viernes, 15 de noviembre de 2013

la pornografia on line... terror para la estabilidad matrimonial,,,,,,,

     

Cortesía de la revista Misión | revistamision.com
Los efectos de la pornografía online en el matrimonio son devastadores. En un 56 % de los matrimonios que acaban en divorcios, uno de los cónyuges era adicto a la pornografía online, en un 68 % uno de ellos había encontrado amante por Internet y en un 33 por ciento, alguno de los dos pasaba demasiado tiempo en chats de contenido sexual. Estos son los datos que revelaba ya en 2002, un estudio basado en los informes sobre divorcios de la Academia Americana de Abogados Matrimoniales de EE UU.
Pero las consecuencias de la pornografía online van más lejos. En la edición de junio de 2012 de la revista de suscripción gratuita Misión, que llega a más de 130.000 familias en España, se analiza esta situación en profundidad. Los expertos hablan de que el 40 % de los adictos al sexo es abandonado por su cónyuge, y la mayoría de los adictos dicen amar menos a sus parejas y pierden el interés por las relaciones sexuales. Patrick F. Fagan, director de Marriage and Religion Research Institute, apunta además que la pornografía socava las relaciones matrimoniales y provoca sentimientos de gran angustia, traición y desconfianza en las esposas de los adictos. La huella psicológica puede llegar a ser tan profunda, que algunas caen en depresión severa y requieren tratamiento clínico.
Ramón Lucas, L.C., especializado en ética sexual, explica a Misión que la maldad de la pornografía no radica en mostrar un desnudo o un acto sexual, sino en presentar como “verdad” algo que en realidad es “falso y mentira”. Esas imágenes se van guardando en el cerebro como “basura mental reminiscente” y se convierten en recuerdos que tienden a ser imitados. Por eso, cuando la persona se enfrenta a la relación sexual, ya no le encuentra sentido pues ha perdido “la espontaneidad, la capacidad de sensibilizarse, de emocionarse, de amar”, advierte.
Ron Kaufmann, un estadounidense que padeció esta adicción, revela a Misión que cuando consumía pornografía pensaba: “Mientras ame a mi esposa y mientras tengamos una buena relación, ¿a quién le importan mis demás placeres? ¿Qué problema hay en que yo intime con alguien que está del otro lado de la pantalla?”. Sin embargo, tras siete años de matrimonio en los que no logró dejar de consumir pornografía, finalmente tuvo que marcharse de su hogar. Su esposa había encontrado muchas veces sus imágenes pornográficas en el ordenador; él había prometido dejar el vicio, pero no pudo hacerlo, y la situación se volvió insostenible. Afortunadamente, hoy Kaufmann está recuperado, logró salvar su matrimonio y se dedica a asesorar a hombres con este problema en el Heart Counseling Center de Colorado Springs, EE UU.
En algunos casos, para evitar la brecha emocional que provoca el consumo solitario de pornografía, algunos intentan que sus esposas se aficionen con ellos. Así les ocurrió a Tom y a Susan, un matrimonio al que Kaufmann asesoró. “Cuando ella comenzó a quejarse de la adicción de su esposo, él le dijo que la amaba, pero que el sexo entre ellos ya no le entusiasmaba. Pensaron que si veían las imágenes juntos, sería maravilloso para los dos. Lo intentaron durante dos años, hasta que ella perdió el interés: se sentía temerosa de que sus hijos descubrieran la adicción de su padre… Dejó de confiar en él como esposo y como padre”.
La revista Misión adviete de los efectos nocivos del uso de la pornografía en el lecho conyugal. Kaufmann asegura que “no es posible compartir el vínculo que tenemos con nuestro cónyuge, con una imagen-objeto que está en nuestra cabeza, pues, poco a poco, el matrimonio pierde su intimidad”. Por eso, Ramón Lucas asegura que la pornografía nunca puede utilizarse como excusa para solucionar un problema sexual entre los cónyuges, pues cuando un matrimonio “necesita” pornografía para realizar el acto conyugal, algo no funciona en su relación: “Consumir pornografía no conduce a una mejor relación, sino todo lo contrario. Si tratamos de imitar una falsedad, nunca llegaremos a mantener una verdadera relación amorosa conyugal… En una relación íntima, lo importante no es la técnica, sino el amor”. Y sentencia: “¡Para tener relaciones sexuales no se necesita ‘saber’, se necesita amar! Los hombres que miden cada movimiento y evalúan todas las reacciones de su compañera son los peores amantes”.
Misión da las claves para prevenir la pornografía online
Misión propone, de la mano de Christian Meert, presidente del curso online de preparación al matrimonio Agapè (www.catholicmarriageprep.com), las claves para evitar que esta adicción se cuele en los hogares españoles. No solo se debe evitar la pornografía, sino que hay que asegurarse de que estas imágenes no entren en casa:
• La oración de los cónyuges, la mejor arma. Dedicar atención diaria a Cristo, los dos juntos, como se hace con los buenos amigos.
• Crear espacios de comunicación para comentar lo más íntimo. Hablar de los problemas y las tentaciones de cada uno, en una atmósfera de confianza, libre del sarcasmo y crítica.
• Utilizar los métodos naturales. La continencia durante los periodos fértiles puede hacer que afloren cuestiones que están ocultas y ayudar al autodominio.
• Controlar el uso de Internet. Introducir filtros y situar los ordenadores en lugares de paso, nunca en los dormitorios. De igual manera, conviene evitar que entren en casa todo tipo de revistas y películas con contenido erótico.
• Hacer ejercicio con frecuencia. El deporte ayuda a descargar tensiones.
• Mantenerse en contacto durante los viajes de trabajo. Si uno de los dos cónyuges tiene que viajar, conviene que este llame al otro todos los días. Además, se debe tratar de evitar quedarse solo en el hotel durante periodos prolongados, se debe buscar áreas públicas para trabajar y aprovechar bien el tiempo.
• Buscar ayuda. Si uno de los cónyuges es adicto y no lo reconoce, el otro debe buscar la ayuda

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Que hacer con la tecnologia que nos atropella .....

Autor: Jorge Flores Fernández | Fuente: www.pantallasamigas.net
Uso Seguro y Saludable de las Nuevas Tecnologías
¿Qué beneficios reportan las nuevas tecnologías a nuestros hijos e hijas. ¿Qué riesgos pueden presentarse?¿Qué podemos hacer para protegerles?
 
 Uso Seguro y Saludable de las Nuevas Tecnologías
Uso Seguro y Saludable de las Nuevas Tecnologías
¿Qué beneficios reportan las nuevas tecnologías a nuestros hijos e hijas?
Internet ofrece grandes posibilidades de acceso a información audiovisual, a conocimiento diverso, al aprendizaje colaborativo, a comunicarse con amigos próximos pero también con personas de otras culturas…
El teléfono móvil les permite tener mayor autonomía y organizar sus relaciones y actividades de manera más ágil.

