En La Montaña De Dios ; tiene morada propia La Santa Trinidad,,llí viven,Oran Trabajan Los Ermitaños Eucarísticos Del Padre Celestial,
comunidad Franciscana, esta en Pie de Cuesta Santander, Colombia ;Soy un Hijo espiritual del Apa Antonio Lootens Su Fundador q.e.p.d . La Comunidad no es responsable de lo que acá se expresa son mis opiniones Personales ,en respaldo de nuestra Sagrada Iglesia Católica Tradicional.
El Padre Martín Lucía, sacerdote norteamericano, misionero de la adoración perpetua y fundador de la Sociedad misionera apostólica Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, va por todo el mundo con sus misioneros, promoviendo en todas partes la adoración perpetua. Él dice: Sepan que cada minuto que le regalan a Jesús en adoración, Él lo toma y lo bendice y derrama sobre el mundo bendiciones inmensas…
... Conozco hombres que vienen a saludar a Jesús de madrugada, antes de comenzar su trabajo. Hay señoras, que cambian su itinerario al ir a hacer las compras y pasan por la capilla para adorar unos momentos a Jesús. Hay novios que acompañan a sus novias en su turno de adoración... Debemos formar una cadena inquebrantable de amor a Jesús, para que nunca esté solo, y las capillas estén abiertas las 24 horas del día, todos los días del año, para que quien lo desee pueda ir a visitar a Jesús a cualquier hora del día o de la noche. Una capilla de adoración perpetua es como un faro de luz en la noche del mundo y hay que hacer todo lo posible para que el mundo esté lleno de luces.
Para ello, hay que comprometer a cada católico consciente a que dedique, al menos, una hora semanal con compromiso (tal hora concreta) para visitar a Jesús sacramentado. De este modo, entre todos se pueden completar las 24 horas del día y hacer todos unidos una adoración perpetua. Una hora a la semana no es mucho pedir, pues Jesús nos podría decir como a los apóstoles: ¿No habéis podido velar una hora conmigo? (Mt 26, 40).
La experiencia, recogida de muchas partes del mundo, indica las innumerables gracias recibidas por las parroquias, las familias y personas que cumplen sus turnos de adoración en horas santas, al menos, semanales. El Padre Justo Antonio Lofeudo cuenta que en México, visitando las familias para comprometerlas a la hora santa se encontró con una señora divorciada, dentista, profesora universitaria, con mucho trabajo, y que decía no tener tiempo ni para ir a misa los domingos; pero se comprometió una hora a la semana. Se anotó los domingos de 10 a 11 de la noche. Un tiempo más tarde, le envió una tarjeta de agradecimiento y le decía que, normalmente, estaba una hora y media o más, pues se sentía como enamorada de Jesús y cada domingo, cuando llegaba la hora de la cita con el Señor, el corazón le latía de emoción.
Cuenta también el caso de un camionero al que no le gustaba ir a la iglesia, pero aceptó sustituir durante dos semanas, en la hora santa semanal, a su cuñada, que debía viajar. Cumplió su compromiso y, después, se fue a anotar él mismo a la parroquia, porque decía: No sé, no puedo explicarlo, pero ahí he sentido una paz que nunca antes había conocido.
El Padre Martín Lucía y sus misioneros tienen como misión abrir capillas de adoración perpetua en todo el mundo. Y han abierto capillas en lugares de mayoría musulmana como Pakistán, Kazakistán, e, incluso, en el mismo Moscú. En Corea del Sur estas capillas son muy numerosas. En Filipinas hay, al menos, 500 capillas con adoración perpetua.
El cardenal Vidal, arzobispo de Cebú, en Filipinas, decía: Yo admiro a los sacerdotes alrededor del mundo que han establecido la adoración perpetua en sus parroquias y a los obispos que la estimulan en sus diócesis. El único que no quisiera que Jesús sea adorado día y noche y que haría cualquier cosa por impedirlo es Satanás mismo. La adoración perpetua al Santísimo es la solución a nuestros problemas de disminución de vocaciones, de desintegración familiar y de abandono de la fe de muchos de nuestros hermanos.
-Del libro del P. Ángel Peña sobre la Adoración Perpetua
Impactante Revelación a una Santa sobre como Tientan y Atacan los Demonios
Los distintos tipos de demonios a atacan a las personas y las diferentes tentaciones que les ponen.
Los demonios están organizados muy eficientemente para tentar a los seres humanos.
Y lo hacen como en una carrera de postas.
Un demonio hace el trabajo para el cual es experto.
Y luego cuando la persona está madura entrega la posta a otro para que se encargue de seguir y así en una cadena.
Esto le fue revelado a Santa Francisca Romana.
Incluso le fue mostrada cuál es la tentación en cada etapa, en que la persona se va alejando de Dios y va en camino de la perdición, y quienes son los demonios que dirigen esto.
Aquí hablaremos de las visiones que tuvo Francisca Romana sobre el purgatorio, los demonios y el infierno, y cómo es el proceso de tentación a las personas, para que tengas conocimiento, con el objetivo de defenderte.
Entre los siglos XIV y XV vivió Santa Francisca Romana, que está catalogada como la más romana de las santas.
