sábado, 12 de marzo de 2011

R P Castellani # 5

LA IGLESIA ES ESE REINO
El reino fundado por Cristo ha durado hasta nosotros y su nombre es la Una Santa Católica y Apostólica Iglesia Romana, o sea el Papismo.
Aunque el alabarse a sí mismo sea poco elegante, gracias a la gran fantasma protestante de la Iglesia Invisible tenemos que probar ahora que el Reino Visible de Cristo somos nosotros ni más ni menos, o sea la Una Santa Católica y Apostólica Iglesia que nombramos en el Credo de Nicea, que según los Santos Padres, antes de Nicea y después de Nicea son las cuatro "notas" (o propiedades "distintivas") de la verdadera Iglesia.
Esas cuatro notas las incluyeron los Padres Nicenos en su Credo que rezamos ahora; fueron usadas por San Agustín contra Donatistas y Montañistas y explicadas por el Cardenal Bellarmino y después de él por muchos, Billot el principal. En lengua moderna podemos decir que la Iglesia es intolerante, heroica, comprehensiva y jerárquica. Ver Isaías II 2.
Sucederá en días futuros Que el monte de la casa de Yaveh Será asentado en la cima de los montes
Y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones
Y acudirán numerosos pueblos
Dirán: Venid, subamos al monte de Yaveh
A la casa del Dios de Jacob
Para que él nos enseñe sus caminos
Y nosotros sigamos sus senderos
Pues de Dios saldrá la Ley
De Jerusalén la palabra de Yaveh.
Esta profecía se cumplió manifiestamente, porque no se puede ocultar una ciudad puesta sobre un monte, dió Jesucristo aludiendo a esta profecía. Y así la Iglesia no se ha podido ocultar nunca en el mundo sino que ha ido creciendo por todas partes, hasta ahora. Ahora no sé qué va a pasar, porque ha parado el acrecentamiento continuo. Pero probar que nosotros somos unos, santos, católicos y apostólicos es embrollado, porque eso es un hecho y necesita historia; o bien llamar de testigo a Mistress Elizabeth Ann Seton, la santa yanqui que han canonizado estos días; o los santos Nobbe y Contardo Ferrini del año pasado; o bien llamar a declarar a los tres santos argentinos, Mamerto Esquiú, Gabriel Brochero y Ceferino Namuncurá; los cuales no son ni serán nimca canonizados, porque no tienen plata y una canonización pide plata; por lo cual los que tienen chance de canonizarse son los fundadores o fundadoras de Ordenes Femeninas; y el P. Bustamante, fundador de las Esclavas Argentinas tiene más chance de llegar a lo que llaman "el honor de los altares" que el indiecito Namuncurá.
Una. Jo XVII 20 — "Pero no ruego solamente por estos sino también por todos los que han de creer en Mí por medio de ellos". De nianeía que Cristo ya preveía el crecimiento de la Iglesia y la unidad de la Iglesia detrás de la doctrina apostólica.
Santa. "Observad todo lo que Yo os he mandado. Sed perfectos como mi Padre del cielo es perfecto. La voluntad de Dios es vuestra santificación."
Católica. Jo XXVIII "Instruid a todas las gentes, bautizándolas, . . y enseñándoles a obseivar todo lo que Yo os he mandado. . ."
Apostólica. ROM. X 18 Han oído: "Cierto, su voz ha resonado por toda la tiena y hemos oído su palabra hasta los extremos del mundo." Esto dice San Pablo hablando a los romanos. Ya en tiempos de él en todas partes del mundo, es decir, del Imperio Romano que era el mundo conocido y civilizado, había llegado la noticia de la doctrina apostólica.
