sábado, 27 de octubre de 2018

Lectio Divina Domingo 28 de Octubre

Orden Carmelitana
Lectio: 
 Domingo, 28 Octubre, 2018
Jesús cura a Bartimeo, el ciego de Jericó¡Aquél que es ciego, ve! ¡Quien tiene ojos no se deje engañar!Marcos 10, 46-52
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2. Lectura
a) Clave de lectura:
El evangelio de este domingo describe el episodio de la curación del ciego Bartimeo de Jericó (Mc 10,46-52), que recoge una larga instrucción de Jesús para sus discípulos (Mc 8,22 a 10,52). Al principio de esta instrucción, Marcos coloca la curación del ciego anónimo (Mc 8,22-26). Ahora, al final, comunica la curación del ciego del Jericó. Como veremos, las dos curaciones son el símbolo de lo que sucedía entre Jesús y los discípulos. Indican el proceso y el objetivo del lento aprendizaje de los discípulos. Describen el punto de partida (el ciego anónimo) y el punto de llegada (el ciego Bartimeo) de la instrucción de Jesús a sus discípulos y a todos nosotros. En el curso de la lectura trataremos de prestar atención a las actitudes de Jesús, del ciego Bartimeo y de la gente de Jericó y en todo lo que cada uno de ellos dice y hace. Mientras lees y meditas el texto, piensas como si tu mismo te estuviera mirando a un espejo. ¿En qué se refleja tu rostro: En Jesús, en el ciego Bartimeo, en la gente?
b) Una división del texto para ayudar a la lectura:
Marcos 10,46: Descripción del contexto del episodio
Marcos 10,47: El grito del pobre
Marcos 10,48: Reacción de la gente ante el grito del pobre
Marcos 10,49-50: Reacción de Jesús ante el grito del pobre
Marcos 10,51-52: Conversación de Jesús con el ciego e su curación
c) El texto:
46 Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. 47 Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Marcos 10, 46-52Jesús, ten compasión de mí!» 48 Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» 49 Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle.» Llaman al ciego, diciéndole: «¡Ánimo, levántate! Te llama.» 50 Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino ante Jesús. 51 Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?» El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!» 52 Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y al instante recobró la vista y le seguía por el camino.
3. Un momento de silencio orante
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) ¿Cuál es punto del texto que más te ha gustado? ¿Por qué?
b) ¿Cuál es la actitud de Jesús? ¿Qué dice y qué hace?
c) ¿Cuál es la conducta de la gente de Jericó? ¿Qué dicen y qué hacen?
d) ¿Cuál es comportamiento del ciego Bartimeo? ¿Qué dice y qué hace?
e) ¿Cuál es para nosotros la lección de la curación del ciego Bartimeo?
5. Para aquellos que desean profundizar el tema
a) Contexto de la larga instrucción de Jesús a los discípulos:
La curación del ciego anónimo, al comienzo de la instrucción, se completa por dos momentos (Mc 8,22-26). En el primer momento, el ciego comienza a intuir las cosas, pero sólo a mitad. Ve las personas como si fuesen árboles (Mc 8,24). En el segundo momento, en el segundo intento, comienza a entender bien. Los discípulos eran como el ciego anónimo: aceptaban a Jesús como Mesías, pero no aceptaban la cruz (Mc 8,31-33). Eran personas que cambiaban personas por árboles No tenían una fe fuerte en Jesús. ¡Continuaban siendo ciegos! Cuando Jesús insistía en el servicio y en la entrega (Mc 8,31;34; 9,31; 10,33-34), ellos discutían entre sí sobre quien era el más importante (Mc 9,34) y continuaban pidiendo los primeros puestos en el Reino, uno a la derecha y otro a la izquierda del trono (Mc 10,35-37). Señal de que la ideología imperante de la época penetraba profundamente en sus mentalidades. El haber vivido varios años con Jesús, no les había renovado su modo de ver las cosas y personas. Miraban a Jesús con la mirada del pasado. Querían que fuese como ellos se lo imaginaban: un Mesías glorioso (Mc 8,32). Pero el objetivo de la instrucción de Jesús es que sus discípulos sean como el ciego Bartimeo, que acepta a Jesús como es. Bartimeo tiene una fe fuerte que le hace ver, fe que Pedro no posee todavía. Y así Bartimeo se convierte en el modelo para los discípulos del tiempo de Jesús, para las comunidades del tiempo de Marcos, como para nosotros.
b) Comentario del texto:
Marcos 10,46-47: Descripción del contexto del episodio: el grito del pobre
Finalmente, después de una larga caminata, Jesús y sus discípulos llegan a Jericó, última parada antes de llegar a Jerusalén. El ciego Bartimeo está sentado a la vera del camino. No puede participar en la procesión que acompaña a Jesús. Pero grita, invocando la ayuda del Señor: “¡Hijo de David! ¡Ten piedad de mi!” La expresión “Hijo de David” era el título más común que la gente daba al Mesías (Mt 21,9; cf. Mc 11,9) Pero este título no agradaba mucho a Jesús. Él llegó a cuestionar y a criticar la costumbre de los doctores de la ley que enseñaban a la gente diciendo el Mesías es el Hijo de David (Mc 12,35-37).
Marcos 10,48: Reacción de la gente ante el grito del pobre
El grito del pobre es incómodo, no gusta. Los que van en la procesión con Jesús intentan hacerle callar. Pero “¡él gritaba todavía más fuerte!” También hoy el grito del pobre es incómodo. Hoy son millones los que gritan: emigrantes, presos, hambrientos, enfermos, perseguidos, gente sin trabajo, sin dinero, sin casa, sin techo, sin tierra, gente que no recibirán jamás un signo de amor. Gritos silenciosos, que entran en las casas, en las iglesias, en las ciudades, en las organizaciones mundiales. Lo escucha sólo aquél que abre los ojos para observar lo que sucede en el mundo. Pero son muchos los que han dejado de escuchar. Se han acostumbrado. Otros intentan silenciar los gritos , como sucedió con el ciego de Jericó. Pero no consiguen silenciar el grito del pobre. Dios lo escucha. (Éx 2,23-24; 3,7) Y Dios nos advierte diciendo: “ No maltratarás a la viuda o al huérfano”. ¡Si tú lo maltratas, cuando me pida ayuda, yo escucharé su grito!” (Éx 22,21)
Marcos 10,49-50: Reacción de Jesús ante el grito del pobre
¿Y qué hace Jesús? ¿Cómo escucha Dios el grito? Jesús se para y ordena llamar al ciego. Los que querían hacerlo callar, silenciar el grito incómodo del pobre, ahora, a petición de Jesús, se ven obligados a obrar de modo que el pobre se acerque a Jesús,. Bartimeo deja todo y va corriendo a Jesús. No posee mucho, apenas una manta. Lo único que tiene para cubrirse el cuerpo (cf. Éx 22,25-26). ¡Esta es su seguridad, su tierra firme!
Marcos 10, 51-52: Conversación de Jesús con el ciego y su curación
Jesús pregunta: “¿Qué quieres que te haga?” No basta gritar. ¡Se necesita saber por qué se grita! Él responde: “¡Maestro! ¡Que yo recobre la vista!” Bartimeo había invocado a Jesús con expresiones no del todo correctas, porque, como hemos visto, el título de “Hijo de David” no le gustaba mucho a Jesús (Mc 12,35-37). Pero Bartimeo tiene más fe en Jesús que en las ideas y títulos sobre Jesús. No así los demás. No ven las exigencias como Pedro (Mc 8,32). Bartimeo sabe dar su vida aceptando a Jesús sin imponerle condiciones. Jesús le dice: “¡Anda! Tu fe te ha salvado!” Al instante, el ciego recuperó la vista”. Deja todo y sigue a Jesús (Mc 10,52). Su curación es fruto de su fe en Jesús (Mc 10,46-52). Curado, Bartimeo sigue a Jesús y sube con Él a Jerusalén hacia el Calvario. Se convierte en un discípulo modelo para Pedro y para nosotros: ¡creer más en Jesús que en nuestras ideas sobre Jesús!
c) Ampliando conocimientos
El contexto de la subida hacia Jerusalén
