sábado, 27 de noviembre de 2021

El Amor de Dios...

 

El amor de Dios

Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama, cumplirá mi palabra, y mi Padre lo amará, y nosotros iremos a él y haremos nuestra morada con él”. Juan 14, 23

Si no podemos comprender a Dios, tampoco podemos comprender su amor.

El amor de Dios no se puede comprender

Ninguna mente humana puede comprender a Dios. No podemos definir a Dios. No podemos proporcionar una cuenta completa sobre quién es Él. Él “habita en luz inaccesible” (1 Tim. 6,16 ). Si Dios es incomprensible, también lo es Su amor. Si bien podemos y debemos hablar con sinceridad sobre Su amor, nunca podremos comprenderlo, porque es un amor divino, tan diferente de nuestro amor como Su ser es diferente de nuestro ser.

Dios es amor

Cuando Dios usa cosas creadas como leones para hablar sobre sí mismo en la Biblia, está hablando de manera analógica. Esto significa que las cosas que usa para describirse a Sí mismo no son idénticas a Él ni completamente diferentes a Él. Es una roca, por ejemplo, no porque esté hecho de piedra. Cuando Él se llama “roca” a Sí mismo, no debemos mapear todo lo rocoso de una roca sobre Él punto por punto. Cuando dice que es una roca, quiere decir algo de lo que queremos decir cuando nos referimos a una roca, es decir que no está hecho de piedra, pero es sólido y confiable. Nos podemos sostener y apoyar en Él.

Cuando leemos “Dios es amor”, sabemos algo de lo que es el amor por lo que ha hecho, pero Su amor nunca debe identificarse punto por punto con ningún amor creado que ya conozcamos.

Después del pecado, Dios no nos ha abandonado, porque Dios es amor. Él ama al mundo que hizo y nos ama a nosotros, aunque estemos rotos.

Dios nos ama tanto que envió a Su único Hijo para convertirse en uno de nosotros y salvarnos.

En su ministerio, Jesús viajó por las colinas de Galilea y Judea. Enseñó la palabra de Dios, curó a los enfermos, dio vista a los ciegos e incluso resucitó a los muertos. En todos los sentidos, demostró el amor de Dios por nosotros y su deseo de sanarnos tanto espiritual como físicamente.

Y finalmente, este Hombre – Dios abrió el camino para que tuviéramos vida eterna.

El amor de Dios en Su Cruz

Para Jesús, el camino era costoso. Recorrió el camino de los dolores y terminó con Su muerte en la Cruz. Jesús estuvo dispuesto a sufrir y morir por nosotros porque Su muerte nos permitiría saldar nuestros pecados y vivir con Dios para siempre.

Aunque era Dios encarnado, Jesús se dejó azotar, escupir y coronar de espinas. Se dejó crucificar con clavos en manos y pies. Ofreció Su vida como un acto de amor por nosotros, un acto tan perfecto, tan puro y tan valioso que pagó por todos los pecados del mundo entero.

Esto era algo que sólo Dios podía hacer. No importa lo que podamos hacer para expiar nuestros pecados, somos meras criaturas finitas y nunca podríamos pagar nuestras ofensas contra la infinita santidad de Dios. Pero Dios podía pagar por ellos y, como nos ama, lo hizo.

Después de la crucifixión, Jesús resucitó de entre los muertos. La Resurrección sirve como signo de lo que espera a todos los que se vuelven a Dios. Un día Jesús regresará, y aquellos que han amado a Dios experimentarán su propia gloriosa resurrección, el derrocamiento de la muerte y la vida eterna en el amor de Dios.

Por Su inmenso amor nos dio a Su Madre

Como regalo final, justo antes de morir, Jesús entregó Su madre al discípulo amado, Juan. Este fue un regalo para todos nosotros, un intercambio y una expansión de Su familia. En este intercambio, la tradición ha enseñado desde hace mucho tiempo, también nos confió a todos a su cuidado maternal. Jesús no estaba minimizando su relación con Su madre a través de estas palabras dadas a la multitud, la estaba expandiendo. Tiene hambre, a través del amor divino, de incluirnos a todos como familia de Dios.

Como ocurre con muchos de los tesoros de la fe católica, el tesoro de María es un regalo siempre digno de ser recibido. Pasar de la aceptación de María como Madre del Señor a María como “mi madre” requiere siempre el don de la fe.

Y además de aceptarnos como Su familia, nos regala a Su Madre para que interceda por nosotros, como bien lo hizo en el pasaje de las bodas de Caná, cuando logró que Jesús hiciera Su primer milagro, a pesar de que aún no había llegado Su hora.

Si María intercedió estando en la tierra, con mayor razón y fuerza lo hará estando plenamente unida a Dios en el cielo. ¿Y qué no hará Jesús por Su Madre que tuvo una vida de fe y obediencia? Conociendo el Señor esto, y sabiendo de nuestra necesidad, ha tenido a bien en su infinito amor, darnos a Su Madre como madre nuestra.

El amor de Dios nos lleva a amar al Prójimo

La contemplación del amor divino en su plenitud bíblica nunca es algo que termine en sí mismo. Nuestro descanso en Dios nunca encuentra su satisfacción en nosotros mismos, sino que siempre nos lleva fuera de nosotros hacia Él y hacia los demás. El amor de Dios debe ser vivido y aprendido. El amor de Dios por nosotros engendra amor en nosotros por Él y por los demás. La verdadera Palabra de amor que tenemos en la Biblia, si la tenemos de verdad, permanecerá en nosotros y no volverá vacía, ya que, por gracia de Dios, hacemos que los reflejos del amor inconmensurable de Dios sean visibles para otros en nuestra propia vida.

