En La Montaña De Dios ; tiene morada propia La Santa Trinidad,,llí viven,Oran Trabajan Los Ermitaños Eucarísticos Del Padre Celestial,
comunidad Franciscana, esta en Pie de Cuesta Santander, Colombia ;Soy un Hijo espiritual del Apa Antonio Lootens Su Fundador q.e.p.d . La Comunidad no es responsable de lo que acá se expresa son mis opiniones Personales ,en respaldo de nuestra Sagrada Iglesia Católica Tradicional.
Señor, purifica mi corazón, para que Tu Palabra caiga en él, y dé el ciento por uno
Primera Lectura
Lectura de la profecIa de Daniel (3,14-20.91-92.95):
EN aquellos días, el rey Nabucodonosor dijo: «¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdénago, que no teméis a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que he erigido? Mirad: si al oír tocar la trompa, la flauta, la cítara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, estáis dispuestos a postraros adorando la estatua que he hecho, hacedlo; pero, si no la adoráis, seréis arrojados inmediatamente al horno encendido, y ¿qué dios os librará de mis manos?». Sidrac, Misac y Abdénago contestaron al rey Nabucodonosor: «A eso no tenemos por qué responderte. Si nuestro Dios a quien veneramos puede librarnos del horno encendido, nos librará, oh rey, de tus manos. Y aunque no lo hiciera, que te conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua de oro que has erigido». Entonces Nabucodonosor, furioso contra Sidrac, Misac y Abdénago, y con el rostro desencajado por la rabia, mandó encender el horno siete veces más fuerte que de costumbre, y ordenó a sus soldados más robustos que atasen a Sidrac, Misac y Abdénago y los echasen en el horno encendido. Entonces el rey Nabucodonosor se alarmó, se levantó y preguntó, estupefacto, a sus consejeros: «¿No eran tres los hombres que atamos y echamos al horno?». Le respondieron: «Así es, majestad». Preguntó: «Entonces, ¿cómo es que veo cuatro hombres, sin atar, paseando por el fuego sin sufrir daño alguno? Y el cuarto parece un ser divino». Nabucodonosor, entonces, dijo: «Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que envió un ángel a salvar a sus siervos, que, confiando en él, desobedecieron el decreto real y entregaron sus cuerpos antes que venerar y adorar a otros dioses fuera del suyo».
Palabra de Dios
Salmo
Dn 3,52.53.54.55.56
R/. A ti gloria y alabanza por los siglos
V/. Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres. Bendito tu nombre, santo y glorioso. R/.
V/. Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R/.
V/. Bendito eres sobre el trono de tu reino. R/.
V/. Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos. R/.
V/. Bendito eres en la bóveda del cielo. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (8,31-42):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Le replicaron: «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?». Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre». Ellos replicaron: «Nuestro padre es Abrahán». Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre». Le replicaron: «Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios». Jesús les contestó: «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió».
Palabra del Señor
COMENTARIO DE BENEDICTO XVI
En este texto del Evangelio que se ha proclamado, Jesús se revela como el Hijo de Dios Padre, el Salvador, el único que puede mostrar la verdad y dar la genuina libertad. Su enseñanza provoca resistencia e inquietud entre sus interlocutores, y Él los acusa de buscar su muerte, aludiendo al supremo sacrificio en la cruz, ya cercano. Aun así, los conmina a creer, a mantener la Palabra, para conocer la verdad que redime y dignifica. En efecto, la verdad es un anhelo del ser humano, y buscarla siempre supone un ejercicio de auténtica libertad. Muchos, sin embargo, prefieren los atajos e intentan eludir esta tarea. Algunos, como Poncio Pilato, ironizan con la posibilidad de poder conocer la verdad, proclamando la incapacidad del hombre para alcanzarla o negando que exista una verdad para todos. Esta actitud, como en el caso del escepticismo y el relativismo, produce un cambio en el corazón, haciéndolos fríos, vacilantes, distantes de los demás y encerrados en sí mismos. Personas que se lavan las manos como el gobernador romano y dejan correr el agua de la historia sin comprometerse. Por otra parte, hay otros que interpretan mal esta búsqueda de la verdad, llevándolos a la irracionalidad y al fanatismo, encerrándose en «su verdad» e intentando imponerla a los demás.