Jesús y sus discípulos se encaminan hacia Jerusalén (Mc 10,32). Jesús les precede. Tiene prisa. Sabe que lo matarán. El profeta Isaías lo había anunciado (Is 50,4-6; 53,1-10). Su muerte no es fruto de un destino ciego o de un plan ya preestablecido, sino que es la consecuencia de un compromiso tomado, de una misión recibida del Padre junto con los marginados de su tiempo. Por tres veces, Jesús llama la atención de los discípulos, sobre los tormentos y la muerte, que le esperan en Jerusalén (Mc 8,31; 9,31: 10,33). El discípulo debe seguir al maestro, aunque sea para sufrir con él (Mc 8,34-35). Los discípulos están asustados y le acompañan con miedo (Mc 9,32). No entienden lo que está sucediendo. El sufrimiento no andaba de acuerdo con la idea que ellos tenía del Mesías (Mc 8,32-33; Mt 16,22). Y algunos no sólo no entendían, sino que continuaban teniendo ambiciones personales. Santiago y Juan piden un puesto en la gloria del Reino, uno a la derecha y otro a la izquierda de Jesús (Mc 10,35-37). ¡Quieren estar por delante de Pedro! No entienden la propuesta de Jesús. ¡Están preocupados sólo de sus propios intereses! Esto refleja las disputas y riñas existentes en las comunidades al tiempo de Marcos y las que pueden existir todavía en nuestras comunidades. Jesús reacciona con decisión: “¿Qué es lo que estáis pidiendo?” (Mc 10,38). Y les dice si son capaces de beber el cáliz que Él, Jesús, beberá, y si están dispuestos a recibir el bautismo que Él recibirá. ¡El cáliz del sufrimiento. el bautismo de sangre! Jesús quiere saber si ellos, en vez de un puesto de honor, aceptan dar vida hasta la muerte. Los dos responden: “¡”Podemos!” (Mc 8,39). Parece una respuesta dicha sólo con los labios, porque pocos días después, abandonan a Jesús y lo dejan solo en la hora del sufrimiento (Mc 14,50). Ellos no tienen mucha conciencia crítica, no perciben su realidad personal. En su instrucción a los discípulos, Jesús insiste sobre el ejercicio del poder (cf. Mc 9,33-35). En aquel tiempo, aquellos que detentaban el poder no prestaban atención a la gente. Obraban según sus ideas (cf. Mc 6,17-29). El imperio romano controlaba el mundo y lo mantenía sometido por las fuerzas de las armas y así, a través de tributos, tasas e impuestos, conseguía concentrar la riqueza del pueblo en manos de unos pocos en Roma. La sociedad se caracterizaba por el ejercicio represivo y abusivo del poder. Jesús tiene una propuesta diferente. Dice: “No debe ser así entre vosotros. Quien quiera ser grande entre vosotros sea vuestro servidor” (Mc 10,43). Enseña a vivir contra los privilegios y las rivalidades. Subvierte el sistema e insiste en el servicio, remedio contra la ambición personal. En definitiva, presenta un testimonio de la propia vida: “El Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar la vida por muchos “ (Mc 10,45).
La fe es una fuerza que transforma a las personas
La Buena Nueva del Reino anunciada por Jesús es como un fertilizante. Hace crecer la semilla de la vida escondida en las personas, en la gente, escondida como un fuego bajo las cenizas de la observancia, sin vida. Jesús sopla sobre las cenizas y el fuego se enciende, el Reino se muestra y la gente se alegra. La condición es siempre la misma: creer en Jesús. Pero cuando el temor se apodera de las personas, entonces desaparece la fe y la esperanza se apaga. En la hora de la tormenta, Jesús reprende a los discípulos por su falta de fe (Mc 4,40). No creen, porque tienen miedo (Mc 4,41). Por la falta de fe de los habitantes de Nazaret, Jesús no puede obrar allí ningún milagro (Mc 6,6). Aquella gente no quiere creer, porque Jesús no era como ellos pensaban que debía ser (Mc 6,2-3). Y precisamente es la falta de fe la que impide a los discípulos a arrojar “al espíritu inmundo” que maltrataba a un niño enfermo (Mc 9,17). Jesús los critica: “¡Oh generación incrédula!” (Mc 9,19). E indica el camino para reanimar la fe: “Esta especie de demonio no se puede arrojar de ningún modo, si no es con la oración” (Mc 9,29)
Jesús animaba a las personas a que tuviesen fe en Él y por lo mismo, creaba confianza en los demás (Mc 5,34.36; 7,25-29; 9,23-29; 10,52; 12.34.41-44). A lo largo de las páginas del evangelio de Marcos, la fe en Jesús y en su palabra aparece como una fuerza que transforma a las personas. Hace que se reciba el perdón de los pecados (Mc 2,5), afronta y vence la tormenta (Mc 4,40), hace renacer a las personas y obra en ellos el poder de curarse y de purificarse (Mc 5,34). La fe obtiene la victoria sobre la muerte, por lo que la niña de doce años resucita gracias a la fe de Jairo, su padre, en la palabra de Jesús (Mc 5,36). La fe hace saltar al ciego Bartimeo: “Tú fe te ha salvado” (Mc 10,52). Si tú dices a la montaña: “Levántate y arrójate al mar”, la montaña caerá en el mar, pero no hay que dudar en el propio corazón (Mc 11,23-24). “Porque todo es posible para el que cree” (Mc 9,23). “¡Tened fe en Dios!” (Mc 11,22). Gracias a sus palabras y gestos, Jesús despierta en la gente una fuerza dormida que la gente no sabe que tiene. Así sucede con Jairo (Mc 9,23-24), con el ciego Bartimeo (Mc 10,52), y tantas otras personas, que por su fe en Jesús, hicieron nacer una vida nueva en ellos y en los otros.
La curación de Bartimeo (Mc 10,,46-52) aclara un aspecto muy importante de la larga instrucción de Jesús a sus discípulos. Bartimeo había invocado a Jesús con el título mesiánico de “Hijo de David” (Mc 10,47). A Jesús este título no le agradaba (Mc 12,35-37). Pero aunque ha invocado a Jesús con una expresión no correcta, Bartimeo tiene fe y es curado. Lo contrario de Pedro, cree más en Jesús que en las ideas que tiene sobre Jesús. Cambia su idea, se convierte, deja todo y sigue a Jesús por el camino hasta el Calvario (Mc 10,52).
La comprensión completa del seguimiento de Cristo no se obtiene con la instrucción teórica, sino con el compromiso práctico, caminando con Él por el camino del servicio desde Galilea a Jerusalén. Quien insista en tener la idea de Pedro, o sea, la del Mesías glorioso sin la cruz, no entenderá a Jesús y no llegará a asumir jamás la actitud del verdadero discípulo. Quien quiere creer en Jesús y hacer “don de sí” (Mc 8,35), aceptar “ser el último” (Mc 9,35), “beber el cáliz y llevar la cruz” (Mc 10,38), éste , como Bartimeo, aun sin tener las ideas totalmente correctas, obtendrá el poder de “seguir a Jesús por el camino” (Mc 10,52). En esta certeza de poder caminar con Jesús se encuentra la fuente del coraje y la semilla de la victoria sobre la cruz.
6. Oración de un Salmo 31 (30)
En ti, Yahvé, me cobijo!
En ti, Yahvé, me cobijo,
¡nunca quede defraudado!
¡Líbrame conforme a tu justicia,
tiende a mí tu oído, date prisa!
Sé mi roca de refugio,
alcázar donde me salve;
pues tú eres mi peña y mi alcázar,
por tu nombre me guías y diriges.
Sácame de la red que me han tendido,
pues tú eres mi refugio;
en tus manos abandono mi vida
y me libras, Yahvé, Dios fiel.
Detestas a los que veneran ídolos,
pero yo confío en Yahvé.
Me alegraré y celebraré tu amor,
pues te has fijado en mi aflicción,
conoces las angustias que me ahogan;
no me entregas en manos del enemigo,
has puesto mis pies en campo abierto.
Ten piedad de mí, Yahvé,
que estoy en apuros.
La pena debilita mis ojos,
mi garganta y mis entrañas;
mi vida se consume en aflicción,
y en suspiros mis años;
sucumbe mi vigor a la miseria,
mis huesos pierden fuerza.
De todos mis opresores
me he convertido en la burla;
asco doy a mis vecinos,
espanto a mis familiares.
Los que me ven por la calle
se apartan lejos de mí;
me olvidan igual que a un muerto,
como objeto de desecho.
Escucho las calumnias de la turba,
terror alrededor,
a una conjuran contra mí,
tratando de quitarme la vida.
Pero yo en ti confío, Yahvé,
me digo: «Tú eres mi Dios».
Mi destino está en tus manos, líbrame
de las manos de enemigos que me acosan.
Que brille tu rostro sobre tu siervo,
¡sálvame por tu amor!
Yahvé, no quede yo defraudado
después de haberte invocado;
que queden defraudados los impíos,
que bajen en silencio al Seol.
Enmudezcan los labios mentirosos
que hablan insolentes contra el justo,
llenos de orgullo y desprecio.
¡Qué grande es tu bondad, Yahvé!
La reservas para tus adeptos,
se la das a los que a ti se acogen
a la vista de todos los hombres.
Los ocultas donde tú solo los ves,
lejos de las intrigas de los hombres;
bajo techo los pones a cubierto
de las querellas de las lenguas.
¡Bendito Yahvé que me ha brindado
maravillas de amor (en plaza fuerte)!
¡Y yo que decía alarmado:
«Estoy dejado de tus ojos»!
Pero oías la voz de mi plegaria
cuando te gritaba auxilio.
Amad a Yahvé, todos sus amigos,
a los fieles protege Yahvé;
pero devuelve con creces
al que obra con orgullo.
¡Tened valor, y firme el corazón,
vosotros, los que esperáis en Yahvé!
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén
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Lectio Divina: 
 Sunday, October 28, 2018
Jesus heals Bartimaeus, the blind man from Jericho
The blind see! Let those who see not be deceived!
Mark 10:46-52

