jueves, 29 de marzo de 2018

Viernes Santo

Lectio: 
 Viernes, 30 Marzo, 2018

JUAN 18,1 - 19,42 

 La Pasión de Cristo según Juan 
1. Recojámonos en oración - Statio
Ven, Tú, refrigerio,
delicia y alimento de nuestras almas.
Ven y quita todo lo que es mío,
e infunde en mí sólo lo que es tuyo.
Ven, Tú que eres el alimento de todo casto pensamiento,
círculo de toda clemencia y cúmulo de toda pureza.
Ven y consuma en mí todo lo que es ocasión
de que yo no pueda ser consumada por ti.
Ven, oh Espíritu,
que siempre estás con el Padre y con el Esposo,
y repósate sobre las esposas del Esposo.
(Sta. María Magdalena de Pazzis, O. Carm, en La Probatione ii, 193-194)
2. Lectura orante de la Palabra – Lectio
Del evangelio según Juan
1 Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. 2 Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. 3 Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas.4 Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?» 5 Le contestaron: «A Jesús el Nazareno.» Díceles: «Yo soy.» Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. 6 Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra. 7 Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?» Le contestaron: «A Jesús el Nazareno».8 Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.» 9 Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno.»
10 Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. 11 Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?»
Jesús ante Anás y Caifás. Negaciones de Pedro.
12 Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron 13 y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año. 14 Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo.
15 Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el atrio del sumo sacerdote, 16 mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro. 17 La muchacha portera dice a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?» Dice él: «No lo soy.» 18 Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose.
19 El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina. 20 Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas. 21 ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho.» 22 Apenas dijo esto, uno de los guardias, que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al sumo sacerdote?» 23 Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?»
24 Anás entonces le envió atado al sumo sacerdote Caifás.
25 Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: «¿No eres tú también de sus discípulos?» Él lo negó diciendo: «No lo soy.» 26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: «¿No te vi yo en el huerto con él?» 27 Pedro volvió a negar, y al instante cantó un gallo.
Jesús ante Pilato.
28 De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua.29 Salió entonces Pilato fuera hacia ellos y dijo: «¿Qué acusación traéis contra este hombre?» 30 Ellos le respondieron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado.» 31 Pilato replicó: «Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley.» Los judíos replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie.» 32 Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir.
33 Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el rey de los judíos?» 34 Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?» 35 Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» 36 Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí.»
37 Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»
38 Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?» Y, dicho esto, volvió a salir hacia los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en él. 39 Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al rey de los judíos?» 40 Ellos volvieron a gritar diciendo: «¡A ése, no; a Barrabás!» Barrabás era un salteador.
19: 1 Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. 2 Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura; 3 y, acercándose a él, le decían: «Salve, rey de los judíos.» Y le daban bofetadas.
4 Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en él.» 5 Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: «Aquí tenéis al hombre.» 6 Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» Les dice Pilato: «Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo no encuentro en él ningún delito.» 7 Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios.»
8 Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más. 9 Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?» Pero Jesús no le dio respuesta.10 Dícele Pilato: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?» 11 Respondió Jesús: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado.»
Condena a muerte.
12 Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: «Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César.» 13 Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gabbatá. 14 Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro rey.» 15 Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!» Les dice Pilato: «¿A vuestro rey voy a crucificar?» Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César.» 16 Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.
La crucifixión.
Tomaron, pues, a Jesús, 17 y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, 18 y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. 19 Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el rey de los judíos.» 20 Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego. 21 Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: `El rey de los judíos', sino: `Éste ha dicho: Yo soy rey de los judíos'.» 22 Pilato respondió: «Lo que he escrito, lo he escrito.»
Reparto de los vestidos.
23 Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. 24 Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca.» Para que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica. Y esto es lo que hicieron los soldados.
Jesús y su madre.
25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. 26 Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» 27 Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
Muerte de Jesús.
28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice:
«Tengo sed.»
29 Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. 30 Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu.
La lanzada.
31 Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado -porque aquel sábado era muy solemne- rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. 32 Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. 33 Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, 34 sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. 35 El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. 36 Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. 37 Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