Hoy vamos a aprender a no ofender a Dios. En otras palabras, a ser felices. El camino ya nos lo enseñó Dios mismo. Repasémoslo:
MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS EN PARTICULAR
Primer mandamiento
Al principio de los mandamientos se dice: «Yo soy el Señor Dios tuyo». Estas palabras indican que Dios, por ser nuestro Criador y Señor, puede mandarnos lo que quiera, y nosotros, sus criaturas, estamos obligados a obedecerle.
El primer mandamiento es: «No tendrás otro Dios más que a Mí». Nos manda adorar sólo a Dios, y darle el culto debido, practicando la verdadera religión. Prohíbe la superstición, la irreligiosidad y la ignorancia culpable de las verdades de la fe y cualquier otro pecado contra la religión.
LA SUPERSTICIÓN
Superstición es dar a la criatura el culto debido sólo a Dios, o dar a Dios culto de un modo indebido.
Son supersticiones la idolatría, la vana observancia, la adivinación, la magia, el maleficio, el espiritismo, etc.
Idolatría es dar a una criatura el culto supremo de adoración, debido sólo a Dios.
Vana observancia es usar medios no proporcionados, ni instituidos por Dios, para obtener un efecto cierto. Es de tres clases:
1ª- El arte de adquirir la ciencia sin trabajo.
2ª- El arte de curar con varios signos o cosas sagradas.
3ª- Observación de los sucesos; en vista de un suceso casual se calcula la suerte o desgracia.
Es superstición: Atribuir a una oración o a cierto número de cruces la virtud de curar ciertamente una enfermedad; tener por días de desgracia el martes o el viernes; considerar como de mal presagio el número 13; romper un cristal, derramar la sal; llevar amuletos para tener suerte o evitar la desgracia, etc., etc.
Es pecado, pues, pretender sanar infaliblemente las enfermedades sólo con oraciones u otros medios inadecuados.
Algunas personas santas han sanado enfermedades con oraciones solamente, pero esto fue por milagro y dichas personas no atribuían a sus oraciones la virtud infalible de sanar enfermedades.
La adivinación es pretender averiguar las cosas ocultas con ayuda del demonio. La adivinación se hace por los astros, por las líneas de las manos, por una casualidad, por los sueños, por las cartas, etc. Pecan gravemente los que van a preguntar a las adivinas, se hacen decir la buenaventura, etc.: no será pecado grave si se hace para jugar, sin que ni la una ni la otra parte preste crédito, pero ni aun por juego deben hacerse estas cosas. El porvenir contingente y libre lo sabe sólo Dios; las adivinas no lo pueden saber.
Los sueños enviados por Dios, para hacer conocer su voluntad, son rarísimos; por las señales que les acompañan se conoce ciertamente ser diferentes de los sueños naturales o diabólicos.
La magia supersticiosa es el arte de hacer cosas extraordinarias, las cuales, aunque no sean sobrenaturales, son superiores a las fuerzas del hombre, y, por consiguiente, sólo pueden hacerse por intervención diabólica.
Brujería o maleficio es el arte de dañar con intervención del demonio. Los casos de brujería o maleficio son rarísimos. Las brujas están generalmente en la cabeza de los ignorantes. Esta superstición es causa hasta de asesinatos y de otros crímenes gravísimos. El que está en gracia de Dios nada debe temer, pues tiene a Dios por Padre que lo protege con una providencia especial.
El buen cristiano no pretende querer averiguar el porvenir por medios ilícitos; confía en la Divina Providencia y vive tranquilo.
El espiritismo o consulta hecha a los espíritus es un gravísimo pecado. Cuanto menos religión tiene un pueblo, tanto más está lleno de supersticiones.