1. OPENING PRAYER

Lord Jesus, send Your Spirit to help us to read the Scriptures with the same mind that You read them to the disciples on the way to Emmaus. In the light of the Word, written in the Bible, You helped them to discover the presence of God in the disturbing events of Your sentence and death. Thus, the cross, that seemed to be the end of all hope, became for them the source of life and of resurrection.
Create silence in us so that we may listen to Your voice in Creation and in the Scriptures, in events and in people, above all in the poor and suffering. May Your word guide us so that we too, like the two disciples on the way to Emmaus, may experience the force of Your resurrection and witness to others that You are alive in our midst as source of fraternity, justice and peace. We ask this of You, Jesus, Son of Mary, who revealed to us the Father and sent us Your Spirit. Amen.

2. READING

a) A key to the reading:
This Sunday’s Gospel tells the story of the healing of Bartimaeus, the blind man from Jericho (Mk 10:46-52). This story includes a long instruction from Jesus to His disciples (Mk 8:22 to 10:52). Mark places the healing of the anonymous blind man at the beginning of this instruction (Mk 8:22-26). Then, at the end, he tells us of the healing of the blind man from Jericho. As we shall see, the two healings are symbols of what went on between Jesus and His disciples. They point to the process and purpose of the slow learning by the disciples. They describe a starting point (the anonymous blind man) and an end point (Bartimaeus) of Jesus’ instruction to His disciples and to all of us.
As we read, we shall try to look at the attitudes of Jesus, the blind Bartimaeus and the people of Jericho, and at all that each of them says and does. As you read and meditate on the text, think that you are looking into a mirror. Which image of you is it reflecting: that of Jesus, of the blind Bartimaeus, or of the people?
b) A division of the text as a help to the reading:
Mark 10:46: The description of the context of the episode
Mark 10:47: The cry of the poor
Mark 10:48: The reaction of the people to the cry of the poor
Mark 10:49-50: Jesus’ reaction to the cry of the poor
Mark 10:51-52: The conversation between Jesus and the blind man and his healing
c) Text:
As Jesus was leaving Jericho with his disciples and a sizable crowd, Bartimaeus, a blind man, the son of Timaeus, sat by the roadside begging. On hearing that it was Jesus of Nazareth, he began to cry out and say, "Jesus, son of David, have pity on me." And many rebuked him, telling him to be silent. But he kept calling out all the more, "Son of David, have pity on me." Jesus stopped and said, "Call him." So they called the blind man, saying to him, "Take courage; get up, Jesus is calling you." He threw aside his cloak, sprang up, and came to Jesus. Jesus said to him in reply, "What do you want me to do for you?" The blind man replied to him, "Master, I want to see." Jesus told him, "Go your way; your faith has saved you." Immediately he received his sight and followed him on the way.

