martes, 10 de agosto de 2021

Visitas al Santisimo P. Angel Pena..

 VISITAS AL SANTÍSIMO SACRAMENTO

P. ANGEL PEÑA

VISITAS AL SANTISIMO SACRAMENTO
Si quieres, puedes hacer una estación mayor, rezando seis Padrenuestros,
Avemarías y Glorias; uno de ellos por las intenciones del Papa. Pero, sobre
todo, habla y escucha. Adora y ama. Renueva el ofrecimiento de la misa de
tu vida y haz comuniones espirituales. Puedes decirle así:

a) Oh Jesús, mi amigo inseparable, el amor de mi vida y rey de mi cora-
zón. Tú estás, todos los días, esperándome en la Eucaristía, y yo ni me ente-
ro. Perdóname, Jesús, por mi indiferencia y por mi cobardía para acercarme

hasta Ti. Tú me esperas y, a veces, me dejo llevar del respeto humano y del
qué dirán. Perdóname, tú sabes que soy un pobre hombre, pero te quiero
con toda mi pobreza y mi debilidad.
Hace muchos años que salí de tus manos y pronto quizás llegará el día en

que volveré a Ti... Mi alforja está vacía, mis flores mustias y descoloridas, pe-
ro mi corazón quiere ser todo para Ti. Me espanta mi pobreza y mi miseria,

pero me consuela tu ternura. Estoy aquí, delante de Ti, como un cantarillo
roto, pero con la ilusión de una vida mejor.

Señor,¿qué te diré, cuando me pidas cuentas? Te diré que mi vida huma-
namente ha sido un fallo, que he volado muy bajo, que he cometido muchos

errores, pero ahora te pido perdón, porque sé que Tú eres Amor y Misericor-
dia. Señor, quiero ser tu amigo. Acepta en este atardecer la ofrenda de mi

vida. Está llena de agujeros como una flauta. Tómala en tus manos divinas y
haz que tu música pase a través de mi para que llegue a mis hermanos. Que
sea para ellos ritmo y melodía, alegría de sus pasos cansados.

Señor, te amo. Déjame que te lo diga con el corazón lleno de alegría, por-
que siento en este instante tu amor dentro de mí. Sí, te amo, Jesús, gracias

por haberme creado, por haberme redimido, por haberme perdonado, por

haberme escogido. Gracias, por haberme esperado tanto tiempo en la Euca-
ristía. Te prometo que no te dejaré solo y que todos los días vendré a visitarte

y a pasar unos minutos en tu compañía. Bendíceme desde tu santo cielo del
sagrario con el Padre y el Espíritu Santo. Saludos a mi dulce Madre María,
que está contigo y a quien tanto quiero también. Señor, yo confío en Ti. Soy

un pobre hombre, pero te quiero y quiero quererte sin medida y para siem-
pre. Amén.

b). Oh mi Jesús sacramentado, yo te amo por tu paciencia infinita, porque

día tras día me esperas en la Eucaristía. Te amo por todos aquellos que, al-
guna vez, han blasfemado y te han profanado en la Eucaristía. Te amo y te

adoro en cada uno de los sagrarios del mundo entero, especialmente, en

aquéllos en que estás más olvidado y abandonado. Te amo en aquellas hos-
tias consagradas, que han sido tiradas o robadas o están siendo profanadas.

Te amo y te adoro en aquellas partículas en que estabas presente, que han
caído al suelo por descuido, y que han sido pisoteadas. Te amo en aquellos

sagrarios, que están apolillados y tal vez rodeados de telarañas y hormigas.

Te amo por todas las veces que no te amé y pasé indiferente ante Ti, pre-
sente en este sacramento, y por las veces que no creí en tu presencia real.

También por las veces que no asistí a la misa o por todas las veces que asis-
tí sin fe y sin amor, por compromiso social.