LA IRRELIGIOSIDAD
La irreligiosidad es una irreverencia especial que se infiere a Dios, a las personas y cosas sagradas.
Sacrilegio es la profanación de lugar, persona o cosa, consagradas a Dios y destinadas a su culto.
Tentar a Dios es decir o hacer algo para probar si Dios es sabio, poderoso o dotado de cualquier otra perfección.
Simonía es pretender comprar o vender por precio temporal algo espiritual o anexo a lo espiritual.
La impiedad es negar a Dios todo culto. Las principales sectas impías son: el Liberalismo, la Masonería, el Socialismo y el Anarquismo.
Liberalismo es el sistema que toma por criterio único y exclusivo de todo acto moral privado o público, la razón y voluntad del hombre, prescindiendo de Dios. Ser liberal antes significaba ser generoso, magnánimo; ahora generalmente significa pertenecer a una secta condenada por la Iglesia.
La Masonería es una sociedad que tiene por fin principal hacer guerra a la Iglesia Católica.
El Socialismo tiene el mismo fin que la masonería. Para engañar a los obreros les promete la repartición de todos los bienes, la igualdad social, etc.
El Anarquismo es el sistema que proclama la destrucción de todo poder y autoridad, aún con la violencia.
El Fanatismo es el furor de los sectarios, producido por ideas falsas. El que cumple con fidelidad las leyes de la Iglesia, confiesa y comulga a menudo, no es fanático, sino devoto. Los ignorantes y maliciosos confunden la devoción con el fanatismo. La devoción es una virtud, el fanatismo es un vicio.
Los diez mandamientos de la ley de Dios, o «el Decálogo»
Querido Ejército Remanente:
Hoy vamos a aprender a no ofender a Dios. En otras palabras, a elegir la vida, a ser felices. El camino ya nos lo enseñó Dios mismo. Repasémoslo:
El primero de los mandamientos: No tendrás otro Dios más que a Mí.
El segundo: No tomar el nombre de Dios en vano.
El tercero: Acuérdate de santificar las fiestas.
El cuarto: Honra al padre y a la madre.
El quinto: No matar.
El sexto: No fornicar.
El séptimo: No hurtar.
El octavo: No levantar falso testimonio.
El noveno: No desear la mujer (o esposo) de tu prójimo.
El décimo: No codiciar los bienes ajenos.
El decálogo contiene explícita o implícitamente todos los deberes del hombre en relación a Dios, al prójimo y consigo mismo. Ya veremos uno por uno en las próximas lecciones.
Dios en sus mandamientos manda que hagamos el bien y evitemos el mal; por esto cada mandamiento contiene un precepto y una prohibición.
Dios ha impreso estos mandamientos en el corazón del hombre y los dio a Moisés en el Monte Sinaí, escritos en dos tablas de piedra, para que no nos lo olvidemos.
Los tres primeros, contenidos en la primera tabla, tienen por fin directo el honor de Dios.
Los otros siete, contenidos en la segunda tabla, tienen por fin directo el bien del prójimo.
Nuestro Señor Jesucristo confirmó los diez mandamientos y los perfeccionó con los consejos evangélicos. Podemos, debemos, y es absolutamente necesario, cumplir con los divinos mandamientos para salvarnos.
Podemos: Dios conoce nuestras fuerzas y si Él manda el cumplimiento de los mandamientos, es porque sabe que podemos cumplirlos. Si encontramos alguna dificultad en cumplirlos, pidamos a Dios su gracia, e infaliblemente Él nos ayudará y nos hará fácil lo que para nosotros nos resulta difícil y aún imposible.
Debemos: porque Dios lo quiere, lo manda, y nadie como Él tiene más, ni tanto derecho a ser obedecido. Lo exige el bien común y la sana razón. El código de todos los países civilizados está basado en la ley de Dios.
Es absolutamente necesario cumplir los mandamientos: porque sólo cumpliéndolos nos libraremos del infierno y conseguiremos el cielo. Basta quebrantar un solo mandamiento en cosa grave para merecer la eterna condenación.
