerdote viste como el común de los hombres. Pero revestido con su traje talar, su naturaleza humana queda cubierta por la consagración.
El que viste su hábito eclesiástico es como si dijera: el lote de mi heredad es el Señor.
El color negro recuerda a todos que el que lo lleva ha muerto al mundo. Todas las vanidades del siglo han muerto para ese ser humano que ya sólo ha de vivir de Dios. El color blanco del alzacuellos simboliza la pureza del alma. Conociendo el simbolismo de estos dos colores es una cosa muy bella que todas las vestiduras del sacerdote, incluso las de debajo de la sotana, sean de esos dos colores: blanca camisa y alzacuellos, negro jersey, pantalones, calcetines y zapatos.
El hábito eclesiástico también es signo de pobreza que nos evita pensar en las modas del mundo. Es como si dijéramos al mundo: Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.
La vestimenta propia del sacerdote es la sotana. Pero el clériman también es un signo adecuado de consagración, manifestando esa separación entre lo profano y lo sagrado. Aunque el hábito eclesiástico propio del presbítero sea por excelencia la túnica talar, el clériman es un hábitus ecclesiasticus y todo lo que aquí se dice a favor de la sotana, se puede aplicar al clériman. En caso de que estas hojas las lea un religioso, evidentemente, lo dicho aquí de la sotana valdrá para su propio hábito religioso.

Nos sorprenderíamos cuánta gente piensa en Dios, cuando en una ciudad populosa un sacerdote atraviesa las calles. Multiplicado por todos los días del año, el bien que hace vestir de clérigo es inmenso. Sin exagerar, al cabo de un año han reparado en él decenas de millares de personas. Y si un sacerdote anda por la calle recogido y en presencia de Dios, entonces se transforma en un instrumento para que los ángeles custodios les digan a sus protegidos: fijaos.
Un sacerdote con sotana por la calle es como un grito para los paganos. Un grito que les dice: ¡Dios existe! Ved aquí a uno de sus siervos. Por eso Satanás tiene tanto interés en que de la vía pública desaparezcan todos los signos que hacen referencia a Dios.
El amor reside en el corazón, no en el vestido. Pero el amor se desborda en multitud de detalles externos: uno de ellos es una vestidura de consagración.
Las vestiduras eclesiásticas son un constante recuerdo de la dignidad que nos ha sido conferida, del poder que ostentamos.
Alguien puede objetar que el hábito eclesiástico separa de los hermanos. Pero hay que recordar que el sacerdote es alguien segregado del resto de los hombres para el culto de Dios, para consagrarse a su servicio. Es la porción que Yahveh se ha separado para ejercer sus sagrados misterios.
Esos misterios sacrosantos son razón suficiente para que se te señale como en tiempos de Moisés se señaló un límite en torno al monte Sinaí porque era un monte santo. ¿Es acaso menos sagrado un sacerdote de Cristo que ese monte de la Antigua Ley?
El hábito eclesiástico ha sufrido modificaciones desde que comenzó a existir, pero siempre ha sido una tunica talaris a semejanza de aquellas que gloriosamente cubrieron a los doce primeros apóstoles.
Bien con un traje talar, bien con un clériman, vestimos como sacerdotes no porque nos apetezca o nos guste, sino porque nos lo pide la Iglesia. Ir vestidos como ministros de Dios es un modo de servirle.
Si eres un hombre que ha entregado su entera vida al Omnipotente como presbítero, ¿por qué no vestir como lo que eres?
Aunque en las tiendas diocesanas se vendan camisas de muy distintos colores, el color negro o el blanco (para lugares cálidos) son colores nobles y elegantes. Desgraciadamente son muchos los sacerdotes que visten combinaciones de prendas carentes de todo gusto. Van mal vestidos toda la vida y nadie se atreve a decírselo. Desde estas páginas, en nombre de Aquél a quien representan, les pido que vayan vestidos con dignidad y que no confundan el mal gusto con la pobreza.
¿Por qué el sacerdote no lleva una vestidura exactamente igual que la de Jesús? El que los sacerdotes no nos dejemos una barba y el pelo largo como el que la tradición atribuye a Jesús, y no llevemos una túnica y un manto como los que llevaban los judíos, creo que tiene una profunda razón teológica detrás. Llevamos un distintivo, un símbolo, que recuerda la túnica de nuestro Maestro. Pero esa túnica no trata de ser idéntica, ni lo intenta siquiera, para que se vea que nosotros somos meros continuadores suyos, pero que Él era único. Él era único, nosotros somos meros continuadores.
La historia de las vestiduras eclesiásticas que aquí aparece, y cuyo autor soy yo, se ofrece sin las notas a pie de página y sin el aparato de referencias que sería lógico en un trabajo académico. Se ha preferido hacer así, para ofrecer la esencia de toda la historia del traje clerical, sin necesidad de ofrecer todos y cada uno de los elementos menores que hubieran hecho mucho más extensa esta historia además de tener que detenerla una y otra vez ponderando cada uno de los detalles.

Jesús no vistió ninguna vestidura especial. Entra dentro de lo posible el que los sacerdotes judíos sí que tuvieran vestiduras clericales, pues constituían una casta. Pero, de acuerdo a lo que nos dicen las dos genealogías de los Evangelios, Jesús pertenecía al linaje de los reyes de Judá, no al de los descendientes de Leví. El Mesías no era un sacerdote del Antiguo Testamento. Además, Él comienza un nuevo sacerdocio.
Los Apóstoles, por tanto, tampoco llevaron ninguna prenda distintiva, ni tampoco sus sucesores. Obrar de otra manera, en medio de una persecución, hubiera sido una temeridad.
En las generaciones siguientes a que la Iglesia obtuviera su libertad, los clérigos siguieron llevando ropas que no les distinguían de los laicos. Si bien, en las celebraciones litúrgicas sí que iban revestidos con vestiduras especiales. Muy probablemente, los monjes sí que llevaban ropas que les distinguían como monjes.
Aunque el clero seguía vistiendo sin ropas especiales, poco a poco, en algunos lugares sí que se fue desarrollando un modo distintivo de vestir. En el año 428, por una carta del Papa Celestino, sabemos dos cosas: que en Roma no existía una vestidura clerical, pero que en la Galia algunos obispos ya la usaban. La carta del Papa, curiosamente, exhorta a que los clérigos se distingan de los laicos no por las ropas, sino por sus virtudes. Pero ni siquiera esta opinión papal pudo detener el curso de la historia que ineludiblemente llevaba a mostrar externamente esa distinción.
Así, este desarrollo lento de las vestiduras clericales, lleva a que en el 572, el Concilio de Braga ordene que los clérigos de esa zona de la península ibérica vistan la túnica talar.
A partir de entonces, los decretos sobre la ropa clerical se fueron haciendo más y más frecuentes, en el sentido de que los clérigos no vistieran las ropas seculares, ni siguieran sus modas.
Entre el siglo VI y el VIII, los testimonios escritos muestran que el uso de la vestidura clerical se hizo obligatorio. Al principio, los colores no estaban unificados. Dándose muchos colores y diversas tonalidades.
El color negro fue el que finalmente predominó por una razón esencial, se trata de un color muy solemne. Después, a posteriori, se le pudo dar sentidos simbólicos a ese color, como el de la muerte al mundo, pero la razón por la que prevaleció fue ésa: se trata de un color que expresa seriedad, solemnidad. Frente a la opción del negro, el blanco hubiera podido también predominar, es el color de la lana sin tintes, pero tenía un problema: cualquier mancha se ve con facilidad. Y, aunque se lave una y otra vez, el uso deja restos de las antiguas manchas. Por eso el blanco se reservó para las funciones litúrgicas desde el principio, y para la vida ordinaria el negro acabó prevaleciendo.

Sin embargo, las dos tendencias que hoy día existen entre los que prefieren vestir de laicos y los que prefieren vestir como clérigos, son dos tendencias que las encontramos no ya desde la Edad Media, sino que es posible rastrearla desde la Edad Antigua.

Desde que el hábito eclesiástico se hizo obligatorio, encontramos a sacerdotes y aun obispos que han vestido como laicos, en más o en menos ocasiones. Insisto, incluso en la Edad Media.

Al principio, el hábito eclesiástico era una túnica sin botones. Muy a menudo con cinturón de cuero con hebilla. Los botones que recorren la sotana de arriba abajo, predominaron a partir del siglo XIV y XV. Hasta el siglo XIV, en la vestidura clerical no existía el alzacuellos. Pero a partir de entonces, las camisas comenzaron a dejar ver su parte superior por encima del hábito. Al principio, sobresalía el cuello de la camisa blanca sin solapas. Después, cuando ya hubo solapas como las actuales, éstas o sobresalían verticales (cerradas por un botón) más allá de donde acaba el hábito, o bien caían hacia abajo por encima del hábito.