3. A MOMENT OF PRAYERFUL SILENCE

so that the Word of God may penetrate and enlighten our life.

4. SOME QUESTIONS

to help us in our personal reflection.
a) What did you like best in this text? Why?
b) What is Jesus’ attitude: what does He say and do?
c) What is the attitude of the people of Jericho: what do they say and do?
d) What is Bartimaeus’ attitude: what does he say and do?
e) What lesson can we learn from the healing of the blind Bartimaeus?

5. FOR THOSE WHO WISH TO GO DEEPER INTO THE THEME

a) The context of Jesus’ long instruction to his disciples:
The healing of the anonymous blind man at the beginning of the instruction, takes place in two phases (Mk 8:22-26). In the first phase the blind man begins to perceive things, but barely. He sees people as if they were trees (Mk 8:24). In the second phase, after the second trial, he begins to understand better. The disciples were like the anonymous blind man: they accepted Jesus as Messiah, but they could not accept the cross (Mk 8:31-33). They were people who saw people as trees. Their faith in Jesus was not strong. They continued to be blind! When Jesus insisted on service and the giving of one’s life (Mk 8:31,34; 9:31; 10:33-34), among themselves they insisted on knowing who was the most important (Mk 9:34), and they continued to ask for the first places in the Kingdom, one on the right and the other on the left of the throne (Mk 10:35-37). This shows that the dominant ideology of the time had taken deep root in their mentality. After living with Jesus for a number of years, they had not yet been renewed enough to see things and people. They looked at Jesus with the eyes of the past. They wanted Him to be what they imagined He should be: a glorious Messiah (Mk 8:32). But the aim of Jesus’ instruction was that His disciples might be like the blind Bartimaeus who accepted Jesus as He was, a faith that Peter did not have as yet. Thus Bartimaeus is a model for the disciples of Jesus’ time and for the community of Mark’s time as well as for all of us.
b) A commentary on the text:
Mark 10:46-47: The description of the context of the episode: The cry of the poor
At last, after a long walk, Jesus and His disciples come to Jericho, the last stop before going up to Jerusalem. The blind Bartimaeus is sitting by the side of the road. He cannot take part in the procession that accompanies Jesus. He is blind. He can see nothing. But he shouts, calling for the Lord’s help: “Son of David! Have pity on me!” The expression “Son of David” was the most common title that people ascribed to the Messiah (Mt 21:9; Mk 11:10). But Jesus did not like this title. He criticized and questioned the attitude of the doctors of the law who taught the people that the Messiah would be the Son of David (Mk 12:35-37).
Mark 10:48: The reaction of the people to the cry of the poor
The cry of the poor feels uncomfortable, unpleasant. Those who were following the procession with Jesus try to keep Bartimaeus quiet. But “he shouted all the louder!” Today too the cry of the poor feels uncomfortable. Today there are millions who shout: migrants, prisoners, hungry people, sick people, those marginalized and oppressed, the unemployed, without wages, without a home, without a roof, without land, who never feel loved! Their shouts are silenced, in our homes, in the churches, in world organizations. Only those who open their eyes to what is happening in the world will listen to them. But many are those who have stopped listening. They’ve gotten used to the situation. Others try to silence the cries, as they tried with the blind man from Jericho. But they cannot silence the cry of the poor. God listens to them (Ex 2:23-24; 3:7). God says: “You will not ill-treat widows or orphans; if you ill-treat them in any way and they make an appeal to Me for help, I shall certainly hear their appeal!” (Ex 22:21).
Mark 10:49-50: Jesus’ reaction to the cry of the poor
What does Jesus do? How does God hear this cry? Jesus stops and orders the blind man to be brought to Him. Those who wanted to silence him, to silence the uncomfortable cry of the poor, now, at Jesus’ request, see themselves bound to act in such a way as to bring the poor to Jesus. Bartimaeus leaves everything and goes to Jesus. Not that he possessed much, just a cloak. It is all he has to cover his body (cf. Ex 22:25-26). It is his security, his solid land!
Mark 10:51-52: The conversation between Jesus and the blind man and his healing
Jesus asks: “What do you want Me to do for you?” It is not enough to shout. One must know what one is shouting for! The blind man answers: “My teacher! Let me see again!” Bartimaeus addressed Jesus in a manner not at all common, even as we have seen, with the title “Son of David” that Jesus did not like (Mk 12:35-37). But Bartimaeus has more faith in Jesus than in the ideas and titles concerning Jesus. Not so the others present. They do not see what is necessary, like Peter (Mk 8:32). Bartimaeus knows how to give his life by accepting Jesus without any conditions. Jesus says to him: “Go! Your faith has saved you!” At once his sight was restored. He leaves everything and follows Jesus (Mk 10:52). His healing is the result of his faith in Jesus (Mk 10:46-52). Now healed, Bartimaeus follows Jesus and goes with him up to Jerusalem and to Calvary! He becomes a model disciple for Peter and for all of us: to put our faith more in Jesus than in our ideas about Jesus!
c) Further information:
The context of the journey to Jerusalem
Jesus and His disciples are on the way to Jerusalem (Mk 10:32). Jesus goes before them. He is in a hurry. He knows that they will kill Him. The prophet Isaiah had foretold this (Is 50:4-6; 53:1-10). His death is not something that will come about through blind destiny or an established plan, but as a consequence of an assumed duty, of a mission received from the Father together with those excluded of His time. Jesus warns the disciples three times concerning the torture and death that await Him in Jerusalem (Mk 8:31; 9:31; 10:33). The disciple must follow His master, even to suffering with Him (Mk 8:34-35). The disciples are taken aback and go with Him full of fear (Mk 9:32). They do not understand what is happening. Suffering was not part of the idea they had of the Messiah (Mk 8:32-33; Mt 16:22). Not only did some of them not understand, but they kept on cherishing personal ambitions. James and John ask for a place in the glory of His Kingdom, one on the right hand and one on the left of Jesus (Mk 10:35-37). They want to go above Peter! They do not understand Jesus’ plan. They are only concerned with their own interests. This reflects the fights and tensions that existed in the communities of Mark’s time and that exist even now in our communities. Jesus reacts decisively: “You do not know what you are asking!” (Mk 10:38) He asks them if they are capable of drinking the cup that He will drink and receive the baptism that He will receive. The cup is the cup of suffering, and the baptism is the baptism of blood. Jesus wants to know whether rather than taking a place of honor they will be willing to give their lives even to death. They answer, “We can” (Mk 8:39). This seems to be an answer that comes from their lips because a few days later they abandon Jesus and leave Him alone at the hour of suffering (Mk 14:50). They have but a little critical conscience; they do not see His personal reality. In His instruction to the disciples, Jesus stresses the exercise of authority (cf. Mk 9:33-35). In those days, those who held power paid no attention to the people. They acted according to their ideas (cf. Mk 6:17-29). The Roman Empire controlled the world and kept it submissive by force and thus, by means of tributes, taxes and customs, was able to concentrate the wealth of the people in the hands of a few in Rome. Society was characterized by the exercise of repression and the abuse of power. Jesus thinks otherwise. He says: “Among you this is not to happen. No, anyone who wants to become great among you must be your servant!” (Mk 10:43). He tells them to avoid privileges and rivalry. He turns the system upside-down and stresses service as a means of overcoming personal ambition. Finally He gives His own life in witness of what He said: “The Son of Man Himself came not to be served but to serve, and to give His life as a ransom for many” (Mk 10:45).
Faith is a force that transforms people
The Good News of the Kingdom says that Jesus is like a fertilizer. He makes the seed of life grow in people, a seed hidden like fire under the embers of observance, lifeless. Jesus blows on the embers and the fire glows, the Kingdom is revealed and people rejoice. The condition is always the same: faith in Jesus.
When fear takes hold of a person, faith disappears and hope is extinguished. During His moment of torment, Jesus scolds His disciples for their lack of faith (Mk 4:40). They do not believe, because they are afraid (Mk 4:41). Jesus could not work miracles in Nazareth because people there did not believe (Mk 6:6). They did not believe because Jesus did not measure up to their ideas of how He should be (Mk 6:2-3). It is precisely lack of faith that prevents the disciples from driving out the “dumb spirit” who ill-treats a sick child (Mk 9:17). Jesus criticizes them: “Faithless generation!” (Mk 9:19). Then He tells them how to re-kindle faith: “This is the kind that can only be driven out by prayer” (Mk 9:29).
Jesus urged people to have faith in Him and consequently created trust in others (Mk 5:34,36; 7:25-29; 9:23-29; 10:52; 12:34,41-44). Throughout Mark’s Gospel, faith in Jesus and in His word is like a force that transforms people. It enables people to have their sins forgiven (Mk 2:5), to overcome suffering (Mk 4:40), to have the power to heal and purify themselves (Mk 5:34). Faith obtains the victory over death, as when the twelve-year-old daughter of Jairus enkindles in her father faith in Jesus and His words (Mk 5:36). Faith makes Bartimaeus jump for joy: “Your faith has saved you!” (Mk 10:52) If you say to the mountain, “Be pulled up and thrown into the sea,” the mountain will fall into the sea, but one must not doubt in one’s heart (Mk 11:23-24). “Because all things are possible for those who believe!” (Mk 9:23).
“Have faith in God!” (Mk 11:22). Thanks to His words and actions, Jesus arouses in people a dormant force that people are not aware of possessing. This is what happens to Jairus (Mk 5:36), to the woman with the hemorrhage (Mk 5:34), to the father with an epileptic son (Mk 9:23-24), to the blind Bartimaeus (Mk 10:52), and to many other people. Because of their faith in Jesus they enabled a new life to grow in them and in others.
The healing of Bartimaeus (Mk 10:46-52) clarifies a very important aspect of Jesus’ long instruction to His disciples. Bartimaeus had called Jesus by His messianic title of “Son of David!” (Mk 10:47). Jesus did not like this title (Mk 12:35-37). But even though he called Jesus by a title that was not quite correct, Bartimaeus had faith and was healed! Not so Peter who no longer believed in the ideas of Jesus. Bartimaeus changed his mind, was converted, left everything behind and followed Jesus on His journey to Calvary! (Mk 10:52).
A full understanding of the following of Jesus is not obtained through theoretical instruction, but through a practical commitment, journeying with Him along the way of service from Galilee to Jerusalem. Anyone who tries to hang on to Peter’s idea, that is, that of the glorious Messiah without the cross, will not understand Jesus and will never be truly a disciple. Anyone who wants to believe in Jesus and is willing “to give his/her life” (Mk 8:35), accept “to be last” (Mk 9:35), “drink the cup and carry the cross” (Mk 10:38), like Bartimaeus, even with ideas that are not entirely correct, will have the power “to follow Jesus along the way” (Mk 10:52). It is in the certainty of being able to walk with Jesus that we find the source of courage and the seed of the victory of the cross.

