miércoles, 3 de marzo de 2010

Salmo 1 analisis de santo Tomas de Aquino

Profundo y bello analisis Tologico de Santo Tomas; definitivamente El Espiritu SaAnto habitaba en El.
Este Salmo 1 , como es tan corto y poco mensionado , a veces pasa inadvertido pero cualquier Palabra de Dios da toda la tela del mundo para cortar ; no olvidemos la lectura de los Salmos y una manera facil es diariamente hacer la Sagrada Liturgia de las Horas.


1) Bienaventurado el hombre, que no anduvo en consejo de impíos,y en camino de pecadores no se paró,y en cátedra de pestilencia no se sentó:
2 Sino que en la ley del Señor está su voluntad,y en su ley medita día y noche
.3 Y será como el árbol, que está plantado a las corrientes de las aguas,el cual dará su fruto en su tiempo:Y su hoja no caerá:y todo cuanto él hiciere, irá en prosperidad.
4 No así los impíos, no así:sino como el tamo, que arroja el viento de la faz de la tierra.
5 Por eso no se levantarán los impíos en el juicio,ni los pecadores en el concilio de los justos.
6 Porque conoce el Señor el camino de los justos;y el camino de los impíos perecerá.
Este salmo se distingue de todo el resto de la obra, pues no tiene título, sino que es más bien como el título de todo el salterio. David compuso los salmos a la manera del que reza, es decir, no conservando una sola manera, sino según los diversos sentimientos y movimientos del que reza. Por lo tanto, este primer salmo expresa el sentimiento de un hombre que eleva sus ojos a la situación entera del mundo, y considera cómo algunos avanzan y otros caen.
Cristo fue el primero de los bienaventurados, así como Adán lo fue de los malvados. Pero se ha de notar que todos concuerdan en una cosa y difieren en dos. Concuerdan en que todos buscan la felicidad, pero difieren en la manera de dirigirse hacia ella, y al final de esto, en que algunos la alcanzan, y otros no.
Así pues, se divide este salmo en dos partes. En la primera se describe el camino de todos hacia la felicidad. En la segunda se describe el final, allí donde dice: Y será como el árbol....Sobre la búsqueda de la felicidad hace dos cosas.
En primer lugar, se refiere al camino de los malvados, y en segundo lugar al de los buenos (Sino que en la ley del Señor está su voluntad...)Tres cosas se han de considerar en el camino de los malos. En primer lugar su deliberación acerca del pecado, y esto en su pensamiento. En segundo lugar, su consentimiento y ejecución. Y en tercer lugar el inducir a otros a algo semejante, y esto es lo peor. Y por eso indica en primer lugar el consejo de los malvados, allí donde dice: Bienaventurado el hombre.... Y dice: “que no anduvo”, pues cuando el hombre delibera, está andando.
En segundo lugar indica el consentimiento y la ejecución, diciendo: “y en camino de pecadores”, es decir, en la operación: "El camino de los impíos es tenebroso, no saben adónde se tropiezan" (Prov. 4). No se paró, es decir, consintiendo, y actuando. Y dice de impíos, porque la impiedad es un pecado contra Dios, y de pecadores, contra el prójimo, y en cátedra, es inducir a otros a pecar. Así pues, en cátedra como un maestro que enseña a otros a pecar; y por eso dice, de pestilencia, porque la pestilencia es una enfermedad infecciosa. "Hombres pestilentes devastan la ciudad" (Prov. 29).Así pues, quien no camina así no es feliz, sino todo al contrario. Pues la felicidad del hombre está en Dios: Feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor, etc. (Sal 143). Por lo tanto el camino recto a la felicidad es en primer lugar que nos sometamos a Dios, y esto de dos maneras.
Primero mediante la voluntad, obedeciendo sus mandatos; y por eso dice: “Sino que en la ley del Señor...”; y esto corresponde de modo especial a Cristo: "He bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquel que me ha enviado" (Jn. 8). Y conviene también de modo semejante a toda persona justa. Dice en la ley, por medio del amor, no bajo la ley por temor: "La ley no ha sido puesta para el justo" (1Tim 1).