Las solapas que caían sobre el hábito, evolucionaron hasta el siglo XVII tomando la forma de lo que se llamaba el babero. Las solapas verticales evolucionaron hasta formar el alzacuellos. El alzacuellos se formó como prenda aparte, porque era mucho más fácil lavar la parte del cuello si ésta era una prenda independiente. Démonos cuenta de que en otras épocas las camisas no se lavaban diariamente, pues un clérigo humilde poseía pocas camisas. Un humilde párroco de pueblo en el siglo XVII podría tener cuatro camisas y una sola sotana. Un clérigo de baja posición no tenía tres o cuatro sotanas, sino uno sola que se remendaba las veces que hiciera falta.
Muchos consideran la capucha como privativa de los monjes. Pero lo específico de ellos era el escapulario o la cogulla. El escapulario es la prenda rectangular que cae por delante y por la espalda, hasta casi el borde de la túnica.
La capucha era habitual entre las ropas de los laicos, y por tanto también entre el clero secular. En el clero secular, la capucha se llevaba no en el hábito talar, sino en la muceta. La muceta sobre los hombros era una prenda de abrigo, la llevaba cualquier clérigo y solía tener una capucha. Esta costumbre de la capucha en el clero secular llegó hasta el siglo XX. La muceta de los cardenales tenía capucha, así como la de los Papas. Cardenales y Papas llevaban esa capucha en la muceta, aunque no pertenecieran al clero secular. Sin bien, más allá de la Edad Media, muchas mucetas muestran unas capuchas exiguas que ya no hubiera sido posible ponerlas sobre la cabeza.
Aunque el uso del hábito eclesiástico ha sido lo habitual desde el siglo VII más o menos, ya se ha dicho que siempre ha habido clérigos que han deseado vestir de un modo secular, casos así ha habido desde la Edad Media hasta nuestros días, siglo tras siglo. Pero, aunque normalmente, estos casos han sido excepcionales, lo que sí que ha sido más frecuente es el deseo de secularizar el hábito eclesiástico.
Y así, hay testimonios desde el siglo XVII reprobando el uso de sotanas cortas que llegaban sólo hasta la rodilla. Esta lucha entre la secularización del hábito eclesiástico y el mantenimiento de del estilo eclesiástico por encima de toda moda mundana, también se puede rastrear en toda época. Incluso en la Edad Media hay obispos que vestían más como caballeros que como prelados. Finalmente, en el siglo XIX se hizo frecuente el habito piano o hábito corto. La parte superior era igual que la de la sotana, con su alzacuellos o su babero. Pero la sotana había sido sustituida por una especie de chaleco que llegaba sólo hasta la cintura, a partir de la cual eran visibles unos pantalones cortos que acababan en calzas negras. Encima del chaleco, se llevaba una casaca. Este hábito corto fue desapareciendo, y a comienzos del siglo XX los curas llevaron sotana solamente. Hasta que en los años 70, apareció el clériman (también escrito clergyman). Una vez que hubo desaparecido el hábito corto, éste continuó entre los curas católicos de Estados Unidos, por influencia de los pastores de la iglesia episcopaliana que vestían así. Y de los curas católicos norteamericanos retornó al resto de países en los años 70.
Este deseo de que las vestiduras de los sacerdotes fueran enteramente clericales, conllevó que los sombreros tuvieran formas y hechuras propias. La forma de cubrirse la cabeza los eclesiásticos siempre había sido por antonomasia la capucha, entre el clero regular y secular. Pero ya en la Edad Media se abrieron paso los gorros académicos o los civiles entre los eclesiásticos, frente a la capucha que parecía demasiado monástica y demasiado primitiva. Pero siempre se luchó por parte de las diócesis para que los gorros eclesiásticos tuvieran una hechura propia y no fueran iguales que los de los laicos. Aunque siempre había clérigos a los que les gustaba ponerse gorros que fueran más con la moda civil porque les parecían más elegantes.
Los sombreros eclesiásticos evolucionaron a raíz de dos modelos diversos. Un modelo procedía de las gorras académicas, y de allí surgió la birreta, el birrete o bonete. Otro modelo procedía de tipos de sombreros más parecidos a los civiles, de ahí surgieron diversos tipos de sombreros con ala plana, redonda o rectangular: teja, saturno, galero.
El solideo es la evolución de un gorro que cubría la cabeza desde la frente a la nuca. La función era preservar del frío, pero poco a poco se hizo de él una prenda constante. Al llevarlo en toda estación, con el pasar de las generaciones, se fue haciendo más ligero para que no diera tanto calor, llevándolos de lana en invierno.
La vestidura de abrigo era la muceta sobre los hombros, pero si hacía más frío se llevaba la capa. Cuando los abrigos aparecieron, muchos fueron arrinconando la capa. Pero para que el abrigo no fuera igual que el de los laicos, se diseñó de forma que llegara hasta el borde de la sotana, llamándose este abrigo dulleta. Sin embargo, la capa y la dulleta coexistieron. En España, la capa daba una vuelta colocándose sobre el hombro. Esta capa más larga se designaba con el nombre de manteo.
En toda esta evolución de los trajes eclesiásticos, la costumbre era que cuando uno se ordenaba como clérigo, a partir de ese momento, todas sus vestiduras eran clericales. Manifestando de forma externa y visible la consagración total a Dios del propio ser, de la propia vida, de todos los pensamientos y deseos. Por eso, desde la recepción de la orden menor de la tonsura todas las vestiduras debían ser clericales. La tonsura era el signo de esta mentalidad. El sacerdote no sólo llevaba ropas sacerdotales, sino que incluso sus cabellos llevaban el signo de la consagración.
Aunque aquí se manifiestan las razones para llevar los trajes clericales, el autor de estas líneas manifiesta la más completa comprensión hacia sus hermanos sacerdotes que no llevan esas vestiduras. Entiendo que mis ideas son difíciles de aceptar por todos aquellos que han sido formados desde el principio en seminarios en los que la idea esencial era de que lo importante es la cercanía con la gente y que, por tanto, todo signo de distinción conlleva separación, alejamiento y, por tanto, un mal cumplimiento del ministerio de ayuda al prójimo.
En este escrito, hablo de los argumentos a favor de los hábitos eclesiásticos, pero no me cuesta entender las razones contrarias a estos argumentos. Yo sostengo la postura aquí expuesta, simplemente porque que entre unas razones y otras, me convencen más las razones a favor del hábito eclesiástico. Pero no juzgo a los que portan ropas seculares habiendo tomado sobre sí un estado clerical. No juzgo, ni lo más mínimo, a los que se revisten de ropas laicales estando consagrados dentro del estado eclesiástico.
Creedme los que leéis estas líneas, no juzgo, no pienso mal, no digo en mi interior: qué sacerdote es éste tan mundano, qué secularizado está, que poco espiritual, qué desobediente. Si alguna vez he sentido la tentación de pensar eso –tentación-, me he contenido. Y si he consentido, me he arrepentido. Por el contrario, siempre pienso que cuando veo a alguien así, que ha sido formado en otra mentalidad. Ni juzgo, ni critico. Quede eso bien claro. He conocido a infinidad de buenos sacerdotes que no vestían de un modo clerical, sino como laicos. Y no sólo sacerdotes buenos, sino también inmejorables, verdaderos hombres de Dios, hombres santos que vistieron como laicos. Indudablemente, el modo en que hemos sido educados influye mucho el resto de nuestra vida.
Habiendo dejado claros mis pensamientos acerca de no juzgar, ante la pregunta si es obligatorio para los clérigos vestir de un modo eclesiástico: la respuesta es sí.
La ley de la Iglesia lo ordena. Y lo ordena con la autoridad recibida de Cristo. Cada clérigo debe vestir de acuerdo a las normas emanadas por su conferencia episcopal.
Pero independientemente de lo que diga la letra de las normas dados por cada conferencia episcopal, el espíritu de la ley universal, el espíritu de la norma dada desde hace más de un milenio, es que los clérigos vistan de un modo diferente al de los laicos.
La cuestión de cómo viste un clérigo no es una recomendación, sino que es una cuestión de obediencia al sentir de la Iglesia.
La razón esencial de esta norma, eso no hay que olvidarlo, es espiritual. Bueno también es recordar que, aun admitiéndose otras opciones aprobadas por la jerarquía, lo específico del traje clerical ha sido siempre el que se tratara de una túnica talar, en recuerdo de la túnica de Nuestro Señor Jesucristo y de sus Doce Apóstoles.
La eterna cuestión acerca de cómo deben ir vestidos los clérigos, depende de qué consideramos que es el sacerdocio. En el fondo, detrás de esta cuestión sobre las vestiduras, hay todo un esquema teológico.
Unos consideran que el sacerdote debería ser un hombre normal, casado, con hijos y, preferiblemente, con un trabajo civil. De forma, que para ellos lo ideal sería que el sacerdote fuera un hombre normal con un trabajo secular, que se dedica a las cosas de la Iglesia en el fin de semana.
Frente a esta idea de un sacerdote del mundo, está la concepción del sacerdocio como consagración. El sacerdote que reza su breviario, que dedica tiempo generoso a la oración, que está dedicado al 100% a las cosas de Dios y de su Iglesia.
En el fondo, unos quieren un sacerdote que está en el mundo, es del mundo y es como todo el mundo, mientras que en la otra concepción el sacerdote está en el mundo sin ser del mundo.