La sepultura.
38 Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. 39 Fue también Nicodemo -aquel que anteriormente había ido a verle de noche- con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. 40 Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. 41 En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. 42 Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
3. Rumiar la Palabra – Meditatio
3.1 Clave de lectura:
- Jesús dueño de su suerte
Quisiera proponeros el recogernos con el espíritu de María, bajo la cruz de Jesús. Ella, mujer fuerte que ha penetrado todo el significado de este acontecimiento de la pasión y muerte de Señor, nos ayudará a tener una mirada contemplativa sobre el Crucificado (Jn 19,25-27). Nos encontramos en el capítulo 19 del evangelio de Juan, que comienza con la escena de la flagelación y la coronación de espinas. Pilatos presenta a Jesús a los sumos sacerdotes y a los guardias: “Jesús Nazareno, el rey de los Judíos” que gritan su muerte en la cruz (Jn 19,6). Comienza así para Jesús el camino de la cruz hacia el Gólgota, donde será crucificado. En la narración de la pasión según Juan, Jesús se revela dueño de sí mismo, controlando así todo lo que le sucede. El texto juanista abunda en frases que indican esta realidad teológica, de Jesús que ofrece su vida. Los sucesos de la pasión él los sufre activamente no pasivamente. Traemos aquí sólo algunos ejemplos haciendo hincapié sobre algunas frases y palabras. El lector puede encontrar otras:
Entonces Jesús, conociendo todo lo que le iba a suceder se adelanta y les pregunta: “¿A quién buscáis?”. Le contestaron: “A Jesús el Nazareno”. Díceles: “¡Yo soy!”. Judas, el que lo entregaba estaba también con ellos. Cuando les dijo: “Yo soy” retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó de nuevo: “¿A quién buscáis?”. Le contestaron: “A Jesús el Nazareno”. Jesús respondió “Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos. Así se cumpliría lo que había dicho: De los que me has dado, no he perdido a ninguno” (Jn 18, 4-9).
“Entonces Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura” (Jn 19,5).
A Pilatos le dice: “No tendrías ningún poder sobre mí, si no te hubiese sido dado de lo alto” (Jn 19,11).
También sobre la cruz Jesús toma parte activa en su muerte, no se deja matar como los ladrones a los cuáles les son destrozadas las piernas (Jn 19,31-33); al contrario entrega su espíritu (Jn 19,30). Son muy importantes los detalles apuntados por el evangelista: “Jesús entonces, viendo a su Madre y allí junto a ella al discípulo a quien amaba, dijo a la Madre: "¡Mujer, he ahí a tu hijo!”. Luego dice al discípulo: “¡He ahí a tu Madre!” (Jn 19, 26-27). Estas sencillas palabras de Jesús llevan el peso de la revelación, palabras con las cuáles, Él nos revela su voluntad: “ he ahí a tu hijo” (v.26); “he ahí a tu Madre” (v. 27). Palabras que nos envían a aquellas pronunciadas por Pilatos en el litóstrotos: “He ahí el hombre” (Jn 19,5). Aquí Jesús, desde la cruz, su trono, revela su voluntad y su amor por nosotros. Él es el cordero Dios, el pastor que da su vida por las ovejas. En aquel momento, en la cruz Él hace nacer la Iglesia, representada por María, su hermana, María la de Cleofás y María Magdalena con el discípulo amado (Jn 19,25).
- Discípulos amados y fieles
El cuarto evangelio especifica que estos discípulos “estaban junto a la cruz” (Jn 25-26). Un detalle éste de profundo significado. Sólo el cuarto evangelio narra que estas cinco personas estaban junto a la cruz. Los otros evangelistas no especifican. Lucas, por ejemplo, narra que todos aquéllos que lo conocieron lo seguían desde lejos (Lc 23,49). También Mateo cuenta que muchas mujeres seguían desde lejos estos sucesos. Estas mujeres, habían seguido a Jesús desde la Galilea y le servían. Pero ahora lo seguían desde lejos (Mt 27,55-56). Marcos, lo mismo que Mateo, no ofrece los nombres de aquéllos que seguían la muerte de Jesús desde lejos (Mc 15,40-41). Sólo el cuarto evangelio especifica que la Madre de Jesús con las otras mujeres y el discípulo amado “estaban junto a la cruz”. Estaban allí, como siervos ante su Señor. Están valerosamente presentes en el momento en el que Jesús declara que ya “todo está cumplido” (Jn 19,30). La Madre de Jesús está presente en la hora que finalmente “ha llegado”. Aquella hora preanunciada en las bodas de Caná (Jn 2,1ss). El cuarto evangelio había anotado también en aquel momento que “la Madre de Jesús estaba allí” (Jn 2,1). Por esto, aquél que permanece fiel al Señor en su suerte es el discípulo amado. El evangelista deja en el anonimato este discípulo de modo que cualquiera de nosotros nos podremos reflejar en él que ha conocido los misterios del Señor, apoyando su cabeza sobre el pecho de Jesús durante la última cena.
3.1.1. Preguntas y sugerencias para orientar la meditación y la actualización
• Lee otra vez el texto del evangelio, y busca en la Biblia todos los textos citados en la clave de lectura. Intenta encontrar otros textos paralelos que te ayuden a penetrar a fondo el texto de la meditación.
• Con tu espíritu, ayudado por la lectura orante del relato de Juan, visita los lugares de la Pasión, párate en el Calvario para aprovechar con María y el discípulo amado el acontecimiento de la Pasión.
• ¿Qué es lo que más llama tu atención?
• ¿Qué sentimientos suscita en ti el relato de la Pasión?
• ¿Qué significa para ti el hecho de que Jesús padece activamente su Pasión?
4. Oratio
¡Oh Sabiduría Eterna!. ¡Oh Bondad Infinita! ¡Verdad Infalible! ¡Escrutador de los corazones, Dios Eterno! Haznos entender, Tú que puedes, sabes y quieres! Oh Amoroso Cordero, Cristo Crucificado, que haces que se cumpla en nosotros lo que tú dijiste: “Quien me siga, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). ¡ Oh luz indeficiente, de la que proceden todas las luces! ¡Oh luz, por la que se hizo la luz, sin la cuál todo es tinieblas, con la cuál todo es luz. ¡Ilumina, ilumina e ilumina una y otra vez! Y haz penetrar la voluntad de todos los cooperadores que has elegido en tal obra de renovación. ¡Jesús, Jesús Amor, transfórmanos y confórmanos según tu Corazón! ¡Sabiduría Increada, Verbo Eterno, dulce Verdad, tranquilo Amor, Jesús, Jesús Amor!
(Santa María Magdalena de Pazzis, O. Carm., en La Renovación de la Iglesia, 90-91)
5. Contemplatio
Repite con frecuencia, con calma, esta palabras de Jesús, asociado a Jesús en el ofrecimiento de si mismo:
“Padre en tus manos entrego mi Espíritu
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Lectio Divina: 
 Friday, March 30, 2018
The Passion of Jesus according to John
John 18:1 – 19:42

