sábado, 27 de agosto de 2011

la exégesis bíblica por el R.P Castellani.....


Leonardo  Castellani

6

conferencias inéditas

en torno a la exégesis bíblica
(presumiblemente pronunciadas en la Ciudad de Buenos Aires,
 o tal vez Montevideo, durante la primavera del año 1963)

 


Primera Conferencia
La inspiración


La Biblia, señores, para los cristianos y los hebreos es la palabra de Dios; para muchos sabios es el objeto de arduas investigaciones, y lo ha sido durante 20 siglos; para muchos poetas es un cofre de sublime poesía; y para todos es un asunto que va a ser arrojado a la curiosidad, a la atención y a la discusión pública por el actual Concilio Ecuménico Vaticano—y por los periodistas. Por eso estamos aquí para aprender algo acerca dél.
Leí recientemente estas 6 lecciones en el Uruguay porque me lo pidió un amigo y porque me gusta hablar de la Sagrada Escritura—convaleciente todavía d una operación quirúrgica. Como verán, son lecciones científicas, no son prédicas, de modo que pueden servir a los católicos y hebreos, a los protestantes y aun a los ateos si a mano viene. Han sido propiciadas por esta Parroquia como homenaje al Concilio Ecuménico que va a tratar de la Escritura si no me equivoco y me asombraría muchísimo si por caso no lo hiciera.
Para los católicos y los hebreos, como dije, la Biblia está inspirada por Dios: son los “Libros Sagrados”, hoy día puestos en tela de juicio y sumamente atacados—y defendidos. En ellos se basamenta la fe religiosa de cristianos y hebreos practicantes.
¿Qué significa “inspirados”? Significa que Dios es su causa principal y por eso pueden ser llamados simplemente “la palabra de Dios”. Creemos los católicos que Dios se dignó hacer una revelación a los hombres acerca de sí mismo y para eso empleó esa manera de palabra: “El que hizo el habla, ¿no podrá hablar?”. [1] Sí, pero si habla, su palabra tendrá que ser bastante especial.
¿Cómo hizo Dios para hablar, o sea (técnicamente) cuál es la naturaleza de la inspiración? Este es un objeto de discusión científica o teológica, sobre el cual se han dado todas las opiniones posibles, sin que sea posible una sola más, y se han escrito innumerables libros. Voy a exponerlo dando, primero una paradigma de todas las opiniones, después haciendo la exégesis de una perícopa de la Escritura (porque el movimiento se demuestra andando), y finalmente dando la teoría exacta y verdadera. Me propongo en estas lecciones proceder por ejemplos más que por abstracciones: “breve iter per exempla, longum iter per praecepta”, decía la antigua pedagogía: “breve es el camino del ejemplo, largo es el camino del precepto”.

*
Jesucristo asumió como suya la afirmación de los judíos de que los libros de la Thorah (el Antiguo Testamento para nosotros) eran la Palabra de Dios; y equiparó su propia predicación a la predicación de los Profetas hebreos; y después sus Apóstoles hicieron lo mismo. Este es el hecho.
Y esta es la razón por qué nosotros creemos en la inspiración divina de las Escrituras; y no hay ninguna otra. Esta basta y sobra: Jesucristo el Mesías Hijo de Dios canonizó los libros que llamamos “la Biblia”, palabra griega que significa “los libros”. La Biblia no puede errar porque Jesucristo no puede errar; la Biblia contiene la Revelación divina porque Jesucristo era la Revelación divina. Así que a la pregunta, “¿Cómo entiende Ud. este pasaje de las Escrituras?” la respuesta es: “Lo entiendo como lo entendió Jesucristo”. Esta es la base de la exégesis. “-¿Y cómo lo entendió Jesucristo?”. Aquí viene el trabajo de la exégesis, o sea, la interpretación; de que hablaremos en la tercera lección.
Mi maestro el P. Van Laack decía que en el Nuevo Testamento (o sea en los libros sacros que proceden de Jesucristo y sus Apóstoles) había 3.000 citaciones o alusiones a los libros del A.T. No las he contado, supongo es exacto; mas lo que me interesa es que 15 veces en los Evangelios Jesucristo apela a la Sagrada Escritura contra sus adversarios, dándola como Palabra de Dios: “¿No habéis oído al Espíritu de Dios por boca de Isaías Profeta que dice… (esto y estotro)—y la Escritura no puede fallar?”—dice Jesucristo. Y los Apóstoles continúan la misma actitud. Este es el fundamente inconmovible de la fe católica en la “inspiración” de la Sagrada Escritura. No es el mismo fundamento que tienen los judíos. Pero es fudamento que tuvo el filósofo hebreo Bergson para poner a Jesucristo en la misma línea de los profetas hebreos—y más arriba dellos, por cierto, en su libro “La dos fuentes de la moral y la religión”; el último de los suyos.
Esto basta para decirnos el tesoro incomparable que tenemos entre las manos en los Libros Santos. Si en tiempo de Jesucristo alguien hubiese anunciado al mundo entero que en un perdido rincón del Imperio Romano, la Palestina, Dios mismo estaba habando cara a cara con los hombres ¿no hubiesen acudido innumerables gentes de todas partes a escuchar el mensaje de Dios mismo, directo? Pues hoy tenemos todos por pocos pesos o sin pesos ese mensaje, llamado “la Buena Noticia” , ευβχνγελος, la Hermosa Noticia; y no lo leemos—o lo leemos muy poco; yo confieso que lo leo muchos menos de lo que debería.

*
El lugar más solemne en que Jesucristo canoniza los libros del A.T. es su conversación con los discípulos de Emaús. Estos, llenos de consternación ante la tragedia del Calvario, dijeron al desconocido peregrino: “-¿Cómo? ¿No sabes lo de Jesús de Nazareth? Nosotros creíamos que Dios estaba con Él y que había de restaurar el Reino de Israel… Pero fracasó. Lo han crucificado. Verdad es que algunas mujeres de las nuestras han venido contando que hallaron su sepulcro vacío. Pero…” Este “pero” está preñado desta sentencia: “pero… ¿quién hace caso de dichos de mujeres?”. Jesucristo se enojó, supongo más que todo por este juicio acerca de las Santas Mujeres. “¡Oh necios, y tardos de corazón en creer lo que han dicho los Profetas!”. Y tomando mano, comenzó a interpretarles todo lo que sobre Él estaba en los Libros, comenzando por Moisés hasta el último profeta, Malaquías: a saber, que convenía el Esperado Mesías sufriese y muriese para así entrar en su Reino. Quedaron atónitos; y lo conocieron después “en el partir del pan”; es decir en el gesto inolvidable con que Cristo instituyó la Eucaristía, probablemente.
Cristo no dijo el cómo Dios había hecho para la fabricación de los Libros Santos; aunque le indicó al decir que Dios hablaba “por boca de los profetas”: de donde sacaron los Santos Padres primitivos la otra comparación del instrumento en manos del artista; como San Justino que dice: “a manera del plectro en manos del músico que toca la lira o la cítara”.
 El modo de hablar de los pueblos de Oriente es simbólico: es concreto y no abstracto. Cuando los teólogos quisieron poner en abstracto la “inspiración”, (como es su oficio) inventaron muchas teorías, en realidad todas las posibles (como es su costumbre) ayudados en esto terriblemente por los herejes. Les voy a dar primero las dos teorías-tope, es decir, los dos extremos entre los cuales se sitúan todas las teorías. Son llamados “la dictación” y “la inspiración poética común”. La primera dice que Dios simplemente dictó las Sagradas Escrituras; la segunda que Dios inspiró a los Profetas como inspira a cualquiera poetas. Las dos son falsas.
La dictación fue la primera posición de Lutero, según parece; también de la exégesis judía antigua, la cual hoy día está dividida entre los dos extremos, el extremos racionalista y el otro fanático de la dictación; al cual una secta judía llamada “la Kábala” ha llevado al extremo de la extravagancia; y finalmente muchas sectas protestantes, como por ejemplo “los Testigos de Jehová”. Tengo una revista semanal de esta secta llamada Despertad que se imprime en N. York en 3 millones y medio de copias en todos los idiomas (en mal castellano también, para la América Latina) en el cual se rechaza con indignación el que sea un “mito” el nacimiento de Jesús de una Virgen; se rechaza en virtud de la “dictación”; lo cual los aproxima a los católicos mucho más que la doctrina racionalista de que la Concepción Virginal de Cristo es un “midrash” o sea “mito”; aunque los aproxima en virtud de una idea falsa: Dios no dictó la Escritura, pues entonces no podría haber errores en la Escritura; y hay pequeños errores en la Escritura.
La doctrina racionalista de la “inspiración poética común” equipara los Libros Santos a las obras de Homero, Dante o Lugones, digamos, evacuando por ende dellos toda profecía y desde luego toda inerranacia y Revelación. Pero no podemos llamar “Palabra de Dios” a las obras de Lugones o a la Divina Comedia del Dante. Habría errado pues Jesucristo al llamar a esos libros Palabra de Dios. Naturalmente quien no crea en la Divinidad de Jesucristo tiene que adoptar esa opinión; de la cual veremos mucho en la Conferencia Tercera; se ha vuelto hoy día muy dañina y peligrosa.
De las otras opiniones medias les voy a dar ejemplos principales; algunas son negativas: basta para la inspiración divina que Dios apruebe un libro después de hecho—dijo el gran teólogo católico llamado Leonardo Lessio y el protestante Haneberg; como la Iglesia aprobó los Evangelios y Jesucristo aprobó el A.T. y esto haciendo, los hizo palabra divina. Parecidas a estas son: la opinión de Holden y John, de que Dios simplemente providenció que el hagiógrafo o profeta no cometiese ningún error grave, dijo Mons. D’Hulst, y otros; es decir un error en materia de fe y de moral; y finalmente la famosa teoría de los “obiter dicta” del Cardenal Newman, que dio tanto trabajo al Concilio Vaticano; o sea que Dios no inspiró las cosas dichas de paso: “by and by”, dice Newman, o sea, en latín, “obiter dicta”: Dios inspiró solamente las cosas importantes. Esta teoría salva la dificultad de los errores de la Escritura, pero efectúa una especie de disección en ella, por lo cual son llamados justamente “viviseccionistas”. ¿Quién nos va a dirimir cuáles son las cosas “dichas de paso” y cuáles “dichas de asiento”; ¿y cuál es el criterio para distinguirlas?—Lo que diga la Santa Madre Iglesia, dice Newman. Pero la Santa Madre Iglesia en 20 siglos no ha definido una sola vez que una cosa escrituras el “dicha de paso” y no está inspirada por Dios; ni lo va a hacer nunca.
Todas estas explicaciones negativas (aunque sea en parte) se estrellan contra la expresión “Palabra de Dios”. Si yo apruebo un libro no por eso el libro es palabra mía. Si del libro “El Estado Comunitario” de Jaime María de Mahieu yo digo que no hallo una sola frase que sea errónea (como de hecho lo dije) no por eso el libro es mío ni yo soy el autor dél; y Mahieu solamente mi boca.
Otras opiniones dicen que la Escritura es inspirada por Dios porque contiene profecías cumplidas (segunda posición de Lutero) o porque contiene una moral superior a todas, o porque contiene poesía sublime. Es conocido el discurso sobre “La Biblia” de Donoso Cortés que nos hacían aprender de memoria en el Colegio; el cual aduce estos tres criterios:

Hay un libro, tesoro de un pueblo que es hoy fábula y ludibrio de la tierra y que fue en tiempos pasados la estrella de Oriente, en el cual han venido a beber su divina inspiración todos los poetas de las regiones occidentales del mundo… este libro es la Biblia, el Libro por excelencia.
En él aprendió Petrarca a modular sus gemidos; en él vio Dante sus terríficas visiones; de aquella fragua encendida sacó el poeta de Sorrento los espléndidos resplandores de sus cantos. Sin él Milton no hubiera sorprendido a la mujer en su primera flaqueza, al hombre en su primera culpa, a Luzbel en su primera conquista, a Dios en su primer ceño… y para hablar de nuestra España ¿quién enseñó al maestro Fr. Luis de León a ser sencillamente sublime? ¿De quién aprendió Herrera su entonación alta, imperiosa y robusta? ¿Quién inspiraba a Rojas aquellas lúgubres lamentaciones, llenas de pompa y majestas y henchidas de tristeza…? ¿En cuál escuela aprendió Calderón a remontarse a las eternas moradas sobre la pluma de los vientos?
Etcétera. Por supuesto que el joven marqués de Valdegamas no excluye el criterio principal de por qué la Biblia es la palabra de dios, el cual criterio es el testimonio de Cristo; pero se atardaba oratoriamente en estos criterios secundarios, que ellos solos no bastan a probar la Escritura es la palabra de Dios, aunque inclinan el ánimo a aceptarlo así.
Esto dicho, voy a hacer la exégesis de un pasaje de la Escritura, la Mujer Parturienta del Apokalipsis para preparar el terreno a la exposición de la verdadera naturaleza de la inspiración divina de los Libros Santos—según los católicos; diciendo primero los dos primeros principio de la exégesis bíblica que son en sí mismos evidentes:

       La literatura oriental es simbólica.

       Hay que interpretarla siempre literalmente a menos que sea imposible. Es la llamada “regla de oro” de San Agustín. La interpretación alegórica, traslaticia o moral, viene después.

   En el Apokalipsis, capítulo XV, hay una descripción impresionante de la lucha entre un Dragón y una Mujer; la cual da a luz un hijo que es llevado al cielo y ella después aislada en el desierto. Es evidentemente un símbolo. ¿Símbolo de qué? O de la Virgen María, o de la Iglesia Católica, o de Israel. Decimos que es un símbolo de Israel; pero del “Israel de Dios” (como dicen los Santos Padres), que en cierto modo comprende los otros dos términos.

(Lectura del texto e interpretación)

Tenemos que saber la naturaleza verdadera de la inspiración de Dios, porque todos tenemos que hacer exégesis—sencilla—por lo menos cuando leemos el Evangelio o nos lo leen en misa; tenemos que entenderlo bien y no mal.
Dios inspiró a los profetas y hagiógrafos de modo semejante a cómo inspira a los poetas, pero en un plano superior: esta es la natura de la inspiración de los Libros Santos. Esto está dicho por Cristo cuando dice que Isaías fue la boca de Dios y San Justino cuando dice que los profetas son como la cítara de un citaredo; es decir, un instrumento.
Los filósofos tienen una doctrina muy importante acerca del “instrumento”; o sea, acerca la causa principal y la causa instrumental, como ellos dicen. El efecto procede todo de las dos causas, y procede todo de ambas causas, por no totalmente “totum sed non totáliter”. Un pintor pinta un cuadro con un pincel como instrumento, lo pinta todo; no se puede decir que en un cuadro de Rembrandt el pincel hace las sombras y el pintor hace los vivos, todo el cuadro lo hacen el pincel y el pintor, no hay una sola pincelada que no proceda de ambos; pero naturalmente el cuadro es la palabra del pintor y no del pincel; el cual solamente la transmite; sólo que en el caso de los profetas la transmisión no es mecánica, es un pincel vivo; de modo que es mejor la metáfora de Cristo: “una boca” que la metáfora de Justino “una cítara”.
Así que Santo Tomás se contenta simplemente con decir que los Profetas fueron “causa instrumental” de los Libros Santos; pero así como el pincel influye en el cuadro solamente con su propia naturaleza, pues no es lo mismo el cuadro si el pincel es ancho o es fino, no es lo mismo si el pintor pinta con espátula o con brocha, así en el Libro Santo están las características del Profeta, está su estilo, su educación, sus conocimientos, su ambiente e incluso sus errores, si Dios no consideró necesario eliminarlos; así Isaías, que es un noble de la corte del Rey Osías, escribe elegantemente; y Amós, que es un pastor de las llanuras de Thekôa, escribe rudamente. Porque esa es simplemente la manera general de Dios al obrar sobre los hombres; no destruye sus naturalezas—¿por qué las va a destruir si Él las creó?—obra a través dellas estando dentro dellas. Es lo que dicen los teólogos: que lo sobrenatural supone lo natural, y que la gracia no destruye la naturaleza sino que la completa y la eleva. Si Dios hubiese dictado la Escritura, hubiese eliminado al hombre, su instrumento.
Dios eleva al poeta sacro al plano de lo sobrenatural; y en esto se diferencia de los poetas profanos, en lo cuales la acción de Dios no es inmediata y directa, sino mediata e indirecta. Dios levanta al poeta sacro a una altura o cima, digamos, desde donde ven cosas que el hombre natural en su propio plano no puede ver. El Profeta es consciente de que está hablando en nombre de Dios y con la luz de Dios; pero bien puede ocurrir que el profeta no sepa todo lo que Dios está diciendo por medio dél; y así vemos que los antiguos profetas hablan de las dos venidas del Mesías sin distinguir a veces la una de la otra—la fundación de la Iglesia y la Parusía—, que son el typo y el antitypo; que son los dos objetos de toda profecía, como veremos; que los alemanes llaman con exactitud Zeich y Gegenzeich, o sea “figura” y “contrafigura”. Así también los Evangelistas en el Sermón Esjatológico de Cristo hablan a la vez de la Ruina de Jerusalén y el Fin del Mundo sin distinguir entre los dos sucesos—el typo y el antitypo—, sin distinguir claramente, diré, porque en San Lucas hay una palabra que indica dos sucesos semejantes separados por un largo intersticio.
El Profeta es pues una cítara, pero vital, racional y sobrenatural; y su inspiración aunque no es la misma que la del poeta profano, es semejante a ella, only better, solamente superior. Los poetas dicen que alguien los inspira, la Musa, se sienten superiores a sí mismos, no es ya Homero el que canta, es la Musa:

Canta, Musa, de Aquiles de Peleo
La venganza funesta, la ira cánta
Fuente de males para el bando aqueo
Por voluntad de Jove sacrosanta
La que de fuertes héroes al Leteo
Tantas almas mandó con furia tanta
Y de cuerpos llenó sierras y llanos
Pasto de buitres y festín de alanos.  

¿Qué es lo que le pasa al poeta entonces; o sea, cómo se hace un poema? El poeta es herido por una emoción intensa que le viene de las cosas sensibles y le llega al fondo del alma; se produce en consecuencia en el fondo del alma una especie de vacío inefable donde flotas las imágenes que provocaron la emoción; así como un chisporroteo de imágenes y palabras sueltas. El poeta quiere expresar ese conocimiento cálido que tiene, transmitirlo a otros; no como él es, porque es imposible, sino fabricando una especie de artefacto o maquinaria de palabras que sirva para descargar en los oyentes una emoción y un conocimiento semejantes; y empieza a elegir imágenes, esta quiero esta no quiero, y tomando los útiles del oficio, el idioma, el verso, la rima, el metro, la estrofa y los modelos de otros poemas que a él le gustan, produce ese artefacto de palabras. Yo lo sé porque he escrito poemas aunque sean malos, como estima mi amigo Roque Aragón; y otros; pero sobre todo lo sé por la confirmación de un gran poeta francés, Paul Claudel, que hace de su propia inspiración un análisis parecido. Después de unos días uno relee el poema y le parece que no ha sido él el aturo, que si quisiera escribirlo ahora no podría. Por eso los poetas dicen que es un dios o una diosa, para Homero y para Virgilio la Musa Calíope, hija de Apolo:

Musa, mihi causas mémora quo númine laeso
Quidve dolens regina deûm tot vólvere casus
Insignem pietate verum, tot adire labores
Impulerit. Tantæne animis coeléstibus irae?

Eso mismo hace Dios con el poeta sacro, pero en forma directa y sobrenatural: hace de musa. Todo lo que hay en el libro procede del Profeta y de Dios, todo está inspirado pero no todo igualmente; porque así como en un poema hay palabras esenciales y otras accidentales (e incluso en los malos poetas hay palabras de relleno—o sea “ripios”) así en la Sagrada Escritura todas las palabras son inspiradas por Dios pero no todas igualmente, o sea, con igual importancia. “El perro que salió al encuentro de Tobías joven iba meneando la cola”—dice el libro de Tobías. ¿Eso también lo inspiró Dios? ¿Por qué no ¿ Inspiró todo al colocar al profeta en el plano de la excitación religiosa, o sea, del entusiasmo: también Homero dice que el perro de Ulises, Argos, movió la cola al verlo; y después describirlo en 30 hexámetros, cuenta que cayó muerto de alegría al ver a su amo; en dos soberbios hexámetros, llenos de música:

Дργον δ΄αΰ ηατά μοίρ΄ Ёλαβεν μέλανος Οανάτοιο αύτίή ίδόντα ΄Οδυσήα έειηοττώ ένιαυτώ

o sea,

Pero a Argos envuelve de la muerte la negra sombra
Apenas después de veintaños conoce a Ulises.

Estos son versos tan inspirados, o sea, hermosos, como el resto del pomea; y lo mismo la cola del perro de Tobías; anoser que ella sea un ripio, como puede ser; ya veremos en qué sentido: en el sentido de un “clisé” de estilo oral.



*



Segunda Conferencia
El estilo oral

  
Los Libros Santos están en estilo oral—es decir han sido primero recitados y después transcriptos. Este es un descubrimiento muy importante para el estudio de la Escritura, hecho por el Padre Jesuita Marcel Jousse (mi maestro en París) en 1932, que hoy día ha penetrado lentamente en Alemania e Inglaterra, muy poco en Francia y casi nada en España.
Expondré en esta lección lo que no dije en la Introducción de mis Comentarios al Evangelio; es decir, el fundamento científico del estilo oral. Tomaré como apoyo una pregunta que me hizo un joven, vendedor librero:

-   ¿Cómo escribió Jesucristo?
-   Jesucristo no escribió.
-   ¿Cómo tenemos entonces los Evangelios escritos?
-   Transcriptos, más bien que escritos.

Y le informé que los Evangelios primeramente habían sido recitados.

-   Entonces todo el Cristianismo queda en el aire—dijo él.
   