De una familia noble muy piadosa, quería ser religiosa, pero la obligaron a casarse, fue una esposa ejemplar y tuvo 3 hijos.
Fundó los Oblatos de María, tres años antes de su muerte quedó viuda, y se hizo religiosa en el monasterio de Tor de Specchi que ella había fundado.
Tuvo gran cantidad de dones sobrenaturales.
Despedía naturalmente un perfume que olía a una mezcla de lirios y rosas.
Y durante los 3 días de su velatorio el aroma a flores de su cuerpo se hizo más intenso.
También en ocasiones despedía un resplandor sobrenatural.
Tenía el don de reconocer los objetos que estaban bendecidos y los que no lo estaban.
Recibía conocimientos sobrenaturales sobre las cosas y las personas.
Tenía el don de profecía, el don de discernimiento de espíritus y el del consejo, que usaba para convertir a los pecadores y llevar a los desviados al buen camino.
Cuando meditaba la pasión de Cristo sentía los dolores que había tenido el Señor.
Y en la víspera de la Navidad de 1433, tuvo la dicha de recibir en sus brazos al Niño Jesús.
Cuando su hijo murió en 1413, se le apareció con un joven del mismo tamaño, pero mucho más hermoso.
Y le dijo que era el arcángel que el Señor le había enviado para que le asistiera en su peregrinación terrestre.
Él la ayudaría en todo.
Y ese espíritu irradiaba tal luz que Francisca podía leer o trabajar de noche, sin ninguna dificultad, como si fuese de día.
Le iluminaba el camino cuando precisaba salir por la noche.
Y con esa luz podía ver los pensamientos íntimos de los corazones.
Tuvo muchas visiones sobre la vida del más allá.
Fue llevada al Purgatorio y dijo que en él no reina ni el horror, ni el desorden, ni la desesperación, ni las tinieblas eternas, como en el infierno.
Le fue dicho que ese lugar de purificación era también llamado posada de la esperanza.
Pero vio allí almas que sufrían y también a los ángeles de la guarda que las visitaban y las asistían en sus sufrimientos.
Fue llevada también al cielo donde comprendió algo de la esencia de Dios.
Pero lo que llama más la atención de las visiones que tuvo Francisca Romana, son las que experimentó del infierno y de la actividad de los demonios.
En primer lugar, fue informada que los ángeles que cayeron en pecado fueron un tercio, los otros dos tercios perseveraron.
Pero estos ángeles caídos se diferenciaron en tres grupos.
Un tercio fue el que realmente se rebeló contra Dios y está en el infierno para atormentar a los condenados.
Son los que siguieron a Lucifer.
No salen del abismo a no ser con permiso de Dios y cuando se trata de producir una gran calamidad para castigar los pecados de los hombres.
Y son los peores entre los demonios.
Los otros dos tercios de los ángeles caídos son los que no tomaron partido entre Dios y Lucifer, sino que guardaron silencio.
Un tercio vive en los aires y otro sobre la tierra.
Los que están en los aires provocan frecuentemente fenómenos en la naturaleza: heladas, tempestades, ruidos y vientos, inundaciones, terremotos, etc.
Con los cuales debilitan a las almas apegadas a la materia, las conducen a la inconstancia y al temor, las inducen a desfallecer en la fe y a dudar de la providencia divina.
Porque cuando se desconfía de la providencia, es cuando vienen todas las tentaciones.
Y cuando había tormentas muy fuertes en el aire, Santa Francisca recurría a encender velas benditas y rociaba agua bendita, alegando que eran el mejor remedio contra este tipo de tormentas.
Y el otro tercio son los demonios que circulan entre nosotros, que tienen la misión de tentarnos, habiendo sido debilitados previamente por los demonios del aire.
Los demonios que están entre nosotros pertenecen al último coro de los ángeles, al mismo coro que los ángeles de la guarda, o sea que tienen el mismo poder.
De modo que cada persona tiene a su lado un ángel de la guarda y un anti ángel de la guarda, que es un demonio de la perdición, o sea un demonio de la Tierra.
Todos los demonios caídos se ven entre ellos, ya sea que estén en el infierno, en el aire o en la Tierra.
Experimentan el fuego del infierno y se castigan entre ellos.
Pero los demonios de los coros mayores son los que sufren más.
Y cuando llegue el Juicio Final todos ellos serán precipitados al infierno por toda la eternidad.
Francisca dice que el proceso de la tentación que realizan los demonios a las personas es el siguiente: comienza con la desconfianza en Dios, luego pasa a la soberbia, sigue con la impureza, llega a la avaricia y termina en la idolatría.
Dice que en cuanto la desconfianza en Dios es debilitada, el demonio le inspira orgullo a la persona.
Y cuando la soberbia ha aumentado nuestra debilidad, vienen los demonios de la carne y llenan nuestro espíritu.
Luego, cuando los demonios de la carne la han debilitado aún más, llegan los demonios encargados de los delitos del dinero.
Y cuando este demonio del dinero ha reducido aún más los recursos de resistencia de la persona, llegan los demonios de la idolatría para completar lo que los demás han iniciado.
Y así se produce el completo desmoronamiento del alma a través de sucesivas oleadas de demonios que la atacan.