Los videojuegos pueden desarrollar muchas capacidades: coordinación psicomotora, orientación espacial, coordinación espacio-temporal…
¿Qué riesgos pueden presentarse?
Podemos establecer una clasificación denominada ADN (Abusivo, Normal y Delictivo):
El Uso Abusivo, que en ocasiones puede constituir dependencia, conlleva dos tipos de consecuencias:
• Trastornos físicos: obesidad, falta de desarrollo de funciones psicomotrices, trastornos musculoesqueléticos, problemas visuales por acumulación de esfuerzo…
• Trastornos psicológicos, aislamiento extremo, desarrollo deficitario de habilidades sociales, visión deformada de la realidad, dependencia…
El Uso Delictivo hace referencia a las ocasiones en las que se realiza una actuación penada por la ley. Puede ser algo tan sencillo como calumniar a alguien o atentar contra su privacidad mediante la publicación de un mensaje, una fotografía o un vídeo en una página web.
El Uso Normal, donde que no hay defecto de fondo en la intención (delictivo) o cantidad de uso (abusivo). Podemos hablar de las tres “C” (Contenido, Contacto y Comercio):
• Riesgos por Contenidos, tanto ilegales (apología de la xenofobia, pornografía infantil…) como legales (“dietas milagro”, pornografía,
págias gore, fabricación de explosivos…).
• Riesgos por Contacto, tanto con personas que no conocemos y pueden resultar depredadores sexuales o pederastas como por personas conocidas que nos acechan (ciberbullying)
• Riesgos por Comercio, donde se puede resultar víctima de una estafa al comprar en determinada web o página de subastas, al responder a un anuncio de un particular …
¿Qué podemos hacer para protegerles?
Limitar el uso.
La principal labor debe ser el control de la cantidad y momento de uso. En el caso de Internet y los videojuegos, hay que establecer tanto un tiempo límite al día como unas franjas horarias de uso que garanticen el espacio para el encuentro familiar y correctos hábitos saludables (alimentación, sueño…).
Existen programas y servicios que nos ayudan a establecer un control exhaustivo de tiempos de uso de Internet, de tipos de servicios web utilizados (Chat, Messenger…) y de las páginas web que se pueden visitar (filtros de contenidos). Un programa líder del mercado es OPTENET (www.optenet.net)
Crear un clima de no exclusión y confianza en torno a Internet.
¿Por qué no les solicitamos que nos enseñen a manejar el correo electrónico, que nos hagan una cuenta de Messenger o que nos den de alta en MSN Spaces?. ¡Ah! ¿Que no sabemos qué es eso? ¿Y qué nos impide pedirles que nos lo enseñen? Es una magnífica excusa para hablar con ellos de esos temas.
Controlar qué les proporcionamos y cómo lo hacemos
“Le he comprado un ordenador” no es la expresión más acertada. Frente a esto, es preferible que el ordenador sea como el frigorífico, de uso familiar. Así no habrá derechos adquiridos. Otro “aparato” que no puedo en ningún caso aconsejar para los más pequeños es la WebCam. No hace falta para nada y, sin embargo, es fuente de muchos problemas.
El ordenador conectado a Internet, en un lugar público de la casa.
Esto es fundamental. Casi todos los problemas que han tenido lugar se podían haber evitado con esta medida.
Acompañar y permanecer alerta.
Es importante que los más pequeños no usen Internet de manera autónoma. Si disponemos de un programa de filtrado quizás a partir de los 10 años sí es factible el uso sin supervisión estrecha. También debe ser una práctica permanecer alerta si observamos reacciones diferentes tras una sesión en la Red.
Asegurar la ausencia de virus y otros programas maliciosos. 
Internet está lleno de virus y otro tipo de software malicioso llamado malware. Puede instalarse en nuestro equipo para destruir la información o, muy al contrario, para pasar desapercibidos y atentar contra nuestra privacidad accediendo a información delicada.
¿Qué consejos debemos transmitirles?
Hay varios consejos que pueden darse a los menores para que circulen más seguros en la Red. Os propongo que los consultéis online junto con ellos en www.chaval.es donde además tenéis un montón de referencias educativas y divertidas.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Creo en la Santa Iglesia Católica…La Comunión de los Santos…

  Paty Martinez Enero 11, 2013
 
 
La palabra Iglesia significa sociedad o congregación
La Iglesia de Jesucristo es la sociedad visible fundada por nuestro Señor Jesucristo. Es militante, purgante y triunfante.
La Iglesia militante. La forman las que están en este mundo.
Iglesia purgante: La forman los que están en el purgatorio.
Iglesia triunfante: La forman  los que   Están en el cielo.
El noveno artículo del Credo se refiere especialmente a la Iglesia militante. Jesucristo la fundó para que todos los hombres puedan hallar siempre en ella todos los medios necesarios para su  salvación. Estos medios son: la verdadera fe, el sacrificio y los sacramentos; además los mutuos auxilios espirituales, como la oración, el consejo y el ejemplo.
La Iglesia de Jesucristo es perpetua e infalible.
Perpetua significa que ha de durar hasta el fin del mundo. Inefable significa que no puede errar. Jesucristo dijo las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo estaré con vosotros hasta el fin de los siglos.
La Iglesia Católica es la sociedad de los fieles cuya cabeza es el santo  Papa.
Para pertenecer a la Iglesia católica es necesario: Estar bautizado, Creer todas las verdades de la fe, Reconocer al Papa como cabeza de la Iglesia. No pertenecen a la Iglesia: los infieles, herejes, cismáticos, apóstatas y excomulgados.
 
Infiel es el que no está bautizado, Hereje es el cristiano que niega con pertinacia  alguna verdad de la fe. Cismático es el cristiano que no reconoce al Papa como cabeza de la Iglesia. Apóstata es el que niega  con acto externo  la fe católica que antes profesaba, Excomulgado es el cristiano que ha sido privado por la Iglesia de los bienes espirituales comunes a todos los fieles.
 
La verdadera Iglesia militante de Jesucristo es la Iglesia católica, llamada también Romana, porque el Jefe de ella es el Sumo Pontífice de Roma. Las notas o señales por las cueles se reconoce la verdadera Iglesia militante de Jesucristo son: una, santa, católica y apostólica.
Una: porque Jesucristo fundó una sola. Porque siempre ha tenido y tiene en todas partes una misma fe, unos mismos sacramentos y una misma cabeza. Santa: porque Jesucristo es Santo y la fundó para santificarnos. Porque su cabeza es Jesucristo, el Santo de los santos, sus sacramentos son santos, su doctrina es santa y hace santos a los que la practican. Católica: la palabra católica significa universal: Jesucristo fundó su Iglesia para todos los hombres hasta el fin del mundo.  Apostólica: Jesucristo confió su propagación y gobierno a los apóstoles y a sus legítimos sucesores.
Sólo la Iglesia Católica  tiene santos, esto es, personas de virtudes tan extraordinarias que el mismo Dios da testimonio de ellas con hechos sobrenaturales. La doctrina Católica ha sido siempre la misma, sin cambio alguno. Por razón de tiempo. La Iglesia Católica existe desde que la fundó Jesucristo.
Las demás religiones, que se llaman cristianas, cuentan su existencia desde varios años y aún siglos después de Jesucristo. Los fundadores de estas religiones: casi todos fueron católicos que se rebelaron contra la Santa Madre Iglesia. Por razón de Lugar. La Iglesia Católica  es para todos los hombres y está extendida en toda la tierra.
Es Apostólica porque viene de los apóstoles y tiene la doctrina que ellos enseñaron.
 