Pidámosle a Dios estar en Su amor

Señor, Te amo y deseo amarte de una manera más perfecta este día. Ayúdame a aferrarme a Tu perfecta voluntad en todas las cosas. Ayúdame a abrazar la perfecta obediencia a Ti siempre. En ese acto de amor y sumisión, ven y haz Tu morada dentro de mí. Jesús, yo confío en Ti.

Quien posee el amor de Dios, encuentra en ello tanta alegría, que cualquier amargura se transforma en dulzura y todo gran peso se vuelve ligero. -Santa Catalina de Siena

Fuentes:

viernes, 26 de noviembre de 2021

La Castidad....

 

Los innumerables frutos de la castidad

La castidad vivida en el propio estado, en la especial vocación recibida de Dios, es una de las mayores riquezas de la Iglesia ante el mundo; nace del amor y al amor se ordena. Es un signo de Dios en la tierra. La continencia por el reino de los Cielos «lleva sobre todo la impronta de la semejanza con Cristo, que, en la obra de la redención, hizo Él mismo esta opción por el reino de los Cielos». Los Apóstoles, apartándose de la tradición de la Antigua Alianza donde la fecundidad procreadora era considerada como una bendición, siguieron el ejemplo de Cristo, convencidos de que así le seguían más de cerca y se disponían mejor para llevar a cabo la misión apostólica recibida. Poco a poco fueron comprendiendo –nos recuerda Juan Pablo II– cómo de esa continencia se origina una particular «fecundidad espiritual y sobrenatural del hombre que proviene del Espíritu Santo».

Quizá en el momento actual a muchos les puede resultar incomprensible la castidad, y mucho más el celibato apostólico y la virginidad vividas en medio del mundo. También los primeros cristianos tuvieron que enfrentarse a un ambiente hostil a esta virtud. Por eso, parte importante del apostolado que hemos de llevar a cabo es el de valorar la castidad y el cortejo de virtudes que la acompañan: hacerla atractiva con un comportamiento ejemplar, y dar la doctrina de siempre de la Iglesia sobre esta materia que abre las puertas a la amistad con Dios. Hemos de cuidar, por ejemplo, los detalles de pudor y de modestia en el vestir, en el aseo, en el deporte; la negativa tajante a participar en conversaciones que desdicen de un cristiano; el rechazo de espectáculos inmorales...; y sobre todo hemos de dar el ejemplo alegre de la propia vida. 

Con nuestra conversación hemos de poner de manifiesto, descaradamente cuando sea necesario, la belleza de esta virtud y los innumerables frutos que de ella se derivan: la mayor capacidad de amar, la generosidad, la alegría, la finura de alma... Hemos de proclamar a los cuatro vientos que esta virtud es posible siempre si se ponen los medios que Nuestra Madre la Iglesia ha recomendado durante siglos: el recogimiento de los sentidos, la prudencia atenta para evitar las ocasiones, la guarda del pudor, la moderación en las diversiones, la templanza, el recurso frecuente a la oración, a los sacramentos y a la penitencia, la recepción frecuente de la Sagrada Eucaristía, la sinceridad... y, sobre todo, un gran amor a la Virgen Santísima. Nunca seremos tentados por encima de nuestras fuerzas.

Al terminar nuestra oración acudimos a Santa María, Mater pulchrae dilectionis, Madre del amor hermoso, que nos ayudará siempre a sacar un amor más firme aun de las mayores tentaciones.

La Milagrosa.

 

 la medalla milagrosa

El padre John A. Hardon, jesuita, no se cansa de repetir un milagro que le cambió la vida. 

Una de las experiencias más memorables que he tenido fue con la Medalla Milagrosa. Me cambió la vida.

En el otoño de 1948, un año después de mi ordenación, yo estaba en lo que llamamos la Tercera Prueba. Este es el tercer año de noviciado antes de tomar los votos perpetuos.

LA CHARLA DEL SACERDOTE VICENTINO

En octubre de ese año, un sacerdote vicentino vino a hablar con nosotros, jóvenes sacerdotes jesuitas. 

Nos animó a obtener facilidades, como se les llama, para inscribir a las personas en la Cofradía de la Medalla Milagrosa.

Entre otras cosas, dijo:

“Padres, las Medalla Milagrosa funciona. Muchos milagros han sido realizadas por la Virgen a través de la Medalla Milagrosa.”

No me quedé impresionado por lo que el sacerdote vicentino estaba diciendo. No soy el tipo de persona que usa medallas y ciertamente no tenía la Medalla Milagrosa.

Pero me dije a mí mismo: “No cuesta nada.”

Así que puse mi nombre para conseguir un folleto de cuatro páginas de los Padres Paúles, con la fórmula para bendecir las Medallas Milagrosa y reclutar personas para la Cofradía de la Medalla Milagrosa.

Unas dos semanas más tarde, recibí el folleto con la consagración y el enrolamiento, lo puse en mi agenda y me olvidé de él.

dibujo escolar de la medalla milagrosa fondo

EN EL HOSPITAL UN AÑO DESPUÉS

En febrero del siguiente año, fui enviado para ayudar al capellán del Hospital de San Alejo, en Cleveland, Ohio.