Te amo, porque Tú eres lo único realmente importante, el tesoro de los
tesoros, Dios de Dios, luz de luz... Oh Jesús sacramentado, que brillas por
encima de nuestras vidas con el resplandor de la hostia blanca. Oh Jesús

divino, amigo de los hombres. Tú eres el Cordero de Dios, que quitas el pe-
cado del mundo... Dame tu paz.

c). ¡Seas por siempre bendito y alabado mi Jesús sacramentado! Permíte-
me adorarte en todos los sagrarios del mundo y en cada hostia consagrada.

Bendito seas por todas las comuniones en las que me he encontrado conti-
go. Perdóname por tantas veces en que te recibí sin ser plenamente cons-
ciente de lo que recibía. Quiero adorarte, Señor, y consolar el dolor que te

causan aquéllos que te reciben, sin darse cuenta de tu presencia amorosa
en la Eucaristía.

Haz tu morada permanente en mi corazón. Quiero estar siempre en adora-
ción ante Ti, mi Dios. Consuela y cura a mis hermanos y familiares enfermos.

Bendice a los tristes y abandonados. Sana mi cuerpo y mi alma. Tú eres la

fuente de toda santidad, hazme santo. Dame la gracia de cumplir fiel y plena-
mente la misión que me has encomendado en este mundo. Quiero que mi

mente y mi corazón sean UNO contigo.
Madre mía, conságrame Tú a Jesús y aparta de mi corazón toda soberbia
y egoísmo para poder amarlo y adorarlo con un corazón puro y limpio. ¡Oh
Jesús, estás vivo y presente entre nosotros en este sacramento del amor! Yo
te amo en unión con todos los ángeles y santos del cielo. Yo te alabo con
toda la Iglesia peregrina y con todas las almas del Purgatorio. Yo te amo y te
adoro en todas las Iglesias del mundo. Hazme una hostia viva y santa, para
que viva siempre en unión contigo, mi Jesús sacramentado. Amén.
d). ¡Qué bien se está cerca de Ti, Jesús Eucaristía! Tú eres manantial de
santidad, fuente inagotable de gracias celestiales. De rodillas, con el corazón
abierto, te pido tu bendición. Ven a mí, Jesús, y dame tu paz. Aquí estoy con
todos mis pecados del pasado y con toda la ilusión de un porvenir mejor. Ten

compasión de mí, Jesús. Quiero ser tu amigo, concédeme el don de tu amis-
tad. Gracias por escucharme. Sin Ti mi vida no tiene sentido. Ayúdame en mi

caminar. Ayúdame a continuar por este camino del amor... Ayúdame a serte
fiel hasta la muerte. Te necesito. Ayúdame. Perdóname. Un momento cerca
de Ti vale más que un millón de años fuera de Ti. Gracias por tu compañía.
Sé luz de mis ojos ciegos, sol en mi oscuridad, fuego para amar a mis her-
manos, sé amor para todos dentro de mi corazón. Irradia sobre mí los rauda-
les de tu luz y destruye todas las oscuridades de mis egoísmos, cobardías,

mentiras y pecados. Jesús Eucaristía, mi Dios y mi Todo, sacramento de
amor, alimento de las almas, consuelo en mis desgracias y fortaleza en mi
debilidad. Jesús Eucaristía, contigo todo lo puedo. Tú eres más grande que
cualquier dificultad. Tú eres más grande que todos mis pecados. Gracias por

tu misericordia y tu perdón, gracias por tu comprensión, gracias por tu ale-
gría. Inunda mi corazón con la paz que sale del manantial inagotable de la

Eucaristía. Gracias Jesús.
¿Quién soy yo y quién eres Tú?
Tú eres mi Dios omnipotente, mi Maestro, mi Redentor y Salvador, mi
Creador, que te has hecho pan para poder vivir en mí y conmigo. Me das tu
Corazón palpitante para que esté al unísono con el mío. No hay palabras
para expresar lo inexpresable de tu amor. Hay momentos en que siento tu
mirada sobre mí y me siento feliz de ser importante para Ti. Tu mirada es

ternura y cariño y la siento en lo más profundo de mi ser. Gracias por amar-
me tanto y esperarme sin cansancio todos los días en este sacramento. En

Ti quiero amar a todos, me ofrezco por todos y me uno a todos los santos y
ángeles del cielo, que son mis hermanos.

