Ellos no son de palo.
JAG
Sobre este tema de la inmodestia en el vestir, nos dicen unánimemente los psicólogos y psiquiatras "que todo el cuerpo de la mujer, excepto cara, manos y pies, produce en el varón impactos sensual-sexual".
Es un axioma incuestionable. Son impactos instintivos, puestos lógicamente por Dios en la naturaleza, en orden a la procreación y perpetuación de la especie humana.
El problema es que el Señor en el Evangelio, dice: "Oísteis que se dijo a los antiguos: No adulterarás. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer con deseo, ya adulteró con ella en su corazón" (Mt. 5,27-30).
El Señor no prohibió absolutamente el mirar, sino el mirar con deseo impuro a la mujer no propia. No dijo tampoco el que mirare, sino el que mirare para codiciarla. Es decir, todo el que busca voluntariamente excitar su deseo, el que sin necesidad ninguna mete a esta fiera de la concupiscencia en su alma, ya adulteró con ella en su corazón.
El Señor prohíbe aquí hasta el mal deseo del corazón, y lo prohíbe con unas palabras que directamente se refieren al adulterio; pero el principio, que va implícito en esta doctrina, le da un alcance que comprende todos los deseos deshonestos. El Señor da una doctrina general, que bastaba para los que quisieran entenderlo con buena voluntad, y que después había de irse completando con determinaciones más particulares y precisas, en su propia predicación y en las predicaciones de los apóstoles.
Así lo entendió siempre la tradición eclesiástica, que es legítimo intérprete de las Sagradas Escrituras.A San Juan Crisóstomo, le preguntó, en cierta ocasión, un joven soltero: "¿Y si miro, y tengo deseos impuros, pero nada hago malo?". Y San Juan Crisóstomo, contestó: "Pues, aun así, estás ya entre los adúlteros". Y siguió preguntando el joven: "¿Y si me detengo a mirar, pero no soy prendido por el mal deseo?". Y San Juan Crisóstomo, doctor de la Iglesia, replicó: "No, también esa mirada la castiga el Señor, no sea que fiándote de esa seguridad, vengas a caer en el pecado.
Porque mirando así, una, dos y hasta tres veces, pudiera ser que te contengas; pero si lo haces de continuo, absolutamente seguro que serás cogido por el deseo impuro, pues no estamos ni tú ni yo por encima de la naturaleza humana".El Señor habla aquí del hombre que mira con mal deseo a una mujer, y dice que, si el hombre mira con mal deseo a una mujer, ya ha cometido adulterio en su corazón.
Aunque estas palabras no se refieren a la mujer, que ciertamente también se refieren, nosotros podríamos argumentar así: Si el Señor castiga de esa manera al hombre que mira con mal deseo a una mujer, ¿qué dirá de la mujer que inventa todas las artes posibles para hacer que el hombre la mire con ese mal deseo?. Por lo cual se ve muy claro que cosas que se tienen por meras formas de vanidad femenina, por ligereza sin importancia, son algo más.
Lo más triste del tema que estamos tratando es que los buenos se están contagiando o se han contagiado ya de la ceguera del mundo, de esa ceguera inverosímil que ni siquiera permite ver las verdades más elementales del Evangelio.Dice el Señor que no pueden juntarse luz y tinieblas y parece como si algunos, con su habilidad, hubieran encontrado manera de juntarlas. ¿Qué pensará el Señor realmente de nuestra actual moda? "Van a llegar unos tiempos -decía Jacinta de Fátima- en que las modas ofenderán mucho a Dios Nuestro Señor".
Si el hombre que mira con mal deseo a una mujer ya adulteró en su corazón, ¿qué ocurrirá con la mujer que: o busca derechamente esas miradas del hombre o está obligando a los hombres a que hagan milagros para no mirar de esa manera?. ¿Qué dirá el Señor de estas mujeres que van -según dicen ellas- a la última moda?. Evidentemente, todos los anatemas que hay en este pasaje del evangelio caen, no solamente sobre los que tropiezan en el escándalo, sino mucho más sobre los que escandalizan.Estas dos consecuencias son tan duras, que uno no puede decirlas ya de una manera suave.