Vamos a dejarlo en el aire por un momento y después asentarlo de nuevo, explicando como surgieron los Evangelios con lo cual su autenticidad, en vez de quedar arruinada, como él decía, queda robustecida.
Cristo no escribió los Evangelios, ni tampoco los dictó a Mateo, Marcos y Lucas; no los dictó sino en un sentido muy especial. El primer Evangelio, el de Mateo, fue transcripto unos 7 años después de muerto Cristo; quizás un poco más, pero no más de 18 años; el último Evangelio, el de Juan, unos 40 o 50 años. ¿Y entretanto? Entratanso se trasmitieron por “tradición oral”.

-         ¿Quiere decir que los fueron aprendiendo de memoria unos de otros?

-         En cierto sentido, sí.

-         Pero eso es insegurísimo; realmente si la fe cristiana de que Cristo es Dios se basa en esos 4 folletos…

-         En efecto, se basa en esos 4 folletos; no tenemos otros documentos sobre los dichos y hechos de Jesús de Nazareth. Pero no son insegurísimos: todo lo contrario.

¿Cómo han llegado a nosotros estos singulares folletos que han hecho tanto ruido y efecto en el mundo? ¿Cuál ha sido la forma de su composición? ¿Y cómo prueba Ud. todo eso? Marcel Jousse probó su descubrimiento en forma estrictamente científica en una “memoria” bastante dura de leer intitulada “El estilo oral rítmico y mnemotécnico en los pueblos verbomotores”.     
Vamos a apurar más la objeción del joven librero con un ejemplo: supongamos que hoy se escribiera una vida de Hipólito Irigoyen por un autor que ni siquiera pone su apellido, firma Gabriel o Robustiano; en ella no hay referencia a ningún documento, todo son conversaciones de Irigoyen con el autor; en ella se narran algunos hechos de Irigoyen enteramente extraordinarios; pongamos que una vez hizo parar la lluvia con una palabra o paralizó con un grito a los soldados del General Uriburu.
Supongamos más: que todos los documentos acerca de Irigoyen hubiesen sido aniquilados, la fe de bautismo, el diploma de abogado, la colección del diario “La Época”; y de todos los diarios donde hay una mención de Irigoyen.
Supongamos más aun; no se ha escrito 7 años después de su muerte, sino 50 años; y todo el que lee ese libro está obligado a creer ese libro, a pagar un impuesto del 60% de todos sus bienes al partido Radical del Pueblo, y a morir por ese partido, si fuere necesario.
Esto es lo que aparece a los ojos del librero al considerar los Evangelios. Evidentemente ese libro sobre Irigoyen no podría ser creído, no tendría autoridad. ¿Y qué habría que pensar si medio mundo o más lo creyera? Que medio mundo o más se había vuelto loco. Así a aparecen a los ojos del librero los católicos.
Vive, como todos nosotros, en el mundo del estilo escrito; pero… ha existido otro mundo diferente, el mundo del estilo oral, del cual quedan rastros y muestras, incluso en la lengua de los niños, de los borrachos y de algunos locos; y también de los grandes oradores y los grandes poetas. Por medio de la ciencia—por medio de investigaciones científicas muy prolijas y cumplidas, podemos salir desde mundo al que estamos acostumbrados y trasladarnos por un momento al mundo palestino de hace 2.000 años, al mundo del Rabbí Jeshuª ben Nazaret, que pretendió el título que es su nombre, Salvador, “Jeshuª”.
Imaginemos estar en el cerro llamado “los cuernos de Hattim”, en una quiebra de las montañas que circundan el lago Genezareth, el año 31 o 32 de nuestra era. Hay un hombre vestido de blanco sobre uno de los dos “Cuernos” o mogotes roqueños, que puede ser visto por la muchedumbre situada al pie, en el “Valle de la Paloma”. El hombre tiene el lago a sus espaldas y las suaves colinas que lo rodean; a su frente la cumbre lejana y nevada del monte Hermón; a su izquierda Nazareth y el monte Tabor, a su derecha la ciudad de Bethsaida Julia.
Los que lo seguían estaban en grupos de pie, y sentados como podían, en las anfractuosidades de las peñas; podían ser 5000 hombre, quizás más quizás menos, pero no menos de 1000: “turba multda”, es decir, muchedumbre grande, venida de todas parte de Judea o de fuera de Judea. Vistas las fotografías que tenemos del lugar, es imposible a un hombre, aunque fuera un Esténtor, hacerse oír a gritos hasta la falta del mogote, como piensa José María Bover; y no hay otro lugar en toda Judea más propicio para hacerse oír que esta especie de púlpito natural. La pregunta: “¿Cómo predicaba Cristo a esas muchedumbres que nos describe el Evangelio?” Hasta hoy era una preguntad incontestada, era simplemente incomprensible. ¿Cómo predicaba? ¿A gritos? ¿Con altoparlante?
El hombre vestido de blanco con una vincha roja en las sienes sobre el turbante se puso de pie e hizo el signo de que comenzaba el “Sermón del Monte”, que decimos nosotros; en realidad, su Recitado-Improvisación-Oral”. “Abrió la boca” (άνόίξαν τα στόμα) dice el Evangelio; y si habló, naturalmente abrió la boca; pero esa expresión significa el signo convencional con que el recitador indicaba su comienzo, o pedía atención. Y pausadamente, moviéndose rítmicamente, dijo esta cantinela:

“Dichosos los que tienen alma de pobres
Porque dellos es la Malkûtha (el Reino)
Dichosos los sufrientes
Porque son ellos quienes serán consolados
Dichosos los dulces
Porque ellos heredarán tierras
Dichosos los hambrientos de justicia
Porque ellos serán saciados
Dichosos los piadosos
Porque ellos alcanzarán piedad
Dichosos los limpios de corazón
Porque son ellos los que verán a Dios
Dichosos los hijos de la paz
Porque serán llamados hijos de Dios
Dichosos los perseguidos por la causa del bien
Porque dellos será la Malkûtha (el Reino)
Dichosos seréis cuando os persigan
Y os calumnien
Digan las peores cosas mintiendo
Contra vosotros por mi causa
Alegráos y saltad de gozo entonces
Pues vuestro premio es grande en la Malkûtha
Porque igual hicieron con los profetas
De antes de vosotros.”

Son las ocho bienaventuranzas, la apertura u obertura del Sermón Montano. Los que las oyeras por primera vez—pues nosotros estamos aburridos de oírla—no necesitaron intérpretes, porque eran ellos los allí aludidos, los pobres, los dulces, los perseguidos: oyeran una especie de poemita sencillo  que se abre y cierra con una misma palabra, la “Malkûtha”, palabra mágica para los hebreos: el Reino del Mesías; poemita en cuyo interior hay una especie de juego de palabras—“los hijos de la Paz / los hijos de Dios”—de repeticiones, de antítesis, un delicado ritmo y un delicado artificio que lo hacía sumamente fácil de retener de memoria.
Jesús se sentó de nuevo, y se levantaron los Doce y repitieron ante el Maestro al pie de la letra (al pie de la voz) el Recitado; y después, bajando de la cima, se repartieron entre los grupos; y entonces se levantaron uno o dos de cada grupo—los jefes del grupo—: repitieron ante los Apóstoles el recitado y se distribuyeron a su vez entre los otros grupos. Al poco rato el recitado estaba memorizado por centenares u centenares de oyentes. Esta era la “imprenta” de los antiguos pueblos de estilo oral.
Vueltos los Apóstoles, Jesús se levantó de nuevo y profirió otro recitado:
“Habéis oído que fue dicho a vuestros padres:
No matarás
Y el que mate será reo de pena capital.
Yo empero os digo
No insultarás…”

Etcétera: el recitado de la “Corrección de la Ley” o “Compleción de la Ley”, atravesado de arriba abajo por la palabra broche: “decir”: “fue dicho, yo digo, el que diga”…
Así se produjo el Sermón del Monte en un día entero o en varios días—el cual está resumido en el Evangelio de Mateo, puesto por escrito unos 8 o 9 años después. Los Apóstoles llevaban memorizados en sus cabezas—en sus músculos laringobucales—los Recitados del Maestro y los recitaban a los grupos de gentes que se lo pedía: era su oficio. Ese era el “Apostolado”—bien diferente de los “apostolados” de hoy día. Apóstol significa “enviado”; es decir, depositario de un mensaje inviolable y autorizado por el autor del mensaje.
¿Cómo se prueba que esto fue así?
Como les dije, hoy día existe todavía este sistema: aunque exista en forma imperfecta, juntando las diversas formas imperfectas se sacó en limpio el sistema completo, el cual fue una verdadera institución en todos los pueblos antes de la introducción de la escritura, el documento y el libro. La prueba experimental la hicieron los etnólogos, los exploradores, los misioneros, los lingüistas con muchísimos idiomas y lugares, cuyos testimonios juntó pacientemente el P. Jousse en su “Memoria”; pero la ciencia no quiere saber solamente los hechos sino principalmente el por qué; y entonces surgió una teoría genial acerca del Lenguaje humano, que Jousse bautizó “la psicología del gesto”.
Los idiomas de los hombres son el producto de una evolución de la expresión natural humana (la cual no es animal solamente, sino animal-intelectual), evolución que tiene tres estadios: el estilo manual, el estilo oral y el estilo escrito. Y el principio de esa evolución es el “gesto”.
¿Qué gesto?
El gesto tomado en su sentido más general.
Si estudian Filosofía en el Instituto Nacional del Profesorado, en Primer año les enseñarán el Origen del lenguaje en esta forma:
“Los Tradicionalistas, como el Conde de Maistre, pretenden que el lenguaje lo enseñó Dios a los hombres.
Los Positivistas enseñan que el lenguaje viene de una convención o convenio.
Max Müller dice que el lenguaje viene de una onomatopeia o imitación.
Los darwinistas dicen que el lenguaje es una transformación de los gritos y gruñidos bestiales de nuestros antepasados los monos…” Etcétera.
El lenguaje viene del Gesto. En el principio era el Gesto. Los gestos de la cara llamamos “muecas”, los gestos de la mano “ademanes”, los gestos de todo el cuerpo “actitudes”, y además existen gestos fónicos, de las cuerdas vocales, laringe, lengua, paladar y dientes, la “voz”. Llamamos a todo esto con el nombre general de “gesto”: etimológicamente la palabra tiene ese significado; de los verbos gésere y gestare: en latín se llama gesto a todo el comporte humano, incluso las facciones de la cara; en castellano antiguo a la cara llamaban “gesto”—hombre agestado, malgestado, biengestado…

Virginibus tiriis mos est gestare pharetram”

dice la Reina Dido en Virgilio, “Las muchachas tirias estamos hechas a gestar el carcaj”—a llevar el arco y la aljaba a la espalda.
En suma, “gesto” significa la cara y el ademán y la actitud y el movimiento y el porte—y por extensión también los “hechos” del hombre: gesta Dei per francos, los hechos de Dios por medio de los francos; “cantar de gesta”, canción de las hazañas; la gesta de la Independencia; gestación, gesticulación, gestionar, gerundio—la palabra ha ido ramificándose hasta llegar a “gerente”, el mánager de los ingleses, el que maneja con las manos.
Pero hay mucho más. Hay gestos internos que expresan nuestras emociones y son a la vez causa material o soporte dellas: echaba fuego por los ojos—la cara se le endureció—tiemblo de sólo pensarlo—los ojos se le reviraron—se me heló la sangre—se me puso la piel de gallina—se me aflojaron las piernas—se me pusieron los pelos de punta—se me derritieron las entrañas—se me hizo agua la boca—se me pudre la sangre—me castañetearon los dientes—se me nubló la vista—solamente el verlo me enferma—no lo puedo ver—me saltó el corazón de gozo—me da en el estómago—me revuelve las tripas—me quedé mudo—me dio un choque en todo el cuerpo… todos gestos internos.
“Me dio un choque en todo el cuerpo”. Si oigo un portazo imprevisto, o un tiro, se estremece todo mi cuerpo. ¿Está seguro Ud.? Está equivocado. Vibra todo el cuerpo lo mismo, pero tan tenuemente que no llega a la conciencia. Eso lo probó el psicólogo Feré por medio de la balanza de Mosso y lo había descubierto antes Maine de Biran. Toda sensación, por tenue que sea, es una vibración, es decir, un gesto. Se creía que la vista era una excepción, la visión parece estática, una cosa como un espejeo o una fotografía. No. El Dr. Nuel ha probado que la visión está calzada sobre delicadísimos movimientos musculares y nerviosos, un “haz de reflejos cerebrales”, que dicen hoy; pero no solamente cerebrales—también musculares. ¿Pensamos con el cerebro? No: pensamos con todo el cuerpo; y decimos que algunos piensan solamente con las patas—o con el estómago. “No hay una sola dracma del cuerpo del hombre que así como vive, no piense”. La gente ruda tiene una religión “somática”, es decir, no tener el sentimiento religioso sino por medio de movimientos, por ejemplo, andar de rodillas desde la puerta de la catedral de Catamarca hasta la imagen de la Virgen del Valle, cosa que algunos sacerdotes prohíben. El sentimiento religioso también tiene tres estadios, somático, psíquico y pneumático.
La psicología experimental ha venido a dar la razón a los antiguo que decían “la vida es movimiento”:vita in motu decía Aristóteles; es decir, es gesto. El placer, por ejemplo, es la conciencia de una dinamogenia armoniosa—el dolor es la conciencia de una dinamogenia inarmónica; y el lenguaje es una dinamogenia dirigida y significativa: algunas mujeres no pueden pensar sin hablar; y algunos varones también. Una especie de danza continua y maravillosa es lo que llamamos vida; y el tambor es el corazón. Por eso la danza es la primera de las bellas artes y de donde salieron todas las otras; y el origen del lenguaje es estadio manual rítmico e imitativo.
El gesto vital humano se compone de explosión energética, significación, imitación y ritmo. Si buscamos cómo se arregla el cuerpo para producidor movimientos, el método es siempre el mismo. Consiste en utilizar ciertas sustancias que se pueden llamar explosivas, y que, semejantes a la pólvora, no esperan sino una chispa para estallar. Hablo de los alimentos, especialmente de las substancias ternarias, hidratos de carbono (el azúcar principalmente) y grasas. Tenemos una suma de energía almacenada, presta a producir movimiento. Esta energía ha sido gradualmente, imperceptiblemente robada al sol por las plantas; y el animal que se nutre de una planta, o de otro animal que se ha nutrido de una planta (como cuando comemos gallina) hace simplemente pasar a su cuerpo un explosivo que la vida fabricó almacenando energía solar. Cuando hace un movimiento, libera la energía almacenada… Esto nos dice la química biológica. Esto es el cuerpo del gesto, lo que llamaremos “explosión energética”. El alma es su sentido o significación; y el hombre por su intelecto es capaz de percibir ese sentido; y así en vez de decir “tuve miedo”, dice “se me pusieron los pelos de punta”.
El hombre es capaz de más: es capaz de dar adrede un sentido a sus movimientos en orden a decir cosas; es decir, es apto a representar, a mimar. El hombre es el animal más imitador que existe, dice Aristóteles; y de allí—añade oscuramente—nació la poesía. Y todos sus gestos están sujetos a una ley absolutamente universal, que rige desde los movimientos de los astros hasta el latido del corazón, que llamamos el “ritmo”: que no podemos definir anoser con la palabra “medida”, una cierta medida, y el hombre es capaz de darse cuenta del ritmo y buscarlo apropósito, y de ahí nace otra vez la poesía, la música, el canto, y la danza que es combinación de las tres cosas (el pericón con relaciones) y después el estilo oral, que también es combinación de las tres cosas. De modo que, científicamente, los movimientos expresivos del hombre (y todos lo son en algún modo) o sea sus “gestos”, constan de 4 elementos, dos esenciales, el cuerpo y el alma, explosión energética y sentido; y dos propiedades, el ritmo, propiedad del cuerpo, la mímesis, propiedad del alma.
Primero, teóricamente, fue el estilo manual y corporal; digo teóricamente porque la fonación, el gesto fónico, existió siempre al mismo tiempo, y nunca existió el estilo manual puro, anoser en los sordomudos. Pertenece a la prehistoria del lenguaje, no existe más, aunque existen sus rastros por todas partes. De hecho existen tribus de pieles rojas (el P. Jousse viajó a Norteamérica a estudiarlas) que no pueden hablar de noche si no encienden una hoguera: su lengua se compone de una mistura de ademanes y de sonidos; y estoy por pensar que a los napolitanos y a los judíos les pasa lo mismos. Pero, ¿para qué ir tan lejos? ¿No han visto a una orador, Mussolini, el P. Golía, el dominico alemán Gozzano? La fuerza extraordinaria de su palabra, esa especie de magia o magnetismo, viene de que el cuerpo la acompaña en todo, como si fuese una sola cosa, como de es, o debería ser; es la expresión completa, conocimiento y emoción a la vez. El gran orador danza su discurso. Mussolini se movía poco, pero se movía como un león. Hitler en cambio bailaba literalmente, parecía italiano. El mal orador, el orador de estilo escrito, mueve los brazos o la cabeza al rumbo, sus gestos nos más que descargas de nerviosidad sobrante y sus palabras no encarnan en esos movimientos monótonos, tiesos, envarados, a veces ridículos. Vi a un “gran predicador” en Mendoza que para notar su sermón estaba bien hecho había que cerrar los ojos.
Los niños son un manojo de gestos naturales, que hay que encauzar y no reprimir demasiado; los malos educadores los reprimen demasiado.

“¿Qué es eso de llorar? Los hombres no lloran.”
“¿Te vas a quedar quieta en la mesa de una vez?”
“Ay, la Mónica se porta bien, se porta como una señorita.”
“Por favor, Quico, no señales con el dedo a las personas.”
“Carlitos, no rías tan fuerte.”
“Fernando, no es necesario saltar para decir que estás contento con la bicicleta.”
“Susana, no corras desa manera, ya sos grande, te digo.”
“Lucía, no abraces a nadie en la calle, ya no tenés 7 años.”

Reprimir los gestos es bueno, pues la manera de reprimir las emociones, que forman una cosa con ellas, son los gestos internos que producen los externos; y eso lleva al dominio propio; pero ojo, no demasiado ni antes de tiempo. Nuestra educación toma al niño y lo zambulla en el estilo escrito, leer y escribir; y leer ¡qué cosas, Dios mío! El libro: yo no voy a hablar contra el libro, sería arruinar mi negocio, yo hago libros; pero el libro no es todo; y antes que el libro hay otras cosas. Los deportes: son muy buenos, pero es poco; mucho mejor para encauzar los gestos del niño son el juego, el canto, la danza, el trabajo manual y la mímesis pura o representación teatral; que tenían las buenas escuelas antiguas: en el Colegio de Stonyhurst (que visité en 1933) los muchachos estudian latín y griego, pero representan a Shakespeare continuamente (y hay un profesor encargado exclusivamente del teatro) y cada uno tiene que aprender un oficio manual.
Dejando las aplicaciones pedagógicas de la psicología del gesto (que desenvolví en otra conferencia) volvamos a nuestro tema, la exégesis. Los Apóstoles, en posesión de los discursos del Maestro, compusieron en el mismo estilo otros recitados con sus hechos, sus milagros, su Pasión y Muerte. ¿En dónde? Probablemente en el Cenáculo, donde estuvieron la Virgen encerrados 40 días. Es revelador que los Santos Padres primitivos llaman al Evangelio “La Catequesis Apostólica”. San Pedro se levantaba durante la Cena (que es hoy nuestra “misa”) antes de la Comunión y recitaba un trozo de la vida del Maestro, el que le pedían. Su intérprete o “methurgemán” Marcos, lo traducía al griego o al latín. Los fieles de roma, gentes de estilo escrito, pidieron a Marcos pusiese por escrito la predicaicón de Pedro; a San Pedro no le hizo mucha gracia, pero no lo prohibió—dice el historiador Eusebio. Así surgió el año 55 (o sea 22 años después de muerto Cristo) nuestro “Evangelio según San Marcos”, que es en realidad la predicación de San Pedro.
Pongamos por ejemplo el Evangelio del Domingo próximo:

-A-
“Y atravesó Jesús en la barca
y andaban con Él turba copiosa
y he aquí un hombre se llegó
y él era Jefe de la Sinagoga.

-B-
Y vio a Jesús
y cayó a sus pies
y gritó hacia Él
y le dijo:
Rabbí, mi hija se muere
Pero ven a mi casa.
Pon tu mano sobre ella
Y sanará y vivirá
-A-
Y se levantó Jesús
y andaba con Él turba copiosa
y he aquí una mujer
que sufría flujo de sangre
-B-
Y oyó a Jesús
y se aproximó por detrás
y tocó su vestido
y se dijo:
Si almenos toco su vestido
seré curada
Y enseguida cesó el flujo de sangre
y fue curada.    

