Oct
Evangelio del día
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 1-11.
Hermanos:
No hay condena alguna para los que están en Cristo Jesús, pues la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Lo que era imposible a la ley, por cuanto que estaba debilitada a causa de la carne, lo ha hecho Dios: enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne, para que lajusta exigencia de la ley se cumpliera en nosotros, los que actuamos no de acuerdo con la carne, sino de acuerdo con el Espíritu.
Pues los que viven según la carne desean las cosas de la carne; en cambio, los que viven según el Espíritu, desean las cosas del Espíritu.
El deseo de la carne es muerte; en cambio el deseo del Espíritu, vida y paz. Por ello, el deseo de la carne es hostil a Dios, pues no se somete a la ley de Dios; ni puede someterse. Los que están en la carne no pueden agradar a Dios.
Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habíta en vosotros; en cambio, si alguien no posee el Espíritu de Cristo no es de Cristo.
Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Salmo de hoy
Salmo 23,1-2.3-4ab.5-6 R/. Esta es la generación que busca tu rostro, Señor
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe, y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes, y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Ésta es la generación que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 1-9.
En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús respondió:
«¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».
Y les dijo esta parábola:
«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador:
“Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”.
Pero el viñador respondió:
“Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”».
Reflexión del Evangelio de hoy
La vida en el Espíritu
En la primera lectura de hoy san Pablo comienza afirmando que Cristo libera del poder del pecado, porque Cristo en su pasión y resurrección, nos trae la justificación, don definitivo de Dios, y crea una realidad nueva. Esto significa que ya no estamos definidos por la culpa, sino por la filiación: somos hijos adoptivos, llamados a vivir como tales, confiando en la gracia que nos justifica.
A continuación Pablo distingue entre dos modos de vida: El “vivir según la carne” (mentalidad enemiga de Dios) y el “vivir según el Espíritu” (pensar y obrar movidos por el Espíritu). Quien está dirigido por la carne no puede agradar a Dios; quién está en el Espíritu participa de libertad filial y de vida.
El Espíritu infunde vida y nos capacita para cumplir la voluntad divina; en palabras de Benedicto XVI: «La acción del Espíritu orienta nuestra vida hacia los grandes valores del amor, la alegría, la comunión y la esperanza.»
La persona debe elegir y cooperar con la gracia. No basta saberlo, hay que dejar que el Espíritu nos habite y nos transforme desde dentro. Nuestra tarea es confiar en la acción del Espíritu, con la oración, los sacramentos que nos alimentan con la vida divina y las obras de misericordia, que muestran cómo el Espíritu nos hace creativos en el amor. No se trata de una perfección inmediata, sino de un camino de conversión diaria: reconocer dónde actúa la carne y pedir al Espíritu el don de cambiar una actitud, una palabra, una decisión.
Esta vida en el espíritu que nos da Cristo trae esperanza para quien sufre: en la fragilidad del cuerpo y en la oscuridad del ánimo, el Espíritu sopla como un auxilio seguro. Él es la garantía de la resurrección.
“Déjala… a ver si da fruto en adelante”
En el evangelio de hoy se pueden distinguir dos partes: una pregunta y una parábola.
La pregunta dirigida a Jesús es sobre la causa de la muerte repentina de los galileos y de los que murieron en Siloé. En tiempos de Jesús se creía que las desgracias, como el sufrimiento, la enfermedad o accidentes que llevan a la muerte eran consecuencias del pecado.
Cuando le preguntan la causa de estas muertes, responde que no fue porque tuvieran una culpa mayor que la de sus compatriotas, sino que esas muertes son una llamada a la conversión, pues la vida de todos puede acabar en cualquier momento. La urgencia del arrepentimiento (“si no os convertís, todos pereceréis lo mismo”) no es una amenaza, sino una advertencia: el tiempo de Dios es ahora, y la misericordia exige una respuesta libre y decidida.
En la parábola de la higuera estéril Jesús también urge a la conversión: Dios ha dado un tiempo de gracia suplementario y también da medios (labranza, estiércol) para que dé fruto. En su bondad y misericordia, y en atención a la intercesión del viñador, Cristo, Dios alarga el tiempo de gracia para que se produzca la conversión. Pero el hombre no debe abusar de la paciencia de Dios, debe aprovechar ese tiempo de gracia para cambiar de conducta y dar el fruto que se espera de él. La paciencia no anula la responsabilidad: si permanece la esterilidad, habrá consecuencias
Siempre tenemos una oportunidad, siempre Dios nos está abonando para que tengamos buenos frutos, pero también depende de nuestra libertad que los demos.
No esperemos a “arreglárnoslas mañana”: la llamada es hoy. Que nuestra vida no sea una higuera estéril, sino un árbol que dé fruto abundante para gloria de Dios y servicio de los hermanos.
