domingo, 30 de abril de 2017

Su Santidad Benedicto XVI ...Teólogo de Verdad

El Papa emérito Benedicto XVI rompe su silencio: habla de la "profunda crisis" a la que se enfrenta la Iglesia postconciliar

Ayer, miércoles 16 de marzo, el diario de la Conferencia Episcopal Italiana, Avvenire, publicó una reciente estrevista inédita realizada por el P. Jacques Servais, S.I., al Papa emérito, S. S. Benedicto XVI, que raramente concede entrevistas públicas, en la que habla de una "profunda crisis" a la que la Iglesia se enfrenta a raíz del Concilio Vaticano II.

El Papa Benedicto nos recuerda la antes indiscutida creencia católica de la posibilidad de la pérdida de la salvación eterna, o que la gente va al infierno: "Los misioneros del siglo XVI estaban convencidos de que la persona no bautizada se condena eternamente. Después del Concilio[Vaticano II], esta creencia se abandonó definitivamente. El resultado fue una profunda crisis con dos vertientes. Sin vistas a la salvación, la fe pierde su fundamento".

También habla de una "profunda evolución del dogma", refiriéndose al dogma de que fuera de la Iglesia no hay salvación (Extra Ecclesiam nulla salus). Este supuesto cambio del dogma ha llevado, según el Papa emérito, a una pérdida del celo misionero de la Iglesia: "Se ha eliminado cualquier motivación para un futuro compromiso misionero". S. S. Benedicto XVI se hace la profunda pregunta que surgió después de este cambio evidente en la actitud de la Iglesia: "¿Por qué se debería intentar convencer a la gente para que acepte la fe cristiana cuando pueden salvarse incluso sin ella?".

En cuanto a las demás consecuencias de esta nueva actitud de la Iglesia, los propios católicos, según el Papa emérito, están menos adheridos a su fe: si hay quienes pueden salvar su alma por otros medios, "¿Por qué debe estar obligado el cristiano a la necesidad de la fe cristiana y su moral?", pregunta. Y concluye: "Pero si la fe y la salvación ya no son interdependientes, hasta la fe se vuelve menos motivante".

S. S. Benedicto XVI también refuta la idea del "cristiano anónimo" como lo desarrolló Karl Rahner, así como la idea indiferentista de que todas las religiones son igualmente válidas y útiles para alcanzar la vida eterna. "Aún menos aceptable es la solución propuesta por las teorías pluralistas de la religión, según las cuales todas las religiones, cada una a su manera, serían vías de salvación y, en este sentido, deben considerarse equivalentes en sus efectos", dijo. En este contexto, también alude a las ideas del fallecido cardenal jesuita Henri de Lubac, sobre las supuestas "sustituciones vicarias de Cristo" sobre las que ahora hay que volver a "reflexionar".

Respecto a la relación del hombre con la tecnología y el amor, el Papa Benedicto nos recuerda la importancia del afecto humano, diciendo que el hombre todavía anhela en su corazón "que el buen samaritano venga en su ayuda". Y continúa: "En el duro mundo de la tecnología -en el que los sentimientos ya no cuentan- la esperanza de un amor salvador crece, un amor que se daría libre y generosamente".

Benedicto XVI también recuerda a su audiencia que: "La Iglesia no se ha creado a sí misma, fue creada por Dios y es formada continuamente por Él. Esto se manifiesta en los sacramentos, sobre todo en el del Bautismo: entro en la Iglesia, no por un acto burocrático, sino por el sacramento". Benedicto XVI también insiste en que siempre "necesitamos la gracia y el perdón". LifeSiteNews. Traducción: CATHOLICVS

sábado, 15 de abril de 2017

Lectio Divina Domingo Pascua de Resurreccion

Orden Carmelitana
Lectio: 
 Domingo, 16 Abril, 2017

JUAN 20,1-9 

Ver en la noche y creer por el amor 
 
1. Pidamos el Espíritu Santo
 
¡Señor Jesucristo, hoy tu luz resplandece en nosotros, fuente de vida y de gozo! Danos tu Espíritu de amor y de verdad para que, como María Magdalena, Pedro y Juan, sepamos también nosotros descubrir e interpretar a la luz de la Palabra los signos de tu vida divina presente en nuestro mundo y acogerlos con fe para vivir siempre en el gozo de tu presencia junto a nosotros, aun cuando todo parezca rodeado de las tinieblas de la tristeza y del mal.
 
2. El Evangelio
 
a) Una clave de lectura:
 
Para el evangelista Juan, la resurrección de Jesús es el momento decisivo del proceso de su glorificación, con un nexo indisoluble con la primera fase de tal glorificación, a saber, con la pasión y muerte.
El acontecimiento de la resurrección no se describe con las formas espectaculares y apocalípticas de los evangelios sinópticos: para Juan la vida del Resucitado es una realidad que se impone sin ruido y se realiza en silencio, en la potencia discreta e irresistible del Espíritu.
El hecho de la fe de los discípulos se anuncia "cuando todavía estaba oscuro" y se inicia mediante la visión de los signos materiales que los remiten a la Palabra de Dios.
Jesús es el gran protagonista de la narración, pero no aparece ya como persona.
 
b) El texto:
 
1 El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro.
2 Echa a correr y llega a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.»
3 Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. 4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. 5 Se inclinó y vio los lienzos en el suelo; pero no entró.
6 Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve los lienzos en el suelo, 7 y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a los lienzos, sino plegado en un lugar aparte.
8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, 9 pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.
 
c) Subdivisión del texto, para su mejor comprensión:
 
vers. 1: la introducción, un hecho previo que delinea la situación;
vers. 2: la reacción de María y el primer anuncio del hecho apenas descubierto;
vers. 3-5: la reacción inmediata de los discípulos y la relación que transcurre entre ellos;
vers. 6-7: constatación del hecho anunciado por María;
vers. 8-9: la fe del otro discípulo y su relación con la Sagrada Escritura.
 
3. Un espacio de silencio interno y externo
 
para abrir el corazón y dar lugar dentro de mí a la Palabra de Dios:
- Vuelvo a leer lentamente todo el pasaje;
- También estoy yo en el jardín: el sepulcro vacío está delante de mis ojos;
- Dejo que resuene en mi las palabras de María Magdalena;
- Corro yo también con ella, Pedro y el otro discípulo;
- Me dejo sumergir en el estupor gozoso de la fe en Jesús resucitado, aunque, como ellos, no lo veo con mis ojos de carne.
 
