En La Montaña De Dios ; tiene morada propia La Santa Trinidad,,llí viven,Oran Trabajan Los Ermitaños Eucarísticos Del Padre Celestial, comunidad Franciscana, esta en Pie de Cuesta Santander, Colombia ;Soy un Hijo espiritual del Apa Antonio Lootens Su Fundador q.e.p.d . La Comunidad no es responsable de lo que acá se expresa son mis opiniones Personales ,en respaldo de nuestra Sagrada Iglesia Católica Tradicional.
miércoles, 31 de julio de 2019
La devoción de las tres Avemarías | Proyecto Emaús
La devoción de las tres Avemarías | Proyecto Emaús: Preocupada la religiosa benedictina que luego fue Santa Matilde por el buen fin de su vida, rogó insistentemente a la Virgen Santísima “que la asistiera a la hora de la …
martes, 30 de julio de 2019
El Santo Rosario: El arma para nuestros días | Proyecto Emaús
El Santo Rosario: El arma para nuestros días | Proyecto Emaús: Aborto, guerras, hambre, ideología de género. Parece que en nuestros días, el mal ha abrumado al mundo entero. El interconfesionalismo y el indiferentismo religioso se instalan en la Iglesia, apoyados …
62 eruditos corrigen filialmente al Papa Francisco por "propagar herejías" | Proyecto Emaús
62 eruditos corrigen filialmente al Papa Francisco por "propagar herejías" | Proyecto Emaús: ROMA, 23 de septiembre de 2017 (LifeSiteNews) – Expresando «profundo dolor» y «devoción filial», el clero católico y los laicos eruditos de todo el mundo, han emitido lo que ellos …
Sínodo de la Amazonía: Indigesto para mentes católicas | Proyecto Emaús
Sínodo de la Amazonía: Indigesto para mentes católicas | Proyecto Emaús: El reconocido sacerdote español, fundador de los Franciscanos de María, denuncia el «fondo ideológico difícil de digerir por una mente medianamente ortodoxa en el sentido católico» del documento Instrumentum Laboris preparado para el sínodo de la Amazonía, que tendrá lugar en el Vaticano del 6 al 27 de octubre. Es ofensivo para la fe y la razón, sostiene, utilizar una región geográfica, convertida inopinadamente en lugar teológico, para satisfacer las exigencias de una Iglesia como la alemana, en proceso acelerado de desmoronamiento.
miércoles, 10 de julio de 2019
Sinodo de la Amazonia ...queremos esa Iglesia a futuro ????
26Del blog de Aldo Maria Valli, Duc in altum, hemos tomado el siguiente análisis del profesor Roberto de Mattei sobre el Instrumentum laboris publicado por la Santa Sede con miras al Sínodo de los obispos sobre la Amazonía, programado para el próximo mes de octubre ().

En el documento publicado por la Santa Sede el pasado 17 de junio, la Amazonía irrumpe como «un nuevo sujeto» en la vida de la Iglesia (nº2). ¿Y qué es la Amazonía? Es algo más que un lugar físico, es una «biosfera compleja» (nº10), pero es también «una realidad llena de vida y sabiduría» (nº5) que se convierte en paradigma conceptual y convoca a una conversión «pastoral, ecológica y sinodal» (nº5). Para llevar a cabo su misión profética, la Iglesia tiene que ponerse a la escucha de los «pueblos amazónicos» (nº7). Esos pueblos son capaces de vivir en armonía con todo el Cosmos (nº12), pero sus derechos están amenazados por los intereses económicos de las multinacionales que, como dicen los indígenas de Guaviare (Colombia), «le han cortado las venas a su Madre Tierra» (nº17). La Iglesia «escucha los clamores tanto de los pueblos como de la Tierra» (nº18), porque la Amazonía es un lugar teológico desde donde se vive la fe, es también una fuente peculiar de revelación de Dios (nº19). Se añade una tercera fuente a la Revelación junto a la Sagrada Escritura y la Tradición: la Amazonía, territorio donde «todo está conectado» (nº20), todo «constitutivamente existen en relación, formando un todo vital» (nº21). En la Amazonía se hace realidad el ideal comunista, porque, en el colectivismo tribal, «Todo se comparte, los espacios privados –típicos de la modernidad– son mínimos».
Los pueblos indígenas se han liberado del monoteísmo y han recuperado el animismo y el politeísmo. Es más, como se lee en el nº25, «La vida de las comunidades amazónicas aún no afectadas por el influjo de la civilización occidental se refleja en la creencia y en los ritos sobre el actuar de los espíritus, de la divinidad –llamada de múltiples maneras– con y en el territorio, con y en relación a la naturaleza. Esta cosmovisión se recoge en el ‘mantra’ de Francisco: “Todo está conectado” (LS 16, 91, 117, 138, 240)».
El documento afirma con insistencia que la cosmovisión amazónica abarca «sabiduría ancestral […] reserva viva de la espiritualidad y cultura indígena» (nº26). Por consiguiente, «Los pueblos amazónicos originarios tienen mucho que enseñarnos. […]Los nuevos caminos de evangelización han de construirse en diálogo con estas sabidurías ancestrales en las que se manifiestan semillas del Verbo» (nº29). La riqueza de la Amazonía no consiste en ser monocultural, sino en constituir «un mundo pluriétnico, pluricultural y plurireligioso (nº36) con el que es necesario establecer un diálogo. Los pueblos amazónicos «nos confrontan con la memoria del pasado y con las heridas causadas durante largos períodos de colonización. Por ello el papa Francisco pidió “humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”. En este pasado la Iglesia a veces ha sido cómplice con los colonizadores, ello sofocó la voz profética del Evangelio»(nº38).