1. RECOLLECTION IN PRAYER – STATIO

Come, You who refresh us,
the soul’s delightful guest,
come take away all that is mine,
and pour into me all that is yours.
Come, You who are the nourishment of every chaste thought,
source of all mercies, sum of all purity.
Come and burn away all that in me is cause
of my not being able to be consumed by You.
Come, Spirit,
who are ever with the Father and the Bridegroom,
and rest over the brides of the Bridegroom.
(St. Mary Magdalene de’ Pazzi, O.Carm.,
in La Probatione ii, 193-194.)

2. A PRAYERFUL READING OF THE WORD – LECTIO

From the Gospel according to John
Jesus went out with his disciples across the Kidron valley to where there was a garden, into which he and his disciples entered. Judas his betrayer also knew the place, because Jesus had often met there with his disciples. So Judas got a band of soldiers and guards from the chief priests and the Pharisees and went there with lanterns, torches, and weapons. Jesus, knowing everything that was going to happen to him, went out and said to them, “Whom are you looking for?” They answered him, “Jesus the Nazorean.” He said to them, “I AM.” Judas his betrayer was also with them. When he said to them, “I AM, “they turned away and fell to the ground. So he again asked them, “Whom are you looking for?” They said, “Jesus the Nazorean.” Jesus answered, “I told you that I AM. So if you are looking for me, let these men go.” This was to fulfill what he had said, “I have not lost any of those you gave me.” Then Simon Peter, who had a sword, drew it, struck the high priest’s slave, and cut off his right ear. The slave’s name was Malchus. Jesus said to Peter, “Put your sword into its scabbard. Shall I not drink the cup that the Father gave me?” So the band of soldiers, the tribune, and the Jewish guards seized Jesus, bound him, and brought him to Annas first. He was the father-in-law of Caiaphas, who was high priest that year. It was Caiaphas who had counseled the Jews that it was better that one man should die rather than the people. Simon Peter and another disciple followed Jesus. Now the other disciple was known to the high priest, and he entered the courtyard of the high priest with Jesus. But Peter stood at the gate outside. So the other disciple, the acquaintance of the high priest, went out and spoke to the gatekeeper and brought Peter in. Then the maid who was the gatekeeper said to Peter, “You are not one of this man’s disciples, are you?” He said, “I am not.” Now the slaves and the guards were standing around a charcoal fire that they had made, because it was cold, and were warming themselves. Peter was also standing there keeping warm. The high priest questioned Jesus about his disciples and about his doctrine. Jesus answered him, “I have spoken publicly to the world. I have always taught in a synagogue or in the temple area where all the Jews gather, and in secret I have said nothing. Why ask me? Ask those who heard me what I said to them. They know what I said.” When he had said this, one of the temple guards standing there struck Jesus and said, “Is this the way you answer the high priest?” Jesus answered him, “If I have spoken wrongly, testify to the wrong; but if I have spoken rightly, why do you strike me?” Then Annas sent him bound to Caiaphas the high priest. Now Simon Peter was standing there keeping warm. And they said to him, “You are not one of his disciples, are you?” He denied it and said, “I am not.” One of the slaves of the high priest, a relative of the one whose ear Peter had cut off, said, “Didn’t I see you in the garden with him?” Again Peter denied it. And immediately the cock crowed. Then they brought Jesus from Caiaphas to the praetorium. It was morning. And they themselves did not enter the praetorium, in order not to be defiled so that they could eat the Passover. So Pilate came out to them and said, “What charge do you bring against this man?” They answered and said to him, “If he were not a criminal, we would not have handed him over to you.” At this, Pilate said to them, “Take him yourselves, and judge him according to your law.” The Jews answered him, “We do not have the right to execute anyone, “ in order that the word of Jesus might be fulfilled that he said indicating the kind of death he would die. So Pilate went back into the praetorium and summoned Jesus and said to him, “Are you the King of the Jews?” Jesus answered, “Do you say this on your own or have others told you about me?” Pilate answered, “I am not a Jew, am I? Your own nation and the chief priests handed you over to me. What have you done?” Jesus answered, “My kingdom does not belong to this world. If my kingdom did belong to this world, my attendants would be fighting to keep me from being handed over to the Jews. But as it is, my kingdom is not here.” So Pilate said to him, “Then you are a king?” Jesus answered, “You say I am a king. For this I was born and for this I came into the world, to testify to the truth. Everyone who belongs to the truth listens to my voice.” Pilate said to him, “What is truth?” When he had said this, he again went out to the Jews and said to them, “I find no guilt in him. But you have a custom that I release one prisoner to you at Passover. Do you want me to release to you the King of the Jews?” They cried out again, “Not this one but