4. La Palabra que se nos da
 
* El capítulo 20 de Juan: es un texto bastante fragmentado, en el que resulta evidente que el redactor ha intervenido muchas veces para poner de relieve algunos temas y para unir los varios textos recibidos de las fuentes precedentes, al menos tres relatos.
* En el día después del sábado: es "el primer día de la semana" y hereda en el ámbito sagrado la gran sacralidad del sábado hebraico. Para los cristianos es el primer día de la nueva semana, el inicio de un tiempo nuevo, el día memorial de la resurrección, llamado "día del Señor" (dies Domini, dominica, domingo).
El evangelista adopta aquí y en el vers. 19, una expresión que ya es tradicional para los Cristianos (ejem: Mc 16, 2 y 9; Act. 20, 7) y es más antigua de la que aparece enseguida como característica de la primera evangelización: " el tercer día" (ejem. Lc 24, 7 y 46; Act 10, 40; 1Cor 15,4).
* María Magdalena: es la misma mujer que estuvo presente a los pies de la cruz con otras (19, 25). Aquí parece que estuviera sola, pero la frase del vers. 2 ("no sabemos") revela que la narración original, sobre la que el evangelista ha trabajado, contaba con más mujeres, igual que los otros evangelios (cfr Mc 16, 1-3; Mt 28, 1; Lc 23, 55-24, 1).
De manera diversa con respecto a los sinópticos (cfr Mc 16,1; Lc 24,1), además, no se especifica el motivo de su visita al sepulcro, puesto que ha sido referido que las operaciones de la sepultura estaban ya completadas (19,40); quizás, la única cosa que falta es el lamento fúnebre (cfr Mc 5, 38). Sea como sea, el cuarto evangelista reduce al mínimo la narración del descubrimiento del sepulcro vacío, para enfocar la atención de sus lectores al resto.
* De madrugada cuando estaba todavía oscuro: Marcos (16, 2) habla de modo diverso, pero de ambos se deduce que se trata de las primerísimas horas de la mañana, cuando la luz todavía es tenue y pálida. Quizás Juan subraya la falta de luz para poner de relieve el contraste simbólico entre tinieblas = falta de de fe y luz = acogida del evangelio de la resurrección.
* Ve la piedra quitada del sepulcro: la palabra griega es genérica: la piedra estaba "quitada" o " removida" (diversamente: Mc 16, 3-4).
El verbo "quitar" nos remite a Jn 1,29: el Bautista señala a Jesús como el "Cordero que quita el pecado del mundo". ¿Quiere quizás el evangelista llamar la atención de que esta piedra "quitada", arrojada lejos del sepulcro, es el signo material de que la muerte y el pecado han sido "quitados" de la resurrección de Jesús?
* Echa a correr y llega a Simón Pedro y al otro discípulo: La Magdalena corre a ellos que comparten con ella el amor por Jesús y el sufrimiento por su muerte atroz, aumentada ahora con este descubrimiento. Se llega a ellos, quizás porque eran los únicos que no habían huido con los otros y estaban en contacto entre ellos (cfr 19, 15 y 26-27). Quiere al menos compartir con ellos el último dolor por el ultraje hecho al cadáver.
Notamos como Pedro, el "discípulo amado" y la Magdalena se caracterizan por su amor especial que los une a Jesús: es precisamente el amor, especialmente si es renovado, el que los vuelve capaces de intuir la presencia de la persona amada.
* El otro discípulo a quien Jesús quería: es un personaje que aparece sólo en este evangelio y sólo a partir del capítulo 13, cuando muestra una gran intimidad con Jesús y también un gran acuerdo con Pedro (13, 23-25). Aparece en todos los momentos decisivos de la pasión y de la resurrección de Jesús, pero permanece anónimo y sobre su identidad se han dado hipótesis bastantes diferentes. Probablemente se trata del discípulo anónimo del Bautista que sigue a Jesús junto con Andrés (1, 23-25). Puesto que el cuarto evangelio no habla nunca del apóstol Juan y considerando que este evangelio a menudo narra cosas particulares propias de un testigo ocular, el "discípulo" ha sido identificado con el apóstol Juan. El cuarto evangelio siempre se le ha atribuido a Juan, aunque él no lo haya compuesto materialmente, si bien es en el origen de la tradición particular al que se remonta este evangelio y otros escritos atribuidos a Juan. Esto explica también como él sea un personaje un tanto idealizado.
A quien Jesús quería: es evidentemente un añadido debido, no al apóstol, que no hubiera osado presumir de tanta confianza con el Señor, sino de sus discípulos, que han escrito materialmente el evangelio y han acuñado esta expresión reflexionando sobre el evidente amor privilegiado que concurre entre Jesús y este discípulo (cfr 13,25; 21, 4.7). Allí donde se usa la expresión más sencilla, "el otro discípulo" o "el discípulo", es que ha faltado, por tanto, el añadido de los redactores.
* Se han llevado del sepulcro al Señor: estas palabras, que se repiten también a continuación: vers. 13 y 15, revelan que María teme uno de los robos de cadáveres que sucedían a menudo en la época, de tal manera que obligó al emperador romano a dictar severos decretos para acabar con el fenómeno. A esta posibilidad recurre, en Mateo (28, 11-15), los jefes de los sacerdotes para difundir el descrédito sobre el acontecimiento de la resurrección de Jesús y ocasionalmente, justificar la falta de intervención de los soldados puestos de guardias en el sepulcro.
* El Señor: el título de "Señor" implica el reconocimiento de la divinidad y evoca la omnipotencia divina. Por esto, era utilizado por los Cristianos con referencia a Jesús Resucitado. El cuarto evangelista, de hecho, lo reserva sólo para sus relatos pascuales (también en 20-13).
No sabemos dónde lo han puesto: la frase recuerda cuanto sucedió a Moisés, cuyo lugar de sepultura era desconocido (Dt 34, 10). Otra probable referencia es a las mismas palabras de Jesús sobre la imposibilidad de conocer el lugar donde hubiera sido llevado.(7, 11.22; 8,14.28.42; 13, 33; 14, 1-5; 16,5).
* Corrían los dos juntos…pero el otro…llegó primero…pero no entró: La carrera revela el ansia que viven estos discípulos.
El pararse del "otro discípulo", es mucho más que un gesto de cortesía o de respeto hacia un anciano: es el reconocimiento tácito y pacífico, en su sencillez, de la preeminencia de Pedro dentro del grupo apostólico, aunque esta preeminencia no se subraye. Es, por tanto, un signo de comunión. Este gesto podría también ser un artificio literario para trasladar el acontecimiento de la fe en la resurrección al momento sucesivo y culminante de la narración.
* Los lienzos en el suelo y el sudario…plegado en un lugar aparte: ya el otro discípulo, sin siquiera entrar, había visto algo. Pedro, pasando la entrada del sepulcro, descubre la prueba de que no había habido ningún robo del cadáver: ¡ningún ladrón hubiera perdido el tiempo en desvendar el cadáver, extender ordenadamente los lienzos y las fajas (por tierra pudiera haber sido traducido mejor por "extendidas" o "colocadas en el suelo") y plegar aparte el sudario! La operación se hubiera complicado por el hecho de que los óleos con los que había sido ungido aquel cuerpo (especialmente la mirra) operaban como un pegamento, haciendo que se adhiriera perfecta y seguramente el lienzo al cuerpo, casi como sucedía con las momias. El sudario, además está plegado; la palabra griega puede decir también "enrollado", o más bien indicar que aquel paño de tejido ligero había conservado en gran parte las formas del rostro sobre el cual había estado puesto, casi como una máscara mortuoria. Las vendas son las mismas citadas en Jn 19, 40.
En el sepulcro, todo resulta en orden, aunque falta el cuerpo de Jesús y Pedro consigue ver bien en el interior, porque el día está clareando.
A diferencia de Lázaro (11,44), por tanto, Cristo ha resucitado abandonando todo los arreos funerarios: los comentadores antiguos hacen notar que, de hecho, Lázaro guardaría sus vendas para la definitiva sepultura, mientras que Cristo no tenía ya más necesidad de ellas, no debiendo ya jamás morir (cfr Rm 6,9).
* Pedro…vio…el otro discípulo…vio y creyó: también María, al comienzo de la narración, había "visto". Aunque la versión española traduzca todo con el mismo verbo, el texto original usa tres diversos (theorein para Pedro; blepein para el otro discípulo y la Magdalena; idein, aquí, para el otro discípulo), dejándonos entender un crecimiento de profundidad espiritual de este "ver" que , de hecho, culmina con la fe del otro discípulo.
El discípulo anónimo, ciertamente, no ha visto nada diverso de lo que ya había visto Pedro: quizás, él interpreta lo que ve de manera diversa de los otros, también por la especial sintonía de amor que había tenido con Jesús (la experiencia de Tomás es emblemática: 29, 24-29). Sin embargo, como se indica por el tiempo del verbo griego, su fe es todavía una fe inicial, tanto que él no encuentra el modo de compartirla con María o Pedro o cualquiera de los otros.
Para el cuarto evangelista, sin embargo, el binomio "ver y creer" es muy significativo y está referido exclusivamente a la fe en la resurrección del Señor (cfr 20, 29), porque era imposible creer verdaderamente antes que el Señor hubiese muerto y resucitado (cfr 14, 25-26; 16, 12-15). El binomio visión – fe, por tanto, caracteriza a todo este capítulo y " el discípulo amado" se presenta como un modelo de fe que consigue comprender la verdad de Dios a través de los acontecimientos materiales (cfr también 21, 7).
* No habían comprendido todavía la Escritura: se refiere evidentemente a todos los otros discípulos. También para aquéllos que habían vivido junto a Jesús, por tanto, ha sido difícil creer en Él y para ellos, como para nosotros, la única puerta que nos permite pasar el dintel de la fe auténtica es el conocimiento de la Escritura (cfr. Lc 24, 26-27; 1Cor 15, 34; Act 2, 27-31) a la luz de los hechos de la resurrección.
 
5. Algunas preguntas para orientar la reflexión y la actuación
 
a) ¿Qué quiere decir concretamente, para nosotros, "creer en Jesús Resucitado"? ¿Qué dificultades encontramos? ¿La resurrección es sólo propia de Jesús o es verdaderamente el fundamento de nuestra fe?
b) La relación que vemos entre Pedro, el otro discípulo y María Magdalena es evidentemente de gran comunión en torno a Jesús. ¿En qué personas, realidades, instituciones encontramos hoy la misma alianza de amor y la misma "común unión" fundada en Jesús? ¿Dónde conseguimos leer los signos concretos del gran amor por el Señor y por los "suyos" que mueve a todos los discípulos?
c) Cuando observamos nuestra vida y la realidad que nos circunda de cerca o de lejos ¿tenemos la mirada de Pedro (ve los hechos, pero permanece firme en ellos: a la muerte y a la sepultura de Jesús), o más bien, la del otro discípulo (ve los hechos y descubre en ellos los signos de una vida nueva)?
 
6. Oremos invocando gracia y alabando a Dios
 
con un himno extraído de la carta de Pablo a los Efesios (paráfrasis 1, 17-23)
 
El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria,
os conceda espíritu de sabiduría y de revelación
para conocerle perfectamente;
iluminando los ojos de vuestro corazón
para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él;
cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos,
y cuál la soberana grandeza de su poder
para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa,
que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos
y sentándole a su diestra en los cielos,
por encima de todo principado, potestad,
virtud, dominación
y de todo cuanto tiene nombre
no sólo en este mundo sino también en el venidero.
Sometió todo bajo sus pies
y le constituyó cabeza suprema de la Iglesia,
que es su cuerpo,
la plenitud del que lo llena todo en todo.
 