Yo iba a estar allí para ayudar al capellán regular durante dos semanas.

Cada mañana yo recibía una lista de todos los pacientes ingresados en el hospital ese día. Había tantos católicos admitidos que no podía visitar a todos tan pronto llegaran.

Entre los pacientes ingresados había de un niño de unos nueve años de edad.

Había andado en trineo a caballo cuesta abajo, perdió el control del trineo y se encontró con un árbol de frente. Se fracturó el cráneo y los rayos X mostraron que había sufrido graves daños cerebrales, él había estado en coma durante diez días, no hablaba, no había movimientos voluntarios del cuerpo.

Su estado era tal que la única duda era si iba a vivir. No había duda del diagnostico de daño cerebral permanente e inoperable.

Después de bendecir al niño y consolar a sus padres, yo estaba a punto de salir de su habitación en el hospital. Pero entonces, un pensamiento vino a mi mente:

“Ese sacerdote vicentino. Él dijo: ‘la Medalla Milagrosa funciona’.

¡Esta será una prueba de sus supuestos poderes milagrosos!”

Yo no tenía la Medalla Milagrosa conmigo. Y a todo el mundo que pregunté en el hospital tampoco tenía una.

Pero yo insistí, y, finalmente, una de las hermanas de enfermería en el turno de noche encontró una Medalla Milagrosa.

Lo que descubrí fue que no se necesita bendecir la medalla, hay que ponerla en el cuello de una persona en una cadena o cinta.

Así que la hermana enfermera encontró una cinta azul para la medalla, que me hizo sentir tonto.

¿Qué estaba haciendo con las medallas y las cintas azules?

LE PONE LA MEDALLA AL NIÑO, LO CONSAGRA Y SE CURA

Sin embargo, yo bendije la medalla y tenía el folleto que me había enviado el padre para la consagración de una persona a la Cofradía de la Medalla Milagrosa.

Me puse a recitar las palabras de la consagración.

Tan pronto como terminé la oración para inscribir al niño en la Cofradía, él abrió los ojos por primer vez en dos semanas.

Vio a su madre y le dijo: “Mamá, quiero un helado.” Le habían dado sólo la alimentación intravenosa.

Luego procedió a hablar con su padre y su madre. Después de unos minutos de estupefacto silencio, fue llamado un médico.

El médico examina al niño y dice a los padres que le pueden dar algo de comer.

Al día siguiente comenzaron una serie de ensayos sobre la condición del niño.

Los rayos X mostraron que el daño cerebral se había ido.

Luego aún más pruebas. Después de tres días, cuando todos los exámenes mostraron que hubo una restauración completa de la salud, el niño fue dado de alta del hospital.

ESTA EXPERIENCIA CAMBIÓ SU VIDA

Esta experiencia ha cambiado mucho mi vida, no he sido el mismo desde entonces.

Mi fe en Dios, y en su poder para hacer milagros, se fortaleció indescriptiblemente.

Desde entonces, por supuesto, he estado promoviendo la devoción a la Virgen y el uso de la Medalla Milagrosa.

Las maravillas que realiza, siempre que creamos, son extraordinarias.

En la enseñanza de teología a través de los años, he dado muchos semestres sobre la teología de los milagros.

Y tengo un manuscrito de un libro no publicado: “La Historia y Teología de los Milagros”. Mi esperanza es publicar el manuscrito en un futuro próximo.

Foros de la Virgen

miércoles, 24 de noviembre de 2021

La Oración...

 

DE LA ORACIÓN (incluye ejemplos) – Por el R. P. ÁNGEL MARÍA DE ARCOS.

   Pregunta: — Decid: ¿Qué cosa es orar?

   Respuesta: –  Levantar el corazón a Dios.

   P. — ¿Qué se hace en la oración?

   R. — Adorar a Dios nuestro Señor y alabarle, agradecerle y suplicarle, conocerle más y amarle, llorar nuestra ingratitud, y ofrecernos a imitar las virtudes de Nuestro Señor Jesucristo.

   En la oración hablamos con el Rey del cielo con el fin principal de alabarle, poderle servir e ir al cielo. A Dios y al cielo hemos de dirigir entonces nuestros pensamientos y afectos, orando de lo íntimo de nuestro corazón y no sólo con los labios, y procurando alejar de nosotros cuanto nos distraiga. La oración es  un acto nobilísimo; porque si se estima en mucho ser admitido en audiencia ante un príncipe terreno, ¿cuánto más hemos de apreciar el tener esa audiencia con  el mismo Dios, Señor el más poderoso y bondadoso, que nos da cuanto somos y tenemos, que murió por nosotros, a quien tanto nos importa aplacar, único; que puede remediarnos en todas las necesidades y llevarnos al cielo? Algunos no hablan con Dios sino para  pedirle.

   Nótese bien todo lo que el Catecismo dice que  se hace en la oración, y cuide cada cual de poner por Obra, uno después de otro, todos esos actos de que están llenas las oraciones que usa la Iglesia. El adorarle humillando nuestro espíritu ante la Majestad divina, y abajándolo hasta el polvo de la tierra; sirve para levantar el corazón hacia el cielo, y es la reverencia y saludo con que nos ponemos en la presencia de Dios, persignándonos y santiguándonos en seguida devotamente.

   El alabarle por su grandeza y darle gracias por sus beneficios, hace propicio al Señor para que despache nuestras súplicas.