Barabbas!” Now Barabbas was a revolutionary. Then Pilate took Jesus and had him scourged. And the soldiers wove a crown out of thorns and placed it on his head, and clothed him in a purple cloak, and they came to him and said, “Hail, King of the Jews!” And they struck him repeatedly. Once more Pilate went out and said to them, “Look, I am bringing him out to you, so that you may know that I find no guilt in him.” So Jesus came out, wearing the crown of thorns and the purple cloak. And he said to them, “Behold, the man!” When the chief priests and the guards saw him they cried out, “Crucify him, crucify him!” Pilate said to them, “Take him yourselves and crucify him. I find no guilt in him.” The Jews answered, “We have a law, and according to that law he ought to die, because he made himself the Son of God.” Now when Pilate heard this statement, he became even more afraid, and went back into the praetorium and said to Jesus, “Where are you from?” Jesus did not answer him. So Pilate said to him, “Do you not speak to me? Do you not know that I have power to release you and I have power to crucify you?” Jesus answered him, “You would have no power over me if it had not been given to you from above. For this reason the one who handed me over to you has the greater sin.” Consequently, Pilate tried to release him; but the Jews cried out, “If you release him, you are not a Friend of Caesar. Everyone who makes himself a king opposes Caesar.” When Pilate heard these words he brought Jesus out and seated him on the judge’s bench in the place called Stone Pavement, in Hebrew, Gabbatha. It was preparation day for Passover, and it was about noon. And he said to the Jews, “Behold, your king!” They cried out, “Take him away, take him away! Crucify him!” Pilate said to them, “Shall I crucify your king?” The chief priests answered, “We have no king but Caesar.” Then he handed him over to them to be crucified. So they took Jesus, and, carrying the cross himself, he went out to what is called the Place of the Skull, in Hebrew, Golgotha. There they crucified him, and with him two others, one on either side, with Jesus in the middle. Pilate also had an inscription written and put on the cross. It read, “Jesus the Nazorean, the King of the Jews.” Now many of the Jews read this inscription, because the place where Jesus was crucified was near the city; and it was written in Hebrew, Latin, and Greek. So the chief priests of the Jews said to Pilate, “Do not write ‘The King of the Jews,’ but that he said, ‘I am the King of the Jews’.” Pilate answered, “What I have written, I have written.” When the soldiers had crucified Jesus, they took his clothes and divided them into four shares, a share for each soldier. They also took his tunic, but the tunic was seamless, woven in one piece from the top down. So they said to one another, “Let’s not tear it, but cast lots for it to see whose it will be, “in order that the passage of Scripture might be fulfilled that says: They divided my garments among them, and for my vesture they cast lots. This is what the soldiers did. Standing by the cross of Jesus were his mother and his mother’s sister, Mary the wife of Clopas, and Mary of Magdala. When Jesus saw his mother and the disciple there whom he loved he said to his mother, “Woman, behold, your son.” Then he said to the disciple, “Behold, your mother.” And from that hour the disciple took her into his home. After this, aware that everything was now finished, in order that the Scripture might be fulfilled, Jesus said, “I thirst.” There was a vessel filled with common wine. So they put a sponge soaked in wine on a sprig of hyssop and put it up to his mouth. When Jesus had taken the wine, he said, “It is finished.” And bowing his head, he handed over the spirit. Here all kneel and pause for a short time. Now since it was preparation day, in order that the bodies might not remain on the cross on the sabbath, for the sabbath day of that week was a solemn one, the Jews asked Pilate that their legs be broken and that they be taken down. So the soldiers came and broke the legs of the first and then of the other one who was crucified with Jesus. But when they came to Jesus and saw that he was already dead, they did not break his legs, but one soldier thrust his lance into his side, and immediately blood and water flowed out. An eyewitness has testified, and his testimony is true; he knows that he is speaking the truth, so that you also may come to believe. For this happened so that the Scripture passage might be fulfilled: Not a bone of it will be broken. And again another passage says: They will look upon him whom they have pierced. After this, Joseph of Arimathea, secretly a disciple of Jesus for fear of the Jews, asked Pilate if he could remove the body of Jesus. And Pilate permitted it. So he came and took his body. Nicodemus, the one who had first come to him at night, also came bringing a mixture of myrrh and aloes weighing about one hundred pounds. They took the body of Jesus and bound it with burial cloths along with the spices, according to the Jewish burial custom. Now in the place where he had been crucified there was a garden, and in the garden a new tomb, in which no one had yet been buried. So they laid Jesus there because of the Jewish preparation day; for the tomb was close by.