María, Madre mía, enséñame a amar a Jesús y préstame tu Corazón In-
maculado para amarlo como tú. Amén.

 Jesús, tu Corazón eucarístico está triste, porque hay muchos sagrarios

en los que te sientes abandonado. Nadie te visita ni de día ni de noche. Mu-
chas Iglesias están cerradas durante la semana o apenas abiertas para la

misa de la mañana. En muchos pueblos, te pasas los días y las noches soli-
tario, esperando a las almas que nunca llegan. ¿Es que en esos lugares no

hay enfermos que quieran sanar? ¿No hay hambrientos que quieran comer?
¿No hay afligidos que quieran consuelo o necesitados que necesiten ayuda?
¿Es que no saben que en el sagrario estás Tú, el amigo divino, el médico de
los cuerpos y de las almas, el consolador, el Dios todopoderoso? ¡Cuánta

paciencia debes tener, Jesús, para no cansarte de tus hijos, que no te quie-
ren visitar y te olvidan tan fácilmente!

Yo quisiera visitarte en todos los sagrarios del mundo y gritar a todas las
gentes: Jesús está solo y no quiere ni debe estar solo. Allí está la fuente de la
vida, el alimento del alma, la paz del corazón, la alegría del espíritu, el Dios

amigo. Por eso, Señor, quiero visitarte todos los días, al menos espiritual-
mente, en todos los sagrarios y hacerte compañía, especialmente en aqué-
llos en los que estés más abandonado y olvidado. Quiero agradecerte por

los que no lo hacen, pedir por los que no piden, comulgar por los que no co-
mulgan, asistir a misa por los que no lo hacen y, sobre todo, amarte por los
que no te aman.
Quiero visitarte todos los días en unión con María y voy a procurar buscarte
muchos amigos y adoradores, especialmente entre los niños. Si es preciso,
iré de puerta en puerta, buscando un poco de cariño para Ti... pediré a los
católicos que vayan por turnos a visitarte, que no te dejen solo. Y, los que
estén impedidos o enfermos, que vayan a visitarte en espíritu, echando a
volar su pensamiento y su corazón hasta el sagrario para darte la alegría de
su amor. Quiero ser tu misionero, centinela perenne del sagrario, adorador
perpetuo, sobre todo en las horas nocturnas en que estás más solo. Quiero

estar siempre vigilante contigo para defender a mis hermanos de las ase-
chanzas del Maligno. ¡Cuánta luz sale del sagrario! Venid, adoradores, ado-
remos a Cristo Redentor.

Y ahora escucha a Jesús:

1.- Jesús: Amigo mío, Yo te amo. Quiero que siempre escuches estas pa-
labras mías en lo profundo de tu corazón. Sí, yo te amo y te he amado desde

toda la eternidad y te seguiré amando por los siglos y siglos sin fin. Tú eres

mi hijo, mi hermano, mi amigo y YO TE AMO. Y no sólo te lo digo yo. Mi Pa-
dre y el Espíritu Santo, que están conmigo en la hostia santa, también te di-
cen: YO TE AMO.

Por eso, cuando te sientas solo y creas que nadie te quiere, ven aquí y es-
cucha estas palabras, que salen de mi Corazón divino. No temas, no te an-
gusties. Si nadie te

quiere, YO SI TE QUIERO. No te asusten tus pecados pasados, no me
tengas miedo. Ven a Mí. Yo te espero para darte paz y todo lo que necesites.
Hijo mío, si supieras cuánto te amo, morirías de alegría. Por eso, aleja de ti
la tristeza, la angustia o la desesperación. Y recuerda que, siempre que me

necesites y tengas problemas, yo estoy aquí, esperándote, y te amo. No im-
porta la hora en que vengas, siempre estoy despierto y vigilante, esperándo-
te. No tengas miedo, solamente confía en Mí.

