Oraciones
Nada te turbe Santa Teresa de Avila
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia todo lo alcanza
Quien a Dios tiene nada le falta;
solo Dios basta.
Si en las tristezas que te combaten acaso alguna
te acongojare,
sé valerosa,
no te acobardes,
que si son humo,
las lleva el aire.
Por eso dijo
la Santa Madre:
Nada te turbe,
nada te espante.
Si ellas porfían como importunas,
a más combates
sé más robusta.
Dirás que hay noche; lo sé, no dudes,
que a su despecho
la luz madruga.
No ames ni temas lo que no dura:
todo se pasa,
Dios no se muda.
¡Oh qué risueña
es la mañana,
si asoma el día
lleno de gracia!
Sí porque vibra,
rayos que apartan
las que antes eran sombras del alma.
Así es; ten pecho, aguarda, aguarda,
que la paciencia
todo lo alcanza.
La luz hermosa d e esta alborada,
luz que no alteran sombras opacas,
es Dios, que a impulsos de afecto, calma, cuando amanece,
nuestras borrascas; búscale ansiosa,
mira si le hallas. Quien a Dios tiene nada le falta.
Si a tanta dicha subes, repara,
que aunque haya bienes sólo Dios basta.
La Señal de la Cruz
Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amen
Padre Nuestro
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos, del mal. Amén.
Avemaría
. Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria Patri...
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en un principio ahora y siempre por los siglos de los siglos amén.
Acto de Contrición
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón el haber pecado porque he merecido el infierno y perdido el cielo, y sobre todo porque con ellos ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente con tu gracia, enmendarme y alejarme de las ocasiones de pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me sea impuesta. Confió en que por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas. Amen
Ven Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía señor, tu Espíritu y danos nueva vida.
Y renueva la faz de la tierra.
OH Dios que has instruido los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo: concédenos que sintamos rectamente con el mismo Espíritu, y gocemos siempre de su consuelo. Por cristo nuestro señor Amén.
Acto de Fe Personal (Credo)Creo en Dios, Padre todopoderoso
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de santa Maria Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucito de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.
Consagración a La Madre de Dios
Señora y Madre mía! Yo me ofrezco del todo a ti. Y en prueba de mi filial afecto, te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amen.
El santo Rosario
Esta es la oración de mayor agrado a la santísima virgen y junto con el escapulario es la que mas recomienda en sus apariciones. Por ejemplo ella dijo a santo Domingo las siguientes palabras: “Un día mediante el Rosario y el Escapulario, se salvará el mundo.”
Forma de rezarlo: disponiéndonos a renunciar durante este tiempo de toda distracción que nos venga mientras el mismo. Y al rezó atento es decir meditando cada misterio, sin rezar a la carrera, como quien saluda con cada avemaría a la Reina de los Cielos y dignísima Madre de Dios, y esta presente con ella para participar de los grandes misterios que se contemplan en el rosario.
1. Comenzamos con la señal de la cruz
2. Un acto de contrición
3. Oración al Espíritu Santo.
4. Introducción compuesta por San Luis Maria de Montfort
5. Credo; Padre Nuestro; tres Avemarías; Gloria al Padre.
6. Luego; Después de enunciar el misterio, y leído la lectura bíblica referente a este, se rezará un Padre Nuestro, diez Avemarías y un Gloria Patri. Y repetir este proceso (6) hasta culminar con los 5 misterios.
7. La Salve
8. Letanías a la Virgen
Introducción compuesta por San Luis Maria de Montfort (4-5)
Me uno
a todos los Santos que están en el Cielo,
a todos los justos que están en la tierra,
a todas las almas fieles que están en este lugar;
me uno a Ti, Jesús mio,
para alabar dignamente a tu Santa Madre,
y albarte a Ti en Ella y por Ella.
Renuncio a todas las distracciones
que me vendrán durante el rezo de este Rosario,
que quiero decir
con modestia, atención y devoción,
como si fuera el último de mi vida.
