domingo, 3 de julio de 2022

Psicopandemia...

Una entrevista fundamental e imprescindible

ENTREVISTA CON STEVE BANNON

Y EL ARZOBISPO CARLO MARIA VIGANÒ

Su Excelencia, después de la psico-pandemia, ahora tenemos la crisis ruso-ucraniana. ¿Estamos en la “fase dos” de un solo proyecto, o podemos dar por terminada la farsa del Covid y preocuparnos por el aumento de los precios de la energía?

Si en los últimos dos años nos hubiésemos enfrentado a una verdadera pandemia, provocada por un virus mortal para el que no existía otra cura salvo una vacuna, podríamos pensar que la emergencia no fue intencionada. Pero no fue esto lo que sucedió: el virus SARS-CoV-2 no es más que una gripe estacional que podría haberse curado con los tratamientos existentes y una prevención eficaz basada en el fortalecimiento de las defensas inmunitarias. La prohibición del tratamiento, el desprestigio de la eficacia de fármacos que se utilizan desde hace décadas, la decisión de hospitalizar a los ancianos que enfermaban en residencias de ancianos y la imposición de un tratamiento génico experimental que ha demostrado no sólo ser ineficaz sino también dañino y muchas veces fatal, todo esto nos confirma que la pandemia ha sido planeada y gestionada con el propósito de crear el mayor daño posible. Este es un hecho que ha sido establecido y confirmado por los datos oficiales, a pesar de la falsificación sistemática de esos mismos datos.

Por cierto, quienes quisieron gestionar la pandemia de esta manera no están ahora dispuestos a ceder fácilmente, también porque detrás de todo esto hay intereses multimillonarios. Pero lo que “ellos” quieren no siempre sucede necesariamente.

En su opinión, Excelencia, ¿se gestionó de esta manera la pandemia por inexperiencia? ¿O fue a causa de la corrupción de los que están en los puestos de control que padecen un conflicto de interés, ya que están pagados por la industria farmacéutica?

Este es el segundo elemento a considerar: la respuesta a la pandemia fue la misma en todo el mundo, donde las autoridades sanitarias se adaptaron servilmente a protocolos sanitarios contrarios a la literatura científica y a la evidencia médica, siguiendo en cambio las directrices de los autodenominados “expertos”, quienes tienen un historial de fracasos sensacionales, predicciones apocalípticas completamente divorciadas de la realidad y conflictos de intereses muy graves. No podemos pensar que millones de médicos en todo el mundo hayan perdido sus conocimientos básicos del arte de la medicina, creyendo que se debe permitir que una gripe evolucione a neumonía y luego ser tratada con Taquipirina [Paracetamol] o colocando a los pacientes en ventiladores. Si han hecho esto es a causa de la presión -hasta el punto del chantaje- de las autoridades sanitarias sobre el personal médico, con la ayuda de una escandalosa campaña de terrorismo mediático y con el apoyo de líderes occidentales. La mayoría de estos líderes son miembros de un lobby -el Foro Económico Mundial– que los capacitó y los colocó en los más altos niveles de las instituciones nacionales e internacionales, para asegurarse de que quienes gobiernan serían obedientes. Klaus Schwab se ha jactado públicamente, en muchas ocasiones, de poder interferir incluso con los líderes religiosos. Estos también son hechos documentados en todas las naciones que siguieron las directivas de la OMS y de las compañías farmacéuticas. Claramente hay un solo guión bajo una sola dirección: esto demuestra la existencia de un diseño criminal y la malicia de sus creadores.

En algunas de otras declaraciones suyas, usted ha hablado de un “golpe blanco” (un “golpe silencioso”) 

Un “golpe silencioso” es un golpe de Estado que se da sin el uso de la fuerza, llevado a cabo por un gobierno que ejerce el poder en una forma inconstitucional.