Francisca sabía según la tentación que la persona estuviera cursando, qué tipo de ángel caído la estaba atacando y a que coro pertenecía.
Y cuando un demonio logra que se pierda un alma, se convierte en tentador de otro hombre, pero es más hábil que la primera vez, aprovechando la experiencia que le dio la victoria.
Pero cuando un alma se salva, el demonio tentador es burlado por los otros demonios.
Y llevado ante Lucifer, quien le inflige un castigo especial, distinto de sus otras torturas.
Pero ese no es el mayor sufrimiento que tienen.
Ellos sufren más terriblemente al ver un acto público de virtud.
Sufren más al ver el bien que por todos los tormentos del infierno.
Todo esto está comandado por Lucifer, que es el príncipe de todos los demonios.
Un ángel del coro más alto de los serafines, que de alguna manera Dios usa para castigar a los demonios y a los condenados.
Su vicio característico es el orgullo.
Debajo de él están otros tres príncipes.
El primero es Asmodeo, que tiene como característica el vicio de la carne y fue el jefe de los querubines.
El segundo es llamado Mammón, y lo caracteriza el vicio de la avaricia y fue del coro de los tronos.
Y el tercero, llamado Belcebú, fue de los coros de las dominaciones, y maneja el vicio de la idolatría, a los adivinos y hechiceros.
Y tiene la misión de difundir las tinieblas sobre las criaturas racionales.
En resumen, durante la época de la cristiandad vivió Santa Francisca Romana, una mujer con muchos dones sobrenaturales.
Le fue dicho, que si bien las almas sufren en el purgatorio, es un lugar de esperanza y los ángeles de la guarda consuelan a cada alma.
Y le fue revelado que el tercio de los ángeles que cayeron se dividen en tres partes.
Un tercio de ellos son los que efectivamente se rebelaron contra Dios liderados por Lucifer y están ya en el infierno.
Pero salen² ocasionalmente, con permiso de Dios, para producir los grandes desastres en la Tierra.
Los otros dos tercios se mantuvieron neutrales.
La mitad de estos están en el aire y son los que producen los trastornos habituales en la naturaleza, y así debilitan la confianza de los hombres en la Divina Providencia.
Y la otra mitad está en la tierra actuando como la contracara de los ángeles de la guarda.
Y su función es tentar a las personas aumentando la desconfianza en Dios, luego generando soberbia, posteriormente impureza, llegando a la avaricia y terminando en la idolatría.
Esta información resulta fundamental tenerla presente para identificar cómo estamos siendo tentados y cómo defendernos.
Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre la organización que tienen los demonios para tentar a las personas y quienes son los demonios responsables de hacerlo.
Y me gustaría preguntarte si hoy eres capaz de detectar cuando tienes una tentación y cómo sales de ella.
Los predecibles frutos descompuestos del ecumenismo de Francisco - Adelante la Fe
por
Una encuesta realizada por el Centro de Investigación PEW a 6,485 adultos de los Estados Unidos, del 20 al 26 de septiembre del año 2021 (Pocos americanos culpan a Dios o señalan que la fe ha sido sacudida en medio de la pandemia u otras tragedias) arrojó nueva evidencia de que los frutos del experimento ecuménico del Vaticano II están podridos. Los principales hallazgos de la encuesta incluyen lo siguiente:
La probabilidad de decir que las personas que no creen en Dios pueden ir al Cielo es posible sea doblemente mayor en los católicos que en los protestantes.
La mayor parte de los católicos, pero no así los protestantes, afirman que algunas de las religiones no cristianas pueden conducir a la vida eterna.
Los datos de la encuesta indican que solo el 16% de los católicos encuestados (con respecto al 31% de todos los cristianos) respondieron que “mi religión es la única verdadera fe que lleva a la vida eterna en el cielo”. Adicionalmente, 72% de los católicos respondieron que “muchas religiones pueden conducir a la vida eterna”, y 61% igualmente de católicos respondieron que “algunas religiones no cristianas pueden también llevar al cielo”. Cabe suponer que un porcentaje aun mayor de católicos habría respondido que las religiones no católicas pueden conducir al cielo, de no ser por el hecho que el 10% de esos llamados católicos, indicaron que no creían en el cielo.
Por consiguiente, si la versión de Francisco acerca del catolicismo es correcta, ¿cómo no llegar a la conclusión de que los esfuerzos de San Edmundo Campion fueron, en el mejor de los casos, equivocados, cuando no probablemente malos?
Bien sea que estos resultados nos sorprendan o no, es importante que nos demos cuenta que este tipo de pensamiento fue considerado siempre, por todos los santos anteriores al Vaticano II, como totalmente anatema. Analicemos, por ejemplo, las palabras de San Edmundo Campion, en su carta dirigida a los «Honorables Señores del Consejo Privado de Su Majestad»:
“Sea de su conocimiento que -todos los jesuitas del mundo, cuya sucesión y multitud deben sobrepasar las prácticas de Inglaterra- hemos hecho una liga en la que acordamos llevar alegremente la cruz que pondrán sobre nosotros, y nunca desesperar de la recuperación de ustedes, en tanto cuanto alguno de los nuestros haya sido dejado para disfrutar de su Tyburn o lugar de ejecución, o para ser objeto de tormentos, o consumirse en sus prisiones. El gasto ha sido calculado y la empresa ha comenzado; es de Dios, no se puede resistir".