La ecología integral incluye «la transmisión de la experiencia ancestral, cosmologías, espiritualidades y teologías de los pueblos indígenas, en torno al cuidado de la Casa Común» (nº50). Estos pueblos, «En su sabiduría ancestral han cultivado la convicción que toda la creación está conectada, lo cual merece nuestro respeto y responsabilidad. La cultura de la Amazonía, que integra los seres humanos con la naturaleza, se constituye en un referente para construir un nuevo paradigma de la ecología integral» (nº56). La Iglesia tiene que despojarse de su romanidad y asumir un rostro amazónico: «El rostro amazónico de la Iglesia encuentra su expresión en la pluralidad de sus pueblos, culturas y ecosistemas. Esta diversidad necesita de una opción por una Iglesia en salida y misionera, encarnada en todas sus actividades, expresiones y lenguajes» (nº107). «Una Iglesia con rostro amazónico en sus pluriformes matices procura ser una Iglesia “en salida” (cf. EG 20-23), que deja atrás una tradición colonial monocultural, clericalista e impositiva, que sabe discernir y asumir sin miedos las diversas expresiones culturales de los pueblos» (nº110). El espíritu panteísta que anima la naturaleza amazónica es un leit-motiv del documento. «El Espíritu creador que llena el universo (cf. Sab 1,7) es el que durante siglos ha alimentado la espiritualidad de estos pueblos aún antes del anuncio del Evangelio y el que les mueve a aceptarlo desde sus propias culturas y tradiciones» (nº120). Por tanto, «Hay que captar lo que el Espíritu del Señor a través de los siglos ha enseñado a estos pueblos: la fe en el Dios Padre-Madre Creador, el sentido de comunión y armonía con la tierra, el sentido de solidaridad con sus compañeros, el proyecto del “buen vivir”, la sabiduría de civilizaciones milenarias que poseen los ancianos y que influye en la salud, la convivencia, la educación, el cultivo de la tierra, la relación viva con la naturaleza y la ‘Madre Tierra’, la capacidad de resistencia y resiliencia en particular de las mujeres, los ritos y las expresiones religiosas, las relaciones con los antepasados, la actitud contemplativa y el sentido de gratuidad, de celebración y de fiesta, y el sentido sagrado del territorio» (nº121).
Además, en función de una saludable descentralización de la Iglesia, «las comunidades piden que las Conferencias Episcopales adapten el ritual eucarístico a sus culturas». «La Iglesia se ha de encarnar en las culturas amazónicas que poseen un alto sentido de comunidad, igualdad y de solidaridad por lo que no se acepta el clericalismo en sus diversas formas de manifestarse. Los pueblos originarios poseen una rica tradición de organización social donde la autoridad es rotativa y con un profundo sentido de servicio. Desde esta experiencia de organización sería oportuno reconsiderar la idea de que el ejercicio de la jurisdicción (potestad de gobierno) ha de estar vinculado en todos los ámbitos (sacramental, judicial, administrativo) y de manera permanente al sacramento del orden». (nº127). Partiendo de la premisa de que «el celibato es un don para la Iglesia», se pide expresamente «para las zonas más remotas de la región, se estudie la posibilidad de la ordenación sacerdotal para personas ancianas, preferentemente indígenas, respetadas y aceptadas por su comunidad, aunque tengan ya una familia constituida y estable, con la finalidad de asegurar los Sacramentos que acompañen y sostengan la vida cristiana» (nº129). Por otra parte, es necesario proporcionar a las mujeres sin falta «su liderazgo, así como espacios cada vez más amplios y relevantes en el área formativa: teología, catequesis, liturgia y escuelas de fe y política», así como «identificar el tipo de ministerio oficial que puede ser conferido a la mujer, tomando en cuenta el papel central que hoy desempeñan en la Iglesia amazónica».
¿Qué más se puede añadir? ¿Callarán los obispos, sucesores de los Apóstoles, y los cardenales, consejeros del Papa en el gobierno de la Iglesia, ante este manifiesto político-religioso que pone patas arriba la doctrina y la praxis del Cuerpo Místico de Cristo?
martes, 9 de julio de 2019
El Cardenal Brandmüller acusa de herejía y apostasía al Sínodo vaticano sobre la Amazonía
El 27 de junio fue difundido en varias lenguas una fuerte crítica del Cardenal WalterBrandmüller al Instrumentum laboris del Sínodo sobre la Amazonía que se abrirá en el Vaticano el próximo 6 de octubre. El Cardenal alemán explica por qué el documento «Instrumentum laboris» «contradice la enseñanza vinculante de la Iglesia en puntos decisivos y por tanto debe ser calificado como herético» y, dado que el documento pone en discusión el mismo hecho de la revelación divina «se debe también hablar, además, de apostasía». El documento Instrumentum laboris, concluye el Cardenal, «constituye un ataque al fundamento de la fe, de un modo que hasta ahora no era considerado posible. Y por lo tanto debe ser rechazado con la máxima firmeza».
Citamos el texto del documento, cuyo original está en alemán, traducido al español de la versión en italiano del blog de Sandro Magister.
Una crítica a «Instrumentum laboris» para el sínodo de la Amazonía
Introducción
Verdaderamente causa asombro que, en sentido opuesto a las asambleas anteriores, esta vez el Sínodo de los Obispos se ocupe exclusivamente de una región de la tierra cuya población corresponde tan solo a la mitad de la población de Ciudad de Méjico, es decir, cuatro millones. Esto también es causa de sospechas respecto a los verdaderos planes que se quieren poner en marcha de manera subrepticia. Pero sobretodo es necesario preguntarnos cuáles son los conceptos de religión, de cristianismo y de Iglesia que constituyen el fundamento del documento«Instrumentum Laboris» recientemente publicado. Examinaremos todo esto fundamentándonos en distintos elementos extraídos del texto.