De estas cuatro notas, que San Agustín manejaba ferozmente contra Donatistas y Montañistas, la más fácil es la Apostolicidad y la más difícil la Santidad. Para la Apostolicidad basta tomar el "Dictionary of the Popes" de Donald Arwater con las vidas de los 260 Papas hasta Paulo VI; o mirar los medallones de los Papas (algunos conjeturales por supuesto) en la cornisa de la Iglesia de San Pablo Extramuros. (Entre paréntesis, los romanos dicen que en Roma hay solamente una catedral, una iglesia y un altar, a saber, San Pablo, la iglesia de San Ignacio en Via del Seminario, y el altar de San Ignacio en el Gesú de Piazza Gesú, porque San Pedro dicen es un circo, no una catedral.
Un gran crítico italiano, Silvio D'Amico, dijo que la iglesia de San Pedro no le ha dado ninguna devoción porque era una especie de una gran sala de espectáculos y no propiamente una catedral).
La Santidad. Yo no soy muy santo y en toda mi vida no he topado un solo santo verdadero e indudable. Cierto, he encontrado gente que tenía fama de santa pero santos indudables para mí no he encontrado. He encontrado muchísima gente buena, por supuesto, o gente que estaba en el camino de la santidad o casi en la santidad, pero propiamente en la santidad no he encontrado. Pero no quiere decir nada. Que la Iglesia Papista o Romana es una pura corrupción es el argumentó apologético de los "Hermanos Separados" desde Lutero hasta nuestros días.
Si entran en la Tate Gallery o Pinacoteca Moderna de Londres hallarán este único argumento protestante puesto en pintura en tres, cuadros, (uno de ellos de John Sargent nada menos) que representan a frailes españoles o italianos en plena juerga y en mala compañía; y lo mismo pintó con palabras el gran Kipling, el mayor cuentista del mundo después de Selma Lagerlof, en una colección que ahora no encuentro. Pero los italianos y españoles se han contentado con hacer chistes sobre los curas concubinarios o simoníacos. Por ejemplo aquel chiste de "a duro, el perdón para un alma del purgatorio": dicen en España que había en una aldea un cura párroco que puso una mesita fuera de la Iglesia y se sentó al lado con un gran letrero que decía: "A duro el perdón para un alma del purgatorio", y abajo decía; "Duro entrado, alma salida".
Entonces apareció un baturro y le dijo: Pá mi padre —y pone un duro—. ¿Salió mi –
padre? Sí, claro —dice el cura ya salió. Entonces el baturro agarró el duro y le dijo —Bueno, si ya salió que no sea tan estúpido que vuelva a entrar.
Justifican lo que dijo Chesterton del Protestantismo, que sus dos raíces son el "nacionalismo" (o sea el patrioterismo) y el anticlericalismo (o sea el odio al sacerdocio). Sin embargo algunos dellos pretendían tener su sacerdocio propio —presbiteriano y anglicano—; hasta que León XIII hizo hacer una investigación sobre la "validez de las ordenaciones anglicanas"; y con los resultados proclamó solemnemente que a los protestantes no les queda ya un solo sacerdote válido.
No hemos de gastar como en Cardenal Billot 200 páginas para acabar de probar que las cuatro notas que Cristo mismo asignó a la Iglesia por El fundada pertenecen a la Iglesia Romana; porque no hay lugar y él ya lo ha hecho. Baste decir que en la página 184 de su Tractatus De Ecclesia dice que de sus propios principios esa Iglesia fluye honradez; y que los héroes de virtud que ostensiblemente existen ella los vindica como hijos suyos a la faz del mundo, (tesis V) y que los malos hijos que también existen, pertenecen a la Cizaña que anunció Jesucristo, que no anulan al Trigo; y que si algún día la Cizaña crece tanto que tape y haga desaparecer casi al Trigo, ese será el día que marque el fin esperado de la Iglesia Militante y el surgimiento eterno de la Iglesia Triunfante. Como saben la Iglesia tiene como tres estratos; uno el terreno que es la Iglesia Militante, otro el del Purgatorio que es la Iglesia Purgante y el tercero que es la Iglesia Triunfante, que es la Iglesia del cielo, a la cual están destinadas estas dos.