6. PRAYING WITH A PSALM 31 (30)

In you, Yahweh, I have taken refuge!
In You, Yahweh, I have taken refuge,
let me never be put to shame,
in Your saving justice deliver me, rescue me,
turn Your ear to me, make haste.
Be for me a rock-fastness,
a fortified citadel to save me.
You are my rock, my rampart;
true to Your name, lead me and guide me!
Draw me out of the net they have spread for me,
for You are my refuge;
into Your hands I commit my spirit,
by You have I been redeemed. God of truth,
You hate those who serve useless idols;
but my trust is in Yahweh:
I will delight and rejoice in Your faithful love!
You, who have seen my misery,
and witnessed the miseries of my soul,
have not handed me over to the enemy,
but have given me freedom to roam at large.
Take pity on me, Yahweh, for I am in trouble.
Vexation is gnawing away my eyes,
my soul deep within me.
For my life is worn out with sorrow,
and my years with sighs.
My strength gives way under my misery,
and my bones are all wasted away.
The sheer number of my enemies makes me contemptible,
loathsome to my neighbors,
and my friends shrink from me in horror.
When people see me in the street they take to their heels.
I have no more place in their hearts than a corpse,
or something lost.
All I hear is slander -- terror wherever I turn --
as they plot together against me,
scheming to take my life.
But my trust is in You, Yahweh;
I say, 'You are my God,'
every moment of my life is in Your hands,
rescue me from the clutches of my foes who pursue me;
let Your face shine on Your servant,
save me in Your faithful love.
I call on You, Yahweh,
so let disgrace fall not on me,
but on the wicked.
Let them go down to Sheol in silence,
muzzles on their lying mouths,
which speak arrogantly against the upright in pride and contempt.
Yahweh, what quantities of good things You have in store
for those who fear You,
and bestow on those who make You their refuge,
for all humanity to see.
Safe in Your presence You hide them,
far from human plotting, shielding them in Your tent,
far from contentious tongues.
Blessed be Yahweh
who works for me miracles of His faithful love (in a fortified city)!
In a state of terror I cried,
“I have been cut off from Your sight!'
Yet You heard my plea for help when I cried out to You.
Love Yahweh, all His faithful:
Yahweh protects His loyal servants,
but He repays the arrogant with interest.
Be brave, take heart,
all who put your hope in Yahweh.