¿Por qué un Sínodo sobre esta región?
Para empezar nos preguntamos por qué un Sínodo de los Obispos debe tratar temas que -como es el caso de las ¾ partes de «Instrumentum Laboris»- solo de manera marginal tienen algo que ver con los Evangelios y la Iglesia. Obviamente, este Sínodo de los Obispos también está llevando a cabo una intrusión agresiva en los asuntos exclusivamente temporales del Estado y de la sociedad de Brasil.
Deberíamos preguntarnos: ¿qué tienen que ver la ecología, la economía y la política con el mandato y la misión de la Iglesia?
Y sobre todo, ¿qué competencia profesional autoriza a un Sínodo eclesial de los Obispos a hacer declaraciones sobre estos ámbitos?
Si verdaderamente el Sínodo de los Obispos las hiciera, ello constituiría una intrusión y una presunción clerical las autoridades temporales verdaderamente tendrían motivo para rechazar.
Sobre las religiones naturales y la inculturación
Hay que tener presente otro elemento que se encuentra en todo el «Instrumentum Laboris»: a saber la valoración muy positiva que hace de las religiones naturales, incluyendo las prácticas de sanación indígenas y similares; como también las prácticas y formas de culto mítico-religiosas. En el contexto de un llamamiento a la armonía con la naturaleza se habla incluso del diálogo con los espíritus (nº 75).
No es sólo el ideal del «buen salvaje» delineado por Rousseau y la Ilustración el que se está comparando con el decadente hombre europeo. Esta línea de pensamiento va más allá, hasta llegar al siglo XX, cuando culmina en una idolatría panteísta de la naturaleza. Hermann Claudius (1913) creó el himno del movimiento obrero socialista: «Cuando caminamos uno al lado del otro…», en una estrofa del cual se lee lo siguiente: «El verde de los abedules y el verde de las semillas, que la anciana Madre Tierra siembra a manos llenas, con un gesto de súplica para que el hombre sea suyo…». Es llamativo que este texto haya sido incluido posteriormente en el libro de canciones de la juventud hitleriana, probablemente porque correspondía al mito nacionalsocialista de «la sangre y la tierra». Esta proximidad ideológica debe ser destacada. Este rechazo anti-racional a la cultura «occidental» que destaca la importancia de la razón es típico del «Instrumentum Laboris», que habla, respectivamente, de la «Madre Tierra» en el nº 44 y del «grito de dolor de la tierra y de los pobres» en el nº 101.
En consecuencia, el territorio -o sea, la selva de la región amazónica- es incluso declarado “locus theologicus”, una fuente especial de la Divina Revelación. En él habría lugares de una epifanía en los que se manifiestan las reservas de vida y de sabiduría del planeta, que hablan de Dios (nº 19). Además, la consiguiente regresión del Logos al Mythos es elevada a criterio de lo que el «Instrumentum Laboris» llama la inculturación de la Iglesia. El resultado es una religión natural disfrazada de cristianismo.
La noción de inculturación es, aquí, literalmente desvirtuada, puesto que en realidad significa lo contrario de lo que la Comisión Teológica Internacional presentó en 1988, y de cuanto había enseñado anteriormente el decreto “Ad Gentes” del Concilio Vaticano II sobre la actividad misionera de la Iglesia.
Sobre la abolición del celibato y la introducción de un sacerdocio femenino
Es imposible esconder que este «sínodo» está particularmente orientado para implementar los dos proyectos más deseados y que hasta ahora no han sido nunca puestos en marcha, a saber: la abolición del celibato y la introducción del sacerdocio femenino, empezando por las diaconisas. En cualquier caso, se trata de tener «en cuenta el papel central que hoy desempeñan las mujeres en la Iglesia amazónica» (nº 129a3). Y, de la misma manera, se trata también de «abrir nuevos espacios para recrear ministerios adecuados a este momento histórico. Es el momento de escuchar la voz de la Amazonía…» (nº 43).
Pero aquí se omite el hecho de que no está en poder de la Iglesia administrar el sacramento del orden a las mujeres, tal como también lo declaró Juan Pablo II con suprema autoridad magisterial. De hecho, en dos mil años la Iglesia nunca ha administrado el sacramento del orden a una mujer. La petición, que se opone directamente a este hecho, demuestra que la palabra «Iglesia» es ahora utilizada exclusivamente como término sociológico por los autores de «Instrumentum Laboris», negando implícitamente el carácter sacramental-jerárquico de la Iglesia.
Sobre la negación del carácter sacramental-jerárquico de la Iglesia
De manera similar -aunque expresado al pasar-, el nº 127 contiene un ataque directo a la constitución jerárquico-sacramental de la Iglesia cuando se pregunta si no sería oportuno «reconsiderar la idea de que el ejercicio de la jurisdicción (potestad de gobierno) ha de estar vinculado en todos los ámbitos (sacramental, judicial, administrativo) y de manera permanente al sacramento del orden». Desde una visión tan equivocada deriva, en el nº 129, la demanda de la creación de nuevos ministerios que correspondan a las necesidades de los pueblos amazónicos.
Sin embargo, es en el ámbito de la liturgia, del culto, en el que la ideología de una inculturación falsamente comprendida encuentra su expresión de una manera especialmente llamativa. Aquí, algunas formas de las religiones naturales son asumidas positivamente. El «Instrumentum Laboris» no le impide pedir que «el pueblo pobre y sencillo» pueda expresar «su [!] fe a través de imágenes, símbolos, tradiciones, ritos y otros sacramentales» [!!] (nº 126e).