Estas dos concepciones del sacerdocio son las que tienen su expresión en una u otra forma de vestir. Pero en el fondo, una visión del sacerdote es una visión bastante humana, en la que lo esencial es la caridad, la ayuda al prójimo. En la otra visión, el sacerdote ante todo es el hombre de Dios, el hombre que administra su gracia.
Aunque la raíz por la que unos defienden o atacan los trajes clericales, depende al final de qué es lo que consideramos que es la Iglesia, conviene considerar un detalle. Los protestantes, al principio, atacaron con saña todo tipo de vestidura que distinguiera a los pastores del resto de los creyentes. Durante muchas generaciones no hubo vestidura alguna entre sus pastores, pues se cargaron mucho las tintas en que esta costumbre era ajena a la Biblia. Pero hoy día, cuatro siglos después, la mayor parte de esas denominaciones han restaurado trajes eclesiásticos, al menos, para las ocasiones solemnes. Y, por supuesto, los trajes litúrgicos fueron restaurados mucho antes que los eclesiásticos.
La iglesia ortodoxa se separó y se mantuvo bastante incomunicada de la católica durante mil años. Y, sin embargo, el Espíritu Santo la llevó por el mismo camino que la Católica en este tema. Y no sólo eso, sino que incluso la hechura de sus vestiduras eclesiásticas es casi igual. Más sorprendente resulta que incluso en color coincida, y vayan de negro.

A la gente le gusta ver al policía vestido con su uniforme, al juez revestido con su toga, al médico con su bata. La autoridad de esas personas con autoridad no está conferida por las vestiduras. Pero las vestiduras, sin duda, son una gran ayuda. La realidad de este hecho va allá de lo que diga cualquier postura teológica.
La razón principal de que hayan de existir unas vestiduras clericales, radica en la necesidad de distinguir lo sagrado de lo profano. ¿Consideramos al sacerdote un hombre más, o un hombre sagrado? Si es un hombre más, aunque nos de buen ejemplo, aunque ayude a los demás, no es necesaria una vestidura clerical.
Si consideramos al sacerdote como el portador de unos poderes sacramentales dados por Jesucristo, como el portador de una autoridad sagrada sobre el Pueblo de Dios, como el hombre que se ha consagrado al 100% a Dios y que por tanto él mismo pasa a ser algo de Dios, entonces sí que es necesario distinguir a ese ser humano de lo profano.
Esta necesidad de distinguir entre lo sacrum y lo profanum es general. Por ejemplo, ¿cómo distinguimos una mesa normal de un altar? Por su hechura, por los materiales, por los signos distintivos que hemos colocado. ¿Cómo distinguimos una copa normal de un cáliz? ¿Cómo distinguimos una casa normal de la Casa de Dios? ¿Cómo distinguimos el aceite normal puesto en un envase, del Santo Crisma puesto en otro envase? En todos estos casos, lo sagrado de lo profano se distingue por los signos. Lo mismo sucede para distinguir entre la persona sagrada y el laico.
Otra cosa distinta es que no aceptemos que el sacerdote es una persona sagrada. Pero decir eso sería ir contra la enseñanza del mismo Dios en la Sagrada Escritura, donde en innumerables sitios indicó que los sacerdotes eran personas sagradas porque eran cosa suya. Y eso que hablaba del sacerdocio veterotestamentario que era inferior al del Nuevo Testamento. Pero, aun así, en el Antiguo Testamento indica con todo detalle cómo serán las vestiduras litúrgicas del sacerdote. Como se ve por la Biblia, a Dios no le da lo mismo el tema de las vestiduras.
¿Pero por qué no se indican vestiduras clericales para los levitas, sino sólo las cultuales? Eso se debe a que el levita fuera del Templo, era una persona normal con su familia, sus hijos y su trabajo. Del mismo modo que no vestimos con sotana a un diácono permanente, tampoco lo hizo Dios con los levitas. No tendría sentido que un diácono permanente trabajara como panadero y que llevara su sotana todo el día.
Pero hecha esta explicación, vemos que a Dios no sólo no le es indiferente el tema de las vestiduras eclesiásticas, sino que Él mismo determina todos y cada uno de los detalles de las vestiduras cultuales, incluso de los calzones: formas, colores, número de prendas, materiales de los que se harán. La idea de que todo esto le es indiferente a Dios, está directamente contradicha por la Palabra del Altísimo.
Pero, en definitiva, la pregunta de antes sigue resonando:
¿qué es el sacerdote? ¿Un mero animador de la comunidad?
¿Un mero trabajador de obras de caridad?
¿Un mero pastor en el sentido protestante?
Si el poder del que dirige una comunidad, proviene de que ha sido elegido por votación por sus fieles, no es necesaria una distinción entre lo sagrado y lo profano. El párroco posee una autoridad sagrada que proviene no de sus fieles, sino de Cristo a través de su obispo.
Autoridad sagrada, porque por ejemplo un gobernante de una nación tiene un poder, una autoridad, pero no es sagrada. Se trata de una autoridad profana, secular, cuyos límites y condiciones vienen dadas por la voluntad popular y la Ley Natural.
sólo busco prestar un servicio a sus hermanos sacerdotes y a algún seminarista que se deje caer por aquí. Si eres sacerdote y las razones aquí expuestas no te han convencido, no seas duro conmigo.

Durante años se han dicho muchas razones en contra de los trajes eclesiásticos, alguien tenía que decir algo a favor. Tú y yo buscamos servir a Dios.

Es lógico que entre los seguidores de Jesús existan opiniones diversas, estilos distintos. Al final, nos encontraremos con Él y nos lo explicará todo. Mientras tanto, amémonos y ayudémonos.
Publicado por Padre Fortea

miércoles, 16 de marzo de 2011

R .P Castellani # 8

HAY PURGATORIO
Ya que estamos en la Ultratumba, seguiré con el Purgatorio, antes de entrar al tema de la Santísima Trinidad.
El Purgatorio es una cárcel que se diferencia del infierno en que es transitorio, pero no en la pena, que es la misma según San Juan de la Cruz; dice que el mismo fuego es el del Infierno, pero eso no es más que una opinión, otros no lo creen así, por ejemplo Franck Dukesnes, un muy docto y gran exegeta de raza judía, que vivió mucho tiempo en Bélgica y creo que vive aún hoy en Francia. Luego aprendió todas las lenguas muertas y cuatro o cinco lenguas vivas, de manera que es muy erudito en lingüística. El dice que en el Purgatorio es el arrepentimiento lo que hace sufrir a las ánimas y en el Infierno el remordimiento, San Juan nos dice que es lo mismo que La Noche Oscura del Espíritu, que es el preámbulo de la oración extraordinaria de los Grandes Místicos. Hay una descripción pavorosa de las dos noches oscuras que pasó: La Noche Oscura del Sentido y la Noche Oscura del Espíritu. Escribió un libro entero sobre ello.
También aquí la Iglesia habla del fuego, pero aquí es purificador de los que son ya santos; de modo que rogamos por ellos y les pedimos rueguen por nosotros. De modo que pueden saber lo que pasa en este mundo por comunicación de Dios, pues de suyo las almas separadas no pueden saber lo que nos pasa si no es por comunicación divina, porque no tienen memoria ni imaginación, ya que son facultades corporales, pero sin duda ninguna Dios les comunica lo que les interesa acerca de sus parientes y de sus amigos y especialmente a los Santos, que son a quienes mas nos encomendamos, de manera que tienen que saber que nosotros les rogamos. Hoy parecería que Dios no comunica a los Santos lo que nos pasa en la Argentina; si no es que lo saben pero no quieren remediarlo hasta el Remediador Supremo, que no estaría lejos.
Aquí pisamos tierra firme, porque estamos en lo temporal, sin el temblor que nos produce la eternidad del infierno, que golpea nuestro entendimiento, que de ningún modo puede abarcarla. El Purgatorio vuelve humana la Revelación Divina y nos pone al alcance nuestros muertos; yo se que allí están, con gran probabilidad, mis abuelos, mis padres, mis hermanos Cachín y Muñeca y mi gran amigo el Padre Julián Saenz; y que puedo comunicarme con ellos: ayudarlos y ser ayudado.
Es artículo de fé, definida por el Concilio de Trento y continúa en la Tradición. El canon 777 condena la proposición de Lutero de que "No existe el Purgatorio porque no está en la Escritura".
Y en el canon 983 define que consta su existencia por la Sagrada Escritura, la antigua Tradición de los Santos Padres y decretos de los Concilios; expresa la conformidad con el culto común y recomienda que no se predique al pueblo cuestiones sutiles, o bien inciertas o que sepan a curiosidad o torpe lucro. Así como en otra clase les conté la anécdota del cura que pretendía que por "un duro" podía sacar un alma del Purgatorio, así había muchas supersticiones y anécdotas sobre él.
Recordaron el pretexto de Lutero: las indulgencias. Las verdaderas cusas de la rebelión del monje sajón no fueron las que puso él en las noventa y dos proposiciones que fijó en la puerta de la Iglesia de Wittemberg; de las que la octava y la decimotercera negaban el Purgatorio (Sesión XXV, 4 de Diciembre de 1563).