En segundo lugar mediante el entendimiento, meditando constantemente; y por eso dice: “y en su ley medita día y noche”, es decir, continuamente, o bien a ciertas horas del día y de la noche, o bien tanto en las circunstancias prósperas y en las adversas. Evangelio del Domingo 2º después de Epifanía (San Lucas II, 1-11). En aquel tiempo: celebrábanse unas bodas en Caná de Galilea y estaba allí la Madre de Jesús. Fue también convidado Jesús con sus discípulos a las bodas. Y llegando a faltar vino, la Madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Respondióle Jesús: Mujer ¿qué nos va a ti y a mí? aún no ha llegado mi hora. Dijo su ma-dre a los que servían: Haced cuanto él os dijere.
Había allí seis tinajas de piedra destinadas a las purificaciones judáicas cabiendo en cada una dos o tres cántaros. Y Jesús dijo: Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Y Jesús les dijo: Sacad ahora, y llevad al maestresala. Y lo hicieron así. Y luego que gustó el maestresala el agua hecha vino, como no sabía de donde era (aunque los sirvientes lo sabían, porque habían sacado el agua), llamó al esposo y le dijo: todos sirven al principio el buen vino: y después que los convidados han bebido bien, entonces sacan el más flojo. Mas tu reservaste el buen vino para lo último. Este fue el primer milagro que hizo Jesús en Galilea. Y manifestó su gloria y creyeron en él sus discípulos.
“Y será como el árbol...”. En esta parte se describe el final de la felicidad e indica en primer lugar su diversidad; en segundo lugar añade su razón, allí donde dice: “Porque conoce el Señor...”. Sobre lo primero hace dos cosas. En primer lugar indica el final de los buenos, y en segundo lugar el de los malos (“No así los impíos...). Acerca del final de los buenos se vale de una comparación; primero la indica, y luego la adapta, allí donde dice: “y todo cuanto él hiciere...”. Así pues, toma la comparación del árbol, del que se consideran tres cosas: el ser plantado, el dar fruto, y el conservarse. Para ser plantado, es necesaria una tierra humedecida por las aguas, pues de otro modo se secaría; y por eso dice: “que está plantado a las corrientes de las aguas”, es decir, junto a las corrientes de las gracias: "el que cree en mí... de su seno correrán ríos de agua viva" (Jn. 7).Y quien tenga sus raíces junto a esta agua fructificará haciendo buenas obras; y esto es lo que sigue: “el cual dará su fruto”. "Pero el fruto del espíritu es caridad, alegría, paz, y paciencia, generosidad, bondad, fidelidad", etc. (Gál. 5). “En su tiempo”, es decir, sólo cuando es momento de obrar. "Mientras tenemos tiempo, obremos el bien a todos" (Gál. 6). Y no se seca; por el contrario, se conserva. Ciertos árboles se conservan en su substancia, pero no en sus hojas, pero otros se conservan también en sus hojas: así también los justos, por lo que dice “y su hoja no caerá”, es decir, no serán abandonados por Dios ni siquiera en las obras más pequeñas y exteriores. "Pero los justos germinarán como una hoja verde" (Prov. 11). Luego cuando dice “y todo cuanto él hiciere...”, adapta la compaón: pues los bienaventurados prosperarán en todo, cuando alcancen el fin deseado en todo lo que desean, pues los justos llegarán a la felicidad. Oh Señor, sálvame, oh Señor, dame la prosperidad etc. (Sal 117).
Opuesto es el final de los malvados, que se describe allí donde dice “No así los impíos...”. Y sobre esto hace dos cosas. En primer lugar hace una comparación, y en segundo lugar la adapta, allí donde dice “No se levantará”. Pero hay que notar que aquí repite “no así” y “no así” dos veces, para una mayor certeza. "Lo que viste por segunda vez, es juicio de firmeza" (Gén. 41). O bien, “no así” obran en el camino, y por eso “no así” reciben al final. "Recibiste bienes en tu vida, y Lázaro asimismo males: pero ahora éste es consolado, y tu atormentado" (Lc. 16).Ahora son propiamente comparados con el polvo porque poseen tres características que son contrarias a lo que se ha dicho sobre el hombre justo.