No tengas miedo a nada ni a nadie. Yo estoy contigo. ¿Acaso puede haber
alguien o algo que te pueda derrotar o destruir? ¿La muerte de un ser queri-
do? ¿Una enfermedad incurable? ¿La infidelidad del ser amado? Yo estoy
aquí y soy la verdad, el camino, la vida y la resurrección. No temas, yo te da-
ré la fuerza necesaria en el momento oportuno. 
Sólo te pido que confíes en Mí.  Y nunca odies, nunca mates ni con el pensamiento. No digas: no puedo perdonar. Yo soy el camino, déjate llevar y acepta mis designios sobre tu vida. ¿Alguna vez has pensado en el suicidio o en abandonarlo todo y marcharte?    Ven aquí. Tengo todo lo que necesitas y quiero darte mi perdón, mi amor y mi paz. Confía en Mi. Ven a Mí, yo estoy aquí en el sagrario. Yo soyla luz. Yo soy tu Dos. No tengas miedo. Confía en Mí y ámame. YO te amo yte necesito.

Jesús, gracias por tu amor, gracias por mi vida y por mi familia. Gracias por
todos los regalos que me has concedido a lo largo de toda mi vida. Gracias
por mi fe católica. GRACIAS. Te quiero mucho y confío en Ti.

Jesús: Querido amigo, cuando allá en el principio de los siglos decidí
crearte, yo te amé. Desde entonces, siempre te he llevado con mucho amor
en mi Corazón y he soñado contigo y te he dicho palabras de amor en el fon-
do de tu ser. ¿No lo crees? ¿Crees que no tengo sentimientos? Yo te amo,
hijo mío. Me gusta, cuando vienes a visitarme y me dices que me quieres.
Me siento contento con tu respuesta de amor. Hijo mío, yo te amo, tú eres mi
hijo. «Tú eres mi hijo, muy amado, en quien tengo puestas todas mis com-
placencias» (Mt 17,5). Tú eres parte de mi vida y «Yo nunca te dejaré ni te
abandonaré» (Jos 1,5; Heb 13,5). Y ahora, cuéntame tus pecados, tus fraca-
sos, tus penas y tus alegrías. Cuéntamelo todo. Todo me interesa, porque
eres mí amigo. Tú eres todo para mí. Lo que más me duele es que descon-
fíes de mi amor.

Y, cuando lleguen días oscuros en que el demonio te haga dudar de mi
presencia eucarística, no razones mucho. No dudes, ama. La Iglesia te habla
de mi presencia en la hostia santa, el Evangelio también, todos los santos sin
excepción me amaban y lo confirman muchos milagros. Cree en mí y áma-
me.

Amigo mío ¿estás cansado? Yo soy tu fortaleza en la debilidad. ¿Eres po-
bre y necesitado? Yo soy tu tesoro. ¿Estás solo y triste? Yo soy tu compañía

y tu consuelo. Ven a mí y no temas. Yo te acompaño en tu caminar. Y con-
migo ¿a quién puedes temer?

Sí, Jesús, «aunque pase por un valle de tinieblas, no temeré mal alguno,
porque Tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan» (Sal 23,4).
Quiero ser tu amigo.

