Oct
Evangelio del día
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6,12-18
Hermanos:
Que el pecado no siga reinando en vuestro cuerpo mortal, sometiéndoos a sus deseos; no pongáis vuestros miembros al servicio del pecado, como instrumentos de injusticia; antes bien, ofreceos a Dios como quienes han vuelto a la vida desde la muerte, y poned vuestros miembros al servicio de Dios, como instrumentos de la justicia.
Porque el pecado no ejercerá su dominio sobre vosotros: pues no estáis bajo ley, sino bajo gracia.
Entonces, ¿qué? ¿Pecaremos, puesto que no estamos bajo ley, sino bajo gracia? ¡En absoluto!
¿No sabéis que, cuando os ofrecéis a alguien como esclavos para obedecerlo, os hacéis esclavos de aquel a quien obedecéis: bien del pecado, para la muerte, bien de la obediencia, para la justicia?
Pero gracias sean dadas a Dios, porque erais esclavos del pecado, mas habéis obedecido de corazón al modelo de doctrina al que fuisteis entregados; liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia.
Salmo de hoy
Salmo 123,1-3.4-6.7-8 R/. Nuestro auxilio es el nombre del Señor
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
—que lo diga Israel—,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros. R/.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas impetuosas.
Bendito el Señor,
que no nos entregó
en presa a sus dientes. R/.
Hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador;
la trampa se rompió,
y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,39-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».
Reflexión del Evangelio de hoy
"Liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia"
Leemos hoy un nuevo fragmento de la carta a Romanos. San Pablo, en esta carta, y especialmente en este fragmento parece como si nos hablara de algo ya terminado. Un día nos convertimos y ya lo estamos de forma permanente.
Pero no es este el mensaje que Pablo quiere transmitirnos, sino más bien lo contrario: si hemos llegado a la conversión no estamos en una carrera terminada, sino en una simple etapa que tenemos que rehacer cada día, cada momento de nuestra vida. El hombre sigue disfrutando de su libertad y, mientras esté vivo, siempre podrá ejercerla en un sentido o en otro. Conviene que tengamos en cuenta que tenemos que seguir “resucitando” cada instante de nuestra vida a la vida nueva que Jesús nos ofrece y a la que nos invita.
Jesús es el viviente eterno. Su resurrección fue una y para siempre. Jesús está ya libre de la muerte y del pecado. Cierto que nosotros, por el bautismo, estamos unidos a él, pero no olvidemos que seguimos siendo libres y capaces de elegir. Y esta libertad nos pone en la tesitura de tener que elegir constantemente, cada instante, cada momento, entre la justicia y el pecado.
Cristo está siempre presente en nuestra vida, si le dejamos, para que podamos elegir entre cualquiera de los dos caminos: justicia/libertad o esclavos del pecado. Elijamos bien y sigamos estando dominados por lo bueno, por lo justo y santo que Cristo estará siempre dispuesto a echarnos una mano para que podamos salir de la sombra y vivir en la luz, la justicia y la verdad.
"A la hora que menos penséis viene el Hijo del Hom4bre"
Es evidente el aviso de Jesús: si supiéramos a qué hora va a llegar el Hijo del Hombre, estaríamos preparados para hacerle un recibimiento adecuado. Estaríamos tranquilos, viviendo plácidamente, dormidos en nuestra falsa seguridad. Total, es suficiente un punto de contrición al pie de la sepultura, que diría D. Juan Tenorio, y sabiendo la hora, el minuto, etc. podremos hacer la vida que queramos hasta el último momento.
Si fuéramos el criado encargado de dar la ración a su tiempo a los criados, ¿Estaríamos seguros de cumplir con nuestra obligación o puede que nos distrajéramos un poco? Total; si sabemos cuándo va a llegar el amo, podríamos descuidar nuestras obligaciones y preparar, para los últimos días, buenos banquetes de reses cebadas y buen vino, que harían olvidar a los subordinados los días de hambre y penurias que les hemos hecho pasar mientras esperábamos al amo.
Pero no sabemos el día ni la hora. Sí sabemos que vendrá y que debemos estar vigilantes cada momento de nuestra vida, siempre disponibles para el Señor que llegará cuando el crea oportuno. De nosotros depende como pueda encontrarnos: ¿cumpliendo nuestras obligaciones, o durmiendo una siesta? Es nuestro problema y para eso nos ha dado libertad. Podemos elegir y, así, esperar despiertos, orantes, dispuestos al servicio, o sesteando en las horas de trabajo. Nosotros elegimos.
Sabemos, de acuerdo con el salmo 123, que nuestro auxilio es el nombre del Señor. En Él deberemos tener toda nuestra confianza, porque solamente de Él llega nuestra salvación, aunque no sepamos el día ni la hora.
¿Seremos capaces de pensarlo, y sobre todo, vivirlo?