miércoles, 26 de octubre de 2016

El proceso de la paz de Colombia...R.P Fortea ...que claridad y vision . tiene

El proceso de la paz de Colombia


El padre Fortea desenmascara y aclara sabiamente la realidad  de este embuchado venenoso por donde lo miremos ,para el País y Los Colombianos...  no hay nada que agregarle Gracias Padre fortea .... lo adoptamos como Colombiano de Corazon.
J.A.G

Nota previa: He borrado varias partes de este artículo, porque considero que fue un error escribir un artículo que diera la impresión (verdadera o falsa) de que me decantaba hacia algún lado en las cuestiones políticas del país. Mi intención fue escribir sólo y exclusivamente acerca de un asunto en el que confluye la política, la moral y la justicia. Pero reconozco que cuando la política divide a la población, cualquier consideración acerca de la moralidad de las decisiones de los gobernantes, siempre van a ser entendidas como una intervención política. Fue un error escribir este artículo y pensé incluso en borrarlo enteramente y dejar esta nota. Nadie del clero me ha hecho ningún comentario acerca de este artículo. Ha sido una conclusión a la que he llegado yo mismo. Reconozco que me influyó no poco en mis comentarios acerca del Presidente Santos el hecho de que estaba algo enfadado con él por toda la cuestión de la ideología de género. Al final, he optado por expurgar de las partes más duras al artículo. Como dice el refrán: Hasta el mejor escriba echa un borrón de vez en cuando.

Artículo: Llevaba varios días conteniéndome para no decir nada acerca del proceso de paz en Colombia. Pero hoy ya no puedo más. Da la sensación de que todos los periodistas ignorantes de Europa tienen que decir algo acerca de un proceso del que no conocen más que unos cuantos titulares.

Vaya por delante que Colombia es el tercer país que mejor conozco del mundo. Dejé de contar los viajes a esa gran nación después de mi séptimo viaje. Realmente, no sé cuántos he hecho. Normalmente he viajado una vez al año. En esos viajes iba de un lado a otro de ese extenso país, del norte al sur, del este al oeste, de las grandes ciudades de las tierras frías a las costeñas, de sus islas a las selvas. He hablado allí con políticos, con secuestrados, con soldados que lucharon con la guerrilla. Una de las personas con la que más amistad tengo allí estuvo totalmente decidida a unirse a la lucha armada clandestina. Otra persona me contaba cómo colocaban las cabezas de los soldados delante de la puerta de su cuartel. Me ahorro relatar las violaciones y barbaridades que esos marxistas hicieron. Es triste escuchar, como lo hice durante un almuerzo, cómo los guerrilleros jugaban al fútbol con la cabeza de uno de los asesinados en el pueblo al que habían llegado. Llegado para disfrutar de todo sin límite, matando a maestros y párrocos.
La guerrilla colombiana es el mal en estado puro. Son fuerzas del infierno. Si los que entraban en ella lo hacían con algún ideal, eso no les duraba ni una semana. Una vez dentro (y sin poder salir ya) se encontraban con la pragmática realidad de una muy lucrativa industria del secuestro y de las drogas. Los ideales marxistas sólo servían para atrapar moscas incautas en la red. Una mera red de mentira.
El poder de la guerrilla hasta algunos años después del 2002 fue algo impresionante. Yo fui testigo de eso. Lo vi con mis propios ojos. Colombia fue un país bajo el yugo del miedo, un país secuestrado. Un país de 48 millones de habitantes que cuando caía la noche debía recluirse en sus casas y no transitar los caminos. Desde los pequeños pueblos hasta la capital. Pues la capital era terreno de los secuestradores exactamente igual que las ciudades lejanas. Recuerdo lo que me impresionó la primera vez que fui al centro histórico de Bogotá, no ver ni un solo turista por las calles. Ni uno solo. Podías andar una hora entera y sólo veías colombianos.

El poder de los terroristas era tal que años antes (en 1985) llegaron a tomar el Palacio de Justicia que hay en pleno centro de la ciudad, a poca distancia del Palacio Presidencial.  Los marxistas pudieron ir matando a los jueces en las mismas dependencias judiciales, el sueño de todo delincuente asesino.