ADVERSARIOS:
Todos los protestantes que alegaban que el Purgatorio no está en la Escritura y es una invención de los curas para sacar dinero. Que el Purgatorio nos da dinero, aunque poco, a los curas, no se puede negar. Lo otro, lo de la invención sí.
Lutero negó el Purgatorio de dos modos:
1°) Enseñó que las ánimas no están seguras de su salvación y pueden pecar; después alargó diciendo que pecan continuamente porque desean el descanso y aborrecen el fuego.
2°) Mas adelante negó directamente la existencia diciendo que no estaba en la Escritura.
Las dos aserciones (en rigor la primera era una forma de negar el Purgatorio) fueron condenadas por León X en la bula "Exsurge Domine" del 15 de junio de 1520.
Las indulgencias habían entrado en un abuso grande, ha pesar de lo que diga la Historia de la Iglesia de la BAC, tomo III León X, había promulgado una Bula para juntar plata y acabar la Basílica de San Pedro.
Una de las cosas que dijo Lutero era que el Papa tenía muchísimo dinero y que la Basílica de San Pedro la pagara él. El Pontífice nombró comisario a Brandemburgo, Arzobispo de Maguncia y éste nombró adlátere al dominico Tetzel y no al que esperaban los agustinos.
Una de las cosas que indignó a Lutero, fué que no nombrara agustinos como comisarios de las bulas. Tetzel nombró a innúmeros "buleros", es decir gente que iba vendiendo bulas.
Era exactamente como un comercio, más aún, como un comercio medio torcido, pícaro. Hay la anécdota recogida en el Lazarillo de Tormes de un "bulero" que no le compraban las bulas e hizo fingir como endemoniado al alguacil del pueblo que había hablado contra la bula, pero luego se puso de acuerdo con él y en la misa el alguacil se puso a mover como endemoniado y el "bulero" se bajó del púlpito y le dijo "ve, esto es lo que le pasa por haber hablado contra la santa bula" y luego de hablarle, el fingido endemoniado se calmó y toda la gente comenzó a comprar en grandes cantidades la bula.
El tema se trata también en otras novelas picarescas. Puede ser que Hurtado de Mendoza exagerara un poco para hacer reír, pero lo cierto es que hubo abusos tremendos. ¡Los españoles trataban la corrupción de clérigos y frailes con la risa, hasta que vino con un hacha el cardenal Cisneros. Hasta cuando yo estuve en España, vendían la Bula de la Santa Cruzada, que le llamaban, y uno daba una cantidad de dinero y le dispensaban una cantidad de cosas. Yo no sé si seguirá ahora todavía, espero que no, pues entonces estaban por sacarla. Resulta que una vez un español que había hecho ejercicios espirituales conmigo en Manresa, me dijo: "Dígame, ¿le parece a usted que un hombre puede hacer que sea pecado mortal que se coma carne un viernes y vendiendo una bula puede quitar lo que es pecado mortal?. "No, no puede ser, le dije. Eso es superstición". "Bueno, eso es lo que hacen acá", me contestó.
Las indulgencias pecaron primero por exceso y después por corruptelas. Cuando yo era novicio jesuita me dieron un libro con centenares de oraciones indulgenciadas, con un día, tres días, siete días, siete años, siete años y siete cuarentenas, indulgencias plenarias e incluso una que se ganaba "para la hora de la muerte", es decir que se rezaba ahora y servía para cuando uno se muriera, lo cual era prácticamente como suprimir el Purgatorio.
Yo todavía la rezo, "Señor Dios mío...". Es una oración muy buena, pero no creo que por una oración de tres líneas se me vaya a perdonar el Purgatorio que merezco. Por esas millares de indulgencias, que gané entonces, tururut.
Escritura: 2° Macabeos XII, 43. Después de la batalla victoriosa contra Gorgias, Judas Macabeo reunió entre sus hombres unas 2000 dracmas "y las mandó a Jerusalén para ofrecer un sacrificio por el pecado, hermosa y noblemente, pues de no esperar que los soldados caídos resucitarían, necio y superfluo habría sido rogar por los muertos" . . . sacrificio expiatorio en favor de los muertos para que quedaran liberados del pecado, "Pues santa y saludable es la intención de rogar por los muertos para que sean absueltos de sus pecados" Esto está en la Escritura, de manera que creían Judas Macabeo y los judíos que existía el Purgatorio.
1° Corintios III, IV, "El valor de la obra de cada cual lo probará el fuego. Si la obra resiste. . . Más aquél cuya obra quede abrasada, sufrirá daño. El que no obstante quedara a Salvo, pero como a través del fuego..." Eso dice San Pablo. Es decir que nuestras obras serán probadas por el fuego. De alguno se quemará lo que hizo porque estaba edificado sobre bases endebles.
Mateo, Capítulo XII, 39, "Y el que diga palabra contra el hijo del Hombre se le perdonará; pero el que la diga contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón ni en esta vida ni en la otra". Señal esto de que en la otra vida también habrá perdón. Eso es el Purgatorio.
Lucas XII, 57. "Procura arreglarte con tu adversario en el camino, no sea que te lleve al juez y el juez te entregue al agente y el agente te mande a la cárcel; en verdad te digo que no saldrás de ella mientras no hayas pagado hasta el último... "peso viejo".
La Escritura dice "cuadrante", que serían los pesos viejos de ahora. Por lo tanto hay una cárcel en la cual se paga y se sale. (Jesucristo está hablando de los castigos de la otra vida: el "camino" es esta vida, el "Juez" es el de vivos y muertos, Luego hay otra cárcel, además del infierno, de la cual se puede salir).
Hay otros varios textos menos claros, a saber:
􀂾 Primer Libro de los Reyes, XXXL
􀂾 Segundo Libro de los Reyes, I.
􀂾 Tobías IV, 17.
􀂾 Primera carta a los Cristianos de Corinto, XV, 29. y en todas las sinagogas de antes y de ahora los judíos rezan por sus muertos; y en las misas pro defunctis las ha practicado la Iglesia desde los primeros tiempos.
TRADICIÓN;
Desde San Pedro comienzan las misas por los difuntos, como vemos por las inscripciones de las Catacumbas. Los Santos Padres dan muchísimos testimonios, por ejemplo San Efrén Sirio, en el Siglo IV, pide a sus fieles, que "se acuerden de él al cumplir treinta días de su muerte, porque a los muertos aprovecha la oblación que los vivos hacen" y pone el ejemplo de los Macabeos que hemos visto. San Basilio, en el Siglo IV, San Gregorio Niceno, a fines del mismo siglo, donde aparece la "Oración por los difuntos" y la palabra "Purgatorio", quizá por primera vez.
San Agustín, en el Siglo V, pide a Dios lo salve aún del Purgatorio, diciendo que aquel fuego será más grave que todo lo que el hombre podrá sufrir en esta vida; comentando el texto ya visto de San Pablo en "De Génesis contra Maniqueos", dice que quien no cultivare su campo interior. . . después de esta vida tendrá o el fuego purgatorio o la pena eterna . . .".
Y así muchísimos otros, como por ejemplo San Cipriano (Epist. 10, N° 30), San Jerónimo (Mat. Ill, 12), San Basilio (1, de Sp. Sn. c. 15), San Gregorio Nacianceno (Orat. 39, N° 19), San Cirilo (Jesús Cath, 15, N° 21); San Agustín (Enarrationes VI, N° 3) (y varios otros lugares); San Gregorio Magno (Primun Ps. Penitentialem, N° 1).
Ninguna disensión hubo entre Latinos y Griegos, ni siquiera después del Cisma.–
Habiéndose apartado los griegos en el siglo noveno en un cisma que duró diez siglos, hasta que los bolcheviques lo hicieron trizas. Empezaron con un cisma negarse a obedecer pero luego se plagó de herejías, e incluso en la Iglesia Rusa de aberraciones, hasta que, como dije, los bolcheviques casi la suprimieron, matando a muchos, deportando a otros y logrando que una parte se plegara a ellos, convirtiéndose en una iglesia nacional, como en Inglaterra, pero mucho más mala, porque es una Iglesia Nacional Comunista.
LAS RAZONES DE LOS PROTESTANTES, SON:
1°) "Dichosos los muertos que mueren en el Señor, pues ya dice el Espíritu que descansen de sus trabajos" (Apok. XVI, 13). Los protestantes dicen: "Ven, una vez que mueren descansan de su trabajo".
2°) "Hacia donde cae el árbol allí queda para siempre", dice el Eclesiastés XI, 31.
3°) Muchas sentencias de los Padres, que afirman que después de muertos no hay satisfacción.
4°) Entre el infierno y el cielo no hay lugar medio, dicen los Protestantes. Y hay un lugar medio. Es un error simplemente.
5°) Así como no hay paraíso temporal para los buenos, así no hay infierno temporal para los otros. Acá yerran doblemente, como veremos al final.