Nuestros Evangelios en griego conservan por todas partes trazas del estilo oral; basta traducir una perícopa al arameo, como ha hecho el P. Jousse, para que aparezca el original poemita de los pueblos verbomotores en toda su pureza; y se pueden estudiar todas sus ingeniosas leyes: el gesto proposicional, el paralelismo o repetición del primer gesto en forma de eco, la palabra-broche, los pares de palabras antitéticas, la división en pequeñas estrofas, etc…
Este descubrimiento del “estilo oral” ha traído mucho luz a la exégesis; ha disuelto cantidad de dificultades. Premítanme poner algún ejemplo:

1º) “Los rasgos superfluos” de Maldonado. En la parábola del Convite dice el Rey convidador: “La becerra gorda está muerta, los pollos están adobados”. Los Padres antiguos creían las parábolas eran “alegorías” (no son sino símbolos) querían interpretar todos los rasgos de la narración y se lanzaban por el mar de la imaginación hasta lo estrafalario; por ejemplo, “la becerra gorda significa la Jerarquía, los pollos adobados significa los fieles”. Juan de Maldonado en el s. XVI vio que eso que no andaba y dijo: “Son rasgos ornamentales, rasgos superfluos que no significan nada”—es decir, “ripios”, como si Cristo fuese un mal poeta. No. Es simplemente un clisé de estilo oral, como la cola del perro de Tobías; y dentro del símbolo del Convite significa muy convenientemente: “Mi convite no puede postergarse”. (Sobre esto, la alegoría y el símbolo, veremos más en la conferencia próxima).
2º) En su “Sermón Esjatológico” Cristo dijo: “En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo esto sea hecho”. Los impíos modernos levantaron una seria dificultad contra Cristo, tanto que se formó una escuela racionalista llamada “escuela esjatológica”, fundada por Julio Wellhausen en 1860 y cuyo jefe actual es ese suizo alsaciano Sweitzer a quien tanto bombo tocan los diarios; la cual sostiene que Cristo erró, que creyó el fin del mundo vendría antes de 40 años; y por tanto, que Cristo era tan hijo de Dios y tan profeta como ustedes y yo—o menos. No. A Cristo le preguntaron dos cosas a la vez, el fin del siglo y la destrucción de Jerusalén; y Cristo respondió las dos a la vez, como hacían todos los nabíes y recitadores—doctores—profetas de estilo oral; es decir, describió a la vez el typo y el antitypo, un suceso próximo y otro remoto.
3º) La Virgen Santísima, al ser saludada por su prima Isabel como Madre del Mesías, prorrumpe en un himno que llamamos el Magníficat:

Mi alma magnifica al Señor
y mi espíritu se alegra en Dios mi Salud-dador (Mi Jesús)

Desde himno que tiene 9 gesto proposicionales dobles, los alemanes sacaron una objeción contra la autencía del Evangelio de Lucas—es decir, de San Pablo: era una invención, una creación literaria: porque es imposible que una muchacha de 14 o 15 años haya podido improvisar de golpe un poemita tan admirable, donde hay 11 o 14 alusiones al Antiguo Testamento. Pero resulta que eso no es ningún imposible para una muchacha de estilo oral que se ha educado en el Templo de Jerusalén. El santo mártir de Foucauld, que vivió como ermitaño entre los beduinos y fue martirizado por ellos, halló que una mujer árabe pobre, de la tribu de imrad, recibió una limosna de un oficial francés, y le agradeció improvisando un himno lleno de clisés de los poetas árabes, de los recitados aprendidos desde chica:

Salgo de mi tienda antes de la plegaria
Una marcha llena de preocupaciones
He dejado allá a Tekadeit y a Lilli
Hambrientos, extenuados, llorando.
Las langostas son la muerte de los pobres
encontré al capitán que se apiadó de mí.
Es un hombre que se esfuerza por el bien
es valeroso en la guerra, es bienhechor
Tiene los gritos de gozo de las mujeres
tiene méritos delante Dios.
Su desafío nadie lo levanta
A todos los paganos él, los puede.
 
Y así otras muchas dificultades. Pero el principal servicio que prestó el descubrimiento del P. Jousse a la exégesis es haber liquidado para siempre la famosa “cuestión sinóptica”, que era un embrollo interminable (y todavía siguen enseñando en el Seminario) y haber corroborado también para siempre la autencía de los Cuatro Evangelios y los escritos (o recitados) apostólicos.
En resumen, Cristo “predicó”, es decir, recitó en el antiguo estilo oral rítmico y mnemotécnico usual entonces en Palestina: depositó su mensaje en una cantidad de “imprentas vivientes” controladas celosamente unas por otras. Este estilo oral tiene las siguientes características:

La Primera. No es poesía: aunque a veces muy hermoso, más que la actual poesía (por lo menos la que sale en el Suplemento de “La Nación”) su fin primordial no es estético sino mnemotécnico; producir composiciones que puedan fácilmente ser retenidas por el pueblo, y así conservar (sin imprentas ni pergaminos) los grandes monumentos religiosos, históricos y legislativos de un pueblo.
La Segunda. Esas composiciones no se hacen con palabras sueltas sino con frases hechas, o clisés orales, que son la unidad primordial de todas las lenguas; las cuales se componen no de las palabras sueltas de nuestros diccionarios sino de frases; y por eso existe en ellas una cosa llamada “sintaxis”; la ley del armado de la frase.
La Tercera. Existe en esos pueblos la institución llamada “nabbis” (o profetas, en Israel) de quienes fueron pálido reflejo nuestros “payadores”, que tienen por oficio conservar y transmitir esos recitados; y también crearlos, improvisarlos; entonces se llaman “rabbis” o sea Maestros—como el Rábbi Jeshouª ben Nazareth, que no fue un mendigo sino que tuvo ese honorable e importante oficio: aunque recitaba gratis y vivía de limosna.
La Cuarta. Los “nabbis” no cambian una palabra de los recitados de un Maestro; les estaba prohibidísimo.
La Quinta. Dese modo, los recitados se conservan intacto incluso durante siglos enteros, como ha sido probado experimentalmente; y cuando son puesto por escrito es simplemente para controlar a los recitadores; así el tirano Pisístrato mandó escribir las rapsodias de Homero, cuando se vio que los rapsodas o recitadores empezaban a divergir levemente entre sí.

He aquí la respuesta a mi librero: “¿Cómo escribió Cristo?” Cristo usó para transmitir su doctrina (su Revelación) de un instrumento aun más seguro que si hubiese escrito un libro, mandándolo a la imprenta, y corregido las pruebas. Si abren la antología de mis libros que ha hecho la Comisión Nacional de Cultura se encontrarán con enormes erratas que me hacen decir lo que jamás dije ni pensé. Los libros mueren o al menos envejecen; muchísimos libros del tiempo de Cristo han desaparecido. La trasmisión oral rítmico mnemotécnica vive; y da secuela a innumerables libros. Los sacerdotes que saben las lenguas muertas tienen por misión revivir ante los fieles las palabras de Cristo en el idioma actual.
Así se produjeron “los Vedas” de los hindúes; el “Alkorán” de los musulmanes; y hasta la “Chanson de Roland” y el “Poema del Myo Cid” en el Medioevo; y eminentemente, los Cuatro Evangelios de Jesucristo.

*



Tercera Conferencia
La exégesis actual



 Vamos a decir cuatro palabras sobre el estado actual de la exégesis de la Escritura. Olvidemos un momento las complicaciones de la política argentina para considerar una complicación más importante—e igualmente urgente. El problema actual más grave de la religión (tanto para católicos como para protestantes y judíos) es el “midrashismo”. El midrashismo es simplemente un escuela exegética que considera o tiende a considerar toda la Sagrada Escritura como fábulas o “mitos”. Un sacerdote me dijo anteayer: “Se espantaría Ud. Si viera los progresos que ha hecho esa escuela en la Argentina”. No me espantaría mucho porque he estado como sumergido en ese medio en Europa por mucho tiempo: cuando estuve en Lovaina preparando mi tesis en 1933 me encontré con el P. Alberto Hurtado S.J., joven chileno que estaba estudiando en Eegenhoven y estaba entusiasmado con un joven profesor de Escritura que aplicaba el “midrash” al Nuevo Testamento; en tal forma que, por ejemplo, los Tres Reyes Magos eran un cuento. Yo le dije riendo que si suprimían los magos de Belén, por el mismo precio podían suprimir también al Niño Jesús. Pero cuando ese mismo año estuve en Londres, me dí cuenta que el racionalismo bíblico no era cosa de risa: dominaba en la Iglesia Metodista y otras sectas menores; y comenzaba a penetrar aún en la exégesis católica y en la predicación.
Exégesis es interpretación. No hay que asustarse desa ciencia dura, erizada de ciencias auxiliares. Cualquier maestra que explique a los alumnos Fray Luis de León o siquiera el Martín Fierro (dudo que expliquen eso ahora) hace exégesis, es decir, busca el sentido del poema; lo que hay es que aplicamos esa palabra solamente a la Biblia, por tratarse de un libro—muchos libros—lejanos a nosotros y difíciles. Los fieles tienen que entender la Escritura bien y no mal; y los sacerdotes al rezar el Breviario cada día, tenemos que alabar a Dios con palabras que entendamos y no con palabras sin sentido, como las monjas de Santa Teresa que cuando cantaban el Breviario “decían pocas verdades”: las pobres probablemente rezaban mejor que yo; que tengo que leer libros tocados de “midrashismo”, y a veces encierran mucho talento (erudición almenos) y por tanto turban el ánimo. Como el Comentario al Apocalipsis del P. Alló o del P. Bonsirven.
“Midrash” es una palabra hebrea que significa fábula, o bien ornamento literario, o añadidura; y designa técnicamente las ilustraciones literarias que se hallan en la literatura hebrea (muy abundantes en la literatura rabínica o talmúdica) como por ejemplo narraciones que no tienen valor histórico ni literal sino solamente legendario o alegórico. ¿Hay “midrash” en los libros canónicos? Cierto que lo hay; pero esta siempre claramente indicado. Hay 7 géneros literarios diversos en la Biblia, de los cuales 4 son “midrash”: 1º) la fábula, de las cuales hay solamente 2 en la Escritura; 2º) la “novela histórica” que diríamos hoy, como el libro de Tobías y el libro de Ruth, un suceso real poetizado; 3º) meditaciones religiosas, como el libro de la Sabiduría, cuyas máximas se ponen en boca de Salomón se dirigen a todos los Reyes de la tierra, siendo así que no lo escribió Salomón; lo mismo que el Eclesiastés; y el libro de Job que es un gran poema teológico basado quizás en un hecho real; y finalmente, 4º) las parábolas, en las cuales Jesucristo indica explícitamente que son “semejanzas”: “Semejante es el Reino de los Cielos a…” Pero existen tres géneros que ciertamente no son “midrash”: los libros históricos a los cuales pertenecen los Evangelios; aunque sea una historia algo diferente de la actual; los libros rituales y legislativos, como el Deuteronomio; y los libros proféticos, que constituyen una masa imponente; en los cuales sin embargo también se encuentran alegorías; pero indicadas como alegorías.
Tomemos el caso más claro de Midrash, la visión de Ezequiel, con la cual el profeta es llamado a profetizar. Al final de la fiera visión, el profeta declara que es una “semejanza de la Gloria de Dios” (La Gloria de Dios para los hebreos era una persona que obraba en el mundo sin dejar de ser Dios, lo que nosotros llamaríamos el Hijo de Dios; lo mismo la Sabiduría de Dios del libro de la Sabiduría: no es un atributo o cualidad de Dios, es una persona).
Esta “semejanza de la Gloria de Dios” consiste en 4 animales y una rueda compuesta de cuatro ruedas que encimas están llenas de ojos; que ningún dibujante del mundo ha podido jamás representar bien; las cuatro ruedas llenas de ojos caminan con los cuatro animales, lo cuales tienen cuatro cabezas cada uno “como de hombre” y sin embargo, los dos de la derecha tienen rostro de hombre y de león, el de la izquierda rostro de buey, y arriba hay uno con rostro de águila; y todos tienen cuatro alas cada uno y debajo de las alas, manos; y además pezuñas de becerro. Les doy la descripción que está en el Profeta en literal crudo. Los hebreos prohibían leer esta descripción a los jóvenes hasta que tuvieran 30 años; lo mismo que el Cantar de los Cantares: y con razón; hoy día, conociendo más las leyes del estilo oral y sus repeticiones (tediosas para nosotros) sabemos no son cuatro cabezas cada una sino una cabeza, como lo entendió San Juan en el Apocalipsis; el cual hace a los cuatro animales figura de los cuatro Evangelistas. Y la rueda multiplicada por cuatro es simplemente un carro que transporta la gloria de dios. Los animales están tomados simplemente de las esculturas de los dioses (o “querubes”) asirios, enormes cuerpos de toro con caras de hombre o de águila y melena de león; y alas. Para los asirios esos eran espíritus—símbolo de espíritus; el Profeta los hace símbolo de ángeles—querubes o querubines en quienes se asienta Dios.
Esta visión está envuelta en fuego y fieros resplandores y centellas: es curioso que el profeta nombra la electricidad, “elektrós” (ελεκτρός) que significa el ámbar, del cual los antiguos sabían brotaban chispas electricas; el profeta ve un ámbar impregnado de fuego. Encima del carro, en medio de una especie de sol aparece Dios en figura de hombre, exhorta con gran severidad al profeta a profetizar sin miedo, y le tiende un libro que tiene que comerse, lleno de improperios, amenazas y ayes de dolor; el cual sin embargo al ser comido le sabe dulce como la miel; rasgo que también reprodujo San Juan Apokaleta.
Este es el “midrash” de Ezequiel; para la interpretación católica literal simbólica no tiene dificultades: es un símbolo del llamamiento divino a la vocación profética e incluso al martirio, lo cual produce (naturalmente) una gran conmoción mística en Ezequiel, como en todos los profetas; símbolo que está construido con los elementos sensibles conocidos en ese tiempo. Les diré otra interpretación nacida del disparaterío y el coheterío de nuestro tiempo: el escritor yanqui Arthur W. Orto, instructor de Astronáutica, escribe en la revista Analog Science Fact Fiction, número de marzo 1961, que lo que vio Ezequiel fue un helicóptero venido del planeta Marte; y eso son el carro y las cuatro ruedas; el fuego es la energía atómica; y los cuatro extravagantes animales son los tripulantes; y va aplicando rasgo por rasgo de la visión a los platos voladores. Esta digamos, es interpretación literal cruda; y es buen ejemplo del despatarro que ha introducido en la exégesis el principio protestante del “libre examen”; pues el autor es protestante ferviente: se cree exégeta.
Concuerda con lo que enseñó un profeta de Moscú, que Jesucristo fue un ser de otroa planeta que vino a adoctrinar a nosotros terrícolas; y después regresó de nuevo a su astro en un platito volador, lo cual sería su Resurrección y Ascensión a los cielos, anoser se haya quedado dando vueltas como un satélite, que parece más probable.
A estos dos habría que prohibirles leer la visión de Ezequiel hasta los 63 años.
Bien, quería decirles que hoy día hay solamente dos modos de exégesis; el literal simbólico y el midrashista o alegórico. Al literal adhiere la Iglesia Católica y la Iglesia Luterana (Kirkegor, de quien hablaré próximamente fue luterano) y una parte de los judíos ortodoxos, como Martín Buber. La exégesis católica no es un bloque y en ella ha habido abusos y errores, por supuesto: un exégeta de los cuatro primeros siglos como San Irineo es muy diferente de un exégeta del Renacimiento como Maldonado y más diferente aún de uno actual como Kirkegor o Frank-Duquesne; pero debajo de todas las idiosincracias y modas existe el hilo conductor irrompible de buscar el sentido literal, el cuan no puede ser más que uno: lo que quiso decir Jesucristo, lo que quiso decir Ezequiel. Frente a esta exégesis se yergue hoy ese gran desparramo del midrashismo. Sus dos extremos son la interpretación literal cruda (basada en “la dictación” que decíamos en la primera conferencia) la cual ya no es exégesis, pues consiste en tomar al pie de la letra todo cuanto dice la Biblia, no se necesitan muchos estudios o quebraderos de cabeza; como el obispo católico inglés Charles Walmesley que escribió en francés un comentario del Apokalipsis con el pseudónimo de “Pastorini” donde dice que el ejército de 200 millones de jinetes significa un ejército de demonios que permitirá Dios venga a la tierra en los últimos tiempos: de demonios y no de hombres, por las formas espantosas con que los describe San Juan (cabezas de león que arrojan fuego, humo y azufre, colas que también matas, cuerpos de metal) descripción que evidentemente describe simbólicamente los “carros de guerra”; o sea, lo que llamamos nosotros “unidades blindadas”. Es un símbolo; y mejor símbolo no se puede hacer de nuestros tanques de guerra.
El otro extremo de la exégesis heterodoxa lo constituye el “midrashismo total” que luego veremos; cual tampoco es exégesis, pues no interpreta la Escritura sino que la destruye simplemente, convirtiendo los Libros Sagrados en un montón de literatura; y mala literatura de yapa, literatura estrafalaria y de mal gusto, que al fin no se puede saber nunca lo que quiere decir. Se puede estudiar como se estudia la literatura en Finlandia, por ejemplo; y ni aun eso, porque la de Finlandia es actual, y esta es viejísima, “literatura de la Edad de Piedra” la llama Aldous Huxley.
¿Y qué nos importa a nosotros del “midrashismo total”? Hace poco recibí una carta del P. Juan Santos Gaynor residente en Roma donde me relata que, estando allí con el P. Hernán Benítez, conversaron con un sacerdote joven estudiante del “Instituto Bíblico”, y quedaron asombrados si no escandalizados del grado de “racionalismo” con que se trataba la Escritura en ese famoso Instituto, antaño baluarte de la ortodoxia e incluso del rigorismo. No me traslada lo que les dijo el estudiante; pero yo lo puedo suponer, lo sé de sobra.
Este “midrashismo total” es la parte más aguda de la herejía moderna, que podemos llamar “naturalismo religioso”, y el siglo pasado se llamó “modernismo”, pero ya ha rebalsado enteramente la condena de San Pío en su encíclica “Pascendi”. En cierto modo es peor que el ateísmo y la indiferencia, porque da un cauce al sentimiento religioso, que es natural al hombre. ¿Un cauce hacia dónde? Hacia la idolatría. ¿La idolatría de qué? La idolatría del Hombre: poco me importa que se concrete en la idolatría del Estado o Estatolatría, la idolatría de la Ciencia, o la idolatría del Progreso, o del Arte, o de la Belleza, o de la Fuerza, o de la Técnica. “Yo soy el Dios único. No adorarás la obra de tus manos” dice el segundo mandamiento. No crean es cosa nueva, pero ella cunde enormemente en el mundo actual, aquí también, en todas partes: ella es como el fondo común de todas la herejías. El ataque a la Escritura como palabra de Dios es eterno: en el siglo I, el filósofo Philón y el rabino Eliezer fueron los primeros midrashistas; poco después el pagano Celso, cuando el cristianismo ya se hacía visible en Roma, el pagano Ceso escribió un libro en que (entre otras cosas) trata de probar que los Evangelios son novelas; Discurso veraz contra los cristianos, siglo II; y de entonces acá, todas las herejías se han basado en interpretaciones caprichosas de la Escritura; y en el siglo XVI, el principio del “libre examen” protestante produjo el disloque; ni soñaron los primeros protestantes que sacando al Papa de su trono y poniendo en su lugar la Biblia, iniciaban la destrucción de la Biblia; Lutero enseñó que él interpretaba bien la Escritura, porque era doctor y sabía griego y hebreo—“el asno del Papa no”; y se enfureció contra Bucero y Swinglio porque interpretaron diferentemente que él las palabras de Cristo: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”. Ahora hay en la teología protestante 16 interpretaciones diferentes desas sencillas palabras; a lo mejor hay más, puede 200; yo no lo sé: yo conozco 16.
Vivimos una época llena de confusión y atenazada por el temor; la inmensa maquinaria de la propaganda y de la difusión, servida por la técnica más maravillosa, no trabaja en pro de la Revelación, qué esperanza, ni siquiera en pro de la Razón; sino de la ligereza, de la distracción, de la confusión; el mundo se divierte, hasta demasiado, pero está recorrido por debajo de una sorda desesperanza. ¿Qué quieren que les diga? Navegamos en medio de la niebla y en medio de la tormenta; navegamos sin embargo hacia el Reino de Dios, así lo espero; por lo más oscuro amanece. La Providencia de Dios no puede abandonar al mundo que creó. ¿Qué se nos pide? Hacer cada uno en su lugar lo que pueda. No se nos pide que salvemos al mundo: eso pertenece a Dios. “Crede Deo”: confía en Dios.
Volviendo a nuestro “midrashismo”, del cual no hay que asustarse demasiado, pues como les digo, es muy viejo, les traduciré lo que dice sobre él la revista Time de Nueva York el 17 de marzo 1961:

La idea de que las Escrituras Cristianas son mitológicas más bien que históricas, aunque sostenida solamente por muchos teólogos protestantes, ha levantado (“has kicked up”) un torrente de controversia alrededor del descarado (“outspoken”, lengualarga) obispo Episcopaliano de San Francisco, Jaime A. Pile (cf. Time, 24 febrero). Su exabrupto tiene su correlativo en el catolicismo romano. El obispo Pike sugiere que incluso la antigua doctrina del Nacimiento Virginal de Cristo no es sino un modo mitológico de presentar la idea paradojal de un hombre divino, Hombre y Dios a la vez. Más cautos que eso, los adherentes católicos a la idea (es decir, católicos yanquis) evitan la palabra “mito”. Pero esta nueva visión de los Evangelios es altamente turbadora para los católicos “conservadores” (el Cardenal Ottaviani), y por otra parte, está tan difundida entre universitarios católicos, cofradías y seminaristas, que ha provocado una descarga por parte de un teólogo señero…
El objeto de la descarga es la teoría de que los primeros capítulos de Mateo y Lucas no deben considerarse históricos ni verídicos, sino lo que los judíos llaman un Midrash. Un “midrash” es una glosa de un pasaje bíblico, sea en término analítico-legales (Halacka-midrash), sea en términos dramáticolegendarios (Hágada-midrash). En aquesta categoría la teoría midrashista coloca la narración evangélica del nacimiento de Jesús—incluyendo la Anunciación del Ángel a María, la concepción milagrosa, el relato de los Magos y la huída a Egipto…
Repulsas a esta “nueva visión” de la Escritura surgen de más en más entre los católicos cultos. El jesuita Francis L. Filas, catedrático de Teología en… Chicago, escribe en The Priest: “Un choque de sorpresa ha ocurrido entre curas, monjas, universitarios y público en general ante afirmaciones tales como: 1º) El ángel Gabriel jamás hizo ningún anuncio a Nuestra Señora: la noticia de Lucas no es más que una pía meditación sobre la aparición del Verbo… que es el único hecho cierto en la narración evangélica…

¿Cómo lo saben, digo yo? Si los Evangelios son unos documentos tan extremadamente mentiroso, nada de cierto podemos sacar de ellos. Más lógico sería negar la existencia de Cristo, pero entonces le acaba la pitanza al obispo metodista.

2º El suceso de Navidad fue el nacimiento ante algunos testigos de un hombre que después se hizo famoso…
3º Es probable haya un poquito de historia en el segundo de Mateo; pero los pormenores, incluso la existencia de los magos, no se deben admitir: es una glosa piadosa acerca de la manifestación (posterior) de Jesús a los Gentiles.