 Jesús:   ¡Cuánto amo a las almas puras! Quiero que tu alma sea un tem-
plo, un sagrario, una custodia, un cáliz, donde pueda estar y sentirme a gusto
contigo. Cuando encuentro un alma pura, me siento atraído y quiero llevarla
a la santidad. Mis mejores sonrisas y gracias las reservo para ellas.
¿Sabes qué es un alma pura? La que es transparente en todas sus obras y
hace de la sinceridad la norma principal de su vida. Un alma pura es un alma
limpia, sin mancha... Un alma que busca siempre mi voluntad y no la suya.
Un alma así me glorifica más que una multitud de almas vulgares. Me siento
tan solo en el sagrario... Son tan pocos los que me buscan con fe y amor en
la Eucaristía... Y aquí estoy yo con todas mis bendiciones para repartirlas a
los que vengan a visitarme y me siento triste ante tanta indiferencia, ante tan-
ta falta de fe y de amor para conmigo, que soy un Dios de amor. ¡Cuánto me
consuelan las almas puras, las almas eucarísticas! Gracias por tu deseo de
pureza y hacerme tan feliz! Consuélame, ámame. Tus lágrimas y tus besos
de amor me confortan. Yo te necesito.
Necesito que escuches mis lamentos por tantas ofensas que recibo. No
olvides que también soy hombre y tengo un corazón sensible y necesito
comprensión y amor.
Yo quiero que tú me imites en la humildad y silencio del sagrario. Quiero
que tu cuerpo sea mi templo, tu corazón mi altar y tu alma mi custodia. Te
quiero toda pura y limpia para mí. Quiero que seas toda mía. TODA DE JE-
SUS.

Adórame dentro de ti. Allí he puesto mi jardín y quiero que esté lleno de vir-
tudes. Pero ¡cuántos trabajos y sufrimientos para que tu alma tenga un jardín
hermoso y florido! ¡Cuánto hay que podar y escardar y quitar y poner!...
¡Cuánto silencio y humildad, cuánta pureza necesitas todavía!... Pero no te
desanimes, yo te espero y tengo paciencia contigo. 
Lo que más me agrada es tu buena voluntad y tu deseo de superación y de santidad. Yo soy el divino jardinero y te ayudaré a limpiar el jardín de tu alma.

Ayúdame para que tu alma esté siempre en Primavera. Tengo sed de
amor. Tengo sed de ser amado por tus hermanos. Todo lo que hagas para
que otros me amen, te lo recompensaré. Tú ámame siempre. Yo pensaré en
ti y en todas tus cosas hasta en los más mínimos detalles.
Jesús, Tú eres la fuente de la pureza. Dame tu pureza, porque quiero ser
puro y limpio de corazón y quiero extender por el mundo la fragancia de tu
pureza inmaculada, promoviendo la presencia de sagrarios y de adoradores
de tu presencia eucarística.

 Jesús:    Cuando vienes a visitarme al sagrario, mi amor te envuelve, aun-
que no lo sientas. Por eso, te pido que hagas un verdadero acto de fe en mi

presencia eucarística. Cree en Mí y piensa que yo, tu Dios, te miro con infini-
to amor.

¿Te imaginas lo que esto significa? ¿Que todo un Dios infinito y todopode-
roso está pendiente de ti? Tengo todo mi amor y todo mi tiempo exclusiva-
mente para ti. Tú eres tan importante para Mí que te amo con todo mi infinito

amor. Tú eres mi hijo y yo quiero ser tu amigo. Quiero que me cuentes todos
tus secretos y problemas y tentaciones, cuéntamelo todo y te daré mi paz.
No te preocupes de mi silencio. Yo te

amo en el silencio. Durante toda mi vida terrena supe guardar silencio, du-
rante treinta largos años. Yo guardo silencio para que tengas tiempo para

hablarme, pero también te pido que guardes silencio para que me escuches
en el fondo de tu alma.
Estoy aquí contigo y te miro a los ojos con amor y bondad. Háblame. ¿No
tienes nada que decirme? ¿No tienes nada que agradecerme? Yo me siento
feliz, cuando tú me dices: Jesús, yo te amo. Y te respondo desde el sagrario:

8 P. ANGEL PEÑA
Yo también te amo. Háblame, cántame, mírame, sonríeme, bésame con tu
alma y dime muchas veces: Jesús, yo te amo; yo confío en Ti.
Te amo, hijo mío, no lo dudes y recuerda que el sagrario es la fuente viva
del amor, la fuente del amor vivo. Y quiero que tú seas un sagrario viviente y
me lleves siempre en tu corazón. Imítame en el silencio, que guardo en la

hostia consagrada. Yo estoy aquí, intercediendo ante el Padre. Y así te quie-
ro a ti, intercediendo por tus hermanos en adoración silenciosa. Yo en la hos-
tia me dejo romper, comer, llevar y traer en el más absoluto silencio y obe-
diencia sin mostrar gusto o disgusto. Déjate también tú romper, si es preciso,

para servir a tus hermanos. Debes ser una hostia viva, un amigo fiel, una mi-
sa viviente.

