jueves, 18 de noviembre de 2021

Defendernos...

 

Las armas refinadas de Satanás —Valtorta


1 de julio

«No debe sorprender el que un alma sienta tentaciones. Mejor dicho la tentación es más violenta cuanto más adelantada está la criatura en mi Camino.

Satanás es envidioso y astuto. Por lo tanto despliega su inteligencia donde es necesario más esfuerzo para arrancar un alma al Cielo. A un hombre del mundo, que vive para la carne, no es necesario tentarle. Satanás sabe que ya él trabaja por su cuenta para matar su alma y lo deja. Pero un alma que quiere ser de Dios atrae toda su perversidad.

Pero las almas no deben temblar, no deben desanimarse. Ser tentados no es un mal. Es un mal ceder a la tentación.

Están las grandes tentaciones. Ante ellas las almas rectas se ponen enseguida a la defensiva. Pero están las pequeñas tentaciones que pueden haceros caer sin daros cuenta. Son las armas refinadas del Enemigo. Las usa cuando ve que el alma es precavida y atenta para las grandes. Entonces pasa por alto los grandes medios y recurre a éstos, tan sutiles que entran en vosotros por cualquier parte. ¿Por qué permito esto? ¿Dónde estaría el mérito si no hubiera lucha? ¿Podríais deciros míos si no bebierais mi cáliz?

¿Qué creéis? ¿Qué mi cáliz haya sido solamente el del dolor? No, criaturas que me amáis. Cristo -Él os lo dice para daros ánimo- ha probado antes que vosotros la tentación.

¿Creéis vosotros que fue sólo la del desierto? No. Entonces Satanás fue vencido con grandes medios opuestos a sus grandes intentos. Pero en verdad os digo que Yo, Cristo, fui tentado otras veces. El Evangelio no lo dice. Pero como dice el Predilecto: "Si se tuvieran que narrar todos los milagros hechos por Jesús, la tierra no bastaría para contener los libros".

Meditad, discípulos queridos. ¿Cuántas veces Satanás habrá tentado al Hijo del hombre para persuadirlo a desistir de su evangelización? ¿Qué sabéis vosotros de los cansancios de la carne fatigada en el continuo peregrinar, en el continuo evangelizar, y de los cansancios del alma, que se veía y sentía rodeada de enemigos y de almas que lo seguían por curiosidad o por esperanza de un provecho humano? ¡Cuántas veces, en los momentos de soledad, el Tentador me envolvía con el desaliento! Y en la noche del Getsemaní, ¿no os dais cuenta con cuánta finura él ha tratado de vencer la última batalla entre el Salvador del género humano y el infierno?

No está dado a la mente humana conocer y penetrar en el secreto de aquella lucha entre lo divino y lo demoníaco. Sólo Yo que la he vivido la conozco y por ello os digo que Yo estoy donde está quien sufre por el Bien. Yo estoy donde hay un continuador mío. Yo estoy donde hay un pequeño Cristo. Yo estoy donde el sacrificio se consuma.

Y os digo, almas que expiáis por todos, os digo: No temáis. Hasta el fin Yo estaré con vosotros. Yo, Cristo, he vencido al mundo, la muerte y el demonio con el precio de mi Sangre. Pero os doy a vosotros, almas víctimas, mi Sangre contra el veneno de Lucifer».

Cuadernos Valtorta 1943