El P. Filas concluye con una refutación bastante vacilante y tímida desde “método” (llamémosle así) aunque al final lo califica de “arrojar la exégesis a los perros” (thrown up for grabs). Efectivamente este método o falta de método hace saltar en pedazos los Evangelios.
Este método es la interpretación alegórica llevada a la demencia. Pensaba poner como segundo ejemplo un libro argentino titulado El Hombre, en que un cordobés, Estebas Sfoggia, interpreta los Novísimos (Muerte, Juicio, Infierno y Gloria) aplicándoles la alegoría y el “libre examen”. Es un creyente y ha leído mucho la Biblia; pero para su perdición.
Paso al tercer ejemplo, que es más importante. Voy a exponerles la exégesis alegórica de un trozo del Apokalipsis hecha por el P. Joseph de Bonsirven, jesuita francés de origen judío; y después la interpretación literal tradicional.
El libro de Bonsirven, Comentario del Apokalipsis ha salido en una colección muy acreditada, Verbum Salutis, con toda clase de aprobaciones, incluso del Rector del Instituto Bíblico, Ernesto Vogt. En la tapa del libro escribí después de leerlo: “Esto no es una disertación, es una diarrea”; y en la última página: “Pensar que por este bodrio inútil me han sacado ¡92 pesos!”.
Tomo una página cualquiera, la perícopa de las Siete Fialas (o frascos) de la ira de Dios, cap. 16. Evidentemente significan los castigos de Dios a los impíos.
Al sonido de la Séptima Tuba o Trompa, que también evidentemente significa la Parusía o el Advenimiento de Cristo, salen siete ángeles vestidos de vestes sacerdotales y reales, como el mismo Cristo; y uno de los Cuatro Animales (alusión a Ezequiel; “animales” significa “vivientes, seres vivos”), les da las siete Fialas del día de la Ira—expresión técnica de la Escritura que siempre significa el Último Juicio; y el Templo se llena de humo por la majestad de Dios (también Ezequiel) y nadie puede entrar en el Templo. Los ángeles vuelcan las copas sobre la tierra, primero cuatro, después dos, y después de una visión intermedia (la Guerra de los Continentes) la última Fiala, que significa el Advenimiento: siempre el último término del Septenario (hay 4 Septenarios en el Apokalipsis) significa patentemente la Segunda Venida de Cristo.
Las siete “plagas últimas” son:

Primera   una llaga fiera y vergonzosa

Segunda  el mar se vuelve sangre muerta

Tercera    los ríos y las fuentes se vuelven sangre

Cuarta         el sol aumenta su calor y atormenta a los hombres

Quinta     la sede de la Bestia se inunda de tinieblas

Sexta          se seca el río Éufrates; y sigue el gran ejército anticristiano: desde el Oriente para invadir el Occidente

Séptima       la Parusía, precedida del hundimiento de Babilonia, la Ciudad prostituída.

Evidentemente estos no son sucesos que San Juan haya visto en su tiempo, como se esfuerza inútilmente en mostrar Bossuet; y después de él Alló y Bonsirven. O bien son delirios de un delirante, o bien son símbolos de sucesos futuros—esjatológicos, últimos: no hay escape.
Yo puse en verso las Siete Plagas en un libro mío: voy a leerlos con el fin de repetirles las siete plagas:

No eres feliz, mundo sin Dios. Creías
que sin Dios igual todo iría marchando
con más un haz de nuevas alegrías.
¡Oh pobre mundo de hoy! Estoy llorando
de ver que creés ser rico y sapiente
y fuerte y grande y abastado, cuando
Estás ciego, y robado y muy doliente
y pobre y triste y mísero y maltrecho
y descarriado desdichadamente
Siete copas de ira tu pertrecho
son, siete fialas, invisible rayo
con sangre de los mártires que has hecho.
Pasó ya el rocín rojo, el rocín bayo
y llega el rocín negro que es la muerte
y contra Dios no tienes pararrayo.
Vino la guerra y la posguerra inerte
viene el error, la crueldad tirana
y la persecución tres veces fuerte.
Que miente y mata y tienta sobrehumana
y si durase, ni los elegidos
podrían resistir su atarazana.
Mientras en trepe de atronantes ruidos
caen las copas de la ira sobre
los corazones pétreos y podridos.
Cayó la una copa y una podre
Nueva, una enfermedad fiera, encubierta
y vergonzosa rebalsó del odre
Volcó el segundo Ángel la retuerta
segunda copa sobre la mar viva
y la mar se hizo sangre, sangre muerta.
Volcó el tercero su putrefactura
tercera copa, y nuestra gran cultura
ríos de sangre fue, ponzoña activa.
Y el sol de nuestra ciencia calentura
se hizo a la cuarta; y a la quinta copa
la sede de la bestia se hizo oscura:
Faltó el Rey y el Legista en toda Europa
y mordía sus lenguas la que era
antaño de regir vidente tropa.
Y se secó el Gran Río, la frontera
móvil que la barbarie contenía
dejando paso al gran tropel de afuera.
Y esta es la Sexta copa; y todavía
la última, la Séptima, se aguarda
que es la consumación y la agonía.
En que se rompa la Ciudad Bastarda
en tres pedazos, y el capitalista
emporio, desde sus raíces arda.
La Urbe de rapiña y de conquista
que anuncia ya con sus tumeces grávidas
que su tiempo llegó; y está a la vista
La gran Águila del Evangelista
Y donde el cuerpo esté, vendrán las águilas…

Bueno, ¿cómo interpreta Bonsirven estos extraños símbolos?
Son simplemente una alegoría de los castidos de Dios a los malvados—en el curso de toda la Historia, empezando por las siete plagas de Egipto: es un drama que se prolonga todo a lo largo de la historia humana: primera plaga, ¿una úlcera dolorosa que hiere a los que llevan la marca de la Bestia y adoran su imagen? Esto me recuerda—dice Bonsirven—la sexta plaga de Egipto y la mordedura de las Langostas-Escorpiones de la Quinta Tuba. Nada más. Lo mismo hace con todas las otras Fialas, menos la Sexta: “me recuerdan tal cosa o tal otra”; no dice que hay que entender literalmente, sería demasiado crudo y raro; pero tampoco simbólicamente: son alegorías; pero no dice de qué cosas. La Sexta Fiala, que es la Guerra de los Continentes, indudablemente (aunque él lo duda) la misma guerra de la Sexta Trompeta—dice que puede ser la guerra de los Parthios contra los Romanos, o bien será quizás las invasiones de los pueblos “nórdicos” a Roma… ¿Cuál de los dos? No lo dice. ¡Y no es lo mismo! ¿Y el ejército de 200 millones? Es una exageración por supuesto, dice Bonsirven; una pequeña exageración del Profeta que resulta exagerador hasta el delirio (como lo tachó Renán) pues las incursiones de los Parthios a través del Éufrates eran de algunos centenares de jinetes a lo más. ¿Y las Tres Ranas? No se entiende nada lo que dice Bonsirven de las Tres Ranas. No se atreve a decir si son realmente diablos, o qué diablos son: se contenta con decir le recuerdan la segunda plaga de Egipto. ¿Y el gran día de Dios, el día de la ira grande de Dios Omnipotente? Bah, es una expresión bíblica corriente: y como todas las expresione bíblicas es dada como un hecho, pero no es un hecho, es “en su mayor parte alegoría”; o sea, es un midrash.
El capítulo no contiene absolutamente nada de seguro ni d fijo, puro puntos de interrogación o dudas; el intérprete—el pseudointérprete—resbala sobre los textos bíblicos, dejando al lector que interprete a su antojo, y sembrándole confusión en la mente, termina diciendo:

Este Septenario de Fialas es la última de estas visiones cíclicas (hay 4) y nos presenta una vista conjunta de los triunfos divinos, que comprenden a una mano el castigo de los enemigos, y a la otra, la felicidad de los elegidos… Por supuestos, todas son solamente, contemplaciones generales (pág. 259).

O sea, el Apokalipsis nos dice solamente que Dios castiga a los malvados y premia a los justos... ¡Lo sabíamos ya! No era necesario escribir otro libro; y un libro que en la exégesis de Bonsirven se convierte en una ensalada caótica de metáforas extravagantes que ni siquiera son coherentes entre sí, ni se puede saber lo que a punto fijo significan. Para eso inspiró Dios al Apóstol San Juan, al cual por otra lado llama Bonsirvén “un gran profeta” (pág. 18). ¡Un delirante! Tenía razón Renán entonces: un mitomaníaco.
Frente a esta exégesis alegórico racionalista y en el fondo descreída—porque elemina la profecía del profecta, y de rechazo invalida las profecías del Antiguo Testamento acerca de Cristo ¡que son para nosotros y para la Iglesia la prueba de la divinidad de Cristo!—está la exégesis literal—no literal crudo sino literal simbólico, como es obvio; pues no son lo mismo sino muy diferente alegoría y símbolo, como veremos. Yo puse una interpretación literal en Los Papeles de Benjamín Benavídes basada en los Santos Padres Antiguos y los grandes exégetas modernos. Brevemente, y solamente para que puedan comparar, y oigan las dos campanas:
Primera Fiala: el morbo “fiero y pésimo” como dice la Vulgata latina y en el texto griego es llamado “feroz y feo”, es decir, vergonzoso, es la sífilis. Expliqué esta interpretación en el libro Cristo ¿vuelve o no vuelve?
Segunda Fiala: volcada en el mar, el mar se vuelve sangre; evidentemente no cabe el literal crudo, pues se moriría la humanidad. Es de un símbolo ¿de qué? Del estropeo de las relaciones internacionales. Los mares son los que unen y ponen en contacto entre sí a las naciones; no las separan, como las montañas. Los contactos entre las naciones se han vuelto belicosos, guerreros, ensangrentados. Las cosas argentinas están ensangrentadas por las últimas dos guerras, batalla de las Malvinas, batalla de Montevideo o sea del Graf Spee.
Tercera Fiala: volcada en los ríos y fuentes los vuelve sangre, los envenena; es el envenenamiento de la cultura, de las fuentes culturales donde beben y deben beber los hombres para mantener sus instituciones, sus convivencias, sus gobiernos, su civilización, toda su vida: no cultura no es una cosa de lujo; la cultura es una cosa necesaria, lo opuesto a la barbarie. “Hoy día corromper y ser corrompido llaman cultura”—decía Tácito en el siglo III. ¿No se podría decir ahora algo así? Por lo menos lo que hace ahora la sedicente cultura es dispersar, frivolizar, confundir: y eso es una gran corrupción intelectual ; de donde resurte la corrupción moral.
Cuarta Fiala: volcada en el sol, el sol comenzó a atormentar a los hombres con calor y fuego: esto son los tormentos con que nos aflige la técnica (como la bomba atómica) pues en efecto toda la fuerza que maneja la técnica (calor, vapor, electricidad, energía nuclear) procede del sol, es energía solar transformada (incluso el uranio), y se puede simbolizar en el fuego; y la técnica actual ha acredido el fuego de que el hombre puede disponer en forma enorme; y gran parte del desasosiego y angustia del hombre actual viene déso. Sí pero la técnica también nos da los teléfonos. Bueno, también son un pequeño tormento.
Quinta Fiala: volcada en el sede de la Bestia la volvió tenebrosa; y se mordían la lengua de angustia los hombres; significa el entenebrecimiento de la política: todos los Santos Padres dicen que la sede de la Bestia (el sillón de Rivadavia) es el poder político. Me dirán que hoy día los políticos no se muerden las lenguas, las tienen demasiado sueltas… Esos son los politiqueros: los grandes políticos no saben qué hacer ni qué decir: se les ha entenebrecido el panorama: por ejemplo, Bruno Jacovella, que es un gran publicista, el mejor de la Argentina, no sabe qué salida hay para la Argentina. Dice Jaime Maritain que “los problemas actuales se han vuelto tan vastos y tremendos que los estadistas no saben resolverlos; más aun, no pueden ni abarcarlos”. Eso no está mal representado con “las tinieblas que han caído sobre el mundo” que dijo Pío XII en su alocución de Navidad de 1942.
Sexta Fiala: es la preparación de la Guerra de los Continentes: se seca el Río Éufrates para dar paso a los ejércitos; el cual era la barrera móvil entre el mundo asiático bárbaro y la civilidad romana. ¿No se ha retirado en nuestros días alguna gran barrera entre la civilización y la barbarie? El cinturón de pequeñas naciones que contenían las invasiones asiáticas, Polonia, Hungría, Austria y Turquía, ese cinturón ha sido aniquilado, como predijo Mirabeau al emperador de Prusia Federico Guillermo II; y Rusia y detrás China se yerguen amenazadoramente sobre la Europa dividida.
Salen de la boca del Dragón, de la Bestia y del Pseudoprofeta tres “espíritus sucios” a modo de ranas, a juntar con su cro-cro a los reyes de la tierra en el ejército anticristiano “para el día magno del Dios omnipotente”. Es la preparación de la Gran Guerra; en la Tuba Sexta esta Guerra inmensa está también indicada. ¿Se efectuará o será impedida? No lo sé; no lo dice el Profeta… Con tal no sea impedida por el Anticristo mismo.
Según todos los San Padres estas tres Ranas son tres herejías; y está indicado también en el texto; el cual no dice “tres demonios” sino tres “espíritus”; y espíritu significa también, ahora como entonces, el alma de una colectividad o movimiento, una mentalidad de que participan muchos, como “el espíritu de la Igleisa”, “el espíritu de la filosofía kantiana”, “el espíritu del peronismo”—el cual es bastante pobre de espíritu, “el espíritu del liberalismo y del comunismo”; el cual no es otro sino el naturalismo religioso.
Estras tres herejías son (para mí) el liberalismo, el comunismo y el modernismo o naturalismo teológico. ¿Me puedo equivocar? Ciertamente me puedo equivocar. Mis razones están en ese libro “Benavídez” (sic): la principal es que no se puede más allá en materia de herejía; y el “modernismo” es un complejo de las herejías antiguas y parece a mis ojos el caldo en que nacerá el Anticristo.
Los Santos Padres que en diversas épocas interpretaron este trozo, tomaban tres herejías de su tiempo y decían: “Son éstas”; San Agustín decía: son el pelagianismo, el donatismo y el arrianismo; el Cardenal Belarmino: son Lutero, Swinglio y Calvino; porque creían que aquellos que tenían enfrente o encima, eran las peor posibles imaginables; y lo mismo he hecho yo; pero a mí me parece que esta vez va de veras.
La Séptima Fiana designa claramente la Parusía; como cada uno de los finales de los 4 Septenarios; deso veremos más en la conferencia quinta.
Según esto ¿estamos próximos a los tiempos postreros? No necesariamente; yo no lo sé; puede que sí, puede que no. Estos males que he dicho existen hoy día; y los símbolos del Apokalipsis les calzan bastante bien; o ustedes dirán si no. Pero estos males pueden ser superados, o bien pueden durar mucho tiempo (aunque nunca 18 millones de años como dice el optimista de Bonsirvén) o puedo yo estar enteramente equivocado, como lo estuvo San Jerónimo cuando en el siglo IV viendo el saqueo y destrucción de Roma por los vándalos de Alarico, dijo: “Viene el fin del mundo”.
“De aquel día aquella hora nadie sabe el cuándo, ni siquiera el Hijo del Hombre, sino solamente el Padre, el de los cielos”.
Entonces ¿para qué nos está asustando usted de vicio? No hay que asustarse mucho: porque el Padre está en los cielos. Solamente les quise poner delante los dos métodos exegéticos (y no hay más que dos), la exégesis literal simbólica y la alegórica o midrash.
¿Y el Midrash? ¡El Midrash! El único provecho que tienen las cosas feas deste mundo es reírse dellas. El Profeta David en el Psalmo 103 se pone a alabar a Dios por todas las cosas de la Creación, incluso por los conejos, y de repente se acuerda del hipopótamo, y dice: “Y este monstruo que hiciste para reirse dél”. Hoy día hace 63 años que he nacido; si viniera un individuo y me dijera que no he nacido; que a mí me parece que he nacido, pero no he nacido; que soy un Midrash, este me parecería menos imbécil que el hombrecillo del siglo XX que a 2000 años de distancia se pone a decir que Cristo no nació, que el ángel Gabriel no se apareció, que la Virgen no fue virgen (como dice nuestro Borges), que no ho huyó a Egipto con el Niño, que Cristo no curó enfermos ni resucitó muertos. ¿Cómo lo puedes saber tú, hombrecillo?, como dice el P. Laburu. Entonces, si todo eso fue una impostura, los contemporáneos de los sucesos que los creyeron, y muchos dieron la vida por creerlo, fueron todos imbéciles; y los siguientes que entraron como un fermento en el Imperio Romano y lo transformaron, fueron todos imbéciles; y lo que siguieron, los que hicieron en Europa cosas admirables de humanidad, de sabiduría, de valor, de beneficencia y de belleza, fueron todos imbéciles, desde San Agustín hasta Napoleón, Pasteur o Beethoven; y todos los que ahora creemos, varios millones, la tercera parte de la humanidad, ¡imbéciles! ¿Y él no es imbécil? No: hay que inventar una palabra nueva signifique imbécil multiplicada por todo ese número de gente, imbécil oceánico, para poder calificarlo a “este monstruo que hiciste para que nos riamos dél”.   

*



Cuarta Conferencia
Kirkegor exégeta



Suren Kirkegord, que es dado como el padre del existencialismo actual, es un gran exégeta de la Escritura. Eso nadie lo ha dicho hasta hoy que yo sepa. Bien, los argentinos podemos hacer algo también: decir algo almenos.
(Entre paréntesis, no es el padre del existencialismo actual; aunque ese movimiento muy variegado comienza con él –o mejor dicho, con la difusión de sus libros por todo el mundo. Sastre es un formulador del ateísmo, y lo que es peor, de la desesperación demoníaca: Kirkegor cree en Dios como quién respira, es un hombre religioso, demasiado religioso, si eso es posible o “monstruosamente religioso” decía él irónicamente. Estaba empapado de la Sagrada Escritura desde el principio de su vida; y entendió la Escritura para su vida y por medio de su vida; ese fue el instrumento y la finalidad de su exégesis: una exégesis de un género especial.)
No es pues un exégeta profesional, desos que hacen comentarios de un libro versículo por versículo; desos hay muchos. Es un existente, como decía él (jamás dijo que era un “filósofo existencial”; al contrario, rechazó la filosofía, que en aquel entonces se llamaba Hegel) es un existente que con la experiencia de su vida –vida profunda- entiende con una especie de relámpago de intuición libros enteros de la Escritura, no este o aquel versículo solamente.
Me parece hay que remontar hasta San Agustín para topar un entendimiento tan profundo de los Libros Santos; sin despreciar en esto a los exégetas que están entremedio, que son de otro género.
¿Dónde interpreta Kirkegor? En toda su inmensa obra. Interpretó el libro de Abraham y el libro de Job en dos novelas que escribió a los 28 años junto con diez sermones, o sea “discursos edificantes” (los llamaba así, porque él no era sacerdote o pastor, aunque quiso serlo). Interpreta pasajes sueltos o versículos en todos sus sermones que son 13 o 14 tomos. En su libro “Dominios del amor” sobre la caridad, interpreta todas las epístolas de San Juan y trozos de su Evangelio.
En su “Concepto de la Angustia” interpreta el dogma del pecado original, y el pecado en general; y en la “Teoría de la desesperación” (libro que en su verdadero título es “La enfermedad mortal”) interpreta la resurrección de Lázaro, y una gran cantidad de textos del Nuevo Testamento acerca del sentimiento religioso y del sentimiento antirreligioso.
En las “Nonadas Filosóficas” expone la doctrina de la Redención y de la Gracia en una ingeniosa parábola; y en su continuación, llamada “Postdata definitiva no científica acerca de Nonadas Filosóficas”  (que es una postadata diez veces más larga que la carta, la cual tiene solo 100 páginas) hay un capítulo sobre la interpretación de la Escritura en que K. pone en su lugar a los “hipercríticos” germánicos, que querían interpretarla sin la fe: aunque reconoce que sus trabajos dellos son valiosos para la lingüística (K. era un gran lingüista). En este libro capital hay solamente 22 citas directas de la Escritura (las he buscado cuidadosamente) y muchas más citas de filósofos, pues se trata de un libro filosófico; aunque todo el impregnado del conocimiento de la Biblia.
Finalmente hay dos libros finales: el “Examen del Cristianismo” o “Ejercicio sobre el Cristianismo” compuesto de tres cuadernos, y otro libro compuesto de dos: “Pruébate a ti mismo”  y “Júzgalo tú mismo” que son pura exégesis del Evangelio para mostrar que la Iglesia Luterana había abandonado los “Consejos” de Cristo, no sólo en la práctica más en la predicación. Contienen la sustancia de su tremendo ataque periodístico a la Iglesia del Arzobispo Mynster (no de Cristo) que le costó la vida; y que se publicó póstumamente con el título de “El Instante: ataque acerca de la Cristiandad”. El editor Rueda acaba de publicar me dicen un libro de K. titulado “La Religión y el Amor”. K. no escribió ningún libro con ese título: se tratará supongo de una selección de su “Diario” con ese tema; no creo se trate de “Dominios del amor”.  Rueda ha publicado varios libros de K., mediocremente traducidos—o menos.
Dejando otras piezas menores, creo que he hecho mi punto de que K., bueno o malo, fue un exégeta.
Estos libros que nombré son difíciles para el no iniciado en Kirkegor; y la iniciación a Kirkegor es también difícil: hay que entender su vida con sus libros y sus libros con su vida: ambos forman un bloque.
Tengo que darles por ende una silueta de su vida antes de darles su interpretación del libro de Job en su novelita “La repetición”—o la Restitución o la Compensación, o la Reduplicación (Die Wiederholung).
Hay tres incidencias insignificantes en la vida deste hombre singular, que no tuvo otras: tres fruslerías, tres futesas: una creencia supersticiosa de un hombre muy religioso medio chiflado, su padre; la ruptura de su noviazgo; y una trivial frase de alabanza en la oración fúnebre para un Obispo luterano de otro Obispo luterano; y esos tres traspiés triviales (para mí) fueron tres terremotos (para él). Son tres bombas atómicas para el progreso, como dicen hoy. (Ya te van a dar progreso, hechicera época mía).