El pecado
Pecado es faltar a la ley de Dios.
El pecado es original y actual.
Pecado original es aquel con que todos nacemos, heredado de nuestros primeros padres. Se borra con el santo bautismo.
Pecado actual es el que comete voluntariamente quien tiene uso de razón.
El pecado puede cometerse con pensamiento, deseo, palabra, obra y omisión. Omisión quiere decir dejar de hacer aquello a que uno está obligado.
No todos los pecados son iguales; como entre amigos pueden surgir disgustos pequeños y graves, así también sucede entre Dios y el hombre.
Los disgustos pequeños no rompen la amistad, pero sí los graves.
El pecado actual puede ser mortal y venial.
Pecado mortal es faltar a la ley de Dios en materia grave, con plena advertencia y pleno consentimiento.
Materia grave significa cosa de importancia.
Plena advertencia significa que el entendimiento se dé cuenta claramente de que la cosa es mala. No peca, por falta de advertencia, quien come carne en día prohibido, porque no sabe o no recuerda que es día de abstinencia.
Pleno consentimiento significa que la voluntad sea del todo libre. Un sueño malo, de por sí, no es pecado, porque cuando uno duerme no es libre para hacer el bien o el mal. En donde no hay libre voluntad, no hay pecado. No peca quien hace algo malo sin querer. Es imposible pecar sin querer.
Sin embargo, pecaría quien, por encontrarse amenazado de muerte u otro mal grave, cometiera una acción mala por su naturaleza, como insultar a Dios, abandonar la verdadera religión, etc.
Para que haya pecado no es necesario querer directamente ofender a Dios. Sólo el demonio u hombres semejantes al demonio pueden querer directamente ofender a Dios. Lo que se intenta, al pecar, es sólo satisfacer la pasión, el capricho. Para que haya pecado, ni siquiera es necesario pensar que se ofende a Dios; basta hacer libremente algo ilícito, dándose cuenta que aquello no se debe hacer, porque es malo.
Quien hace mal sin saberlo por ignorancia culpable, peca; por ejemplo, un médico que «ignore» la malicia del aborto. Hoy en día, con tanta información a nuestro alcance, es difícil encontrarse en «ignorancia invencible» o inculpable, puesto que cada vez es más fácil conocer. Pensemos en la obviedad de la malicia del aborto. Sólo aquellas personas que realmente están incapacitadas de obtener un conocimiento concreto sobre algo, estarían excusadas. Quizás alguna enfermedad mental, o una clara imposibilidad de información.
Quien ejecuta un acto, dudando si es lícito, peca. El que duda si un acto es lícito o ilícito debe averiguar antes; y no puede efectuarlo sin saber que es lícito. El medio más práctico para averiguar si un acto es lícito, es preguntar al confesor. (Confesores buenos, que defiendan la sana doctrina de la Iglesia Católica, y no los «curas modernistas»)
Quien hace algo lícito, pero creyendo por error que es ilícito, peca.
El pecado mortal se perdona de dos maneras:
1º- Confesándose.
2º- Haciendo un acto de contrición perfecta con el propósito de confesarse.
El pecado grave se llama mortal, porque quita al alma la vida sobrenatural de la gracia santificante.
Pecado venial es faltar a la ley de Dios de materia leve; o en cosa grave, pero sin plena advertencia o pleno consentimiento.
Se llama pecado venial, esto es, perdonable, porque no quita la gracia de Dios, y se perdona fácilmente. El pecado venial se perdona arrepintiéndose de haberlo cometido.
EL PECADO ES EL MAYOR DE TODOS LOS MALES
Debemos temer todo pecado como el mayor de todos los males. El pecado es el mal contra Dios; porque le quita la obediencia y el honor que le son debidos.
Si Dios fuera capaz de pena, el pecado se la causaría.
El pecado, el mal contra Dios, es un mal infinito, por ser infinita la dignidad de Dios ofendido. Todos los demás males son males de las criaturas; mas todas las criaturas, comparadas con Dios, son como nada; por consiguiente, todos sus males son como nada comparados con el mal contra Dios.