   Estos son los memoriales que le presentamos, y con los demás actos acabamos de ganarnos su voluntad y sacamos por fruto de la oración lo que más le agrada, y lo que para nosotros es más útil, a saber: el servir a Dios, imitando las virtudes de Jesucristo en el cumplimiento de cuanto quiere de nosotros, que es la práctica de nuestros deberes.

   P. — ¿De cuántas maneras es la oración?

   R. — Mental o interior y vocal o exterior, que llamamos rezar, pudiendo juntarse y alternarse la una con la otra.

   Sin la oración mental no suele hacerse bien la vocal. Los que puestos en oración piensan despacio y en silencio, que esto es “meditar”, alguno de los cuatro Novísimos, o un paso de la vida o pasión de Jesucristo, y al mismo tiempo consideran lo mal que sirven a un Señor tan grande y tan bueno; se sienten profundamente penetrados del santo temor y amor de Dios, conocen la propia vileza y penetran la malicia de sus pecados, con lo cual prorrumpen espontáneamente, ayudados de la gracia, en actos de contrición perfecta, en propósitos de enmendarla vida, y en súplicas pidiendo a Dios que los ayude.

   Así, de la oración mental se pasa a la vocal, y se junta la una con la otra rezando pausada y consideradamente, tanto que, rezando solos, es bueno a veces irse deteniendo, como el tiempo de un resuello, entre una palabra y otra, diciendo así el Padrenuestro, la Salve u otra oración. También se puede reflexionar un rato en un Mandamiento o en una virtud, suplicando el perdón de lo mal hecho y proponiendo enmienda.

   El Libro de la oración y la Guía de pecadores, ambos por Fray Luis de Granada, son excelentes para leerse y meditarse. Por lo menos, nunca nos hemos de poner a rezar sin pensar antes, que vamos a hablar con Dios, y recoger el pensamiento y atención a lo que recemos. El que muchos se fastidien rezando, procede de que rezan maquinalmente, como lo haría un papagayo.

   P. — ¿Es preciso orar?

   R. –– SÍ, que quien no quiere orar se condena; y Dios nos encarga la costumbre de orar.

   Asi lo ha establecido la divina Providencia; nos concede las primeras gracias antes de pedírselas, pero quiere que con esas gracias le pidamos otras; y esto constantemente, como mendigos de Dios, reconociendo nuestra continua miseria, y que de Dios esperamos como de Padre nuestro que es, todos los bienes. No hay santo que no se haya dado a larga, fervorosa y constante oración, y en ella negociaban con Dios todas sus cosas.

   P. –– ¿Hemos de confiar que Dios nos dé lo que pedimos?

   R. –– Sí; porque lo ha prometido, principalmente si estamos en su amistad.

   P. — ¿Cómo a veces no lo otorga?

   R. –– O porque no nos conviene, o porque pedimos mal.

   P. — ¿Cómo se ora bien?

   R. –– Con piedad y confianza, humildad y perseverancia.

   P. –– Y quien de todo esto se siente falto ¿qué ha de hacer?

  R. —Procurarlo, y perseverar en hacer lo que pueda.

   A cada paso nos repite esta promesa la Sagrada Escritura; Jesucristo mismo  la predicó e inculcó con extraordinaria aseveración, y valiéndose de las más tiernas comparaciones. “Si vosotros, dice, siendo malos, dais cosas buenas a vuestros hijos, y si os piden un huevo no les dáis un escorpión, ¿cuánto más el Padre celestial dará buen espíritu a quien se lo pida?”

   Cuanto pidiereis en la oración, se os dará; pero habéis de pedir a nombre mío, esto es, cosas que me agraden a mí, alegando mis méritos; no los propios, como el soberbio fariseo. Orando así, vemos que los buenos cristianos obtienen muchas gracias de Dios, por lo cual hasta los malos en sus aprietos acuden por oraciones, a los que tienen por varones de Dios y almas muy santas. ¿Y oye el Señor las súplicas de los que están en pecado? También, sobre todo si le piden la propia conversión, y hacen esfuerzos y no cejan hasta lograrla.

   Con todo, es cierto que no siempre concede Dios lo que piden aun los buenos. Pide un niño a la madre el cuchillo, y no se lo da, sino que ella le parte el pan; pues así Dios, si ve que le pedimos, lo que será malo o peligroso, nos da otra cosa mejor. Pide uno buen éxito en un negocio, creyendo que le conviene, y ve Dios que si aquel es rico, será avaro; si consigue aquella colocación, soberbio; si se enlaza con tal persona, que le sobrevendrán mil desgracias; por eso, atendiendo a los ruegos, le niega misericordiosamente lo que sería un castigo concedérselo.

   Porque, desengañémonos de una vez: servir a Dios y salvarnos es nuestro supremo bien, y el pecado el mayor mal de todos. Los que piden bienes de la tierra o verse libres de alguna enfermedad, lo han de pedir á condición de que convenga para su alma a gloria divina.