7. FINAL PRAYER

Lord Jesus, we thank You for the word that has enabled us to understand better the will of the Father. May Your Spirit enlighten our actions and grant us the strength to practice what Your Word has revealed to us. May we, like Mary, Your mother, not only listen to but also practice the Word. You who live and reign with the Father in the unity of the Holy Spirit forever and ever. Amen
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Lectio: 
 Domenica, 28 Ottobre, 2018
Gesù cura Bartimèo, il cieco di Gerico Colui che è cieco, veda! Chi ha occhi non si lasci ingannare! Marco 10,46-52
1. Orazione iniziale
Signore Gesù, invia il tuo Spirito, perché ci aiuti a leggere la Scrittura con lo stesso sguardo, con il quale l'hai letta Tu per i discepoli sulla strada di Emmaus. Con la luce della Parola, scritta nella Bibbia, Tu li aiutasti a scoprire la presenza di Dio negli avvenimenti sconvolgenti della tua condanna e della tua morte. Così, la croce che sembrava essere la fine di ogni speranza, è apparsa loro come sorgente di vita e di risurrezione.
Crea in noi il silenzio per ascoltare la tua voce nella creazione e nella Scrittura, negli avvenimenti e nelle persone, soprattutto nei poveri e sofferenti. La tua Parola ci orienti, affinché anche noi, come i due discepoli di Emmaus, possiamo sperimentare la forza della tua risurrezione e testimoniare agli altri che Tu sei vivo in mezzo a noi come fonte di fraternità, di giustizia e di pace. Questo noi chiediamo a Te, Gesù, figlio di Maria, che ci hai rivelato il Padre e inviato lo Spirito. Amen.
2. Lettura
a) Chiave di lettura:
Il Vangelo di questa domenica descrive l’episodio della guarigione del cieco Bartimèo di Gerico (Mc 10,46-52), che racchiude una lunga istruzione di Gesù per i suoi discepoli (Mc 8,22 a 10,52). All’inizio di questa istruzione, Marco colloca la guarigione del cieco anonimo (Mc 8,22-26). Ora, alla fine, comunica la guarigione del cieco di Gerico. Come vedremo, le due guarigioni sono il simbolo di ciò che succedeva tra Gesù ed i discepoli. Indicano il processo e l’obiettivo del lento apprendimento dei discepoli. Descrivono il punto di partenza (il cieco anonimo) ed il punto di arrivo (Bartimèo) dell’istruzione di Gesù ai discepoli ed a tutti noi.
Nel corso della lettura cercheremo di prestare attenzione agli atteggiamenti di Gesù, del cieco Bartimèo e della gente di Gerico, ed in tutto ciò che uno di loro dice e fa. Mentre leggi e mediti il testo, pensa come se tu stesso stessi guardando in uno specchio. In chi si rispecchia il tuo volto: in Gesù, nel cieco Bartimèo, nella gente?
b) Una divisione del testo per aiutarne la lettura:
Marco 10,46: Descrizione del contesto dell’episodio
Marco 10,47: Il grido del povero
Marco 10,48: Reazione della gente dinanzi al grido del povero
Marco 10,49-50: Reazione di Gesù dinanzi al grido del povero
Marco 10,51-52: Conversazione di Gesù con il cieco e sua guarigione
c) Il testo:
46E giunsero a Gerico. E mentre partiva da Gerico insieme ai discepoli e a molta folla, il figlio di Timèo, Bartimèo, cieco, sedeva lungo la strada a mendicare. 47Costui, al sentire che c'era Gesù Nazareno, Marco 10,46-52cominciò a gridare e a dire: «Figlio di Davide, Gesù, abbi pietà di me!». 48Molti lo sgridavano per farlo tacere, ma egli gridava più forte: «Figlio di Davide, abbi pietà di me!».
49Allora Gesù si fermò e disse: «Chiamatelo!» E chiamarono il cieco dicendogli: «Coraggio! Alzati, ti chiama!» 50Egli, gettato via il mantello, balzò in piedi e venne da Gesù. 51Allora Gesù gli disse: «Che vuoi che io ti faccia?» E il cieco a lui: «Rabbunì, che io riabbia la vista!» 52E Gesù gli disse: «Và, la tua fede ti ha salvato». E subito riacquistò la vista e prese a seguirlo per la strada.
3. Momento di silenzio orante
perché la Parola di Dio possa entrare in noi ed illuminare la nostra vita.
4. Alcune domande
per aiutarci nella meditazione e nella orazione.