Sólo la Iglesia Católica tiene el sello divino que es el milagro. Milagro es un hecho sensible, superior a todas las fuerzas y leyes de la naturaleza. Por consiguiente el milagro solo puede venir de Dios. Nuestro Señor Jesucristo probó con milagros su divinidad. El Papa es el Romano Pontífice, sucesor de San Pedro. Vicario de Cristo en la tierra. Jesucristo dijo a San Pedro:
“Tú eres Pedro y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia, las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”
“Y a ti te daré las llaves de los cielos; y todo lo que ligares en la tierra, ligado será en los cielos y todo lo que desatares en la tierra será también desatado en los cielos” Mt 18,18 Con estas palabras Jesucristo instituye a Pedro cimiento  y jefe supremo de su Iglesia. Donde están Pedro y sus sucesores allí está la Iglesia.
Legítimos Pastores de la Iglesia son el Papa y los Obispos unidos a él.
El Papa es el obispo de Roma, sucesor de San Pedro. Los Obispos son los sucesores de los Apóstoles. Jesucristo es el jefe principal o cabeza invisible de la Iglesia. Mas la Iglesia, como sociedad perfecta y visible, debe tener un jefe visible. El jefe visible es el papa que representa a Jesucristo en la tierra. El Obispo, con dependencia del Papa, es el jefe de su diócesis. El Obispo en la cura de almas se ayuda de los sacerdotes, principalmente de los párrocos. El Párroco con dependencia del Obispo, es el jefe de su Parroquia.
 El Papa y los Obispos unidos a él, constituyen la Iglesia docente. La Iglesia docente ha recibido de Jesucristo la misión de enseñar las verdades y las leyes divinas a todos los hombres. El Papa solo, sin los Obispos, es infalible, cuando, como Maestro de todos los cristianos, define doctrinas acerca de la fe y costumbres. En todas las demás cosas el Papa no es infalible ni impecable. La infalibilidad del Papa no consiste en una revelación particular, ni en una inspiración profética, sino en una asistencia divina que preserva al Papa de todo error, cuando define las verdades reveladas. Sin la autoridad infalible de la Iglesia hubiera sido imposible la unidad de fe y creencias.
En la Iglesia de Jesucristo se debe distinguir el cuerpo y el alma. El cuerpo consiste en lo que tiene de visible y externo. El alma de la Iglesia consiste en los que tiene de interno y espiritual, especialmente en la gracia de Dios.
Miembros vivos de la Iglesia son todos los fieles que están en gracia de Dios. Miembros muertos de la Iglesia son los fieles que están en pecado mortal. Toda persona que está en gracia de Dios pertenece al alma de la verdadera Iglesia de Jesucristo.
Los fieles católicos que están en pecado mortal pertenecen al cuerpo de la Iglesia católica, pero no al alma.
Los que no son católicos externamente, sin culpa suya, por no conocer la religión católica, pero aman a Dios y le sirven como saben y pueden, tienen la gracia de Dios, y pertenecen al alma de la Iglesia Católica. No hay salvación para quien muere sin pertenecer al alma de la Iglesia Católica.
Este artículo del Credo es en cierta manera el más importante de todos.
La autoridad infalible de la Iglesia es a que nos asegura que las Sagradas Escrituras, el Evangelio y las verdades contenidas en el símbolo, son  reveladas por Dios. La Sagrada Escritura puede ser entendida de maneras muy diversas, por eso la necesidad de que haya una autoridad infalible que las interprete rectamente. Creemos en la Santa Iglesia católica, porque ella tiene todos los caracteres necesarios que demuestran su divina institución. Por eso ella es nuestra maestra y guía para que podamos alcanzar la eterna salvación. Debemos pues obedecer a la Iglesia. Nuestro Señor Jesucristo dijo a sus Apóstoles:
“El que a vosotros oye, a Mi me oye; el que a vosotros desprecia, a Mi me desprecia. El que no oye a la Iglesia, sea tenido como gentil y publicano”
 
La Comunión de los Santos…
 
La Comunión de los Santos es la comunicación de los bienes espirituales entre los fieles  que están en gracia de Dios. La palabra comunión significa comunicación. La palabra santos significa los fieles que están en gracia de Dios.
Los bienes espirituales son la gracia, oraciones y demás buenas obras.
Los miembros que están en gracia de Dios son miembros vivos de un mismo  cuerpo místico, del cual es cabeza nuestro Señor Jesucristo.  En un cuerpo la cabeza deja sentir su influencia en todos los miembros, y los bienes de uno son bienes de los demás.
La comunión de los Santos se extiende también a la Iglesia triunfante y purgante. Los santos del cielo ruegan a Dios por nosotros y por las almas del purgatorio. Los que están en pecado mortal participan solamente de los bienes externos del culto y de las plegarias de los justos para obtener el perdón.
El tesoro de la Iglesia está formado por la parte propiciatoria, impetratoria y satisfactoria de las obras buenas hechas por los justos. Toda obra buena hecha en gracia de Dios es meritoria, propiciatoria, impetratoria y satisfactoria: Meritoria: Hace ganar meritos y premios para el cielo. Propiciatoria: aplaca la divina Justicia. Impetratoria: Consigue gracias del Señor. Satisfactoria: Satisface la pena temporal debida por  los pecados.
La parte meritoria es del que práctica la obra buena: no se puede ceder. Las otras partes se pueden ceder con ellas, se forma el tesoro de la Iglesia.
Las buenas obras por razón del mérito pueden ser vivas, muertas y mortificadas. Vivas, son las que se hacen en gracia de Dios. Mientras dura la gracia de Dios son dignas de merito y de premio eterno. Muertas, son las que se hacen en pecado mortal. Nunca tendrán merito ni premio. ¡Cuán triste es vivir en pecado mortal! En tal estado, aunque se hagan obras muy buenas, no se conseguirá por ellas premio alguno en la eternidad. No obstante, cuantas más obras buenas hace un pecador, más fácil es que consiga la gracia de la conversión. Mortificadas, son las buenas obras hechas en gracia de Dios, si sobreviene el pecado mortal. Mientras dura el pecado mortal son como muertas; pero, si se recobra la gracia de Dios, son de nuevo vivas.  Para que las obras sean meritorias deben hacerse con la intención de agradar a Dios. Las buenas obras no todas tienen el mismo merito, sino unas son mucho más meritorias que otras; y aún puede suceder que una sola tenga más mérito que muchas otras juntas. Las buenas obras pueden ser  obligatorias y no obligatorias o supererogatorias. Obligatorias, son las que están mandadas bajo pena de culpa, como oír Misa en los días festivos. Supererogatorias, las que no son de obligación,  como el oír Misa diariamente.
Las buenas obras más recomendadas por Dios en la Sagrada Escritura son:
  • La oración, o sea los actos relativos al culto divino, como por ejemplo la santa Misa…
  • El ayuno o las obras de mortificación.
  • La limosna, o las obras de caridad y misericordia.
Las verdaderas riquezas son las buenas obras hechas en gracia de Dios.
Las buenas obras y los actos de virtud procuran la gloria del Criador.
¡Qué alientos infunde en las almas buenas para practicar todas aquellas obras que pueden contribuir a la Gloria de Dios! ¡Qué fervor en todos los ejercicios de piedad! ¡Qué desprecio de todo lo que no es de Dios!
No quedará sin premio  toda buena obra hecha para Gloria de Dios
 
Poco después de haber muerto una persona muy piadosa, se apareció radiante de gloria a otra, y le dijo:
“Soy sumamente feliz; pero, si algo pudiera desear, sería el volver a la vida y padecer mucho, a fin de merecer más gloria”, añadiendo que quisiera padecer hasta el día del juicio todo los dolores que había padecido durante su última enfermedad, para lograr solamente la gloria que corresponde al mérito de una sola Ave María.
  