   Peregrinó un ciego al sepulcro de San Vedasto; rogóle que le alcanzara ver sus reliquias; obtúvole el  santo la vista, y viólas: pero vuelto el agraciado a su casa, comenzó a pensar que acaso para salvarse le hubiera estado mejor no ver; y cavó tanto en su corazón esta duda, que fué de nuevo al Santo, y pidió que sí le era mejor para salvarse, le volviera la ceguera, y en efecto quedó ciego como anteriormente. Si se hubiera de entender en absoluto la promesa hecha a la oración, nadie sería pobre, ni estaría enfermo; siempre habría excelentes cosechas, y no nos moriríamos nunca. El Apóstol suplicó varias veces a Dios que le quitase una molesta tentación, y se le respondió que le bastaba la gracia, con que luchando vencía la tentación; y al paso que le hacía sentir su propia miseria, le ayudaba a ser humilde, y le aumentaba el mérito y la corona. ¡Qué males más acerbos que los que Jesucristo padeció en su sagrada Pasión! Rogó una, dos y tres veces con ahínco, que no viniera sobre El; pero siempre a condición, de que así lo quisiera su Padre celestial. No lo quiso, y Jesucristo bebió hasta las heces cáliz tan amargo con entera buena voluntad; y de esa pasión resultó gloria al mismo Jesucristo y la salvación del género humano. Además que ciertas quejas de que Dios no acceda a nuestros ruegos, cuando van mezcladas de poca fe y menos humildad, son prueba clara de que nuestra oración no es la que debe, y quizá hasta la hemos abandonado por despecho y desesperación.

   Por otra parte, el Señor no ha fijado plazo; antes ha dicho que no desfallezcamos nunca en la oración.

   Vemos a cada paso que en necesidades urgentes se nos socorre con sólo llamar a Jesús o a María, mientras que los mismos santos tardan años en conseguir alguna merced. Cuarenta seguidos rogó San Pedro Claver por la conversión de un negro, y al fin la logró. Por las oraciones del Santo enviaba Dios mayores gracias al negro; pero como el perverso resistía a ellas, y el Señor no fuerza a nadie; por eso no tuvo efecto la conversión, hasta que por fin se rindió el pecador a la gracia. Si el Santo hubiera cesado de rogar, el negro no hubiera recibido tales gracias, o hubiera muerto desdichadamente antes de aquel tiempo.

   Otras veces es tal la gracia que demandamos y nosotros o los demás la tenemos tan desmerecida, que es preciso unir a la oración las penitencias, ayunos y limosnas, con que la misma oración es más humilde, confiada y fervorosa. Véase por todo lo dicho, cuánto importa conservar hasta la muerte la costumbre cristiana que aprendimos de nuestras madres, rezando devotamente todas las mañanas y todas las noches.

   P. — ¿Es bueno rezar muchos juntos?

   R. –– Muy bueno, y también a solas, según las circunstancias.

   La oración a solas ofrece unas ventajas, y otras la oración en común. Esta es de suyo más poderosa; y se hace, o reunidos en un sitio y rezando a la vez, o cada uno por sí, pero por una misma intención convenida.

   A la iglesia es un deber acudir los días festivos, y muy bueno y edificante hacerlo diariamente. En solemnidades y necesidades públicas, la sociedad civil ha de orar en común, y lo mismo acostumbran en el hogar doméstico, alguna vez siquiera al día, las familias cristianas.

   Dichosos tiempos cuando en las calles, al pasar por delante de alguna iglesia o imagen sagrada, al tocar al Ángelus o a la agonía, los fieles se paraban a rezar. No es eso lo que reprendió el divino Maestro, sino la vana e hipócrita ostentación con que algunos se singularizaban en las plazas con desusadas demostraciones de piedad; como también reprendió, a los que se avergonzaban de parecer cristianos a los ojos del mundo: y aunque hay tiempo y sitios más a propósito para orar, el Apóstol exhorta a hombres y mujeres, a que en todo tiempo y lugar levantemos nuestros corazones a Dios, como lo practican los cristianos fervientes.

P. — ¿Para qué necesita Dios nuestro culto y oraciones?

R. —Para nada: nosotros necesitamos de Dios para todo, y Dios quiere que le honremos con alma y cuerpo.

   Esta respuesta no necesita aclararse, y por ella se ve cuán necio es el lenguaje de los impíos. Además de que Dios nos ha dado lo mismo el cuerpo que el alma, por donde con cuerpo y alma le debemos de reverenciar.

   Es tal la unión que entre cuerpo y alma existe, que es imposible e irracional no mostrar reverencia exterior, a quien interiormente se la tenemos. Ambas a dos se ayudan entre sí, y la exterior es también necesaria para ejemplo del prójimo.

   El hacer respetuosamente y bien formada la señal de la cruz; el doblar hasta el suelo la rodilla ante el altar del Sacramento, el permanecer en postura humilde y pronunciar bien las oraciones; es muestra natural de devoción interior, y al mismo tiempo la fomenta. En libros enteros enseñó Dios a los judíos las ceremonias del culto, y en la ley cristiana el mismo divino Maestro enseñó con el ejemplo y de palabra a los Apóstoles, no sólo las palabras de la oración, sino el modo de orar y de celebrar los divinos Misterios.

“Explicación del Catecismo”

Breve y sencilla

Año 1898.

lunes, 22 de noviembre de 2021

Cristo Eucaristía..

 

Estas palabras de san Pablo (Filipenses 1, 21) deberían ser también para nosotros el lema fundamental y la aspiración constante de nuestra vida. Ahora bien, Cristo vivo y resucitado está solamente en el cielo con su cuerpo glorificado (el mismo cuerpo con el que nació en Belén y murió en la cruz) y en la Eucaristía, donde está realmente presente con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. Por tanto, nuestra vida y la de todo fiel cristiano debe estar centrada en Cristo Eucaristía. La Eucaristía debe constituir por encima de todo otro amor humano o de cualquier otro interés, el centro vital de nuestra existencia. De ahí que sea, no sólo importante, sino imprescindible para un católico, el centrar su mirada y su vida en la Eucaristía, recibiéndolo en la comunión, a ser posible, todos los días.