O sea, que los que dentro de la Iglesia han sido malos y aún malísimos, no lo han sido por seguir a la Iglesia sino por no seguirla. Y encima hay que saber que algunos de los malísimos, no era para tanto como cuentan los historiadores. Alejandro VI por ejemplo (o sea Rodrigo Borja, español viudo) después de elegido Papa fue un excelente gobernante, aunque demasiado guerrero; pero hay que ver si la culpa no la tuvo Carlos VIII de Francia, que era más guerrero que él. Sobre él existen horripilantes novelas, como sobre su hija natural Lucrecia (tuvo cuatro hijos naturales antes, no adulterinos y un hijo malísimo César). Y es posible que haya subido a Papa con coimas —es decir, simonía.
Pero la Lucrecia la Envenenadora, que fue su secretaria, lo único criminoso que tuvo fue casarse 3 veces por política, muerto el otro marido; pero después del tercer matrimonio con el Duque de Ferrara fue una mujer recogida y muy respetable y respetada, menos por los enemigos de su padre y su familia, los Róvere, quienes han escrito biografías venenosas de Lucrecia y Alejandro Borgia porque fueron siempre vencidos por estos dos. Por lo menos Alejandro Borgia los venció siempre. Eran una facción o un Partido Peronista Auténtico que había en Roma. Hoy día esas críticas no tienen valor histórico alguno. Al contrario, la biografía que tengo yo que es de hace unos veinticinco años; después de esa biografía de At Water han progresado muchísimo los estudios sobre la familia Borgia y ellos han sido más justificados todavía, hasta que un diplomático centroamericano escribió un libro sobre los Borgia que casi, casi, los hace santos; los limpia tanto que casi los deja sin ninguna acusación.
Las otras dos notas de unidad y catolicidad no dan mucha dificultad. Que la Iglesia Romana es una y no se ha desmigajado en sectas como todas las otras Pseudos que han existido, es obvio.
Que ella es Católica y está esparcida por todo el mundo; y San Agustín en una carta a un donatista le dice simplemente que cuando un extranjero llega preguntando por la Iglesia Católica, todos le señalan hacia la Iglesia de Roma y ninguno hacia las "partes Donati" o sea la fracción de Obispo de Numidia Donato, que enseñó que solo eran válidos los sacramentos hechos por un justo; y dio mucho que hacer tanto al Estado Romano (pues al fin se dedicaron al bandolerismo) como a San Agustín, pues cayó en él el gran Tertuliano,eminentísimo escritor cristiano, y le obligó a escribir innúmeros folletos, "Contra Petilianum Donatistam", "Contra Cresconium Donatistam", etc.; y entre ellos, uno muy curioso en verso con rimas, para que lo aprendieran de memoria los chicos del Catecismo "Psaimus contra partes Donati".
Para terminar, copiaré lo que dice el diario de hoy (sábado 20) acerca de Paulo VI, un Papa que se lo merienda cada día el Abate Jorge de Nantes y del cual Lutero hubiera hecho un banquete, porque es un Papa que tiene la esperanza de llegar a ser un Papa malo si gobiernan los diarios; la historia se hace a base de diarios y los diarios dicen lo que quieren. Si llegan a hacer la biografía de Paulo VI sobre todo si se guían por Jorge de Nantes lo van a hacer un Papa malo. Dice así el "Clarín":
"El Papa ha explicado a altos dignatarios de su amistad que no acepta rendirse a las enfermedades. Tengo una misión que cumplir y la cumpliré ha dicho—. Lo está haciendo en una de las épocas más turbulentas que ha vivido la Iglesia en sus veinte siglos de existencia, por el vértigo de cambios que afecta al mundo". (20975)
LA IGLESIA TERMINA EN EL PARAÍSO:
Es muy notable que en una sociedad tan admirable como la Iglesia, según hemos visto, cuando llega el momento de la salvación desaparece y se convierte en un instrumento. Porque la Iglesia no tiene misión fuera de la tierra. Las almas se salvan individualmente, una tras otra y la vieja institución permanece como instrumento de la salvación.