En este caso el golpe se llevó a cabo en forma casi simultánea en todas las naciones occidentales, a partir de los primeros años de la década de 1990. Para Italia, este golpe comenzó con la desinversión de las empresas participadas y la privatización de servicios que normalmente gravaban el erario, como los servicios de salud y de transporte, siguiendo las directivas dadas por las altas finanzas a Mario Draghi el 2 de junio de 1992, en el yate Britannia. Sí, Mario Draghi, que en esa época era director general del Ministerio de Hacienda y a quien el entonces presidente de la República Italiana, Francesco Cossiga, calificó de “empresario cobarde”. En otras naciones este golpe se dio de manera análoga, con una serie de transferencias progresivas de soberanía a entidades supranacionales como la Comisión Europea, el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Con la introducción del euro [en 2002], se eliminó la soberanía monetaria de las naciones adheridas al Tratado de Maastricht, transfiriéndola al Banco Central Europeo, que es un banco privado. Este banco decide la tasa con la que financia los presupuestos nacionales, utilizando dinero que esas mismas naciones ya le han dado. En la práctica, el Banco Central Europeo exige intereses por un dinero que solo devuelve un centavo a la vez, y solo bajo ciertas condiciones: reformas, recortes en el gasto público, imposición de leyes que promuevan la igualdad de género, el derecho al aborto, el adoctrinamiento de los niños, etc. La introducción de un requisito de presupuesto equilibrado en la Constitución [italiana], como si el Estado fuera una empresa, también fue parte del golpe silencioso.

Todos los miembros de estos órganos, incluidos los mismos gobernantes que han sido designados por recomendación de poderes no elegidos o que han logrado ganar una elección gracias a la manipulación de la información, son al mismo tiempo los servidores de grupos de alto poder financiero o de grandes fondos de inversión, algunos eran sus empleados, como Draghi de Goldman Sachs, otros se convirtieron en empleados después de que terminó su mandato. Al igual que las agencias de medicamentos y las organizaciones de salud están compuestas por ex empleados de la BigPharma, las que a menudo reciben contratos de consultoría y a las que les pagan las mismas compañías farmacéuticas que se supone que deben vigilar.

Hasta la pandemia, el poder seguía siendo administrado en la práctica, al menos formalmente, por las naciones individuales y los parlamentos aprobaban leyes. Pero desde hace dos años, los Parlamentos han sido despojados de autoridad, y todos aquéllos a quienes el Foro Económico Mundial y otros lobbies han logrado colocar en los altos niveles de gobiernos e instituciones internacionales han comenzado a legislar contra la Constitución y los intereses de la Nación, obedeciendo órdenes que les da desde arriba -“desde el mercado”, nos dicen-, que en realidad está formado por un número muy reducido de corporaciones multinacionales que engullen a las empresas competidoras, aplanan las competencias profesionales con perjuicio de la calidad del producto y reducen la protección y los salarios de los trabajadores gracias a la complicidad de los sindicatos y de la izquierda.

En definitiva, estamos gobernados por un alto mando de usureros y especuladores, desde Bill Gates que invierte en grandes fincas en vísperas de la emergencia alimentaria o en vacunas justo antes del estallido de la pandemia, hasta George Soros, que especula con la fluctuación de las monedas y de los bonos gubernamentales, y junto con Hunter Biden financia un bio-laboratorio en Ucrania.

Pensar que no hay relación entre los instigadores de estos crímenes y quienes los ejecutan al más alto nivel de los gobiernos nacionales, la UE y la ONU, es un signo de mala fe, porque hasta un niño podría entender que estamos mantenidos como rehenes por un grupo de tecnócratas ideológicamente desviados y moralmente corruptos. Los pueblos del mundo deben reclamar su soberanía, que ha sido usurpada por la élite globalista.