Te ofrecemos, Señor Jesús, este Credo
para honrar todos los misterios de nuestra fe;
este Padre Nuestro y las tres avemarías
para honrar la unidad de tu Esencia
y la Trinidad de tus personas.
Te pedimos una fe viva,
Una firme esperanza y una ardiente caridad.
Misterios gozosos: (días lunes y sábados)
1. Misterio de La encarnación del Hijo de Dios
Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba Maria. Llego el ángel hasta ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor esta contigo.» Maria quedo muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba que significaría tal saludo.
Pero el ángel le dijo: «no temas, Maria, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo de el Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernara por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminara jamás.» Maria entonces dijo al ángel: « ¿como puede ser eso, si yo soy virgen?» contesto el ángel: «“El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de dios. También tu parienta Isabel esta esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes de embarazo. Para Dios nada es imposible.» Dijo Maria: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mi tal como has dicho.» después la dejo el ángel. Lc. 1, 26-38
2. La visitación de Nuestra señora.
Por entonces Maria tomo su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Juda. Entro en la casa de Zacarías y saludo a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se lleno del Espíritu Santo y exclamo en alta voz:
« ¡Bendita tu eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu Vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llego tu saludo a mis oídos, el niño salto de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tu por haber creído que se cumplirían las promesas del señor!» Maria dijo entonces:
Proclama mi alma la grandeza del señor, Y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijo en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamaran feliz. El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí: ¡Santo es su Nombre! Muestra su misericordia siglo tras siglo A todos aquellos que viven en su presencia Dio un golpe con todo su poder: deshizo a los soberbios y sus planes. Derribo a los poderosos de sus tronos Y exalto a los humildes. Colmo de vienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su siervo, se acordó de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, a Abrahán y a sus descendientes para siempre.
Maria se quedo unos tres meses con Isabel, y después volvió a su casa. Lc. 1, 39-56
3. El nacimiento del Hijo de Dios
Por aquellos días salio un decreto del emperador Augusto, por el que se debía proceder a un censo en todo el imperio. Este fue el primer censo, siendo Quirino gobernador de Siria. Todos empezaron pues a moverse para ser registrados cada uno en su ciudad natal. José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea, a la ciudad de David; allí se inscribió con Maria, su esposa, que estaba embarazada. Mientras estaban en Belén, llego para Maria el momento del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa. En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños. Se les apareció un ángel del señor, y la gloria del señor los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados. Pero el ángel les dijo: «No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor. Miren como lo reconocerán: hallaran a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a dios con estas palabras: «Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia.»
Después que los ángeles se volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: «vallamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer.» Fueron apresuradamente y hallaron a Maria y a José con el recién nacido acostado en el pesebre. Entonces contaron lo que los ángeles les habían dicho del niño. Todos los que escucharon a los pastores quedaron maravillados de lo que decían.
Maria, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvió a meditar en su interior. Lc. 2, 1-19
4. Jesús es presentado en el templo
Asimismo, cuando llego el día en que, de acuerdo con la Ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, tal como esta escrito en la Ley del Señor: todo varón primogénito será consagrado al Señor. También ofrecieron el sacrificio que ordena la Ley del Señor: una pareja de tórtolas o dos pichones.
Había entonces en Jerusalén un hombre muy piadoso y cumplidor a los ojos de Dios, llamado Simeón. Este hombre esperaba el día en que Dios atendiera a Israel, y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no moriría antes de haber visto al Mesías del Señor. El Espíritu también lo llevo al templo en aquel momento. Como los padres traían al niño Jesús para cumplir con él lo que mandaba la Ley, Simeón lo tomo en sus brazos y bendijo a Dios con estas palabras:
Ahora, señor, ya puedes dejar que tu siervo muera en paz, como le has dicho.
Porque mis ojos han visto a tu salvador,
Que has preparado y ofreces a todos los pueblos,
Luz que se revela a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel.