3. REFLECTING ON THE WORD – MEDITATIO

3.1. A key to the reading:
- Jesus master of His fate
I would like to suggest that we meditate in the spirit of Mary, at the foot of the cross of Jesus. She, the strong woman who understood the full meaning of this event of the passion and death of the Lord, will help us cast a contemplative glance at the crucified (Jn 1:5–27). We are looking at chapter 19 of John’s Gospel, which begins with the scene of the scourging and the crowning with thorns. Pilate presents “Jesus the Nazarene, the king of the Jews” to the chief priests and to the guards who call for His death on the cross (Jn 1:). Thus Jesus begins the way of the cross towards Golgotha, where He will be crucified. In the story of the Passion according to John, Jesus reveals himself as master of himself and in control of all that is happening to Him. John’s text is full of phrases that point to this theological fact, that Jesus offers His life. He actively, not passively, endures the events of the passion. Here are just some examples putting the stress on some phrases and words. The reader may find other examples:
Knowing everything that was to happen to Him, Jesus came forward and said: "Who are you looking for?" They answered, "Jesus the Nazarene". He said, "I am He!". Now Judas the traitor was standing among them. When Jesus said to them "I am He", they moved back and fell on the ground. He asked them a second time, "Who are you looking for?" They said, "Jesus the Nazarene". Jesus replied, "I have told you that I am He. If I am the one you are looking for, let these others go". This was to fulfill the words He had spoken, "Not one of those You gave me have I lost". (Jn 1:-9)
Jesus then came out wearing the crown of thorns and the purple robe” (Jn 1:),
Jesus replied, “You would have no power over me at all, if it had not been given you from above.” (Jn 1:1).
On the cross too, Jesus takes an active part in His death, He does not allow himself to be killed like the thieves whose legs were broken (Jn 1:1-33), but commits His spirit (Jn 1:0). The details recalled by the Evangelist are very important: Seeing His mother and the disciple whom He loved standing near her, Jesus said to His mother, “Woman, this is your son.” Then to the disciple He said, “This is your mother.” (Jn 1:6-27). These simple words of Jesus bear the weight of revelation, words that reveal to us His will: “this is your son” (v. 26); “this is your mother” (v. 27). These words also recall those pronounced by Pilate on the Lithostrotos: “This is the man” (Jn 1:). With these words, Jesus on the cross, His throne, reveals His will and His love for us. He is the lamb of God, the shepherd who gives His life for His sheep. At that moment, by the cross, He gives birth to the Church, represented by Mary, her sister  (or sister-in-law) Mary of Cleophas, and Mary Magdalene, together with the beloved disciple (Jn 1:5).
- Beloved and faithful disciples
The fourth Gospel specifies that these disciples “stood by the cross” (Jn 1:5-26). This detail has a deep meaning. Only the fourth Gospel tells us that these five persons stood by the cross. The other Evangelists do not say so. Luke, for instance, says that all those who knew Him followed the events from a distance (Lk 2:9). Matthew also says that many women followed these events from afar. These women had followed Jesus from Galilee and served Him. But now they followed Him from afar (Mt 2:5–56). Like Matthew, Mark gives us the names of those who followed the death of Jesus from afar (Mk 1:0-41). Thus only the fourth Gospel says that the mother of Jesus and the other women and the beloved disciple “stood by the cross”. They stood there like servants before their king. They are present courageously at a time when Jesus has already declared that “it is fulfilled” (Jn 1:0). The mother of Jesus is present at the hour that finally “has come”. That hour foretold at the wedding feast of Cana (Jn 2:1 ff). The fourth Gospel had remarked then that “the mother of Jesus was there” (Jn 2:1). Thus the person that remains faithful to the Lord in his destiny, he/she is a beloved disciple. The Evangelist keeps this disciple anonymous so that each one of us may see him/herself mirrored in the one who knew the mysteries of the Lord, who laid his head on Jesus’ chest at the last supper (Jn 13:25).
3.1.1.  Questions and suggestions to direct our meditation and practice
● Read once more the passage of the Gospel and look in the Bible for the texts mentioned in the key to the reading. Look for other parallel texts that may help us penetrate deeper into the text presented for our meditation.
● In spirit, and with the help of the prayerful reading of John’s text, visit the places of the Passion, stop on Calvary to witness with Mary and the beloved disciple the events of the Passion.
● What struck you most?
● What feelings does this story of the Passion arouse in you?
● What does the fact that Jesus actively bears His passion mean for you?

4. ORATIO

O Eternal Wisdom, Infinite Goodness, Ineffable Truth, You who probe hearts, Eternal God, help us to understand that You can, know and want to! O Loving and Bleeding Lamb, crucified Christ, fulfill in us that which You said: “Anyone who follows me will not be walking in the dark, but will have the light of life” (Jn 8:12). O perfect light, from whom all lights proceed! O light for whom light was created, without whom all is darkness and with whom all is light. Light up, light up, do light up! Let Your whole will penetrate all the authors and collaborators You have chosen in this work of renewal. Jesus, Jesus love, Jesus, transform us and make us conform to You. Uncreated Wisdom, Eternal Word, sweet Truth, silent Love, Jesus, Jesus Love!
(St. Mary Magdalene de’ Pazzi, O.Carm.,
in The Renewal of the Church, 90-91.)

5. CONTEMPLATIO

Repeat frequently and calmly these words of Jesus when He offered himself:
“Father into Your hands I commend my spirit
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Orden Carmelitana

Lectio: 
 Giovedì, 29 Marzo, 2018
Lavanda dei piedi
Giovanni 13,1-15

1. PREGHIERA

Iniziamo il nostro incontro con la Parola di Dio lasciando parlare tutta la nostra vita, lasciando che la parola del vangelo di oggi parli a tutta la nostra vita e la rinnovi con la luce dell’esempio che Gesù ci offre. Ci lasciamo guidare da una proposta di preghiera che attingiamo da una raccolta di canti oranti che ha per titolo: «Cuore in festa».
«Quando tu parli, Signore, il nulla palpita di vita: le ossa aride diventano persone viventi, il deserto fiorisce... Quando mi accingo a pregarti mi sento arido, non so che dire. Non sono, evidentemente, sintonizzato con la tua volontà, le mie labbra non sono intonate al mio cuore, il mio cuore non si sforza d’intonarsi con il tuo. Rinnova il mio cuore, purifica le mie labbra perché parli con te come vuoi tu, perché parli con gli altri come vuoi tu, perché parli con me stesso, col mio mondo interiore, come vuoi tu». (L.Renna)