Esto ciertamente no corresponde a los preceptos de la Constitución “Sacrosanctum Concilium”, ni tampoco a los del Decreto “Ad Gentes” sobre la actividad misionera de la Iglesia, y demuestra una comprensión meramente horizontal de la liturgia.
Conclusión
Summa summarum: «Instrumentum Laboris» carga al Sínodo de los Obispos y, en última instancia, al Papa, con una grave violación del “depositum fidei”, lo que significa, en consecuencia, la autodestrucción de la Iglesia o la conversión del“Corpus Christi mysticum”, en una ONG secular con una tarea ecológica-social-psicológica.
Obviamente, después de estas observaciones surgen preguntas: ¿se puede deducir, sobre todo en lo que respecta a la estructura sacramental-jerárquica de la Iglesia, una ruptura decisiva con la Tradición Apostólica en cuanto constitutiva para la Iglesia o, más bien, los autores tienen una idea del desarrollo de la doctrina que es sostenida teológicamente con el fin de justificar la mencionada ruptura?
Este parece ser realmente el caso. Estamos asistiendo a una nueva forma del Modernismo clásico de principios del siglo XX. En esa época se empezaba con un enfoque decididamente evolutivo y después se defendía la idea que, en el curso del continuo desarrollo del hombre a grados más altos, deben ser en consecuencia también encontrados niveles más elevados de conciencia y de cultura, por lo que puede resultar que lo que era falso ayer puede ser verdadero hoy. Esta dinámica evolutiva se aplica también a la religión, es decir, a la conciencia religiosa con sus manifestaciones en la doctrina, el culto y, obviamente, también en la moral.
Aquí, por lo tanto, se presupone una comprensión del desarrollo del dogma que está en clara oposición a la genuina comprensión católica. Esta última abarca el desarrollo del dogma y de la Iglesia no como un cambio, sino más bien como un desarrollo orgánico de un tema que permanece fiel a su propia identidad.
Esto es lo que los Concilios Vaticanos I y II nos enseñan con sus Constituciones“Dei Filius”, “Lumen Gentium” y “Dei Verbum”.
Por lo tanto, hay que afirmar con determinación que el «Instrumentum Laboris»contradice la enseñanza vinculante de la Iglesia en puntos decisivos y que, por consiguiente, debe ser considerado herético. Dado pues que incluso la Divina Revelación es puesta en duda, o malinterpretada, se debe también hablar de apostasía.
Esto está aún más justificado a la luz del hecho de que el «Instrumentum Laboris»utiliza una noción meramente inmanentista de la religión a la que considera como el resultado y la forma de expresión de la experiencia espiritual personal del hombre. El uso de palabras y nociones cristianas no puede ocultar que estas son utilizadas sólo como palabras vacías, prescindiendo de su significado original.
El «Instrumentum Laboris» para el Sínodo de la Amazonia constituye un ataque a los fundamentos de la fe de una manera que no era creída posible hasta ahora, por lo que debe ser rechazado con la máxima firmeza.
lunes, 8 de julio de 2019
Zen: ¿pide Fco que el clero mienta?
Más "Dubia" dirigidas a Francisco:
¿Está animando a los sacerdotes a mentir?
El cardenal Joseph Zen de Hong Kong, 87, publicó en su blog (5 de julio)"Dubia" (dudas) sobre las directrices del Vaticano para el registro del clero chino en el régimen (comunista).
La firma del registro requiere que renuncien a la fe porque el régimen no la respeta y exige que los firmantes hagan lo mismo, explica Zen.
Muestra que las pautas vaticanas (nº 5)* "resuelven" este problema diciendo que "por el bien de la comunidad" un sacerdote / obispo puede firmar todo lo que el gobierno requiera mientras que, al mismo tiempo, no acepta lo que firma.
Pero esto es "en contra de toda teología moral fundamental", observa Zen, "¡de ser válida, esto justificaría incluso la apostasía!"
Las pautas implementan el acuerdo secreto del Vaticano con China, después de lo cual, según Zen, "nada ha cambiado", ya que incluso los menores de 18 años tienen prohibido participar en cualquier actividad religiosa.
*El nº 5 encontramos las pautas pastorales propias. En resumen: está bien firmar todo lo que el gobierno requiera, posiblemente con una aclaración por escrito que niegue lo que se firma. Si la aclaración escrita no es posible, hágalo verbalmente, con o sin un testigo. Mientras exista la intención de no aceptar conscientemente lo que se firma.
Se firma un texto contra la fe y se afirma que la intención es promover el bien de la comunidad, una evangelización más adecuada y la gestión responsable de los bienes de la Iglesia. ¡Esta regla general está obviamente en contra de toda teología moral fundamental! De ser válida, ¡justificaría incluso la apostasía!
6. En el nº 6 se dice que la Santa Sede entiende y respeta a quienes, en buena conciencia, no aceptan la regla mencionada. Obviamente, esto es compasión hacia una minoría "obstinada" que todavía no entiende la nueva regla.
En el nº 8 se dice que los fieles deben aceptar la decisión de sus pastores. ¿Qué significa eso? ¿Que no tienen la libertad individual de elegir? ¿No debe ser respetada su conciencia?