Los instigadores de este crimen se muestran orgullosos en el Foro de Davos, en reuniones de la Comisión Trilateral o del Grupo Bilderberg junto a los gobernantes, primeros ministros, directores de periódicos y cadenas de televisión, directores generales de banqueros sociales y directores de plataformas sociales y corporaciones multinacionales, banqueros y directores de agencias de calificación, presidentes de fundaciones y filántropos de estilo propio. Todos comparten la misma agenda -que publican en sus sitios web- y tienen tanta confianza en su propio poder que lo afirman con impunidad -como lo han hecho recientemente Soros y Schwab- que es necesario crear una narrativa para ser transmitida a través de los principales medios de comunicación, a fin de que sus decisiones sean aceptables para la gente. Adoptan la censura y la manipulación masiva como instrumentum regni, y hemos tenido prueba de ello tanto con la farsa de la pandemia como con la propaganda pro-Zelensky en Ucrania.

Debemos entender que nuestros gobernantes son traidores a nuestra Nación, pues se dedican a la eliminación de poblaciones, y que todas sus acciones las realizan con el fin de causar el mayor daño a los ciudadanos. No es un problema de inexperiencia o incapacidad, sino más bien de una intentio nocendi, una intención deliberada de dañar. A los ciudadanos honestos les resulta inconcebible que quienes los gobiernan puedan hacerlo con la perversa intención de socavarlos y destruirlos, tanto que les resulta muy difícil de creer. La principal causa de este gravísimo problema se encuentra en la corrupción de la autoridad junto con la obediencia resignada de los gobernados.

También la Iglesia católica, a partir de la revolución del Vaticano II y sobre todo durante los últimos nueve años del “pontificado” bergogliano, ha experimentado la misma disonancia cognitiva: los fieles y el clero se han resignado a obedecer a meros funcionarios cínicos –que no son menos corruptos y pervertidos que sus contrapartes en el Estado profundo –aunque ha sido evidente que el propósito de las supuestas “reformas” siempre ha sido la destrucción sistemática de la Iglesia por parte de sus más altos líderes, que son herejes y traidores. Y observo que la Iglesia profunda ha recurrido a los mismos falsos argumentos para hacer pasar la disolución doctrinal, moral y litúrgica: en primer lugar, la falsa afirmación de que esas reformas fueron pedidas “desde abajo” y no impuestas con fuerza desde lo alto. Así como las reformas planeadas por el Foro Económico Mundial, el grupo Bilderberg y la Trilateral son adoptadas por sus infiltrados en los más altos niveles de las naciones y organismos internacionales, haciendo parecer que sus planes están ratificados por el consenso popular.

¿Y qué aconseja usted, Excelencia, para salir de este callejón sin salida?

El respeto a la autoridad es connatural al hombre civilizado, pero es necesario distinguir entre la obediencia y el servilismo. Usted sabe que toda virtud consiste en el justo medio entre dos vicios opuestos, sin ser un compromiso, sino también como la cumbre entre dos valles, por así decir. La desobediencia peca por quedarse corta, por no querer someterse a un buen orden de una autoridad legítima; el servilismo en cambio peca por exceso, sometiéndose a órdenes injustas o a órdenes dadas por una autoridad ilegítima. El buen ciudadano debe saber cómo desobedecer a la autoridad civil, y el buen católico cómo desobedecer a la autoridad eclesiástica, desobedeciendo siempre que la autoridad exija la obediencia a una orden inicua.

¿No le parece un poco revolucionario hablar así, Su Excelencia?

Lejos de ello. Tanto los anarquistas como los cortesanos tienen un concepto distorsionado de la autoridad: los primeros la niegan mientras que los segundos la idolatran. El justo medio es el único camino moralmente viable, porque responde al orden que el Señor ha impreso en el mundo y que respeta la jerarquía celestial. Debemos obediencia a la autoridad legítima en la medida en que su poder se ejerce para los fines para los cuales ha sido establecida por Dios: el bien temporal de los ciudadanos en el caso del Estado y el bien espiritual de los fieles en el caso de la Iglesia. Una autoridad que impone el mal a sus súbditos es por eso mismo ilegítima y sus órdenes son nulas. No olvidemos que el verdadero Señor de quien procede toda autoridad es Dios, y que la autoridad terrenal, tanto civil como espiritual, es siempre vicaria, es decir, está sujeta a la autoridad de Jesucristo, Rey y Sumo Sacerdote. Establecer la autoridad vicaria de los gobernantes en lugar de la autoridad real del Señor es un gesto loco y, sí, revolucionario y rebelde.