a) Qual’è il punto del testo che più ti è piaciuto? Perché?
b) Qual’è l’atteggiamento di Gesù: cosa dice e cosa fa?
c) Qual’è l’atteggiamento della gente di Gerico: cosa dicono e fanno?
d) Qual’è l’atteggiamento del cieco Bartimèo: cosa dice e fa?
e) Qual’é per noi la lezione della guarigione del cieco Bartimèo?
5. Per coloro che desiderano approfondire il tema
a) Contesto della lunga istruzione di Gesù ai discepoli:
La guarigione del cieco anonimo, all’inizio dell’istruzione, è compiuta in due momenti (Mc 8,22-26). Nel primo momento, il cieco comincia a intuire le cose, ma solo a metà. Vede le persone come se fossero alberi (Mc 8,24). Nel secondo momento, nel secondo tentativo comincia a capire bene. I discepoli erano come il cieco anonimo: accettavano Gesù come Messia, ma non accettavano la croce (Mc 8,31-33). Erano persone che scambiavano le persone per alberi. Non avevano una fede forte in Gesù. Continuavano ad essere ciechi! Quando Gesù insisteva nel servizio e nel dono (Mc 8,31;34; 9,31; 10,33-34), loro insistevano tra di essi su chi era il più importante (Mc 9,34), e continuavano a chiedere i primi posti nel Regno, uno alla destra e l’altro alla sinistra del trono (Mc 10,35-37). Segno questo che l’ideologia dominante dell’epoca era penetrata profondamente nella loro mentalità. Il vissuto di vari anni con Gesù, non aveva ancora rinnovato il loro modo di vedere le cose e le persone. Loro guardavano Gesù con lo sguardo del passato. Volevano che fosse come colui che si immaginavano: un messia glorioso (Mc 8,32). Ma l’obiettivo dell’istruzione di Gesù è che i suoi discepoli siano come il cieco Bartimèo che accetta Gesù come è. Bartimèo ha una fede forte che lo fa intuire, fede che Pietro non ha ancora. E così Bartimèo diventa il modello sia per i discepoli del tempo di Gesù, sia per le comunità del tempo di Marco e per tutti noi.
b) Commento del testo:
Marco 10,46-47: Descrizione del contesto dell’episodio: Il grido del povero
Finalmente, dopo una lunga camminata, Gesù ed i discepoli giungono a Gerico, ultima fermata prima di salire a Gerusalemme. Il cieco Bartimèo è seduto sul ciglio della strada. Non può partecipare alla processione che accompagna Gesù. E’ cieco, non vede nulla. Ma grida, invocando l’aiuto del Signore: “Figlio di Davide! Abbi pietà di me!” L’espressione “Figlio di Davide” era il titolo più comune che la gente dava al Messia (Mt 21,9; cf Mc 11,10). Ma questo titolo non piaceva molto a Gesù. Lui giunse a criticare e questionare l’abitudine dei dottori della legge che insegnavano alla gente dicendo il Messia è il figlio di Davide (Mc 12,35-37).
Marco 10,48: Reazione della gente dinanzi al grido del povero
Il grido del povero è scomodo, non piace. Coloro che vanno in processione con Gesù cercano di farlo stare zitto. Ma “lui gridava ancora più forte!” Fino ad oggi il grido del povero è scomodo. Oggi sono milioni coloro che gridano: migranti, carcerati, affamati, malati, emarginati, oppressi, gente senza lavoro, senza stipendio, senza casa, senza tetto, senza terra, che non riceveranno mai un segno di amore! Grida silenziate, che entrano nelle case, nelle chiese, nelle città, nell’organizzazione mondiale. Le ascolta solo colui che apre gli occhi per osservare ciò che succede nel mondo. Ma molti sono coloro che hanno smesso di ascoltare. Si sono già abituati. Altri tentano di silenziare le grida, come fu fatto con il cieco di Gerico. Ma non riescono a silenziare le grida del povero. Dio lo ascolta (Ex 2,23-24; 3,7). E Dio ci avverte dicendo: “Non maltratterai la vedova o l’orfano. Se tu lo maltratti quando invocherà da me l’aiuto, io ascolterò il suo grido!” (Ex 22,21).
Marco 10,49-50: Reazione di Gesù dinanzi al grido del povero
E Gesù, cosa fa? Dio, come ascolta il grido? Gesù si ferma e ordina di chiamare il cieco. Coloro che volevano farlo tacere, silenziare il grido scomodo del povero, ora, a richiesta di Gesù, si vedono obbligati a fare in modo che il povero giunga fino a Gesù. Bartimèo lascia tutto e va verso Gesù. Non possiede molto, appena un mantello. E’ ciò che ha per coprire il suo corpo (cf. Ex 22,25-26). E’ la sua sicurezza, la sua terra ferma!
Marco 10,51-52: Conversazione di Gesù con il cieco e la sua guarigione
Gesù chiede: “Che vuoi che io ti faccia?” Non basta gridare. Bisogna sapere per cosa si grida! Lui risponde: “Maestro! Che io riabbia la vista!” Bartimèo aveva invocato Gesù con espressioni non del tutto corrette, purché, come abbiamo visto, il titolo di “Figlio di Davide” non piaceva molto a Gesù (Mc 12,35-37). Ma Bartimèo ha più fede in Gesù che nelle idee e nei titoli su Gesù. Non così il resto. Non vedono le esigenze, come Pietro (Mc 8,32). Bartimèo sa dare la sua vita accettando Gesù senza imporre condizioni. Gesù gli dice: “Va! La tua fede ti ha salvato!” Al momento stesso il cieco recupera la vista”. Lascia tutto e segue Gesù (Mc 10,52). La sua guarigione è frutto della sua fede in Gesù (Mc 10,46-52). Curato, Bartimèo segue Gesù e sale con lui verso Gerusalemme, verso il Calvario! Diventa il discepolo modello per Pietro e per noi tutti: credere più in Gesù che nelle nostre idee su Gesù!
c) Ampliando le informazioni:
Il contesto della salita verso Gerusalemme
Gesù ed i discepoli sono in cammino verso Gerusalemme (Mc 10,32). Gesù li precede. Ha fretta. Sa che lo uccideranno. Il profeta Isaia lo aveva annunciato (Is 50,4-6; 53,1-10). La sua morte non è il frutto di un destino cieco o di un piano già prestabilito, ma è la conseguenza di un impegno assunto, di una missione ricevuta dal Padre insieme agli esclusi del suo tempo. Per tre volte, Gesù allerta i discepoli sulla tortura e la morte, che lo attendono a Gerusalemme (Mc 8,31; 9,31; 10,33). Il discepolo deve seguire il maestro, anche se è per soffrire con lui (Mc 8,34-35). I discepoli sono spaventati e lo accompagnano con paura (Mc 9,32). Non capiscono ciò che sta succedendo. La sofferenza non andava d’accordo con l’idea che loro avevano del messia (Mc 8,32-33; Mt 16,22). Ed alcuni non solo non capivano, ma continuavano ad avere anche ambizioni personali. Giacomo e Giovanni chiedono un posto nella gloria del Regno, uno alla destra e l’altro alla sinistra di Gesù (Mc 10,35-37). Vogliono precedere Pietro! Non capiscono la proposta di Gesù. Sono preoccupati solo dei propri interessi. Ciò rispecchia le dispute e le tensioni esistenti nelle comunità, al tempo di Marco, e che esistono tuttora nelle nostre comunità. Gesù reagisce con decisione: “Cosa state chiedendo!” (Mc 10,38) E domanda se sono capaci di bere il calice che lui, Gesù, berrà, e se sono disposti a ricevere il battesimo che lui riceverà. E’ il calice della sofferenza, il battesimo di sangue! Gesù vuole sapere se loro, invece di un posto d’onore, accettano dare la vita fino alla morte. Loro due rispondono: “Lo possiamo!” (Mc 8,39) Sembra una risposta detta solo con le labbra, perché pochi giorni dopo, abbandonano Gesù e lo lasciano solo nell’ora della sofferenza (Mc 14,50). Loro non hanno molta coscienza critica, non percepiscono la sua realtà personale. Nella sua istruzione ai discepoli, Gesù insiste sull’esercizio del potere (cf. Mc 9,33-35). In quel tempo, coloro che detenevano il potere non facevano attenzione alla gente. Agivano secondo le loro idee (cf. Mc 6,17-29). L’impero romano controllava il mondo e lo manteneva sottomesso con la forza delle armi e così, attraverso i tributi, le tasse e le imposte, riusciva a concentrare la ricchezza del popolo nelle mani di pochi a Roma. La società era caratterizzata dall’esercizio repressivo ed abusivo del potere. Gesù ha un’altra proposta. Dice: “Tra di voi non deve essere così! Chi vuole essere grande tra di voi si farà vostro servitore!” (Mc 10,43). Insegna ad andare contro i privilegi e le rivalità. Sovverte il sistema ed insiste nel servizio, rimedio contro l’ambizione personale. In definitiva, presenta la testimonianza della sua propria vita: “Il Figlio dell’uomo non è venuto per essere servito, ma per servire e dare la sua vita in riscatto per molti” (Mc 10,45).