Este documento ha cambiado radicalmente lo que es normal y lo que es anormal, lo que es correcto y lo que es lamentable. Quienes lo escribieron esperan que la minoría compungida muera de muerte natural. Con esta minoría me refiero no solo a los sacerdotes clandestinos, sino también a los muchos hermanos de la comunidad oficial que han trabajado con gran tenacidad para lograr el cambio, esperando el apoyo de la Santa Sede.
Que el Señor no permita el cumplimiento de los deseos de aquellos que desean la muerte de la verdadera fe en mi querida patria.
en.news
domingo, 7 de julio de 2019
La nueva “Declaración de verdades” identifica “errores comunes” y falla al no oponerse a sus raíces
La nueva “Declaración de verdades” identifica “errores comunes” y falla al no oponerse a sus raíces
El pasado 10 de junio, apenas seis semanas después de la publicación de la Carta Abierta que acusaba al papa Francisco del “delito canónico de herejía”, apareció un nuevo documento en escena. Titulado “Declaración de las verdades relacionadas con alguno de los errores más comunes en la vida de la Iglesia de nuestro tiempo”, este texto de ocho páginasofrece una lista de 40 proposiciones (ordenadas en cuatro títulos) que pretenden reafirmar la doctrina católica básica mientras refuta una miríada de “errores comunes”, como implica el largo título del documento.
La misma declaración está acompañada de una nota explicativa de dos páginas, en la cual el grupo de los cinco signatarios episcopales –entre ellos el cardenal Raymond Burke y el obispo Athanasius Schneider– explican sus razones para publicar el texto y lo que esperan logrará su iniciativa.
“La Iglesia actual”, empiezan, “sufre una de las mayores epidemias espirituales. Es decir, una confusión y desorientación doctrinal de alcance casi universal, que suponen un peligro seriamente contagioso para la salud espiritual y la salvación eterna de numerosas almas. Al mismo tiempo, es preciso reconocer un letargo espiritual generalizado en el ejercicio del Magisterio a diversos niveles de la jerarquía de la Iglesia de hoy.”
De aquí, conocedores de su “grave responsabilidad como obispos católicos” y “en el espíritu de la caridad fraterna”, los firmantes ofrecen su “Declaración de verdades a modo de ayuda espiritual concreta para que los obispos, sacerdotes, parroquias, comunidades religiosas, asociaciones de fieles laicos y particulares tengan oportunidad de expresar en privado o en público las verdades que más se niegan o desfiguran en nuestros tiempos.”
Esta es sin duda una noble intención, y una de la que claramente carece la mayoría de la jerarquía de la Iglesia (de manera más notable el Romano Pontífice actual). Sin embargo, como veremos, esta nueva Declaración, a pesar de sus contenidos generalmente ortodoxos y la buena voluntad de sus firmantes, es deficiente en dos aspectos clave: (1) falla al no identificar las raíces de los “errores comunes” a los que se opone y (2) falla al no responder a la urgente llamada que se halla en la Carta Abierta arriba mencionada, en concreto a que los obispos del mundo “exhorten públicamente al papa Francisco para que abjure de las herejías que ha profesado.”
Acusación inintencionada al Vaticano II
Los que han leído la Declaración y su nota explicativa saben que los signatarios citan una variedad de fuentes eclesiásticas, tanto pre como postconciliares, como medio de refuerzo de sus puntos. Según ha contado este autor, el Concilio de Trento (1545-1563) contiene ocho referencias a lo largo de la Declaración (nueve si se cuenta la sencilla cita del Catecismo Romano del Concilio de Trento), mientras que el nombre del papa Juan Pablo II (1978-2005) aparece 11 veces en conexión con varios documentos de su pontificado (por ejemplo, VeritatisSplendor, Evangelium Vitae, Familiaris Consortio). El papa Pablo VI (1963-1978), a su vez, es la fuente más citada en tercer lugar con cinco menciones en total (por ejemplo, el Credo del Pueblo de Dios, Humanae Vitae).
Curiosamente, los firmantes sólo invocan el Concilio Vaticano II (1962-1965) tres veces: dos en la nota explicativa (Lumen Gentium) y una en la propia Declaración (Gaudium et Spes). Para los católicos tradicionales, esto puede parecer una cualidad positiva, pero también suscita una pregunta a los cinco signatarios, que implícitamente afirman la bondad del Concilio al defender la legitimidad de la “hermenéutica de continuidad” de Benedicto XVI (2005-2013) –la noción de que el Concilio entero, incluidas sus novedades, puede ser interpretado en armonía con la Tradición– justo en el primer párrafo de la Declaración. La pregunta es: si el Vaticano II está de verdad en continuidad con la Tradición, ¿por qué entonces los documentos del Concilio son aparentemente incapaces de combatir los errores identificados en la Declaración?
Muchos de los errores identificados han infectado la Iglesia durante décadas (algunos de ellos precisamente desde el Concilio), y no solamente desde que cierto déspota argentino asumió la sede de Pedro, así que ¿por qué es el Concilio tan impotente en gran parte cuando se trata de afrontar la presente crisis doctrinal?
Juan Pablo II, el papa más citado en la Declaración, quería que creyéramos que “los documentos del Concilio no han perdido nada de su valor ni de su brillo” (el énfasis es del original) y son, de hecho, el remedio a lo que aflige a la Iglesia. En su Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte (6 de enero de 2001), continuaba afirmando con confianza en los documentos:
“Necesitan ser leídos correctamente, ser conocidos ampliamente y tomados en serio como importantes textos normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. Ahora que el Jubileo [año 2000] ha terminado, me siento más que nunca obligado a señalar el Concilio como la gran gracia otorgada a la Iglesia en el siglo XX: en él encontramos una brújula segura según la cual llevar todos los aspectos del siglo que ahora comienza.” (n. 57, énfasis en el original).