Jesús, estoy dispuesto a todo, lo acepto todo con tal de que tu voluntad se
cumpla en mí y en todas mis cosas. Haz de mí lo que tú quieras. Yo te amo y
confío en Ti. Gracias por tu amor.
Yo creo en tu poder para transformarme. Hazme apóstol de la Eucaristía

entre mis hermanos. Quiero seguir tu camino a tiempo completo y para siem-
pre. Quiero lo que Tú quieras, Señor. Quiero servirte en mis hermanos y ser

un instrumento de tu amor en el mundo. Gracias por llamarme y ser mi ami-
go. Jesús, yo te amo. Yo confío en Ti.

5.- Jesús: Querida esposa, alma consagrada. Tú estás siempre conmigo.
Tú eres la flor más hermosa del jardín de mi Corazón. Te quiero con TODO

MI CORAZÓN... Gracias, por venir a acompañarme, amarme... Ahora, quie-
ro reposar un poco en tu corazón y recibir tu ternura y tu cariño de esposa.

Son tantas las ofensas que recibo... Son tantos los consagrados que se olvi-
dan de Mí y me dejan tan solo en el sagrario... Hay tanta indiferencia y frial-
dad en sus almas. Por eso, te necesito. Ayúdame a salvar almas.

Cuando estés trabajando, adórame en el altar de tu corazón. Quiero que

estés siempre en mi presencia, que hagas continuos actos de amor, que vi-
vas tu misa mística perpetua en el altar de tu corazón. Quiero que seas un

instrumento de mi amor en el mundo, que seas mi intermediaria, que seas
madre de todas las almas. Que hagas de tu vida un acto continuo de amor.

Aquí, en el sagrario, encontrarás toda la fuerza que necesitas para ser san-
ta. Aquí, al pie del sagrario, está la fuerza de la vida. Aquí está la fuente de

vida eterna. Aquí he formado a todos los santos y yo quiero que tú seas san-
ta. No te olvides de pedirme siempre por mis sacerdotes, mis hijos predilec-
tos, a quienes tanto amo y quiero que tú ames. Quiero que seas madre de

todos los hombres, pero en especial de los sacerdotes. Te los encomiendo y
quiero que estén siempre presentes en tu corazón. Pide por ellos y ayúdales
con tu vida y oración. Gracias, por tu ayuda. Gracias por tu amor. YO TE
AMO. No tengas miedo. Yo siempre estoy contigo.
Jesús, gracias por tantas expectativas que tienes sobre mí. Gracias, por-

VISITAS AL SANTISIMO SACRAMENTO 9

que a pesar de todo, sigues confiando en mí. Gracias por haberme escogi-
do. Gracias por mi vocación religiosa.

6.- Jesús: Querido hijo, soy un mendigo de amor y en la humanidad sólo

encuentro indiferencia y frialdad. Estoy buscando corazones puros y since-
ros, que me amen sin interés ni egoísmo. Busco quien me consuele y no lo

hallo. «Las aves del cielo tienen sus nidos, las zorras tienen sus madrigue-
ras, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza». ¿No podrías

tú darme hospedaje en tu corazón? ¿No lo tienes limpio y presentable? ¿Por

qué no me pides perdón en la confesión? Quisiera sentir la alegría de perdo-
narte... y, después, de poder unirme a ti en la comunión. Todos los días ven-
go a la tierra en cada Eucaristía que se celebra, esperando a los hombres y

muchos ni se enteran. ¿Por qué no vienes cada día a celebrar conmigo el

gran misterio de la redención? Yo te invito y te estoy esperando, porque quie-
ro hacerte verdaderamente feliz y llenarte a ti y a tus seres queridos de mis

abundantes bendiciones. No temas, confía en Mí. No te angusties demasia-
do por tus preocupaciones. Déjalas en mis manos. Date un tiempo para Mí.