RAZÓN TEOLÓGICA O ARGUMENTOS DE CONGRUO O DE CONGRUENCIA:
Llaman argumento de Congruencia a los que provienen de la razón, la cuál no puede probar una cosa revelada, pero puede apoyar o hacer más aceptable una ya probada. Santo Tomás está lleno de esos argumentos, quizá demasiados, casi le da más importancia a esos que a los otros de la Escritura. Porque los argumentos de la Escritura basta con citarlos, pero los de congruencia hay que razonarlos. Santo Tomás era un gran "raggionatore" como dicen los italianos. Y todo eso sin avisar que son solamente congruencias; por ejemplo "¿Era conveniente la Encarnación del Verbo? o bien "Utrum Spíritu Sanctus procedat a Filio" (qu. XXXVI, a 2).
Yo oí exponer en la Cuaresma del 32 a Golía Véneto, el mayor orador que he escuchado después de Mussolini. El Padre Golía predicó en esa Cuaresma un sermón de una hora todos los días, más dos sermones los domingos y concitaba un auditorio inmenso en la Iglesia del "Gesú" en Roma, que es muy grande. Lo podía escuchar pocas veces, porque a la hora que predicaba tenía clase, pero podía hacerlo los jueves y domingos y me quedaba pasmado de la elocuencia de Golía. Yo pensaba, este pueblo está tan cultivado religiosamente que nunca va a perder la fe, pero ahora la ha perdido, la mitad de los italianos son comunistas. Hizo este sacerdote un sermón sobre el Purgatorio y dijo "Vamos a suponer que no existe el Purgatorio. ¿Qué pasa?" "Toda la vida de ultratumba queda reducida al cielo y al infierno y entonces los que se salvan quedan reducidos a poquísimos hombres porque por un lado es cosa segura y revelada que "nada manchado entrará en el cielo, y por otro, vemos por todos lados, siempre o casi siempre a los que mueren morir con pecados, imperfecciones, faltas o defectos de modo que todos o casi todos tendrían que ir al infierno, a menos hubiesen tenido un pariente santo canonizable. Porque nadie puede entrar en el cielo manchado y no podría entrar nadie sino tuviera la forma de purgar sus pecados.
De manera que este era el argumento de Golía: Que se irían muchísimas personas al infierno y pocas al cielo si no hubiere un lugar de purificación. Aquí el predicador hacía una entrada al sentimiento del público, haciéndoles recordar a sus padres, hermanos, hijos, esposos, amigos y preguntándoles si podrían creer que todos esos estaban en el Infierno y si ellos mismos estaban destinados acá abajo; al fin del espléndido sermón de una hora o más concluía que la proposición de Lutero era falsa, más aún, blasfemia.
Otra cosa que quiero añadir acerca del infierno, es una anécdota de Santa Catalina de Siena, debidamente atestiguada. Su padre Jacobo Benin casa, estaba por morir atendido por ella y ella rogando a Nuestro Señor se lo conservase en vida, y recibió de El respuesta (pues Santa Catalina de Siena fué una de las santas más grandes y que mas milagros hizo y que hablaba sobrenaturalmente con el Señor) que para la salvación de su padre le convenía a Jacobo no vivir más; y él advertido aceptó la muerte.
La Santa pidió a su Dueño que le pasase a ella las penas del Purgatorio que debía pasar su padre y al morir éste, sintió un dolor tremendo al costado, que no se le quitó en toda la vida. Después le tocó la hora a la madre, que se llamaba Donna Lapa, y esta tenía horror a la muerte y no quería ni siquiera recibir los sacramentos porque decía que no se iba a morir y así murió. La Santa hizo al Señor una apelación desesperada, le empezó casi a faltar el respeto, diciéndole que cómo se había portado de esa manera después de haberle asegurado que todos los de su casa se iban a salvar y la viejita revivió. Así lo testimoniaron en el proceso de Canonización de la Santa las dos vecinas, Catalina Ghetti y Andrea Vanni, o sea que resucitó; pero hoy sabemos más acerca de la muerte aparente que en aquellos tiempos. El caso es que la Donna Lapa comenzó a mejorar rápidamente, vivió hasta los 89 años y... murió confesada.
Lo serio que es el Purgatorio delante de Dios es evidente por esto, porque no le perdonó siquiera a la Santa los dolores que le correspondían al padre.
Santo Tomás en la Summa enseña que las almas no pueden conocer lo que hacemos o decimos si Dios no se los revela; que están en estado de rezar pero más de ser rezados; un prelado de la Iglesia no puede con su voluntad liberar almas; por una sola misa, aunque se diga que tiene un valor infinito, no se libra un alma, como respondió al Párroco la viuda catalana: la pena del Purgatorio no es mérito sino purificación. A una viuda catalana su marido le había dejado una inmensa fortuna y el cura del pueblo enterado de que, no le había hecho rezar una sola misa y que la gente estaba escandalizada, le preguntó el porqué de ello. La mujer le dijo: Mire Padre: Si mi marido está en el infierno de nada le valen las misas. Si está en el cielo no le hace falta. ¿Y si está en el Purgatorio? Ah, dijo la viuda, es allí donde lo quiero ver.
Los demás son corolarios.
N. B. 1. El purgatorio no permanece, ni tiene duración determinada, sino que terminará en el Ultimo Juicio en que buenos y malos irán a sus moradas definitivas (Definido en el Concilio Florentino y otros).
N. B. 2. Santo Tomás dice que "la menor pena del Purgatorio es mayor que la peor pena de esta vida". Billot lo tiene por exagerado; y San Buenaventura y —siguiéndolo— San Belarmino, dicen que no, que tanto la pena de daño como la de sentido son atenuadas por la seguridad de la visión beatífica que se va aproximando. .
La pena de daño ya saben que es la pena de ausencia de Dios y la de sentido es el fuego. Decimos el fuego; ahora qué es el fuego no sabemos.
N.B.3. ¿Existe el Juicio Particular? o sea de inmediato, después de la muerte corporal ¿se produce la sentencia de vida o muerte eterna o bien al fin del mundo, en la resurrección? Hubo una discusión larga, pues algunos Padres Antiguos juzgaron que hasta la resurrección no se producía la sentencia de cielo, infierno o purgatorio. Pero la Iglesia zanjó la discusión a favor del juicio inmediato o particular con varias definiciones ex cathedra, la principal del Concilio Florentino, en 1438, Eugenio IV, Decretum pro Armenis.
A Frank Dukesnes, que nombré al principio, no le gusta nada esa definición, piensa que hasta el día del juicio final no hay sentencia definitiva. Más debe someterse a la autoridad de la Iglesia, pero lo que hace es atenuarla mucho, como veremos.
Hubo una anécdota curiosa en el Siglo 14 que fué del Papa Aviñonense Juan XXII que no fué el peor de los Papas de la "Cautividad de Babilonia" como se les decía en broma en la Iglesia, porque estaban sometidos a la autoridad de los franceses y fueron todos franceses, pero tampoco el mejor. El cual empezó a predicar la opinión ya demudada de la suspensión de la sentencia hasta el juicio final, pero al fin de su vida, a los 85 años, se retractó, reconoció que había estado equivocado y se volcó por la opinión común, encargando a su sucesor que zanjase definitivamente esta discusión que largamente habían sostenido los teólogos, lo cual hizo Benedicto XII, también francés, por la bula "Benedictus deus" 1336, que es una definición ex cathedra.
N.B.4. Santo Tomás concedió que la felicidad de los salvados es imperfecta, porque les falta el cuerpo, y lo desean; cuanto más los del Purgatorio.. El ya nombrado exegeta judeo francés Alberto Frank Dukesnes, dice que las almas están en un estado innatural, anormal, e incluso violento, lo cual es ir más lejos. Santo Tomás no dijo tanto, sino simplemente que las almas tienen nostalgia de su cuerpo, porque sin él no está completo el hombre, no es hombre en realidad, sino que es un alma. Este exegeta no tiene muchas ganas de que entre en el cielo del todo y entonces todo a lo largo de su libro que se llama "Lo que te espera después de tu muerte", que es bueno, continuamente insiste en que las almas separadas no son el hombre y no están del todo satisfechas. Tuvo que admitir, aún a regañadientes, que las almas salvadas, ya gozan de la visión beatífica "aunque retaceada". Cómo puede ser eso de tener visión beatífica, pero no del todo, no lo sé.
Y pone que ellas pasan por siete tramos, a saber:
1) Carecerán de tentaciones.
2) Verán a las almas perversas camino del castigo por caminos laberínticos.
3) Verán al Creador dar testimonio en favor de ellas.
4) Tendrán un anticipo de la inefable paz de que gozan los que ya están en el cielo.
5) Tendrán la alegría de verse libres de la corrupción de la mortalidad.
6) Se manifiesta la claridad y belleza de sus rostros, como un sol.
7) Tendrán el regocijo del perfecto reposo, al ir apresurados a contemplar la faz de Aquel que han obedecido aquí abajo para recibir una eterna recompensa.
Copio resumiendo el decreto. "Este es el decreto para los que hayan guardado los mandamientos del Altísimo, apenas se vean libres de su envoltura corruptible..." Sin embargo, según Dukesnes comienzan a desear con ardor su "envoltura corruptible". Ha sido el cuerpo un compañero del alma, de manera que el alma lo añora, aunque de hecho le haya dado grandes disgustos. También en realidad el cuerpo las ha ayudado a salvarse y es lógico que quieran recobrar el cuerpo y no saben cuándo lo van a recobrar, porque hasta el Juicio Final no se dará la resurrección de los cuerpos.