Adoremos y demos gracias a nuestro Padre Santo  por nuestra Santa Iglesia, que él fundó y roguémosle nos ayude a ser obedientes para cumplir su ley y a crecer cada día más en la fe.
Padre Bueno y Eterno ayúdanos a mantener nuestra alma en estado de gracia para que nuestras obras sean siempre agradables a Ti, regálanos la perseverancia en la oración, a mortificar nuestro cuerpo y a crecer en generosidad, para así algún día gozar de la vida eterna.
 ¡¡¡Unidos en la Eucaristía!!!
 
 Un hereje : es un bautizado que rechaza un dogma de la Iglesia Católica Romana.
Un cismático :es quien niega estar en comunión con el Papa verdadero o con los verdaderos católicos.
Un apóstata : es quien rechaza por completo la fe cristiana. Todos los herejes, cismáticos y apóstatas, se separan automáticamente de la Iglesia Católica (Pío XII, encíclica Mistici corporis, 29 de junio de 1943).
 
Por lo tanto, quien es hereje no es católico (Papa León XIII, encíclica Satis cognitum, 29 de junio de 1896). Y la mayoría de los herejes están convencidos que no niegan dogma alguno, cuando en realidad sí lo hacen.
  Paty Martinez

lunes, 28 de octubre de 2013

Para los que creemos tengamos en cuenta esta devocion tradicional de Nuestra Santa Madre Iglesia......


SAN MIGUEL ARCÁNGEL,
DEFIÉNDENOS EN LA BATALLA


LA ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL:
El Papa Leon XIII recomendaba a los obispos y los sacerdotes que rezaran a menudo ese exorcismo en sus diócesis parroquiales. El, por su parte, lo rezaba con mucha frecuencia a lo largo del día.
 
 
 
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla sé
nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas
del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno
con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus
malignos que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
¿CÓMO NACIÓ ESTA ORACIÓN?:
El padre Domenico Pechenino escribe:
“No recuerdo el año exacto. Una mañana el Sumo Pontífice León XIII había celebrado la santa misa y estaba asistiendo a otra de agradecimiento, como era habitual. De pronto, le vi levantar enérgicamente la cabeza y luego mirar algo por encima del celebrante. Miraba fijamente, sin parpadear, pero con un aire de terror y de maravilla, demudado. Algo extraño, grande, le ocurría.
Finalmente, como volviendo en sí, con un ligero pero enérgico ademán, se levanta. Se le ve encaminarse hacia un despacho privado. Los familiares le siguen con premura y ansiedad. Le dicen en voz baja: “Santo Padre, ¿no se siente bien? ¿Necesita algo?” Responde: “Nada, nada”. Luego comentaría: «Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que él podía destruir la Iglesia y llevar a todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás le pidió permiso a Dios de tener 100 años para influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo». Pudo ver también a San Miguel Arcángel aparecer y lanzar a Satanás con su legiones en el abismo del infierno.
Se encierra en su despacho, y al cabo de media hora hace llamar al secretario de la Congregación de Ritos y, dándole un folio, le manda imprimirlo y enviarlo a todos los obispos diocesanos del mundo. ¿Qué contenía? La oración que rezamos al final de la misa junto con el pueblo, con la súplica a María y la encendida invocación al príncipe de las milicias celestiales, implorando a Dios que vuelva a lanzar a Satanás al infierno”.
En aquel escrito se ordenaba también rezar esas oraciones de rodillas. Lo antes escrito, que también había sido publicado en el periódico La settimana del clero el 30 de marzo de 1947, no cita las fuentes de las que se tomó la noticia. Pero de ello resulta el modo insólito en que se ordenó rezar esa plegaria, que fue expedida a los obispos diocesanos en 1886. Como confirmación de la que escribió el padre Pechenino tenemos el autorizado testimonio del cardenal Nasalli Rocca que, en su carta pastoral para la cuaresma, publicada en Bolonia en 1946, escribe:
“León XIII escribió él mismo esa oración. La frase [los demonios] “que vagan por el mundo para perdición de las almas” tiene una explicación histórica, que nos fue referida varias veces por su secretario particular, monseñor Rinaldo Angeli. León XIII experimentó verdaderamente la visión de los espíritus infernales que se concentraban sobre la Ciudad Eterna (Roma); de esa experiencia surgió la oración que quiso hacer rezar en toda la Iglesia. El la rezaba con voz vibrante y potente: la oímos muchas veces en la basílica vaticana. No sólo esto, sino que escribió de su puño y letra un exorcismo especial contenido en el Ritual romano (edición de 1954, tít. XII, c. III, pp. 863 y ss.). El recomendaba a los obispos y los sacerdotes que rezaran a menudo ese exorcismo en sus diócesis parroquiales. El, por su parte, lo rezaba con mucha frecuencia a lo largo del día”.
 

domingo, 28 de julio de 2013

VIVA EL PAPA FRANCISCO..........

 
 Nuestro Santo Padre el Papa Francisco ,nos da una lección a todos los Católicos del Mundo ; tenemos un gran Papa  que cree en la transformación de la santa Iglesia es estos nuevos tiempos de industrialización, ciencia , pluralidades, y diversión desenfrenada :  nos manda a cada uno de nosotros a ir .Evangelizae
r,servir  pero ....sin miedo , comprometámonos.
Larga vida a francisco Pastor, que si conoce a su rebaño.
A los Cardenales Obispos y Sacerdotes  les da una nueva ruta y misión : salir a de sus parroquias y ser del pueblo y para el pueblo de Dios ,a muchos de  estos prelados les toca agachar obedientemente la cabeza.... o sus fieles les pedirán cuentas .  Ellos están para ser soporte local de la nueva doctrina de La iglesia dada por el Papa.
 