Quiero estar a solas contigo y hablarte al corazón. Quiero que sepas que te
amo. Y quiero también que tú me ames.
Dame tu amor, tus caricias, tu compañía. Soy un Dios celoso y te quiero
TODO para Mí. No temas, lánzate sin miedo a mis brazos. Y siempre que
tengas problemas o estés caído o abatido, dime sencillamente: Jesús, yo te
amo. Yo confío en Ti.
7.- Jesús: Desearía que te consagres a Mí. Quisiera que me ames y que te
acerques a Mí con las manos abiertas, con el corazón abierto, con la mente
abierta a todo lo que quiera darte o pedirte. ¿Tienes miedo de que te pase
algo malo? ¿No sabes que todo el Universo está en mis manos? ¿No sabes

que controlo hasta el último electrón del Cosmos? Ven aquí y descansa tran-
quilo entre mis brazos. No temas por lo que puede sucederte. Todo está bajo

mi control. Descansa.

¿Quieres darme una alegría? Ofréceme todo lo que tienes: tus padres, her-
manos, familiares, tu hogar, tu trabajo, tu cuerpo, tu alma, tus diversiones, tus

necesidades, tus pecados, tus ilusiones... Dame todo. Y, después, dame la
oportunidad de coger algo o de poner algo en tus manos. ¿Estás dispuesto?

¿Confías en mi amor por ti? ¿Crees en mi amor? ¿Crees que yo todo lo ha-
go por amor? No temas, te quitaré algunas cosas y te daré otras, pero déja-
me hacer. No me digas lo que tengo que hacer en tu vida. Yo soy Dios y lo

sé todo y TE AMO.
Consagrarse a Mí significa que me entregues todo sin condiciones y que
me dejes actuar a Mí. Cuida de mis cosas y yo cuidaré de la tuyas. ¿Trato
hecho? ¿De verdad? Te aseguro que no saldrás perdiendo, conmigo todos

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ganan. Así que no temas, déjame todo lo que tienes en mis manos, necesito
las manos libres. Después no me pidas cuentas, aunque te duela. Yo soy
buen médico y sé cuándo tengo que operar y dónde y sé lo que necesitas.
No tengas miedo... Déjame amarte y hacerlo todo por tu bien, de acuerdo a
mis planes, que son mejores que los tuyos. Tú ves sólo el presente, yo veo el
futuro y, por eso, te pido que confíes en Mí. Entrégamelo todo sin excepción.
Pon en mis manos tu salvación eterna, tu santificación, tu progreso, tu virtud,

tus defectos, tus deseos, todo. Yo cuidaré de tu salud, de tus familiares y se-
res más queridos. Confíamelos sin temor.

Si te consagras a mí, debes velar por mis intereses. ¿Sabes cuáles son mis
intereses? Las almas, sólo las almas. Ellas son mi tesoro, mi amor. Por ellas,

me hice hombre y sufrí y morí en la cruz. Por ellas, estoy prisionero en el sa-
grario. Dame almas, sé un apóstol, sálvame almas. Para ello, te pido que

ores mucho por ellas.
Además, te pido sacrificios. Acepta con paz todas las penas y trabajos de

cada día. Lleva tu cruz diaria con resignación y ofréceme tus dolores y enfer-
medades por la salvación de las almas. Si eres capaz de ofrecerme todo tu

dolor con paz... ¡qué rico apostolado estás haciendo ya! Haz también sacrifi-
cios voluntarios: privarte de una golosina, de un programa de televisión, de

un gusto o de un capricho y dámelo todo con alegría. Yo quiero apóstoles
alegres, con la sonrisa a flor de labios. Y, después, ofréceme todas las obras
de cada día: tu trabajo, tu descanso, tu caminar, tu hablar, tu paciencia y tu
comprensión con los demás, tu sonrisa y tu amor sincero... Y, a lo largo del