2. LETTURA

1Prima della festa di Pasqua Gesù, sapendo che era giunta la sua ora di passare da questo mondo al Padre, dopo aver amato i suoi che erano nel mondo, li amò sino alla fine. 2Mentre cenavano, quando già il diavolo aveva messo in cuore a Giuda Iscariota, figlio di Simone, di tradirlo, 3Gesù sapendo che il Padre gli aveva dato tutto nelle mani e che era venuto da Dio e a Dio ritornava, 4si alzò da tavola, depose le vesti e, preso un asciugatoio, se lo cinse attorno alla vita. 5Poi versò dell’acqua nel catino e cominciò a lavare i piedi dei discepoli e ad asciugarli con l’asciugatoio di cui era cinto. 6Venne dunque da Simon Pietro e questi gli disse: «Signore, tu lavi i piedi a me?». 7Rispose  Gesù: «Quello che io faccio, tu ora non lo capisci, ma lo capirai dopo». 8Gli disse Simon Pietro: «Non mi laverai mai i piedi!». Gli rispose Gesù: «Se non ti laverò, non avrai parte con me». 9Gli disse Simon Pietro: «Signore, non solo i piedi, ma anche le mani e il capo!». 10Soggiunse Gesù: «Chi ha fatto il bagno, non ha bisogno di lavarsi se non i piedi ed è tutto mondo; e voi siete mondi, ma non tutti». 11Sapeva infatti chi lo tradiva; per questo disse: «Non tutti siete mondi».
12Quando dunque ebbe lavato loro i piedi e riprese le vesti, sedette di nuovo e disse loro: «Sapete ciò che vi ho fatto? 13Voi mi chiamate Maestro e Signore e dite bene, perché lo sono. 14Se dunque io, il Signore e il Maestro, ho lavato i vostri piedi, anche voi dovete lavarvi i piedi gli uni gli altri. 15Vi ha dato infatti l’esempio, perché come ho fatto io, facciate anche voi».
c) Momenti di silenzio orante:
In un ascolto amoroso la parola non è necessaria, anche il silenzio parla e comunica amore.