7. Oración final
 
El contexto litúrgico no es indiferente para orar este evangelio y el acontecimiento de la resurrección de Jesús, en torno al cual gira nuestra fe y vida cristiana. La secuencia que caracteriza la liturgia eucarística de este día y de la semana que sigue (la octava) nos guía en la alabanza al Padre y al Señor Jesús:
 
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
- A mi Señor glorioso
la tumba abandonada,
 los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa
Nuestra oración puede también concluirse con esta vibrante invocación de un poeta contemporáneo, Marco Guzzi:
 
¡Amor, Amor, Amor!
Quiero sentir, vivir y expresar todo este Amor
que es empeño gozoso en el mundo
y contacto feliz con los otros.
Sólo tú me libras, sólo tu me sueltas.
Y los hielos descienden para regar
el valle más verde de la creación
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Lectio Divina: 
 Sunday, April 16, 2017
Jesus’ resurrection
He is living among us
John 20, 1-9
1. Opening prayer
 Lord Jesus, send your Spirit to help us to read the Scriptures with the same mind that you read them to the disciples on the way to Emmaus. In the light of the Word, written in the Bible, you helped them to discover the presence of God in the disturbing events of your sentence and death. Thus, the cross that seemed to be the end of all hope became for them the source of life and of resurrection.
Create in us silence so that we may listen to your voice in Creation and in the Scriptures, in events and in people, above all in the poor and suffering. May your word guide us so that we too, like the two disciples from Emmaus, may experience the force of your resurrection and witness to others that you are alive in our midst as source of fraternity, justice and peace. We ask this of you, Jesus, son of Mary, who revealed to us the Father and sent us your Spirit. Amen.
2. Reading
a) A key to guide the reading:
Let us read the text where the evangelist seeks to tell the readers the meaning of faith in the resurrection. He seeks to do this by means of the visit of the two disciples to the empty tomb and the appearance of Jesus to Mary Magdalene. While reading, let us pay attention to the details of the story as told in the Gospel of John who presents a very deep symbolic dimension.
b) A division of the text to assist a careful reading:
Jn 20, 1-3: the disturbing experience of the empty tomb
Jn 20, 4-10: Peter and the beloved disciple run to the sepulchre: the beloved disciple saw and believed
Jn 20, 11-18: Jesus shows himself first to Mary Magdalene and gives her a command.
c) The text:
1-3: It was very early on the first day of the week and still dark, when Mary of Magdala came to the tomb. She saw that the stone had been moved away from the tomb and came running to Simon Peter and the other disciple, the one whom Jesus loved. 'They have taken the Lord out of the tomb,' she said, 'and we don't know where they have put him.' So Peter set out with the other disciple to go to the tomb.
4-10: They ran together, but the other disciple, running faster than Peter, reached the tomb first; he bent down and saw the linen cloths lying on the ground, but did not go in. Simon Peter, following him, also came up, went into the tomb, saw the linen cloths lying on the ground and also the cloth that had been over his head; this was not with the linen cloths but rolled up in a place by itself. Then the John 20, 1-9other disciple who had reached the tomb first also went in; he saw and he believed. Till this moment they had still not understood the scripture, that he must rise from the dead. The disciples then went back home.
11-18: But Mary was standing outside near the tomb, weeping. Then, as she wept, she stooped to look inside, and saw two angels in white sitting where the body of Jesus had been, one at the head, the other at the feet. They said, 'Woman, why are you weeping?' 'They have taken my Lord away,' she replied, 'and I don't know where they have put him.' As she said this she turned round and saw Jesus standing there, though she did not realise that it was Jesus. Jesus said to her, 'Woman, why are you weeping? Who are you looking for?' Supposing him to be the gardener, she said, 'Sir, if you have taken him away, tell me where you have put him, and I will go and remove him.' Jesus said, 'Mary!' She turned round then and said to him in Hebrew, 'Rabbuni!' -- which means Master. Jesus said to her, 'Do not cling to me, because I have not yet ascended to the Father. But go to the brothers, and tell them: I am ascending to my Father and your Father, to my God and your God.' So Mary of Magdala told the disciples, 'I have seen the Lord,' and that he had said these things to her.
3. A moment of prayerful silence
so that the Word of God may enter into us and enlighten our life.
4. Some questions
to help us in our personal reflection.
a) What struck you in this text that describes the first experience of the resurrection?
b) The beloved disciple went in, saw and believed. What did he see and what led him to believe? Why is it that the text tells us only the reaction of the beloved disciple and not that of Peter?
c) What changes take place in Mary Magdalene during the dialogue? How did this change happen?
d) What mission or command does Jesus give Mary Magdalene?
e) Mary Magdalene was seeking Jesus in one way and meets him in another. How does this occur in our lives?
f) To see and believe. The beloved disciple saw and believed. What is it that leads me to believe that Jesus is alive, that he is present in our midst, today, giving new life to the poor?
g) Have you gone through an experience of loss or death? What gave you new life or new hope and the joy of life? What is it that I say when I affirm, "I believe in the resurrection"?
5. A key to the reading
for those who wish to go deeper into the text.
a) In John’s Gospel, faith in the resurrection is encountered in the description of the passion and death of Jesus:
* In describing the passion and death of Jesus, John’s Gospel wants to point out not the sentence passed on a political subversive, but the hour for glorifying the Son of God. During the whole process that carries Jesus to his death, he is master of what happens to himself and to his adversaries. For John, the cross is synonymous with "lifting", rising on high, to be with the Father (Jn 3,14; 8,28; 12,32-34). It is the beginning of the resurrection that is revealed fully on the first day of the week (Jn 20,1). That is why in John’s Gospel there is no agony in the garden (Jn 18,1-2). When Jesus is in prison, the soldiers are frightened when Jesus says: "I am he!" (Jn 18,6). When Jesus is dying, he does not cry out like in the other Gospels. Serenely he takes leave of his friends, of his mother, and then expires (Jn 19,28-30).
* The story of the passion is another more concrete example of the fact that John does not simply relate historical facts, but puts them through an X-Ray. He tries to show that which the facts hide. When Pilate, Hanna, the Jewish and Roman authorities try to end Jesus’ life, in truth they were allowing Jesus to be elevated towards God. From his prison, Jesus directs events and gives his life. "I lay down my life of my own free will, and as it is in my power to lay it down, so it is in my power to take it up again. No one takes it from me, I lay it down of my own free will" (Jn 10,17-18). All can set their minds at rest and be full of hope because Jesus has overcome and has been glorified by the Father (Jn 17,5).
b) Peter and the beloved disciple go the empty tomb (vv. 1-10):
* The experience of the resurrection of the early community was a long process, an experience that grew slowly like the growth of a strong tree. At first, many did not believe in the witness of those who had experienced the living presence of Jesus (Mt 28,17; Mk 16,11.13.14; Lk 24,11.36.41; Jn 20,25). But the experience of the resurrection expressed in the form of apparitions was so strong, so deep and so convincing that it succeeded in overcoming human unbelief confronted with the possibility of the victory of life over death.
* The women were more faithful than the men. They were the first to believe in the Good News of the resurrection (Mt 28,9-10; Lk 24,4-11; Jn 20,11-18). Confronted by the news of Mary Magdalene who sees the empty tomb, Peter and the beloved disciple run to the tomb. The Gospel relates the strange news according to which "the other disciple" ran faster than Peter and arrived first at the tomb, but did not go in. He looked inside and saw the bandages on the ground. After he went in he saw also the folded shroud to one side. The Gospel then says, "He saw and believed!" But nothing is said of Peter’s reaction although it was he who had gone first into the empty tomb. At the end, the Gospel adds, "Till this moment they had failed to understand the teaching of scripture, that he must rise from the dead" (Jn 20,9). This means that the Old Testament on its own does not communicate a complete understanding of that which it contains. The light for understanding the real meaning of the Old Testament appears at the very moment when the beloved disciple "saw and believed". His experience of the resurrection was like a light that struck the eyes of the disciples and revealed to them the complete and full meaning of the Old Testament. It is this light to the sight that liberates the words of the Old Testament.
* A comparison to understand the change. In a circle of friends, someone showed a photo where there was a man with a harsh face, with the finger raised, almost assaulting the public. All thought that he was an inflexible person, unpleasant, who distanced himself from others. At that moment, a boy arrived and said, "This is my father!" The others looked at him and said, "A harsh father, then!’ The boy replied, "No, no, no! He is very loving. My father is a lawyer. That photo was taken in court when he was denouncing the crime of a landowner who wanted to dispossess a poor family of some unused land that they owned for a long time! My father won the case. The poor family was not deprived of its land!" All looked at the photo again and said, "What a beautiful photo!" Almost by miracle, a light was shed on the photo and it assumed a new look. That harsh face became bathed in great tenderness! The words of the son changed everything, while changing nothing! The words and actions of Jesus, born of his experience as son, received and raised by the Father, without changing one letter or comma, changed the whole meaning of the Old Testament (Mt 5,17-18). The same God, who seemed so distant and harsh, took on the traits of a good Father, full of tenderness!