Y, en caso de no poder ir a la iglesia por enfermedad o motivos de fuerza mayor, deberíamos centrar la mirada en el sagrario más cercano y visitar a Jesús, adorarlo y recibirlo, al menos, en comunión espiritual.

Deberíamos decir como aquellos 49 cristianos de Abitene (cerca de Túnez) del año 304: Sin la misa del domingo no podemos vivir. Sin Jesús Eucaristía no podían vivir y, por eso, fueron capaces de arriesgar la vida y morir mártires. O tener la fe de aquellos católicos de una de las islas del Pacífico, que se reunían cada domingo en la playa para adorar a Jesús Eucaristía, presente a 5.000 kilómetros de distancia en las iglesias de Tahití. O como aquellos campesinos de un pueblo de la Sierra del Perú, cuyo catequista, los animaba cada domingo para adorar a Jesús, que había estado presente en aquella misma capilla hacía 20 años, cuando se había celebrado la última misa.

¡Ojalá que la Eucaristía sea para nosotros el punto central de nuestra existencia! Que podamos decir como san Pablo: Cristo es mi vida (Fil 1, 21). Que no podamos vivir sin su presencia eucarística. De modo que también digamos como san Pablo: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí (Gal 2, 20).oil

Del libro del P Ángel Peña sobre la adoración perpetua

domingo, 21 de noviembre de 2021

Pierde el miedo a llamar al Señor por su nombre —Jesús

 vida interior

Un secreto. —Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos.

     —Dios quiere un puñado de hombres "suyos" en cada actividad humana. —Después... "pax Christi in regno Christi" —la paz de Cristo en el reino de Cristo.

302

Tu Crucifijo. —Por cristiano, debieras llevar siempre contigo tu Crucifijo. Y ponerlo sobre tu mesa de trabajo. Y besarlo antes de darte al descanso y al despertar: y cuando se rebele contra tu alma el pobre cuerpo, bésalo también.

303

Pierde el miedo a llamar al Señor por su nombre —Jesús— y a decirle que le quieres.

304

Procura lograr diariamente unos minutos de esa bendita soledad que tanta falta hace para tener en marcha la vida interior.

305

Me has escrito: "La sencillez es como la sal de la perfección. Y es lo que a mí me falta. Quiero lograrla, con la ayuda de El y de usted."

     —Ni la de Él ni la mía te faltarán. —Pon los medios.

306

Que la vida del hombre sobre la tierra es milicia, lo dijo Job hace muchos siglos.

     —Todavía hay comodones que no se han enterado.

307

Ese modo sobrenatural de proceder es una verdadera táctica militar. —Sostienes la guerra —las luchas diarias de tu vida interior— en posiciones, que colocas lejos de los muros capitales de tu fortaleza.

     Y el enemigo acude allí: a tu pequeña mortificación, a tu oración habitual, a tu trabajo ordenado, a tu plan de vida: y es difícil que llegue a acercarse hasta los torreones, flacos para el asalto, de tu castillo. —Y si llega, llega sin eficacia.

308

Me escribes y copio: "Mi gozo y mi paz. Nunca podré tener verdadera alegría si no tengo paz. ¿Y qué es la paz? La paz es algo muy relacionado con la guerra. La paz es consecuencia de la victoria. La paz exige de mí una continua lucha. Sin lucha no podré tener paz".

309

¡Mira qué entrañas de misericordia tiene la justicia de Dios! —Porque en los juicios humanos, se castiga al que confiesa su culpa: y, en el divino, se perdona.

     ¡Bendito sea el santo Sacramento de la Penitencia!

310

"Induimini Dominum Jesum Christum" —revestíos de Nuestro Señor Jesucristo, decía San Pablo a los Romanos. —En el Sacramento de la Penitencia es donde tú y yo nos revestimos de Jesucristo y de sus merecimientos.

311

¡La guerra! —La guerra tiene una finalidad sobrenatural —me dices— desconocida para el mundo: la guerra ha sido para nosotros...

     —La guerra es el obstáculo máximo del camino fácil. —Pero tendremos, al final, que amarla, como el religioso debe amar sus disciplinas.

312

¡Poder de tu nombre, Señor! —Encabecé mi carta, como suelo: "Jesús te me guarde".

     —Y me escriben: "El ¡Jesús te me guarde! de su carta ya me ha servido para librarme de una buena. Que El les guarde también a todos".

313

"Ya que el Señor me ayuda con su acostumbrada generosidad, procuraré corresponder con un 'afinamiento' de mis modos", me dijiste. —Y yo no tuve nada que añadir.

314

Te escribí, y te decía: "me apoyo en ti: ¡tú verás qué hacemos...!" —¡Qué íbamos a hacer, sino apoyarnos en el Otro!

315

Misionero. —Sueñas con ser misionero. Tienes vibraciones a lo Xavier: y quieres conquistar para Cristo un imperio. —¿El Japón, China, la India, Rusia..., los pueblos fríos del norte de Europa, o América, o Africa, o Australia?