Por esto, aun para librar de la peste al mundo entero, (como con las supuestas vacunas «salvadoras», pero que contienen células de fetos abortados), jamás sería lícito cometer el más mínimo pecado. Nunca puede ser lícito cometer un pecado; pues si alguna vez fuera lícito, ya no sería pecado. De hecho: ¿en qué quedamos? ¿Estamos en contra del aborto, pero a favor de vacunas con células de abortos? Jamás se puede ir en contra de la Santa Ley de Dios sin pecar. Y jamás un fin bueno puede permitir un medio malo, como en este caso, el medio del aborto, que es sumamente grave. Lo dicho, contradice la «doctrina» de la Iglesia modernista, pero no la doctrina de Dios.
Y más recientemente, Monseñor Strickland, no tuvo ningún reparo en afirmar algo semejante:
El pecado es un mal para el hombre mismo, porque le quita la eterna felicidad, que es su último fin. Ningún otro mal causa más fatales consecuencias.
MALICIA DEL PECADO MORTAL
El pecado mortal es una ofensa grave al Dios de Majestad infinita; por consiguiente, es una injuria infinita. El hombre que comete pecado mortal se rebela contra Dios: si no con palabra, con sus obras, dice: «No quiero servir a Dios; no quiero hacer lo que Él manda».
El hombre, si se le compara con Dios, es infinitamente menos que un gusano comparado con todo el universo. ¿Un ser tan vil se atreve a rebelarse contra Dios? ¿Por qué? Por una pasión baja que no quiere dominar y, muchas veces, por cosas de ningún valor.
Todo el que comete pecado mortal ama más a sí mismo y a las criaturas que a Dios; pues disgusta gravemente a Dios, para complacerse a sí mismo o a otros.
¡Pecar!… ¡Ofender a Dios en su misma presencia!… ¡es el colmo del atrevimiento! A lo menos para pecar, buscad un lugar donde Dios no esté. ¡Pero ese lugar no existe!
Quien comete un pecado mortal es el ser más ingrato: Todo lo que el hombre tiene, Dios se lo ha dado y se lo conserva, y sin embargo, el pecador lo emplea para ofenderle.
El que comete pecado mortal se hace esclavo de las pasiones y apetitos contrarios a la razón.
N. S. Jesucristo, para librarnos de los pecados, aceptó los males de pena, y muy grandes, pero no el mal de culpa. Jesús NO FUE CULPABLE. El pecado mortal ha sido la causa de que Jesús sufriera los más crueles tormentos en su pasión santísima.
Un solo pecado mortal cambió a unos Ángeles hermosísimos en demonios feísimos.
Un solo pecado mortal, el de Adán, cambió el mundo, de un paraíso de delicias y goces, en un valle de lágrimas y dolores.
CONSECUENCIAS DEL PECADO MORTAL
El pecado mortal:
1º- Nos aparta de Dios y nos priva de su amor y amistad.
2º- Nos quita los méritos y el derecho a la gloria.
3º- Nos hace merecedores de la eterna condenación.
CONSECUENCIAS DEL PECADO VENIAL
Debemos evitar también los pecados veniales, porque:
1º- El pecado venial es una ofensa que se hace a Dios.
2º- Impide muchas gracias que el Señor nos concedería.
3º- Todo pecado venial atrae varios castigos de Dios en esta vida y en la otra.
4º- Poco a poco conduce al pecado mortal.
Por lo tanto: ¡JAMÁS PECAR!
Sólo el pecado es el verdadero mal, pues los demás males pueden traernos grandes bienes, porque nos ayudan a conseguir mayores premios para el cielo. Sólo el pecado, si es grave, nos separa de Dios, nuestro Sumo Bien; y si es leve, retarda nuestra entrada en el cielo y nos priva de muchas gracias.
Evitemos, pues, todo pecado, cueste lo que cueste. Digamos a menudo: primero morir que pecar.