Su padre y su madre estaban maravillados por todo lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, este niño traerá a la gente de Israel caída o resurrección, será una señal impugnada en cuanto se manifieste, mientras a ti misma una espada te atravesará el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a luz los pensamientos íntimos de los hombres.» Lc. 2, 22-35
5. El Niño perdido en el templo
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Cuando Jesús cumplió los doce años, subió también con ellos a la fiesta, pues así había de ser. Al terminar los días de la fiesta regresaron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran. Seguros de que estaba con la caravana de vuelta, caminaron todo un día. Después se pusieron a buscarlo entre sus parientes y conocidos. Como no lo encontraran, volvieron a Jerusalén en su búsqueda. Al tercer día lo hallaron en el templo, sentado, sentado en medio de los maestros de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas.
Sus padres se emocionaron mucho al verlo; su madre le decía: «Hijo, ¿Por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos.» El les contesto: « ¿Y por que me buscaban? ¿No saben que yo debo estar donde mi padre?» pero ellos no comprendieron esta respuesta.
Jesús entonces regreso con ellos, llegando a Nazaret. Posteriormente siguió obedeciéndoles. Su madre, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón.
Mientras tanto, Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia, ante Dios y ante los Hombres. Lc. 2, 41-52
Misterios Dolorosos (días martes y viernes)
1. Jesús en el huerto de Getsemaní
Después Jesús salio y se fue, como era su costumbre, al monte de los olivos, y lo siguieron también sus discípulos. Llegados al lugar, les dijo: «oren para que no caigan en tentación.»
Después se alejó de ellos como a la distancia de un tiro de piedra, y doblando las rodillas oraba con estas palabras: «Padre, si quieres, aparta de mi esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
(Entonces se le apareció un ángel del cielo para animarlo. Entro en agonía y oraba con mayor insistencia. Su sudor se convirtió en gotas de sangre que caían hasta el suelo.)
Después de orar, se levantó y fue hacia donde estaban los discípulos. Pero los hallo dormidos, abatidos por la tristeza. Les dijo: « ¿ustedes duermen? Levántense y oren para que no caigan en tentación.» Lc. 22, 39-46
2. La flagelación del Señor
Entonces Pilato tomo a Jesús y ordeno que fura azotado. Jn. 19, 1
3. La coronación de espinas
Los soldados lo llevaron al pretorio, que es el patio interior, y llamaron a todos sus compañeros. Lo vistieron con una capa roja y le colocaron en la cabeza una corona que trenzaron con espinas. Después comenzaron a saludarlo: « ¡viva el rey de los judíos!» Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y se arrodillaban ante él para rendirle homenaje. Después de haberse burlado de él, le quitaron la capa roja y le pusieron de nuevo sus ropas. Mc. 15, 16-20
4. Jesús con la cruz a cuesta
Así fue como se llevaron a Jesús. Cargando con su propia cruz, salio de la ciudad hacía el lugar llamado calvario (o de la calavera), que en hebreo se dice gólgota. Jn. 19, 17
5. La crucifixión del Señor
Después de ofrecerle vino mezclado con mirra, que él no quiso tomar, lo crucificaron y se repartieron sus ropas, sorteándola entre ellos. Eran como las nueve de la mañana cuando lo crucificaron. Pusieron una inscripción con el motivo de su condena, que decía: «El rey de los Judíos.» Crucificaron con él también a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice:
Y fue contado entre los malhechores. Los que pasaban lo insultaban y decían moviendo la cabeza: «Tú, que destruyes el templo y lo levantas de nuevo en tres días, sálvate a ti mismo y baja de la cruz.» Igualmente los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley se burlaban de él, y decían entre sí: «Salvaba a los otros, pero no se salvará a sí mismo. Que ese Mesías, ese rey de Israel, baje ahora de la cruz: cuando lo veamos, creeremos.» Incluso lo insultaban los que estaban crucificados con él.