     —Fomenta esos incendios en tu corazón, esas hambres de almas. Pero no me olvides que eres más misionero "obedeciendo". Lejos geográficamente de esos campos de apostolado, trabajas "aquí" y "allí": ¿no sientes —¡como Xavier!— el brazo cansado después de administrar a tantos el bautismo?

316

Me dices que sí, que quieres. —Bien, pero ¿quieres como un avaro quiere su oro, como una madre quiere a su hijo, como un ambicioso quiere los honores o como un pobrecito sensual su placer?

     —¿No? —Entonces no quieres.

317

¡Qué afán ponen los hombres en sus asuntos terrenos!: ilusiones de honores, ambición de riquezas, preocupaciones de sensualidad. —Ellos y ellas, ricos y pobres, viejos y hombres maduros y jóvenes y aun niños: todos igual.

     —Cuando tú y yo pongamos el mismo afán en los asuntos de nuestra alma tendremos una fe viva y operativa: y no habrá obstáculo que no venzamos en nuestras empresas de apostolado.

318

Para ti, que eres deportista, ¡qué buena razón es esta del Apóstol!: "Nescitis quod ii qui in stadio currunt omnes quidem currunt, sed unus accipit bravium? Sic currite ut comprehendatis" —¿No sabéis que los que corren en el estadio, aunque todos corren, uno sólo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo ganéis.

319

Recógete. —Busca a Dios en ti y escúchale.

320

Fomenta esos pensamientos nobles, esos santos deseos incipientes... —Un chispazo puede dar lugar a una hoguera.

321

Alma de apóstol: esa intimidad de Jesús contigo, ¡tan cerca de El, tantos años!, ¿no te dice nada?

322

Es verdad que a nuestro Sagrario le llamo siempre Betania... —Hazte amigo de los amigos del Maestro: Lázaro, Marta, María. —Y después ya no me preguntarás por qué llamo Betania a nuestro Sagrario.

323

Tú sabes que hay "consejos evangélicos". Seguirlos es una finura de amor. —Dicen que es camino de pocos. —A veces, pienso que podría ser camino de muchos.

324

"Quia hic homo coepit ædificare et non potuit consummare!" —¡comenzó a edificar y no pudo terminar!

     Triste comentario, que, si no quieres, no se hará de ti: porque tienes todos los medios para coronar el edificio de tu santificación: la gracia de Dios y tu voluntad.

jueves, 18 de noviembre de 2021

Defendernos...

 

Las armas refinadas de Satanás —Valtorta


1 de julio

«No debe sorprender el que un alma sienta tentaciones. Mejor dicho la tentación es más violenta cuanto más adelantada está la criatura en mi Camino.

Satanás es envidioso y astuto. Por lo tanto despliega su inteligencia donde es necesario más esfuerzo para arrancar un alma al Cielo. A un hombre del mundo, que vive para la carne, no es necesario tentarle. Satanás sabe que ya él trabaja por su cuenta para matar su alma y lo deja. Pero un alma que quiere ser de Dios atrae toda su perversidad.

Pero las almas no deben temblar, no deben desanimarse. Ser tentados no es un mal. Es un mal ceder a la tentación.

Están las grandes tentaciones. Ante ellas las almas rectas se ponen enseguida a la defensiva. Pero están las pequeñas tentaciones que pueden haceros caer sin daros cuenta. Son las armas refinadas del Enemigo. Las usa cuando ve que el alma es precavida y atenta para las grandes. Entonces pasa por alto los grandes medios y recurre a éstos, tan sutiles que entran en vosotros por cualquier parte. ¿Por qué permito esto? ¿Dónde estaría el mérito si no hubiera lucha? ¿Podríais deciros míos si no bebierais mi cáliz?

¿Qué creéis? ¿Qué mi cáliz haya sido solamente el del dolor? No, criaturas que me amáis. Cristo -Él os lo dice para daros ánimo- ha probado antes que vosotros la tentación.

¿Creéis vosotros que fue sólo la del desierto? No. Entonces Satanás fue vencido con grandes medios opuestos a sus grandes intentos. Pero en verdad os digo que Yo, Cristo, fui tentado otras veces. El Evangelio no lo dice. Pero como dice el Predilecto: "Si se tuvieran que narrar todos los milagros hechos por Jesús, la tierra no bastaría para contener los libros".

Meditad, discípulos queridos. ¿Cuántas veces Satanás habrá tentado al Hijo del hombre para persuadirlo a desistir de su evangelización? ¿Qué sabéis vosotros de los cansancios de la carne fatigada en el continuo peregrinar, en el continuo evangelizar, y de los cansancios del alma, que se veía y sentía rodeada de enemigos y de almas que lo seguían por curiosidad o por esperanza de un provecho humano? ¡Cuántas veces, en los momentos de soledad, el Tentador me envolvía con el desaliento! Y en la noche del Getsemaní, ¿no os dais cuenta con cuánta finura él ha tratado de vencer la última batalla entre el Salvador del género humano y el infierno?

No está dado a la mente humana conocer y penetrar en el secreto de aquella lucha entre lo divino y lo demoníaco. Sólo Yo que la he vivido la conozco y por ello os digo que Yo estoy donde está quien sufre por el Bien. Yo estoy donde hay un continuador mío. Yo estoy donde hay un pequeño Cristo. Yo estoy donde el sacrificio se consuma.

Y os digo, almas que expiáis por todos, os digo: No temáis. Hasta el fin Yo estaré con vosotros. Yo, Cristo, he vencido al mundo, la muerte y el demonio con el precio de mi Sangre. Pero os doy a vosotros, almas víctimas, mi Sangre contra el veneno de Lucifer».