La maldición:

El Padre del filósofo creía supersticiosamente que Dios lo había maldecido porque él había maldecido a Dios: siendo pastor de cabras, sobre un cerro de Jutlandia, arrecido de frío y de hambre, maldijo a Dios. Hoy día el gran crítico Holemberg, autor de la mejor vida de Kirkegor que conozco, sostiene con mucha probabilidad que el padre perpetró otra falta atroz, y que Kirkegor lo supo. Es muy probable, mirado sus argumentos. El caso es que al padre, casado segunda vez y vuelto un rico comerciante y rentista, la sombría religiosidad de que estaba poseído, le dictó la creencia de que se iba a secar como un árbol maldito y que todos sus hijos iban a morir antes de los 25 años, o bien, antes de los 33; sobreviviéndolos él a todos, como en el cuento del italiano. Tuvo naturalmente siete hijos, y dio la causalidad que los tres primeros murieron antes de los 25, y una hija a los 33 años.
Suren (o Suero, que ese es el nombre en español) el último de los hijos, que había sido criado en esta religión fatídica—de lo cual él se queja continuamente pues lo  marcó para toda la vida—cuando vio que pasó de los 25 años, se volvió otro hombre: parece mentira… dejó la vida vaga, disipada y desesperada que llevaba, reanudó sus estudios de teología, sacó el doctorado y se puso a trabajar como ningún hombre ha trabajado en esta vida: en el espacio de 12 años hizo una obra genial, que en la edición alemana de Diederichs que manejo, va a dar más de 100 tomos. “El invierno de 1835 me precipitó en la vía de la perdición”, escribe. Tenía 22 años. La “perdición” de Kirkegor fue una perdición muy especial. No fue un libertino vulgar y silvestre: durante dos años o tres fue algo peor, y mejor: fue un desesperado, casi un demoníaco. (Una de sus categorías).
Pero esta mala infancia lo marcó. “Yo no he tenido infancia, yo he sido siempre viejo”. Su relación con Dios Padre es la misma relación que con su padre, y su relación con el Arzobispo Mynster es la misma relación: una mezcla de rebeldía y de sumisión tímida. Hoy día muchos autores católicos, por ejemplo Aranguren, Sciacca y su discípulo argentino Carturelli, otro argentino, el Dr. Laurí, René Jolivet… afirman que la religión de K. es sombría, amarga, desesperada, luterana, inhumana, egocéntrica, antisocial, etc. Es un error. Hay en él plantada una religión así, la religión de su padre, en un estrato inferior, como si dijéramos; y hay otra religión que reacciona fuertemente contra esta marca de Caín; y la domina poco a poco, en un interminable “itinerario de la mente a Dios”. Eso es justamente toda la obra de Kirkegor: una especie de cuaderno de ruta de un camino espiritual, de la “Subida al Monte Carmelo”, que diría San Juan de la Cruz. La religión de K. es “dialéctica”, como decía él: otra de sus difíciles categorías. Todo en K. es dialéctico; es decir, está  machimbrado de dos cosas contrarias que se apuntalan mutuamente: la “thesis” y la “antithesis” de Hegel, apuntalándose entre sí; pero sin la syn-thesis.
Quedémonos con un consejo de K.: “No hay derecho a educar a un chico como me educaron a mí; me echaron la carga de una religiosidad que aun para un adulto sería excesiva. Nadie me habló del niño Jesús, me plantaron delante de un crucifijo ensangrentado. Si a un niño se lo educara en un miedo tremendo a romperse una pierna, a fin de que no se la rompa, por eso mismo ese niño se la romperá más fácil que otros. Así lo hicieron conmigo respecto al Pecado. Y para mi padre, el Pecado era el pecado de la carne…”
¿Fue un gran pecador K.? – No.
¿Tuvo un hijo natural? – No.
¿Temió haber hecho un hijo natural? – No. Probablemente murió virgen. Son paparruchas de los autores avivados, que rechazo sin dar razones, como hay que hacer con las paparruchas.
¿Por qué rompió su compromiso con Regina Olsten?—el segundo terremoto de su vida. ¡Ay, nadie lo salva jamás! dijo él. Probablemente no lo supo él mismo hasta próximo a su muerte, a los 44 años. Es un enigma. “Yo soy un enigma”—decía él.
Era impotente. Era homosexual. Era masturbador o “muelle”. Tenía una fijación incestuosa en su madre. Era loco, simplemente, era esquizofrénico, dice el médico danés Helweg, que escribió un libro para probarlo. Paparruchas. Paparruchas puercas, a la moda de nuestra adorable época.
Pero nosotros sabemos ya por qué rompió. El escribió cuasi proféticamente: “Y he aquí por qué, no solamente mis escritos, sino también mi vida, la intimidad estrafalaria de toda la maquinería, serán objeto de interminables estudios”. (Diario 1847) Esto se ha cumplido.
He aquí los hechos “estrafalarios”; se comprometió con Regina Olsten el 10 de septiembre de 1840 con gran contento de ambas familias; rompe el 11 de octubre de 1841 con gran desolación de ambas familias y de la novia, “una acción estrafalaria”, fue calificada. Estrafalaria viene del italiano “strafare”, hacer con demasía. Pues bien, sí, K. lo hacía todo con demasía.
Procura aparecer a los ojos de Regina como un desleal y un mal hombre, a fin de que ella pueda ser feliz, que se des–enamore dél; escribe para eso el “Diario de un seductor” y “La Repetición”, con los libros de Abraham y de Job, con la esperanza dialéctica (o sea doble, o disyuntiva) de: o bien recuperar a Regina, o sea, de que Dios se la devolviera por “repetición”, como al santo Job devolvió sus bienes; o bien, librarse de su amor para siempre. Ninguna de ambas cosas consiguió. Regina, que por supuesto no había entendido palabra de los dos libros, se casa con un profesor de K., Fritz Schlegel, y él continúa amándola toda su vida, y cavilando (este gran cavilador) por qué, en el fondo, no quiso casarse teniendo amor: ese amor enteramente romántico que lo sostiene en su trabajo realmente sobrehumano. De modo que Dios en definitiva le dio la “Repetición”, como veremos, su trabajo.
Escribe un libro: “¿Culpable? ¿O no culpable?” con su cavilación de un año acerca de si rompía o no, un libro único en la literatura mundial; porque K. no transcribe ni describe su perplejidad, sino que la transmite directamente al lector, le pone un caos en la cabeza: inventa un aparato de palabras para trasmitir un estado de espíritu. No es un libro sobre la angustia (ese vino después) es una descarga de angustia como una descarga eléctrica.
En la hora de la muerte recién se aquieta: dice enigmáticamente que no se casó porque toda su vida llevó un aguijón en la carne, como San Pablo, aunque quizás no el mismo aguijón o espuela que San Pablo. Aquí entran las paparruchas.
Una cosa sabemos cierta: que K. rompió su compromiso por un motivo de índole religiosa.
¿Qué motivo? Dejando a un lado las paparruchas, y dejando las sutilezas, a veces muy inteligentes, de los críticos, por ejemplo:

Que él era un  intelectual nervioso incapaz de decisiones graves.
Que él era todo espíritu y vio no le convenía el matrimonio.
Que vio no podía hacer feliz a una muchacha vulgar, etc.

El motivo hondo de elegir el celibato fue simplemente el mismo motivo que tiene la Iglesia para imponer el celibato a los sacerdotes; aunque NO visto clara sino oscura y ambiguamente—por él, dialécticamente como todas sus cosas—. A no ser después de una rumia de 12 años al fin de su vida. ¡Este gran Rumiante! Recordemos que hizo su camino espiritual, su “itinerario de la mente de Dios”, enteramente solo: sin ninguna Iglesia; rechazó la Iglesia Luterana y no entró en la Iglesia Católica, quizás por falta de tiempo. Dice su traductor inglés el pastor Walter Lowrie que si K. hubiese vivido un poco más, hubiese entrado en la Iglesia Católica; y se hubiese puesto enseguida a escribir contra el Vaticano. Lástima murió tan joven, a los 45 años.
De la tercera fruslería que fue terremoto, es decir, ataque final a la Iglesia Luterana, diré poco, pues no pertenece a mi tema de hoy; basta decir que el fondo de su terrible libro contra los pastores sus cófrades es que han repudiado el celibato sacerdotal, y todos los “consejos” de Cristo, lo más alto y lo más bajo de la moral cristiana, la cúspide y el cimiento. Fue una frase del Arzobispo Martensen, el sucesor, en el entierro del Arzobispo Mynster, en que lo llamó “un testigo de la verdad”, lo que desencadenó la tormenta que había estado hinchándose durante 8 años, o durante toda su vida. Un “testigo de la verdad” es un Apóstol, o bien un Mártir, cosas que Mynster no fue ni de lejos. K. se desencadena como un rinoceronte, carga contra toda la Iglesia Danesa de la cual su hermano Juan era Obispo, hace el último esfuerzo de su vida (compuesta de esfuerzos) y muere. El mismo día que sacó del banco los pocos pesos (o “riscdáels”) que le quedaban, cayó desmayado en la calle, y algunas semanas después murió en un hospital.
Murió como un santo, como decimos vulgarmente; pero un santo excomulgado. Su amigo Busen le dijo:
-¿Quieres recibir la comunión?
–Si me la trae un laico sí, si me la trae un pastor, no.
–Eso no está bien, Suren.
-¿qué quieres? Son funcionarios del gobierno.
–Entonces ¿crees que estás en gracia de Dios?
-¡Sí!

La muerte de K. tiene la serenidad de la muerte de un santo; o por lo menos, de un sabio.
“Saluda de mi parte a todos los hombres; díles que los he amado” – dijo a Busen. Sí, incluso a los curas. “Conozco a los hombres y sin embargo los tolero”—dijo un gran español. K. diría: “Conozco a los hombres, me han hecho sufrir lo indecible, y … los amo”.
“Los curas son unos caníbales”—reza el nº 9 de “El instante”. Publicó 10 números de ese periódico hecho todo y editado por él: el undécimo se encontró hecho sobre su mesa cuando murió. [2] Los curas son unos caníbales y por tanto él los ataca como un caníbal: el abstruso y austero filósofo se convierte en un polemista y en un periodista popular, casi populachero: él, que odiaba tanto el periodismo. Creyó que Dios se lo pedía y lo hizo. ¿Se lo pedía Dios? Por los frutos que produjo su obra (en él mismo y en todo el mundo) parece que sí. Y además porque los incrédulos de todo el mundo, más algunos católicos, lo tratan ahora de loco.
Si adoptamos la doctrina de Lombroso de que todos los genios son dementes, entonces ¡que Dios nos dé muchos dementes desta clase! Dejémonos de paparruchas; el genio no es la demencia; el genio es lo contrario de la demencia. Si ha habido genios dementes quiere decir que no han sido del todo dementes ni del todo genios.
Puesto esto voy reseñarles la interpretación del libro de Job en la novelita psicológica: “La Repetición”.
Puede ser que escribir este libro lo haya salvado de la demencia, eso sí. ¿Demencia por tener que dejar una mujer?—Sí. “Mujeres hay un montón”—le dice Constantino Constancio al héroe de la novela. –No. Para este hombre, para esta clase de hombres, hay una sola mujer en el mundo: el flechazo de Cupido tiene en ellos un efecto fatídico. Es simplemente renunciar a la felicidad, o no, y el hombre no puede renunciar a la felicidad.
Constantino Constancio es el narrador de la novela; es un psicólogo maestro, o al menos se cree tal, y es un hombre de mundo que topa en un viaje con un joven desconocido perdidamente enamorado de una mujer con la cual no sabe si debe casarse o no, y con la cual ha roto abruptamente. K. calca el conflicto novelesco sobre su propio conflicto, cambiando algunos sucesos, naturalmente: poniendo otros sucesos equivalentes; pero el conflicto está allí entero; y es un conflicto supremo. Parecería mentira; pero el caso es que en ese conflicto llovía sobre mojado: sobre el temperamento de K., sobre su humor melancólico, sobre las desgracias que ya había sufrido, sobres su capacidad de amar, sobre su inteligencia extraordinaria; era desos hombres que tienen “emociones verticales” como dicen, emociones enteras que van de un golpe de lo más alto a lo más bajo, hasta el fondo final del alma, esos hombres que en cada puesta juegan todo lo que tienen, que no emplean su alma a pedazos. [3] Dado lo que era K., el conflicto era de vida o muerte; y para mejor, no veía claro si al romper había hecho un bien o no, sus motivos eran “subconscientes”, como dicen hoy. “¿Culpable? ¿O no culpable?”. Era como tirarse de cabeza al abismo por gusto; no por gusto pero sin saber bien por qué.
El psicólogo Constantino Constancio se pone a aconsejarlo: que seduzca a esa mujer y después la abandone; que le dé celos, dejándose ver por todos con una costurerita que el psicólogo contrata expresamente para eso por un año; que renueve el compromiso, cosa perfectamente factible; que arroje para siempre esa pasión insensata de su corazón; y finalmente, que se vaya al diablo. El joven desconocido no puede hacer ninguna de esas cosas, fuera de irse al diablo. Contesta que está abocado al suicidio, que no ve otra cosa.
Todo está contado con lujo de espesa psicología; psicología “profunda”, como dicen hoy. Es una novela psicológica tan buena como el “Adolfo” de Benjamín Constant, famosa en aquel tiempo; sólo que el Adolfo no tiene nada adentro, fuera de finos análisis psicológicos; y esta tiene filosofía y teología, es decir, exégesis; y además la fe cristiana.
El joven desconocido, el Sinnombre, desaparece y después comienza a escribirle cartas al psicólogo cínico. No se ha suicidado, ha leído el Libro de Job; y siendo un tremendo creyente se ha convencido de la Repetición o Reduplicación: así como Dios devolvió duplicados sus bienes al Santo Job, así tiene que devolverle a él mismo sus bienes después de la prueba; es decir, su felicidad; es decir Regina. Regina puede cambiar volverse una mujer extremadamente religiosa, como era él; puede cambiar leyendo sus libros; y entonces él puede casarse con ella.
Le llega la noticia de que Regina se ha casado. Absolutamente imposible la “repetición” en esta vida—ni en la otra. Tentación de suicidio- y de incredulidad en Dios. K. recibió la noticia del casamiento al terminar “La Repetición”. Rompió entonces el final novelesco de la novela (cosa excepcional en él, que no rompía nunca un papel escrito por él, por lo cual tenemos como 50 tomos de su “Diario”) y puso en su lugar esas cartas ambiguas, dialécticas, impregnadas de una opaca desesperación y de una opaca esperanza al mismo tiempo.
La tentación es vencida: Dios tiene que dar la repetición, la Escritura no puede mentir. ¿En la otra vida? En esta vida. En la otra vida no tiene gracia, eso lo sabemos, para eso no hay que escribir el libro de Job. ¿En esta vida? ¿De qué manera? Yo no lo sé: Dios no puede fallar. Pero entonces desde hoy Ud. va a ser un hombre desesperado, ¡va a expresar lo imposible! – Sí: como Abraham.
Al fin de su vida K. reconoció la repetición. En el momento de la ruptura, Regina (que entre paréntesis era bastante fea) lo volvió poeta; no que no tuviera ya los dones nativos del poeta: Regina despertó esos dones. Y al fin de su vida lo volvió un santo, o digamos por lo menos un “justo”. (Yo le rezo a Suren Kirkegor). Y en el intermedio, ese amor lo sostuvo para elaborar una obra literaria portentosa; la cual inmortalizó a la misma Regina; lo cual a la Regina le importaba un bledo. O sea que Dios ni le quitó el amor a Regina ni se lo dio; pero ese amor lo hizo grande, en esta vida y en la otra. Esa fue la repetición, si quieren ver.
Constantino decía: “Una mujer no significa nada, hay montones de mujeres; y ninguna vale tanto como todo eso”…Kirkegor contestó humorísticamente a esto a fin de su vida diciendo: “Muchos hombres se han vuelto poetas por causa de una mujer, muchos hombres se han vuelto santos por causa de una mujer; pero no ha sido la mujer que han desposado, esa los ha vuelto buenos padres de familia y a lo mejor senadores del Reino, como el honorable senador Petersen. Ha sido la mujer que no han poseído— y que han amado: la mujer lejana e imposible como una estrella.”
Bien, eso por lo menos le pasó a él: nada impide que una esposa lo vuelva también poeta al senador Petersen, tanto mejor. Pero K. responde humorísticamente a Constantino Constancio—responde solamente con su experiencia, toda la que hay.
La exégesis del libro de Job y la doctrina de la “repetición” se incorpora a la filosofía de K. con unos alcances inesperados: el ve que la “repetición” de Job es lo que llamaron los filósofos griegos “reminiscencia” y el filósofo Hegel “la mediación”; pero que es también diferente, es una especie de milagro. [4] El libro de Job consta de dos partes: un relato legendario acerca de la prueba de Job por Satanás al principio, y al final la reduplicación de Dios, como ustedes saben; este relato es su verdadero fondo; y entremedio, un largo poema teológico (pues el autor del libro de Job es un gran poeta) acerca del problema del Mal y acerca de la existencia de su causa, el diablo.
La exégesis siempre se ha fijado en este poema teológico (ver por ejemplo el comentario de Paul Claudel) añadiendo a lo más la refutación de las ideas falsas de los amigos de Job, por ejemplo, que si uno sufre una gran desgracia es por ser culpable de algo feo por más que lo niegue; que los buenos no pueden sufrir agonías extraordinarias, porque hay Providencia; y que los malvados son siempre castigados en esta vida. Pero eso es poco: lo que resuelve todo en este tremendo problema y tremendo poema, es el final, la Repetición; y K. iluminó ese enigma. Es el mismo enigma del “Ciento por uno en esta vida” de Jesucristo; promesa que parece muchas veces no se cumple. En mí no se ha cumplido. Bah, se estará cumpliendo a lo mejor.
¿Es tan importante eso que vio K. para poder llamarlo gran exégeta? Bueno, por lo menos nadie lo vio y lo puso en limpio antes que él; y había ya veinte siglos de exégesis. ¿Qué es lo que vio? Vio que la vida de Job es el paradigma de la vida del justo en este mundo; donde nunca faltarán pruebas; y que cuando el justo es probado en forma atroz, como Abraham y Job, Dios quiere devolverle en esta vida los bienes que le quitó; aunque quizás en otra forma; porque tampoco a los siete hijos de Job que fueron aplastados Dios no los resucitó; le mandó tres hijas más, “famosas por su hermosura”, dice la Biblia. Y no puede fallar la Escritura. Fallamos nosotros; a muchos (como a mí) Dios no les devuelve el ciento por uno de los bienes dejados porque no los han dejado del todo. Lo que en este plano superior hace Dios, tiene que ser oculto, misterioso: “vere Deus absconditus es tic”, veramente un Dios oculto eres tú, dice el Profeta Daniel.
Probablemente no dejamos los bienes deste mundo del todo. Los dejamos como aquel labriego español que fue a la Iglesia y había en la puerta un gran cuadro del Purgatorio con horribles llamas, una bandeja y un letrerito: “Limosna para las ánimas. Un duro, indulgencia plenaria. Duro echado, ánima salida”.  Y echó un duro diciendo: “por el alma de mi padre” y le preguntó al Sacristán: -¿Salió el alma? -Por supuesto, dijo el Sacristán. Agarró el duro y dijo: “¡Pues que no sea tonto de volver a meterse!”. He dicho.




Quinta Conferencia
La Parusía



- Lacunza ¿cuándo vivió y por qué está en el “Index”?