3. RIFLESSIONE

a) Preambolo alla Pasqua di Gesù:
Il brano del vangelo di questo giorno è inserito in un insieme letterario che comprende i capitoli 13-17. L’inizio è costituito dal racconto dell’ultima cena che Gesù condivide con i suoi discepoli, durante la quale compie il gesto della lavanda dei piedi (13,1-30). Poi, Gesù intesse un lungo dialogo d’addio con i suoi discepoli (13,31 - 14,31), i capitoli 15-17 hanno la funzione di approfondire ulteriormente il precedente discorso del maestro. Immediatamente, segue, l’azione dell’arresto di Gesù (18,1-11). In ogni modo, questi eventi narrati in 13,-17,26 sono collegati sin da 13,1 con la Pasqua di Gesù. Interessante è notare quest’ultima annotazione: da 12,1 la Pasqua non viene più denominata come la pasqua dei giudei, ma di Gesù. É lui, d’ora innanzi, l’Agnello di Dio che libererà l’uomo dal suo peccato. Quella di Gesù è una pasqua che mira alla liberazione dell’uomo: un nuovo esodo che permette di passare dalle tenebre alla luce (8,12), e che porterà vita e festa nell’umanità (7,37).
Gesù è consapevole che sta per concludersi il suo cammino verso il Padre e, quindi sta per portare a termine il suo esodo personale e definitivo. Tale passaggio al Padre avviene mediante la croce, momento nodale in cui Gesù consegnerà la sua vita a vantaggio dell’uomo.
Colpisce l’attenzione del lettore nel constatare come l’evangelista Giovanni sappia ben presentare la figura di Gesù nel mentre è consapevole degli ultimi eventi della sua vita e, quindi, della sua missione. Come a ribadire che Gesù non è travolto dagli eventi che minacciano la sua esistenza, ma è pronto a dare la sua vita. In precedenza l’evangelista aveva notato che non era giunta la sua ora; ma ora nel racconto della lavanda dei piedi dice che è consapevole dell’approssimarsi della sua ora. Tale coscienza sta alla base dell’espressione giovannea: «dopo aver amato i suoi che erano nel mondo, li amò sino alla fine» (v.1). L’amore per i «suoi», coloro che formano la nuova comunità, è stato evidente mentre era con loro, ma splenderà in modo eminente nella sua morte. Tale amore viene mostrato da Gesù nel gesto della lavanda dei piedi che, nella sua valenza simbolica, mostra l’amore continuo che si esprime nel servizio.
b) Lavanda dei piedi:
Gesù si trova in una cena ordinaria con i suoi. Ha piena coscienza della missione che il Padre gli ha affidato: da lui dipende la salvezza dell’umanità. Con tale consapevolezza vuole mostrare ai «suoi», mediante la lavanda dei piedi, come si porta a compimento l’opera salvifica del Padre e indicare in tale gesto la donazione della sua vita per la salvezza dell’uomo. É volontà di Gesù che l’uomo si salvi e uno struggente desiderio lo guida a dare la sua vita e a consegnarsi. É consapevole che «il Padre aveva posto tutto nelle sua mani» (v.3a), tale espressione lascia intravedere che il Padre lascia a Gesù la completa libertà di azione.
Gesù, inoltre, sa che la sua vera provenienza e la meta del suo itinerario è Dio; sa che la sua morte in croce, espressione massima del suo amore, è l’ultimo momento del suo cammino salvifico. La sua morte è un «esodo»; è l’apice della sua vittoria sulla morte, nel suo donarsi (dare la vita) Gesù ci rivela la presenza di Dio come vita piena ed esente dalla morte.
Con questa piena consapevolezza della sua identità e della sua completa libertà Gesù si accinge a compiere il grande e umile gesto della lavanda dei piedi. Tale gesto d’amore viene descritto con un accumulo di verbi (otto) che rendono la scena coinvolgente e pregna di significato. L’evangelista nel presentare l’ultima azione di Gesù verso i suoi, usa questa figura retorica dell’accumulo dei verbi senza ripetersi perché tale gesto rimanga impresso nel cuore e nella mente dei suoi discepoli e di ogni lettore e perché venga ritenuto un comandamento da non dimenticare. Il gesto compiuto da Gesù intende mostrare che il vero amore si traduce in azione tangibile di servizio. Gesù si spoglia delle sue vesti e si cinge di un grembiule, simbolo del servizio. Più precisamente Gesù che depone le sue vesti è un’espressione che ha la funzione di esprimere il significato del dono della vita. Quale insegnamento Gesù vuole trasmettere ai suoi discepoli con questo gesto? Mostra loro che l’amore si esprime nel servizio, nel dare la vita all’altro come lui ha fatto.
Al tempo di Gesù la lavanda dei piedi era un gesto che esprimeva ospitalità e accoglienza nei confronti degli ospiti. In via ordinaria era svolto da uno schiavo oppure dalla moglie nei confronti della moglie e anche dalle figlie verso il loro padre. Inoltre era consuetudine che tale rito della lavanda dei piedi avvenisse sempre prima di mettersi a mensa e non durante. Tale inciso dell’azione di Gesù intende sottolineare la singolarità del suo gesto.
E così Gesù si mette a lavare i piedi ai suoi discepoli. Il reiterato uso del grembiule con cui Gesù si è cinto sottolinea che l’atteggiamento del servizio è un attributo permanente della persona di Gesù. Difatti quando avrà terminato la lavanda Gesù non si toglie il panno che funge da grembiule. Tale particolare intende sottolineare che il servizio-amore non termina con la sua morte. La minuziosità di tali dettagli mostra l’intento dell’evangelista a voler sottolineare la singolarità e l’importanza del gesto di Gesù. Lavando i piedi dei suoi discepoli Gesù intende mostrare ad essi il suo amore, che è un tutt’uno con quello del Padre (10,30.38). É davvero sconvolgente questa immagine che Gesù ci rivela di Dio: non è un sovrano che risiede esclusivamente nel cielo, ma si presenta come servo dell’umanità per innalzarla a livello divino. Da questo servizio divino scaturisce per la comunità dei credenti quella libertà che nasce dall’amore e che rende tutti i suoi membri «signori» (liberi) perché servi. É come dire che solo la libertà crea vero amore. D’ora in poi il servizio che i credenti renderanno all’uomo avrà come scopo quello di instaurare rapporti tra gli uomini in cui l’uguaglianza e la libertà siano una conseguenza della pratica del servizio reciproco. Gesù con il suo gesto intende mostrare che qualsiasi dominio o tentativo di sopravvento sull’uomo è contrario all’atteggiamento di Dio che, invece, serve l’uomo per elevarlo a sé. Inoltre non ha più senso le pretese di superiorità di un uomo sull’altro, perché la comunità fondata da Gesù non ha caratteristiche piramidali, ma dimensioni orizzontali, in cui ciascuno è a servizio degli altri, sull’esempio di Dio e di Gesù.
