viernes, 20 de agosto de 2010

la Milicia de Cristo ...

Nuestras Fuerzas Armadas cada vez está mostrando una conciencia mas humanitaria en torno a la guerra que vivimos ,hay problemas claro, pero sabemos de los tradiciones católicas infundidas en nuestras familias Colombianas ,especialmente en las del campo de donde provienen gran parte de nuestros Soldados y esa semilla en dormáncia casi siempre renace en esos casos.
Ser militar no es nada fácil, sobretodo en nuestro país con esta permanente lucha fraticida con las insurgencias matando nuestros hermanos a veces para no dejarnos matar ; salen a una misión pero no saben si regresan y si esa visita familiar del Domingo anterior fue la ultima.
Pero poniéndonos en el pellejo ajeno ,Cuando uno va a estar en un peligro inminente hay si se acuerda de Dios, y seguramente las tropas en los campos de enfrentamiento Lo recuerdan todo el día...todos los días , y el que no cree aprende a las malas a pedirle y quererlo; pero tenemos una gran Palanca y sobre todo Los Colombianos profesamos especialísimo Amor y confianza en Mama María y por eso seguro que en el ejercito tenemos mas Escapularios y medallitas de María que fusiles, y Ella debe estar Feliz pues si hay algo que a una Madre la emocione es que el hijo crea en Ella. Todo lo anterior lo capitalizan bien los sacerdotes Capellanes que van en los trances difíciles al mismo campo con Ellos, y ven en El, el consejero Padre, consolador etc y uno palpa la devoción de una Misa en las fuerzas Militares.
Cuando hemos visto llegar a los secuestrados entre ellos militares invocan y dan gracias a Dios y a María y hasta se han visto y testimoniado muchos Rosarios en cautiverio ; pero seguramente en la guerrilla también existen bastantes camandulas , Ellos tienen su corazón, tuvieron Madre y Abuelas que cuando niños les enseñaron a rezar el Avemaría y cargar con devoción un escapulario,
Hasta cuando nos acabaremos entre nosotros ? Jesús Y María Son Colombianos Ellos nos ayudaran.
JAG

Articulo de San Bernardo Abad Doctor de La iglesia
"Mas los soldados de Cristo con seguridad pelean las batallas del Señor, sin temor de cometer pecado por muerte del enemigo ni por desconfianza de su salvación en caso de sucumbir. Porque dar o recibir la muerte por Cristo no sólo no implica ofensa de Dios ni culpa alguna, sino que merece mucha gloria; pues en el primer caso, el hombre lucha por su Señor, y en el segundo, el Señor se da al hombre por premio, mirando Cristo con agrado la venganza que se le hace de su enemigo, y todavía con agrado mayor se ofrece Él mismo por consuelo al que cae en la lid. Así, pues, digamos una y más veces que el caballero de Cristo mata con seguridad de conciencia y muere con mayor confianza y seguridad todavía.
Ganancia saca para sí, si sucumbe, y triunfo para Cristo, si vence. No sin motivo lleva la espada al cinto. Ministro de Dios es para castigar severamente a los que se dicen sus enemigos; de su Divina Majestad ha recibido el acero, para castigo de los que obran mal y exaltación de los que de los que practican el bien. Cuando quita la vida a un malhechor no se le ha de llamar homicida, sino malicida, si vale la palabra.; ejecuta puntualmente las venganzas de Cristo sobre los que obran la iniquidad y con razón adquiere el título de defensor de los cristianos.
Si le matan no decimos que se ha perdido, sino que se ha salvado.
La muerte que da es para gloria de Cristo, y la que recibe, para la suya propia. En la muerte de un gentil puede gloriarse un cristiano porque sale glorificado Cristo; en morir valerosamente por Cristo muéstrase la liberalidad del gran Rey, puesto que saca a su caballero de la tierra para darle el galardón. Así, pues, el justo se alegrará cuando el primero de ellos sucumba, viendo aparecer la divina venganza, mas si cae el guerrero del Señor, dirá: ¿Acaso no habrá recompensa para el justo? Cierto que sí, pues hay un Dios que juzga a los hombres sobre la tierra.
Claro está que no habría de dar muerte a los gentiles si se los pudiese refrenar por otro cualquier medio, de modo que no acometiesen ni apretasen a los fieles y les oprimiesen. Pero por el momento vale más acabar con ellos que no dejar en sus manos la vara con que habían de esclavizar a los justos, no sea que alguien los justos sus manos a la iniquidad.
Pues ¿qué? Si no es lícito en absoluto al cristiano herir con la espada, ¿cómo el pregonero de Cristo exhortaba a los soldados a contentarse con la soldada, sin prohibirles continuar en su profesión? Ahora bien, si por particular providencia de Dios se permite herir con la espada a los que abrazan la carrera militar, sin aspirar a otro género de vida más perfecto, ¿a quién, pregunto yo, le será más permitido que a los valientes, por cuyo brazo esforzado retenemos todavía la fortaleza de la ciudad de Sión, como baluarte protector adonde pueda acogerse el pueblo santo, guardián de la verdad, después de expulsados los violadores de la ley divina?
Disipad, pues, y deshaced sin temor a esas gentes que sólo respiran guerra; haced tajos a los que siembran entre vuestras filas el miedo y la duda; dispersad de la ciudad del Señor a todos los que obran iniquidad y arden en deseos de saquear todos los tesoros del pueblo cristiano encerrados en los muros de Jerusalén, que sólo codician apoderarse del santuario de Dios y profanar todos nuestros santos misterios. Desenváinese la doble espada, espiritual y material, de los cristianos, y descargue con fuerza sobre la testuz de los enemigos, para destruir todo lo que se yergue contra la ciencia de Dios, o sea, contra la fe de los seguidores de Cristo; no digan, nunca los fieles: ¿Dónde está su Dios?”
De San Bernardo, Abad, Doctor de la Iglesia.
De la Loa a la Nueva Milicia Capítulo III