¿Qué quiere obtener la élite? Nos promete paz, seguridad, prosperidad y trabajo, pero actualmente hay más de medio centenar de conflictos armados en el mundo; nuestras ciudades son inhabitables, llenas de delincuentes, sumidas en la decadencia y dominadas por minorías de personas desviadas.

Este es el tercer elemento indiscutible que no debe pasarse por alto: la pandemia fue planeada como un instrumento para el establecimiento de un régimen totalitario, concebida por tecnócratas no elegidos y desprovistos de cualquier sentido de representación democrática.

Lo mismo está sucediendo con la crisis de Ucrania: la mayoría de los ciudadanos no está absolutamente a favor de enviar armas a Ucrania e imponer sanciones contra la Federación Rusa y, sin embargo, los jefes de gobierno actúan como si tuvieran el apoyo total de sus propias naciones. apoyado por vergonzosas falsificaciones de la realidad por parte de los principales medios de comunicación. Y en determinados países como Italia, esto tiene lugar en una situación de complicidad preocupante por parte de todos los poderes del Estado, tanto para legitimar la vulneración de derechos fundamentales bajo la normativa anti-Covid como para ratificar la participación en un conflicto, incluso aunque nunca hubo ninguna deliberación sobre su ingreso en el Parlamento italiano, y que incluso el Presidente de la República, garante de la Constitución, aprueba y alienta, entre el aplauso de los tecnócratas europeos. En este caso también, quienes gobiernan no están obedeciendo la voluntad del pueblo ni persiguiendo el bien común, sino siguiendo órdenes que les dictan entidades supranacionales con intereses propios, que sabemos son subversivos.

Cuando hablan de “transformación de bienes en servicios”, de “economía colaborativa” a través del sector digital, pretenden expropiar la propiedad privada de los ciudadanos: “No tendrás nada y serás feliz”. Y cuando imponen la privatización de bienes o servicios estatales, quieren apropiarse de las ganancias cargando los costos sobre los hombros de la comunidad. Pero como no todos los países están dispuestos a hacer este “reinicio”, los están obligando a aceptarlo provocando crisis económicas, pandemias y guerras. Esto es alta traición y subversión.

Es claramente evidente el carácter premeditado de esta subversión, así como la conciencia de las nefastas consecuencias de las decisiones sociales, económicas y sanitarias que se han tomado tanto en relación con la pandemia como con la crisis de Ucrania. Bergoglio también lo ha admitido: un jefe de Estado le reveló, meses antes de la operación militar de Putin en Ucrania, que la OTAN y la Unión Europea están provocando deliberadamente a la Federación Rusa, después de haber ignorado durante años la limpieza étnica llevada a cabo por Kiev contra los rusos. -minoría hablante en Donbass y Crimea. El propósito de esta provocación era desencadenar un conflicto que proporcionaría una cobertura para legitimar la imposición de sanciones contra la Federación Rusa y obligar a las naciones occidentales a emprender la “transición verde”. Y al mismo tiempo postraría la economía de las naciones en beneficio de unos pocos fondos de inversión internacionales y de la especulación del mercado. En esencia, se dan las mismas premisas que se hicieron para justificar las Actas de Cercamiento en Inglaterra[1] y posteriormente el Holodomor en Ucrania[2], con el objetivo de transformar a las masas campesinas en mano de obra barata para la industrialización de las grandes ciudades. Si se quería evitar la guerra, la OTAN no debería haberse extendido violando los tratados, y debería haberse asegurado la protección de la minoría de habla rusa en Ucrania, como lo exige el Protocolo de Minsk de 2014.