La realidad, sin embargo, es que el mismo Concilio ha contribuido en gran manera a la expansión cancerosa de ciertos errores identificados en la Declaración, en particular los errores de (a) el indiferentismo religioso, (b) el ecumenismo y (c) la llamada “libertad religiosa”. Ahora sigue una breve demostración de ello.
Indiferentismo religioso
La verdad número 6 de la Declaración afirma correctamente: “Las religiones y formas de espiritualidad que promueven alguna forma de idolatría o panteísmo no pueden considerarse semillas o frutos del Verbo puesto que son imposturas que impiden la evangelización y la eterna salvación de sus seguidores…” (añadimos el énfasis). A pesar de todo, el Concilio adelanta este mismo error, incluso utilizando el mismo lenguaje algunas veces, en múltiples lugares (el énfasis lo añadimos en el texto):
- “Con su trabajo [de la Iglesia] consigue que todo lo bueno que se encuentra sembrado en el corazón y en la mente de los hombres y en los ritos y culturas de estos pueblos, no sólo no desaparezca, sino que se purifique, se eleve y perfeccione para la gloria de Dios, confusión del demonio y felicidad del hombre” Lumen Gentium(Constitución Dogmática de la Iglesia), n. 17.
- “Para que los mismos fieles puedan dar fructuosamente este testimonio de Cristo, reúnanse con aquellos hombres por el aprecio y la caridad, reconózcanse como miembros del grupo humano en que viven, y tomen parte en la vida cultural y social por las diversas relaciones y negocios de la vida humana; estén familiarizados con sus tradiciones nacionales y religiosas, descubran con gozo y respeto las semillas de la Palabra que en ellas laten” Ad Gentes(Decreto de la Actividad Misionera de la Iglesia), n. 11.
- “La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones [es decir, Hinduismo, Budismo y otras formas varias de paganismo] hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres” Nostra Aetate (Declaración de la Relación de la Iglesia con las Religiones no Cristianas) n, 2.
Si esos textos conciliares no fueran claros por sí mismos, Juan Pablo II reforzó su significado repetidamente a lo largo de su largo pontificado. Tomemos, por ejemplo, las siguientes palabras suyas de una audiencia general de los viernes en 1998, en que cita los mismos textos conciliares y los relaciona con su propia enseñanza:
“En Nostra Aetate… el Concilio Vaticano II enseña que la “Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas hay de santo y verdadero …’” (Nostra Aetate, n. 2).
Tomando la enseñanza del Concilio de la primera Encíclica de mi pontificado [Redemptor Hominis, 1979], he deseado recordar la antigua doctrina formulada por los Padres de la Iglesia [nótese la ausencia de referencias concretas], que dice que debemos reconocer las ‘semillas de la Palabra’ presentes y activas en varias religiones (Ad Gentes, n.11; Lumen Gentium, n. 17). Esta doctrina nos lleva a afirmar que, aunque las rutas elegidas pueden ser diferentes, “está dirigida sin embargo en una única dirección la más profunda aspiración del espíritu humano, tal como se expresa en la búsqueda de Dios y al mismo tiempo en la búsqueda, mediante la tensión hacia Dios, de la plena dimensión de la humanidad, es decir, del pleno sentido de la vida humana” (Redemptor Hominis, n. 11) – Audiencia general 9 de septiembre de 1998.
Durante esta misma audiencia, afirmó que la “auténtica experiencia religiosa” y la “oración” son posibles para gentes de todos los credos distintos, una marca distintiva de la herejía modernista (cf. Pascendi Dominici Gregis de san Pío X, nn. 14-15), recordando: “Experimentamos una elocuente manifestación de esta verdad en el Día Mundial de Oración por la Paz el 27 de octubre de 1986 en Asís, y en otras ocasiones similares de gran intensidad espiritual”. Asís, la abominaciónpanreligiosa organizada y presidida por Juan Pablo II, durante la cual los seguidores de religiones paganas adoraron a sus ídolos -más propiamente “demonios” (Sal. 95, 5; 1 Cor. 10, 19-21)- en una basílica católica.
Si el Asís de Juan Pablo II de 1986 no fue una exhibición del indiferentismo religioso modernista –una violación flagrante de la Verdad número 6 de la nueva Declaración, engañosamente “justificada” por los propios documentos del Concilio– entonces no sé qué lo es.
Ecumenismo
Tras censurar ”las religiones y formas de espiritualidad que promueven alguna forma de idolatría o panteísmo” (Verdad número 6), la Declaración intenta definir el verdadero sentido del “ecumenismo”, una de las novedades quintaesenciales del Concilio: “El verdadero ecumenismo tiene por objetivo que los no católicos se integren a la unidad que la Iglesia Católica posee de modo inquebrantable en virtud de la oración de Cristo… Por consiguiente, el ecumenismo no puede tener como finalidad legítima la fundación de una Iglesia que aún no existe” (Verdad número 7).
Pero ¿qué enseña de hecho el Vaticano II sobre esta materia? Además de la nebulosa frase: “la única Iglesia de Cristo… subsiste en la Iglesia Católica”, que encontramos en Lumen Gentium (n. 8), el Decreto del Concilio sobre el ecumenismo afirma:
“Los fieles católicos han de ser, sin duda, solícitos de los hermanos separados en la acción ecumenista, orando por ellos, hablándoles de las cosas de la Iglesia, dando los primeros pasos hacia ellos. Pero deben considerar también por su parte con ánimo sincero y diligente, lo que hay que renovar y corregir en la misma familia católica, para que su vida dé más fiel y claro testimonio de la doctrina y de las normas dadas por Cristo a través de los Apóstoles.” (Unitatis Redintegratio, n. 4).