Llegado el medio día, la oscuridad cubrió todo el país hasta las tres de la tarde, y a esa Jesús gritó con voz potente: «Eloí, Eloí lammá sabactani» que quiere decir: «Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has abandonado?» al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron: «Esta llamando a Elías.» Uno de ellos corrió a mojar una esponja en vinagre, la puso en la punta de una caña y le ofreció de beber, diciendo: «veamos si vine Elías a bajarlo.» Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró. Enseguida la cortina que cerraba el santuario del templo se rasgo en dos, de arriba abajo. Al mismo tiempo el capitán romano que estaba frente a Jesús, al ver como había expirado, dijo: «Verdaderamente este hombre era hijo de Dios.» Mc. 15, 23-39
Misterios de Gloria (días miércoles y domingos)
1. La resurrección del Señor
El primer día de la semana, muy temprano, fueron las mujeres al sepulcro, llevando los perfumes que habían preparado. Pero se encontraron con una novedad: la piedra que serraba el sepulcro había sido removida, y al entrar no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían qué pensar, pero en ese momento vieron a su lado a dos hombres con ropas fulgurantes. Estaban tan asustadas que no se atrevían a levantar los ojos del suelo. Pero ellos les dijeron: « ¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No esta aquí. Resucito. Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía estaba en galilea: “el Hijo del hombre debe ser entregado en manos de los pecadores y ser crucificado, y al tercer día resucitará”.» ellas entonces recordaron las palabras de Jesús. Al volver del sepulcro, les contaron a los Once y a todos los demás lo que les había sucedido. Las que hablaban eran María de Magdala, Juana y María, la madre de Santiago. También las demás mujeres que estaban con ellas decían lo mismo a los apóstoles. Pero no les creyeron, y esta novedad le pareció puros cuentos. Pedro, sin embargo, se levanto y fue corriendo al sepulcro; se agacho y no vio más que los lienzos, por lo que volvió a casa preguntándose por lo ocurrido. Lc. 24, 1-12
2. La ascensión del Señor
De hecho, se presentó a ellos después de su pasión y les dio numerosas pruebas de que vivía. Durante cuarenta días se dejo ver por ellos y les habló del Reino de Dios. En una ocasión en que estaban reunidos con ellos les dijo que no se alejaran de Jerusalén y que esperaran lo que el Padre había prometido. «Ya les hablé al respecto, les dijo: Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días.» los que estaban presente le preguntaron: «señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el Reino de Israel?» Les respondió: «No les corresponde a ustedes conocer los plazos y los pasos que solamente el Padre tenía autoridad para decidir. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra.»
Dicho esto, Jesús fue levantado ante sus ojos y una nube lo ocultó de su vista. Ellos seguían mirando fijamente al cielo mientras se alejaba. Pero de repente vieron a su lado a dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Amigos galileos, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús que les han llevado volverá de la misma manera que ustedes lo han visto ir al cielo.» He. 1, 3-11
3. La venida del Espíritu Santo
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino de cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban, y aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran. Estaban de paso en Jerusalén judíos piadosos, llegados de todas las naciones que hay bajo el cielo. Y entre el gentío que acudió al oír aquel ruido, cada uno los oía hablar en su propia lengua. Todos quedaron muy desconcertados y se decían, llenos de estupor y admiración: «pero éstos ¿no son todos galileos? ¡Y miren como hablan! Cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa. Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, del ponto y Asia, de Frigia, Panfilia, Egipto y de la parte de Libia que limita con Cirine. Hay forasteros que vienen de Roma, unos judíos y otros extranjeros, que aceptaron sus creencias, cretenses y árabes. Y todos les oímos hablar en nuestra propia lengua las maravillas de Dios.» Todos estaban asombrados y perplejos, y se preguntaban unos a otros que querría significar todo aquello. He. 2, 1-12
4. La Asunción de la santa Madre de Dios
Del catecismo de la iglesia católica la Virgen Maria terminada su vida terrena fue llevada en cuerpo y alma al cielo.
