Menos conocido que el caso de la Virgen de Guadalupe, del que también habremos de hablar Dios mediante, es el de Nuestra Señora de Coromoto, patrona de Venezuela, cuya festividad se celebra el 11 de septiembre.
En 1651, el cacique Coromoto cruzaba un río junto a su mujer y observaron a una Señora muy bella que les dijo que fueran a ver a los españoles para que les echaran agua sobre la cabeza a fin de que pudieran ir al Cielo. Al poco rato pasó por allí un español llamado Juan Sánchez, y Coromoto le contó lo que le acababa de pasar. Una semana después, Juan regresó con otros españoles y frailes para catequizarlos. Llevaron a los indios a un lugar cercano, donde les repartieron tierras y los ayudaron a instalarse para civilizarlos. Muchos indios se bautizaron, pero Coromoto extrañaba la vida en libertad de la selva y no se adaptaba a la vida en un pueblo. Cuando se disponía a huir, se le apareció la Virgen otra vez, mientras se encontraba junto a su mujer, su cuñada y el sobrino de ésta. Coromoto tomó una flecha y apuntó con el arco a la Virgen, a la que disparó mientras se le acercaba, pero Ella desapareció dejándole en la mano una pequeña imagen suya estampada en un trocito de tela. Aquella tarde los indios estaban reunidos rezando, y el cacique no estaba con ellos. La Virgen se le apareció otra vez a la puerta de su choza, inundándola de rayos de luz. El sobrino de la cuñada de Coromoto avisó a Juan Sánchez, que fue y recogió el trocito de tela con la imagen de la Virgen. Le puso una vela, que ardió desde el día siguiente (domingo) hasta la tarde del martes sin consumirse, lo cual se consideró milagroso.
El cacique huyó a la selva, donde lo mordió una serpiente venenosa. Pidió a gritos el bautismo, y lo bautizó alguien que pasaba por allí. Murió poco después, no sin pedir a los indígenas que se bautizaran. Desde entonces, la devoción a Nuestra Señora de Coromoto está muy arraigada en Venezuela y el nombre de Coromoto ha pasado a ser femenino y es frecuente en el país caribeño. Aquí tenemos un ejemplo más de tantos en que Nuestra Señor intervino milagrosamente para que la evangelización despegara con ímpetu en tierras americanas, como con la Virgen de Guadalupe en México, la de Itatí en la provincia de Corrientes (Mesopotamia Argentina) y otras más.
La imagen de tela de Nuestra Señora es una imagen aqueirópita, es decir no pintada por mano humana, al igual que en el caso de la tilma de Guadalupe, la Sábana Santa de Turín y el Santo Rostro de Manopello. Mide apenas 2,5 x 2 cm (después se han hecho imágenes pictóricas y de talla, más grandes como es natural).
Es la única aparición que se conoce, junto con la de Guadalupe, en que la Virgen deja un testimonio físico. No es una reliquia, sino una mariofanía, una manifestación viva de la Virgen. Está viva y presente. Y de forma parecida al caso de Guadalupe, parece que el ojo fuera el de una persona viva. En Guadalupe se pudo observar con oftalmoscopio, pero en la de Coromoto el ojo se tuvo que mirar con microscopio, dado lo diminuto de su tamaño. Es más pequeños que la cabeza de un alfiler, y aun así da la impresión de que te está mirando. Se observó un punto de luz en la imagen del ojo, que al ampliarlo dejó ver a un hombre con la cabeza agachada, el puño cerrado y el brazo estirado y parte del otro brazo. Coincide con el testimonio de la india Isabel de cuando el cacique atacó a la Virgen y se quedó con la imagen en la mano.
Antes de la restauración estaba muy deteriorada. La imagen tenía una mancha marrón de óxido que cubría parte de la cara e impedía verla, y tenía además hongos, porque durante mucho tiempo no estuvo protegida tras un vidrio. Hasta hubo un sacerdote que instauró el beso semanal a la Virgen.Otro milagro es que la restauración debería haber durado entre tres y cinco semanas y duró seis días, quedando en perfecto estado. Además, estaba adherida al vidrio, y lo normal es que se hubiera roto al intentar despegarla, que era una de las cosas que más temían los restauradores. Calculaban que necesitarían siete horas para separarlos, y bastaron 18 minutos. En 6 días, la imagen estuvo totalmente restaurada, y con apenas agua, sin necesidad de limpiarla con productos químicos. Aunque el aspecto se muestra algo desgastado, ahora tenemos la misma imagen que Ella dejó originalmente en 1652.
Así como los pigmentos de la imagen de Guadalupe nunca penetraron en la tilma, tampoco las de Coromoto el papel. La imagen es de un trazo único y una misma densidad; imposible de pintar por mano humana.
La Virgen no está sentada en un trono ni enmarcada por un arco sobre columnas como es habitual entre nosotros. Tiene por fondo el interior de la choza del indio Coromoto. La Virgen escoge material propio de la región: ágave en México y tela de algodón en Venezuela. La corona y el Niño son típicamente indígenas. Así como Cristo se encarnó y se hizo uno de nosotros, la Virgen también aparece y se manifiesta según los pueblos y lugares. Por ser verdaderamente Madre de todos los hombres, verdaderamente católica (o sea, universal) no aparece nunca como una extraña, sino como su Madre que es.