Si por cada vez que el hombre cometiera un pecado, tuviera que pagar una gran multa o recibir un gran castigo corporal ¿no es verdad que todos tendrían un cuidado sumo en no cometer pecados? Con mayor razón debemos abstenernos del pecado por no ofender a Dios, por no perder el cielo, por no merecer los castigos temporales y eternos.
MEDIOS PARA EVITAR EL PECADO
1º- En las tentaciones, acudir a Dios y a la Santísima Virgen con fervorosas oraciones jaculatorias, pensando que Dios está presente en todo lugar.
2º- Leer algún libro bueno y hacer unos minutos de meditación cada día.
3º- Acordarse a menudo de la muerte, juicio, infierno y gloria.
4º- Cada noche, al acostarse, hacer examen de conciencia, y pedir a Dios perdón de las faltas cometidas durante el día.
5º- Frecuentar los Santos Sacramentos.
Conclusión:
Con estas reflexiones tan profundas tenemos suficiente material como para decidirnos a no pecar más. ¿Cuántos argumentos más necesitaremos para convencernos?
En esta lección hemos aprendido a no ofender a Dios, como decíamos, que en términos más positivos, sería lo mismo que «ser felices», ya que estaríamos eligiendo al Sumo Bien, única fuente verdadera de felicidad. Es muy simple, es muy claro. Ahora, es el turno de la voluntad.
En este momento nos hacemos una pregunta: ¿cómo tienen obligación de presentar la obra de la Cruz los enemigos de Dios, infiltrados dentro de la Iglesia Católica?
El triunfo eterno de Jesucristo en la Cruz es un hecho consumado. Así lo confirma la Sagrada Escritura cuando dice: «Ha triunfado el León de la tribu de Judá, el retoño de David» (Ap 5, 5)
La Victoria de Jesucristo en la Cruz es eterna, definitiva e incuestionable, aunque su aplicación está aún en curso.
Nos unimos a aquellas palabras de San Pablo en la Sagrada Escritura: «¡Gracias sean dadas a Dios, que nos lleva siempre en su triunfo, en Cristo, y por nuestro medio difunde en todas partes el olor de su conocimiento!» (2 Cor 2, 14-15)
En este momento, en el que hay una gran infiltración masónica en el seno de la Iglesia Católica, debemos aspirar a este discernimiento de espíritus y pedir al Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad, que nos capacite para descubrir todo tipo de mentira y engaño: «Pedid y se os dará»
Está en juego la salvación de muchas almas que corren el riesgo de ser arrastradas por el engaño y la mentira que predican los falsos apóstoles.
En este momento nos hacemos una pregunta:
¿cómo tienen obligación de presentar la obra de la Cruz los enemigos de Dios, infiltrados dentro de la Iglesia Católica?:
Lógicamente todos los afiliados a la masonería tienen la obligación de obedecer las órdenes que se les dicta desde la secta.
Los miembros de la masonería están obligados a obedecer por los juramentos que realizan, dentro de los rituales que practican en secreto, bajo penas muy severas, en caso de desobediencia, como se muestran en los documentos pontificios que condenan a la masonería.
Por tanto, un elemento clave de discernimiento será detectar la obediencia a las órdenes dadas por el plan para la destrucción de la Iglesia Católica. Ya que los juramentos obligan al miembro de la secta a obedecer bajo penas muy severas.
«…Desacreditad la predicación de la Cruz como una victoria, por el contrario, presentadla como
El 31 de marzo de 2020 en Santa Marta, Bergoglio dijo :
presentadla como un fracaso.»
El 31 de marzo de 2020 en Santa Marta, Bergoglio dijo lo siguiente:
En primer lugar:
Jesucristo no se hizo pecado. Tal afirmación procede del siguiente texto:
(2 Cor 5, 21): «A quien no conoció pecado, le hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.»
Sin embargo, ES UNA MALA TRADUCCIÓN que la masonería aprovechó para hacer daño, afirmando que Jesucristo se hizo pecado.