5. la coronación de nuestra señora
Apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Ap 12, 1
Misterios luminosos (días jueves)
1. Jesús recibe el Bautismo de Juan
Por entonces vino Jesús de galilea al jordán, para encontrar a Juan y para que éste lo bautizara. Juan quiso disuadirlo y le dijo: « ¿tu vienes a mí? Soy yo quien necesita ser bautizado por ti.» Jesús le respondió: «deja que hagamos así por ahora. De este modo respetaremos el debido orden.» Entonces Juan aceptó.
Una vez bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los Cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Al mismo tiempo se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo, el Amado; éste es mi elegido.» Mt. 3, 13-17
2. El primer milagro, en la boda de Caná
Tres días más tarde se celebraba una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. También fue invitado Jesús con sus discípulos. Sucedió que se termino el vino preparado para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino.» Jesús le respondió: «Mujer, ¿Por qué te metes en mis asuntos? Aun no ha llegado mi hora.»
Pero su madre dijo a los sirvientes: « Hagan lo que él les diga.» había allí seis recipientes de piedra, de los que usan los judíos para sus purificaciones, de unos cien litros de capacidad cada uno. Jesús dijo: «Llenen de agua esos recipientes.» Y los llenaron hasta el borde. «Saquen ahora, les dijo, y llévenle al mayordomo.» Y ellos se lo llevaron. Después de probar el agua convertida en vino, el mayordomo llamó al novio, pues no sabía de donde provenía, a pesar de que lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Y le dijo: «Todo el mundo sirve al principio el vino mejor, y cuando ya todos han bebido bastante, les dan el de menos calidad; pero tú has dejado el mejor vino para el final.»
Esta señal milagrosa fue la primera, y Jesús la hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. Jn. 2, 1-11
3. El anuncio del reino y la invitación a la conversión
Después de que tomaron preso a Juan, Jesús fue a Galilea y empezó a proclamar la Buena Nueva de Dios. Decía: «El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Cambien sus caminos y crean en la Buena Nueva.» Mc. 1, 14-15
4. La transfiguración de Jesús
Unos ocho días después de estos discursos, Jesús tomo consigo a Pedro, a Santiago, y a Juan y subió a un cerro a orar. Y mientras estaba orando, su cara cambió de aspecto y su ropa se volvió de una blancura fulgurante. Dos hombres, que eran Moisés y Elías, conversaban con él. Se veían en un estado de gloria y hablaban de su partida, que debía cumplirse en Jerusalén. Un sueño pesado se había apoderado de Pedro y sus compañeros, pero se despertaron de repente y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Como estos estaban para irse, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡que bueno que estemos aquí! Levantemos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Pero no sabia lo que decía.
Estaba todavía hablando, cuando se formo una nube que los cubrió con su sombra, y al quedar envueltos en la nube se atemorizaron. Pero de la nube llego una voz que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo.» después de oírse estas palabras, Jesús estaba allí solo.
Los discípulos guardaron silencio por aquellos días, y no contaron nada a nadie de lo que habían visto. Lc. 9, 28-36
5. Institución de la eucaristía
Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles y les dijo: «Yo tenia gran deseo de comer esta pascua con ustedes antes de padecer. Porque, se los digo, ya no volveré a comer hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios» Jesús recibió una copa, dio gracias y les dijo: «tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del jugo de la uva hasta que llegue el Reino de Dios» después tomo pan y dando gracias, lo partió y se los dio diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. (Hagan esto en conmemoración mía.» hizo lo mismo con la copa después de cenar, diciendo: «Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes»). Lc. 22,14-20
Letanías de la Santísima Virgen
Señor, ten piedad de nosotros. (2 veces)
Cristo, ten piedad de nosotros. (2 veces)
Señor, ten piedad de nosotros. (2 veces)
Cristo, óyenos. (2 veces)
Cristo, escúchanos. (2 veces)
Dios, Padre Celestial, Ten piedad de nosotros.
Dios, hijo Redentor del mundo, Ten piedad de nosotros.
Dios, Espíritu Santo, Ten piedad de nosotros.