Aunque ese hecho estaba lejano en el tiempo cuando Pastrana llegó al poder, el ambiente de derrotismo no había hecho más que crecer desde aquella muestra de poder terrorista. Y cuando más fuertes eran los guerrilleros, el presidente Pastrana, incomprensiblemente, pactó con ellos. Pactó con aquellos que no tenían otro interés que apoderarse de toda la nación sin reparar qué baño de sangre tuvieran que causar para ello. El presidente Pastrana ¡les entregó varias provincias! Allí podían hacer lo que quisieran, que las fuerzas militares no les iban a perseguir. El pacto se redujo a concederles refugio, a comprometerse a no perseguirles mucho.

La única cuestión era ¿qué ganaba la nación con no perseguir a las fuerzas del caos, con otorgarles dos provincias como refugio oficialmente reconocido por aquél que se suponía que debía hacer valer la Ley? A día de hoy nadie puede responder a esta pregunta. Pastrana les otorgó refugio frente a las fuerzas del orden, ¿pero a cambio de qué?

(Parte borrada por el autor.) Lo dejo a la imaginación de cada uno. Con Pastrana la guerrilla estuvo más cerca que nunca de lograr hacerse con la nación. El botín hubiera sido una nación entera de más de 40 millones de habitantes.

(Parte borrada por el autor.) Entonces, llegó a la presidencia de la nación Álvaro Uribe. Su programa fue muy claro: guerra sin cuartel a la guerrilla, guerra a muerte.

La guerrilla entonces luchó por su supervivencia con todas las armas sin importarle el daño que hiciera a la sociedad. Cuanto más daño, cuanto más caos, mejor. Las lágrimas y la sangre que tuvo que pagar el pueblo colombiano no se pueden expresar con palabras. Pero Uribe... ganó.

Uribe tenía traidores, infiltrados, extorsionados, corruptos en todos los niveles del Estado. Pero, ¡increíblemente!, ganó. Aquí yo sí que veo la intervención de la Virgen María para evitar que todo un país como Colombia, inmenso, rico y muy religioso, cayera bajo un yugo de oscuridad del que no sabemos cuándo hubiera sido liberado. Colombia hubiera se hubiera convertido en un foco de terror para toda esa región. Sus ramificaciones hubieran llegado hasta México.

La guerrilla retrocedió en todos los frentes, perdió fuerzas cada año: nunca volvió a ser la misma. Quedó reducida a un grupo narcotraficante de tamaño medio sin posibilidades de poner de rodillas al Estado. Difícil de erradicar dada la orografía del una nación como Colombia, pero que dejó de ser el gran problema de la nación, para convertirse en algo menor.

(Parte borrada por el autor.) 

Hay que entender que la guerrilla, hoy día, en el año 2016, no hace más actos terroristas porque no puede hacerlos en unos casos y porque no le conviene en otros. La guerrilla siempre ha provocado todo el daño que ha podido. Pero ha llegado un momento en que el barco de la guerrilla está haciendo aguas de forma tan ostensible que sus dirigentes (cuyas fortunas no conocemos) ya prefieren reintegrarse a la vida civil sin temor a acabar ante un tribunal.

(Parte borrada por el autor.) Lo que tienen que entender los periodistas europeos que se llenan la boca de pazpaz y qué bonita es la paz es que ahora a la cúpula de los narcotraficantes les interesa un indulto general. Eso es todo. El resto es puro discurso, pura retórica vacía.

Todo está pensado y muy pensado por parte de los millonarios de la guerrilla: Los que quieran seguir con el negocio del narcotráfico podrán seguir haciendo lo mismo que ahora. Sólo que ya no serán “guerrilla”, sino narcotraficantes independientes. Los que ya desean retirarse a sus casas y vivir tranquilos sin rendir cuentas esos son los que han impulsado la firma de este acuerdo.
Dicho de otro modo, los jefes no tienen nada que perder: el que quiera seguir con el negocio de la droga, puede hacerlo; el que quiera disfrutar de lo ya ganado, tiene esa segunda opción.
(Parte borrada por el autor.) Pero aquí están los periodistas para escribir preciosos artículos sobre la nobleza de la paz y lo bonita que es la primavera y todas esas cosas. 
(Parte borrada por el autor.)  La pobre gente que sale entrevistada y pidiendo que quieren la paz, no se dan cuenta de que los que quieren seguir en el “negocio” van a seguir, que es un acuerdo sólo para los dirigentes. 

Y después están los del Premio Nóbel que no han puesto sus pies nunca en Colombia salvo en algún hotel de cinco estrellas. De ellos no voy a decir nada, porque ese Nóbel de la Paz ya está tan desprestigiado que resulta imposible decir nada que no se haya dicho antes. Probablemente el próximo año se lo otorgaránex aequo a Putin o a Gadafi a título póstumo.

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