ORAR PARA PEDIR CON CONSTANCIA
Todos tenemos conciencia de que Dios contesta nuestras oraciones. Las contesta por si, por no, o diciendo más adelante.
Pero aun así, sus respuestas son inesperadas, suceden de repente, condensando seguramente todos nuestros pedidos, oraciones y necesidades. Piense en las cosas que le han pasado.
Tarde o temprano nos damos cuenta que alguna cosa por la que habíamos estado en oración durante largo períodos o tal vez años, fue contestada, pero de una manera en que no nos imaginábamos que iba a suceder.
Y eso sucede porque Dios se mueve de repente.
¿Alguna vez has contemplado las muchas veces que en tu vida las cosas importantes (buenas y malas) hanllegado de repente?
Es como si Dios fuera acumulando esfuerzos o nos estuviera preparando para lo que quiere darnos, a veces positivos y a veces negativos. Como si estuviera preparando el terreno.
Pero también nosotros debemos preparar el terreno para la contestación.
No sirve hacer un pedido una vez y luego esperar que conteste. Dios quiere que seamos constantes en el pedido, que insistamos, porque de esa forma estaremos demostrando nuestro compromiso por obtener la cosa.
Pero por otro lado, la constancia en la repetición del pedido nos va haciendo reflexionar sobre lo que pedimos y muchas veces nos damos cuenta en el proceso que quizás eso no sea lo mejor que nos pudiera pasar, que eso es una tentación, o que mejor sería si pidiéramos una variante de lo inicial.
Ese pedido constante que debemos hacer a Dios no puede ser de otra manera que mediante la oración. Es la oración la que lleva el pedido, la que puede ablandar a Dios, y es además la que nos da paz.
¿Crees que tiene el mismo efecto inmediato para ti pedir a Dios por tus necesidades en oración que fuera de oración? ¿Te sientes igual luego del pedido en oración que luego del pedido en una simple frase?
¿No te trae más paz y confortamiento la oración?
Quizás el Padre quiera que seamos insistentes para que oremos más porque él sabe los frutos que la oración produce en nosotros.
Y para los católicos el Rosario es la oración por excelencia, por eso debemos afinar como lo rezamos de manera especial.
10 CONSEJOS DEL CARMELO
1 – Tener una línea de la liturgia del día y repetirla durante el día – una nueva línea todos los días. El salmo responsorial y el tema del Evangelio son buenos para su uso.
2 – Dejar un pensamiento espiritual de un himno o un libro o de la Misa, como música de fondo en tu mente durante el día.
3 – Toma una tarjeta (o imagen) de Cristo y ponla donde la puedas ver y piensa sobre él.
4 – Haz una comunión espiritual cada hora. Utiliza un cronómetro por ejemplo.
5 – Fija tu mirada el interior hacia Él en medio de sus ocupaciones.
6 – Encuentra un “momento de gatillo”, como poner las llaves sobre la mesa, apagar el ordenador, o preparar la ropa para el día siguiente, que pueda servir como un recordatorio para hacer una oración corta.
7 En lugar de tomar un café, toma un descanso breve de oración. En la media mañana o a media tarde, levántate y muévete en un espacio diferente y piensa en Dios.
8 – Piensa en Dios cada vez que mires el reloj por ejemplo.
9 – Canta himnos en su corazón durante el día.
10 – Haz aspiraciones espirituales durante el día.
8 CONSEJOS PARA REZAR MEJOR EL ROSARIO
En base a los consejos anteriores, tabién están estos consejos del padre P. Evaristo Sada LC.
1 – Antes de iniciar el Rosario es provechoso guardar unos segundos de silencio
Es para tomar conciencia de lo que vas a hacer y así rezarlo con devoción, no mecánicamente. Adoptar la actitud del hijo que se acerca con mucho cariño a su Madre del cielo y decirle algo así:
Aquí me tienes de nuevo, María, quiero estar un rato contigo, mostrarte mi afecto, sentir tu cercanía; quiero que me ayudes a conocer mejor a Tu Hijo, que me enseñes a rezar como Él y a parecerme cada día más a Él.
2 – Durante unos minutos o durante todo el rezo del Rosario puedes tener delante una imagen de la Santísima Virgen
Esto es para que te recuerde a la que está en el cielo. A partir de la imagen perceptible con los sentidos, traes a la memoria a tu Madre del cielo y ponte espiritualmente en Sus brazos.
3 – Recuerda que el Rosario consiste en meditar y contemplar los principales episodios de la vida de Cristo para conocerlo, amarlo e imitarlo.
Mientras rezas las diez Avemarías de cada misterio como si fueran una melodía de fondo que tranquiliza y serena, centras tu oración en Cristo, su vida, sus enseñanzas.
Los misterios del Rosario son como un compendio del mensaje de Cristo. Cada misterio tiene sus gracias especiales, grandes temas en qué meditar, grandes enseñanzas. Meditar en los misterios de la vida de Cristo nos ayuda a crecer en nuestra configuración en Él. No es un simple ejercicio intelectual, sino un encuentro vivo con Cristo, pues por las virtudes teologales podemos entrar en contacto real con Cristo.