JAG

RÍO DE JANEIRO, 28 Jul. 13 / 09:13 am (ACI/EWTN Noticias).- Ante un mar humano de casi cuatro millones de jóvenes que colmaban la playa de Copacabana, el Papa Francisco cerró la Jornada Mundial de la Juventud 2013 con un llamado a llevar el Evangelio “a todos”, sin límites ni fronteras.
“Jesús se dirige a cada uno de ustedes diciendo: ‘Qué bonito ha sido participar en la Jornada Mundial de la Juventud, vivir la fe junto a jóvenes venidos de los cuatro ángulos de la tierra, pero ahora tú debes ir y transmitir esta experiencia a los demás’”, dijo el Pontífice al iniciar una homilía emotiva, interrumpida por aplausos e interacciones con los jóvenes.
“¿Qué nos dice hoy el Señor? Tres palabras: Vayan, sin miedo, para servir”, sintetizó el Pontífice, quien antes del inicio de la
Misa recibió como obsequio un cáliz, de manos del Arzobispo de Río de Janeiro, Mons. Orani Tempesta.
“¡Cuidado! Jesús no ha dicho: ‘si quieren, si tienen tiempo, sino: ‘Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos’”, explicó el Papa Francisco. “Compartir la experiencia de la fe, dar testimonio de la fe, anunciar el evangelio es el mandato que el Señor confía a toda la
Iglesia, también a ti”, agregó.
“¿Adónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envía a todos. El Evangelio no es para algunos sino para todos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos”.
“No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente” remarcó el Papa, ante la respuesta entusiasmada de los jóvenes.
 Luego preguntó “¿Saben cuál es el mejor medio para evangelizar a los jóvenes?”“Otro joven. Éste es el camino que hay que recorrer”, respondió.
“Sin miedo. Puede que alguno piense: ‘No tengo ninguna preparación especial, ¿cómo puedo ir y anunciar el evangelio?’. Querido amigo, tu miedo no se diferencia mucho del de Jeremías (…), cuando fue llamado por Dios para ser profeta”, dijo el Papa. “Jesús no deja solo a nadie. Nos acompaña siempre”, les aseguró.
 "Quiero agradecer de corazón a la pastoral juvenil, a los movimientos y nuevas comunidades por su apostolado con los jóvenes ¡tan creativos y audaces!", expresó el Papa, que también se dirigió a los obispos y les pidió acompañar a los jóvenes con alegría y ayudarlos en su compromiso.
“Queridos jóvenes, sientan la compañía de toda la Iglesia, y también la comunión de los santos, en esta misión”, dijo luego el Papa; al remarcar que “cuando juntos hacemos frente a los desafíos, entonces somos fuertes, descubrimos recursos que pensábamos que no teníamos”.
Respecto del llamado a servir, el Santo Padre recordó que “la
vida de Jesús es una vida para los demás”. “Evangelizar es dar testimonio en primera persona del amor de Dios, es superar nuestros egoísmos, es servir inclinándose a lavar los pies de nuestros hermanos como hizo Jesús”, explicó.
“Jesucristo cuenta con ustedes. La Iglesia cuenta con ustedes. El Papa cuenta con ustedes. Que María, Madre de Jesús y Madre nuestra, les acompañe siempre con su ternura”, concluyó la homilía.

viernes, 15 de marzo de 2013

En esta epoca tan critica para todo el mundo.....


Sancte Michael Archangele

Oración a San Miguel (León XIII)


Sancte Michael Archangele,

defende nos in praelio.

Contra nequitiam et insidias diaboli esto praesidium.

Imperet illi Deus, supplices deprecamur.

Tuque princeps militiae caelestis, Satanam aliosque spiritus malignos,

qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo divina virtute in infernum detrude.

Amen.
León XIII mandó rezar esta y otras oraciones después de cada "Missa lecta", las que se conoces como “Las Preces Leoninas

Traducción:

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la perversidad y las acechanzas del demonio. Que Dios le reprima, pedimos suplicantes; y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, ayudado del poder divino, precipita en el infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos que para perdición de las almas, vagan por el mundo. Amén.

Oración compuesta por el Papa León XIII, luego de haber experimentado una visión en la cual se anticipaban terribles tribulaciones. En palabras del mismo Papa : "Vi demonios, oí sus crujidos, sus blasfemias y sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que el podía destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás pidió permiso a Dios de tener 100 años para poder influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo."

 

 

Aclaraciones necesarias........

Un hereje es un bautizado que rechaza un dogma de la Iglesia Católica Romana.
Un cismático es quien niega estar en comunión con el Papa verdadero o con los verdaderos católicos.
Un apóstata es quien rechaza por completo la fe cristiana.
Todos los herejes, cismáticos y apóstatas se separan automáticamente de la Iglesia Católica (Pío XII, encíclica Mistici corporis, 29 de junio de 1943). Por lo tanto, quien es hereje no es católico (Papa León XIII, encíclica Satis cognitum, 29 de junio de 1896).
Y la mayoría de los herejes están convencidos que no niegan dogma alguno, cuando en realidad sí lo hacen

viernes, 1 de marzo de 2013

El Santo Padre Benedicto . todo lo tenia y lo tiene muy claro....


Ratzinger y el futuro de la Iglesia
 
Itaici, Brasil - A fines del año litúrgico, cuando la Iglesia celebra la esperanza en la vida eterna, podría ser útil releer el libro Fe y futuro (Petrópolis: Vozes, 1971), escrito a fines de los años ‘60 por el teólogo Joseph Ratzinger, actualmente Papa Benedicto XVI.El año 1968 fue un año emblemático, marcado por disturbios en las Universidades y por fuerte contestación dentro de la Iglesia. En ese contexto, el teólogo Joseph Ratzinger se cuestionaba acerca del futuro de la propia Iglesia.En el periodo del inmediato post-Concilio Vaticano II, la crisis eclesial que presenciaba, llevó a Ratzinger a acordarse de la gravísima situación vivida por la Iglesia en la segunda mitad del siglo XVIII, el llamado “Siglo de las Luces”. El racionalismo triunfante había declarado superados los viejos dogmas religiosos. El propio arzobispo católico de París abandonó la fe y rindió culto a la “diosa razón”, en la catedral de Notre-Dame. La crisis social y religiosa del siglo XVIII desembocó en la Revolución Francesa, en la cual el propio ex-arzobispo fue guillotinado, bajo el terror revolucionario.
Ratzinger en el tiempo del Concilio (1964)Frente a la crisis de los años ‘60, Ratzinger se preguntaba dónde podría surgir un futuro para la Iglesia. En su opinión, el futuro de la Iglesia no vendría de aquellos que, siguiendo eslóganes modernos, criticaban a los otros y declaraban falso y superado todo lo que les resultaba exigente e incómodo; no vendría de los que se acomodan en la dirección en que el viento sopla. El futuro de la Iglesia sólo podría venir de los hombres y mujeres de fe, capaces de renunciar a sí mismos y de entregarse al amor de Dios y del prójimo. El futuro de la Iglesia estaría marcado, una vez más, por los santos.En la visión del teólogo Ratzinger, la Iglesia del futuro (“la Iglesia del año 2000”) sería una Iglesia pequeña y pobre, que no llenaría los grandes templos, construidos en periodos de esplendor. Una Iglesia interiorizada y simplificada, que no prevalecería por sus antiguos privilegios, ni simpatizaría con las ideologías de moda, la izquierda o la derecha. Las pequeñas comunidades cristianas podrían ser presididas por una nueva figura de sacerdote, que ejercería otra profesión. El padre “empleado social” sería sustituido por los psicólogos y otros especialistas, pero el sacerdote dedicado por completo a la Iglesia seguiría siendo necesario y dedicaría una atención prioritaria a los más pobres y abandonados.El futuro predecía tiempos muy difíciles a la Iglesia. Los hombres y mujeres de un mundo planificado, donde Dios puede parecer superfluo, se sentirían muy solitarios. Entonces, podrían descubrir la novedad del Evangelio, en las pequeñas comunidades de los que aún creen. La Iglesia se volvería una patria que a todos ofrece vida y esperanza para después de la muerte.
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Luís  González-Quevedo, S.J.luisquevedosj@vilakostkaitaici.org.br .