c) Jesus appears to Mary Magdalene:
* Mary Magdalene was one of the few who had the courage to stay with Jesus until the time of his death on the cross. She goes back to the tomb to be where she had been with the Beloved for the last time. She looks for Jesus with whom she had lived for the last three years. The disciples from Emmaus will see Jesus, but will not recognise him (Lk 24,15-16). The same thing happens to Mary Magdalene. She sees Jesus, but does not recognise him. She thinks he is the gardener. But she is looking for the Jesus of the past, the same as he was three days previously. The image of Jesus as he was stops her from recognising the living Jesus, present before her.
* Jesus pronounces the name "Mary!" This was the signal for her to recognise him: the same voice, the same manner of saying the name. She replies, "Master!" Jesus has come back, and it was the same Jesus who had died on the cross. Her first impression is that death was just a painful incident along the way, and that now all was back as it was before. Mary embraces Jesus strongly. It was the same Jesus she knew.
* In fact, it is the same Jesus, but the manner of being with her is not the same. Jesus says to her, "Do not cling to me, because I have not yet ascended to the Father!" He will go to the Father. Mary Magdalene must leave Jesus and take on her mission: to announce to the brothers that Jesus has ascended to the Father. Jesus opened the way for us and brought God close to us again.
* The way the apparition of Jesus to Mary Magdalene is described makes us realise the stages of the journey she has to go through, from the painful search to the new encounter of Easter. These too are the stages we all have to go through in our lives, the search for God by living the Gospel.
6. Psalm 27 (26)
God is my victory
Yahweh is my light and my salvation,
whom should I fear?
Yahweh is the fortress of my life,
whom should I dread?
When the wicked advance against me
to eat me up,
they, my opponents, my enemies,
are the ones who stumble and fall.
Though an army pitch camp against me,
my heart will not fear,
though war break out against me,
my trust will never be shaken.
One thing I ask of Yahweh,
one thing I seek:
to dwell in Yahweh's house
all the days of my life,
to enjoy the sweetness of Yahweh,
to seek out his temple.
For he hides me away under his roof
on the day of evil,
he folds me in the recesses of his tent,
sets me high on a rock.
Now my head is held high
above the enemies who surround me;
in his tent I will offer sacrifices of acclaim.
I will sing, I will make music for Yahweh.
Yahweh, hear my voice as I cry,
pity me, answer me!
Of you my heart has said, 'Seek his face!'
Your face, Yahweh, I seek;
do not turn away from me.
Do not thrust aside your servant in anger,
without you I am helpless.
Never leave me, never forsake me,
God, my Saviour.
Though my father and mother forsake me,
Yahweh will gather me up.
Yahweh, teach me your way,
lead me on the path of integrity
because of my enemies;
do not abandon me to the will of my foes
-- false witnesses have risen against me,
and are breathing out violence.
This I believe: I shall see the goodness of Yahweh,
in the land of the living.
Put your hope in Yahweh, be strong,
let your heart be bold, put your hope in Yahweh.
7. Final Prayer
Lord Jesus, we thank for the word that has enabled us to understand better the will of the Father. May your Spirit enlighten our actions and grant us the strength to practice that which your Word has revealed to us. May we, like Mary, your mother, not only listen to but also practise the Word. You who live and reign with the Father in the unity of the Holy Spirit forever and ever. Amen
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Lectio: 
 Domenica, 16 Aprile, 2017
Vedere nella notte e credere per l’amore
Giovanni 20, 1-9
1. Invochiamo lo Spirito santo
Signore Gesù Cristo, oggi la tua luce splende in noi, fonte di vita e di gioia! Donaci il tuo Spirito d’amore e di verità, perché, come Maria Maddalena, Pietro e Giovanni, sappiamo anche noi scoprire e interpretare alla luce della Parola i segni della tua vita divina presenti nel nostro mondo e accoglierli nella fede per vivere sempre nella gioia della tua presenza accanto a noi, anche quando tutto sembra avvolto dalle tenebre della tristezza e del male.
2. Il Vangelo
a) Una chiave di lettura:
Per l’evangelista Giovanni, la resurrezione di Gesù è il momento decisivo del processo della sua glorificazione, con un nesso inscindibile con la prima fase di tale glorificazione, cioè con la passione e morte.
L’evento della resurrezione non è descritto con i particolari spettacolari e apocalittici dei vangeli sinottici: per Giovanni la vita del Risorto è una realtà che si impone senza chiasso e si fa avanti in silenzio, nella potenza discreta e irresistibile dello Spirito.
Il fatto della fede dei discepoli si annuncia "quando era ancora buio" e s’inizia mediante la visione di segni materiali che rimandano alla Parola di Dio.
Gesù è il grande protagonista della narrazione, ma non compare mai di persona.
b) Il testo:
Giovanni 20, 1-91 Nel giorno dopo il sabato, Maria di Magdala si recò al sepolcro di buon mattino, quando era ancora buio, e vide che la pietra era stata ribaltata dal sepolcro.
2 Corse allora e andò da Simon Pietro e dall’altro discepolo, quello che Gesù amava, e disse loro: "Hanno portato via il Signore dal sepolcro e non sappiamo dove l’hanno posto!"
3 Uscì allora Simon Pietro insieme all’altro discepolo e si recarono al sepolcro. 4 Correvano insieme tutti e due, ma l’altro discepolo corse più veloce di Pietro e giunse per primo al sepolcro. 5 Chinatosi, vide le bende per terra, ma non entrò.
6 Giunse intanto anche Simon Pietro che lo seguiva ed entrò nel sepolcro e vide le bende per terra, 7 e il sudario, che gli era stato posto sul capo, non per terra con le bende, ma piegato in un luogo a parte.
8 Allora entrò anche l’altro discepolo, che era giunto per primo al sepolcro, e vide e credette. 9 Non avevano infatti ancora compreso la Scrittura, che egli cioè doveva risuscitare dai morti.
c) Suddivisione del testo, per comprenderlo meglio:
vers. 1: l’introduzione, un antefatto che tratteggia la situazione;
vers. 2: la reazione di Maria e il primo annuncio del fatto appena scoperto;
verss. 3-5: la reazione immediata dei discepoli e la relazione che intercorre fra loro;
verss. 6-7: constatazione del fatto annunziato da Maria;
verss. 8-9: la fede dell’altro discepolo e la relazione di essa con la sacra Scrittura.
3. Uno spazio di silenzio interno ed esterno
per aprire il cuore e dare spazio dentro di me alla Parola di Dio:
- Rileggo lentamente l’intero brano;
- Sono anch’io in quel giardino: il sepolcro vuoto è davanti ai miei occhi;
- Lascio riecheggiare dentro di me le parole di Maria di Magdala;
- Corro anch’io con lei, Pietro e l’altro discepolo;
- Mi lascio immergere nello stupore gioioso della fede in Gesù risorto, anche se, come loro, non lo vedo con i miei occhi di carne.
4. La Parola che ci è donata
* Il capitolo 20 di Giovanni: è un testo abbastanza frammentario, in cui risulta evidente che il redattore è intervenuto più volte per evidenziare alcuni temi e per unire i vari testi ricevuti dalle fonti precedenti, almeno tre racconti.
* Nel giorno dopo il sabato: è "il primo giorno della settimana" ed eredita in ambito cristiano la grande sacralità del sabato ebraico. Per i Cristiani è il primo giorno della nuova settimana, l’ inizio del nuovo tempo, il giorno memoriale della resurrezione, chiamato "giorno del Signore" (dies Domini, domenica).
L’evangelista adotta qui e al vers. 19 un’espressione che è già tradizionale per i Cristiani (es.: Mc 16, 2 e 9; At 20, 7) ed è più antica di quella divenuta in seguito caratteristica della prima evangelizzazione: "il terzo giorno" (es.: Lc 24, 7 e 46; At 10, 40; 1Cor 15, 4).
* Maria di Magdala: è la stessa donna già presente ai piedi della croce con altre (19, 25). Qui sembrerebbe sola, ma la frase del vers. 2 ("non sappiamo") rivela che il racconto originario, sul quale l’evangelista ha lavorato, narrava di più donne, al pari degli altri vangeli (cfr Mc 16, 1-3; Mt 28, 1; Lc 23, 55-24, 1).
Diversamente rispetto ai sinottici (cfr Mc 16, 1; Lc 24, 1), inoltre, non si specifica il motivo della sua visita al sepolcro, visto che è stato riferito che le operazioni di sepoltura erano state già completate (19, 40); forse, l’unica cosa che manca è il lamento funebre (cfr Mc 5, 38). Comunque, il quarto evangelista riduce al minimo la narrazione della scoperta del sepolcro vuoto, per puntare l’attenzione dei lettori sul resto.
* Di buon mattino, quando era ancora buio: Marco(16, 2) parla in modo diverso, ma da entrambi si comprende che si tratta delle primissime ore del mattino, quando la luce è molto tenue e ancora livida. Forse Giovanni sottolinea la mancanza di luce per evidenziare il contrasto simbolico fra tenebre-mancanza di fede e luce–accoglienza del vangelo della resurrezione.
* La pietra era stata ribaltata dal sepolcro: la parola greca è generica: la pietra era stata "tolta" o "rimossa" (diversamente: Mc 16, 3-4).
Il verbo "togliere" ci rimanda a Gv 1, 29: il Battista indica Gesù come "l’Agnello che toglie il peccato del mondo". Forse l’evangelista vuole richiamare il fatto che questa pietra "tolta", sbalzata via dal sepolcro è il segno materiale che la morte e il peccato sono stati "tolti" dalla resurrezione di Gesù?