Además, según el mismo, los invade un arrepentimiento de sus pecados veniales y mortales ya perdonados que no hay idea en esta vida: "profunda penitencia, arrepentimiento absoluto" Es decir: estando el alma libre del cuerpo sufre muchísimo de arrepentimiento por todos los pecados que ha hecho —incluso los olvidados— porque en el alma quedan marcados todos nuestros actos buenos y malos. Esta espada del arrepentimiento, como la de Anfortas, hiere y sana a la vez. Ella es el fuego del Purgatorio.
Según este exégeta, el fuego del Purgatorio no es el que nos pintan los cuadros con una gran cantidad de personas sumergidas hasta la cintura en un mar de llamas, porque las llamas no le harían nada a las almas, sino es el arrepentimiento que es tan fuerte que se podría comparar al fuego.
Esto será, según el exégeta, en el libro IV de Esdras. Yo no lo he encontrado, pero él dice que tiene un ejemplar mejor del siglo IX. Los libros III y IV del Apokalipsis de Esdras son apócrifos, es decir, están fuera del Canon, ya que los sacó el Concilio de Trento de él, de la lista que creemos que son los libros canónicos; continúan el Libro de los Reyes segundo y narran el reinado de Josías, un Rey de Israel muy bueno. Los otros dos libros son apocalípticos.
¿Cómo hizo la iglesia el Canon? En tiempos de San Agustín ya estaba hecho. Simplemente preguntaron a las Iglesias de todo el mundo cuáles eran los libros que ellas tenían por inspirados por Dios. Aquellos libros que todas las Iglesias o casi todas los tenían como inspirados por Dios, fueron puestos en una lista llamado Canon. El Concilio de Trento sacó del Canon los libros III y IV de Esdras, pero los recomendó y mandó que se imprimiesen como apéndice al fin de la Escritura canónica, o sea después del Apokalypsis de San Juan.
HABRÁ UN FIN DEL SIGLO
Vamos a ver la revelación divina del fin del mundo; o mejor dicho, del fin del siglo; porque el mundo no finirá nunca, pues Dios no destruye nada de lo que ha creado, como dijo por Sap. XI, 25. No aniquilará nada de lo que existe, aunque podría. Esta tierra en que estamos será renovada, y por cierto, por el fuego, al fin del "ciclo adámico", o sea la época de Adán. El universo será renovado, "nuevos cielos y nueva tierra" dice el Apokalypsis y también el profeta Isaías, no por el agua sino por el fuego dijo Cristo. El agua acabó con el orbe habitado o una parte de él en el diluvio, pero el próximo diluvio no será el agua. Pero no hay que alarmarse, porque ese fuego no atormentará a los elegidos.
Los físicos no saben, ni cómo empezó la humanidad, ni cómo acabará; eso lo sabe el Génesis y el Apokalypsis; sino es alguno de los seudo físicos (o sea macaneadores) como Renán, que dice que el Universo perecerá de frío o Darwin que dice que la vida empezó por evolución, lo cual creemos que es falso.
Tengo cinco o seis libros famosos de físicos famosos, Eddington, Einstein, Serrington, Laplace, Eddington otra vez, Whitehend y Galileo y ninguno se mete ni por sueños con el principio y fin del género humano. Más aún, Sherington en "El hombre y su naturaleza" (edit. Alhambra, Madrid 1947) escribe: "Así, la Ciencia Natural trata de evadirse de todo lo que es humano... Observando lo perceptible, el científico intenta sustraerse de las "Causas", de las Fuerzas, de los Tiempos Absolutos, de los Comienzos en el Caos, de la Terminación en la Nada, de la Realidad Ultima, de la Vida, de la Muerte, de la Deidad Personal... para no hablar de lo Malo, de lo Justo, de la Esperanza, de los Temores, etc. La ciencia no es buena ni mala; es falsa o verdadera".
Es decir, los físicos dicen que no tienen que ver nada con la moral que trata del hombre propiamente, de su conducta, de su fin. Hay uno de estos libros que es un monumento —o digamos sobriamente un "clásico"— que compré por recomendación del poeta Paul Claudel, y es "Man's Place in the Universe" de Alfred Russell Wallace (Chapman and Hall, 1903, Ld.). Es una larguísima y definitiva investigación sobre los mundos habitados —o mejor dicho, el mundo habitado, pues del estudio surge con evidencia que ningún otro planeta solar, y mucho menos ningún otro planeta que podría haber en las estrellas, son aptos para cobijar la vida, al menos de los vivientes superiores.
Hizo una investigación astronómica muy profunda usando todo lo que se sabía entonces en astronomía y llegó a la conclusión de que no puede haber hombres en la Luna o en Venus, ni en Marte, ni hombres o animales superiores, como vacas o caballos, ni cualquier otro animal que suplante al hombre o parecido al hombre, racional o por lo menos viviente. ¿Por qué? Porque o no hay atmósfera o no hay otras condiciones necesarias para la vida. El libro es sencillo y sumamente científico.
Lo que lo entusiasmaba a Claudel es que constituye una demostración de la existencia de Dios —indirecta— por el Orden, porque investigando los planetas uno encuentra un orden admirable de la Creación inanimada, hay una especie de artificio o de mecanismo increíblemente sabio de todo lo que da vueltas en el espacio. A mí me gusta porque confirma la revelación de que la Humanidad comenzó y la Humanidad debe terminar.
Comenzó porque en un tiempo la tierra no era apta para la vida del hombre, lo mismo que ahora los otros planetas, y con el tiempo se puso apta. Eddington dice taxativamente, en ''The nature of physical World", que eso pertenece a la religión —a la religión "mistica' dice, o sea revelada. Hay otros dos físicos que sí especulan sobre el fin del mundo: Kirwan, ''Comment peut fini Univers", donde expone la conjetura de Renán que acabará por frío "dentro de 20 ó 30 millones de años a lo más", pero prefiere la versión de San Pedro que acabará por fuego y dentro de poco, por el choque "con un cometa inmenso, como el de 1811" (¿y por qué no por una bomba atómica, digo yo?).
Otro físico más católico que este, Kaye (inglés), toma simplemente la noción de San Pedro y se atiene a ella: "Mas los cielos que ahora son, y la tierra, por la misma palabra creados, están reservados al fuego del día del juicio y la perdición de los impíos. . . Pues llegará el día del Señor como ladrón, en el cuál los cielos pasarán con ímpetu magno, los elementos se fundirán con el calor, la tierra misma y todas las obras que en ella están serán consumidas..." y después dice: "En el llegar del día del Señor por el cual los cielos ardiendo se disolverán y los elementos se desharán por el ardor del fuego... "(II Petr. ni,7, 10, 11) El día del Señor es el día del Juicio en toda la literatura de la Sagrada Escritura, en el Antiguo y Nuevo Testamento .
Pero el anuncio más reverendo del fin del tiempo, que es el llamado Discurso o Recitado Esjatológico de Nuestro Señor, nos ocupará esta clase.
Los profetas del Antiguo Testamento habían predicho reiteradamente el fin de los tiempos, con el nombre de "el día del Señor magno y terrible", o como repite San Pablo: "día de la revelación del Justo Juicio de Dios".
Desde el primer libro, el Génesis, donde Jacob llama a sus hijos (Cap. 47,1) diciendo "Venid, juntaos aquí, que os anunciaré lo que va a pasar cuando se acaben los días" hasta el último libro, donde el Apokaleta termina:
Y el Espíritu y la Novia dicen: ¡Ven!
Y el que escucha que responda ¡Ven!
Y el sediento acuda a recibir Agua de Vida gratis
Dice el que testifica esto ¡Cierto, vengo pronto! —Ya, Señor
Ven Señor Jesús!
Toda la Escritura hormiguea de alusiones al "Día del Señor", sobre todo el profeta Isaías; las cuales culminan en la solemne proclama del Fin del siglo por Nuestro Señor Jesucristo, el cap. 24 de San Mateo, llamado el "Discurso esjatológico" o con más exactitud "El Recitado esjatológico", con jota.

Es el centro de la profecía en la Escritura. Esta profecía que hizo Cristo, es el centro de toda la profecía en el Antiguo y Nuevo Testamento. Es difícil y desconcertante. Parecería que trata una parte del fin de Un Mundo, o sea Jerusalén; o de las dos partes a la vez. Y esto último es la verdad, pero hay que entenderlo. La solución del enigma del cap. 24 de San Mateo es que trata de las dos cosas a la vez, conforme a ese lenguaje profético, que siempre trata de dos cosas a la vez, que llaman el "Tipo" y el "Antitipo".
Un exégeta extravagante imaginó que Cristo trató de los dos sucesos por medio de estrofas en ese recitado diciendo por ejemplo: estos 7 versículos tratan del fin de Jerusalén, estos 12 versículos que siguen tratan del Fin del Mundo y así el resto, como si Cristo hubiese hecho una poesía en estrofas. Trata de las dos cosas, pero de las dos cosas a la vez, no dividido en estrofas. Porque la ruina de Jerusalén fue el tipo del fin del Mundo.
