lunes, 13 de noviembre de 2017

¿Problemas de traducción? ¿Misas de cara al pueblo? ¿Monaguillas? ¿Posturas?
No, el mayor y más grave problema en la liturgia de la Iglesia latina – es decir, de la “Forma Ordinaria” o misa de Pablo VI – es uno que trasciende todo esto, si bien está relacionado con ello: es la manera en la que se trata el Cuerpo de Cristo.
Este debe ser el primer asunto a encarar en una eventual “reforma de la reforma” real, uno que no se establece con un ejemplo fugaz sino con una ley dura.
_______________________
(1) Todo ser humano que haya experimentado con un objeto comestible con un producto molido de base, sabe que es natural que se desmigaje en el proceso de consumirlo: panes, obleas, galletas, bizcochos, tortillas, nachos – sin importar qué, se desmigaja.
(2) Los católicos creemos que el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo están verdaderamente presentes en cada una de las especies consagradas, y en cada uno de los diminutos fragmentos de las mismas y por completo.
Debido a (1) y (2), tradicionalmente la Iglesia ha sido extremadamente cuidadosa en la distribución de la sagrada comunión. Eso implicaba reducir al mínimo imaginable la posibilidad de que un fragmento del Cuerpo de Cristo, incluso el más pequeño, fuera profanado o perdido – y significaba que solo el celebrante tocaba el Cuerpo de Cristo, que todos los fragmentos eran controlados en el altar, y que todos los gestos de la distribución de la eucaristía por manos del sacerdote (o diácono) a ministros y fieles aseguraban que ningún fragmento podía desaparecer. (Y ese mismo proceso se realizaba bajo las dos especies en Oriente, con una evolución un tanto diferente pero con el mismo resultado: manos consagradas distribuyendo la eucaristía para minimizar la pérdida o derrame y bajo un estricto control.)
Lo que hicieron las innovaciones tras el Concilio fue inculcar a los católicos la idea de que los fragmentos del Cuerpo de Cristo no importan  – y sería absurdo limitar esto a la aborrecible práctica de la comunión en la mano; no, no se trata solo de una cuestión de respeto, sino de la creencia de que el mismo Dios está enteramente presente en cada uno de los fragmentos de las especies consagradas; y la comunión en la mano es solo un aspecto de ello. De hecho, todas esas concesiones para la distribución por personas diferentes a la de las manos consagradas, que no se purifican antes y después de la distribución de la eucaristía, el uso de todo tipo de “recipientes”, y asuntos relacionados – ocurriendo miles y miles de veces por día alrededor del mundo –conducen inevitablemente al abuso. O antes bien, SON un abuso.

Todos los demás problemas de la nueva misa están íntimamente relacionados con este, el más grande de los problemas. Si la sagrada liturgia es “la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia” (SC, 10), el manejo del Cuerpo de Cristo por parte de personas no ordenadas es la fosa desde donde fluyen ontológicamente todos y cada uno de los abusos litúrgicos. Porque si Dios presente en el Santísimo Sacramento es tratado como “migajas” y “polvo”, entonces la realidad se esfuma y todo lo que permanece, en apariencia, son simbolismos vacíos y ridículos – y no sorprende que la gente no los respete, los modifique a su gusto, y espere que ellos se adapten a sus propias preferencias.
(28 de septiembre 28, 2011)

(Traducido por Marilina Manteiga.


Translation problems? Mass celebrated towards the people? Altar girls? Postures?

No, the greatest and gravest problem of the liturgy of the Latin Church - that is, of the "Ordinary form", or Mass of Paul VI - is one that transcends all this, even it is related to all of them: it is the way the Body of Christ is treated.


That must be the very first issued tackled by an eventual true "reform of the reform", one that is set not by fleeting example, but by hard law.

_______________________

(1) Any human being who has ever had any experience with any edible object based on a milled product knows that crumbling is a natural part of the process of consuming it: loaves, wafers, cookies, biscuits, crackers, tortillas, nachos - it does not matter, fragmentation takes place. 

(2) Catholics believe that the Body, Blood, Soul, and Divinity of Our Lord Jesus Christ are truly present in each of the Consecrated Species, and completely in every single and minute fragment of it.

Because of (1) and (2), the Church was traditionally extremely careful regarding the distribution of Holy Communion. That meant reducing to the minimal imaginable level the possibility that any Fragment of the Body of Christ, even the smallest one, might be profaned or lost - which meant only the celebrant himself touched the Body of Christ, that all Fragments could be held under control on the Altar, and that all gestures in the distribution of Holy Communion by the Priest (or Deacon) to the servers and faithful would mean that no Fragment could ever go unaccounted. (And that same process also took place with the distribution under both Species in the East, in a slightly different evolution, but with the same end result: consecrated hands distributing Holy Communion in such a way to make any loss or spillage unlikely and under strict control.)

What the liturgical innovations following the Council did was to inculcate Catholics with the notion that the Fragments of the Body of Christ do not matter - and it would be absurd to limit that only to the abhorrent practice of Communion in the hand; no, it is not just a matter of respect, but of Belief that God Himself is entirely present in each single Fragment of the Consecrated species; and Communion in the hand is only one aspect of this. In fact, all those allowances for distribution by people other than those with consecrated hands that are not purified before and after the Distribution of Holy Communion, the use of all kinds of "vessels", and all related matters - happening thousands upon thousands of times every single day around the world - also necessarily lead to abuse. Or, rather, they ARE the abuse. 

All other problems with the New Mass are intimately related with this gravest of problems. If the Sacred Liturgy is the "summit toward which the activity of the Church is directed" (SC, 10), the handling of the Body of Christ by the non-ordained is the pit from which all and every single liturgical abuse ontologically flow. Because if God present in the Most Holy Sacrament is treated as "crumbs" and "dust", then reality vanishes and all that remains, in appearance, are empty and ridiculous symbolisms - and no wonder people do not respect these, change them at will, and expect them to adapt to one's own preferences.
(September 28, 2011)