Tanto él como muchos de sus compañeros sacerdotes jesuitas pasaron los últimos años de sus vidas tratando de salvar almas en Inglaterra, a sabiendas de que el régimen anticatólico de la reina Isabel los torturaría brutalmente y que, de ser capturados, los mataría. Cabe preguntarse: ¿Por qué él haría esto si la religión anglicana estaba bien? En efecto, si la versión de Francisco del catolicismo es correcta, ¿cómo podemos evitar llegar a la conclusión de que los esfuerzos de San Edmundo Campion fueron, en el mejor de los casos, equivocados y muy probablemente incluso malos? A fin de cuentas, si todas las religiones -sean o no cristianas- pueden conducir a la vida eterna, el santo estaba arriesgando innecesariamente su vida y la de los demás, al tiempo que tentaba a sus captores eventuales a pecar. Por absurdo que ello parezca, esto es lo que se deriva lógicamente de la visión ecuménica del catolicismo de Francisco.
Indudablemente, San Edmundo Campion no fue el único santo que creyó que el catolicismo era el único camino que conducía a la salvación –todos los santos anteriores al Vaticano II sabían que las demás religiones desagradaban a Dios. Esto es lo que la Iglesia siempre ha enseñado, y el Syllabus o Índice de los Errores del Beato Papa Pío IX condenó específicamente las siguientes proposiciones, que se asemejan mucho a los principios ecuménicos promovidos por el Vaticano II, y adoptados por Francisco hoy en día:
15. Todo hombre es libre de abrazar y profesar la religión que, guiado por la luz de la razón, considere verdadera. – Alocución “Maxima quidem”, 9 de junio de 1862; Damnatio “Multiplices inter”, 10 de junio de 1851.
16. En la observancia de cualquier religión, el hombre puede encontrar el camino de la salvación eterna y llegar a la salvación eterna. – Encíclica “Qui pluribus”, 9 de noviembre de 1846.
17. Hay que albergar, al menos, la esperanza de la salvación eterna de todos aquellos que no están, en modo alguno. en la verdadera Iglesia de Cristo. – Encíclica “Quanto conficiamur”, 10 de agosto de 1863, etc.
18. El protestantismo no es más que otra forma de la misma religión cristiana verdadera, a través del cual se puede agradar a Dios del modo que lo hace la Iglesia Católica. – Encíclica “Noscitis”, 8 de diciembre de 1849.
Pío IX condenó estas proposiciones porque contradicen claramente la enseñanza perenne de la Iglesia. Pero los apologistas del Espíritu del Vaticano II nos han dicho que la enseñanza de la Iglesia ha cambiado.
Pío IX condenó estas proposiciones porque contradicen claramente la enseñanza perenne de la Iglesia. No obstante, los apologistas del Espíritu del Vaticano II nos han dicho que la enseñanza de la Iglesia ha cambiado. ¿Nos ha explicado alguno de estos magos progresistas el momento en que los santos anteriores al Vaticano II recibieron su actualización sobre este importante elemento de la religión católica? ¿Fue inmediatamente al entrar al cielo o tuvieron que esperar a que los innovadores del Vaticano II comenzaran a enseñar sus novedades? ¿Se regocija el cielo de dar la bienvenida a una nueva clase de santos cada vez que nuestros oráculos del Vaticano II promulgan sus nuevos avances en la ciencia ecuménica?
En sus Cien años de modernismo, el Hermano Dominique Bourmaud describió el proceso malintencionado mediante el cual los arquitectos progresistas del Vaticano II condujeron a tantos católicos al estado de fe trágicamente absurdo, claramente indicado por la encuesta de Pew:
“Los ecumenistas responsables de la configuración del Vaticano II -y de su ruina- tuvieron que distorsionar las palabras y las realidades antes de que la Iglesia abierta y pluralista pudiera ser aceptada. Gracias a la abundancia de ambigüedades y de maniobras tras bambalinas pudieron transferir, con éxito, a los Padres conciliares la identidad de los contrarios: la Iglesia de Jesucristo es sólo la Iglesia católica y no sólo la Iglesia católica; la verdad en materia de religión es solo la fe católica y no solo la fe católica; la gracia de Jesucristo se recibe exclusivamente a través de la Iglesia Católica y no se recibe exclusivamente a través de ella. O bien, si no identificaron los contrarios, los relativizaron, mostrando que una Iglesia es tan buena como otra, una fe tan verdadera como otra. Estos dos medios, contradicción y relativismo, conducen al escepticismo absoluto: nada es verdad debido a que todo y su contrario es verdad. Mediante el sacrificio de los principios de razón y fe, fue como el Concilio pudo implementar el capítulo incoherente del ecumenismo”.
Aun cuando muchos Padres conciliares consintieron en los cambios sin comprender plenamente su naturaleza anticatólica, aquellos que impulsaron la falsa agenda del ecumenismo sisabían que estaban atacando la enseñanza católica inmutable. Como consecuencia, a los católicos les quedó la tarea imposible de creer tanto en lo que la Iglesia ha enseñado siempre, como en lo que siempre ha rechazado. Así, en el espíritu de la religión del Vaticano II, «nada es verdad, dado que todo y su contrario también lo es». Simplemente no se puede reconciliar la fe de los santos previos al Vaticano II (es decir, el catolicismo) con las creencias de los católicos nominales de hoy, incluido Francisco.
Como suele suceder cuando afrontamos las contradicciones del Espíritu del Vaticano II, podemos recurrir al arzobispo Marcel Lefebvre para que nos traiga nuevamente a la realidad del catolicismo. En su libro “Le destronaron” (en inglés titulado “They Have Uncrowned Him”), Monseñor Lefebvre respondió a las novedades del Concilio como un hombre que dio su vida para luchar por la verdadera Fe:
“El Concilio se complació en exaltar los valores salvíficos, o los valores – punto final - de otras religiones. Al referirse a las religiones cristianas no católicas, el Vaticano II enseña que "Aunque creemos que son víctimas de deficiencias, en modo alguno están desprovistas de significado y valor en cuanto al misterio de la salvación". ¡Esto es herejía! La Iglesia Católica es el único medio de salvación. . .. Uno se puede salvar dentro del protestantismo, ¡pero no por el protestantismo! ¡En el cielo no hay protestantes, solo católicos! "
Francisco y sus colaboradores alegarían, ciertamente, que el arzobispo Lefebvre fue demasiado rígido y cruel al decir que en el cielo solo hay católicos. Pero, si Francisco tiene razón y el arzobispo Lefebvre está equivocado, ¿para qué, entonces, tomarse la molestia de ser católico?
Como refutación a cualquier sugerencia de que la verdadera perspectiva católica es cruel, podemos mirar una historia en Contra las herejías del arzobispo Lefebvre:
“Algunos jóvenes protestantes me invitaron un día a Lausana para darles una conferencia; querían oírme hablar sobre Econe. Les dije: 'Les estoy hablando como obispo católico, y creo que por eso me invitaron. No se sorprendan, entonces, si les digo exactamente lo que pienso del protestantismo”. Dejé claro que para nosotros solo hay una religión verdadera, y la Econe representa esta convicción, porque nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica. Por eso somos tradicionalistas; eso no significa que despreciamos a los demás, pero la religión protestante es para nosotros un error”.
¿Cómo suponemos que este grupo de protestantes respondió a la defensa clara de la fe católica hecha por el arzobispo Lefebvre? Si imaginamos que el falso ecumenismo del Vaticano II y de Francisco son correctos, cabría sospechar que fue reprendido por su rigidez. Al contrario, felicitaron al arzobispo por decir la verdad sobre el catolicismo:
“Bueno, en los días siguientes, estos jóvenes protestantes me escribieron para felicitarme. Me dijeron que eso era lo que querían escuchar; sabían que un católico es católico y no puede admitir que el protestantismo es la verdadera religión. Así que no se sorprendieron”.
Las almas tienen sed de verdad y saben que el ecumenismo de Francisco es una mentira absurda e insatisfactoria. Desafortunadamente, se trata de una mentira que los llamados católicos han repetido durante tanto tiempo que las personas sensatas, a menudo, se sorprenden de encontrar verdaderos católicos que dicen la verdad. Por esta razón, aquellos de nosotros que tenemos la verdadera Fe, tenemos una obligación aún mayor de hablar clara y honestamente sobre el catolicismo. Como escribió el arzobispo, debemos hacer esto para salvar almas:
“Todo esto es grave y como católicos tenemos que afrontar continuamente este tipo de situaciones. Debemos estar al servicio de estas almas, pensemos siempre en su salvación. Si no hablo correctamente, si no transmito la verdad, tal vez haya almas que no se salven, cuando hubieran podido hacerlo. Ciertamente, el buen Dios puede actuar directamente, sin intermediarios, para convertir al mundo entero. Sin embargo, quería utilizar sacerdotes y misioneros. Él cuenta con nosotros; somos nosotros quienes debemos ser la ocasión de conversión de estas almas”.
En los años que siguieron inmediatamente al Vaticano II, se pudiera quizás excusar a los católicos de haber escondido, en cierto modo, su luz católica bajo un celemín, llevados por un sentido equivocado de obediencia al nuevo ecumenismo; sin embargo, hoy en día sabemos con certeza que este nuevo ecumenismo ha llevado al mundo a un estado de oscuridad espiritual e intelectual casi total. Para aquellos capaces de ver, es evidente que Francisco utiliza el falso ecumenismo del Vaticano II para lo que siempre fue su propósito: desarrollar una sola religión mundial al servicio de Satanás y su Nuevo Orden Mundial. Esto significa que ahora, más que nunca, debemos obedecer la orden de Nuestro Señor: «Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria a su Padre que está en los Cielos” (Mateo 5:16).
Los frutos podridos representados por la encuesta Pew hunden sus raíces en el Vaticano II, fueron nutridos por la Jornada de oración por la paz convocada en Asís por el Papa Juan Pablo II y están consagrados en la Casa de la Familia Abrahámica, donde pueden descomponerse libremente. Ese es el legado de los arquitectos del Vaticano II.
¿Cuál será nuestro legado? ¿Ha emasculado este espíritu ecuménico también nuestra Fe? ¿Aceptamos las contradicciones absurdas inherentes al Espíritu del Vaticano II? De ser así, entonces, ¿para qué molestarnos en ser católicos?
Si queremos ser verdaderos católicos, Dios nos dará la gracia de hacer todo lo que sea posible para luchar por la Fe. En este sentido, no estamos limitados por nuestro deber de estado – todo católico tiene la venturosa oportunidad de luchar por la Fe en este momento crucial, incluso aun cuando sea simplemente a través de la oración, las buenas obras y la firme adhesión a la Fe católica. Solo necesitamos creer y practicar el verdadero catolicismo, sobre el cual San Maximiliano Kolbe escribió para inspirar a tantas almas que se unirían a sus Caballeros de la Inmaculada:
“El catolicismo conquista las almas. Siempre conquistará las almas, porque únicamente él tiene la Verdad. Y "la Verdad os hará libres", dice el Señor Jesús. Les da felicidad, en tanto cuanto ella es posible de experimentar en este valle de lágrimas; satisface el entendimiento, que busca respuestas a las diversas interrogantes del momento presente. Solo el catolicismo puede proporcionar esto -¡y verdaderamente lo da! "
El mundo tiene hambre de la Verdad. He ahí la razón por la cual Satanás y sus patéticos lugartenientes y soldados rasos hacen todo lo posible por oscurecer la Fe católica. Nos interponemos e impedimos sus esfuerzos por erradicar la Fe -no cedamos nunca. Como San Edmundo Campion bien dijo: “Se ha calculado el gasto, se inicia la empresa; es de Dios, no se puede resistir».
¡Que la Santísima Virgen María, vencedora de todas las herejías del mundo, nos ayude a ser dignos de las promesas de Cristo, su Hijo! Inmaculado Corazón de María, ¡Rogad por nosotros!
Los demonios huyen de quien pronuncia el nombre de María
Al oír el nombre de María, los ángeles se alegran y los demonios se agitan.
Tomás de Kempis, autor de la famosa Imitación de Cristo, afirma que
"Los demonios temen tanto a la reina del cielo, que con sólo oír pronunciar su nombre huyen de la persona que lo pronuncia como de un fuego ardiente".
San Ambrosio compara su nombre con un dulce ungüento, porque siempre que se pronuncia es un bálsamo curativo para nuestras almas pecadoras.
"El nombre de María cura a los pecadores, alegra los corazones y los inflama con el amor de Dios", dice San Alfonso de Ligorio en sus Glorias de María.
La Santísima Virgen reveló a Santa Brígida que no hay en la tierra un pecador, por muy alejado que esté del amor de Dios que, al invocar su nombre con la resolución de arrepentirse, no haga huir al demonio de él o de ella. Por muy apresado que esté un pecador en las garras del demonio, en cuanto éste le oye pronunciar el dulce nombre de María, se ve obligado a liberarlo.
La Virgen reveló también a Santa Brígida que, del mismo modo que los demonios huyen de una persona que invoca su nombre, los ángeles se acercan a las almas piadosas que pronuncian su nombre con devoción.
Así que, amigos pecadores, invoquemos a menudo este dulce y poderoso nombre de María que "despeja el aire". Nosotros y nuestros seres queridos seremos mejores, más libres y más felices por ello.
Lo que veo. María, muchacha jovencísima (al máximo quince años a juzgar por su aspecto), está en una pequeña habitación rectangular; verdaderamente, una habitación de jovencita. Contra una de las dos paredes más largas, está el lecho: una cama baja, sin armadura, cubierta por gruesas esteras o tapetes—diríase que éstos están extendidos sobre una tabla o sobre un entramado de cañas porque están muy rígidos y sin pliegues como los de nuestras camas —. Contra la otra pared, un estante con una lámpara de aceite, unos rollos de pergamino y una labor de costura — parece un bordado — cuidadosamente doblada.
A uno de los lados del estante, hacia la puerta, que da al huerto, abierta ahora, aunque tapada por una cortina que se mueve movida por un ligero vientecillo, en un taburete bajo está sentada la Virgen. Está hilando un lino candidísimo y suave como la seda. Sus manitas, sólo un poco más oscuras que el lino, hacen girar rápidamente el huso. Su carita juvenil, preciosa, está ligeramente inclinada y ligeramente sonriente, como si estuviera acariciando o siguiendo algún dulce pensamiento.
Hay un gran silencio en la casita y en el huerto. Y mucha paz, tanto en la cara de María como en el espacio que la rodea. Paz y orden. Todo está limpio y ordenado. La habitación, de humildísimo aspecto y mobiliario, casi desnuda como una celda, tiene un aire austero y regio, debido a su gran limpieza y a la cuidadosa colocación de la cobertura del lecho, de los rollos, de la lámpara y del jarroncito de cobre que está cerca de ésta con un haz de ramitas floridas dentro, ramitas de melocotonero o de peral, no lo sé; lo que sí está claro es que son de árboles frutales, de un blanco ligeramente rosado.