La fede è una forza che trasforma le persone
La Buona Novella del Regno annunciata da Gesù è come un fertilizzante. Fa crescere il seme della vita nascosta nelle persone, nella gente, nascosta come fuoco sotto le ceneri dell’osservanza, senza vita. Gesù soffia sulla cenere ed il fuoco si accende, il Regno viene svelato e la gente si rallegra. La condizione è sempre la stessa: credere in Gesù.
Ma quando il timore si impossessa della persona, allora scompare la fede e la speranza si spegne. Nell’ora della tormenta, Gesù rimprovera ai discepoli la mancanza di fede (Mc 4,40). Non credono, perché hanno paura (Mc 4,41). Per mancanza di fede tra gli abitanti di Nazaret, Gesù non può compiere nessun miracolo (Mc 6,6). Quella gente non volle credere, perché Gesù non era come loro pensavano che fosse (Mc 6,2-3). E’ proprio la mancanza di fede ciò che impedisce ai discepoli di scacciare “lo spirito muto” che maltratta un bambino malato (Mc 9,17). Gesù li critica: “O generazione incredula!” (Mc 9,19). Ed indica il cammino per rianimare la fede: “Questa specie di demoni non si può scacciare in alcun modo, se non con la preghiera” (Mc 9,29).
Gesù stimolava le persone ad avere fede in lui e di conseguenza creava fiducia negli altri (Mc 5,34.36; 7,25-29; 9,23-29; 10,52; 12,34.41-44). Lungo le pagine del vangelo di Marco, la fede in Gesù e nella sua parola appare come una forza che trasforma le persone. Fa ricevere il perdono dei peccati (Mc 2,5), affronta e vince la tormenta (Mc 4,40), fa rinascere le persone ed aziona in loro il potere di curarsi e di purificarsi (Mc 5,34). La fede ottiene la vittoria sulla morte, poiché la bambina di dodici anni risuscita grazie alla fede di Giairo, suo padre, nella parola di Gesù (Mc 5,36). La fede fa saltare di nuovo il cieco Bartimèo: “La tua fede ti ha salvato!” (Mc 10,52) Se tu dici alla montagna: “Levati e gettati nel mare”, la montagna cadrà nel mare, ma non bisogna dubitare nel proprio cuore (Mc 11,23-24). “Perché tutto è possibile per colui che ha fede!” (Mc 9,23). “Abbiate fede in Dio!” (Mc 11,22). Grazie alle sue parole ed alle sue azioni Gesù sveglia nella gente una forza addormentata che la gente non sa di avere. Così avviene con Giairo (Mc 5,36), con la donna che aveva l’emorragia (Mc 5,34), con il padre del bambino epilettico (Mc 9,23-24), con il cieco Bartimèo (Mc 10,52), e tante altre persone, che per la loro fede in Gesù, fecero nascere una vita nuova in loro e negli altri.
La guarigione di Bartimèo (Mc 10,46-52) chiarisce un aspetto molto importante della lunga istruzione di Gesù ai discepoli. Bartimèo aveva invocato Gesù con il titolo messianico di “Figlio di Davide!” (Mc 10,47). A Gesù questo titolo non piaceva (Mc 12,35-37). Ma pur anche avendo invocato Gesù con espressioni non totalmente corrette, Bartimèo ha fede ed è guarito! Diversamente da Pietro, crede più in Gesù che nelle idee che ha su Gesù. Cambia la sua idea, si converte, lascia tutto e segue Gesù lungo il cammino fino al Calvario! (Mc 10,52).
La comprensione piena della sequela di Gesù non si ottiene con l’istruzione teorica, bensì mediante l’impegno pratico, camminando con lui lungo il cammino del servizio, da Galilea a Gerusalemme. Chi insiste a mantenere l’idea di Pietro, cioè del Messia glorioso senza la croce, non capirà Gesù e non arriverà mai ad assumere l’atteggiamento del vero discepolo. Chi vuole credere in Gesù e fare “dono di se” (Mc 8,35), accettare di “essere l’ultimo” (Mc 9,35), “bere il calice e portare la croce” (Mc 10,38), costui, come Bartimèo, pur non avendo idee totalmente corrette, otterrà di poter “seguire Gesù lungo il cammino” (Mc 10,52). In questa certezza di poter camminare con Gesù si trova la fonte di coraggio ed il seme della vittoria sulla croce.
6. Orazione di un Salmo 31 (30)
In te, Signore, mi sono rifugiato!
In te, Signore, mi sono rifugiato,
mai sarò deluso;
per la tua giustizia salvami.
Porgi a me l'orecchio,
vieni presto a liberarmi.
Sii per me la rupe che mi accoglie,
la cinta di riparo che mi salva.
Tu sei la mia roccia e il mio baluardo,
per il tuo nome dirigi i miei passi.
Scioglimi dal laccio che mi hanno teso,
perché sei tu la mia difesa.
Mi affido alle tue mani;
tu mi riscatti, Signore, Dio fedele.
Tu detesti chi serve idoli falsi,
ma io ho fede nel Signore.
Esulterò di gioia per la tua grazia,
perché hai guardato alla mia miseria,
hai conosciuto le mie angosce;
non mi hai consegnato nelle mani del nemico,
hai guidato al largo i miei passi.
Abbi pietà di me, Signore, sono nell'affanno;
per il pianto si struggono i miei occhi,
la mia anima e le mie viscere.
Si consuma nel dolore la mia vita,
i miei anni passano nel gemito;
inaridisce per la pena il mio vigore,
si dissolvono tutte le mie ossa.
Sono l'obbrobrio dei miei nemici,
il disgusto dei miei vicini,
l'orrore dei miei conoscenti;
chi mi vede per strada mi sfugge.
Sono caduto in oblio come un morto,
sono divenuto un rifiuto.
Se odo la calunnia di molti, il terrore mi circonda;
quando insieme contro di me congiurano,
tramano di togliermi la vita.
Ma io confido in te, Signore;
dico: «Tu sei il mio Dio,
nelle tue mani sono i miei giorni».
Liberami dalla mano dei miei nemici,
dalla stretta dei miei persecutori:
fà splendere il tuo volto sul tuo servo,
salvami per la tua misericordia.
Signore, ch'io non resti confuso, perché ti ho invocato;
siano confusi gli empi, tacciano negli inferi.
Fà tacere le labbra di menzogna,
che dicono insolenze contro il giusto
con orgoglio e disprezzo.
Quanto è grande la tua bontà, Signore!
La riservi per coloro che ti temono,
ne ricolmi chi in te si rifugia
davanti agli occhi di tutti.
Tu li nascondi al riparo del tuo volto,
lontano dagli intrighi degli uomini;
li metti al sicuro nella tua tenda,
lontano dalla rissa delle lingue.
Benedetto il Signore,
che ha fatto per me meraviglie di grazia
in una fortezza inaccessibile.
Io dicevo nel mio sgomento:
«Sono escluso dalla tua presenza».
Tu invece hai ascoltato la voce della mia preghiera
quando a te gridavo aiuto.
Amate il Signore, voi tutti suoi santi;
il Signore protegge i suoi fedeli
e ripaga oltre misura l'orgoglioso.
Siate forti, riprendete coraggio,
o voi tutti che sperate nel Signore.
7. Orazione Finale
Signore Gesù, ti ringraziamo per la tua Parola che ci ha fatto vedere meglio la volontà del Padre. Fa che il tuo Spirito illumini le nostre azioni e ci comunichi la forza per eseguire quello che la Tua Parola ci ha fatto vedere. Fa che noi, come Maria, tua Madre, possiamo non solo ascoltare ma anche praticare la Parola. Tu che vivi e regni con il Padre nell'unità dello Spirito Santo, nei secoli dei secoli. Amen