* Corse allora e andò da Pietro e dall’altro discepolo: la Maddalena corre da coloro che condividono con lei l’amore per Gesù e la sofferenza per la sua morte atroce, ora accresciuta da questa scoperta. Si reca da loro, forse perché erano gli unici che non erano fuggiti con gli altri e si erano tenuti in contatto fra loro (cfr 19, 15 e 26-27). Vuole almeno condividere con loro l’ulteriore dolore per l’oltraggio al cadavere.
Notiamo come Pietro, il "discepolo amato" e Maddalena si caratterizzino per l’amore speciale che li lega a Gesù: è proprio l’amore, specie se ricambiato, che rende capaci di intuire la presenza della persona amata.
* L’altro discepolo, quello che Gesù amava: è un personaggio che compare solo in questo vangelo e solo a partire dal cap. 13, quando mostra una grande intimità con Gesù e anche una profonda intesa con Pietro (13, 23-25). Compare in tutti i momenti decisivi della passione e della resurrezione di Gesù, ma rimane anonimo e sulla sua identità sono state fatte ipotesi abbastanza varie. Probabilmente si tratta del discepolo anonimo del Battista che segue Gesù assieme ad Andrea (1, 35.40). Poiché il quarto vangelo non parla mai dell’apostolo Giovanni e considerando che questo vangelo riporta spesso particolari evidentemente risalenti a un testimone oculare, il "discepolo" è stato identificato con l’apostolo Giovanni. Il quarto vangelo gli è stato sempre attribuito, anche se egli non l’ha composto materialmente, bensì è all’origine della tradizione particolare cui risale questo vangelo e gli altri scritti attribuiti a Giovanni. Ciò spiega anche come egli sia un personaggio alquanto idealizzato.
"Quello che Gesù amava": è evidentemente un’aggiunta dovuta non all’apostolo, che non avrebbe osato vantare tanta confidenza col Signore, ma ai suoi discepoli, che hanno scritto materialmente il vangelo e hanno coniato quest’espressione riflettendo sull’evidente amore privilegiato che intercorre fra Gesù e questo discepolo (cfr 13, 25; 21, 4. 7). Laddove si usa l’espressione più semplice, "l’altro discepolo" o "il discepolo", è mancata, dunque, l’aggiunta dei redattori.
* Hanno portato via il Signore dal sepolcro: queste parole, che ricorrono anche in seguito: vers. 13 e 15, rivelano che Maria teme uno dei furti di cadavere che avvenivano spesso all’ epoca, tanto da costringere l’imperatore romano a emanare severi decreti per arginare il fenomeno. A questa stessa possibilità ricorrono, in Matteo (28, 11-15), i capi dei sacerdoti per diffondere discredito sull’evento della resurrezione di Gesù ed, eventualmente, giustificare il mancato intervento dei soldati posti a guardia del sepolcro.
* Il Signore: il titolo di "Signore" implica il riconoscimento della divinità ed evoca l’onnipotenza divina. Era, perciò, utilizzato dai Cristiani per Gesù risorto. Il quarto evangelista, infatti, lo riserva ai soli racconti pasquali (anche in 20, 13).
* Non sappiamo dove l’hanno posto: la frase rimanda a quanto successe a Mosè, il cui luogo di sepoltura era sconosciuto (Dt 34, 10). Un altro probabile rimando implicito è alle stesse parole di Gesù sull’impossibilità di conoscere il luogo dove si sarebbe recato (7, 11. 22; 8, 14. 28. 42; 13, 33; 14, 1-5; 16, 5).
* Correvano insieme … ma l’altro … giunse per primo … ma non entrò: La corsa rivela l’ansia che vivono questi discepoli.
Il fermarsi dell’ "altro discepolo" è più che un gesto di cortesia o di rispetto verso un anziano: è il riconoscimento tacito e pacifico, nella sua semplicità, della preminenza di Pietro all’interno del gruppo apostolico, sebbene questa non vada enfatizzata. È, dunque, un segno di comunione. Questo gesto potrebbe anche essere un artificio letterario per spostare l’evento della fede nella resurrezione al momento successivo e culminante del racconto.
* Le bende per terra e il sudario … piegato in un luogo a parte: già l’altro discepolo, pur senza entrare,ne aveva visto qualcosa. Pietro, varcando la soglia del sepolcro, scopre la prova che non vi era stato alcun furto del cadavere: nessun ladro avrebbe perso tempo a sbendare il cadavere, distendere ordinatamente le fasce e il lenzuolo (per terra potrebbe essere tradotto meglio con "stese" o "adagiate sul piano") e anche arrotolare a parte il sudario! L’operazione sarebbe stata complicata anche dal fatto che gli olii con cui era stato unto quel corpo (specialmente la mirra) agivano quasi come un collante, facendo aderire perfettamente e saldamente il lenzuolo al corpo, quasi come avveniva per le mummie. Il sudario, inoltre, è piegato; il verbo greco può voler dire anche "arrotolato", oppure indicare che quel drappo di stoffa leggera aveva conservato in gran parte le forme del volto sul quale era stato posto, quasi come una maschera mortuaria. Le bende sono le stesse citate in Gv 19, 40.
Nel sepolcro, tutto risulta in ordine, anche se manca il corpo di Gesù e Pietro riesce a vedere bene all’interno , perché il giorno sta salendo.
A differenza di Lazzaro (11, 44), dunque, il Cristo è risorto abbandonando del tutto il proprio corredo funerario: i commentatori antichi fanno notare che, infatti, Lazzaro dovette poi usare quelle bende per la propria definitiva sepoltura, mentre il Cristo non aveva più alcun bisogno di esse, non dovendo mai più morire (cfr Rm 6, 9).
* Pietro … vide … l’altro discepolo … vide e credette: anche Maria, all’inizio del racconto, aveva "visto". Nonostante la versione italiana traduca tutto con lo stesso verbo, il testo originale ne usa tre diversi (theorein per Pietro; blepein per l’altro discepolo e Maddalena; idein, qui, per l’altro discepolo), lasciandoci intendere un accrescimento della profondità spirituale di questo "vedere" che, infatti, culmina con la fede dell’altro discepolo.
Il discepolo anonimo, di certo, non ha visto nulla di diverso da quanto aveva già osservato Pietro; forse, egli interpreta ciò che vede diversamente dagli altri anche per la particolare sintonia d’amore che aveva avuto con Gesù (l’esperienza di Tommaso è emblematica: 29, 24-29). Tuttavia, come indicato dal tempo del verbo greco, la sua è una fede ancora solo iniziale, tanto che egli non trova il modo di condividerla con Maria o Pietro o qualcun altro dei discepoli (non vi si accenna più in seguito).
Per il quarto evangelista, tuttavia, il binomio "vedere e credere" è molto significativo ed è riferito esclusivamente alla fede nella resurrezione del Signore (cfr 20, 29), perché era impossibile credere davvero prima che il Signore fosse morto e risorto (cfr 14, 25-26; 16, 12-15). Il binomio visione – fede, quindi, caratterizza tutto questo capitolo e "il discepolo amato" è presentato come un modello di fede che riesce a comprendere la verità di Dio attraverso gli avvenimenti materiali (cfr anche 21, 7).
* Non avevano infatti ancora compreso la Scrittura: si riferisce evidentemente a tutti gli altri discepoli. Anche per coloro che avevano vissuto accanto a Gesù, dunque, è stato difficile credere in Lui e per loro, come per noi, l’unica porta che ci permette di varcare la soglia della fede autentica è la conoscenza della Scrittura (cfr Lc 24, 26-27; 1Cor 15, 34; At 2, 27-31) alla luce dei fatti della resurrezione.
5. Alcune domande per orientare la riflessione e l’attuazione
a) Cosa vuol dire concretamente, per noi, "credere in Gesù il Risorto"? Quali difficoltà incontriamo? La resurrezione riguarda solo Gesù o è veramente il fondamento della nostra fede?
b) Il rapporto che vediamo fra Pietro, l’altro discepolo e Maria di Magdala è evidentemente di grande comunione attorno a Gesù. In quali persone, realtà, istituzioni oggi ritroviamo la stessa intesa d’amore e la stessa "comune unione" fondata su Gesù? Dove riusciamo a leggere i segni concreti del grande amore per il Signore e per i "suoi" che mosse tutti i discepoli?
c) Quando osserviamo la nostra vita e la realtà che ci circonda a breve e a lungo raggio abbiamo lo sguardo di Pietro (vede i fatti, ma rimane fermo ad essi: alla morte e sepoltura di Gesù) oppure quello dell’altro discepolo (vede i fatti e scopre in essi i segni della vita nuova)?
6. Preghiamo invocando grazia e lodando Dio
con un inno tratto dalla lettera di Paolo agli Efesini (parafrasi di 1, 17-23).
Il Dio del Signore nostro Gesù Cristo, il Padre della gloria,
ci dia uno spirito di sapienza e di rivelazione
per una più profonda conoscenza di lui.
Possa egli davvero illuminare gli occhi della nostra mente
per farci comprendere a quale speranza ci ha chiamati,
quale tesoro di gloria racchiude la sua eredità fra i santi
e qual è la straordinaria grandezza della sua potenza
verso di noi credenti secondo l'efficacia della sua forza
che egli manifestò in Cristo, quando lo risuscitò dai morti
e lo fece sedere alla sua destra nei cieli,
al di sopra di ogni principato e autorità,
di ogni potenza e dominazione
e di ogni altro nome che si possa nominare
non solo nel secolo presente ma anche in quello futuro.
Tutto infatti ha sottomesso ai suoi piedi
e lo ha costituito su tutte le cose a capo della Chiesa,
 la quale è il suo corpo,
la pienezza di colui che si realizza interamente in tutte le cose.
7. Orazione Finale
Il contesto liturgico non è indifferente per pregare questo Vangelo e l’evento della resurrezione di Gesù, attorno al quale ruota tutta la nostra fede e vita cristiana. La sequenza che caratterizza la liturgia eucaristica di questo giorno e della settimana che segue (l’ "ottava") ci guida nel lodare il Padre e il Signore Gesù:
Alla vittima pasquale
s’innalzi oggi il sacrificio di lode.
L’agnello ha redento il suo gregge,
l’Innocente ha riconciliato
noi peccatori col Padre.
Morte e Vita si sono affrontate
In un prodigioso duello.
Il Signore della vita era morto,
ma ora - vivo - trionfa.
"Raccontaci, Maria,
che hai visto sulla via?"
"La tomba del Cristo vivente,
la gloria del Cristo risorto
e gli angeli suoi testimoni,
il sudario e le sue vesti.
Cristo, mia speranza, è risorto
e vi precede in Galilea".
Sì, ne siamo certi:
Cristo è davvero risorto.
Tu, Re vittorioso,
portaci la tua salvezza.
La nostra preghiera può anche concludersi con questa vibrante invocazione di un poeta contemporaneo, Marco Guzzi:

Amore, Amore, Amore!
Voglio sentire, vivere ed esprimere tutto questo Amore
che è impegno gioioso nel mondo
e contatto felice con gli altri.
Solo tu mi liberi, solo tu mi sciogli.
E i ghiacci scendono a irrigare
La valle più verde del creato

martes, 11 de abril de 2017

El Via Crucis de siempre no olvidemos esta tradición...



Via Crucis
por Plinio Corrêa de Oliveira
* * *
I Estación
Jesús es condenado a muerte
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
*El juez que cometió el crimen profesional más monstruoso de toda la historia, no fue impulsado a ello por el tumulto de ninguna pasión ardiente. No lo cegó el odio ideológico, ni la ambición de nuevas riquezas, ni el deseo de complacer a ninguna Salomé. Lo movió a condenar al Justo, el recelo de perder el cargo pareciendo poco celoso de las prerrogativas del César; el miedo de crearse para sí complicaciones políticas, desagradando al populacho judío; el miedo instintivo de decir “no”, de hacer lo contrario de lo que se pide, de enfrentar al ambiente con actitudes y opiniones diferentes de las que en él imperan.
*
Vos, Señor, lo mirasteis por largo tiempo con aquella mirada que, en un segundo, obró la salvación de Pedro. Era una mirada en la que se transparentaba vuestra suprema perfección moral, vuestra infinita inocencia y, sin embargo él, Os condenó.
*Oh Señor, ¡cuántas veces imité a Pilatos! ¡Cuántas veces por amor a mi carrera, dejé que en mi presencia la ortodoxia fuese perseguida y me callé! ¡Cuántas veces presencié de brazos cruzados la lucha y el martirio de los que defienden vuestra Iglesia! Y no tuve siquiera el coraje de darles una palabra de apoyo, por la abominable pereza de enfrentar a los que me rodean, de decir “no” a los que forman mi ambiente, por el miedo de “ser diferente de los otros”. Como si me hubieseis creado, Señor, no para imitaros, sino para imitar servilmente a mis compañeros.
*
En aquel instante doloroso de la condenación, Vos sufristeis por todos los cobardes, por todos los débiles, por todos los tibios... por mí, Señor.
*¡Jesús mío!, perdón y misericordia. Por la fortaleza de que me disteis ejemplo desafiando la impopularidad y enfrentando la sentencia del magistrado romano, ¡curad en mi la alma la llaga de la molicie!
*
Padre Nuestro, Ave María, Gloria
V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia
de Dios, descansen en paz.
R. Amén.
* * *
II Estación
Jesús lleva la Cruz a cuestas
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
*
Se inicia así, mi adorado Señor, vuestra peregrinación hacia el lugar de la inmolación. No quiso el Padre Celestial que fueseis muerto de un golpe fulminante. Vos habríais de enseñarnos en vuestra Pasión, no sólo a morir, sino a enfrentar la muerte. Enfrentarla con serenidad, sin dudas ni flaquezas, caminando hacia ella con el paso resuelto del guerrero que avanza hacia el combate; he ahí la admirable lección que me dais.
*Frente al dolor, Dios mío, cuánta es mi cobardía. Ora contemporizo antes de tomar mi cruz; ora retrocedo, traicionando el deber; ora, por fin, lo acepto, mas con tanto tedio, tanta molicie, que parezco odiar el fardo que vuestra voluntad me pone sobre los hombros.
*
En otras ocasiones, cuántas veces cierro los ojos para no ver el dolor. Me ciego voluntariamente con un optimismo estúpido, porque no tengo el coraje de enfrentar la prueba, y por eso me miento a mí mismo: “no es verdad que la renuncia a aquel placer se me impone para que no caiga en pecado; no es verdad que debo vencer aquel hábito que favorece mis más arraigadas pasiones; no es verdad que debo abandonar aquel ambiente, aquella amistad, que minan y arruinan toda mi vida espiritual; no, nada de esto es verdad...”, cierro los ojos y tiro a un lado mi cruz.
*
Jesús mío, perdonadme tanta pereza, y por la llaga que la Cruz abrió en vuestros hombros, curad, Padre de las Misericordias, la llaga horrible que en mi alma abrí con años enteros vividos en el relajamiento interior y en la condescendencia para conmigo.
*
Padre Nuestro, Ave María, Gloria
V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia
de Dios, descansen en paz.
R. Amén.
* * *
III Estación
Jesús cae por primera vez

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
*
¿Entonces, Señor? ¿No Os era lícito abandonar vuestra Cruz? Pues si la cargasteis hasta que todas vuestras fuerzas se agotaran, hasta que el peso insoportable del madero Os lanzara por tierra, ¿no estaba bien probado que Os era imposible proseguir? Estaba cumplido vuestro deber.
*
Que los ángeles del Cielo llevasen ahora por Vos la Cruz . Vos habíais sufrido en toda la medida de lo posible. ¿Qué más habríais de dar?
*
Sin embargo, actuasteis de otro modo y disteis a mi cobardía una alta lección. Agotadas vuestras fuerzas, no renunciasteis al fardo, sino que pedisteis más fuerzas aún, para cargar nuevamente la Cruz. Y las obtuvisteis.
*
Es difícil hoy la vida del cristiano. Obligado a luchar sin tregua contra sí mismo para mantenerse en la línea de los Mandamientos, parece una excepción extravagante en un mundo que se ufana en la lujuria, en la opulencia y en la alegría de vivir. Pesa en nuestros hombros la cruz de la fidelidad a vuestra ley, Señor. Y a veces las fuerzas parecen faltarnos.
*
En estos instantes de prueba, comenzamos a hacer sofismas: ya hicimos cuanto estaba en nosotros. Al final, ¡son tan limitadas las fuerzas del hombre! Dios tendrá esto en cuenta... Dejemos caer la cruz a la vera del camino y hundámonos suavemente en la vida del placer. ¡Ah, cuántas cruces abandonadas a la vera de nuestros caminos, quizá a la vera de mis caminos!
*
Dadme, Jesús, la gracia de quedar abrazado a mi cruz, aun cuando yo desfallezca bajo el peso de ella. Dadme la gracia de erguirme de nuevo siempre que hubiese desfallecido. Dadme, Señor, la gracia suprema de nunca salir del camino por donde debo llegar a lo alto de mi propio calvario.
*
Padre Nuestro, Ave María, Gloria ...........
* * *
IV Estación
Encuentro de Jesús con su Santa Madre

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
*
¿Quién, Señora, viéndoos en llanto, osaría preguntar por qué lloráis? Ni la tierra, ni el mar, ni todo el firmamento, podrían servir de término de comparación a vuestro dolor. Dadme, Madre mía, un poco por lo menos de ese dolor. Dadme la gracia de llorar a Jesús con las lágrimas de una compunción sincera y profunda.
*
Sufrís en unión a Jesús. Dadme la gracia de sufrir como Vos y como Él. Vuestro mayor dolor no fue el contemplar los inexpresables padecimientos corporales de vuestro Divino Hijo. ¿Qué son los males del cuerpo en comparación con los del alma? ¡Si Jesús sufriera todos aquellos tormentos, pero a su lado hubiera corazones compasivos! ¡Si el odio más estúpido, más injusto, más necio, no hiriese al Sagrado Corazón enormemente más de lo que el peso de la Cruz y los malos tratos herían el Cuerpo de Nuestro Señor! Pero la manifestación tumultuosa del odio y de la ingratitud de aquellos a quienes Él había amado... A dos pasos, estaba un leproso a quien había curado... más lejos un ciego a quien había restituido la vista... poco más allá un alma sufriente a quien había devuelto la paz. Y todos pedían su muerte, todos lo odiaban, todos lo injuriaban. Todo esto hacía sufrir a Jesús inmensamente más que los inexpresables dolores que pesaban sobre su Cuerpo.
*
Y existía algo peor, existía el peor de los males. Había el pecado, el pecado declarado, el pecado protuberante, el pecado atroz. ¡Si todas aquellas ingratitudes fuesen hechas al mejor de los hombres, pero, por absurdo, no ofendiesen a Dios! Más eran hechas al Hombre Dios y constituían contra toda la Trinidad Santísima un pecado supremo. He ahí el mal mayor de la injusticia y de la ingratitud.
*
Este mal no está tanto en herir los derechos del bienhechor, sino en ofender a Dios. Y de tantas y tantas causas de dolor, la que más Os hacía sufrir, Madre Santísima, Redentor Divino, era por cierto el pecado.
*
¿Y yo? ¿Me acuerdo de mis pecados? ¿Me acuerdo por ejemplo de mi primer pecado, o de mi pecado más reciente? ¿De la hora en que lo cometí, del lugar, de las personas que me rodeaban, de los motivos que me llevaron a pecar? Si yo hubiese pensado en toda la ofensa que Os causa un pecado ¿habría osado desobedeceros, Señor?
*
Oh, Madre mía, por el dolor del santo encuentro, obtenedme la gracia de tener siempre delante de los ojos a Jesús sufriente y llagado, precisamente como lo visteis en este paso de la Pasión.
*
Padre Nuestro, Ave María, Gloria ........
.
* * *
V Estación
Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la Cruz