4 – Ponte al lado de María y juntamente con Ella recuerda a Cristo
Si rezas así el Rosario, verás que algo sucede en tu alma mientras lo rezas. Experimentas la presencia de María que te dice que Ella está allí, siempre a tu lado, te abraza, te enseña a contemplar a Jesús.
Durante el Rosario, María trabaja de manera especial en tu alma, modelándola conforme a la imagen de Jesús. Ella es quien nos conduce de modo más seguro a Cristo y lo hace no sólo con su ejemplo sino con una acción espiritual, profundamente eficaz.
Cuando María y el Espíritu Santo trabajan juntos, forman una mancuerna realmente poderosa.
5 – Rezar el Rosario es rezar desde el corazón de María. “Aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y la profundidad de su amor”
María es modelo insuperable de contemplación. A partir de la experiencia de María, el Rosario es oración contemplativa; es entrar a la escuela de oración de la Virgen María. Nos enseña mostrándonos a Jesús y permitiéndonos ver cómo ella los vive interiormente.
6 – Ten siempre presente que el Rosario es un arma poderosa. Rezándolo con esta certeza de fe, obtenemos abundantes gracias a través de las manos de María
La paz del mundo es una intención particularmente querida por María. Otra intención muy especial y que, como dice Juan Pablo II, requiere hoy “urgente atención y oración”, es la familia.
7 – Es una oración que ayuda a unificar e integrar toda la vida y a ponerla en manos de Jesús y María
Pues a lo largo de los misterios del Rosario podemos ir poniendo en sus manos las personas que más llevamos en el corazón, la familia, los amigos, la Iglesia, la nación, la humanidad, la misión, el trabajo, las preocupaciones e intenciones personales.
8 – El hábito de rezar el Rosario todos los días es un modo de asegurar un contacto diario con la Virgen María
De expresarle todo tu afecto, veneración y gratitud. Es buenotratar de rezarlo cada día mejor, con más atención, disponiéndote con las actitudes correctas, meditando mejor, poniendo más amor.
VICIOS EN LA ORACIÓN
El padre Sada también nos advierte de errores frecuentes en la vida de oración.
Acudo a Dios sólo para pedirle que me resuelva problemas y necesidades que me interesan: salud, trabajo, familia, tranquilidad, etc.
Cuando voy con mis preocupaciones, mi oración termina siendo una reflexión personal acerca de cómo resolverlas. Ya no hablo con Dios sino sólo conmigo.
Hablo, hablo y hablo, sin escuchar a Dios. Más aún, no sé qué significa escuchar a Dios, ni cómo habla Él.
Creo que oro bien si los sentimientos son bonitos. Si no, pienso que algo estoy haciendo mal, que no sé orar.
Mi oración se reduce a fórmulas memorizadasque la mayoría de las veces repito sin atención.
Cuando rezo hago cosas, pero no entro en contacto personal de corazón con Dios. Mi “oración” es una especie de acto intimista en solitario.
Trato poco a Cristo Eucaristía.
Uso muy poco la Biblia en mis meditaciones.
Concibo la oración sólo como iniciativa humana: soy yo quien tiene la iniciativa de establecer comunicación con Dios y me esfuerzo por alcanzarlo.
Mi relación con Dios va en paralelo de mi vida ordinaria, es un apartado en la rutina diaria o semanal, como una actividad más junto al resto de mis quehaceres.
No medito o mi meditación se limita a pensar, a desarrollar reflexiones teológicas.
Rezo como me enseñaron de niño y allí me quedé.
Mido y cuento el tiempo que le dedico a Dios. Soy tacaño con Dios, mi tiempo con Él no es tiempo de calidad, con frecuencia le dejo las migajas del día.
Creo que ya me las sé todas en materia de oración, que no tengo más que aprender. Cuando otros hablan del tema, pienso que yo sé más…
Evito las oraciones comunitarias.
Voy a rezar tan distraído que al final sé que entré y salí de la iglesia o capilla sin haber entablado un mínimo contacto personal con Dios.
Estoy tan acostumbrado y me he resignado ya a cómo es mi oración, que ya no deseo ni suplico a Dios que me conceda una mayor intimidad con Él, ni creo en el fondo que Él me la desee conceder.
Considero que tengo hilo directo con Dios y descuido sin embargo mi vida sacramental (misa, comunión, confesión) y espiritual (vida interior, virtudes, recurso a medios de perseverancia como la dirección espiritual, etc.)
Rezo sólo cuando me siento digno de rezar. Cuando me siento indigno, porque he pecado, o me he enojado, o no estoy bien conmigo mismo o con los demás, me excuso diciendo que sería hipócrita si rezara, y dejo de hacerlo.
Mi objetivo es cumplir con aquello a lo que me comprometí. Muchas veces no sé ni lo que hago, sólo rezo con tal de cumplir (misa dominical, liturgia de las horas, rosario….)
Fuentes: