jueves, 29 de noviembre de 2018

Lectio Divina Viernes 30

Orden Carmelitana


Lectio: 
 Viernes, 30 Noviembre, 2018
(Mateo 4, 18-22)
El llamado de Andrés y de su hermano;
los primeros discípulos pescadores de hombres.
ORACIÓN
andrew.JPGOh Padre, que has llamado a san Andrés de las redes del mundo a la pesca maravillosa en el anuncio del Evangelio; has que también nosotros podamos gustar siempre más de la dulzura de tu paternidad, especialmente en el sentirnos amados como hijos tuyos; que seamos abiertos a Ti con una fe plena toda nuestra vida, para así permitir ser alcanzados y ser transformados por la mirada y la palabra de tu Hijo amado, nuestro Señor Jesús; ya que juntos con Él, deseamos llevar la alegre noticia de tu amor misericordioso a tantos hermanos y hermanas, el cual hace, que nuestra vida sea más bella.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
LECTURA
Del santo Evangelio según san Mateo (4, 18-22)
18 Mientras Jesús caminaba a orillas del mar de Galilea, vio a dos hermanos: uno era Simón, llamado Pedro, y el otro Andrés. Eran pescadores y estaban echando la red al mar. 19 Jesús los llamó: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres.» 20 Al instante dejaron las redes y lo siguieron. 21Más adelante vio a otros dos hermanos: Santiago, hijo de Zebedeo, con su hermano Juan; estaban con su padre en la barca arreglando las redes. Jesús los llamó, 22 y en seguida ellos dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
MEDITACIÓN
* “Caminaba a orillas del mar de Galilea”. Jesús ha salido apenas del desierto, después de cuarenta días de gran soledad y de lucha contra el diablo (cf. Mt 4, 1-11). Él ha salido victorioso; seguro del amor de su Padre y ha venido a Galilea; una tierra lejana y despreciada; una tierra fronteriza y de paganos; solo portando consigo mismo su gran luz y su salvación (cf. Mt 4, 12-16). Y aquí, Él ha iniciado a proclamar  su mensaje de alegría y de liberación: “¡El Reino de los Cielos está ahora cerca! (cf. Mt 4, 17). No hay más soledad; ni desierto agobiante; no hay ausencia porque el Señor Jesucristo ha descendido sobre nuestra tierra; la Galilea de los gentiles: en efecto, Él está cercano; Él es Dios-con-nosotros. Él no está lejano. No se ha quedado ahí parado y escondido, porque Él mismo “camina”; pasea a orillas del mar; a lo largo de los costados de nuestras vidas pobres y de hecho aún más allá de nuestros horizontes. La Galilea, que significa “anillo”: y cuya interpretación nos dice que Él, Jesús, el Amor, viene a desposarse; a unirse para siempre con Él. Ahora, solo nos resta acogerlo mientras camina sobre la orilla del mar. Aún en la distancia, Él ya nos ve, y esto lo sabemos…
* El verbo “ver”, se repite dos veces, primeramente, al referirse a Andrés y a su hermano, después a Santiago y a Juan; este “ver” porta consigo mismo toda la fuerza y la intensidad de una mirada proveniente del corazón, de lo más íntimo.  Y es en esta manera, como el Señor nos ve: nos lee a profundidad; con una detenida atención amorosa hojea paso a paso las páginas de nuestras vidas; conoce cada cosa de nosotros y todo lo ama.
* No es del nada raro que Mateo utilice muchas veces un vocabulario familiar para narrar este episodio acerca de la vocación y del encuentro con el Señor Jesús. Ya que también, encontramos cuatro veces la palabra “hermano”, y dos veces la palabra “padre”. Somos llevados a casa; a nuestro principio de vida; allá donde de igual forma nos redescubrimos que somos hijos y hermanos. Jesús entra dentro de esta realidad nuestra y lo hace en una manera más humana; más nuestra; más cotidiana; entra en la carne; en el corazón; en toda la vida y viene a rescatarnos para hacernos nacer de nuevo. 
* “Sígueme” y “ven”: son sus palabras sencillas y claras; Él nos pide situarnos en el camino; movernos de la misma forma que Él. ¡Es agradable sentirse despertar por esta voz suya! La cual es más fuerte y alcanzable; más dulce qué la voz de las aguas del mismo mar y del mundo, que a veces tienden a ser ruidosas y confusas. En cambio, cuando Él habla, lo hace al corazón, todo se convierte en una gran paz y todo vuelve a la calma. Y después, nos muestra también la ruta, nos señala el camino por hacer y a seguir y no nos deja perdernos: “Detrás de mí”, dice el Señor. Solo basta recibir la invitación; solo basta en aceptar que sea Él, para qué saber más; solo debemos seguirlo, pues Él nos mostrará el camino. 
* “dejaron las redes y lo siguieron”. Los dos hermanos, los dos primeros llamados, el de Pedro y el de Andrés, llegan a ser para nosotros un ejemplo clarísimo, valiente y convincente al inicio de este camino. Ellos nos enseñan las cosas que hay que hacer, los movimientos y la elección. “Dejar” y “seguir” llegan a ser los verbos claves y las palabras escritas en el corazón. Lo son porque quizás frecuentemente pueda que ocurra el tener que considerar dichas iniciativas en el interior de nuestras vidas; en lo secreto del alma; allí donde solo nosotros podemos ver. Allí en donde solo el Señor es testigo de que incluso para nosotros, se cumplen estas dos maravillosas palabras del Evangelio, que son tan vivas y fuertes, y que te cambian la vida.
* “En seguida”. Por dos ocasiones, Mateo nos hace ver la prontitud de los discípulos en la acogida de la invitación del Señor, que pasa; al igual que en Su mirada y en su voz dirigida hacia ellos. Ellos no ponen obstáculos; no dudan; no tienen miedo; solo se fían ciegamente a Él; respondiendo en seguida y diciendo si, a aquel Amor.
Además, Mateo nos hace recorrer delante a nuestros ojos todos los elementos que vivifican aquella escena a la orilla del mar: como por ejemplo, las redes; la barca; el padre…todo se escurre en el fondo; todo pasa a segundo plano y todo se deja a un lado. Solo permanece el Señor, que va adelante y, detrás de Él, aquellos cuatro hombres nuevos, que llevan nuestro nombre y la historia, que Dios ha escrito para nosotros.  
ALGUNAS PREGUNTAS
* El panorama de esta narración del Evangelio y por tanto la perspectiva de la gracia del Señor, que  todavía hoy actúa en nosotros; es como la del mar de Galilea; un mar textual que tiene un nombre y su geografía y que me llevan a considerar preguntas como: ¿Puedo en este momento ante la Palabra de Dios, dar una cara precisa al horizonte de mi vida? ¿Tengo la paz interior para dejar al descubierto ante los ojos de Cristo, mi vida tal como si fuese yo el mar, la Galilea? ¿Tengo, quizás miedo de las aguas que portan mi corazón, como si mi mar fuese amenazador, oscuro o enemigo? ¿Puedo dejar al Señor caminar a lo largo de mi costado? ¿Puedo dejarme verme yo también como Andrés, como Simón, Santiago o Juan en este relato?
* ¿Y si guardo silencio en este momento? ¿Y si permito realmente, a que pase Jesús y se acerque a mí, hasta dejar su huella de amor y de amistad sobre mi pobre arena? ¿Tengo aún y después el valor de dejarme alcanzar por su mirada llena de luz? ¿O continuo ha esconderme un poco más, a empañar y disfrazar cualquier parte de mí, que yo mismo no deseo ver o aceptar?
Y todavía: ¿dejo que Él me hable; que me diga, quizás por primera vez: “sígueme”? ¿O prefiero continuar escuchando solo el rumor del mar y de sus olas invasoras y devastadoras?
* Este Evangelio me habla en una manera muy fuerte acerca de la compañía de los hermanos; me habla de mí ser como hijo; pone al descubierto la parte más profunda del corazón y entra en lo más íntimo de mi hogar. ¿Tal vez, puede ser que este sea propiamente el lugar en donde hay más dolor para mí y en donde no me siento comprendido, escuchado y amado como yo quisiera? ¿Por qué el Señor pone du dedo en mi herida? Hermanos, padre, madre, compañeros…Jesús es todo esto para mí y Él es aún más. ¿Lo entiendo verdaderamente yo en esta manera? ¿Hay un espacio para Él en mi hogar? ¿Cómo es mi relación con Él? ¿Mi relación con Él es como de hermano, como de amigo o como de hijo? ¿O acaso lo conozco de una manera lejana, superficial o como un escape?
* Me parece muy claro en este pasaje, que el Señor hace grandes cosas en la vida de los discípulos: “Los haré pescadores de hombres”, les dice a ellos. ¿Cómo reacciono ante a este descubrimiento? ¿Deseo también yo el dejarme ser tocado por Él en un modo verdadero, real? ¿Deseo permitirme cambiar mi estilo de vida? ¿Deseo ponerme en camino con Él hacia una nueva aventura; a buscar hermanos y hermanas que han tenido la necesidad de encontrarlo? ¿Deseo conocerlo? ¿Deseo sentirme amado o amada de su Amor infinito? ¿Puedo ser pescador de hombres como Andrés y sus hermanos? 
* Por ahora, solo falta una cosa: la decisión, la opción de seguir al Señor, de caminar detrás de Él. ¿Todavía, intento detenerme un momento más? ¿Qué cosa debo dejar hoy para dar este paso importante? ¿Qué es lo que me frena, me esconde, que no me permite moverme? ¿Qué pesar tengo en el corazón, en el alma? ¿Quizás hay en mí la necesidad de confesarme, de abrir el corazón? ¿Porto ahora dentro en forma escrita el mensaje de Su mirada que Él ha puesto en mí; Su palabra, qué es más fuerte que el rumor del mar? ¡No puedo fingir que nada ha pasado! ¡El Señor ha pasado y ha dejado una señal! Yo no soy más como aquel de primero…quiero decir sí, como Andrea. Amén.
Oración Final
Tu palabra es una lámpara para mis pasos, y una luz en mi camino.
Del Salmo 119
¿Cómo un joven llevará una vida honesta?
Cumpliendo tus palabras.
Yo te busco de todo corazón:
No permitas que me aparte de tus mandamientos.
Conservo tu palabra en mi corazón,
para no pecar contra ti.
Tú eres bendito, Señor:
Enséñame tus preceptos.
Yo proclamo con mis labios
todos los juicios de tu boca.
Me alegro de cumplir tus prescripciones,
más que de todas las riquezas.
Meditaré tus leyes
y tendré en cuenta tus caminos.
Mi alegría está en tus preceptos:
no me olvidaré de tu palabra
--------------------------------------------------------------------------------

Lectio Divina: 
 Friday, November 30, 2018
Matthew 4:18-22
The call of Andrew and his brother.
The first disciples fishers of men.
1) Prayer
andrew.JPGO Father, you called St. Andrew from the net of the world to become the wonderful fisher of men for the proclamation of the Gospel. Please also make us taste the sweetness of the heavenly Father and make us to be your beloved children, so that we can open our heart to you with full confidence in order to allow it to be made and formed by the eyes and words of your beloved Son, our Lord Jesus, and that together with Him, we bring the joyful news of your merciful love to our brothers and sisters, which makes our life more beautiful.
2) Reading
As He was walking by the Sea of Galilee, He saw two brothers, Simon who is called Peter, and his brother Andrew, casting a net into the sea; they were fishermen.19 He said to them, "Come after me, and I will make you fishers of men."20 At once they left their nets and followed him. 21 He walked along from there and saw two other brothers, James, the son of Zebedee, and his brother John. They were in a boat, with their father Zebedee, mending their nets. He called them, 22 and immediately they left their boat and their father and followed him.
3) Meditation
* "He was walking along the Sea of Galilee." Jesus is just out of the desert, after 40 days of great loneliness and struggle against the devil (Mt 4, 1-11). He emerged victorious, secure in His love of the Father, and came into Galilee and dwelt in Capernaum on the sea coast, in the borders of Zabulon and of Nephthalim, bringing His great light and His salvation (Mt 4, 12-16). Here He began to shout His message of joy and liberation: "The kingdom of heaven is at hand" (Mt 4, 17). There is no more loneliness since the Lord Jesus has arrived in our land, Galilee, among the Gentiles. He is very close, He is God-with-us. He is not far away and does not stay hidden. He "walks", along the sea and along the shores of our poor lives. Indeed, even more. Galilee, meaning "ring", tells us that He, being love, is to marry and to join with Him forever. Then you just have to welcome Him, as He walks by the sea. He already sees us, even from a distance, we already know.
* The verb "saw", repeated twice, first in reference to Andrew and his brother, then James and John, brings all the strength and intensity of a gaze that comes deep from the heart. Thus the Lord sees us, as readers, with loving attention to browse the pages of our lives, and who knows everything about us, everything He loves.
* It is no accident that Matthew often uses a particular vocabulary to describe this episode of family vocation. In this encounter with the Lord Jesus we find the word "brother" four times and the word "father"two times.  We discover that we too are sons and brothers. Jesus enters our reality in a most human way everyday. He enters the fl[3] esh, in the heart, in my entire life, to make us born again.
* "Follow me." These are His words, simple and clear. He asks us to set out, to move,  to "come to Him." It is a nice feeling to awaken to this voice that reaches us and is stronger and sweeter than the voice of the waters of the sea in the world which are noisy and confused. When He speaks to the heart, it becomes a great calm, and calm returns. Then He offers a course, marks the path to follow, and does not let us lose. "Follow me," says the Lord. Just accept the invitation, accept Him to know more, and just follow him as He opens the road.
"They left and followed." The two brothers, the first called, Peter and Andrew, become for us the beginning of this journey, as a clear, strong decision. They teach us to do the moves, the movement, to choose. "Release" and "Forward" become the key verbs and the words are written in the heart. Maybe we will often have to make these changes on the inside, in the secret soul, where only we can see. This is where the Lord is faithful. For us it does this wonderful thing, this word of the  Gospel, so bright and strong that it changes your life.
* "Now." Matthew shows us twice the welcoming and readiness of the disciples as the Lord is passing by, with His gaze and His voice for them. They do not put up obstacles. There is no doubt or fear, and they trust Him blindly and respond immediately, saying yes to that Love.
In a crescendo, Matthew slides before our eyes all the elements that inspired the scene on the shore of the sea: nets, boats, the father, then it slips away into the background and is left aside. There remains only the Lord who goes before, and behind Him are the four new, called men. They carry our name, the story that God wrote for us.
4) Some questions
    * The horizon of this Gospel story and the grace that God still does for us is like the sea, a clear sea, which has a name and a geography. Can I, before the Word of God, at this moment, give a precise image of the horizon of my life? Do I have the inner peace to lay bare my life as it is, my Galilee, my sea, before the eyes of Christ? Do I fear that water in my heart, like a menacing sea, dark and empty? Can I allow the Lord to walk along my bank? Can I let myself look like Andrew, or as Simon, James or John?
    * And if I'm silent at this moment, if I believe the steps of Jesus really are as close to me as to leave my poor sand on His prints of love and friendship, then do I have the courage to let myself look into His eyes full of light? Or do I continue to hide a bit, to escape, to hide somewhere such that I do not want to see or accept?
    And again, do I let Him talk to me, tell me, perhaps for the first time: "Come after me"? Or do I prefer to just keep listening to the sound of the sea, its waves invading and breaking on the shore?
    * This Gospel speaks to me very strongly of the company of brothers. I speak of my being a son. It lays bare the deepest part of the heart, like the intimacy of home. Perhaps this is the place where there is more pain for me, where I do not feel understood, accepted and loved as I am? For the Lord puts His finger in my wound. Brothers, father, mother, friends... Jesus is all this for me, and much more. Do I really feel it? Is there room for Him in my house? And how is my relationship with him? Is it as a brother, or friend, or a son? Do you only know from a distance?
    * It seems very clear that in this passage the Lord does great things in the life of the disciples. "I will make you fishers of men" He tells them. How do you react to this discovery? Do I let myself be touched by Him, really and truly? Do you want to let Him change your life? With Him I want to start a new adventure, looking for brothers and sisters who need to meet, to know and to feel loved by His infinite love? I can be a fisher of men, like Andrew and his brothers.
    * We have just one thing: the decision to follow the Lord and to walk behind Him. What do I have to leave today to take this important step? What is holding me back which does not allow me to move? What weight in my heart, my soul? Perhaps I have in me the need to confess, to open my heart. My answer is now written into the look that He has laid on me, His words being stronger than the sound of the sea and I can not pretend that nothing has happened. The Lord  has left a mark. I am no longer what I was. I mean yes, as did  Andrew. Amen.
5) Concluding Prayer
Your Word, Lord is a lamp to my feet.
How can the young walk without fault?
Only by keeping your words.
With all my heart I seek you;
do not let me stray from your commands.
In my heart I treasure your promise,
that I may not sin against you.
Blessed are you, O LORD;
teach me your laws.
With my lips I recite all the edicts you have spoken.
I find joy in the way of your decrees more than in all riches.
I will ponder your precepts and consider your paths.
In your laws I take delight; I will never forget your word
-------------------------------------------------------------------------------------

Lectio: 
 Venerdì, 30 Novembre, 2018
La chiamata di Andrea e di suo fratello
I primi discepoli pescatori di uomini
Preghiera
andrew.JPGO Padre, che hai chiamato sant’Andrea dalle reti del mondo alla pesca meravigliosa dell’annuncio evangelico, fa’ che anche noi possiamo sempre più gustare la dolcezza della tua paternità e, nel sentirci amati come figli, apriamo a te con piena fiducia tutta la nostra vita, per lasciarci raggiungere e cambiare dallo sguardo e dalla parola del tuo Figlio diletto, il Signore Gesù; con Lui vogliamo portare a tanti fratelli la lieta notizia del tuo amore misericordioso, che rende bella la vita.
Per Cristo nostro Signore. Amen.
Lettura
Dal vangelo secondo Matteo (4, 18-22)
18Mentre camminava lungo il mare di Galilea, vide due fratelli, Simone, chiamato Pietro, e Andrea suo fratello, che gettavano le reti in mare; erano infatti pescatori. 19E disse loro: «Venite dietro a me, vi farò pescatori di uomini». 20Ed essi subito lasciarono le reti e lo seguirono. 21Andando oltre, vide altri due fratelli, Giacomo, figlio di Zebedeo, e Giovanni suo fratello, che nella barca, insieme a Zebedeo loro padre, riparavano le loro reti, e li chiamò. 22Ed essi subito lasciarono la barca e il loro padre e lo seguirono.
Meditazione
* “Camminava lungo il mare di Galilea”. Gesù è appena uscito dal deserto, dopo i 40 giorni di grande solitudine e lotta contro il demonio (Mt 4, 1-11). E’ uscito vittorioso, sicuro dell’amore del Padre suo ed è venuto in Galilea, terra lontana e disprezzata, terra di confine e di estraneità, portando la sua grande luce, la sua salvezza (Mt 4, 12-16). E qui ha iniziato a gridare il suo annuncio di gioia e liberazione: “Il regno dei cieli è vicino!” (Mt 4, 17). Non c’è più solitudine, né deserto incolmabile, non c’è assenza da quando il Signore Gesù è sceso sulla nostra terra, Galilea delle genti: Lui, infatti, è davvero vicino, è Dio-con-noi. Non sta lontano, non rimane fermo e nascosto, ma Egli “cammina”, passeggia lungo il mare, lungo le rive delle nostre povere vite. Anzi, ancora di più. Galilea significa “anello”: questo ci dice che Lui, l’Amore, viene a sposarci, a unirci per sempre con Sé. Allora non resta che accoglierLo, mentre cammina sulla riva del mare. Lui già ci vede, anche a distanza, già ci conosce…
* Il verbo “vide”, ripetuto due volte, in riferimento prima ad Andrea e a suo fratello, poi a Giacomo e a Giovanni, porta con sé tutta la forza e l’intensità di uno sguardo che parte dal cuore, dall’intimo. Così il Signore ci vede: ci legge dentro, sfoglia con attenzione amorosa le pagine della nostra vita, conosce ogni cosa di noi, tutto Lui ama.
* Non è un caso che Matteo utilizzi molte volte il vocabolario familiare per raccontare questo episodio di vocazione, di incontro con il Signore Gesù. Troviamo quattro volte la parola “fratello” e due volte la parola “padre”. Siamo condotti a casa, al nostro principio di vita, là dove anche noi riscopriamo che siamo figli e fratelli. Gesù entra dentro questa nostra realtà più umana, più nostra, più quotidiana; entra nella carne, nel cuore, in tutta la vita. E viene recuperarci, a farci nascere ancora.
* “Venite dietro a me”. Queste sono le sue parole, semplici, limpide: ci chiede di metterci in cammino, di muoverci, anche noi, come Lui. “Venite!”. E’ bello sentirci risvegliare da questa sua voce, che ci raggiunge ed è più forte, più dolce della voce delle acque del mare, del mondo, rumorose e confuse. Quando Lui parla al cuore, si fa grande bonaccia, ritorna la calma. E poi ci offre anche la rotta, segna il percorso da fare; non ci lascia smarrire: “Dietro a me”, dice il Signore. Basta accogliere l’invito, basta accettare che sia Lui a saperne di più; dobbiamo solo seguirlo, è Lui ad aprire la strada.
“Lasciarono e seguirono”. I due fratelli, i primi chiamati, Pietro e Andrea, diventano, per noi, all’inizio di questo cammino, un esempio chiarissimo, forte, sicuro. Ci insegnano le mosse da fare, i movimenti, le scelte. “Lasciare” e “seguire” diventano i verbi chiave, le parole scritte nel cuore. Sì, perché forse accadrà più spesso di dover fare tali operazioni al di dentro, nel segreto dell’anima, dove solo noi possiamo vedere. Dove solo il Signore è testimone che anche per noi si compie questa meravigliosa parola del vangelo, tanto viva e forte che ti cambia la vita.
* “Subito”. Per due volte Matteo ci fa vedere la prontezza dei discepoli nell’accogliere il Signore che passa, il suo sguardo, la sua voce per loro. Non mettono ostacoli, non dubitano, non hanno paura, ma si fidano ciecamente di Lui, rispondono subito, dicendo sì a quell’Amore.
In un crescendo, Matteo fa scorrere davanti ai nostri occhi tutti gli elementi che animavano quella scena, sulla riva del mare: le reti, le barche, il padre… tutto scivola via, passa in secondo piano, viene lasciato da parte. Rimane solo il Signore, che cammina davanti e, dietro a Lui, quei quattro chiamati, uomini nuovi, che portano in sé il nostro nome, la storia che Dio ha scritto anche per noi.
Alcune domande
* L’orizzonte di questo racconto evangelico e quindi della grazia che il Signore ancora oggi compie per noi, è il mare, un mare preciso, che ha un nome, una sua geografia. Riesco, davanti alla Parola di Dio, in questo momento, a dare un volto preciso all’orizzonte della mia vita? Ho la serenità interiore per mettere a nudo, davanti agli occhi di Cristo, la mia vita, così com’è, la mia Galilea, il mio mare? Ho forse paura delle acque che porto nel cuore, quasi fosse un mare minaccioso, oscuro, nemico? Riesco a lasciare che il Signore cammini lungo le mie rive? Riesco a lasciarmi guardare anch’io, come Andrea, come Simone, Giacomo e Giovanni?
* E se faccio silenzio, in questo momento, se lascio davvero che i passi di Gesù si avvicinino a me, fino a lasciare sulla mia povera sabbia le sue impronte d’amore, d’amicizia, ho poi anche il coraggio di lasciarmi raggiungere dal suo sguardo pieno di luce? O continuo a nascondermi un po’, a sottrarmi, a mascherare qualche parte di parte, che io stesso non voglio vedere, o accettare?
E ancora: lascio che Lui mi parli, che mi dica, forse per la prima volta: “Vieni dietro a me”? O preferisco continuare ad ascoltare solo il rumore del mare, delle sue onde invadenti, scomposte?
* Questo Vangelo mi parla in maniera molto forte della compagnia dei fratelli, mi parla del mio essere figlio, mette a nudo la parte più profonda del cuore, entra nell’intimo della casa. Forse è proprio questo il luogo dove c’è più dolore per me, dove non mi sento capito, accolto e amato come vorrei? Perché il Signore mette il dito nella mia piaga? Fratelli, padre, madre, compagni… Gesù è tutto questo per me, ed è molto di più. Lo sento davvero così? C’è posto, per Lui, a casa mia? E com’è la mia relazione con Lui? Di fratello, di amico, di figlio? O lo conosco solo da lontano, alla superficie, di sfuggita?
* Mi sembra molto chiaro che questo passaggio del Signore opera grandi cose nella vita dei discepoli: “Vi farò pescatori di uomini”, dice a loro. Come reagisco davanti a questa scoperta? Voglio anch’io lasciarmi toccare da Lui in modo vero, reale? Voglio lasciarmi cambiare la vita? Insieme a Lui voglio partire per una nuova avventura, a cercare fratelli e sorelle che hanno bisogno di incontrarlo, di conoscerlo, di sentirsi amati dal suo Amore infinito? Pescatore di uomini posso essere anch’io, come Andrea e i suoi fratelli.
* Manca ormai solo una cosa: la decisione, la scelta di seguire il Signore, di camminare dietro di Lui. Provo a fermarmi ancora un istante… Cosa devo lasciare, oggi, per fare questo passo importante? Cos’è che mi frena, che mi insabbia, che non mi permette di muovermi? Quale peso ho nel cuore, nell’anima? Forse nasce dentro di me il bisogno di confessarmi, di aprire il mio cuore. Porto ormai scritto dentro lo sguardo che Lui ha posato su me, le sue parole, più forti del rumore del mare; non posso far finta di niente. Il Signore è passato a ha lasciato un segno. Io non son più quello di prima… voglio dire il mio sì, come Andrea. Amen.
Preghiera finale
La tua Parola, Signore, è lampada ai miei passi.
Come potrà un giovane tenere pura la sua via?
Osservando la tua parola.
Con tutto il mio cuore ti cerco:
non lasciarmi deviare dai tuoi comandi.
Ripongo nel cuore la tua promessa
per non peccare contro di te.
Benedetto sei tu, Signore:
insegnami i tuoi decreti.
Con le mie labbra ho raccontato
tutti i giudizi della tua bocca.
Nella via dei tuoi insegnamenti è la mia gioia,
più che in tutte le ricchezze.
Voglio meditare i tuoi precetti,
considerare le tue vie.
Nei tuoi decreti è la mia delizia,
non dimenticherò la tua parola.
(dal Salmo 119