Al menos que el Señor no nos pida cuentas de no haber hablado claro. Que el Señor no nos diga que no hemos enseñado la verdad a su pueblo. Ahí tenéis la verdad, tal como está en el Evangelio, que no es palabra de un maestro cualquiera, no es la palabra torpe de un hombre, no es el criterio de un teólogo rigorista, sino que es la palabra misma de Jesucristo, que podéis leer y comprobar en este capítulo quinto del Evangelio de San Mateo.Pero alguno preguntará: ¿Peca mortalmente la mujer que va mal vestida?. Algunos creen que es únicamente problema de intención. Yo siempre digo que no es sólo problema de intención (querer positivamente el mal efecto), sino de tener conocimiento, aunque sea oscuramente, de que uno o una ha puesto la causa objetiva del mal que se va a producir, ve venir por su causa culpable el mal efecto, pero no quiere, aun sabiéndolo, dejar de evitarlo.
El escándalo dado se divide en dos clases: El Escándalo directo y el escándalo indirecto.El escándalo directo es aquel en el que la persona que escandaliza busca directamente que el otro peque. Es decir, pone la ocasión para que el otro tropiece y caiga en el pecado. Y esto, dicen los moralistas, lo puede desear o por odio contra la religión católica (escándalo diabólico); o porque le proporciona alguna ventaja, utilidad o placer (escándalo estrictamente directo).Pero además del escándalo directo, está el escándalo indirecto. Se define como aquel en el que el pecado del otro no se intenta, ni se busca ni se quiere, pero se prevé que se seguirá por mi conducta.Y aquí está la clave: ¿preveía la mujer con ese vestido objetivamente deshonesto que llevaba, que llegaría el escándalo, es decir, la posible ruina espiritual del prójimo al mirarla?. No se trata de saber si pecaron o no todos los hombres que se toparon aquella tarde con ella. No importa si era una mujer atractiva o poco agraciada. Se trata, en definitiva, de saber si la persona puso con su mala acción la causa, cayó en la cuenta de lo que hacía, y previó, con su mal comportamiento en el vestir, el posible mal efecto ruinoso para el otro.
Y ello, aunque no pretendiese con esa prenda cortísima o transparente, originar directamente ningún escándalo. El Padre Noldin, sobre el adorno de las mujeres, dice:* A) En primer lugar, hay que atender a la intención por la cual la mujer se adorna, prescindiendo ahora de si el adorno es modesto o inmodesto. Y dice:o1. Si se adorna por conservar la decencia de su estado, o para agradar a su esposo, o para encontrar novio, o para ocultar un defecto del cuerpo, o por seguir las costumbres de la nación, su intención es ciertamente lícita.o2. Si se adorna o viste por ligereza y vanidad, o simplemente para hacer ostentación de su belleza, su intención es levemente pecaminosa (pecado venial).o3. Si todo ello lo hace para provocar la concupiscencia de los varones y el amor impuro, su intención es gravemente pecaminosa (Escándalo directo.
Pecado mortal en cuanto a la intención, prescindiendo del vestido)* B) En cuanto al objeto (vestido), prescindiendo de la intención de la persona que la ostenta.o1. Si el adorno o vestido es honesto y conveniente al estado, según la costumbre de la nación, pueblo o ciudad, también es lícito y debe ser permitido. Luego no están obligadas a desechar un adorno o vestido decente y honesto, aunque determinadas personas muy concretas se autoprovoquen por ello a la concupiscencia.o2.
Si el vestido es inmodesto, tales como: los vestidos demasiado cortos o tenues, los vestidos demasiado estrechos y los vestidos demasiado escotados, es siempre un grave escándalo porque gravemente y próximamente provoca o puede provocar a otros a la lascivia.o3.
Por eso pecan gravemente aquellos que introducen esos usos, pero también pecan gravemente aquellos que meramente se acomodan porque con ello aumentan la indecencia común.
El problema con la mujer moderna es que seducida por el mundo, ve como normal el vestir indecente, pues comentan: "los tiempos han cambiado, lo importante es lo interior", palabras que son graves, en razón de deformar la modestia, y sobre todo el respetarse asi mismas.El reflejo de el olvido por el vestir modestamente lo podemos ver en las Iglesias post Vaticano II, en las cuales se ve en Misa, a todas las mujeres con pantalón, pants, shorts, y demás, sin ni siquiera cubrirse la cabeza, y sin darle alguna reverencia a Dios.
Tomado de Internet
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