Todos los profetas han descrito un suceso próximo, que era como el símbolo o la figura de otro suceso remoto, que era muy difícil de entender; no lo hubiesen entendido ni creído. De manera que hacían primero la profecía de un suceso próximo, que iba a suceder dentro de 30 ó 40 años y eso iba a ser el símbolo de un suceso que iba a suceder por ejemplo dentro de 20 siglos, como va a pasar con el fin del mundo.
Otro exégeta, Maldonado, muy famoso, después de cansarse reseñando la cantidad de opiniones de los antiguos Exégetas, termina diciendo que él por su parte opina que Cristo dio una respuesta confusa a los que le hicieron una pregunta confusa; solución que adjudica a San Agustín, lo cual dudo mucho; no es digna de San Agustín y mucho menos de Jesucristo. Jesús era el Maestro y no debía responder adrede confuso; y además la pregunta de los Apóstoles no fue confusa sino errónea, que no es lo mismo.
Porque le preguntaron; "¿Cuándo será esto que has dicho?" Es decir, que del templo de Jerusalén no quedará piedra sobre piedra. "¿Y la señal de tu venida?" Creían que la destrucción del templo ocurriría al fin del Mundo. De manera que preguntaron dos cosas diferentes a la vez y Jesucristo les contestó las dos cosas a la vez, haciendo a una figura de la otra. El templo de Jerusalén estaba edificándose en tiempos de Jesucristo, lo había empezado Herodes, y siguió edificándose 40 años más. O sea, casi hasta que destruyeron a Jerusalén.
El año 63 se acabó de edificar y el año 70 un soldado romano le prendió fuego y se acabó para siempre, tanto que el General Tito, cuando vio el desastre que había ocurrido en Jerusalén, después de las matanzas que habían hecho los soldados romanos y las matanzas de los judíos peleándose entre sí, quedó tan horrorizado que dijo: "Yo no he hecho esto, esto lo ha hecho algún dios que está enojado con los judíos".
Jesús les debía haber respondido en todo caso como en otra ocasión: "Erráis, no conociendo la Escritura y el Poder de Dios".
Uno de los Apóstoles, o bien los cuatro Apóstoles principales (Pedro, Andrés, Santiago y Juan) cuando diciéndoles Cristo que "dése templo herodiano que veían construyéndose no quedará piedra sobre piedra" le habían preguntado "¿qué señales habrá de eso, de la ruina del Templo y del fin del Mundo?" les contestó a las dos cosas juntas, haciendo a la más próxima, que estaba a cerca de 40 años símbolo y figura de la remota, que estaba en la lejanía desconocida; desconocida incluso por el mismo Hijo del hombre, como dijo El misteriosamente. Como Dios lo sabía ciertamente, ahora como Hijo del hombre, el nombre que El se ponía como Mesías, no lo sabía, porque no tenía que revelar eso como Mesías ni podía entonces revelarlo, porque el fin del Mundo depende de dos libres albedríos que son: el libre albedrío de Dios y el libre albedrío del hombre.
El Cardenal Newman resolvió esta dificultad diciendo: "No es que no quisiese decir que no estaba en la Revelación preparada por El cuándo sería el fin del Mundo, sino que El, como Hijo del hombre, no sabía el fin del Mundo".

Dios sólo sabía el fin del Mundo. Porque la marcha de la humanidad es como una línea sinuosa o quebrada, que se va aproximando al fin del Mundo y después aparecen Santos o aparece una especie de conversión del Mundo y entonces se aparta la "ira de Dios", quedando más tiempo. Así tenemos que en el siglo XIII San Vicente Ferrer pronunció que el fin del mundo estaba cerca y hasta resucitó un muerto para comprobar al Arzobispo de París que era verdad lo que él decía.
Y no sucedió. Y esto produjo mucha dificultad luego cuando se quería canonizar a San Vicente Ferrer, hasta que uno de los teólogos que se ocupaban de este proceso dijo —No se equivocó, porque el fin del mundo estaba cerca, realmente. Lo que pasa es que surgieron una cantidad tan grande de Santos en Europa (algunos por la misma predicación de San Vicente Ferrer) que Dios prorrogó el tiempo de su ira. Entonces canonizaron a San Vicente y después el Cardenal Newman hizo una teoría de que la humanidad va al fin del mundo en forma de una línea quebrada por la cual está siempre rozándolo, pero cuando los hombres empiezan a portarse bien, cuando no hay la gran apostasía que dice San Pablo todavía, aunque muchas veces empezó y ahora parece que ha empezado, entonces cuando no hay eso. Dios espera porque no quiere que nadie se pierda sino que todos lleguen a penitencia.
Esa es la característica del lenguaje profético, hablar a la vez de dos cosas, una próxima llamada Tipo y otra remota, que llaman hoy Antitipo.
El que llamó la atención sobre esa peculiaridad fue el exégeta Alfredo Fenillet: no se desconocía antes, se había olvidado; recordó a los exégetas el lenguaje prof ético que siempre es doble; fue seguido de inmediato por Bainnel, Billot, Lagrange O. P. y hoy por la generalidad. El profeta Jeremías profetizó a la vez el fin del cautiverio de Babilonia y el fin del cautiverio del demonio por la Redención; el profeta Isaías predijo la vuelta del hebreo a Palestina y la segunda vuelta de Cristo. San Pablo habló de la conversión de los judíos junto con la venida del Anticristo; y Jesucristo predijo la Destrucción de Jerusalén y su Segunda Venida, que no es segunda sino repetición o conclusión de la primera.
¿Está respondido del todo con esto? No, es la mejor respuesta que hay, pero subsisten dificultades: por ejemplo cuando Cristo recomienda la presteza en huir de Jerusalén sitiada, eso no puede aplicarse literalmente al fin del mundo (vers. 1523); porque entonces no se va a poder huir o bien cuando Cristo saca toda esa fenomenología meteorológica de "el sol se obscurecerá, la luna se pondrá color de sangre, las estrellas caerán del cielo" y todo eso, que son metáforas usadas continuamente por los profetas, no se puede aplicar eso al fin del templo de Jerusalén, aunque puede ser que haya pasado algo de eso, pero de suyo se refiere al fin del mundo. De modo que hay dificultades en la interpretación esa, en los dos sentidos, aunque en general sí se puede aplicar a los dos sentidos, como veremos.
Y se puede suponer que son defectos de los cronistas, es decir de los evangelistas, porque al fin y al cabo el Evangelista que más cerca de Jesucristo habló —San Mateo— lo escribió a 30 años después de la muerte de Jesucristo. De manera que no hay que buscar en los Evangelios una perfección total que no puede ser. Tomaron los recitados que habían oído a Jesucristo y retenían de memoria e hicieron recitados con las obras de Jesucristo, estando reunidos en el Cenáculo probablemente, y los hicieron conforme a los usos de ellos y de eso constan los cuatro Evangelios.
Veamos ahora todo seguido lo que profetizó Cristo, añadiendo al capítulo largo de Mateo, lo que hay en Marcos y Lucas.
1° Guerras y rumores de guerras, terremotos, pestilencias y hambre: esto se realizó antes del año 70, según las historias de Josefo y Tácito, que describen un tiempo calamitoso. Pero esto, dice Cristo, es sólo el comienzo de los dolores.
2° Una encarnizada persecución religiosa a los Apóstoles y los cristianos en general; pero de cualquier modo se predicará el Evangelio en todo el orbe. También se verificó. En tiempo de San Pablo se había predicado en todo el mundo conocido.
3° La desolación abominable o la desolación, la palabra de Daniel ya aplicada a la tiranía de Antíoco varios siglos antes. También se verificó ahora, el año 70, aunque es dudoso cuál fue. Ahora en el fin de los tiempos sabemos por San Pablo que el Anticristo profanará el Templo de Dios, entronizándose en él como Dios; y eso es realmente una horrible profanación.
4° Habrá una tribulación tal como no se ha visto desde el Diluvio acá. Esa tribulación se cumplió según la historia de Josefo ("De bello judaico") que después reprodujo Bossuet. Realmente describen algo horroroso. No quedó piedra sobre piedra. El General Tito se asustó de las matanzas; madres que comían a sus hijos acosadas por el hambre y cosas así. Tito dijo: "Yo no he hecho esto. Esto lo ha hecho algún dios que está enojado con los judíos". Y acertó. Porque él no quería que pasara todo eso. Y pasó.
5° Caerán al filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; también se cumplió. Eso no se verificará a la letra en el fin del mundo.
6° Prevención a los Apóstoles otra vez contra los falsos Cristos y falsos Profetas: abundaron antes de la caída de Jerusalén; y abundarán más antes de la del mundo. Digamos que abundan yá ahora.
7° Perturbaciones del sol, la luna y las estrellas: un lugar común de los Profetas, con significado metafórico; se secarán los hombres de miedo y angustia, "las fuerzas uránicas se desquiciarán". La Vulgata Latina dice: "las Virtudes de los cielos se conmoverán", pero el texto griego dice: "las virtudes uránicas se desquiciarán". "Uránicas" significa del cielo, pero significa también un metal con el cual se fabrica la bomba atómica: uranio.
