Gran debate social: como dormir a un bebé
Hace unos días Twitter acogió una campaña contra el Dr. Estivill, famoso por su método para dormir bebés, que consiste, a grandes rasgos, en enseñarlos a dormir solos. De un tiempo a esta parte se disputan protagonismo dos tendencias en el noble arte de dormir niños. Por un lado, los partidarios de Estivill, aparentemente más estricto y más duro, pero con un alto porcentaje de éxito. Y por otro, los partidarios de Carlos González, que siguen las técnicas descritas en su libro, cuyo título resulta bastante ilustrativo: Bésame mucho.
Para los profanos, aclaro que el método Estivill no es otra cosa que intentar que los niños y bebés de al menos cuatro meses aprendan a dormir por su cuenta, sin necesidad de que nadie los tenga en brazos, los acune o les meza el carrito.
El método supone que si cada vez que el niño llora en su cuna los padres acuden corriendo a atenderlo, ambos acabarán esclavizados. Siguiendo las pautas de Estivill, los padres no acuden a atenderlo al instante, sino pasados unos minutos. Entonces le ponen el chupete, lo calman y se marchan de nuevo de la habitación. Cada vez responden al llanto del bebé en periodos de tiempo más largos. Así hasta que el niño finalmente se duerme. Este método hace sufrir sobre todo a los padres, que deben reprimir sus ganas de ir corriendo a ver al niño. Pero a cambio, en tres o cuatro días el niño habrá aprendido a dormir solo y feliz para toda la vida.
El sistema de Carlos González y otros de parecida escuela representa lo contrario. Cada vez que el niño llora, los papás deben ir corriendo, a cogerlo, darle de comer, besarlo, darle lo que quiera, hasta que se calme y se duerma en brazos. Y si al pasarlo a la cuna vuelve a llorar, de nuevo se repite la historia, que suele acabar con el niño enganchado al pecho de su madre casi toda la noche, o incluso durmiendo en la propia cama de sus padres. Esto puede prolongarse incluso hasta los 40 años, lo cual ocasiona ciertas incomodidades a todos.
Que haga falta un método para dormir a nuestros hijos nos da una imagen de cómo están los padres. No obstante, el doctor Estivill, al que anoche llamaban nazi y maltratador de niños, no hace otra cosa que aplicar el método educacional de toda la vida: el sentido común. La educación implica cierta disciplina y se lleva a cabo precisamente para no condenar al niño a las cadenas del capricho, la dependencia paterna desordenada, o a ese clima artificial en el que todo se logra lloriqueando y sin esfuerzo.
A quienes insisten en que dejar llorar a un bebé es un delito, conviene recordarles que nadie sensato está hablando de maltratarlo, sino de enseñarle a dormir, antes de que crezca con vicios nocturnos de difícil solución. Lo fácil es el besuqueo y el sentimentalismo atolondrado. Lo difícil es la educación. Asombra la idiotez e ingenuidad de esta sociedad, que confunde la disciplina con la agresión, los besuqueos con el amor.
Nadie demuestra más amor a un niño que aquellos padres que permanecen firmes -a veces entre calladas lágrimas- frente a los pucheros del bebé, con la noble convicción de educarlos, con la seguridad de estar transmitiéndoles la mejor lección de la vida. Nadie quiere más a su hijo que ese padre que permanece firme, contra todos los elementos, impartiendo con responsabilidad la lección del sueño.
que al parecer la blogosfera arde en torno
a una candente cuestión de la máxima actualidad: "Como dormir a un bebé".
Aunque en
este caso tengo dudas si considerar el debate simplemente una gilipollez, o más
bien una perversidad. Y digo perversidad porque ya estoy viendo al Secretario de
Estado del Ministerio competente inventarse un "Observatorio de la violencia
postnatal" y sacar un par de leyes donde se castigue severamente a los padres
que hacen lo que hay que hacer cuando un bebe se pone coñazo: dejar que se
desahogue.
En castizo dicho de mi querido abuelo: "Cuanto
más llore, menos mea".
No puedo por lo demás dejar de aportar mi
granito de arena al candente debate, de modo que allá voy.
La #1 lleva prácticamente 15 años sin dormir
una noche seguida, acostándose a una hora decente. Con esta pagamos el pato,
pero bien pagado. Sus primeros 9 meses fueron un verdadero infierno, donde solo
conseguía dormirla literalmente corriendo por el pasillo con el bebecito en
brazos. Las demás fueron una bendición a su lado (aunque el 90% de los mortales
no estarían de acuerdo conmigo).
La señora embajadora decidió adquirir el famoso
Libro de Estivill, ante mi monumental cabreo, porque basicamente lo que dice
este sujeto es lo que llevaba yo repitiendo meses: que llore, que no pasa
nada.
Bien recuerdo la cara de satisfacción que ponía
mi padre (lo que su mismo padre, autor del dicho anterior, describía
gráficamente como "sonrisita de masonazo") cuando yo le contaba nuestros
problemas con la criatura. La razón es que servidor fue, según cuentas las
crónicas y no paran, el Premio Nobel de los bebés insoportables. Y claro, la
venganza es un plato que se come frio.
Parece que la cosa viene por vía materna. Mi
añorada abuela describía muy andaluzamente (exagerando todo lo posible, y con
grandes aspavientos) la que le dio mi señora madre en cuanto a noches sin dormir
se trataba. Harta ya de la situación fue al médico:
- Doctor, le traigo a la niña que es que no hay forma de que duerma.
El médico examinó atentamente a la niña y le
dijo a mi abuela mientras escribía una receta:
- Le voy a recetar un somnífero.....
- ¡¡¡¡¿Un somnífero para la niña, doctor?!!!!- exclamó mi abuela asustada.
- No, el somnífero es para usted - dijo el doctor- la niña está estupendamente y puede llorar todo lo que quiera. Ya dormirá.
Estos médicos franquistas eran así de bestias.
Mi madre sobrevivió al somnífero.
Conclusión: Mi contribución al debate se
resume en que hay cosas que NO se aprenden en los libros, se aprenden
viviéndolas, se aprenden recibiéndolas de tus mayores por tradición oral, se
aprenden por el método de prueba y error (uno tiene una importante colección de
esto último en su haber, la Sra. embajadora dará fe). Y esto lo dice un
bibliófilo bibliófago. Asi que, por favor, dejemonos de gilipolleces: lo normal
en un bebé es que no duerma por las noches, lo normal es que su madre quiera
achucharlo, besarlo y mimarlo hasta que se duerma , y lo normal es que su padre
quiera darle una buena propina al sereno a cambio de que se haga cargo de la
bestiecilla insoportable. Teorizar sobre este asunto y que la gente se lo tome
en serio, solo da fe que en la generación anterior hubo demasiados padres que no
dejaron llorar a sus bebés tranquilamente, y lógicamente los volvieron abúlicos
incapaces de soportar unos mesecitos en el infierno. De seguir por esta vía no
se sorprendan si en la siguiente generación se multiplican los casos de bebés
VERDADERAMENTE maltratados. Como si lo viera.
tomado del blog : embajadorenenelinfierno.blogspot.com