María comienza a cantar en voz baja. Luego alza ligeramente la voz. No llega al pleno canto, pero su voz ya vibra en la habitación, sintiéndose en aquélla una vibración del alma. No entiendo la letra, que sin duda es en hebreo, pero, dado que, de vez en cuando repite "Yeohveh", intuyo que se trata de algún canto sagrado, acaso un salmo. Quizás María recuerda los cantos del Templo. Debe tratarse de un dulce recuerdo. Efectivamente, deja sobre su regazo sus manos, y con ellas el hilo y el huso, y levanta la cabeza para apoyarla en la pared, hacia atrás. Su rostro está encendido de un lindo rubor; los ojos, perdidos tras algún dulce pensamiento, brillantes por un golpe de llanto, que no los rebosa pero sí los agranda. Y, a pesar de todo, los ojos ríen, sonríen ante ese pensamiento que ven y que los abstrae de lo sensible. Resaltando de su vestido blanco sencillísimo, circundado por las trenzas, que lleva recogidas como corona en torno a la cabeza, el rostro rosado de María parece una linda flor.
El canto pasa a ser oración:
- Señor Dios Altísimo, no te demores más en mandar a tu Siervo para traer la paz a la tierra. Suscita el tiempo propicio y la virgen pura y fecunda para la venida de tu Cristo. Padre, Padre santo, concédele a tu sierva ofrecer su vida para esto. Concédeme morir tras haber visto tu Luz y tu Justicia en la Tierra, sabiendo que la Redención se ha cumplido. ¡Oh, Padre Santo, manda a la Tierra el Suspiro de los Profetas! Envía el Redentor a tu sierva. Que cuando cese mi día se me abra tu Casa por haber sido abiertas sus puertas por tu Cristo para todos aquellos que en ti hayan esperado. Ven, ven, Espíritu del Señor. Ven a los fieles tuyos que te esperan. ¡Ven, Príncipe de la Paz!...
María se queda así ensimismada...
La cortina late más fuerte, como si alguien la estuviera aventando con algo o quisiera descorrerla. Y una luz blanca de perla fundida con plata pura hace más claras las paredes tenuemente amarillentas, hace más vivos los colores de las telas, más espiritual el rostro alzado de María. En la luz se prosterna el Arcángel. La cortina no ha sido descorrida ante el misterio que se está verificando; es más, ya no late: pende, rígida, pegada a las jambas, separando, como una pared, el interior del exterior.
El Arcángel necesariamente debe adquirir un aspecto humano; pero es un aspecto ultra-humano. ¿De qué carne está compuesta esta figura bellísima y fulgurante? ¿Con qué sustancia la ha materializado Dios para hacerla sensible a los sentidos de la Virgen? Sólo Dios puede poseer estas substancias y usarlas de esa manera perfecta. Es un rostro, es un cuerpo, son ojos, boca, cabellos y manos como las nuestras; pero no se trata de nuestra opaca materia: es una luz que ha tomado color de carne, de ojos, de cabellera, de labios, una luz que se mueve y sonríe y mira y habla.
-¡Salve, María, llena de Gracia, salve! - La voz es un dulce arpegio como de perlas chocadas contra un metal precioso.
María se estremece y baja la mirada. Su estremecimiento aumenta cuando ve a la fúlgida criatura arrodillada aproximadamente a un metro de distancia de Ella, con las manos cruzadas sobre el pecho, mirándola con una veneración infinita.
María, repentinamente, se pone en pie y aprieta su cuerpo contra la pared. Palidece y se ruboriza alternativamente. Su rostro expresa estupor y turbación. Inconscientemente aprieta sus manos contra el pecho escondiéndolas en las anchas mangas. Se recoge sobre sí misma como queriendo esconder lo más posible su cuerpo: un acto de delicado pudor.
- No. No temas. ¡El Señor está contigo! ¡Bendita tú entre todas las mujeres!.
A pesar de estas palabras, María sigue temiendo. ¿De dónde viene ese ser extraordinario? ¿Es un enviado de Dios, o del Engañador?
-¡No temas, María! - insiste el Arcángel - Yo soy Gabriel, el Ángel de Dios. Mi Señor me ha enviado a ti. No temas, porque has hallado gracia ante Dios. Tú concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo, y le pondrás por nombre "Jesús". Será grande, será llamado Hijo del Altísimo, y verdaderamente lo será. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y reinará para siempre en la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin nunca. Comprende, santa Virgen amada del Señor, Hija bendita suya, llamada a ser Madre de su Hijo, comprende qué Hijo vas a engendrar.
-¿Cómo puede suceder esto si yo no conozco hombre? ¿Acaso el Señor ya no acoge el ofrecimiento de su sierva? ¿Es que ya no quiere que sea virgen por amor a Él?.