Trinidad Santa, que eres Un solo Dios, Ten piedad de nosotros.
Santa María Ruega por nosotros
Santa Madre de Dios, R x N
Santa Virgen de las vírgenes, R x N
Madre de Jesucristo, R x N
Madre de la Iglesia, R x N
Madre de la divina gracia, R x N
Madre Purísima, R x N
Madre castísima, R x N
Madre Virgen, R x N
Madre sin mancha, R x N
Madre inmaculada, R x N
Madre amable, R x N
Madre admirable, R x N
Madre del buen concejo, R x N
Madre del Creador, R x N
Madre del Salvador, R x N
Virgen prudentísima, R x N
Virgen venerable, R x N
Virgen laudable, R x N
Virgen poderosa, R x N
Virgen clemente, R x N
Virgen fiel, R x N
Espejo de justicia, R x N
Trono de sabiduría, R x N
Causa de nuestra alegría R x N
Vaso espiritual, R x N
Vaso digno de honor, R x N
Vaso insigne de devoción R x N
Rosa mística R x N
Torre de David R x N
Torre de marfil, R x N
Casa de oro, R x N
Arca de la alianza, R x N
Puerta del cielo, R x N
Estrella de la mañana, R x N
Salud de los enfermos, R x N
Refugio de los pecadores R x N
Consuelo de los afligidos, R x N
Auxilio de los cristianos, R x N
Reina de los Ángeles, R x N
Reina de los Patriarcas R x N
Reina de los Profetas, R x N
Reina de los Apóstoles, R x N
Reina de los Mártires, R x N
Reina de los Confesores, R x N
Reina de las vírgenes, R x N
Reina de todos los Santos R x N
Reina Concebida sin pecado Original, R x N
Reina asunta al cielo, R x N
Reina del Santísimo Rosario R x N
Reina de la paz, R x N
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten piedad de nosotros.
Ruega por nosotros Santa Madre Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Oremos: Te rogamos, señor, que nos concedas a nosotros tus siervos, gozar de perpetua salud de alma y cuerpo, y por la intercepción de la bienaventurada, Virgen Maria, seamos libres de las tristeza presente, y disfrutemos de la alegría eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amen.
La Salve
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. ¡Dios te salve! A ti llamamos los desterrados hijos de Eva. A ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, Abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Y después de este destierro, muéstranos a Jesús fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. ¡Dios te salve! A ti llamamos los desterrados hijos de Eva. A ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, Abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Y después de este destierro, muéstranos a Jesús fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
El acordaos
Acuérdate, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu asistencia y reclamando tu auxilio, haya sido abandonado de ti.
Acuérdate, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu asistencia y reclamando tu auxilio, haya sido abandonado de ti.
Animados con esta confianza, a ti también acudimos, oh Virgen Madre de las vírgenes, y, aunque gimiendo bajo el peso de nuestros pecados, nos atrevemos a presentarnos ante tu presencia soberana.
No desoigas, oh Madre de Dios, nuestras suplicas; antes bien, escúchalas propicia y dignare atenderlas favorablemente. Amen.
Quince Minutos en Compañía de Jesús Sacramentado
No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano.¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera?
Dime su nombre, bien sea el de tus padres o hijos, bien el de tus hermanos y amigos; dime enseguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas.
Háblame así, con sencillez, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?
Y para ti, ¿necesitas alguna gracia?
Hazme, si quieres, como una lista de tus necesidades, y ven, léela en mi presencia. Dime francamente que sientes soberbia, amor a la sensualidad, envidia; que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente, perezoso...o tal vez juzgas muy fácilmente a los demás o hablas sin caridad de ellos; y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para quitar de ti tales males.
No te avergüences, ¡pobre alma! ¡En el cielo hay tantos justos, tantos Santos de primer orden, que en su momento tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad; y poco a poco se vieron libres de ellos. Menos aún vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales: salud, memoria, amor, amistades que te sean provechosas, paciencia, alegría, éxito en tus trabajos, negocios o estudios; todo eso puedo darte, y lo doy libremente, y deseo que me lo pidas, siempre y cuando no se oponga, antes bien favorezca y ayude a tu santificación.