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
*
¿Quién era este Simón? ¿Qué se sabe de él, sino que era de Cirene? ¿Y qué sabe la generalidad de los hombres sobre Cirene, sino que era la tierra de Simón? Tanto el hombre como la ciudad emergieron de la oscuridad para la gloria y para la más alta de las glorias, que es la gloria sagrada, en un momento en que muy otros eran los pensamientos del Cireneo.
*
Él venía despreocupado por la calle. Pensaba tan sólo en los pequeños problemas y en los pequeños intereses de los que se compone la vida corriente de la mayor parte de los hombres. Mas Vos, Señor, atravesasteis su camino con vuestras Llagas, vuestra Cruz, vuestro inmenso dolor. Y a este Simón le tocó tomar posición ante Vos. Lo forzaron a cargar la Cruz con Vos. O él la cargaría malhumorado, indiferente a Vos, intentando volverse simpático al pueblo por medio de algún nuevo modo de aumentar vuestros tormentos de alma y cuerpo; o la cargaría con amor, con compasión, desdeñoso del populacho, procurando aliviaros, procurando sufrir en sí un poco de vuestro dolor, para que sufrierais un poco menos. El Cireneo prefirió padecer con Vos. Y por esto su nombre es repetido con amor, con gratitud, con santa envidia, desde hace dos mil años, por todos los hombres de fe, en toda la faz de la tierra y así continuará siendo hasta la consumación de los siglos.
*
También por mis caminos Vos pasasteis, mi Jesús. Pasasteis cuando me llamasteis de las tinieblas del paganismo al seno de vuestra Iglesia, con el santo Bautismo. Pasasteis cuando mis padres me enseñaron a rezar. Pasasteis cuando en el curso del catecismo comencé a abrir mi alma a la verdadera doctrina católica y ortodoxa. Pasasteis en mi primera Confesión, en mi Primera Comunión, en todos los momentos en que vacilé y me amparasteis, en todos los momentos en que caí y me erguisteis, en todos los momentos en que pedí y me atendisteis.
*
¿Y yo, Señor? Aún ahora pasáis por mí en este ejercicio del vía crucis. ¿Qué hago cuando Vos pasáis por mí?
*
Padre Nuestro, Ave María, Gloria ..........
* * *
VI Estación
La Verónica enjuga el rostro de Jesús

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
*
Diríase a primera vista, que jamás hubo mayor premio en la historia. En efecto, ¿qué rey tuvo en las manos tejido más precioso que aquel Velo? ¿Qué general tuvo bandera más augusta? ¿Qué gesto de coraje y dedicación fue recompensado con favor más extraordinario?
*
Sin embargo, hay una gracia que vale mucho más que la de poseer milagrosamente estampada en un velo la Santa Faz del Salvador. En el velo, la representación de la Faz divina fue hecha como en un cuadro. En la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana es hecha como en un espejo.
*
En sus instituciones, en su doctrina, en sus leyes, en su unidad, en su universalidad, en su insuperable catolicidad,
la Iglesia es un verdadero espejo en el cual se refleja nuestro Divino Salvador. Más aún, Ella es el propio Cuerpo Místico de Cristo.
*
¡Y nosotros, todos nosotros, tenemos la gracia de pertenecer a la Iglesia, de ser piedras vivas de la Iglesia!
*
¡Cómo debemos agradecer este favor! No nos olvidemos, sin embargo, de que “nobleza obliga”. Pertenecer a la Iglesia es cosa muy alta y muy ardua. Debemos pensar como la Iglesia piensa, sentir como la Iglesia siente, actuar como la Iglesia quiere que procedamos en todas las circunstancias de nuestra vida. Esto supone un sentido católico real, una pureza de costumbres auténtica y completa, una piedad profunda y sincera. En otros términos, supone el sacrificio de una existencia entera.
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¿Y cuál es el premio? “Christianus alter Christus”. Yo seré de modo eximio una reproducción del propio Cristo. La semejanza de Cristo se imprimirá, viva y sagrada, en mi propia alma.
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Ah, Señor, si es grande la gracia concedida a la Verónica, cuánto mayor es el favor que a mí me prometéis.
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Os pido fuerza y resolución para, por medio de una fidelidad a toda prueba, alcanzarlo verdaderamente.
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Padre Nuestro, Ave María, Gloria ...........
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VII Estación
Jesús cae por segunda vez

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
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Caer, estar tirado en el suelo, quedar a los pies de todos, dar pública manifestación de ya no tener fuerzas, son estas las humillaciones a que Vos Os quisisteis sujetar, Señor, para mi lección. De Vos nadie se compadeció. Redoblaron las injurias y los malos tratos. Y mientras tanto, Vuestra gracia solicitaba en vano, en lo íntimo de aquellos corazones empedernidos, un movimiento de piedad.
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Aún en ese momento, quisisteis continuar vuestra Pasión para salvar a los hombres. ¿Qué hombres? Todos. Inclusive los que allí estaban aumentado de todas las formas vuestro dolor.
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En mi apostolado, Señor, deberé continuar aun cuando todas mis obras estuviesen por el suelo, aun cuando todos se unieren para atacarme, aun cuando la ingratitud y la perversidad de aquellos a quienes quise hacer el bien se vuelvan contra mí.
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No tendré la flaqueza de cambiar de camino para agradarlos. Mis vías sólo pueden las vuestras, esto es, las vías de la ortodoxia, de la pureza, de la austeridad. Mas, en vuestros caminos, sufriré por ellos. Y unidos mis dolores imperfectos a vuestro dolor perfecto, a vuestro dolor infinitamente precioso, continuaré haciéndoles el bien. Para que se salven o para que las gracias rechazadas se acumulen sobre ellos como brasas ardientes, clamando por castigo. Fue lo que hicisteis con el pueblo deicida y con todos aquellos que hasta el fin Os rechazaron.
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Padre Nuestro, Ave María, Gloria ..........
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VIII Estación
Jesús consuela a las hijas de Jerusalén

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
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No faltaron entonces almas buenas que percibían la enormidad del pecado que se practicaba y temían la justicia divina.
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¿No presencio yo algún pecado así? Hoy en día, ¿no es verdad que el Vicario de Cristo es desobedecido, abandonado, traicionado? ¿No es verdad que las leyes, las instituciones, las costumbres son cada vez más hostiles a Jesucristo? ¿No es verdad que se construye todo un mundo, toda una civilización basada en la negación de Jesucristo? ¿No es verdad que Nuestra Señora habló en Fátima señalando todos estos pecados y pidiendo penitencia?
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Sin embargo, ¿dónde está esa penitencia? ¿Cuántos son los que realmente ven el pecado y procuran señalarlo, denunciarlo, combatirlo, disputarle paso a paso el terreno, levantar contra él toda una cruzada de ideas y de actos, de viva fuerza si fuera necesario? ¿Cuántos son capaces de desplegar el estandarte de la ortodoxia absoluta y sin mancha, en los propios lugares donde impera la impiedad o la piedad falsa? ¿Cuántos son los que viven en unión con la Iglesia este momento que es trágico, como trágica fue la Pasión, este momento crucial de la historia, en que una humanidad entera está optando por Cristo o contra Cristo?
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¡Ah, Dios mío, cuántos miopes que prefieren no ver ni presentir la realidad que les entra por los ojos! ¡Cuánta calma, cuánto bienestar menudo, cuánta pequeña delicia rutinaria! ¡Cuánto sabroso plato de lentejas para comer!
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Dadme, Jesús, la gracia de no ser de este número. La gracia de seguir vuestro consejo, esto es, de llorar por nosotros y por los nuestros. No con un llanto estéril, sino con un llanto que se vierte a vuestros pies y que, fecundado por Vos, se transforma para nosotros en perdón, en energías de apostolado, de lucha y de intrepidez.
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Padre Nuestro, Ave María, Gloria ........
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IX Estación
Jesús cae por tercera vez

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
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Estáis, Señor mío, más cansado, más débil, más llagado, más exangüe que nunca. ¿Qué Os espera? ¿Llegasteis al término? No, precisamente lo peor está por suceder. El crimen más atroz aún está por ser cometido. Los dolores mayores aún están por ser sufridos. Estáis por tierra por tercera vez y, sin embargo, todo esto que quedó atrás no es sino un prefacio. Y he aquí que Os veo nuevamente moviendo ese Cuerpo que es todo él una llaga. Lo que parecía imposible se opera y una vez más Os ponéis de pie lentamente, aunque cada movimiento sea para Vos un dolor más. Estáis, Señor, de pie, una vez más... con vuestra Cruz. Supisteis encontrar nuevas fuerzas, nuevas energías y continuáis. Tres caídas, tres lecciones iguales de perseverancia, cada una más pungente y más expresiva que la otra.
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¿Por qué tanta insistencia? Porque es insistente nuestra cobardía. Nos resolvemos a tomar nuestra cruz, pero la cobardía vuelve siempre a la carga. Y para que ella quedase sin pretextos en nuestra flaqueza, quisisteis Vos mismo repetir tres veces la lección.
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Sí, nuestra flaqueza no puede servirnos de pretexto. La gracia, que Dios nunca niega, puede lo que las fuerzas meramente naturales no podrían.
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Dios quiere ser servido hasta el último aliento, hasta la extenuación de la última energía y multiplica nuestra capacidad de sufrir y de actuar, para que nuestra dedicación llegue a los extremos de lo imprevisible, de lo inverosímil, de lo milagroso. La medida de amar a Dios consiste en amarlo sin medida, dice San Francisco de Sales. La medida de luchar por Dios consiste en luchar sin medida, diríamos nosotros.
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Yo, sin embargo, ¡cómo me canso de prisa! En mis obras de apostolado, el menor sacrificio me detiene, el menor esfuerzo me causa horror, la menor lucha me pone en fuga. Me gusta el apostolado, sí. Un apostolado enteramente conforme con mis preferencias y fantasías, al que me entrego cuando quiero, como quiero y porque quiero. Y después juzgo haber dado a Dios una inmensa limosna.
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Pero Dios no se contenta con esto. Para la Iglesia, Él quiere toda mi vida, quiere organización, quiere sagacidad, quiere intrepidez, quiere la inocencia de la paloma, mas también la astucia de la serpiente; la dulzura de la oveja, mas la cólera irresistible y avasalladora del león. Si fuera necesario sacrificar carrera, amistades, vínculos familiares, vanidades mezquinas, hábitos inveterados, para servir a Nuestro Señor, debo hacerlo. Pues este paso de la Pasión me enseña que a Dios debemos darle todo, absolutamente todo y después de haberle dado todo, aún debemos dar nuestra propia vida.
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Padre Nuestro, Ave María, Gloria ..........
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X Estación
Jesús es despojado de sus vestiduras