Si no se ha hecho esto es porque el verdadero fin que se ha querido alcanzar no tiene nada que ver con el fin aparente que se ha declarado públicamente. Y advierto que no se trata de especulaciones abstractas, sino de hechos concretos que fueron anticipados y planificados hace décadas por los teóricos del Gran Reinicio, con el objetivo de forzar un cambio social que nadie quiere, haciendo que la economía y las finanzas del mundo occidental vuelvan a empezar desde cero, al igual que se reinicia una computadora.

El hecho de que esto provoque miseria, bancarrotas, quiebra de empresas, desempleo, inestabilidad social y la ampliación de la brecha entre ricos y pobres, la caída del índice de natalidad y la reducción de los servicios esenciales se considera un detalle insignificante, con la única preocupación de adoctrinar a las masas con falsos argumentos a favor de la guerra o del control de cada detalle de la vida de las personas, criminalizando a quienes disienten y señalándolos como enemigos del pueblo. Me parece que esta narrativa se hunde bajo el peso de las mentiras de la élite y sus cómplices.

¿Podría darnos un ejemplo, Excelencia?

El ejemplo más obvio es descubrir que Richard Kalergi, uno de los padres fundadores de la Unión Europea, quería seguir políticas de ingeniería social destinadas a modificar las sociedades nacionales europeas a través de la inmigración y el mestizaje, impulsando olas migratorias con el atractivo de mano de obra más barata. Ver la perversa obstinación con que se siguen recibiendo las oleadas de inmigrantes ilegales, aun cuando es evidente el impacto que este fenómeno tiene sobre la seguridad de las ciudades y sobre el índice general del crimen y sobre la identidad de las poblaciones nacionales, demuestra que el plan inicial se ha realizado en su mayor parte, y que se deben tomar medidas para evitar que se lo complete.

Y, sin embargo, estas no son cosas que suceden por casualidad: así nos lo han dicho.

Usted tiene toda la razón: lo que me desconcierta es constatar con qué descaro los impulsores de la Agenda 2030 nos han adelantado con mucha antelación qué proyectos criminales pretendían imponernos contra nuestra voluntad; a pesar de esta evidencia, hay quienes se sorprenden de que después de años de infiltración imparable, en realidad están realizando sus planes frente a nuestros ojos, incluso cuando nos acusan de ser “teóricos de la conspiración”. Definitivamente hay una conspiración, pero los que deben ser juzgados son los que la han llevado a cabo, no los que la denuncian.

Joe Biden carga la responsabilidad de la crisis en Vladimir Putin. ¿Usted está de acuerdo con esta afirmación?

Los estadounidenses son muy conscientes de que el precio de la gasolina había subido mucho antes de la crisis ruso-ucraniana y aumentó aún más debido a las sanciones, reales o supuestas, de la comunidad internacional contra la Federación Rusa. Hoy sabemos que las sanciones -como era previsible- no han afectado en lo más mínimo a Putin, pero el motivo detrás de ellas es que se suponía que iban a golpear a las naciones occidentales, y en particular a las naciones de Europa, para provocar una crisis económica y energética. mediante la cual legitimar la transición ecológica, el racionamiento, el control demográfico y la censura de la información.

Putin no mordió el anzuelo que le ofrecían las provocaciones del Estado profundo, limitándose a intervenir solo lo necesario para dar seguridad y protección al Donbass de habla rusa. Y asaltó la planta siderúrgica de Azovstal, que escondía uno de los bio-laboratorios estadounidenses secretos que producían armas bacteriológicas y realizaban experimentos con el SARS-CoV-2. Por otro lado, la familia Biden tenía todo el interés en tener una guerra en Ucrania, para encubrir los casos de corrupción que involucran a Hunter Biden y distraer a la gente de los inminentes escándalos que se ciernen sobre Obama y Hillary Clinton por el Russiagate y sobre el Estado profundo por el fraude electoral realizado contra Trump.