Estas dos tesis son las dos fases de una misma cosa, el "ULTIMO FIN" del hombre, o adquirido o perdido; de modo que es lo mismo pero al revés, como dijo Perogrullo. Pero la Sagrada Escritura trata diferente las dos cosas: el Paraíso en forma indirecta y apagada, el Infierno en forma abrupta y muy explícita. Jesucristo en su predicación explica poco del Paraíso; en cambio habló del Infierno explícitamente y cuando lo hizo, lo hizo fieramente.
Quizá la razón sea la que observó el gran teólogo belga Leonardo Lesio: "Cuatro misterios hay dificilísimos para nuestra mente: Trinidad de Dios Eucaristía Encarnación Infierno. Por eso, innumero de herejías existen acerca de ellos. Por eso también Dios se cuidó de confirmarlos tan fuertemente. Por eso trataré ambos seguidos pero separadamente, en esta clase uno y en la siguiente el restante.
EL PARAISO:
Jesucristo habló de él con alusiones, no de propósito, aunque está siempre presente en su predicación con el nombre de "Reino de los Cielos" que expresa que su Reino Terrenal ("Y le dará Dios el Trono de David, su padre") no es un final sino un principio, y que su Reino completo está después ("Y su reino no tendrá fin").
Por eso decimos que hay dos Iglesias —la Militante y la Triunfante— y que respecto de la segunda la primera es sólo un comienzo, menos aún, un instrumento. Es decir que la salvación de un alma individual es más importante que esa creación admirable que es la Iglesia Militante, ya que para eso se hizo. Si no hubiera más que una sola alma que salvar, hubiera hecho lo mismo.
Lo que hoy sabemos y enseñamos acerca de "la Gloria" (ver el tremendo discurso de Fray Luís de Granada en "La Guía de Pecadores", muy retórico pero muy completo) es una serie de fragmentos ensamblados. Para hacer ese ensamble el teólogo debe recurrir a la Filosofía Antigua, a la Filosofía Medieval, a los Cuatro Evangelios, a San Pablo, a San Juan y a todos los Santos Padres, o sea los Intérpretes, De ahí sacó Fray Luis de Granada su largo estudio sobre la gloria.

1° Pitágoras, Platón y Aristóteles sostenían que el alma es inmortal. La fiiosofía griega llegó a esta conclusión. Platón expuso esta tesis en el diálogo Fedón que narra la muerte de Sócrates, en la última conversación de éste con sus discípulos.
2° El hombre tiene un último Fin, un Bien Supremo, que es amado por sí y no por otro. Esto es de Aristóteles.
3° El Ultimo Fin del hombre, subjetivo, es la felicidad; objetivo, es Dios. Esto es de Sto. Tomás.
4° La felicidad la da la contemplación: que es el conocimiento de Dios intuitivo o cuasi intuitivo, o sea el conocimiento mejor, del objeto mejor, de la manera mejor. Ese es el fin del hombre y lo que da la felicidad, según Aristóteles. Pero él no sabía muchas cosas acerca de la contemplación, que trajo la Revelación de Cristo.
Porque la contemplación que Aristóteles propone como último fin del hombre es muy pobre y crea muchísimas dificultades. Porque uno se dice "Bueno —¿y ésta va a ser la contemplación mía?. Prefiero ir a China antes que hacer esa contemplación". Pero Aristóteles creía que poquísimos eran capaces de la contemplación en esta vida; pero en la otra vida, no sabía nada.
La Iglesia, hablando de la gracia de Dios que es un Don de Dios especial y de la contemplación sobrenatural, que es la contemplación de Cristo a la luz de la fe, amplió enormemente el círculo de la gente que es capaz de contemplación. Incluso Aristóteles niega terminantemente que los esclavos sean capaces de la contemplación porque él estaba pensando en la contemplación que tenia él, es decir, en la contemplación filosófica, contemplaba a Dios con los dones que le daba la filosofía y nada más.
5° — Por lo dicho más arriba sostenía Aristóteles que no todos los hombre eran capaces de contemplación.