Hoy por hoy, ¿qué necesitas?
¿Qué puedo hacer por ti? ¡Si supieras cuántos deseos tengo de favorecerte! ¿Traes ahora mismo entre manos algún proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. Quiero saberlo de ti. ¿Qué te preocupa? ¿Qué piensas? ¿Qué deseas? ¿Hay algo que quieres que haga por tu hermano, por un amigo, por tu superior? ¿Qué desearías poder hacer tú por ellos?
¿Y por Mí?
¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho, y que viven quizás olvidados de Mí? Dime qué cosa llama hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente, y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y yo te diré las causas del mal éxito. ¿No quisieras que me interesase algo en tu favor? Hijo mío, soy dueño de los corazones, y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, a donde me place.
¿Sientes acaso tristeza o mal humor?
Cuéntame todo, pobre alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿Quién lastimó tu amor propio? ¿Quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas las heridas del tuyo. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de Mí, todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora bendición.
¿Temes por ventura?
¿Sientes en tu alma vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.
¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora olvidadas se alejan de ti sin que les hayas dado un motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu lado, si no han de ser obstáculos a tu santificación.
¿Y no tienes tal vez alegría alguna que comunicarme?
¿Por qué no me haces partícipe de ella como a un buen amigo? Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho como sonreír tu corazón. Quizá has tenido una agradable sorpresa, quizás has visto disiparse algún temor o recelo, quizás has recibido buenas noticias, alguna carta o muestra de cariño. Tal vez has vencido alguna dificultad o salido de algún lance apurado. Obra mía es todo eso, y yo te lo he proporcionado. ¿Por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y decirme sencillamente, como un hijo a su padre: « ¡Gracias, Padre mío, gracias! » El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le gusta verse correspondido.
¿Tienes promesa alguna para hacerme?
Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña fácilmente; pero a Dios, no. Háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión de pecado? ¿De privarte de aquel objeto que te dañó? ¿De no leer más aquel libro que exaltó tu imaginación? ¿De no tratar más aquella persona que turbó la paz de tu alma?
¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra a quien, por haberte faltado, has mirado hasta hoy como un enemigo?
Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que también lo es tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.
El Vía Crucis
1. Primera estación
† Jesús es condenado injustamente.
Todos: Te adoramos Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Meditación:
Padre nuestro, Avemaría y Gloria Patri.
2. Segunda estación
† Jesús con la cruz a cuesta
Todos: Te adoramos Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Meditación:
Padre nuestro, Avemaría y Gloria Patri.
3. Tercera estación
† Jesús cae a tierra por primera vez
Todos: Te adoramos Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Meditación:
Padre nuestro, Avemaría y Gloria Patri.
4. Cuarta estación
† Jesús se encuentra su Madre la Virgen Maria
Todos: Te adoramos Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Meditación:
Padre nuestro, Avemaría y Gloria Patri.
5. Quinta estación
† Simón, el Cirineo, Ayuda a Jesús a llevar la cruz
Todos: Te adoramos Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Meditación:
Padre nuestro, Avemaría y Gloria Patri.
6. Sexta estación
† Verónica limpia el rostro de Jesús
Todos: Te adoramos Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Meditación:
Padre nuestro, Avemaría y Gloria Patri.
7. Séptima estación
† Jesús cae a tierra por segunda vez
Todos: Te adoramos Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Meditación:
Padre nuestro, Avemaría y Gloria Patri.
8. Octava estación
† Jesús se encuentra con unas mujeres que lloran por el
Todos: Te adoramos Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Meditación:
Padre nuestro, Avemaría y Gloria Patri.
9. Novena estación
† Jesús cae a tierra por tercera vez
Todos: Te adoramos Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Meditación:
Padre nuestro, Avemaría y Gloria Patri.