día, levanta tu alma a Mí. También me gustaría que buscaras nuevos após-
toles que se consagren a Mí, que repartas literatura católica, buenos libros,

que harán mucho bien a sus lectores... Es tan fácil ser apóstol. ¡Hay tantas
maneras de hacerme feliz y hacer algo por la extensión de mi reino!
No te preocupes de hacer nuevas novenas u oraciones, No quiero cargarte
con nuevas y costosas prácticas de piedad como Novenas, Triduos, etc.,
solamente deseo que vengas cada día a visitarme al sagrario y me cuentes
cómo te ha ido. Cuéntamelo todo y me sentiré feliz de que seas mi amigo y

yo estaré orgulloso de ti. Si estás cansado, si te sientes angustiado, derrota-
do... y no tienes palabras para expresarte, no te preocupes. Ven a Mí, con

confianza, quédate a mi lado, en silencio. Yo te entiendo y lo sé todo. Yo soy
tu Dios. Y te amo infinitamente.
Y cada día renueva tu consagración y tu amor a Mí con una breve oración,

que podría ser ésta u otra parecida: «Jesús, por medio de María me consa-
gro a Ti y quiero que Tú seas el Señor y el Rey de mi vida». Y, siempre que

puedas, búscame para recibirme en la comunión. En la misa y comunión te
colmaré de gracias a rebosar.
Jesús, hago un pacto contigo de cuidar de tus cosas y de tus intereses para

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que tú cuides de los míos. Te confío y pongo en tus manos mi vida, mi alma,

mi salvación, mi libertad y progreso espiritual, mi salud y cualquier obra bue-
na que pueda realizar, mi familia, mi trabajo y mis cosas para que tú dispon-
gas de ellas según tu voluntad. Jesús, Yo confío en Ti.

Quiero extender tu reino por el mundo y ser apóstol de tu Corazón eucarís-
tico. Quiero que la Eucaristía sea el centro de mi vida y buscar por todas par-
tes, muchos amigos de tu divino Corazón, que se consagren a Ti. En la Eu-
caristía nos encontramos cada día, en unión con María, para formar juntos

UN SOLO CORAZÒN. ¡Jesús, amarte es mi cielo! Me siento orgulloso de
ser tu amigo. Dame tu bendición
CONSAGRACIÓN AL CORAZON DE JESUS
Yo N.N., me consagro a Ti, Sagrado Corazón de Jesús. Tu Corazón
eucarístico está vivo y palpitante de amor por mí en la Eucaristía y yo te doy

gracias con toda mi alma por haberme creado y redimido, por haberme per-
donado y por mi vocación. Te doy gracias por mi familia y por todos los her-
manos que me rodean. Y por medio del Corazón Inmaculado de María, te

consagro mi vida y mis acciones, mis penas y sufrimientos, para no servirme
ya de ninguna parte de mi ser, sino para honrarte, amarte y glorificarte. Esta

es mi voluntad irrevocable, ser todo tuyo y hacerlo todo por tu amor, renun-
ciando a cuanto pudiera desagradarte. Deja, Señor, que llegue hasta ti con

las manos vacías, para que Tú las llenes de tu infinita Misericordia.
Oh Corazón de mi Jesús, te elijo como el protector de mi vida, la garantía
de mi salvación, el remedio de mi fragilidad, el reparador de mis pecados y

mi asilo seguro en la hora de la muerte. Aparta de mí todo lo que te desagra-
da. Que tu amor se imprima en lo más hondo de mi ser de modo que jamás

te olvide ni me separe de Ti. Te suplico que mi nombre esté siempre escrito
en tu divino Corazón, porque quiero vivir y morir como verdadero hijo tuyo y
amigo tuyo. Bendice a mi familia.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío
A JESUS POR MARIA
Que Dios te bendiga por medio de María.
Tu hermano y amigo
Ángel Peña.
Agustino Recoleto.