In sintesi, il gesto che Gesù compie esprime i seguenti valori: l’amore versi i fratelli chiede di tradursi in accoglienza fraterna, ospitalità, cioè in servizio permanente.
c) Resistenza di Pietro:
La reazione di Pietro al gesto di Gesù si esprime in atteggiamenti di stupore e protesta. Anche nel modo di rapportarsi a Gesù avviene un cambiamento: Pietro lo chiama «Signore» (13,6). Tale titolo riconosce a Gesù un livello di superiorità che stride con il «lavare» i piedi, un’azione che compete, invece, a un soggetto inferiore. La protesta è energicamente espressa dalle parole: «tu lavi i piedi a me?». Agli occhi di Pietro questo umiliante gesto della lavanda dei piedi è sembrato come un inversione dei valori che regolano le relazioni tra Gesù e gli uomini: il primo è il Messia, Pietro è un suddito. Pietro disapprova l’uguaglianza che Gesù vuole creare tra gli uomini.
A tale incomprensione Gesù risponde invitando Pietro ad accogliere il senso del lavargli i piedi come una testimonianza del suo affetto verso di lui. Più precisamente gli vuole offrire una prova concreta di come lui e il Padre lo ama.
Ma la reazione Pietro non desiste: rifiuta categoricamente che Gesù si metta ai suoi piedi. Per Pietro ognuno deve ricoprire il suo ruolo, non è possibile una comunità o una società basata sull’uguaglianza. Non è accettabile che Gesù abbandoni la sua posizione di superiorità per rendersi uguale ai suoi discepoli. Tale idea del Maestro disorienta Pietro e lo porta a protestare. Non accettando il servizio d’amore del suo Maestro, non accetta, neanche che muoia in croce per lui (12,34;13,37). É, come dire, che Pietro è lontano dalla comprensione di cosa sia il vero amore, e tale ostacolo è di impedimento perché Gesù glielo mostri con l’azione.
Intanto se Pietro non è disposto a condividere la dinamica dell’amore che si manifesta nel servizio reciproco non può condividere l’amicizia con Gesù e rischia, davvero, di autoescludersi.
Inseguito all’ammonimento di Gesù «Se non ti laverò, non avrai parte con me» (v.8), Pietro aderisce alle minacciose parole del Maestro, ma senza, però, accettare il significato profondo dell’azione di Gesù. Si mostra aperto disposto a farsi lavare da Gesù, non solo i piedi, ma, anche le mani e la testa. Sembra che a Pietro sia più facile accettare il gesto di Gesù come un’azione di purificazione o abluzione piuttosto che come servizio. Ma Gesù gli risponde che i discepoli sono diventati puri («puliti») nel momento in cui hanno accettato di lasciarsi guidare dalla Parola del Maestro, rifiutando quella del mondo. Pietro e i discepoli non hanno più bisogno del rito giudaico della purificazione ma di lasciarsi lavare i piedi da Gesù; ovvero di lasciarsi amare da lui, conferendo loro dignità e libertà.
d) Il memoriale dell’amore:
Al termine della lavanda dei piedi Gesù intende dare alla sua azione una validità permanente per la sua comunità e nello stesso tempo lasciare ad essa un memoriale o comandamento che dovrà regolare per sempre le relazioni fraterne.
Gesù è il Signore, non nella dimensione del dominio, ma in quanto comunica l’amore del Padre (il suo Spirito) che ci rende figli di Dio e idonei a imitare Gesù che liberamente dona l’amore ai suoi. Tale atteggiamento interiore Gesù ha inteso comunicarlo ai suoi, un amore che non esclude nessuno, neppure Giuda che sta per tradirlo. Quindi se i discepoli lo chiamano signore, devono imitarlo; se lo considerano maestro devono ascoltarlo.
e) Alcune domande per meditare:
si alzò da tavola: come vivi l’eucaristia? In modo sedentario o ti lasci sollecitare all’azione dal fuoco dell’amore che ricevi? Corri il pericolo che l’eucaristia a cui partecipi si smarrisca nel narcisismo contemplativo, senza approdare all’impegno di solidarietà e condivisione? Il tuo impegno per la giustizia, per i poveri parte dalla consuetudine d’incontrare Cristo nell’eucaristia, dalla familiarità con lui?
depose le vesti: quando dall’eucaristia passi alla vita sai deporre le vesti del tornaconto, del calcolo, dell’interesse personale per lasciarti guidare da un amore autentico verso gli altri? Oppure dopo l’eucaristia non sei capace di deporre le vesti del dominio e dell’arroganza per indossare quelle della semplicità, della povertà?
si cinse un asciugatoio: è l’immagine della «chiesa del grembiule». Nella vita della tua famiglia, della tua comunità ecclesiale percorri la strada del servizio, della condivisione? Sei coinvolto direttamente nel servizio ai poveri e agli ultimi? Sai scorgere il volto di Cristo che chiede di essere servito, amato nei poveri?
 4. PREGHIERA FINALE
a) Salmo 116 (114-115), 12-13;15-16bc; 17-18
Il salmista che si trova nel tempio e alla presenza dell’assemblea liturgica scioglie il suo sacrificio di ringraziamento. Voltaire che nutriva una particolare predilezione per il v.12 così si esprimeva: «Che cosa posso offrire al Signore per i doni che mi ha elargito?».
Che cosa renderò al Signore
per quanto mi ha dato?
Alzerò il calice della salvezza
e invocherò il nome del Signore
Preziosa agli occhi del Signore
è la morte dei suoi fedeli.
Io sono tuo servo, figlio della tua ancella;
hai spezzato le mie catene.
A te offrirò sacrifici di lode
e invocherò il nome del Signore.
Adempirò i miei voti al Signore
davanti a tutto il popolo.
b) Preghiera finale:
Affascinato dal modo con cui Gesù esprime il suo amore verso i suoi Origene così prega:
Gesù, vieni, ho i piedi sporchi.
Per me fatti servo, versa l’acqua nel bacile;
vieni, lavami i piedi.
Lo so, è temerario quel che ti dico,
ma temo la minaccia delle tue parole:
«Se non ti laverò,
non avrai parte con me».
Lavami dunque i piedi,
perché abbia parte con te.
(Omelia 5 su Isaia)
E San Ambrogio preso da un desiderio ardente di corrispondere all’amore di Gesù, così si esprime:
O mio signore Gesù,
lasciami lavare i tuoi sacri piedi;
te li sei sporcati da quando cammini nella mia anima...
Ma dove prenderò l’acqua della fonte
per lavarti i piedi?
In mancanza di essa
mi restano gli occhi per piangere:
bagnando i tuoi piedi con le mie lacrime,
fa che io stesso rimanga purificato.
(Trattato sulla penitenza