- No vas a ser madre por obra de varón, María. Tú eres la eterna Virgen, la Santa de Dios. El Espíritu Santo descenderá sobre ti y la potencia del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, Santo se llamará el que nacerá de ti, e Hijo de Dios. Todo lo puede el Señor, Dios nuestro. Isabel, la estéril, en su vejez ha concebido un hijo que será el Profeta de tu Hijo, el que preparará sus caminos. El Señor la ha liberado de su oprobio y su memoria quedará en las gentes unida a tu nombre, como el nombre de su hijo al de tu Hijo Santo, y hasta el final de los siglos las gentes os llamarán bienaventuradas por la gracia del Señor que habéis recibido, y a ti especialmente, María, porque habrán recibido la Gracia por medio de ti. Isabel está ya en su sexto mes, y su peso, paradójicamente, la regocija, y más aún la regocijará cuando conozca el motivo de tu gozo. Para Dios nada es imposible, María, llena de Gracia. ¿Qué debo responderle a mi Señor? No te turbe ningún tipo de pensamiento. Él tutelará tus intereses si te pones en sus manos. ¡El mundo, el Cielo, Dios eterno esperan tu respuesta!.
María, cruzando a su vez sus manos sobre el pecho e inclinándose con gesto reverente dice: - He aquí la esclava de Dios. Hágase de mí según su palabra.
El Ángel resplandece de alegría y se pone en actitud adorante, puesto que, sin duda, ve al Espíritu de Dios descender sobre la Virgen, inclinada en gesto de adhesión; luego desaparece sin mover la cortina, dejándola cerrada cubriendo el Misterio santo.
En estos días vemos cómo la lucha contra la pandemia requiere aún un notable esfuerzo por parte de todos y cómo también el nuevo año se presenta desafiante. El coronavirus sigue creando aislamiento social y cosechando víctimas y, entre los que han perdido la vida, quisiera recordar al recientemente fallecido Mons. Aldo Giordano, Nuncio Apostólico muy conocido y estimado en el seno de la comunidad diplomática. Al mismo tiempo, hemos podido constatar que en los lugares donde se ha llevado adelante una campaña de vacunación eficaz, ha disminuido el riesgo de un avance grave de la enfermedad.
Por lo tanto, es importante que se continúen los esfuerzos para inmunizar a la población lo más que se pueda. Esto requiere un múltiple compromiso a nivel personal, político y de la comunidad internacional en su conjunto. En primer lugar, a nivel personal. Todos tenemos la responsabilidad de cuidar de nosotros mismos y de nuestra salud, lo que se traduce también en el respeto por la salud de quien está cerca de nosotros. El cuidado de la salud constituye una obligación moral. Lamentablemente, cada vez más constatamos cómo vivimos en un mundo de fuertes contrastes ideológicos. Muchas veces nos dejamos influenciar por la ideología del momento, a menudo basada en noticias sin fundamento o en hechos poco documentados. Toda afirmación ideológica cercena los vínculos que la razón humana tiene con la realidad objetiva de las cosas. En cambio, la pandemia nos impone una suerte de “cura de realidad”, que requiere afrontar el problema y adoptar los remedios adecuados para resolverlo. Las vacunas no son instrumentos mágicos de curación, sino que representan ciertamente, junto con los tratamientos que se están desarrollando, la solución más razonable para la prevención de la enfermedad.
Por otra parte, la política debe comprometerse a buscar el bien de la población por medio de decisiones de prevención e inmunización, que interpelen también a los ciudadanos para que puedan sentirse partícipes y responsables, por medio de una comunicación transparente de las problemáticas y de las medidas idóneas para afrontarlas. La falta de firmeza decisional y de claridad comunicativa genera confusión, crea desconfianza y amenaza la cohesión social, alimentando nuevas tensiones. Se instaura un “relativismo social” que hiere la armonía y la unidad.
Por último, es necesario un compromiso global de la comunidad internacional, para que toda la población mundial pueda acceder de la misma manera a los tratamientos médicos esenciales y a las vacunas. Lamentablemente, se constata con dolor que, en extensas zonas del mundo, el acceso universal a la asistencia sanitaria sigue siendo un espejismo. En un momento tan grave para toda la humanidad, reitero mi llamamiento para que los gobiernos y los entes privados implicados muestren sentido de responsabilidad, elaborando una respuesta coordinada a todos los niveles (local, nacional, regional y global), mediante nuevos modelos de solidaridad e instrumentos aptos para reforzar las capacidades de los países más necesitados. Exhorto, en particular, a los estados que se están esforzando por establecer un instrumento internacional sobre la preparación y la respuesta a las pandemias, bajo el patrocinio de la Organización Mundial de la Salud, para que adopten una política de desinteresada ayuda mutua, como principio clave para que el acceso a instrumentos diagnósticos, vacunas y fármacos esté garantizado a todos. Asimismo, sería conveniente que instituciones como la Organización Mundial del Comercio y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual adecuen sus propios instrumentos jurídicos, para que las reglas monopólicas no constituyan ulteriores obstáculos a la producción y a un acceso organizado y coherente a los tratamientos a nivel mundial.
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TRADUCCIÓN DEL LENGUAJE DIPLOMÁTICO VATICANO CON LOS EMBAJADORES:
“Inyecten a la población lo antes posible. La gente no está obedeciendo, tienen información alternativa. Recurran a decisiones firmes y pongan fin a la libertad de expresión que está impidiendo la cohesión…” O sea, insta a la inoculación obligatoria.