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
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Todo, sí, absolutamente todo! Hasta vergüenza debemos sufrir por amor a Dios y por la salvación de las almas.
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Ahí está la prueba. El puro por excelencia fue desnudado y los impuros Lo escarnecieron en su pureza. Y Nuestro Señor resistió a las burlas de la impureza.
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¿No parece insignificante que resista a la burla, quien ya resistió a tantos tormentos? Sin embargo, esta otra lección nos era necesaria. Por el desprecio de una criada, San Pedro Lo negó. ¡Cuántos hombres habrán abandonado a Nuestro Señor por miedo al ridículo! Pues si hay gente que va a la guerra a exponerse a las balas y a la muerte para no ser escarnecida como cobarde, ¿no es cierto que hay hombres que tienen más miedo a una risa que a cualquier otra cosa?
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El Divino Maestro enfrentó el ridículo. Y nos enseñó que nada es ridículo cuando está en la línea de la virtud y del bien.
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Enseñadme, Señor, a reflejar en mí la majestad de vuestro Semblante y la fuerza de vuestra perseverancia, cuando los impíos quieran manejar contra mí el arma del ridículo.
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Padre Nuestro, Ave María, Gloria ...........
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XI Estación
Jesús es clavado en la Cruz

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
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La impiedad escogió para Vos, Señor mío, el peor de los tormentos finales. El peor, sí, pues es el que hace morir lentamente, el que produce sufrimientos mayores, el que más infamaba porque estaba reservado a los criminales más abyectos. Todo fue aparejado por el infierno para haceros sufrir, tanto en el alma como en el cuerpo. Este odio inmenso, ¿no contiene para mí alguna lección? ¡Ay de mí, que jamás la comprenderé suficientemente, si no llegare a ser santo! Entre Vos y el demonio, entre el bien y el mal, entre la verdad y el error, hay un odio profundo, irreconciliable, eterno. Las tinieblas odian a la luz, los hijos de las tinieblas odian a los hijos de la luz, la lucha entre unos y otros durará hasta la consumación de los siglos y jamás habrá paz entre la raza de la Mujer y la raza de la serpiente... Para que se comprenda la extensión inconmensurable, la inmensidad de este odio, contémplese todo cuanto este odio osó hacer. Es el Hijo de Dios que allí está, transformado, según la frase de la Escritura, en un leproso en el cual nada existe de sano, en un ente que se retuerce como un gusano bajo la acción del dolor, detestado, abandonado, clavado en una cruz entre dos vulgares ladrones. ¡El Hijo de Dios! ¡Qué grandeza infinita, inimaginable, absoluta, se encierra en estas palabras! ¡He ahí, sin embargo, lo que el odio osó contra el Hijo de Dios!
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Y toda la historia del mundo, toda la historia de la Iglesia, no es sino esta lucha inexorable entre los que son de Dios y los que son del demonio, entre los que son de la Virgen y los que son de la serpiente. Lucha en la cual no hay apenas equívoco de la inteligencia, ni sólo flaqueza, sino también maldad, maldad deliberada, culpable, pecaminosa, en las huestes angélicas y humanas que siguen a Satanás.
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He ahí lo que es necesario que sea dicho, comentado, recordado, acentuado, proclamado y, una vez más, recordado a los pies de la Cruz. Pues somos tales y el liberalismo a tal punto nos desfiguró que estamos siempre propensos a olvidar este aspecto imprescindible de la Pasión.
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Conocíalo bien la Virgen de las Vírgenes, la Madre de todos los dolores, quien junto a su Hijo participaba de la Pasión. Conocíalo bien el Apóstol virgen que a los pies de la Cruz recibió a María como Madre, y con esto tuvo el mayor legado que jamás fue dado a un hombre recibir. Porque hay ciertas verdades que Dios reservó para los puros, y niega a los impuros.
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Madre mía, en el momento en que hasta el buen ladrón mereció perdón, pedid que Jesús me perdone toda la ceguera con que he considerado la obra de las tinieblas que se trama a mi alrededor.
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Padre Nuestro, Ave María, Gloria ......
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XII Estación
Jesús muere en la Cruz

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
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Llegó por el fin el ápice de todos los dolores. Es un ápice tan alto, que se envuelve en las nubes del misterio. Los padecimientos físicos alcanzaron su extremo. Los sufrimientos morales alcanzaron su auge. Otro sufrimiento debería ser la cumbre de tan inexpresable dolor: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonasteis?” De un cierto modo misterioso, el propio Verbo Encarnado fue afligido por la tortura espiritual del abandono en que el alma no tiene consolaciones de Dios. Y tal fue ese tormento, que Él, de quien los evangelistas no registraron ni una sola palabra de dolor, profirió aquel grito lacerante: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
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Sí, ¿por qué? ¿Por qué, si Él era la propia inocencia? Abandono terrible seguido de la muerte y de la perturbación de toda la naturaleza. El sol se veló. El cielo perdió su esplendor. La tierra se estremeció. El velo del templo se rasgó. La desolación cubrió todo el universo.
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¿Por qué? Para redimir al hombre. Para destruir el pecado. Para abrir las puertas del Cielo. El ápice del sufrimiento fue el ápice de la victoria. Estaba muerta la muerte. La tierra purificada era como un gran campo devastado para que sobre ella se edificase la Iglesia.
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Todo esto fue, pues, para salvar. Salvar a los hombres. Salvar a este hombre que soy yo. Mi salvación costó todo este precio. Y yo no regatearé más sacrificio alguno para asegurar salvación tan preciosa. Por el Agua y por la Sangre que vertieron de vuestro divino Costado, por los dolores de María Santísima, Jesús, dadme fuerzas para desapegarme de las personas, de las cosas que me pueden apartar de Vos.
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Mueran hoy, clavados en la Cruz, todas las amistades, todos los afectos, todas las ambiciones, todos los deleites que de Vos me separaban.
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Padre Nuestro, Ave María, Gloria ...........
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XIII Estación
Jesús es bajado de la Cruz

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
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El reposo del Sepulcro Os aguarda, Señor. En las sombras de la muerte, abrís el Cielo a los justos del limbo, mientras en la tierra, en torno de vuestra Madre, se reúnen unos pocos fieles para tributaros honras fúnebres. Hay en el silencio de estos instantes una primera claridad de esperanza que nace. Estos primeros homenajes que Os son prestados son el marco inaugural de una serie de actos de amor de la humanidad redimida, que se prolongarán hasta el fin de los siglos.
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Cuadro de dolor, de desolación, mas de mucha paz. Cuadro en que se presagia algo de triunfal en los cuidados indecibles con que Vuestro Divino Cuerpo es tratado.
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Sí, aquellas almas piadosas se condolían, pero algo en ellas les hacía presentir en Vos al Triunfador glorioso.
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Pueda yo también, Señor, en las grandes desolaciones de la Iglesia, ser siempre fiel, estar presente en las horas más tristes, conservando inquebrantable la certeza de que vuestra Esposa triunfará por la fidelidad de los buenos, puesto que la asiste vuestra protección.
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Padre Nuestro, Ave María, Gloria ..........
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XIV Estación
Jesús es puesto en el sepulcro 

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
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Se corrió la piedra. Parece todo acabado. Es el momento en que todo comienza. Es el reagrupamiento de los Apóstoles. Es el renacer de las dedicaciones, de las esperanzas. La Pascua se aproxima.
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Y al mismo tiempo, el odio de los enemigos ronda en torno del Sepulcro, de María Santísima y de los Apóstoles.
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Pero ellos no temen. Y dentro de poco tiempo rayará la mañana de la Resurrección. Pueda yo también, Señor Jesús, no temer. No temer cuando todo parezca irremediablemente perdido. No temer cuando todas las fuerzas de la tierra parecieran puestas en manos de vuestros enemigos. No temer, porque estoy a los pies de Nuestra Señora, junto a la cual se reagruparán siempre, y siempre una vez más, para nuevas victorias, los verdaderos seguidores de vuestra Iglesia.
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Padre Nuestro, Ave María, Gloria .......
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Escrito por el Dr Plinio Corrêa de Oliveira (1908-1995) y traducido de la revista Catolicismo, editora Padre Belchior de Pontes, marzo de 1951, São Paulo, Brasil. Visto en 
Cruzada Reparadora del Santo Rosario