Bajo qué aspecto se presentara la Iglesia en el año 2000? - Joseph Ratzinger

Hace poco más de cuarenta años y casi una década antes de ser nombrado obispo por Pablo VI, el entonces sacerdote y profesor de teología en Tubinga y luego Ratisbona, Dr. Joseph Ratzinger, emitía una serie de charlas en un programa radiofónico de su país. La editorial Kösel-Verlag de München las reunió en 1970 publicando con ellas un libro de cinco capítulos titulado “Glaube und Zukunft”, traducido al año siguiente al español como “Fe y futuro”. Gracias a una gentileza de Editorial Desclee de Brouwer, que ha reeditado “Fe y futuro” de Joseph Ratzinger, reproducimos para los lectores de Humanitas, por su riqueza y candente actualidad, el quinto capítulo del mencionado libro.

El teólogo no es un adivino. Tampoco es un futurólogo que, a partir de factores calculables del presente, hace cálculos sobre el futuro. Su oficio escapa en gran parte al cálculo; sólo mínimamente podría llegar a ser objeto de la futurología, que no es tampoco un arte adivinatoria, sino que establece lo que es calculable, y tiene que dejar pendiente lo que no es calculable. Dado que la fe y la Iglesia se adentran hasta esa profundidad del ser humano de la que surge siempre lo nuevo creativo, lo inesperado y no planificado, de ello se deduce que su futuro permanece escondido para nosotros, también en la época de la futurología. ¿Quién hubiera podido predecir, al morir Pío XII, el concilio Vaticano II o la evolución posconciliar? ¿O quién se hubiera atrevido a predecir el Vaticano I cuando Pío VI, secuestrado por las tropas de la joven república francesa, murió prisionero en Valence en 1799? Ya tres años antes uno de los dirigentes de la república había escrito: «Este viejo ídolo será destruido. Así lo quieren la libertad y la filosofía… Es de desear que Pío VI viva todavía dos años, para que la filosofía tenga tiempo de completar su obra y de dejar a este lama de Europa sin sucesor»(1). Y pareció que realmente era así, hasta tal punto que se hicieron oraciones fúnebres por el papado, que se daba ya por definitivamente extinguido.
Seamos, por consiguiente, prudentes con los pronósticos. Aún es válida la palabra de Agustín según la cual el ser humano es un abismo; nadie puede observar de antemano lo que se alza de ese abismo. Y quien cree que la Iglesia no está determinada sólo por ese abismo que es el ser humano, sino que se fundamenta en el abismo mayor e infinito de Dios, tiene motivos más que suficientes para abstenerse de unas predicciones cuya ingenuidad en el querer-tener-respuestas podría revelar sólo ignorancia histórica. Pero entonces ¿tiene algún sentido nuestro tema? Puede tenerlo si uno es consciente de sus límites. Precisamente en tiempos de violentas convulsiones históricas en las que parece desvanecerse lo que ha sucedido hasta ese momento, y abrirse algo que es completamente nuevo, el ser humano necesita reflexionar sobre la historia, que le hace ver en su justa medida el instante irrealmente agrandado, y enmarca de nuevo ese instante en un acontecer que nunca se repite, pero que tampoco pierde nunca su unidad y su contexto. Ahora podrían ustedes decir: «¿Hemos oído bien? ¿Reflexionar sobre la historia? Pero esto significa dirigir una mirada al pasado, cuando en realidad esperábamos poner la vista en el futuro». Sí, han oído bien, pero pienso que la reflexión sobre la historia, si es bien entendida, comprende ambas cosas: una mirada retrospectiva a lo anterior y, desde ahí, la reflexión sobre las posibilidades y las tareas de lo venidero, que sólo se pueden esclarecer si se abarca con la mirada un tramo mayor de camino y uno no se cierra ingenuamente en el hoy. La mirada retrospectiva no permite hacer predicciones del futuro, pero limita la ilusión de lo que se presenta como completamente único, y muestra cómo también en el pasado ha existido algo comparable, aunque no lo mismo. En lo que hay de desigual entre entonces y hoy se fundamenta la incertidumbre de nuestros enunciados y la novedad de nuestras tareas; en lo que es igual se fundamenta la posibilidad de una orientación y una corrección.

Nuestra situación eclesial actual es comparable ante todo al período del llamado modernismo, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX y, en segundo lugar, al final del rococó, apertura definitiva de la época moderna con la Ilustración y la revolución francesa. La crisis del modernismo no se realizó por completo, sino que fue interrumpida por las medidas de Pío X y por el cambio de situación espiritual tras la primera guerra mundial; la crisis actual es sólo la reanudación, diferida durante mucho tiempo, de lo que empezó entonces. Así, queda la analogía con la historia de la Iglesia y de la teología en la Ilustración. Quien la analice más detenidamente se sorprenderá por el grado de semejanza entre lo que sucedió entonces y lo que sucede hoy. La «Ilustración» como época histórica no tiene hoy buena fama; incluso quien sigue tras sus huellas no quiere ser tenido por ilustrado, sino que se distancia del racionalismo de aquella época, demasiado simplista, a su juicio, si se toma la molestia de recordar una historia ya acontecida. Tendríamos ya aquí una primera analogía: el decidido rechazo de la historia, que sólo se considera válida como trastero de lo anterior, que no podría ser útil para un hoy completamente nuevo; la certeza, segura de su victoria, de que ahora no se debe actuar ya según la tradición, sino únicamente de modo racional; el papel en general de palabras como racional, transparente y otras semejantes… todo esto es sorprendentemente parecido entonces y hoy. Pero tal vez antes que estos datos, a mi juicio negativos, se debería contemplar esa extraña mezcla de unilateralidades e iniciativas positivas, que une a los ilustrados de entonces y de hoy y que ya no permite que el hoy aparezca como lo que es completamente nuevo y está fuera de toda comparación histórica.
La Ilustración tuvo su movimiento litúrgico, en el cual se intentó simplificar la liturgia, reduciéndola a sus estructuras fundamentales y originarias; había que eliminar los excesos del culto a las reliquias y a los santos y, sobre todo, había que introducir en la liturgia la lengua vernácula, especialmente el canto popular y la participación comunitaria. La Ilustración tuvo su movimiento episcopal, que quería subrayar, frente a una centralización unilateral de Roma, la importancia de los obispos; tuvo sus componentes democráticos como, por ejemplo, el caso del vicario general de Constanza, Wessenberg, que exigía sínodos diocesanos y provinciales democráticos. Quien lee sus obras cree encontrarse con un progresista de nuestros días: se pide la abolición del celibato, se admiten sólo formularios sacramentales en lengua vernácula, se bendicen matrimonios mixtos sin el compromiso de la educación de los hijos, etcétera. Que Wessenberg se preocupara de predicar con regularidad y de elevar el nivel de instrucción religiosa, que quisiera crear un movimiento bíblico y otras muchas iniciativas semejantes, esto sólo demuestra una vez más que en aquellas personas no actuaba sólo un racionalismo estrecho de miras. No obstante, la impresión sigue siendo que su figura es contradictoria, porque a fin de cuentas usa sólo la tijera de poda de la razón que construye, que puede hacer algunas cosas buenas pero no es la única herramienta de un jardinero(2). Una impresión semejante de incoherencia es la que produce la lectura del sínodo de Pistoya, un concilio de la Ilustración en el que participaron 234 obispos, que fue celebrado en el norte de Italia en 1786 y que trató de traducir las ideas de reforma de aquel tiempo a la realidad eclesial, pero fracasó –y no es ésta la razón menos importante– por una mezcla de auténtica reforma y racionalismo ingenuo. De nuevo cree uno que está leyendo un libro posconciliar cuando encuentra la tesis de que el ministerio sacerdotal no fue instituido directamente por Cristo, sino que procede únicamente del seno de la Iglesia, la cual es sacerdotal en su totalidad sin distinción alguna; o cuando oye que una misa sin comunión no tiene sentido, o cuando se describe el primado papal como algo puramente funcional o, a la inversa, cuando se hace hincapié en el derecho divino del episcopado(3). Ya en 1794 fueron condenadas por Pío VI una gran parte de las proposiciones de Pistoya; la unilateralidad de este sínodo había desacreditado también sus buenos planteamientos.