La guerra de poder de Estados Unidos contra la invasión rusa es en realidad una guerra del Estado profundo contra una nación que se ha negado a aceptar ser engullida por los delirios de los tecnócratas globalistas y que hoy tiene pruebas de los crímenes cometidos por el Estado profundo. Pero mientras que la Unión Europea puede chantajear a las naciones europeas, vinculando el desembolso de fondos y las tasas de interés de los préstamos a la implementación de “reformas” –ya que estas naciones tienen una soberanía monetaria y fiscal limitada–, no ocurre lo mismo con Rusia, que es una nación soberana e independiente, así como autosuficiente en términos de materias primas, energía y recursos agroalimentarios.

¿Ya no es válida esta visión bipolar que vuelve a proponer el enfrentamiento de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS?

La izquierda hegemónica ha establecido una división maniquea entre el bien y el mal: izquierda vs. derecha, liberalismo vs. fascismo, globalismo vs. soberanismo, vacunas vs. no-vax. Los “buenos” son obviamente los de la izquierda: liberales pero solidarios, globalistas, inclusivos, ecuménicos, resilientes y sostenibles. Los “chicos malos” son obviamente patriotas, cristianos, derechistas, soberanistas y heterosexuales.

¿En qué se distingue del pasado la estructura actual de los países occidentales?

La fusión de lo peor del liberalismo con lo peor del socialismo colectivo. Hoy vemos, después de dos años de la farsa de la pandemia, cómo el liberalismo globalista se ha valido de métodos comunistas y dictatoriales para imponerse con su Gran Reinicio, y cómo los regímenes comunistas están utilizando métodos liberales para enriquecer a las altas esferas del partido sin perder el control total sobre la población. Esto demuestra que el equilibrio geopolítico se está desplazando hacia una visión multipolar y que el bipolarismo alimentado por el Estado profundo está declinando.

¿Hay alguna analogía entre lo que está ocurriendo en la Iglesia Católica bajo el pontificado de Jorge Mario Bergoglio?

En cierto sentido, la Iglesia profunda es una rama del Estado profundo. Por eso no debe sorprendernos que estemos asistiendo a la demolición de la Fe y de la Moral en nombre del ecumenismo y la sinodalidad, aplicando errores liberales en el ámbito teológico; y por otro lado, la transformación del Papado y de la Curia romana en un politburó en el que la autoridad eclesiástica es a la vez absoluta y liberada de su fidelidad al Magisterio, siguiendo las modalidades del ejercicio del poder en una dictadura de tipo comunista. La ley ya no se funda en la Justicia, sino en la conveniencia y utilidad de quien la aplica: basta ver con qué dureza el Vaticano trata al clero y a los fieles tradicionales y, por otra parte, con cuánta indulgencia el Vaticano elogia a los notorios activistas pro-aborto (pienso en Biden y Pelosi entre los casos más llamativos), así como a los propagandistas de la ideología LGBTQ y de la teoría de género. Aquí también liberalismo y comunismo se han aliado para demoler la institución desde dentro, tal como ha sucedido en el ámbito civil. Pero sabemos que contra legem fit, quod in fraudem legis fit: lo que elude a la ley se hace contra la ley.

Su Excelencia, ¿cómo cree que pueden cambiar las cosas en Estados Unidos en un futuro cercano?

El eventual regreso de Donald Trump a la Casa Blanca permitiría negociaciones de paz reales, una vez que el Estado profundo haya sido erradicado de la Administración y agencias gubernamentales. Pero la reconstrucción requerirá ciertamente la colaboración y sacrificios de todos, y una sólida visión espiritual que inspire la reconstrucción del tejido social. Si todo esto ha pasado por el fraude electoral demostrado de las últimas elecciones presidenciales, la victoria de Trump sería aún más llamativa y tendría fuertes repercusiones en las ramificaciones del Estado profundo en Europa y en particular en Italia.