10. Décima estación
† Jesús es despojado de sus vestiduras
Todos: Te adoramos Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Meditación:
Padre nuestro, Avemaría y Gloria Patri.
11. Undécima estación
† Jesús es Clavado en la cruz
Todos: Te adoramos Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Meditación:
Padre nuestro, Avemaría y Gloria Patri.
12. Duodécima estación
† Jesús muere en la cruz
Todos: Te adoramos Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Meditación:
Padre nuestro, Avemaría y Gloria Patri.
13. Treceava estación
† Jesús es bajado de la cruz y colocado en brazos de su Madre
Todos: Te adoramos Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Meditación:
Padre nuestro, Avemaría y Gloria Patri.
14. Catorceava estación
† Jesús es depositado en la tumba
Todos: Te adoramos Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Meditación:
Padre nuestro, Avemaría y Gloria Patri.
Dones y frutos del Espíritu Santo
1830. La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo.
1831 Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.
Don de sabiduría: Nos hace comprender la maravilla insondable de Dios y nos impulsa a buscarle sobre todas las cosas y en medio de nuestro trabajo y de nuestras obligaciones.
Don de inteligencia: Nos descubre con mayor claridad las riquezas de la fe
Don de consejo: Nos señala los caminos de la santidad, el querer de Dios en nuestra vida diaria, nos anima a seguir la solución que más concuerda con la gloria de Dios y el bien de los demás.
Don de fortaleza: Nos alienta continuamente y nos ayuda a superar las dificultades que sin duda encontramos en nuestro caminar hacia Dios.
Don de ciencia: Nos lleva a juzgar con rectitud las cosas creadas y a mantener nuestro corazón en Dios y en lo creado en la medida en que nos lleva a Él.
Don de piedad: Nos mueve a tratar a Dios con la confianza con la que un hijo trata a su Padre.
Don de temor de Dios: Nos induce a huir de las ocasiones de pecar, a no ceder a la tentación, a evitar todo mal que pueda contristar al Espíritu Santo, a temer radicalmente separarnos de Aquel a quien amamos y constituye nuestra razón de ser y de vivir.
1832 Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: (Ga 5,22-23, vg.)
Caridad
Longanimidad
Benignidad
Gozo
Bondad
Mansedumbre
Paz
Continencia
Fidelidad
Paciencia
Castidad
Modestia
Oración de Santa Gertrudis la Grande .
Nuestro Señor reveló a Santa Gertrudis la Grande que esta oración liberaría mil almas del Purgatorio cada vez que se dijera.
Nuestro Señor reveló a Santa Gertrudis la Grande que esta oración liberaría mil almas del Purgatorio cada vez que se dijera.
"Eterno Padre, te ofrezco la Preciosísima Sangre de Tu divino Hijo, en unión con todas las Misas celebradas hoy en todo el mundo, por todas las Santas Almas del Purgatorio. Amén".
La oración fue luego extendida para incluir a los pecadores aun vivos.
"Eterno Padre, te ofrezco la Preciosísima Sangre de Tu divino Hijo, en unión con todas las Misas celebradas hoy en todo el mundo, por todas las Santas Almas del Purgatorio, por todas las almas de todo el mundo, por los pecadores de la Iglesia Católica, por aquellos que están en mi hogar y en mi familia, Amen.".La aprobación y recomendación papales para esta devoción NO incluyen esta extensión.
La aprobación y recomendación fue hecha por el Cardenal Patriarca de Lisboa, Portugal, el 4 de marzo de 1936.
Ángel de la guardaÁngel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo, que me perdería.
Ángel santo de la guarda, compañero de mi vida, tu que nunca me abandonas ni de noche ni de día, escucha mis oraciones y todos mis pasos guía. Que vaya siempre con tigo al Dios que te me confía. Gracias por tu fiel custodia, gracias por tu compañía.
San Miguel Arcángel
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla; sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del Demonio. Reprímalo Dios, pedimos suplicantes. Y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha concedido, arroja al infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amen