Para saber dónde se encuentran, y dónde no, los elementos portadores de futuro, me parece que lo más instructivo es reflexionar sobre las personas y sobre los grupos afines de aquella época. Sólo podemos elegir, claro está, algunos tipos característicos en los que se muestre la amplitud de posibilidades de entonces y, al mismo tiempo y una vez más, la asombrosa analogía con nuestro tiempo. En efecto, están los progresistas extremos, representados, por ejemplo, por la triste figura del arzobispo parisino Gobel, que siguió valientemente todos los pasos del progreso de su tiempo: primero, a favor de una Iglesia nacional constitucional; después, como si tampoco esto fuera ya suficiente, renunció solemnemente al sacerdocio, declarando que, desde el feliz inicio de la revolución, no había ya necesidad de más culto nacional que el de la libertad y la igualdad. Participó en la adoración de la diosa razón en Notre Dame, pero al final el progreso pasó también sobre él: bajo Robespierre, el ateísmo volvió a ser de pronto un delito y el ex arzobispo fue conducido a la guillotina como ateo, y ajusticiado(4).

En Alemania la situación se presentó más tranquila. Habría que mencionar como progresista clásico, por ejemplo, al director del Georgianum de München, Matthias Fingerlos. En su obra Wozu sind Geistliche da? [Sacerdotes ¿para qué?] explica que el sacerdote debe ser ante todo un maestro del pueblo, que debe instruir al pueblo sobre la agricultura, la ganadería, el cultivo de la fruta, sobre los pararrayos, pero también sobre la música y el arte –hoy se diría: el sacerdote tiene que ser ante todo un trabajador social y debe ponerse al servicio de la construcción de una sociedad racional, purificada de los irracionalismos(5)–. En el centro, como progresista moderado, se podría situar la figura del ya mencionado vicario general de Constanza, Wessenberg, que de ningún modo habría participado en una simple reducción de la fe al trabajo social, pero que, por otro lado, mostraba muy poca comprensión por lo que es orgánico, lo vivo, lo que se sustrae a las puras construcciones de la razón. Un orden de valores completamente distinto lo encontramos en la figura del entonces obispo de Ratisbona, Johann Michael Sailer. Resulta difícil clasificarlo. Las categorías habituales de progresismo y conservadurismo fracasan ante él, como muestra ya el desarrollo de su vida: en 1794, acusado de racionalismo, le retiraron la cátedra de Dillingen; todavía en 1819 fracasó su nombramiento para obispo de Augsburgo, entre otras razones por la oposición de Clemens María Hofbauer, más tarde canonizado, que siempre lo tuvo por racionalista. Por otro lado, ya en 1806 su discípulo Zimmer fue alejado de la Universidad de Landshut, con el reproche de reaccionario; en esta universidad se hostigaba a Sailer y su círculo como auténticos enemigos de la Ilustración: el mismo hombre considerado siempre por Hofbauer como racionalista fue tenido por los verdaderos partidarios del racionalismo como su adversario más peligroso(6).

Tenían razón. De este hombre y del amplio círculo de sus amigos y discípulos surgió un movimiento que tenía en sí mucho más futuro que la arrogante presunción de los racionalistas puros. Sailer era un hombre abierto a todas las cuestiones de su tiempo. La anticuada escolástica jesuítica de Dillingen, en cuyo sistema bien estructurado hacía bastante tiempo que ya no podía penetrar la realidad, debió parecerle insuficiente. Kant, Jacobi, Schelling y Pestalozzi son sus interlocutores: para él, la fe no está ligada a un sistema de enunciados, y no se debe mantener mediante la huida a lo irracional, sino que debe subsistir en abierto contraste con el hoy. Pero el mismo Sailer conocía la gran tradición teológica y mística de la Edad Media con una profundidad insólita en su tiempo, porque no reducía al ser humano al instante presente, sino que sabía que éste sólo consigue adentrarse en sí mismo si se abre con profundo respeto y atención a toda la riqueza de su historia. Y, sobre todo, Sailer no sólo pensaba, sino que vivía. Si buscaba una teología del corazón, no lo hacía por un sentimentalismo barato, sino porque le importaba el ser humano total, que llega a la unidad de su ser por la compenetración de espíritu y cuerpo, de las profundidades ocultas del sentimiento y de la visible claridad del entendimiento. «Sólo se ve bien con el corazón», dijo Antoine de Saint-Exupéry. Si se compara el progresismo sin vida de Matthias Fingerlos con la riqueza y la profundidad de Sailer, se puede comprobar palpablemente hasta qué punto es esto verdad. Sólo se ve bien con el corazón: Sailer veía en profundidad porque tenía corazón. De él podía surgir algo nuevo, portador de futuro, porque vivía de lo permanente y porque ponía a disposición de este fin su vida y su propio ser. Y con esto hemos llegado al punto decisivo: sólo quien se da a sí mismo crea futuro. Quien sólo quiere enseñar, quien sólo desea cambiar a los otros, permanece estéril.

Mas así hemos llegado también a aquel otro hombre que fue adversario tanto de Sailer como de Wessenberg: Clemens Maria Hofbauer, el panadero bohemio que fue canonizado(7). Ciertamente este hombre era, en algunos aspectos, estrecho de miras e incluso un poco reaccionario. Pero era un hombre que amaba, que se ponía al servicio de los demás con toda su pasión intacta. Por un lado, pertenecieron a su círculo hombres como Schlegel, Brentano, Eichendorff; por otro, estaba incondicionalmente a disposición de los más pobres y abandonados, sin reservarse nada para sí, sino dispuesto a asumir cualquier ofensa si con ello podía ayudar a los demás. Y de este modo los otros podían descubrir a través de él de nuevo a Dios, como él mismo, desde Dios, había descubierto a los demás y sabía que necesitaban algo más que instrucción en el cultivo de la fruta y en la ganadería. En definitiva, la fe de este pobre panadero resultó ser más humanista y razonable que la racionalidad académica de los racionalistas puros. De hecho, lo que sobrevivió y lo que surgió como futuro de las ruinas de finales del siglo xviii fue algo completamente distinto de lo que habían supuesto Gobel o Fingerlos: fue una Iglesia que se había hecho más pequeña, que había perdido esplendor social, pero que al mismo tiempo se había hecho más fecunda por la nueva fuerza de su interioridad y que, a través de los grandes movimientos de laicos y en las numerosas y nuevas fundaciones de órdenes, que tuvieron lugar desde mediados del siglo xix, produjo nuevas fuerzas para la formación y la realidad social, hasta tal punto que no es posible imaginar nuestra historia más reciente sin ellas.