Cuadernos Valtorta 1943

miércoles, 17 de noviembre de 2021

: Yo estaré con vosotros

 

El Dios olvidado

Jesús no ha querido estar entre nosotros solamente por 33 años, sino que ha querido vivir permanentemente con nosotros. Por eso, nos prometió: Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28, 20). Pero ¡qué tristeza! Dios vive entre nosotros como un amigo, como un hermano, y la inmensa mayoría de la humanidad ni se entera. Ésta es la más grande ignorancia de la humanidad. Incluso entre los católicos y ortodoxos, que debemos creer en su presencia real, ¿cuántos realmente lo creen? Por ello, cada uno de nosotros debe ser un apóstol de la Eucaristía y decir a todo el mundo: Jesús está aquí y te espera. Él es tu Dios, no lo dejes abandonado.

Deberíamos ser como la lamparita del sagrario, que humilde y silenciosa, está diciendo a todos los que vienen a la iglesia: Aquí está Jesús, aquí está tu Dios. Pero ¿lo creemos de verdad? y ¿por qué no venimos más seguido a visitarlo, a adorarlo y a demostrarle nuestro amor? ¡Cuántas bendiciones nos perdemos, por ignorar que Él es la fuente de toda bendición!

Jesús Eucaristía es el Dios olvidado. Él nos espera sin cansarse día y noche y ¡qué pocos vienen a visitarlo! El mundo está en tinieblas, pero prefieren ir a los brujos y curanderos o buscar la felicidad en las cosas de la tierra en vez de buscar a Jesús, y Él sigue esperando sin cansarse. Él te está esperando también a ti con los brazos abiertos, porque quiere ser tu amigo. Ábrele las puertas de tu corazón y déjalo entrar para que te dé su amor y paz. No lo dejes abandonado, visítalo y disfrutarás de una paz inmensa que sólo Él puede darte. Recuerda que te está diciendo en el Evangelio: No tengas miedo, solamente confía en Mí (Mc 5, 36). Venid a Mí los que estáis en problemas que yo os aliviaré y daré descanso para vuestras almas (Mt 11, 28).

P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.

ADORACIÓN PERPETUA

lunes, 15 de noviembre de 2021

Madre Maria...

 

María, única dispensadora de los tesoros de Dios


San Luis María Grignion de Montfort dice: El Altísimo ha constituido a María tesorera única de todos sus tesoros y única dispensadora de sus gracias. San Bernardino de Siena
 (1380-1444): Éste es el proceso de la distribución de las gracias divinas: de Dios fluyen a Cristo y de Cristo a su Madre; y de ella a toda la Iglesia. No vacilo, por ello, en decir que ha recibido jurisdicción sobre las gracias que se administran por sus manos17.

San Bernardo afirma: María es la mediadora universal de todas las gracias. Toda gracia, que Dios da a los hombres, pasa de Dios a Cristo, de Cristo pasa a María y por María se nos da a nosotros18.

San Alfonso María de Ligorio declara: Dios quiere que todas las gracias que han sido, son y serán dispensadas a los hombres hasta el fin del mundo por los méritos de Jesucristo, sean dispensadas por las manos y por la intercesión de María19. Ella es la tesorera de todas las gracias que Dios nos quiere dispensar20.

La relación entre María y el Espíritu Santo lo proclama de modo excelente san Juan Eudes: El Espíritu Santo es todo amor; el Corazón de María está plenamente transformado en amor. El Espíritu Santo es vida y fuente de vida; por ello, la Iglesia lo llama Espíritu vivificante. El Corazón de María es vida y fuente de nuestra vida natural y sobrenatural, temporal y eterna, pues por medio del Corazón misericordiosísimo de la madre de la gracia, la vida nos fue restituida... El Espíritu Santo es el principio de toda santidad, de toda gracia y de toda gloria en el cielo y en la tierra. El Corazón de la reina de los ángeles es el origen de todos los tesoros que se encierran en el orden de la gracia y de la gloria21.

Por otra parte, María nos guía a su Hijo Jesús, presente en la Eucaristía. Como decía el Papa Juan Pablo II: María guía a los fieles a la Eucaristía22. Ella está siempre presente junto a Jesús Eucaristía y siempre está presente durante la misa como madre que nos lleva a Jesús. Así como la Iglesia y la Eucaristía son un binomio inseparable, lo mismo se puede decir del binomio María y la Eucaristía. Por eso, el recuerdo de María en la celebración eucarística es unánime ya desde la antigüedad en las Iglesias de Oriente y Occidente23. Y la mirada embelesada de María, al contemplar el rostro de Cristo recién nacido y al estrecharlo en sus brazos, ¿no es acaso el inigualable modelo de amor en el que ha de inspirarse cada comunión eucarística?24.

Además ella es la hija predilecta del Padre, y lo alaba en el Magnificat diciendo:

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora, me felicitarán todas las generaciones, porque el poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación (Lc 1).

  1. 16  Fon. Francescane, Ed. Francescane, Assisi, 1986, No 286.

  2. 17  Sermo de nativitate B.V. Mariae c. 8.

  3. 18  Sermón 6.

  4. 19  Las glorias de María c. 5.

  5. 20  Visitas al Santísimo 25.

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P. ÁNGEL PEÑA BENITO O.A.R.. EXPERIENCIAS DE DIOS