La Parusía es hoy día el punto más importante de la Sagrada Escritura. Para el católico es un dogma. La Iglesia no ha definido nada acerca de la enconada división que existe hoy entre “literalistas y alegoristas”, discusión que comenzó en el siglo IV: tiempo no le ha faltado.
Parusía es el nombre técnico de la Segunda Venida de Cristo: es palabra griega que significa entre otras cosas “venida, llegada”, o sea “adviento” o “advenimiento”. San Mateo la usó una vez en su Evangelio: En ese tiempo significaba principalmente la llegada solemne de un Rey a una de sus ciudades. Los Apóstoles la siguieron usando para significar el retorno glorioso de Cristo. Estamos cerca del adviento en el cual tiempo la Iglesia predica dos domingos acerca del “Adventus” del Señor; el cual está en el Credo: “Creo en la resurrección de la carne… y desde allí ha de volver a juzgar los vivos y los muertos”.
Creo que es el punto más viviente de la exégesis de la Escritura: son profecías por cumplirse. Las antiguas profecías referentes a la primera Venida, se han cumplido y han sido estudiadas profundamente; para los fieles no son problema; existen listas ordenadas de los vaticinios mesiánicos hebreos y su cumplimiento, de las cuales la más conocida es la de Blas Pascal. Las profecías de la Segunda Venida no se han cumplido todavía; y existe acerca dellas una viva lucha subterránea de la que los fieles no suelen estar enterados. Incluso le puede venir a uno una condena fulminante de un Monsiñore que NO sabe de qué se trata y a quien le ha llegado una acusación malintencionada de un politicastro argentino.
Las antiguas profecías hoy no son problema: sin embargo para los Santos Padres eran ellas (y no los milagros) el principal argumento pro la Divinidad de Cristo: en parte por la razón obvia de que la Primitiva Iglesia se dirigía primeramente a los judíos, los cuales tenían las profecías y las tenían por inspiradas e infalibles, y no admitían como inspirados los Evangelios, donde están los milagros.
En 1919 siendo estudiante (o mejor dicho “novicio” en Córdoba) le dije a uno de mis profesores, el P. Luis Parola: “Las profecías no me convencen mucho. Los Santos Padres eran hombres inteligentes y hábiles y las Profecías hebreas constituyen una masa enorme de literatura. ¿No sería posible que los Santos Padres primeros hayan acomodado rasgos sueltos y versículos separados desa literatura a la imagen de Cristo que ellos ya conocían? ¡No deliberadamente por supuesto!”. El me miró un momento, y luego me dijo: “Hágalo”.
“-¿Cómo?”. “Haga eso, pruebe a hacer eso: tome las escrituras y trate de hacer un retrato con ella de Alejandro el Magno, Carlomagno, San Francisco de Asís, Napoleón o cualquier personaje de la historia que conozca”. La respuesta es contundente efectivamente e imposible. La vida del Rey Mesías está reseñada (o espejada) en las antiguas profecías desde su nacimiento en Belén hasta su Pasión y Muerte y Resurrección, junto con los sucesos concomitantes, como la destrucción de Jerusalén, la dispersión de los judíos y la fundación de la Iglesia. Sería enteramente risible querer acomodar las profecías a cualquier otro personaje, no solamente real, sino solamente posible. Para burlarse de los ataques de los hipercríticos germanos, un ironista francés (cuyo nombre se me escapa ahora) escribió un libro en que con el método de los sabios incrédulos probó, ¡que Napoleón no había existido!. “Napoleón Bonaparte, mito solar”.
Si eso es verdad tomando las profecías sueltas, hay un hecho todavía más aplastante y es el conjunto dellas. El núcleo dese conjunto, que como un hilo conductor corre a todo lo largo desde el Génesis a Malaquías, es el Rey Mesías y el Reino del Mesías: el cual va a aparecer en Israel un Rey extraordinario y va a fundar un Reino Universal, y ese Rey está marcado hasta el tiempo de su aparición en las setenta semanas de Daniel. Daniel hizo la profecía más clara acerca del Reino Mesiánico y marcó su aparición a 70 semanas de años de su profecía; cerca de 500 años; y esos 500 años se estaban llenando cuando apareció Cristo y por eso había tal efervescencia religiosa en Palestina entonces; efervescencia en la cual se injertó la prédica de Juan el Bautista y la de Cristo. Hoy día los judíos tienen un mandato en el Talmud: “Maldito sea el que compute los años de Daniel”. En efecto, los años de Daniel son fatales para el judío que todavía espera la llegada del Rey Mesías. Han pasado ya cerca de 2.500 años.
Existen por tanto dos hechos enormes que se conjugan formando un milagro mayor que la resurrección de un muerto: son como vertientes históricas que confluyen en un punto, que es Cristo.
Una vertiente es la historia antigua que conocemos mejor de todas, de un pueblo que tiene la mayor y mejor literatura de todos los antiguos: en él y en ella, una inmensa esperanza de un Rey Salvador, llamado así “Jeshuª”, Jesús, y de un Reino Universal justo y santo se va concretando en pormenores más precisos cada vez hasta llegar al tiempo, que es el 752 de Roma y primero de nuestra era; y la otra vertiente correlativa tomando desde nosotros que estamos aquí desciende hasta esa misma fecha a través de toda la historia de Europa y el mundo hasta ese mismo punto, reflejando como un espejo la otra vertiente, esa inmensa expectación.  ¡Y estas dos vertientes cubren más de 40 siglos!. Eso solamente lo puede hacer un Ser que sea dueño de toda la historia, que esté por encima de los tiempos; no lo pueden hacer ni el artificio o malicia de los hombres ni el azar o casualidad mucho menos. “Si yo me engaño, oh Dios, -decía el Canciller Juan Gerson- eres Tú quien me ha engañado”.
Este es el milagro de las profecías: todas las profecías particulares han sido atacadas una por una (y defendidas) desde que existe la Iglesia; pero su conjunto es absolutamente inatacable. Ahora bien, si las profecías antiguas, las profecías que quedan se van a cumplir también. En esta conferencia tratamos de nuestro futuro; del futuro del mundo y del futuro personal de cada uno de nosotros.
La exégesis de toda la Escritura voltea hoy día en torno de la exégesis del Apokalipsi; y la exégesis del Apokalipsi voltea en torno del Capítulo Veinte. Esta es la situación neta. Este capítulo puede interpretarse alegóricamente o bien literalmente; es decir, o es una alegoría o “mito”, o es una profecía. No hay otra salida.
El capítulo XX, que leeré al final, predice esencialmente dos resurrecciones al fin del mundo; y entre ellas un largo período de tiempo (“1.000 años”) de prosperidad de la Iglesia, llamado “el Milenio” o el Reino Milenario.
He traducido un libro llamado “La Iglesia Patrística y la Parusía” del P. Jesuita español Florentino Alcañiz que acaba de salir al público. En él se recogen simplemente todos los dichos de todos los Santos Padres y Doctores de los primeros cinco siglos.
El Resultado es el siguiente: todos los Santos Padres que han hablado del punto creen literalmente en el Reino Milenario; no creen en la interpretación alegórica; ni menos en la interpretación literal crasa o carnal del heresiarca judío Kerinthos o Cerinto; a la cual algunos atacan fieramente.
Hay pues tres interpretaciones posibles del Apokalipsis y nada más que tres: dos católicas y una herética.

1º) La interpretación literal patrística. Ella cree, como he dicho, que habrá en efecto dos resurrecciones después de la Venida de Cristo y la derrota del Anticristo, y un nuevo reino de Cristo en la tierra de gran paz y prosperidad; y este espacio de tiempo será el Juicio final, con la resurrección Universal, también de los malvados, al final. Los que exponen totalmente esta doctrina son San Ireneo Obispo de Lyon en el siglo II, y el retórico Lactancio, el maestro de San Agustín en el Cuarto siglo; pero es común a toda la Iglesia. También el poeta romano Commodiano en un largo poema en hexámetros llamado “El Juicio”; y en gran parte uno de los cuatro Doctores Máximos de la Iglesia Latina, San Ambrosio, también maestro de San Agustín. Todos los demás fragmentariamente. Naturalmente estoy hablando de los escritos que nos quedan: muchas obras dese tiempo se han perdido y nos quedan fragmentos o solamente el título.

2º) Casi al mismo tiempo que los Apóstoles, viviendo el Apóstol Juan, un hereje de origen judío, Kerinthos, suscitó una complicada herejía con una interpretación carnal o crasa de las profecías escatológicas: que según él predicen la restauración o instauración del poderío judío en el mundo por medio de Cristo,  un reino mundano en el cual los judíos cristianos se van a vengar de sus enemigos incluso por medio de guerras (imaginemos a Jesucristo sentado en un trono en Jerusalén con un Rattenbach y un Alzogaray al lado) la restauración de la ley de Moisés con la circuncisión, el Templo y los sacrificios de animales; o sea, la idea de los fariseos en tiempo de Cristo y finalmente, como recompensa por las penurias sufridas por los justos, grandes fiestas, festejos y francachelas, bastante carnales al parecer, si no obscenas; lo cual pone furioso a San Jerónimo. Digo “al parecer” porque no nos ha quedado una sola línea de los escritos de Kerintos; conocemos su herejía por las refutaciones, casi siempre indignadas, de los Santos Padres. “Milenismo carnal, milenismo craso o kiliasmo” se llama esta herejía.
Encontrarán Uds. en la literatura actual con mucha frecuencia escritos sobre el “milenarismo” (mejor es decir “milenismo”) dividido en dos: “milenismo espiritual y milenismo carnal”. Esta división ocasiona fácilmente el error de creer hay un género llamado milenismo y dos especies dél, el espiritual y el carnal. No hay tal cosa: existe la interpretación literal de los Padres de la Iglesia y su corrupción por Kerinthos; una herejía; y así como un hombre vivo y un cadáver no pertenecen al mismo género, al género hombre  - dice Aristóteles; pues el cadáver pertenece al género “restos” o “corrupción”, así la doctrina de la Epístola de Bernabé, del mismo siglo I y la de Kerintos del siglo I no pueden alinearse juntas ni referirse al mismo género; como la doctrina de Lutero y la de San Agustín no son dos clases de augustinismo. Este error es hoy día frecuente; y el culpable, por desgracia, es San Jerónimo; como veremos,

3º) La 3º interpretación es el “alegorismo” inventado por el hereje donatista Tyconio en el siglo IV, la cual adoptó San Agustín después de ser milenista o literalista (en el sermón 259) y le comunicó un enorme impulso hasta nuestro días, en que es la más frecuentada enseñanza, aunque no la única como pretenden muchos alegoristas; no lo pretendió San Agustín por cierto, el cual expresamente dice que no sabe si es la verdadera. Lo veremos al final.

Entre estas tres opiniones existe hoy una guerra que no es nada fría. Lo curioso es que el milenismo carnal de Kerinthos, tan grosero, subsiste en nuestros días, en algunas sectas protestantes, como los “Testigos de Jehová”, o “Mormones”, que andan aquí entre nosotros; y otra reciente secta yanqui, llamada “La Nueva Dispensación” que según el Dr. Murria en su Comentario al Apokalipsis tiene cinco millones de adeptos, es decir, como toda la población de Bs. As.: todo en EE.UU. es “rascaciélico” o kolosalista.
Puesto esto voy a leerles algún ejemplo de la interpretación patrística, explicar la virazón de la exégesis en tiempo de San Agustín y exponer brevemente las dos exégesis católicas.
Esta creencia de que el mundo va a durar 6.000 años (desde Adán, no desde el comienzo de la creación) se repite en muchos Santos Padres, y es “una tradición judeocristiana muy antigua y muy respetable”, dice Menéndez Pelayo. ¿Es de fe? No. ¿Está en la Escritura? No; sino en una interpretación patrística de sendos versículos de David y de San Pedro. De modo que si la “ciencia moderna” llegara a probar que el hombre está sobre la tierra hace 15.000 años (o quince millones, dicen algunos, que necesitan todo ese tiempo para transformar al mono en hombre) si lo llegare a probar, digo, (que hasta hoy no lo ha hecho) entonces habría que abandonar esa tradición como un error. Por ahora no veo la necesidad. El darwinismo no pasa de ser una hipótesis sin prueba ninguna; y esas cifras enormes sobre la aparición del hombre sobre la tierra dependen del darwinismo.
Del principio deste período apostólico, la Didajé y la Epístola de Bernabé, voy a saltar al final del período, a Lactancio, escritor africano que fue maestro de San Agustín. En su gran libro “Instituciones Cristianas”; que nos ha sido conservado entero, Lactancio hace una reseña de la interpretación tradicional (llamémosla  “milenismo espiritual” si quieren) larga y completa, casi tan completa como la de San Ireneo dos siglos antes. En ella hay una página muy curiosa que voy a leer, una descripción de cómo serán los últimos tiempos; es decir, lo que llaman “la gran apostasía”: cuando las naciones cristianas perderán su cristianismo, y lo que es peor, lo adulterarán. Dice así:

Tenemos en los arcanos de las Sacras Letras que el Patricarca de los Hebreos pasó al Egipto con toda su familia y parentela apremiado por la carestía de los alimentos; y que su posteridad, habiendo habitado mucho tiempo en Egipto y crecido en sector numeroso, siendo oprimida con yugo de esclavitud grave e insoportable, hirió Dios a Egipto con llaga insanable y liberó a su pueblo sacándolo por el medio del mar, rasgadas las aguas y apartadas a una y otra parte, para que el pueblo caminara por lo seco; mas tentando el Rey de los Egipcios seguir a los fugitivos, volvió el piélago a sus cauces, y el Rey fue atrapado con todo su ejército. Prodigio tan claro y asombroso, aunque por el momento mostró el poder de Dios a los hombres, sin embargo fue principalmente signo y prefiguración de una cosa mayor, la cual parecidamente Dios ha de hacer en la última consumación de los tiempos. Pues liberó a su gente de la pesada esclavitud del mundo. Pero como entonces era uno solo el pueblo de Dios, y estaba en una sola nación, entonces sólo Egipto fue golpeado. Mas ahora, porque el pueblo de Dios congregado de entre todas las lenguas, habita entre todas las gentes, y es dominado y oprimido por ellas, ocurre que todas las naciones, es decir, el orbe entero, sea azotado con justo flagelo, para librar al pueblo santo y cultor de Dios. Y como entonces acontecieron prodigios con que la futura derrota de Egipto se mostrara, así en el final sucederán portentos asombrosos en todos los elementos, por la cuales se entienda por todos el final inminente.

Aproximándose pues el término de este ciclo, es forzoso que se inmute el estado de las cosas humanas y caiga pues más bajo aún, a causa de la maldad creciente; de tal modo que aun estos tiempos nuestros en que la injusticia y la malignidad creció al sumo grado, en comparación con aquel extremo insanable, se podrían tener como felices y realmente áureos.

Pues de tal manera escaseará la justicia; y crecerán de tal modo la codicia y la lascivia, que si algunos entonces fueren buenos, serán presa de los malevos y atropellados de todos modos por los injustos; sólo los malos serán opulentos, y los buenos se debatirán en la pobreza y en la vejaciones.

Se confusionará todo el derecho y perecerán las leyes. Ninguno entonces poseerá nada si no fuere adquirido o defendido malamente: la audacia y la fuerza lo poseerán todo. No habrá confianza en los hombres ni paz ni humanidad ni pudor; ni verdad. Y así tampoco habrá seguridad ni gobierno derecho, ni refugio contra los males.

Toda la tierra se alborotará, y rugirán guerras por doquiera; todas las gentes andarán en armamentos y se resistirán mutuamente. Las naciones fronterizas pelearán entre sí. Y Egipto el primero de todos pagará el castigo de sus estúpidas supersticiones y será cubierto de un río de sangre. Entonces la espada recorrerá la tierra, segándola toda y postrando las cosas como mies madura. [5]

Y de esta confusión y devastación, la causa será que el nombre Romano, por el cual se rige el orbe (me horroriza el decirlo, pero lo diré porque ha de suceder) será quitado de la tierra y el dominio volverá al Asia, y de nuevo mandará el Oriente; y el Occidente servirá.

Ni debe extrañar a nadie que un reino tan potentemente cimentado, tanto tiempo y por tan magnos varones, y con tan grandes munimentos confirmado, todo no obstante un día caerá. Nada hay creado por fuerzas humanas que las mismas fuerzas humanas no puedan destruir: porque mortales son las obras de los mortales; pues los otros reinos anteriores, habiendo luengamente florecido, sin embargo también murieron…

¿De donde sacó Lactancio esta descripción del futuro? En la Escritura no está o está solamente indicada en embrión; por tanto la sacó de la tradición apostólica; y del espectáculo de su propio tiempo, de la persecución de Diocleciano, que él presenció en su juventud, y cuyo final vio. ¿De donde sacó Lactancio esta profecía que “lo hace temblar” de que el Imperio Romano y el Orden Romano iba a ser abolido, y que el Asia iba a dominar de nuevo en el mundo? En el Apokalipsis se dice que en los últimos tiempos “se va a secar el río Eufrates para dar paso a los ejércitos asiáticos para contra Europa”. Eso significa que una barrera entre el Asia  y Europa va a caer, la cual en aquel tiempo era el Río Eufrates. Esa barrera hoy día ha caído: China y Rusia se yerguen amenazantes sobre Europa. Pero ¿de dónde sacó lo del Imperio Romano abolido? No está en el Apokalipsis; probablemente de San Pablo.
San Pablo escribió a los Tesalonicenses, que creían con espanto que el fin del mundo estaba encima, y creían erróneamente que eso era enseñanza del mismo Pablo, que no podía ser todavía el fin del mundo porque estaba de pie aún el Obstáculo y el Obstaculizador, (palabras en griego), una palabra griega, Obstáculo, que él pone en neutro y en masculino; o sea, “Lo que ataja” y el “El Atajador” que “mientras no sean retirados” no puede aparecer el Anticristo, según el Apóstol.
Los Santos Padres creyeron que el Katéjon, o sea el Obstáculo del Anticristo era el Emperador y el Imperio Romano; o sea, que la Ley, la Autoridad y el Orden Romano impedían que levantara cabeza la maldad, la perversidad, lo Demoníaco; supuesto que lo perverso y demoníaco existía entonces y existe hoy y existirá siempre, aunque sofrenado ahora por el Orden Romano. El Orden Romano no se extinguió con la caída del Imperio de Julio César, sino que se conservó y pasó a la Cristiandad; y pasó mejorado; e incluso un Rey con el título de Emperador Romano hubo siempre en Europa hasta ahora, es decir, hasta el año 1806 cuando el audaz italianito Napoleón Bonaparte fundando la Confederación del Rhin despojó de su título de Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico al Emperador Francisco II de Austria.
El Orden Romano, que es para mí lo mismo que para los Santos Padres el Obstáculo del Anticristo, está hoy día bastante descalabrado y atacado a fondo[6]. Las columnas del Orden Romano son la Familia, la Propiedad Privada, el Ejército y la Religión, lo vengo predicando hace más de 20 años; y esas cuatro columnas están minadas hoy en todas las naciones, incluso las católicas; y el Comunismo tiene por programa paladino deshacer esas cuatro columnas. De modo que la predicción de Lactancio es sumamente actual.
“Y desta confusión y devastación la causa será que el Nombre Romano (no dice que el César, dice el “Nombre Romano”, es decir, la romanidad por el cual hoy se rige el orbe (me horripila decirlo más lo diré pues suceder ha) será quitado de la tierra y EL DOMINIO VOLVERÁ AL ASIA; y de nuevo mandará el Oriente y el Occidente servirá.
Volviendo a nuestro tema; Lactancio expone cumplidamente casi todos los puntos capitales del “milenismo espiritual”, a saber:

1-                      Surgirá en el mundo el Anticristo, un ser personal no colectivo, un Tirano, el “Emperador Plebeyo”.

2-                      Perseguirá a la Iglesia hasta extinguirla—aparentemente.

3-                      Durará poco la persecución: tres años y medio.

4-                      Cristo volverá entonces y con una palabra (con “un aliento de su boca”) derrotará al Tirano.

5-                      Resucitarán muchos muertos, lo mismo que pasó cuando resucitó Cristo: “resucitaron algunos y aparecieron a muchos”—dice el Evangelio.

6-                      Seguirá una época de paz y tranquilidad para la religión, una Iglesia realmente nueva, que durará mucho tiempo, bajo la influencia de los resucitados.

7-                      En ese tiempo próspero es posible (aunque no seguro) que sigan resucitando los Justos poco a poco según sus méritos. Y eso sería lo que llamamos “el Juicio Final”.

8-                      Después se entibiará poco a poco a la fe; habrá en el mundo malvados (naturalmente, el hombre seguirá siendo libre y habrá manchas o rincones en el mundo donde no reinará la fe; como había en Europa durante la Edad Media; por ejemplo, los Albigenses, que se sublevaron el siglo XII, y pusieron en peligro a toda Europa.

9-                      Gog y Magog se sublevarán contra Jerusalén; un Rey, una Raza que están también nombrados en Zacarías profeta, el cual predice también esta sublevación. Los Santos Padres creen que Gog y Magog designan a los Escitas, “tan blancos como crueles” – dice Cervantes en el Quijote; es decir, a los pueblos que hoy llamamos Rusia y Siberia.

10-                  Un fuego inteligente bajará, morirán en el mismo instante todos los vivientes, resucitarán los condenados al infierno (si es que no han resucitado antes y han sido ellos los que han atacado la Ciudad Santa, como ponen algunos), y será el Juicio Universal; o mejor dicho el término del Juicio Universal.

11-                  Dios restaurará todas las cosas; y hará “cielos nuevos y tierra nueva”, según está prometido; es decir, cielo y tierra renovados, transfigurados, embellecidos.


Esta es la interpretación que San Agustín recibió de su maestro Lactancio; pero a mitad de su vida, por influjo de San Jerónimo, “se dio vuelta”, tomó la exégesis del hereje Tyconio, y en su libro “La Ciudad de Dios”, cap. XX, propuso la interpretación alegórica del Apokalipsis, que luego veremos: Hubo desde entonces una “reversión de la exégesis”, empezó a primar la exégesis alegórica.
La causa desto fue “el error de San Jerónimo”.
El error de San Jerónimo consiste en que no distingue entre milenismo carnal y espiritual y los ataca a ambos indiscriminadamente, con gran vehemencia. Era bastante furioso el friulano mi paisano y patrono, que no se para ni ante la zafaduría. Hay algunos trozos deste ataque que no me atrevería a traducir aquí ante ustedes (ni me atreví en mi libro) porque ahora serían indecentes; entonces no, la gente era menos delicada. En suma, San Jerónimo juntó en una sola denominación una interpretación católica (la más católica) con una interpretación herética. Si eso no es error, que venga Dios y lo diga.
Hay una singular aunque explicable incoherencia en las imprecaciones del ermitaño de Belén contra el milenismo. En efecto, por un lado lo llama “cuento de viejas, fábulas judaicas, sueños de enfermo, delirios insanos, disparates manifiestos y palabras heréticas y peligrosas” y así por el estilo; y por otro lado dice “no se atreve a condenarlo porque han creído en él los antiguos, ha habido tantos Santos, Doctores y Mártires (los cuales él ha leído y nombra que lo han sostenido...” Esto es una incoherencia; pues si son palabras heréticas y peligrosas, él debe condenarlas; y si tantos Santos las han tenido (todos, prácticamente) entonces no son palabras heréticas y peligrosas. Había una distinción muy sencilla que hacer, el milenismo espiritual yo no lo condeno: es el de los Santos; el milenismo carnal lo condeno; es el de Kerinthos heresiarca. Pero San Jerónimo no la hizo.
San Agustín joven tenía por el viejo luchador respeto, admiración y amistad; tenían los dos continua correspondencia sobre la Escritura. San Jerónimo persuadió a San Agustín y creo que lo asustó. San Agustín cambió de posición y ese fue un acontecimiento religioso enorme.
Pero hay que notar San Agustín hizo la distinción y dijo que el milenismo espiritual él no lo condenaba, que se podía tolerar; y dijo expresamente que la interpretación nueva que él daba, él no sabía si era verdadera; es decir, que no era la única posible, como dicen hoy día los alegoristas, invocando justamente a San Agustín sin honradez o con ignorancia.
El error de San Jerónimo tiene excusas: 1º, parece ser que Kerinthos, o sea, el milenismo carnal, habría crecido mucho y era un peligro para la Iglesia; 2º, por ser parecido a la exégesis de los Santos Padres, tal como una moneda falsa se parece a una buena, muchos fieles insensiblemente resbalaban del uno en el otro; 3º Kerinthos según parece ponía bodas, matrimonios durante el milenio, no solo entre los mortales (lo cual naturalmente es justo) sino entre los resucitados; y quizás matrimonios polígamos a la judía, casarse con muchas mujeres, como ahora los mormones o testigos de Jehová, eso ponía furioso a San Jerónimo (y la furia es mala consejera) y a otros también: expresamente Jesucristo dice en el Evangelio que NO habrá matrimonios entre los resucitados. Algunos Santos Padres fueron algo misóginos, es decir odiadores de mujeres; y San Jerónimo bastante, apesar de su amistad con Paula y Eustaquia, su hija.
Las mujeres no tienen la culpa, Dios las hizo. Los que no las quieren, que se vayan al club y se emborrachen, nadie les manda ir al baile.
Puesto esto ¿cuáles son exactamente las dos interpretaciones del bendito cap. XX. Más o menos ya las saben pero voy a darlas exactamente, para terminar:
Interpretación de San Agustín: la voy a dar exactamente, sin cambiar una línea: es decir, sin hacer lo de Agustín, el cual cambió una línea de la Escritura para acomodar el texto sacro a su exégesis.
Esta interpretación dice que los Mil Años del Apokalipsi son “este tiempo”; es decir, el tiempo desde la Primera Venida hasta la Segunda Venida de Cristo. Entonces según eso, este capítulo está mal, no debería ser el 20 sino el primero o el segundo; pues el Cap. 19 trata evidentemente del Anticristo y el fin del mundo. Bueno, dicen Tyconio y San Agustín, este capítulo es una “recapitulación”: el Profeta vuelve atrás y en una nueva visión resume todo lo ya dicho. Símbolo y alegoría.