8° Fin: verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes, y los ángeles con trompetas; y congregarán los elegidos desde los cuatro vientos. Juicio Finad y la Resurrección.
La herejía de los "esjatólogos". La secta protestante (o más bien impía) más fuerte deste tiempo es la llamada "esjatóloga" fundada por Wilhem Wrede, alemán, seguida por Wellhausen (Joannes) y sellada por "el Suizo Schweitzer que acabó de liquidar a Jesucristo en su "The Guest of historical Jesus" (publicada en alemán en 1906, traducida al inglés en 1926 y del inglés al español en Buenos Aires, no hace mucho).
Es un libro impiísimo acerca de Jesucristo; la búsqueda del Jesucristo histórico, se llama. La llamada "Escuela Esjatológica" ha ido progresando (o despaturrándose) hasta llegar a dudar de la existencia de Jesucristo en esta forma:
Wrede dijo que el único Evangelio histórico era el de Marcos; pero eso no quería decir que se aceptaran los milagros y todo lo sobrenatural: suprimir todo eso; añadiendo una teoría de la personalidad, medio chiflada, de Jesucristo.
Wellhausen dio un paso más allá, negando que Marcos fuese un libro, siendo una serie de trocitos añadidos y escritos por los primeros cristianos: Marcos fue su coleccionador. En realidad Marcos se guió por los recuerdos de San Pedro. Jesús había creado una nueva idea del Mesías, el cual iba a triunfar después de una catástrofe, al fin del siglo, que lo iba a entronizar a El mismo como Mesías. Esto es lo que enseñaban estos señorea.
Alberto El Suizo le da el golpe de gracia al Jesucristo histórico (cree él) diciendo que ni siquiera Marcos es de fiar, y que hay que investigar de nuevo al Jesús histórico, lo cual él se propone hacer, con total fracaso, pues desemboca en una completa incertidumbre o escepticismo; y al final de su "Encuesta" termina mandando a sus antiguos feligreses luteranos (pues fue un tiempo jefe de la Iglesia Luterana de Berlín) que creen o recreen ellos a Jesucristo en sus corazones practicando la moral que dejó Cristo en el Evangelio, que es una moral provisoria, porque es una moral de tiempo de guerra o de tiempo de viaje, porque Jesucristo creía que el fin del mundo iba a ser pronto y entonces no se ocupó de hacer una moral permanente. Se olvidó por ejemplo de poner que había que tener compasión de los animales, pues ésta era una de las cosas principales, para él, de la moral.
Alberto el Suizo murió hace tiempo y no sé quién es ahora el jefe de los Esjatólogos. Pero leo en un reciente "Comentario inglés de la Sda. Escritura" que esa escuela pasó de moda (en realidad, se agotó) y fue sustituida en la moda (en la novedad) por la Formcritícism (Formgeschichte), la teoría de la estructura, de Martín Dibeluis y Martín Bultman; en Inglaterra Lightfoot, que rechaza no solamente a Marcos sino todos los Evangelios, considerándolos compuestos de una amalgama de unidades independientes, las cuales hay que investigar y escudriñar, por medio de la crítica para ver de qué fecha es cada fragmento y cuál sigue a cuál otro, como un rompecabezas.
A eso le llaman la teoría de la estructura. Es decir, hay que hacer con los Evangelios una especie de descuartizamiento y componerlos de nuevo de acuerdo con esta teoría. Y dicen que son fragmentos independientes que reflejan los pareceres de los primeros cristianos y no tienen nada que ver con la historia.
Bultmann y Dibeluis se golpean entre ellos. Parece que esta teoría es la más avanzada de todas, después de los esjatólogos. Esjatólogos significa la teoría del fin del mundo. Ahora los periodistas y los diccionarios dicen escatología, pero escatología significa pornográfico en griego, de manera que el pobre San Juan Evangelista se convierte en un escritor pornográfico. Scathos significa excremento.
El núcleo desta enseñanza de dementes es que Jesucristo erró, y por ende no fue ni profeta, ni Mesías, ni Dios, ni cosa que se le parezca, y prueban que se equivocó desta manera:
1° Dijo que no pasaría esta generación (ni Su vida) sin que sobreviniese el fin del mundo; y se equivocó.
2° Otro error de Cristo: "El Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada cual según sus obras. En verdad os digo que hay algunos aquí presentes que no probarán la muerte hasta que vean al Hijo del Hombre viniendo en Su Reino" (Mt. XVI, 28); y exactamente con las mismas palabras en Lc. IX, 27.
3° Añaden otros textos disparates como, "Haced penitencia, porque está cerca el Reino de Dios..." (Mt. IV, 17 ó Lc. X, 9). Eso lo había dicho Juan Bautista y lo dijo muchas veces Cristo, pero ellos le dan el significado de que Cristo creía que ya no más iba a venir el fin del mundo, antes de morir El.
La respuesta a estas cavorias la da por ejemplo Billot en su libro especializado "La Parousie" que no trata casi más que de esto; y más brevemente en el tratadito latino "De Novisimis" que fue mi manual en Roma, a saber:
Los "hipercríticos" no leen entero el lugar de San Mateo. En él hay una referencia clara a dos sucesos diferentes, los consabidos typo y antitypo de la profecía, a saber: "en verdad os digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas se cumplan. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero de aquel otro día ahora nadie sabe, ni los ángeles del cielo sino sólo el Padre. . ." Los adjetivos esto y aquel significan diversidad y distancia. Está hablando de dos cosas: de la destrucción de Jerusalén, que no pasaría esa generación sin que la viesen y del fin del mundo que ni El mismo sabía cuando iba a ser. "Ni el Hijo del Hombre, dijo El, sabe cuándo va a ser".
De manera que primero dijo; "estas cosas, no pasará esta generación sin que se cumplan" y después dijo. . . "Pero de aquel día y aquella hora nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo del Hombre, sino sólo Dios.”
No puede decirse más claro. De manera que éstos no quieren entender, no quieren leer bien el Evangelio.
Y para Mayor abundamiento, en San Lucas está lo que llaman "el Intersticio"; es decir, entre la ruina de Jerusalén y el fin del mundo hay un "intersticio", un período de tiempo que San Lucas lo expresa de esta manera: "caerán al filo de la espada, y serán dispersos por las gentes, y Jerusalén permanecerá desolada hasta que se cumpla el Tiempo de las Naciones" 0 sea el día del Juicio de las Naciones, como explica San Pablo ; hasta que las naciones hayan caído en la misma culpa en que cayó Jerusalén, es decir, hayan caído en la apostasía y entonces las Naciones sean juzgadas y los judíos entren en la Verdad —dice San Pablo—.
Además, por San Mateo, Cristo dice que "primero se predicará este Evangelio del Reino por todo el orbe, y después vendrá la consumación". No ha venido todavía la predicación del Evangelio por todo el orbe; hay regiones a donde no ha llegado el Evangelio y aunque algunos se esfuerzan en afirmar que el año 70 ya se había predicado el Evangelio en todo el orbe, es vano. Es cierto que San Pablo dice una cosa que suena a eso; les dice a los Romanos: "Vuestra fe es conocida en el universo mundo", Pero el universo mundo era para San Pablo el Imperio Romano, el mundo habitado y civilizado, Y esa predicación total del Evangelio "Id y predicad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" que será antes del fin del mundo. No sé si será predicado de manera que se formen Iglesias en todas partes, o bien si habrán oído hablar de Jesucristo.
Además, Jesucristo en varias parábolas supone claramente que su Reino va a crecer lentamente y por mucho tiempo, y no va a ser instantáneo o pocos menos, como dicen éstos que El creía. Por ejemplo el Trigo y la Cizaña, el Grano de Mostaza.
El otro texto que ellos aducen como error de Cristo es donde dice que "hay quienes están presentes y antes de morir verán la gloria del Hijo del Hombre". Pero ese término se refiere con toda claridad al milagro de la Transfiguración que los Evangelistas narran inmediatamente después. La Transfiguración es una ligera señal de la Gloria futura de Cristo, o sea de su Resurrección; y eso vieron Pedro, Santiago y Juan.
Billot se da el gusto de hacer trizas a los sofismas anticrísticos destos "hipercríticos"; esos textos tienen siglos de existencia y han sido leídos y manejados por letrados inteligentísimos y no vieron ni notaron lo que después de 20 siglos de repente descubrieron estos cuitadillos.
Realmente, cuando uno alcanza a leer las mismas palabras y discursos arbitrarísimos destos desaforados, se tienta de no creerlos normales.
En fin final, en religión estamos en tiempos muy malos, y por consecuencia en todo lo demás, o si se quiere, en tiempos muy buenos por otro lado, pues estar cerca de cumplirse las profecías, para un cristiano es más bien muy bueno, por mucho que haya que pagar. Eso yo no lo sé, a pesar de que las monjitas de Méjico me tratan de "profeta". En eso no les voy a dar dato, como me dijo el coya cuando le pregunté cuantos dioses había.