martes, 14 de diciembre de 2021

Valtorta......

 

Párrafo de Cuadernos Valtorta 1943


1 de noviembre


Dice el Señor Jesús:
«Soy Yo quien ha dado a mis santos la Sabiduría de la que soy poseedor absoluto. Soy Yo
quien hablo a los dilectos para que esparzan mi Sabiduría entre los hombres. Soy Yo quien bendigo con gratitud a mis elegidos que se han consumado a sí mismos para ser portadores de mi Sabiduría. Soy Yo quien les premio porque el amor a la Sabiduría es amor a Dios, no pudiendo haber conocimiento de la Sabiduría y rebelión a Dios. Quien ama la Sabiduría ama su fuente: ama a Dios. Quien ama a Dios conquista el premio.

Vosotros, por tanto, que siempre aspiráis a la gloria, aspirad a esta gloria verdadera y eterna. Dejad caer los cetros y las celebridades de la tierra y tended a conquistar la fama y la corona inmortal de la bienaventurada santidad. Esforzaos por merecer la Sabiduría y lo poseeréis todo de la tierra porque poseeréis a Dios, que hablará en vosotros, os guiará, os consolará, os elevará, os hará mis amigos y profetas del Altísimo. Entonces vosotros entenderéis, hablaréis, veréis, no con vuestros órganos y vuestras capacidades, sino con la vista y la mente de Aquel que está en vosotros como el Santo de los Santos en su tabernáculo viviente.

Seréis, oh mis hermanos queridos, como era mi Madre cuando me llevaba en su seno y Yo le comunicaba mis movimientos de amor. María, velo preciosísimo y casto para el Viviente, el Sapiente, el Santo, ya infundida de Sabiduría por su angelical pureza, fue una con la Sabiduría cuando el Amor la hizo Madre de la Sabiduría encarnada. Ni vosotros sois menos cuando conmigo Eucaristía en el corazón, y con el corazón queriendo vivir de Dios -he aquí la condición esencial -llegáis a ser uno conmigo y sabéis permanecer en Mí incluso después de la consumación de las Especies, con vuestro amor adorante.

Sedme de las "Marías". Llevad a Cristo en vosotros. El mundo necesita tener, entre tanta ciencia inútil quien comunica la verdadera Sabiduría. Y quien me tiene en sí, más aún, quien se anula en Mí, aunque no diga palabras, comunica con sus obras la Sabiduría, porque sus obras dan testimonio de Dios.

Yo después, por piedad de los ciegos y de los sordos, de los analfabetos del espíritu, doy voz y pluma en las manos y sobre los labios de quien escojo, para que el Espíritu de Dios sea oído de nuevo y se salven los desviados y encuentren la dirección justa los errantes, se levanten los caídos y confíen en Quien tiene nombre: Misericordia».

Dice Jesús:

«¿A qué compararemos a algunos pobres desgraciados? A infelices maniáticos que, mientras que fuera hay un hermoso sol y junto a ellos afectos y alimentos, se niegan a salir, nutrirse, hablar, y se esconden como bestias salvajes en su cueva, en la oscuridad, deján- dose morir de inanición.

Son abismos de error, de horror, a veces de odio, que deben colmarse con la paciencia, la misericordia, el amor y el dolor. Paciencia soportando sus ideas, misericordia acercándonos aún a pesar de la repugnancia que nos da la lepra de sus espíritu, amor porque el amor es el vencedor y la medicina más poderosa de todas, y dolor porque para dar la Vida y la Luz hay que morir como hace la lámpara que arde consumiéndose y el grano que da alimento si muere.

Dadas estas cosas, basta. Las palabras son inútiles porque esas almas están ensordecidas por Satanás que les impide oír. Hay que vencer primero a Satanás, y a éste se le vence con la oración y el dolor, no con las discusiones en las que es maestro para persuadir hacia su doctrina.

Es natural que tú sufras. Cada una de esas palabras, antes de herir mis Carnes, han pasado a través de las tuyas, porque tú te has puesto entre el mundo y el Maestro para defender a tu Rey. Es el oficio de las víctimas. Pero Yo pongo un beso en cada herida y por cada una te digo: gracias, María, por tu amor. Bendita seas por esto».