El pecador y el impío (Valtorta)
¡El seno de María! ¡El corazón de María! No. La mente más arrebatada en Dios no puede bajar hasta la profundidad, o levantarse hasta el vértice de estas dos perfecciones de pureza y amor. Yo os las ilumino, las ilumino a los más queridos entre los queridos. Pero sólo cuando estéis donde está la Ciencia perfecta, entenderéis a María.
Toda la humanidad es pecadora. Pero existe el pecador únicamente pecador, y existe el impío, es decir, aquel que lleva el pecado a una perfección demoníaca. Porque, en el Mal, el Demonio sabe alcanzar la perfección, y sus discípulos más fieles no son menos que su maestro.
Te lo he dicho ya: "Lucifer se esfuerza por imitar a Dios, en el mal naturalmente. Asume las formas, diré así, de vida y de corte que ha tenido el Hijo de Dios. El demonio toma la actitud de Cristo, y como Cristo tiene apóstoles y discípulos. Entre ellos escogerá el perfecto para hacer de él el Anticristo. Por ahora estamos en el período preparatorio de los precursores del mismo". Esto ya lo he dicho 72.
El impío será conducido al sepulcro. Es natural. Lucifer puede dar todas las ayudas a sus predilectos, a sus fieles, a sus esclavos, pero no la inmunidad de la Muerte, porque sólo Yo soy Vida y sólo Yo he vencido la Muerte. Por ello, cuando la suma del mal cometido por el impío está cumplida, Yo doy orden a la Muerte de tomar posesión de aquella carne. Esa carne conoce por esto el horror del sepulcro. y para el impío será verdadero sepulcro.
Para los buenos, para los redimidos, para los perdonados no es tal, porque creen y saben en base a la fe. Aquél es el lugar donde el vestido mortal vuelve a su naturaleza de polvo, desencarcelando al espíritu en espera de la hora en que lo que fue creado se reforme para entrar en la gloria o en la condenación con la perfección de creación que Dios creó para el hombre: es decir con la unión de un espíritu a una carne. Espíritu inmortal como Dios su Creador y Padre, carne mortal como formada por un animal terreno, rey de la tierra, heredero del Cielo, pero que demasiado a menudo prefiere la tierra al Cielo y es animal no tanto porque esté dotado de "alma" sino porque vive la misma animalidad, y a veces más, que los animales propiamente dichos.
Las almas, separadas de los cuerpos, tienen tres moradas. Y las tendrán hasta que no queden más que dos, después del Juicio que no errará. Los bienaventurados gozan inmediatamente del eterno reposo. Los purgantes activamente cumplen su expiación pensando en la hora de la liberación en Dios. Los condenados se agitan en la rabia del bien perdido. No, que tanto menos reposo encuentran en su terrible tortura, cuanto más impíos han sido.
Pero el Impío, que con su impiedad ha arrastrado a otros a la impiedad y empujado a otros al pecado, (he aquí los hombres y las muchedumbres de las que habla el Libro), será como una torre insomne en un mar en tempestad. Ante sí la muchedumbre de los matados (en el alma) por él, ante sí el recuerdo vivo de tantos homicidios de almas por él cometidos, y el remordimiento, que no da paz a quien mata, desde el día en que Caín derramó la sangre de su hermano, lo flagelará más atrozmente que los flagelos infernales.
Velará sobre su Delito, que se lanzó contra Dios en las criaturas de Dios y que como fiera enfurecida llevó destrucción a las almas. ¡Qué tremendo tener ante sí la prueba del mal hecho! ¡Castigo añadido a los castigos! Horror sin número como sin número son las culpas del Impío entre los pecadores.
Pero ahora, María, para consolación de tu corazón que se abate ante desgarros de otro mundo donde no reina el Amor sino el rigor de Dios, alza el espíritu escuchando esta palabra toda para ti y para las almas como tú.
¿Sabes lo que representan para Mí los corazones dados al Amor? Mi Paraíso sobre la tierra. Sois vosotros los que traéis un trocito de cielo a este pobre mundo, y sobre ese trocito apoya los pies el Hijo de Dios para venir a encontrar sus delicias entre los hijos del Padre.
Abre el corazón a tu Jesús. Y dame tu corazón. Dónalo del todo a Mí. Lo quiero. Como Médico y Amigo del espíritu y de la carne, como Esposo y Dios que te ha elegido por tu fe y por tu audaz sentimiento de amor».
Cadernos Valtorta 1943