Diez hábitos para vivir bien la Misa
Recordemos las palabras que figuran en la placa de muchas de las Sacristías de las Comunidades Religiosas, como un recordatorio para el sacerdote-celebrante de estas palabras: "Sacerdote, hombre de Dios, celebra esta Misa como si fuera tu primera Misa, tu última Misa y tu única Misa".
Nunca debemos dar por sentado el Santo Sacrificio de la Misa, sino tenerle el mayor amor y respeto. En efecto, en cada Misa, el cielo baja a la tierra y la tierra se une al cielo
Esta reflexión se centrará principalmente en cómo debemos esforzarnos todos por participar plena, activa y conscientemente en cada misa. En efecto, el demonio nunca duerme ni se va de vacaciones, sobre todo para tratar de alejarnos de la Misa. Pero también, si vamos a Misa, el demonio hará todo lo posible para evitar que participemos plenamente y tratará de distraernos al máximo. (Usar el agua bendita, si no hay en la iglesia, traerla de casa en un frasco)
Las gracias que recibimos en los Sacramentos están en proporción directa y son acordes con nuestra disposición. En otras palabras, cuanto mejor dispuesta esté el alma para recibir la absolución en el Sacramento de la Penitencia o la Sagrada Comunión en el Sacramento de la Sagrada Eucaristía, más abundantes serán las gracias. Si queréis, si no recibimos gracias abundantes, la culpa no se encuentra en el Sacramento mismo -porque allí nos encontramos con Jesús, el Hijo de Dios vivo-, sino en nosotros mismos, los pobres receptores del Sacramento. Nunca podemos culpar a Dios, sino siempre a nosotros mismos.
Así pues, propongamos algunas acciones prácticas que nos ayuden a obtener las máximas gracias de cada Santo Sacrificio de la Misa. En efecto, ¡qué agradecidos deberíamos estar por el hecho de ser católicos y de tener a nuestra disposición el mayor regalo de este lado del cielo: el Santo Sacrificio de la Misa y la Santa Comunión! Como nos recuerda el salmista: "Como el ciervo anhela las aguas corrientes, así mi alma te anhela a ti, Señor, mi Dios". (Salmo 41:1)
1. Puntualidad
No sólo debemos llegar a tiempo, sino que debemos esforzarnos por llegar siempre temprano a la misa. Se necesita tiempo para pasar del modo activo al modo contemplativo y para que esta transición sea suave y eficaz.
Al igual que los atletas calientan antes de llegar al campo de juego para comenzar el partido, en nuestro ejercicio espiritual debemos calentar hacia Dios. Esto requiere tiempo, esfuerzo y buena voluntad por nuestra parte. Además, uno de los elementos clave para llegar temprano al Santo Sacrificio de la Misa puede ser que podamos ofrecer nuestras muchas intenciones en el altar incluso antes de que comience la Misa.
2. El silencio sagrado
El profeta Isaías entró en el Templo en silencio para encontrarse con el Dios tres veces santo. Jesús está verdaderamente presente en cada Tabernáculo de la Iglesia Católica. Isaías encontró a Dios y recibió su sublime vocación de Profeta para todas las naciones en este silencioso pero poderoso encuentro con Dios. Ante la zarza ardiente, en el silencio, Dios habló a Moisés, dotándole de la vocación de sacar al pueblo elegido de la esclavitud de Egipto. Finalmente, Elías se encontró con Dios en la Montaña Sagrada. No en el fuego, ni en el trueno, ni en el terremoto, Elías encontró al Dios Todopoderoso, sino en la silenciosa y suave brisa.
Al entrar en la Iglesia y acercarnos a nuestro Dios tres veces santo, debemos sacudir el ruido del mundo de nuestras sandalias y entrar en la Presencia de Dios, que habla a los que tienen el corazón tranquilo y contemplativo.
3. Genuflexión
Al caminar en la Presencia de Jesús, verdaderamente presente en el Tabernáculo, debemos hacer un gesto reverencial de adoración. A esto lo llamamos genuflexión. ¿Cómo? Muy sencillo. Con las manos cruzadas en oración, inclina la rodilla derecha hasta el suelo, tocando el suelo con esa rodilla, ¡y luego hacia arriba! Muchos han olvidado o nunca se les ha enseñado a realizar este gesto de adoración hacia el Señor de los Señores y el Rey de los Reyes: ¡Jesús en el Tabernáculo! En tiempos pasados, este gesto se hacía en presencia de un Rey. Ahora lo hacemos ante el Rey del Universo: ¡Jesús el Señor!
4. Modestia
Hay que expresar con mucha claridad, franqueza y caridad, la importancia real de la modestia en el vestir, en todo momento, pero muy especialmente en la Presencia de Jesús en el Sagrario y en la Santa Misa. Nunca debemos olvidar nuestra obligación de dar buen ejemplo en todo momento y lugar y en toda circunstancia.