Con esto hemos llegado a nuestro hoy y a la reflexión sobre el mañana. El futuro de la Iglesia puede venir y vendrá también hoy sólo de la fuerza de quienes tienen raíces profundas y viven de la plenitud pura de su fe. El futuro no vendrá de quienes sólo dan recetas. No vendrá de quienes sólo se adaptan al instante actual. No vendrá de quienes sólo critican a los demás y se toman a sí mismos como medida infalible. Tampoco vendrá de quienes eligen sólo el camino más cómodo, de quienes evitan la pasión de la fe y declaran falso y superado, tiranía y legalismo, todo lo que es exigente para el ser humano, lo que le causa dolor y le obliga a renunciar a sí mismo. Digámoslo de forma positiva: el futuro de la Iglesia, también en esta ocasión, como siempre, quedará marcado de nuevo con el sello de los santos. Y, por tanto, por seres humanos que perciben más que las frases que son precisamente modernas.

Por quienes pueden ver más que los otros, porque su vida abarca espacios más amplios. La gratuidad que libera a las personas se alcanza sólo en la paciencia de las pequeñas renuncias cotidianas a uno mismo. En esta pasión cotidiana, la única que permite al ser humano experimentar de cuántas formas diferentes lo ata su propio yo, en esta pasión cotidiana y sólo en ella, se abre el ser humano poco a poco. Él solamente ve en la medida en que ha vivido y sufrido. Si hoy apenas podemos percibir aún a Dios, se debe a que nos resulta muy fácil evitarnos a nosotros mismos y huir de la profundidad de nuestra existencia, anestesiados por cualquier comodidad. Así, lo más profundo en nosotros sigue sin ser explorado. Si es verdad que sólo se ve bien con el corazón, ¡qué ciegos estamos todos!(8).
¿Qué significa esto para nuestra pregunta? Significa que las grandes palabras de quienes nos profetizan una Iglesia sin Dios y sin fe son palabras vanas. No necesitamos una Iglesia que celebre el culto de la acción en «oraciones» políticas. Es completamente superflua y por eso desaparecerá por sí misma. Permanecerá la Iglesia de Jesucristo, la Iglesia que cree en el Dios que se ha hecho ser humano y que nos promete la vida más allá de la muerte. De la misma manera, el sacerdote que sólo sea un funcionario social puede ser reemplazado por psicoterapeutas y otros especialistas. Pero seguirá siendo aún necesario el sacerdote que no es especialista, que no se queda al margen cuando aconseja en el ejercicio de su ministerio, sino que en nombre de Dios se pone a disposición de los demás y se entrega a ellos en sus tristezas, sus alegrías, su esperanza y su angustia.
Demos un paso más. También en esta ocasión, de la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad. Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión. Como pequeña comunidad, reclamará con mucha más fuerza la iniciativa de cada uno de sus miembros. Ciertamente conocerá también nuevas formas ministeriales y ordenará sacerdotes a cristianos probados que sigan ejerciendo su profesión: en muchas comunidades más pequeñas y en grupos sociales homogéneos la pastoral se ejercerá normalmente de este modo. Junto a estas formas seguirá siendo indispensable el sacerdote dedicado por entero al ejercicio del ministerio como hasta ahora. Pero en estos cambios que se pueden suponer, la Iglesia encontrará de nuevo y con toda la determinación lo que es esencial para ella, lo que siempre ha sido su centro: la fe en el Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la ayuda del Espíritu que durará hasta el fin. La Iglesia reconocerá de nuevo en la fe y en la oración su verdadero centro y experimentará nuevamente los sacramentos como celebración y no como un problema de estructura litúrgica.

Será una Iglesia interiorizada, que no suspira por su mandato político y no flirtea con la izquierda ni con la derecha. Le resultará muy difícil. En efecto, el proceso de la cristalización y la clarificación le costará también muchas fuerzas preciosas. La hará pobre, la convertirá en una Iglesia de los pequeños. El proceso resultará aún más difícil porque habrá que eliminar tanto la estrechez de miras sectaria como la voluntariedad envalentonada. Se puede prever que todo esto requerirá tiempo. El proceso será largo y laborioso, al igual que también fue muy largo el camino que llevó de los falsos progresismos, en vísperas de la revolución francesa –cuando también entre los obispos estaba de moda ridiculizar los dogmas y tal vez incluso dar a entender que ni siquiera la existencia de Dios era en modo alguno segura(9)– hasta la renovación del siglo xix. Pero tras la prueba de estas divisiones surgirá, de una Iglesia interiorizada y simplificada, una gran fuerza, porque los seres humanos serán indeciblemente solitarios en un mundo plenamente planificado. Experimentarán, cuando Dios haya desaparecido totalmente para ellos, su absoluta y horrible pobreza. Y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo totalmente nuevo. Como una esperanza importante para ellos, como una respuesta que siempre han buscado a tientas. A mí me parece seguro que a la Iglesia le aguardan tiempos muy difíciles. Su verdadera crisis apenas ha comenzado todavía. Hay que contar con fuertes sacudidas. Pero yo estoy también totalmente seguro de lo que permanecerá al final: no la Iglesia del culto político, que fracasó ya en Gobel, sino la Iglesia de la fe. Ciertamente ya no será nunca más la fuerza dominante en la sociedad en la medida en que lo era hasta hace poco tiempo. Pero florecerá de nuevo y se hará visible a los seres humanos como la patria que les da vida y esperanza más allá de la muerte.

No sé de que nos extrañamos, ya lo dijo Ratzinger hace casi 40 Años

by "abrazados a la VERDAD"

«De la Iglesia de hoy saldrá una Iglesia que ha perdido mucho. Se hará pequeña, deberá empezar completamente de nuevo. No podrá ya llenar muchos de los edificios construidos en la coyuntura más propicia. Al disminuir el número de sus adeptos, perderá muchos de sus privilegios en la sociedad. Se habrá de presentar a sí misma, de forma mucho más acentuada que hasta ahora, como comunidad voluntaria, a la que sólo se llega por una decisión libre [...] Así que me parece seguro que para la Iglesia vienen tiempos muy difíciles. Su auténtica crisis aún no ha comenzado. Hay que contar con graves sacudidas».

No obstante,

«En todos estos cambios que se pueden conjeturar, la Iglesia habrá de encontrar de nuevo y con toda decisión lo que es esencial suyo, lo que siempre ha sido su centro: la fe en el Dios trinitario [...] Será una Iglesia interiorizada, sin reclamar su mandato político y coqueteando tan poco con la izquierda como con la derecha. Será una situación difícil. Porque este proceso de cristalización y aclaración le costará muchas fuerzas valiosas. La empobrecerá, la transformará en una Iglesia de los pequeños. El proceso será tanto más difícil porque habrán de suprimirse tanto la cerrada parcialidad sectaria como la obstinación jactanciosa. Se puede predecir que todo esto necesitará tiempo. El proceso habrá de ser largo y penoso».

(Joseph Ratzinger, Fe y futuro, 1973)