Ahí lo tienen: “han de ser, sin duda, solícitos” los católicos no en trabajar por la conversión de los no católicos a la única Iglesia verdadera, sino “considerar también por su parte con ánimo sincero y diligente, lo que hay que renovar y corregir en la misma familia católica”. ¿Por qué? En esencia porque todos somos pecadores que necesitamos una conversión más profunda (verdad), luego los pecadores católicos no tienen razón alguna para decir a los pecadores no católicos que necesitan convertirse para ser salvados (falso).
Además, en cuanto a esa “unidad que la Iglesia Católica posee de modo inquebrantable” (Declaración, Verdad número 7), Unitatis Redintegratiorepite el lenguaje ambiguo de Lumen Gentium cuando dice: “creemos que esta unidad subsiste en la Iglesia Católica como algo que no puede perder nunca” (n. 4), como si “esa unidad que Cristo confirió a su Iglesia desde el principio” (ibid.) pudiera subsistir en cualquier otro lugar distinto de la Iglesia Católica, que es la única que es su Iglesia. La noción conciliar de que “la Iglesia de Cristo” es algo diferente o más amplio que la Iglesia Católica simpliciter es un supremo ejemplo de intentar establecer “una Iglesia que aún no existe” (Declaración, Verdad número 7).
El fondo en cuanto al Concilio Vaticano II y el ecumenismo es este: en ningún lugar de los documentos del Concilio se puede encontrar una reafirmación inequívoca de la enseñanza del papa Pío XI (1922-1939), que no es nada más que la perenne doctrina católica:
“… está claro porqué esta Sede Apostólica nunca ha permitido a sus súbditos participar en las asambleas de no católicos: porque la unión de los cristianos sólo puede ser promovida fomentando el regreso a la única y verdadera Iglesia de Cristo de los que están separados de ella, que en el pasado infelizmente la dejaron”, Mortalium Animos, 6 de enero de 1928, n. 10. (El énfasis es nuestro).
Libertad religiosa
Para concluir esta breve demostración de que la nueva “Declaración de Verdades” es, de hecho, una denuncia inintencionada de los errores conciliares, volvemos nuestra atención a la Verdad número 11 de la Declaración, que dice: “El don del libre albedrío con que Dios Creador dotó a la persona humana, concede al hombre el derecho natural de elegir únicamente el bien y lo verdadero. Ningún ser humano tiene, por tanto, el derecho natural a ofender a Dios escogiendo el mal moral del pecado o el error religioso de la idolatría, de la blasfemia o una falsa religión” (el énfasis es nuestro).
Absolutamente cierto. Si los padres del Concilio hubieran sostenido la misma verdad. Tristemente, no fue así:
“Este Concilio Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites debidos” Dignitatis Humanae, n. 2 (el énfasis es nuestro).
Aunque la declaración del Concilio sobre la Libertad Religiosa reconoce de hecho que “todos los hombres son impulsados inmediatamente por la naturaleza y también ligados por una obligación moral a buscar la verdad, especialmente la verdad religiosa”, en definitiva, concede derechos iguales al error:
“Pero los hombres no pueden satisfacer esta obligación de forma adecuada a su propia naturaleza, si no gozan de libertad psicológica al mismo tiempo que de inmunidad de coacción externa. Por consiguiente, el derecho a la libertad religiosa no se funda en la disposición subjetiva de la persona, sino en su misma naturaleza. Por lo cual, el derecho a esta inmunidad permanece también en aquellos que no cumplen la obligación de buscar la verdad y de adherirse a ella, y su ejercicio, con tal de que se guarde el justo orden público, no puede ser impedido.” Ibid (el énfasis es nuestro).
Y, sin embargo, toda la Tradición católica repite con el papa León XIII (1878-1903) que “es contrario a la razón que el error y la verdad tengan derechos iguales” (Libertas, n. 34).
¿Por qué son los documentos del Concilio incapaces de combatir los errores que se enumeran en la Declaración? Porque esos documentos son parte del problema, no la solución, y en más formas de las que el tiempo y el espacio nos permitirán examinar en este momento. Baste decir que, mientras el mismo Concilio no sea reconocido como parte del problema, mientras la “hermenéutica de continuidad” no sea rechazada como imposible, por lo menos en lo que concierne a las “novedades profanas” (1 Tim. 6, 20) del Concilio, varios de los “errores comunes” identificados en la Declaración seguirán siendo exactamente, “errores comunes” [1]. Es más, cualquier bien que pueda hacer la Declaración se ve minado por su primera proposición, en la que los firmantes garantizan su lealtad a la “Tradición viva” y a la “hermenéutica de continuidad”, conceptos que pretenden la cuadratura del círculo de reconciliar las proposiciones verdaderamente católicas de la Declaración con los documentos del Vaticano II y los que lo siguen.
El innombrable pero evidente culpable
El defecto más obvio en la nueva Declaración es la ausencia de una admonición explícita al papa Francisco, a pesar del hecho de que muchos de los “errores comunes” identificados son, de hecho, suserrores. Para referirse, una vez más, a la Carta Abierta en la que se acusa al papa Francisco del “delito canónico de herejía”, varias de las 40 proposiciones de la Declaración corresponden exactamente, en algunos casos verbatim, a las siete herejías enumeradas en la Carta Abierta, todas las cuales se demuestra son mantenidas por Francisco (si pertinazmente o no es una cuestión que deben investigar los obispos, como la Carta les implora hacer).