En cualquier caso, las elecciones de mitad de período podrían permitir a los republicanos tener una mayoría en la Cámara y en el Senado, una vez que los servidores del Estado profundo, incluidos en primer lugar los “neoconservadores”, hayan sido expulsados.

El fracaso del intento de culpar a Trump de la farsa del asalto al Capitolio debería disuadir a sus organizadores –entre los que no podemos dejar de contar a Nancy Pelosi– de intentar replicar la escena en el próximo otoño, ya que caería en lo grotesco, además de ser un caso de déjà vu.

¿Quiere decir que ha fallado el Gran Reinicio? ¿Podemos cantar una canción de victoria?

Una canción de victoria sólo puede cantarse cuando se ha ganado la guerra. El Gran Reinicio está ontológicamente destinado al fracaso, porque está inspirado en principios inhumanos y diabólicos. Pero su final, por inevitable que sea, aún puede llevar algún tiempo, dependiendo de nuestra capacidad para oponernos a él y también de lo que esté contenido en los planes de la Divina Providencia.

Si el Señor quiere darnos una tregua, un período de paz después de que hayamos comprendido cuán horrible es el infierno en la tierra que los enemigos de Dios y de los hombres desean, entonces debemos comprometernos a reconstruir, no a “reconstruir mejor”, sino simplemente al contrario, sí, reconstruir lo destruido: la familia, el vínculo del matrimonio, la educación moral de los hijos, el amor a la Patria, la dedicación al trabajo y a la caridad fraterna, especialmente hacia los más indefensos y necesitados. Debemos reafirmar la santidad y la intocable santidad de la vida desde la concepción hasta la muerte natural; defender la complementariedad de los dos sexos frente a la locura de la ideología de género, proteger a los niños de la corrupción y garantizar la inocencia a la que tienen derecho. Por último, debemos dejar de lado la lógica de la ganancia -que es propia de la mentalidad liberal- para recuperar el orgullo de cumplir con nuestro deber incluso cuando nadie nos está mirando, de producir lo que hacemos de manera profesional y venderlo a un precio honesto. Y debemos dejar de considerarnos inferiores simplemente porque alguien ha decidido que, en su modelo impío de sociedad distópica, ser honesto, leal, sincero y temeroso de Dios es algo de lo que avergonzarse. Los que deberían avergonzarse, más bien, son los que llaman a la matanza de niños y de ancianos, al exterminio planificado de la población a través de perversas campañas de vacunación, a la esterilización masiva, a la sodomía, a la pedofilia y a todas las aberraciones más desviadas.

Su Excelencia, ¿usted cree que el mundo puede volver a Dios?

El mundo puede y debe volver a Dios: esta es una necesidad dictada por el orden divino que el Creador ha impreso en la creación. Se debe retornar a Dios, porque sólo donde reina Cristo puede haber verdadera justicia y verdadera paz. Y el mundo puede hacer esto, pero no en una visión colectivista o comunitaria en la que los individuos desaparecen en la masa, sino en una visión personal e individual, en la que cada uno de nosotros reconoce libremente que nada puede ser mejor que lo que Nuestro Padre Celestial nos ha preparado, ya que nos ama y quiere hacernos partícipes de su gloria.

Si todos volvemos a Dios, nuestras Naciones también reconocerán Su Señorío y adecuarán sus leyes a Su Ley. Oremos, pues, para que se realice lo que canta el salmista: Laudate Dominum omnes gentes; laudate eum omnes populi – Alabad al Señor, naciones todas, alabadle pueblos todos (Sal 116, 1). Quoniam confirmata est super nos misericordia ejus; et veritas Domini manet in æternum – Porque su Misericordia se confirma sobre nosotros, y la Verdad del Señor permanece para siempre (Sal 116, 2).

Carlo Maria Viganò, Arzobispo

21 de junio de 2022

San Luis Gonzaga