SIMBOLO Y ALEGORÍA

Es bastante arduo distinguir bien entre símbolo y alegoría; pero hay que hacerlo si uno quiere hablar de la exégesis literal simbólica y la exégesis alegórica.
Es difícil porque los dos son una comparación, o sea, se fundan en una metáfora, pero la alegoría “es una metáfora continuada”. Por tanto, la alegoría es una metáfora retórica, artificial y larga y el símbolo es una metáfora natural que puede ser muy breve.
A los victoriosos los coronaban con ramas de laurel; de allí salió “los laureles de la victoria” y después quedó simplemente los laureles para designar la victoria: “sean eternos los laureles” No fueron eternos en la Argentina.
Es un símbolo. Una rama de olivo es el símbolo de la paz, una espada es el símbolo de la muerte, una cruz es el símbolo del cristianismo; al cual llama por desdén Bernard Shaw, el “cruztianismo”.
Una alegoría sería por ejemplo si Churchill se pusiese a describir la victoria inglesa en la descripción de un árbol de laurel: la raíz son las tradiciones inglesas, el tronco es la reciedumbre de la raza inglesa, las ramas son las instituciones inglesas, la guerra es un hachazo que le dieron al tronco; y finalmente el árbol floreció en la victoria; como de hecho lo hace.
Podríamos definir el símbolo = una cosa concreta que designa a otra cosa concreta; y la alegoría, una serie de cosas concretas que designa una cosa abstracta, general, o pensada.
El ejemplo clásico es la vida humana alegorizada en una NAVE. Horacio la usó en la Oda XIV, libro I
Oh navis fluctus – aunque esta oda se refiere a la vida política que Lope de Vega imitó en “La Barquilla”:

          Pobre barquilla mía
          Entre peñascos rola
          Sin velas desvelada
          Y entre las olas, sola
          ¿Adónde, dí, te arriesgas
          Adónde, dí, te arrojas?
          Que no hay deseos cuerdos
          Con esperanzas locas.

Yo mismo he usado la misma metáfora continuada en un poema titulado JAUJA.
Aquí surge una dificultad: lo que parece una cosa concreta (La Nave) designa otra cosa concreta, la vida de Lope de Vega. Pero no es así: no designa la vida deste momento de Lope, sino un concepto general de toda su vida como está en su recuerdo y apreciación; o sea, una cosa pensada, no existente.
Sería un símbolo si Lope dijera: “Esa noticia que me da usted me ha hundido como un bote que se va a pique”. En este caso el bote representaría natural y directamente una emoción actual concreta, si me pongo a elaborar esa comparación para representar todas mis emociones, elaboro una alegoría.
Todas las parábolas de Cristo son símbolos y la literatura (o poesía recitada) del Orientes es eminentemente simbólica, como ya notó Hegel en su “Estética”.
Así pues en la interpretación de la Escritura hay el sentido literal crudo (como en los libros históricos) y el sentido literal simbólico, que es el más frecuente, como en el Génesis, por ejemplo; y finalmente el sentido alegórico o traslaticio, que a veces es lícito y a veces ilícito (cuando es demasiado extravagante) pero siempre supone el sentido literal primero o segundo: es derivado, simplemente. Ejemplo de sentido alegórico extravagante es por ejemplo el “gran” Maldonado cuando dice que “los pájaros del cielo” del Evangelio significa “los Príncipes cristianos” ¡Valientes pajarones eran, la mayoría! – por ejemplo Enrique VIII de Inglaterra.
En nuestra interpretación de las Siete fialas del Apok. XV, por ejemplo, les dije:

La Primera Plaga significa la sífilis. Es sentido literal primero, o crudo. El texto dice: “un morbo horrible y vergonzoso”.
La Segunda Plaga, la Copa de Sangre vertida en el mar (la sangre de los justos y siervos de Dios) que vuelve a todo el mar color de sangre y lo envenena, significa, no puede significar literal crudo; luego “literal simbólico”; significa el evenenamiento de las relaciones internacionales.
La regla la dio San Agustín: hay que interpretar siempre literalmente hasta donde se pueda; si no se puede por imposible, hay que interpretar simbólicamente ; es decir “literal segundo”.
Sentido alegórico: El P. Bonsirven interpreta la Segunda Copa vertida en el mar por “el castigo de Dios a los impíos”, así en general; es decir, cualquier castigo o cualesquiera impíos en cualquier tiempo. Es inadmisible, pues prescinde del sentido literal.
Estas son las dos interpretaciones católicas del famoso Cap. XX. En el siglo V no eran exclusivas, uno podía aceptar las dos, como typo y antitypo, según hizo San Agustín; hoy día son exclusivas, por lo menos de parte de los “alegoristas”, que ejercen una gran presión en Roma a fin de condenar a los literalistas. Lo que a los fieles más interesa es que estas dos posiciones teológicas se reflejan en dos posiciones filosóficas actuales acerca de la crisis del mundo actual, la posición “progresista” o “evolucionista” y la posición “esjatológica”. Cualquier autor actual que trate las cuestiones actuales está en una de las dos: la posición “progresista” cree que esta crisis se va a arreglar necesariamente, porque el mundo siempre progresa y la Iglesia siempre ha salido bien de todas las crisis; la posición “esjatológica” cree que puede ser no salgamos desta crisis; es decir, que, removido el famoso “Obstáculo” o Katéjon del Anticristo, aparezca el Anticristo y todo lo que sigue; y puede ser también que salgamos, pero a costa de un gran esfuerzo,  y un esfuerzo de índole religiosa: “la conversión de Europa”, lo llama el historiador Belloc. Veremos, dijo el ciego.
Entretanto el cristiano de verdad hace lo que siempre ha hecho, crisis o no crisis: hace su trabajo, que en el fondo es la Salvación de su alma, o sea, los Diez Mandamientos, el amor a Dios y la ayuda al prójimo; con “temor y temblor” por un lado y con paz y sosiego por otro, a causa de su confianza en la Providencia y en las Promesas – y en las Profecías.
El progreso es una realidad en el mundo; pero es el progreso del Bien y del Mal paralelamente; según el Profeta Daniel: “que el Santo se santifique más y que el perverso se emperverse más, y entonces vendrá el desenlace”—como dijo el Ángel al Profeta cuando este preguntó: “¿Y cuándo serán todas estas cosas?”. “Que el Santo...”
Es el gran drama de la historia humana, la lucha del Bien y del Mal, que tiene tres actos: Caída, Redención y Restauración; drama cuya raíz es el albedrío del hombre y del demonio. Dios es el gran “régisseur” deste drama: no va a terminar contra Dios. No triunfará el Mal.
Estamos destinados a cosas muy grandes, seremos espectadores y actores de un drama divino, que terminará en Divina Comedia. Yo no les voy a describir el Reino de Cristo ni el milagro de la Resurrección, con sus triunfos y gozos supremos, como tientan hacer algunos Santos Padres, porque eso derrota mi imaginación; aunque he escrito un cuento “Viaje a Jerusalén” en el fin de mis “Parábolas Cimarronas”; en que trato de figurarme a mi manera correntina cómo podría ser la resurrección parcial y sucesiva de los Santos: me quedo corto, por supuesto. Lo que yo sé es que el Paraíso Terrenal que Dios creó para el hombre, tiene que ser reconquistado y reconstruido algún día, porque sino, la Redención de Cristo no sería cumplida: San Pablo lo dice. Yo siempre he dicho que con que me quiten todos mis males, estoy archicontento:
         
Enjugará Dios toda lágrima
Y no habrá más muerte
Ni duelo ni grito ni gemido
Porque todo lo de antes se fue.

dice el Apocalipsi; pero sé también que las promesas de Dios (y su poder, su amor y su belleza) van mucho más allá que eso, que Él sea loado; porque “ni el ojo vio ni el oído oyó ni el corazón del hombre jamás soñó lo que Dios tiene preparado a los que le sirven”, dice San Pablo.



Sexta Conferencia
Sobre los judíos



Tengo que agradecerles esta asistencia a las lecciones, a pesar de que mi tema no es la política ni son charlas amenísimas como las de Julián Marías: asistencia en todos los sentidos, pues han asistido también a los pequeños gastos con exceso. Personas muy inteligentes han asistido y me han la amistad de no censurarme, al contrario; trataré de remediar sus faltas si las publico; y trataré de publicarlas: me figuro que si mando un ejemplar a un Padre del Concilio, al Obispo Quarracino o a Monseñor Cardenal Guiseppe Siri, Arzobispo de Génova me lo va a apreciar mucho. Como digo, el auditorio se ha caracterizado por su inteligencia; hoy mismo hay aquí uno de los mejores publicistas argentinos sino el mejor; que sobre la cuestión judía en concreto sabe más que yo.
Efectivamente existe el famoso “problema judío” pero no voy a tratar dél ahora; que se peleen el P. Meinvielle y el diario “El Mundo”.
El abogado Roberto Olejaveska dijo días pasados por televisión: “No hay problema judío. No hay judíos y cristianos: hay hombres decentes y hombres indecentes, y eso es lo que importa. Hay judíos buenos (a los cuales él pertenece por cierto) y judíos malos, cristianos buenos y cristianos malos; y eso es todo”.
Tiene razón Olejaveska; pero eso no es todo. Hay también judíos y cristianos; son dos religiones diferentes y opuestas, máximamente opuestas entre sí, más que las otras religiones; y por tanto allí hay un problema de convivencia; y por otro lado, los judíos malos que hoy día tienen mucho poder, y que por su raza y su religión forman cuerpo con los otros (lo mismo que los malos cristianos) son otro problema aunque no tan grave como el de los malos cristianos.
Pero todo esto ya lo ha enseñado Meinvielle.
Esta relación singular de las dos religiones, de oposición y de parentesco a la vez está expresada en dos chistes judíos—inventados por judíos.
La Religión de Cristo es en cierto modo una continuación de la de Moisés, es un “injerto”; como dice San Pablo: es una continuación pero también una oposición. De los protestantes podemos decir que son ramas cortadas de la Iglesia, pero de los judíos no; son la raíz. De ahí surge una relación peculiar entre Cristianismo y Judaísmo, una relación “dialéctica”, compuesta de dos factores contrarios como veremos luego en San Pablo.
La distinción de “judíos buenos y judíos malos” es vaga. Tal como existen hoy día, la distinción real es “judíos que han adherido a la Revolución Mundial” y “judíos que no adhieren a ella”. Los primeros, que han puesto sus inmensos caudales, su inteligencia y su actividad infatigable en la empresa demoníaca de destruir la Iglesia y todo lo que ella nuclea, el Orden Romano, la Civilización Europea, son hoy día una de las fuerzas que mueven los sucesos del mundo. Sobre esa fuerza hay muchos libros escritos; yo he traducido uno del Comandante William Carr, “Los Títeres en el Tablado” que aún no se ha publicado. Hay que decir que no todos los que manejan ese poder secreto son  judíos, hay también católicos y protestantes renegados o apóstatas, en qué proporción no lo sé pero es cierto que su dirección y sentido es judásica, es decir, de Judas. Algunos destos son comunistas; otros son furiosamente anticristianos y quieren servirse incluso del comunismo. Su meta es un gran imperio mundial ateo, que sería gobernado por ellos. La idea es judaica—o judásica.
No voy a tratar desa fuerza o poder secreto en esta conferencia, pues mi tema es la Sagrada Escritura. Voy a tratar de lo que dice la Escritura acerca de los Judíos, como pueblo y como raza: como elemento indispensable del movimiento religioso del mundo; o sea, del Reino de Dios.

Hay en las Profecías tres CONSTANTES repetidas hasta la saciedad:

I         1º Israel va a pecar horriblemente.
          2º prima: Israel va a ser abandonada por Dios y castigada horriblemente.

II        2º secunda: Arrepentimiento y conversión de Israel.
                    2º Tercia: Inmenso castigo de Dios al Universo (pongo estos tres sucesos bajo una misma cabeza porque en los Profetas están juntos y aun mezclados).
III                3º Israel se va a levantar más grande que nunca. Esto es lo que tenemos en Isaías, en Zacarías, en Ezequiel, en Jeremías y en todos los Profetas, junto con un hilo constante que atraviesa todos los profetas, y es: EL REY MESÍAS.

Interpretación católica vulgar destos vaticinios judíos, medio verdadera y medio falsa: estos vaticinios se refieren a la CAUTIVIDAD babilónica y a la vuelta del cautiverio.
Objeción inmediata: no caben las profecías en esta interpretación; quedan enormemente sobrantes y vacías, tanto que entonces se podrían llamar simplemente PROFECIAS FALSAS de puro EXAGERADAS.
Respuesta exacta: el cautiverio de los judíos en Babilonia (70 años) es simplemente el “typo”; el “antitypo” es la restauración de todas las cosas en las DOS venidas del Mesías; el cual antitypo comprende también la Iglesia, que corresponde a la restauración espiritual de la Primera Venida. (Ya hemos visto “typo” y “antitypo”).
Este es el núcleo de mi conferencia: la suerte de la Iglesia y la suerte de los judíos están entremezcladas; son dos partes de una misma cosa, con una misma cosa. Dios eligió al pueblo judío y Dios se desposó con Israel: las elecciones de Dios son sin arrepentimiento, y los desposorios de Dios son indisolubles. Pilatos puso en la cruz un letrero en tres idiomas que decía: “Jesús Nazareno Rey de los Judíos”. Los fariseos le reclamaron: “Quita ese letrero, es falso, no lo queremos por Rey”. Pilatos no lo quitó.

La objeción del mundo moderno contra la Iglesia que se oye por todo y conturba aún a los buenos cristianos, es esta:

EL CRISTIANISMO HA FRACASADO.
O como dijo Nietzche más radicalmente:
DIOS HA MUERTO.

No acabaría si quisiera enumerar todos los filósofos y poetas que en nuestros tiempos sostienen esto; por ejemplo:

Voltaire, Gide, Sastre
Butler, Croce, Toynbee
Hegel, Gentile, Santayana
Y entre los poetas: Carducci, Heine, Víctor Hugo, Guido Gozzano, Stecchetti, nuestro Borges, y otros innumerables. Un gran poeta francés (nacido en Montevideo) Julio Laforque lo expresó en esta cuarteta:

Mais qu’ai-je donc laissé la–bas?
Bien. Eh! Voilà mon grand reproche!
O culte d’un Dieu qui n’est pas
Quand feras–tu taire tes cloches?

Más, ¿qué dejé yo en la Britania?
Nada. He aquí mi gran macana
Yo me reprocho el estar triste
Oh culto de un Dios que no existe
¿cuándo harás callar tu campana?

(“La queja de los crepúsculos celibatorios”)

La respuesta común a esto es: Ustedes creen que el Cristianismo ha muerto porque no lo ven obrar; pero no obra porque ustedes no lo practican. “Si al mundo le va mal, es que la Iglesia tiene razón”—decía Chesterton.
Contrarrespuesta: Bien, entonces algo le ha pasado al Cristianismo, pues antes persuadía y arrastraba y ahora no tiene arrastre—antes tenía fuerza de expansión y ahora pierde terreno de continuo. Esto son HECHOS.
Yo no creo que la respuesta de Mons. Franchesqui sea buena “¡Nunca el Cristianismo ha estado tan bien como ahora!”.
La única respuesta es estudiar las profecías, por eso vamos a leerlas someramente.

ISRAEL VA A SER CASTIGADO HORRIBLEMENTE

En Isaías, el pecado y el castigo de Israel están más bien supuestos, el acento está puesto sobre la redención y la restauración con la ruina de los pueblos enemigos.
Isaías es un profeta PARUSÍACO.
En Jeremías y los profetas menores el delito y el castigo de Israel están fuertemente acentuados y pormenorizados. Profetas EXHORTADORES, como el actual profeta judío Martín Buber.
Por ejemplo, Jeremías, cap. II:

Y se hizo la palabra del Señor
En mí, diciendo:
Anda y grita en las orejas de Salem
Diciendo
Esto el Señor dice:

Como ven, en esta estrofa de estilo oral, la palabra broche es el verbo “decir”.

Me recordé de ti enternecido
Sobre tu adolescencia
Y el amor de tu desposorio
Conmigo.-
Cuando me seguiste al desierto
A la tierra de no hay sembrados…
Israel es sagrado para Dios
Es la primicia de sus frutos
Los que la atropellan, delinquen:
Les va a ir mal – dice Dios.

El desposorio de Dios con Israel es indisoluble. Los paréntesis son míos, por supuesto. Esta es la introducción del cántico, donde se anuncia el final feliz, y la restauración a través de la misericordia; ahora ya se pueden enumerar las claudicaciones.

Oye la voz de Dios, casa de Jacob
Y toda tu parentela, casa de Israel!
Esto dice el Señor:
¿Qué encontraron de inicuo en mí
Los padres tuyos
Para alejarse de mí
Y correr tras las vanidades
Y volverse vanos como ellas?

Los “vanos” o los “impotentes” son los ídolos.

Y no dijeron: ¿Dónde está el Señor
Que nos levantó de la tierra egipcia
Nos transportó por el desierto
Por la tierra inhabitable encaminada
La tierra de la sed
Imagen de muerte
La tierra donde no camina gente
La tierra donde no habita el hombre?

Porque yo os adentré en tierra sembrada
Para comer de sus frutos, de lo mejor,
Y entrando contaminasteis la tierra mía
Y mi heredad hicisteis abominación.

Los Sacerdotes no dijeron:
¿Dónde está Dios?
Y teniendo los Libros Santos
Me ignoraron a Mí.
Y los Pastores
Prevaricaron de Mí
Y los Profetas
Profetizaron de por Baal
Y siguieron a los Impotentes.
A los ídolos.
Por eso me voy a poner a alegar
Con vosotros y vuestros hijos
Dice el Señor:
Y con los hijos de vuestros hijos
Voy a discutir.

La prevaricación de Israel durará muchas generaciones.

Viajad por las islas de Cethim y mirad
Enviad a ver a la tierra de Cedar…

España y el Líbano, probablemente: Cethim, Cedar.

Y considera acremente
Si se ha visto cosa igual:
Si hay un pueblo que haya mudado su religión
Y los dellos ni siquiera son dioses
Mas mi pueblo mudó su religión
Y su gloria hacia los Impotentes.

La idolatría es el pecado judío por excelencia; los profetas la llaman “adulterio” y “fornicación”; porque Israel era la Esposa de Dios. Hoy día decimos que el ídolo de los Judíos es el Dinero: no es verdad del todo; han otro ídolo peor, que es el Orgullo; el orgullo de raza. Adorar a su propia raza es adorar al Hombre en lugar de Dios.

Espantaos desto, oh cielos,
Dos males perpetró mi pueblo:
Me dejó a mí, venero de aguas,
Y cavó en cambio náufragas cisternas
Aljibes traforados
Que no pueden retener las aguas…

Enunciado el pecado, sigue la consecuencia.

Israel ¿naciste esclavo?
Israel ¿naciste sirviente?
¿Por qué estás postrado?

Sobre él rugieron los leones
Cayó sobre él su bramido
Pasaron desolada su tierra
Sus ciudades fueron quemadas
Y no hay quien habite en ellas.
Hasta los hijos de Menfis y Tafnes
Te devoraron hasta la coronilla
¿Acaso todo esto no te acarreaste
Porque abandonaste el Dios tuyo
Que te iba guiando por tu camino?

¿Y qué es eso que estás en el camino
Del Egipto
Bebiendo agua turbia del Nilo?
¿Y qué es eso que estás en el camino
De Asiria
Bebiendo el agua del Eufrates?
Tu malicia te va a convencer
Y tu proterva te va a increpar
Tu maldad misma te corregirá
Mira y aprende que es bien amargo
Haber dejado a tu Señor y Dios
Y mi temor ya no está en ti
Dice el Señor de los Ejércitos.

Enunciado el delito de idolatría, el acusador se vuelve marido agraviado y acerbo, increpa hasta el insulto. Los profetas hebreos usan a veces palabras e imágenes que para nosotros serían indecentes.

Desde no sé cuando rompiste el yugo
Destrozaste los vínculos míos
Y dijiste: “No serviré”.
Y sobre toda colina alta
Y bajo todo árbol frondoso
Te acostabas de prostituta.

Colina alta: el sabeísmo o culto de los astros; árbol frondoso: los bosques sagrados o “lucos” del politeísmo grecorromano.

Te planté como una viña noble
Te sembré de la cepa pura
¿Cómo te me has convertido
En vida americana?
Aunque te laves en lejía
Y te recontralaves con mitra
Delante de mí estás manchada
En tu iniquidad emporcada
Dice el Señor, el Dios.

¿Cómo dices: “No estoy ensuciada
No anduve tras de los Baales”?
Mira tus caminos en la cañada
Dáte cuenta de lo que has hecho
La camella joven buscando sus cosas
La cebra criada en soledad
Olió en el viento su deseo
En el tiempo de su celo
Y nadie la va a parar
No se cansará mucho el que la busque
La van a encontrar en su mes.
Libra tus pies de andar descalzo
Y tu garganta de la sed
Tu dijiste: Estoy perdida, no puedo
No lo haré
Porque he amado a intrusos
Y me fui detrás dellos.