6° — Tremenda aporía en Aristóteles (aporía significa dificultad, obstáculo que no se puede salvar). Esta aporía era pensar que aquello para lo cual fue creado el hombre no puede ser conseguido por todos los hombres. Esto es una especie de contradicción.
Entra Sto. Tomás — Primero recibe y confirma todos los aportes de la Filosofía Antigua, en el principio de la Segunda Parte de la Summa Teológica (la Summa tiene dos partes: segunda primera y segunda) a saber:
1° De si es propio del hombre obrar por un fin.
2° De si esto es propio de toda natura racional.
3° De si todos los actos del hombre reciben su especie del fin.
4° De si hay algún último fin de toda la vida humana. A todas estas cuestiones responde que sí y las razona.
5° De si puede haber varios últimos fines de un solo hombre. Lo niega.
6° De si el hombre lo ordena todo al último fin. Esto lo afirma.
7° De si hay un solo Ultimo Fin de todos los hombres. Dice que sí.
8° De si a este solo Ultimo Fin convengan todas las criaturas. También lo afirma.
Esto lo saca de la Filosofía Antigua. Luego él añade:
1° Sólo Dios puede ser el Ultimo Fin del hombre; y todos deben poder alcanzarlo (la. Has.).
2° Eliminación de todos los falsos fines últimos. Se pone a eliminar todo lo que los hombres tienen como bien supremo, todo lo que los hombres siguen aquí en la vida, equivocadamente muchas veces. P. ej.:

a No son las riquezas
b No son los honores
c No es la fama o renombre
d No es el poder
e No es la salud o algún bien del cuerpo
f No es el deleite
g No es algún bien del alma (como la ciencia por ejemplo).
h No es ningún bien creado
Termina allí la cuestión segunda antes de entrar al fin verdadero en particular, que es Dios alcanzado imperfectamente en esta vida y perfectamente en la otra.
Después se pregunta en qué consiste la felicidad (Ultimo Fin subjetivo). Si le preguntan a un hombre por qué hace todo lo que hace, diré que para ser feliz. Este es el último fin subjetivo pues hay una tendencia invencible en el hombre a la felicidad.
El niño, dice Aristóteles, hace todo en vistas al placer, a la mayor felicidad posible. Llega Sto. Tomás a la conclusión rigurosa de que debe haber una operación. 1° — no puede ser un hábito sino un acto. 2° — del intelecto. 3° — especulativo, no práctico. No de todas las ciencias, ni de alguna ciencia y tampoco de los ángeles (contemplar los. ángeles como decían los mahometanos. Algunos filósofos musulmanes habían dicho que la contemplación de un ángel era el último fin del hombre).
Debe ser la visión de Dios por esencia. Hasta aquí dice "Conforme" el filósofo.
Después dice lo que se requiere para la felicidad en esta vida, que son ocho cosas. Se requiere el deleite, el cuerpo, algunos bienes exteriores, la sociedad de amigos, etc. Está pensando en la felicidad comenzada en esta vida, porque sostiene que en ella existe una felicidad imperfecta o incoada. Esta felicidad hay que definirla y estudiarla. No tiene el pesimismo de muchísimos modernos que piensan que no puede haber felicidad en esta vida.
