martes, 19 de mayo de 2009

“Más vale causar escándalo que esconder la verdad
SAN GREGORIO MAGNO, PAPA
De María Lilia Losada de Genta.
COMBATE, Año I, Nº 3 (5 de enero de 1956 y 3 de Julio de 1958).
COMBATE POR LA VERDAD
“Combate por la verdad hasta la
muerte y el Señor guerreará por ti”.
(Eclesiástico 4, 28)

“Combate por la verdad hasta la muerte”. Señor: danos la fe de los cruzados y haznos caballeros de tu Reino.
Velaremos las armas como Alonso Quijano una noche que tendrá un alba clara. No queremos ser muchos. “Caballería no aprecia multitud de número”, dice Raimundo Lulio.
Danos el amor y el valor de la verdad. Para el testimonio, simple y entero, te pedimos la esperanza de los mártires.
Tu Presencia nos dará fortaleza en la hora de la prueba.
¡Qué bella que es la muerte querida y aceptada cuando el Amor aguarda!
Queremos combatir pro nuestra Patria. Tus enemigos son sus enemigos. Impíos y blasfemos cuando atacan de frente. Los conocemos bien.
Libraremos combate llevando un estandarte azul celeste y blanco con la Cruz redentora.
Enemigos de Dios y de la Patria, nuestros enemigos.
Insidiosos y arteros, simuladores viles cuando preparan en secreto cubiles sus celadas. Los conocemos bien.
Hasta sus guaridas los perseguiremos, combatiendo hasta la muerte con la Cruz en Jefe en nuestro escudo.
“Combate por la verdad hasta la muerte y el Señor guerreará por ti”. Es Dios mismo quien lucha si la causa de Dios es nuestra causa.
Señor de los Ejércitos: combate en el combate.
Mira nuestro estandarte: el Manto de la Virgen que se hizo Bandera en las devotas manos de Belgrano. Y la Cruz: emblema de divina heráldica, leño inmaterial que a la carne doblega y al alma la endereza, única vida que a la muerte vence, libertad del cautivo que a su cautiverio de amor libremente se entrega. Mira nuestro estandarte: danos la fe y la esperanza de los mártires.
Que seamos capaces de proclamarte sin temor a la perfidia de nuestros enemigos y a la muerte donde “el reposo reposa en la Hermosura del Corazón de Dios”.
Sin una deserción en nuestras filas, por Dios y por la Patria, libremos el combate
*
SOMOS CULPABLES

Los católicos duermen. Que llegue el despertar aunque sea sangriento. Duermen en las trincheras con fusil descargado hasta los centinelas. Que el grito de combate nos despierte.
Que los pastores hablen las palabras candentes, verdaderas.
La voz de los Profetas como un látigo sobre nuestras espaldas, que buscan lechos muelles.
La definición de tu Palabra, flecha de luz y lanza.
¡Apiádate, Señor! “Que los artesonados caigan y los mortales mueran” porque sólo nos preocupan los bienes exteriores y una vida menguada y claudicante.
Y si no despertamos merecemos la destrucción del templo y la cautividad.
Aceptemos la culpa y sólo así podremos evitar el castigo merecido.
Basta de concesiones al espíritu vulgar y al miedo.
Basta de cobardías.
Que los masones sepan que cargamos lar armas.
Que sepan los judíos que no van a prostituirnos con su vellocino de oro y con todos sus recursos que nos hacen esclavos.
Que no impongan sus modas, no vamos a acatarlas.
Modas para la inteligencia –un pensamiento y un arte corrompidos–, modas para los sentidos; en un clima malsano: coeducación, “sexualidad sin eros”, inmediatez de “la sensación más bella aunque el pensamiento”, como Gide decía.
Estamos alerta con una sola contraseña: “Cristo y María”.
Quien no nombra a la Madre, quien la niega, no reconoce al Hijo que de su Madre es hijo.
Hemos tendido las alambradas.
No es hora de molicie ni de estúpidas farsas.
Como en tiempo de guerra el que se duerma en la guardia va a ser asesinado por la espalda.
El que renuncia, el que capitula, al entregarse entrega a sus hermanos.
Cristo ha sido despojado de su túnica que se juegan a suerte.
Lo desterraron del gobierno de la ciudad, de la familia, de la escuela.
No son los enemigos los culpables.
Somos nosotros, católicos somnolientos, aburguesados, cómodos, asidos a la tierra, timoratos, cobardes, nosotros somos los únicos culpables.
Confesores de Cristo con un toque a rebato de campanas vamos a despertar a los dormidos e iniciaremos una nueva cruzada, la cruzada de la palabra y del a espada.
*
SENDA BRAVA
Los caminos de mi tierra no son asfalto con olor a nafta y a caucho. Debe quedar todavía escondida senda brava para el jinete que lleve caña tacuara.
Y los ríos de mi Patria que en las raíces oscuras cuelgan cristales de plata bajarán color de sangre.
Para el coraje criollo de una estrella federal.
Una roja marejada irá cubriendo las playas. Y que las olas se lleven, sin regreso, a esa juventud postrada, ya sin pudor y sin sexo.
Se va a levantar entonces, sobre cerro, monte y llano ensangrentados, una juventud viril que va a tener el orgullo de ser argentina en todo.
Una juventud capaz de gritar: “¡Viva la muerte!”, una nueva Montonera que siga antiguo estandarte: ¡Religión o Muerte!
Una juventud asqueada de que llamen valor civil a votar al candidato
Por la enseña de Belgrano –para el soldado y el gaucho: símbolo de buena vida, símbolo de buena muerte–, sostenemos que el valor se demuestra solamente en el combate.
Para manos varoniles la boleta del partido no es un arma.
Don Quijote nos diría que es, como los palillos de randas, para manos rapazas ignorantes.
Lo que hace falta es una nueva cruzada.
Y en lugar del cuarto oscuro que en la montaña y el llano se escuche el toque de diana en una clara mañana.
Si la estrella de la tarde nos ve yacer para siempre sobre la tierra lavada con sangre, lo mejor de nuestra vida habrá sido esa muere reclamada.

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