La verdad número 9 de la Declaración, por ejemplo, afirma: “La religión nacida de la fe en Jesucristo, Hijo encarnado de Dios y único Salvador de la humanidad, es la única religión positivamente querida por Dios. Por tanto, es errónea la opinión según la cual del mismo modo que Dios ha querido que haya diversidad de sexos y de naciones, quiere también que haya diversidad de religiones”.
De manera obvia, la intención es contradecir el error notorio que se encuentra en el Documento sobre la Fraternidad Humana de Francisco, en concreto: “El pluralismo y la diversidad de religiones, colores, sexos, razas y lenguas son queridos por Dios en su sabiduría, por medio de la cual creó los seres humanos”. La Carta Abierta, de igual modo, identifica este error y lo incluye como herejía (VII): “Dios no sólo permite, sino que positivamente desea el pluralismo y la diversidad de religiones, tanto cristianas como no cristianas”.
Y de forma semejante:
- La verdad 12 de la Declaración se opone a la herejía I de la Carta Abierta, contenida en Amoris Laetitia n. 295.
- La verdad 13 se opone a la herejía II (cf. AL, 295, 299, 301, 303)
- La verdad 14 se opone a la herejía III (cf. AL, 298, 301)
- La verdad 15 se opone a la herejía VI (cf. AL, 304)
- La verdad 20 se opone a la herejía IV (cf. AL, 295, 298-299, 301, 303) y
- La verdad 23 se opone a la herejía V (cf. AL, 303).
Dado que la Declaración apunta claramente a los errores de Francisco, especialmente a los que se encuentran en Amoris Laetitia, ¿por qué los firmantes se han abstenido de afirmar lo obvio? Su única referencia a Francisco se encuentra en la nota explicativa y la hace sonar como si él no tuviera nada que ver con la proliferación de los errores que buscan combatir.
“La voz unánime de los pastores y los fieles en una precisa declaración de verdades será indudablemente un medio eficaz de ayuda fraternal y filial al Sumo Pontífice en la extraordinaria situación actual de confusión doctrinal generalizada y desorientación que reina en la vida de la Iglesia.”
Sí, “confusión y desorientación” ¡de las que es personal y enormemente responsable!
Con todo el respeto debido a los signatarios, lo que el papa Francisco necesita de ellos es una corrección explícita y formal, una fraternal “reprimenda” como pide urgentemente la Carta Abierta, no otra Profesión de las verdades inmutables sobre el matrimonio sacramentalni otra Reafirmación apostólica del Evangelio. En esta hora tardía, en medio de lo que su nota explicativa acertadamente llama “una de las mayores epidemias espirituales” de la historia de la Iglesia, el tiempo de las fórmulas de reafirmación generalizadas hace mucho que pasó. Es momento de resistirse a Pedro “cara a cara” (Gal. 2, 11).
Matt Gaspers es el Director General de Catholic Family News. John Vennari (1958-2017), editor mucho tiempo de CFN y defensor incondicional de la fe, le pidió que aceptara el importante trabajo de CFN poco después del fallecimiento del Sr. Vennari. Además de escribir para CFN, el Sr. Gaspers ha publicado también en el Fatima Crusader, One Peter Five y LifeSiteNews. Sus intereses de estudio y escritura incluyen la teología, la historia de la Iglesia, Fátima, el Islam y la vida espiritual. Ha dado conferencias organizadas por Catholic Family News y el centro Fatima. Él y su mujer residen en Colorado junto a sus hijos.
Matt Gaspers
Artículo original: https://catholicfamilynews.com/blog/2019/06/17/new-declaration-of-truths-identifies-common-errors-fails-to-oppose-their-roots/
Traducido por Natalia Martín
[1] Para más información sobre este asunto crucial, incluidos los retos académicos a las expresiones modernistas “Tradición viva” y “Magisterio vivo” citados en la Declaración, véanse las siguientes fuentes:
- “Petición al papa Benedicto XVI de un examen más profundo del Concilio Vaticano II”, fechado en 24 de septiembre de 2011 y firmado por 50 teólogos italianos, entre los que se incluyen los célebres monseñor Brunero Gherardini (fallecido en 2017) y el profesor Roberto de Mattei. La petición completa fue publicada en la edición de noviembre de 2011 de la revista Inside the Vatican (pp. 20-24) y está disponible en internet: http://sspx.org/en/50-petition-pope-for-vatican-ii-re-examination
- Monseñor George Agius, D.D., J.C.D. (1873-1962), Tradition and the Church (publicado inicialmente en 1928 por Rockford TAN Books and Publishers, inc. 2005). Como escribió el padre Chad Ripperger, Dr., en su prólogo al texto (pp. vii-ix), “Este libro es uno de los mejores textos escritos en inglés sobre la Tradición, aunque originalmente no disfrutó una gran difusión. Es comprensible para el laico medio y, aun así, proporciona una cobertura histórica y doctrinal sólida de las bases de la teología de la Tradición”.
- Roberto de Mattei, Apologia for Tradition (edición italiana original publicada en 2011, Kansas City, Angelus Press, 2019), especialmente la segunda parte (La Regula Fidei de la Iglesia en tiempos de crisis de fe), por una discusión exhaustiva sobre las relaciones entre la Tradición (una de las dos fuentes de la Revelación divina; la otra es la Escritura) y el Magisterio de la Iglesia (la guardiana de la Revelación, aunque sujeta a ella). En este libro, el profesor de Mattei también demuestra que la noción que identifica el “Magisterio vivo” (el papa y los obispos actuales) con la Tradición misma es un invento de los teólogos modernistas, tales como “los padres dominicos Louis Charlier y Marie-Dominique Chenu…” (p. 69).
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