La traducción correcta de (2 Cor 5,21) es: «A quien no conoció pecado, le hizo sacrificio-victima por el pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.»
La palabra original hebrea hatta’t puede tener 2 significados: ‘pecado’ o ‘sacrificio-victima por el pecado’. Y este último es el significado correcto en este texto. (Ver: Lv 4,1 al 5,13)
Como confirmación de lo que explicamos, 2 textos:
(Hb 10, 12): «Él, [Jesucristo] habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre.»
(1 Pe 2, 22…24): «El que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño [Jesucristo]… el mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados.»
En segundo lugar: Después de ver que la primera premisa es falsa, llegar a decir que:
«En Jesucristo hecho pecado, (¡falso!, ya lo hemos explicado) vemos la derrota total de Cristo», es la mayor blasfemia y desprecio por la obra de la Cruz que se puede llegar a pronunciar:
Si, según dice Bergoglio: Jesucristo fue derrotado totalmente en la Cruz, su sacrificio, por tanto, no sirvió para nada, la redención no tuvo lugar, los Sacramentos no servirían para nada y la Misa tampoco tendría ningún valor, ni siquiera se reviviría en ella el sacrificio de la Cruz. En definitiva, si, como dice Bergoglio, Jesucristo fue derrotado totalmente en la Cruz, el sacerdocio, el ministerio de obispo, y hasta el mismo papado, no valdrían para nada y serían también un absoluto fracaso por entregar la vida al servicio de un dios vencido y derrotado totalmente en la Cruz. Y la misma Iglesia Católica sería una religión falsa y llena de derrotados… (y ojo que muchas veces parece que caminamos así muchos católicos, porque no sabemos vivir y caminar en victoria)
Ya le gustaría al Diablo y a sus demonios que fuese así… ¡Ja!
Así el Diablo y sus demonios no tendrían que trabajar en perseguir a las almas que aman verdaderamente a Dios, porque ellas solas caminarían hacia su destrucción por seguir a un dios derrotado.
El Diablo y sus demonios fueron derrotados en la Cruz y tratan de separar a los hombres de los beneficios que vienen de la obra de la Cruz… Y los servidores del Diablo, infiltrados en la Iglesia Católica, también hacen lo mismo, y para ello presentan la obra de la Cruz como un fracaso según les ordena la directriz n°17 del plan para la destrucción de la Iglesia Católica dirigido a… ¡obispos católicos afiliados a la masonería!
Ciertamente, presentar la cruz como un fracaso, es pisotear la Cruz de Jesucristo con las palabras, como están obligados a hacer física y realmente en alguno de sus rituales secretos.
Conozca el ritual del GRADO 29 dedicado al demonio. Alberto Bárcena
Alberto Bárcena es contundente al afirmar que «en la masonería se adora a Lucifer. Antes o después; de una manera más o menos consciente; como `símbolo´ o realidad personal; con mayor o menor implicación».
Y escribe como los papas han denunciado a lo largo de la Historia la esencia luciferina de la masonería y, en particular, Pío VIII se refiere a esta organización secreta como «secta satánica que tiene por única ley la mentira, por su dios al demonio, y por culto y religión lo que hay de más vergonzoso y depravado sobre la faz de la tierra«.
Fijémonos en esto:
El masón iniciado en el rito 29 debe «ahora escoger entre la cruz cristiana, símbolo de muerte y destrucción´ y la de ´la Luz y la Vida´, en forma de X, asociada a Baphomet, dios de la Luz».
«La elección se manifiesta pisando la cruz (cristiana) con el pie izquierdo y con el derecho en este orden´. (…) A continuación, el candidato recita la fórmula del juramento ´con los brazos en forma de X sobre el pecho, el derecho sobre el izquierdo´».
Con los brazos en forma de X… 🤔
¿¿Que cruz lleva Bergoglio colgada?? ¿Lleva a Jesucristo crucificado?
Veamos…
Así mismo se le han visto cruces con la cabeza de Baphomet incrustada en ellas.