Continúa el Angélico poniendo con su análisis meticuloso, sólido y completo las bases psicológicas y metafísicas de su maravillosa Moral. Después que tiene definido el Ultimo Fin, empieza a ocuparse de los medios por los que se llega al Ultimo Fin y así llega a su Moral, de la cual vive hasta hoy el mundo occidental, incluso algunos que se creen o dicen antitomistas. Pero nosotros, debemos saltar a la ''Contra Gentiles", libro III, Cap. 48, donde dice: "Que la última felicidad del hombre no es en esta vida. . ." donde el hombre no puede ver la esencia divina. Pero el hombre está elevado a un estado sobrenatural por la gracia, la cual trae o suscita al morir los agraciados o salvados, el "lumen gloris" que los habilita a ver a Dios cara a cara, a todos, incluso a los esclavos —a los cuales el Filósofo (Aristóteles) negaba capacidad para la contemplación, o sea la Felicidad. Porque no vemos a Dios en esta vida sino por medio de conceptos. Como dice San Pablo: lo vemos como por espejos y adivinanzas. Porque los conceptos no pueden dar la visión directa de Dios. Cuando en la muerte el alma queda libre de sus ligaduras y se enfrenta con Dios tiene la visión directa de EL
Cae entonces la tesis de Aristóteles de que no todos los hombres pueden alcanzar la contemplación y por ende la felicidad, porque todos los hombres son capaces, con la ayuda de la gracia, del "lumen gloriae", que según dicen los teólogos es una especie de añadidura o luz especial que necesitamos para ver a Dios cara a cara, lo cual es una cosa sobreañadida a la naturaleza humana. Esta por sí sola no podría hacerlo, entonces la gracia suscita un auxilio especial que llama la luz de la gloria. ¡Caput la aporía de Aristóteles!
La visión beatífica no puede tenerse en esta vida si no es por una fugaz e imperfecta participación en algunos santos. Es una discusión larguísima entre los teólogos saber si
algunos santos pueden tener en esta vida la visión beatífica. Algunos santos hablan como si la hubiesen tenido. Muy pocos. Sta. Teresa en la "Séptima Morada" y en las "Bodas Espirituales". Santa Catalina de Siena en la "Muerte Mística". La visión beatífica llena por ella misma todo deseo posible del hombre, no se puede perder y tiene diversos grados. Hasta aquí Sto. Tomás.
ENTRA JESUCRISTO
Solamente hace escasas alusiones: "Tendrá un tesoro en el cielo", al muchacho que quiere convertir. "El ciento por uno en esta vida y después la vida eterna", a los Apóstoles. "Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso", al Buen Ladrón. "Venid benditos de mi Padre al Reino que os tiene preparado", en la Parábola del Juicio Final. "Mejor te es entrar manco en el Reino de los Cielos..."
Después vienen las alusiones al cielo en varias Parábolas, bajo la metáfora de un convite de bodas, como en día de los Invitados, y en la de las Vírgenes Prudentes... Finalmente, la continua referencia en la denominación del "Reino de los Cielos" y la Vida Eterna —sobre todo en las Bienaventuranzas—. Multitud de menciones también de la Resurrección. "Entonces serán como ángeles del cielo". Cuando hablaba de la Resurrección, hablaba de la propia y de la nuestra. Solamente en San Juan hay 15 alusiones al Paraíso:
III 5 — "Para que no perezca sino que tenga vida eterna".
III 36 — "El que cree en el Hijo tiene la vida eterna".
IV 14 — "Se hará en él una fuente de agua viva que salta hasta la vida eterna".
IV 36 "Y junta fruto de vida"
V 24 — "El que cree en el que me mandó tiene vida eterna"
V 40 — "Si queréis venir a Mí para tener la vida eterna".
VI 27 33 40 — "Buscad no tanto el manjar que se consume sino el que dura hasta la vida eterna". . . (y repite dos veces más en el recitado de la Eucaristía en Cafamaún)
VI 54 — "Si no coméis Mi cuerpo no tendréis vida en vosotros",
X 10 — "Vine para que tengan vida y vida más abundante"
X 28 — "Y Yo les doy la vida eterna y no perecerán".
XVII — "Y la vida eterna consiste en conocerte a Ti, Dios solo verdadero y a quien enviaste".
XX 37 "Para que creyendo tengáis la vida en su nombre. . ."
Ninguna alusión al amor humano ni cita vez alguna al Cantar de los Cantares, que es un epitalamio bien atrevido, que según los intérpretes significa de la manera más eficaz y aproximada posible la unión de Dios y el alma. El Cantar de los Cantares los hebreos lo prohibían a los jóvenes, para los menores de 30 años y también las profecías de Daniel hasta esa edad estaba vedado leer; yo no sé bien ésta por qué. Quizá porque habla del Anticristo de una manera muy fuerte que podía traer desesperación si la leyeran los jóvenes.