Desesperación de la Esposa. Otros traducen “No quiero, me voy tras los extranjeros”— Nácar Colunga.

Sigue una larga sarta de acusaciones e imprecaciones entremezcladas con recitados breves que prometen la Restauración—pero..., después del arrepentimiento. Por ejemplo:

Convertíos, hijos volvedores,
Dice Dios
Porque yo soy vuestro marido
Y yo tomaré uno de la ciudad
Y dos de la campiña
Y los introduciré en Sión.

Los RESIDUOS, las reliquias, los restos: palabra clave en la Escritura; Dios toma como fermento unos pocos fieles para alzar una nueva masa; como hizo Cristo con la Sinagoga.

Y os daré Pastores según mi corazón
Apacentosos en ciencia y prudencia
Y cuando seréis multiplicados
Y crezcáis en la tierra vuestra
En aquellos días
Dice el Señor.

En aquellos días, otra palabra técnica: significa siempre la doble venida de Cristo, la plenitud de los tiempos.

En aquellos días
No diréis más: Oh Arca del Testamento
Ni os vendrá a las mientes
Ni os acordaréis della
Ni la iréis a visitar
Ni nada de todo eso.

Profecía de la Iglesia; y de la abolición del Tabernáculo, el templo y los ritos judaicos.

Y en aquellos [otros] días
Llamarán a Jerusalén
El Trono de Dios
Y no caminarán conforme
La maldad de su corazón protervo
En aquellos días se juntará
La casa Israel con la casa Judá
Vendrán juntos de la tierra del Norte
A la tierra que yo les dí
A los padres dellos.

Profecía de la Parusía: este retorno de todas las tribus a la tierra tradicional de Israel es una nota continua en todas las profecías: docenas y docenas de veces. Ahora han retornado en parte; pero…

Este es el capitulo segundo: siguen 50 capítulos, donde se entremezclan las más terribles amenazas con las promesas más esplendorosas, junto con la vida y el martirio de Jeremías y la tragedia del Rey Sedecías ante los ejércitos de Nabucodonosor; al cual Sedecías el profeta le aconseja que se rinda, y él no hace caso. Pero en este montón de vaticinios aglomerados y mezclados hay simplemente 4 cosas:

-                   las idolatrías y corrupción de Israel
-                   las amenazas del inminente castigo de Dios, la dispersión y el cautiverio
-                   la exhortación a la penitencia
-                   las promesas del perdón y la restauración
Junto con las promesas del Rey Mesías, “el renuevo de David” y la visión de la Iglesia, la nueva Israel de Dios.
La cautividad será larga, pero
         
Viene el día

“Aquél día, aquellos tiempos, el día del Señor, el día de la ira, el tiempo, la plenitud de los tiempos” siempre significa lo mismo.

        Dice el Señor
En que haré una alianza nueva
        Con la casa de Israel y de Judá
        No como la alianza que hice
        Con sus padres
        Cuando de la mano
        Los saqué de la tierra Egipcia
        Ellos quebrantaron la alianza
        Y yo los rechacé
        Dice el Señor… (XXXI, 31).

EL CASTIGO

Ahora bien ¿cómo está ahora Israel? Está en un estado miserable, desparramada entre todos los pueblos y ni gloriosa ni bien tratada, tal como dicen cien veces los profetas. Ha comenzado a volver a su tierra, pero el actual reino (o república) israelí—si hemos de creer al judío inglés Tuvia Ben Sholem en su libro “Truth about Israel” (La verdad sobre Israel) no se parece en nada al Reino de Dios ni a Moisés ni a los profetas ni a nada deso.
¿Desde cuándo está Israel así?
Desde casi 20 siglos ha, desde que murió el Rabbí Jesús ben Nazareth—es decir, desde que ellos lo mataron.
¿Se librará Israel dése estado?
Ciertamente. Es el tema principal de los profetas.
¿Se ha verificado ya eso, en la vuelta de la Cautividad babilónica?
No: rotundamente. No volvieron las Doce Tribus sino una porción mínima de dos tribus; y no se verificó la explosión de bienestar y esplendor que describen los profetas hasta el cansancio, ni los tremendos castigos, alborotos, guerras, derrotas y calamidades que se anuncian allí a todos los enemigos de Israel.
Veamos uno de los vaticinios de Isaías: (Cap. 3), vaticinio PARUSÍACO:
         
He aquí Dios afligirá la tierra
        Y la desnudará
        Y será como el pueblo, así el sacerdote
        Y como el sirviente, así su señor
        Y como la esclava, así la dueña
        Y como el que vende, así el que compra
        Y como el usurero, así el que empresta
        Y como el acreedor, así el deudor…

Antes de la Segunda Venida, vendrá el bendito tiempo de la Liberté, Fraternité, egalité; todos serán iguales, igualmente plebeyos y deshonrados.

        Con disipación se disipará la tierra
        Y con rapiña será rapiñada
        Lloró y se ablandó la tierra, se aflojó
        Se aflojó el mundo
        Se ablandó la nobleza del mundo
        Y el mundo se corrompió en sus habitantes
        Porque transgredieron las leyes
        Y mudaron el derecho
        Y despreciaron el Pacto Sempiterno.
        Por eso la maldición devoró la tierra
        Y pecaron los habitantes Della
        Por eso se enloquecerán sus dirigentes
        Y van a quedar pocos HOMBRES.
“No hay hombres en la Argentina”—dice la gente. “Ese Coronel Guevara, ha hecho dos cartas, y ya quiere ser Presidente”, dice el canillita Marquesano.
       
Lloró la vendimia y se enfermó la vid
        Gimieron todos los que se alegraban
        Cesó el gozo de los timbales
        Calló la música de los fiesteros
        Enmudeció la dulzura de la cítara
        No beberán vino cantando
        Y amarga se les volverá la bebida…
        Lloran hasta los borrachos en las plazas...

Sigue con este tema de la tristeza de la tierra, no de Israel solamente; hasta que interrumpe diciendo:

        Pero esto habrá en el medio de la tierra
        En el medio de los pueblos
        Como si las pocas aceitunas remanentes
        Se sacuden del olivo
        O pocos racimos después de la vendimia…

Es decir, los residuos, las reliquias, los escogidos: coincide con la visión de la “medición del templo” del Apokalipsis.

        Estos levantarán su voz, alabarán
        Cuando Dios sea gloriado
        Relincharán desde el mar
        Por eso gloriad a Dios en discursos (en conferencias)
        En las islas del mar lejanas (en América del Sur)
        Oímos loores desde los fines del mundo
        Que glorifican al Justo.

Ojalá seamos nosotros. Vuelve enseguida el profeta a la descripción de la Gran Catástrofe. Pero ya hemos oído bastantes amenazas apocalípticas; y al final:

        Verás: en aquel día
        Se presentará el Señor
        Sobre las milicias del cielo excelso
        Y sobre los Reyes de la tierra
        Que reinan sobre todo el mundo
        Y los amontonará en un montón
        Para el lago
        Y allí serán cerrados en cárcel
        Y después de muchos días los visitará
        Entonces se enrojecerá la luna
        Y se confundirá el sol
        Cuando reine el Señor de los Ejércitos
        En el monte Sion, sobre Jerusalén
        Y delante de sus Viejos
        Sea gloriado.

Los Doce y Doce Ancianos del Apokalipsis, los Apóstoles y los Patriarcas. Este fragmento, desde “los reyes de la tierra”, son casi las palabras mismas del Apokalipsis.

Sigue el Cántico de los Salvados, cap. 25, que voy a saltar excepto este fragmento, que también asumió San Juan:

        Y quitará el Señor
        Las lágrimas de todo rostro
        Y quitará el oprobio de su pueblo
        De toda la faz de la tierra
        Porque el Señor lo ha prometido.
        Y dirá Israel en aquel día:
        He aquí este es nuestro Dios
        Esperamos en El y nos ha salvado
        A este Señor hemos aguardado
        Y aguantado
        Ahora nos alegraremos
        Y exultaremos en su salud – dador.

Salud – dador, Jeshuª, el nombre mismo de Jesús.

Esta profecía de grandes catástrofes y de una salvación más grande aún, se repite docenas de veces en los Profetas, y va a resonar  definitivamente en el final del Nuevo Testamento, en el Apocalipsis.
El Apokalipsis es un libro de consuelo: de consuelo varonil, no blando: de ESPERANZA. Mal lo ha leído Borges, que dice en uno de sus poemas:

        De otra luna de sangre y de escarlata
        Habló Juan en su libro de feroces
        Prodigios  y de júbilos atroces.
        Otras más claras lunas hay de plata.

Puede que ni lo haya leído. Es un libro de ánimo y de promesas divinas no de júbilos atroces y feroces.
¿Se cumplieron estas promesas en el retorno de Babilonia? No. Ya lo dije.
¿Se cumplieron en la fundación de la Iglesia? No del todo; porque las tres características principales deste nuevo reino prometido no están en la Iglesia. A saber, 1º, que se acabará la guerra; 2º que no quedará ni rastro de maldad ni de dolor; 3º que todas las tribus de Israel se juntarán viniendo de todas las partes de la tierra.
¿Y no serán todas estas unas metáforas que designan los males generales del mundo y la copia de los bienes espirituales que traerá la Iglesia—y a ratos los bienes que tendremos en el cielo? Allí se refugian muchos intérpretes alegoristas.
Imposible: la cantidad de notas que no pegan con el estado actual de la Iglesia antes la contradicen, es tan enorme que no se puede adaptar ni con los mayores esfuerzos. Nada quedaría de la Escritura como palabra de Dios si eso pudiera hacerse.
Lo mismo hacen los escritores racionalistas con los evangelios acerca de los milagros de Cristo y su Resurrección; eso hacen algunos exégetas católicos con las Profecías del Antiguo y Nuevo Testamento: toman un lápiz colorado, y se ponen a recortar las profecías:

1º este versículo se cumplió en la vuelta de Babilonia
2º este otro siguiente se cumplió en la fundación de la Iglesia por Cristo, pero no materialmente sino espiritualmente
3º este es tan grande que ni siquiera en la Iglesia cabe, bueno, se cumplirá en el cielo ANAGÓGICAMENTE…

Aquí ya ¿quién los puede parar? Todos los bienes existen en el cielo, por cierto. Pero los Profetas no tratan del cielo, o sea, del mundo angélico, sino de la historia del hombre.
¡Que tremenda matufia les hicieron los profetas a los judíos en ese caso! Los judíos entendieron todo eso en sentido literal; y resulta que todo era alegórico y el resultado último es que los judíos iban a quedar reventados eternamente, pues todos esos bienes prometidos ¡son bienes espirituales propiedad de los cristianos!
No es extraño que los judíos digan: bien, si los cristianos tienen todos nuestros bienes espirituales, vamos a quedarnos nosotros con todos los bienes materiales dellos.
¿Cuándo se cumple eso entonces?

1º El pecado máximo de los judíos fue el rechazo y el asesinato de Mesías y todos los pecados que lo prepararon y condicionaron.
Cumplido: listo uno

2º El castigo de los deicidas es la Diáspora o dispersión mísera de los judíos por todo el mundo, que dura ya hace 19 siglos.
Cumplido: listo otro

3º El arrepentimiento dese pecado será la conversión de los judíos predicha por San Pablo.
Quizás próxima a cumplirse.

4º El castigo de todo el mundo apóstata, cristianos, judíos, renegados juntamente, será el “fin del mundo” y a la vez salvación del mundo por cierto.
No sabemos cuándo.

5º La Nueva Jerusalén, el Reino de Cristo y la Restauración de todo será después y por obra de la 2º Venida de Cristo.

Hemos visto la predicción de la Conversión del pueblo  judío en el Apokalipsis, en la visión de la Parturienta; muy probablemente. Veámosla para acabar con toda certeza en San Pablo, Epístola a los Romanos, capítulo XI. En el cap. XI, después de poner en un pie de igualdad a todos los convertidos al Cristianismo, vengan de los Judíos o de los Gentiles, el Apóstol recomienda a los Romanos convertidos no desprecien a los judíos, pues bien puede ser que un día los judíos entren en la Religión y que los Romanos caigan Della: “el que esté de pie, vea de no caer”; y luego, desde el verso 25 revela que ese día llegará, llamándolo “un gran misterio”, una resurrección del mundo.
Primero: recuerda que Israel apostató, y apostató a sabiendas:

      Mas yo digo ¿acaso no han oído?
      ¿Cómo no van a oír?
      Realmente el ruido corrió toda la tierra
      Y las palabras los fines del universo.

O sea las palabras de la predicación apostólica, cuyos primeros agentes fueron casi todos de sangre judía.
        Mas yo digo
        ¿Rechazó Dios a su pueblo?
        Dios nos libre.
        Pues yo soy un Israelita
        De la semilla de Abrahám
        De la tribu de Benjamín.
        Dios no ha rechazado a su pueblo
        Al cual predestinó
        ¿No sabéis de Elías
        Lo que dice la Escritura?
        Que hizo apelación a Dios
        Contra Israel, diciendo:
        Señor, han matado tus Profetas
        Han minado tus altares
        Soy el único que he quedado
        Y ellos buscan matarme.
        Mas ¿Qué le dijo a él
        La respuesta del Señor?
        Yo me he reservado
        Siete mil hombres
        Que no han doblado la rodilla ante los ídolos
        Y así también en este tiempo
        Hay todavía un residuo
Reservado a la elección de la Gracia
         
San Pablo se refiere a la minoría judía que ese tiempo entró en la Iglesia; y luego se vuelve hacia todo el resto, y dice:

                  Yo digo entonces
                  ¿Han tropezado ellos
                  Para caer definitivamente?
                  Dios nos libre.
                  Mas bien para salvación de los Gentiles
                  Para eso han caído.
                  Ahora, si la caída dellos
                  Es la salvación de los Gentiles         
                  ¿Qué no será su plenitud?---
                  Os hablo a vosotros, Gentiles,
                  Pues que soy el Apóstol de los Gentiles
                  Hago honor a mi oficio…
                  Porque si el rechazo dellos
                  Fue la salvación del mundo
                  ¿Qué será la vuelta dellos
                  Sino una vera resurrección?

San Pablo introduce después su conocida parábola del Olivo y el Olivastro, llamando también “Acebuche”: ramas del olivo fueron rotas y fueron injertadas en su lugar ramas de olivastro, al revés de lo que se suele practicar; pero también pueden ser reinjertadas las del olivo, con más razón:
       
                  Dios es potente a reinjertarlos
                  Pues si tú fuiste sacado del olivastro
                  Que es salvaje por natura
                  Para ser injertado en el olivo
                  Contra natura
                  ¿Cuánto más podrán los otros
                  Que son olivo por natura
                  Ser reinjertados
                  En su propio olivo natura?

Hasta aquí habla el Apóstol de una posibilidad, con el fin de medicar la presunción, el engreimiento y la seguridad falsa, que es justamente el pecado peligros de nosotros los cristianos “establecidos”. Después pasa a convertir la posibilidad en un hecho cierto futuro – y lejano; previniendo que va a decir un “misterio”, es decir, una revelación de Dios.

                  Porque, hermanos, no quiero ignoréis
                  Este misterio
                  Para que no os tengáis por sabios
                  Engreídamente
                  Que la ceguera cayó en parte
                  Sobre Israel
                  Hasta que la plenitud de las Gentes
                  Haya entrado
                  Y entonces todo Israel será salvo
                  Como está escrito:

                            Así que por el Evangelio
                            Ellos son enemigos
                            Por causa de vosotros.
                            Y por la elección
                            Ellos son amados
                            Por causa de sus padres.

Aquí está la verdadera solución del problema judío: la solución liberal y la solución antisemita son falsas, son un trozo de la solución. Es una solución dialéctica, compuesta de dos cosas opuestas; por causa del Evangelio son enemigos nuestros: enemigos de nuestra Religión; y son amados por causa de sus padres, Abraham, Jacob y Moisés, los Patriarcas y Profetas, sobre los cuales se basa nuestra religión. Es una solución difícil: pero para nosotros es simplemente el precepto “Amad a vuestros enemigos”, lo cual no quiere decir “no os defendáis de vuestros enemigos”. Los judíos honestos por su lado respetan a los cristianos, no les hacen injusticia y traban amistad con ellos (aunque siempre con cierta reserva y cautela).

                  Porque los dones de Dios y sus llamados
                  Son sin arrepentimiento.
                  Pues como vosotros en un tiempo
                  No creísteis en Dios
                  Y ahora obtuvisteis merced
                  A través de la perfidia dellos
                  Así estos ahora no creen a Dios
                  A fin de que por vuestra merced
                  Un día obtengan también merced
                  Porque Dios rodeó a todos en la perfidia
                  Para abrazar a todos en la misericordia…

San Pablo estalla entonces en un himno a los inrrastreables caminos de Dios:

                  ¡Oh la hondura de las riquezas
                  Del saber y conocer de Dios!...

          Así pues, en las profecías que nosotros tenemos por divinas y son el asiento de nuestra Religión, están consignados cinco sucesos enormes acerca de los judíos: dos dellos se han cumplido y los otros tres no: Se habrá de cumplir, y pareciera no están muy lejos:

        1º Pecado enorme de Israel
        2º Castigo enorme de Israel

          Cumplidos: yo no he hecho eso, que los judíos estén hace 20 siglos dispersos por el mundo; y yo no tengo la culpa de que el Crucificado por ellos haya sido aceptado por los Gentiles en todo el mundo. Son hechos que saltan a la vista.
         
3º Arrepentimiento de Israel
4º Sacudón de Universo Mundo
5º Restauración de Israel, ya no limitada a una raza, sino a todas las razas y pueblos—el Israel de Dios, Gentiles y Judíos fieles, juntamente.

          Esto está de tal manera escrito en los Libros Santos que para rechazarlo hay que abandonar la fe en la Revelación Divina, y racionalizar o alegorizar la Religión; es decir, vaciarla de su contenido sobrenatural.
          Que es justamente lo que hoy hace la más peligrosa herejía (Teilhard de Chardín por ejemplo, que consiste en una naturalización del Cristianismo, el vaciado de los dogmas cristianos para luego convertirlos en poéticos “mitos”) poner adentro la adoración del hombre en vez de la adoración de Dios: la más grande idolatría que se puede concebir, la Religión del Anticristo. Esta herejía no tiene nombre todavía: se la puede llamar “modernismo”: Belloc la llama “aloguismo”. Niega la Segunda Venida de Cristo o la pone dentro de 2 millones de años; cree que el cristianismo ha muerto, como dije, pero como el Cristianismo en su tiempo ha hecho bien, no hay que tirarlo, hay que transformarlo, vaciándolo de todo eso, misterios, vida sobrenatural, milagros, profecías— pues todo eso es falso, es alegoría pura. Hay que quedarse con la cáscara poética y moral del cristianismo simplemente. Pero la naturaleza aborrece el vacío y el diablo es el espíritu de los lugares vacantes; de modo que ese vacío es llenado abominablemente por la adoración hacia el hombre. “Cuando se abandona la adoración de Dios, surge la adoración del Estado”, dice Santo Tomás.
         
Gracias te doy oh Dios por haberme libertado de los Impotentes.
Con la sobra de sus adjetivos se  han fabricado ídolos en sustancia
Más vacíos que Baal
Mas huecos que Baal, más huecos y crueles que Moloch
Devorador de niños pequeños…
Gracias te doy de no doblar la rodilla
Ni ante Júpiter ni ante el Estado
Ni ante Apolo ni ante la Democracia ni ante el Buey Apis
Ni ante la belleza ni ante el Arte ni ante Mumbo Jumbo
Ni ante la Ciencia ni ante la Vaca Sagrada
Ni ante el Mono Sagrado ni ante el Progreso
Ni ante la Humanidad ni ante el halcón y el cocodrilo
Han adorado la obra de sus manos
Y se han hecho semejantes a ellas
Porque tú, oh Dios, eres el Ser
Y el que no cree en Dios
No cree más en el Ser.

          Réstame darles las gracias por su asistencia y atención; y pedir absolución de mis defectos. Perdonad mis muchas faltas.


[1] Que Dios tenía que hablar a los hombres, si es que los amaba y deseaba salvarlos, lo demuestra Santo Tomás en las primeras páginas de la Summa, y lo repite el Cardenal Newman. La Razón humana y la Filosofía, aunque pueden llegar a un cierto conocimiento de Dios: difícil, después de largo tiempo y con errores, no bastan a dar un conocimiento de Dios accesible a todos, pronto y sin errores. Así que Dios se puso a hablar de sí mismo. 
[2] (Los curas luteranos son unos caníbales porque comen carne de sus semejantes, comen carne de profeta. Es decir, primero matan a los profetas; después les hacen grandes monumentos, como dijo Cristo; y se subsisten gracias al movimiento religioso que el profeta suscitó o conservó. El fariseo necesita del Santo; porque el Santo con su predicación y ejemplo le conserva la religión, de la cual él vive. “El justo vive de la fe”, dice San Pablo; sí, pero vive de la fe propia; el fariseo vive de la fe de los otros. El fariseo necesita del Santo; pero no vivo—porque cuando vive, ataca al farisaísmo—sino muerto y sepultado y puesto en el calendario).
[3] Como de los españoles dijo un gran español: Que son prestos a jugarse la vida; pero son perezosos a jugar una cosa que sea menos que la vida.
[4] Los franceses dicen: “Plus ¿ça change, plus c’est la même chose”, cuanto más cambia esto, más es la misma cosa. De la Repetición de Job habría que decir al revés: “cuanto más es la misma cosa, más diferente”.
[5] Egipto: figura de la capital opresora, sea cual fuere. Ver Apokalipsis, XI:8.
[6] Les diré que el filósofo cordobés Alberto Caturelli, en dos de sus libros (Donoso Cortés,  y El hombre y la Historia) defiende que “El Obstáculo” es el Arcángel San Miguel y el pueblo Judío: ha tomado las dos peores, menos probables, de las interpretaciones dése difícil lugar de San Pablo).