Primero que el polvo no se adhiere a la tierra, sino que está en la superficie; el árbol plantado, en cambio, ha echado raíces. Asimismo, el árbol es compacto en sí mismo, y es además húmedo; pero el polvo es en sí mismo dividido, seco y árido, por lo que se dice que los buenos están unidos por la caridad como un árbol: “Estableced un día solamente con espesuras, hasta el cornijal del altar” (Sal 117); pero los malos están divididos: "Entre los soberbios siempre hay contiendas" (Prov. 13). Asimismo, los buenos se adhieren radical-mente en las cosas espirituales y en los bienes divinos, mientras que los malos se sostienen en los bienes exteriores. Asimismo, están sin el agua de la gracia: "Eres polvo etc." (Gén. 3). Y por eso toda su malicia pasa. "No perecerá ni un cabello de vuestra cabeza" (Lc. 21).Pero sobre estos malos se dice que serán arrojados completamente de la faz, esto es, de los bienes superficiales; el viento, es decir la tribulación, los arroja de la faz de la tierra. "Vi que los que obran la iniquidad, y siembran dolores, y los siegan, han perecido ante el soplo de Dios, y han sido consumidos por el espíritu de su ira" (Job 4).
Luego adapta la comparación, allí donde dice “no se levantarán”, pues son como el polvo.
Pero por el contrario, "es necesario que todos nosotros seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo" (2 Cor 5). Y asimismo, "Todos resucitaremos" (1Cor 15). Ante ello se puede decir que esto puede ser leído de dos maneras. En efecto, se dice que un hombre resucita propiamente en el juicio, cuando su causa es vista favorable por la sentencia del juez. Así pues, éstos no resucitarán, porque no habrá sentencia a su favor en el juicio, sino más bien en contra; por eso otra variante dice: no podrán ponerse de pie. Pero los buenos sí, pues si bien han sido afligidos por el pecado del primer padre, tendrán una sentencia en su favor. Ni los pecadores se congregarán en el concilio de los justos, pues los buenos se congregarán para la vida eterna, en la que no serán admitidos los malvados.O bien dice que esto se entiende acerca de la reparación de la justicia, para la que harán reparación en su propio juicio. "Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados" (1Cor 11). Y sobre esto dice: no se levantarán en el juicio, es decir, propiamente, y sobre esto dice Ef. 5: "Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo" (Ef. 5).Ahora bien, ciertos hombres son reparados por el consejo de los buenos, pero tampoco de este modo se levantan del pecado los malvados. O los impíos, es decir, los infieles, no se levantarán en el juicio de discusión y de examen, pues según Gregorio algunos serán condenados sin ser juzgados, como por ejemplo los infieles. Algunos no serán juzgados ni serán condenados, es decir, los Apóstoles, y los hombres perfectos. Algunos serán juzgados y serán condenados, es decir, los fieles malos. Así pues los fieles no se levantarán para ser examinados en el juicio de discusión. "Quien no cree, ya está juz-gado" (Jn. 3). Pero los pecadores no se levantarán en el juicio de los juicios, es decir, para ser juzgados y no condenados.Luego se da la razón por la que éstos no se levantarán en el juicio.:
“Porque conoce..”. Y habla con propiedad, pues cuando alguien sabe que algo está echado a perder, lo repara; pero cuando no lo sabe, no lo repara. Los justos se pierden con la muerte, pero sin embargo Dios los sigue conociendo. "Dios conoce al que le pertenece" (2Tim 2). Los conoce con un conocimiento de aprobación, y por eso son reparados. Pero puesto que no conoce el camino de los impíos con un conocimiento de aprobación, el camino de los impíos perecerá. “Anduve errando como una oveja que perece: busca a tu siervo, pues no he olvidado tus mandamientos” (Sal 118). “Sea su camino tinieblas y resbaladero” (Sal 34).Evangelio del Domingo 4º después de Epifanía (Mt. 8, 23-27). En aquel tiempo: Habiendo subido Jesús a una barca, siguiéronle sus discípulos; cuando de pronto se levantó en el mar recia borrasca, hasta el punto de que las olas cubrían la nave; mas Jesús dormía. Acercáronse a Él sus discípulos y le despertaron diciendo: "¡Señor, sálvanos, que perecemos!" Díjoles Jesús: "¿Por que temésis, hombres de poca fe?" Levantándose entonces, mandó a los vientos y al mar, y siguióse una gran bonanza. Entonces los discípulos maravillados decían: "¿Quién es éste, que los vientos y el mar le obedecen?"

Comentario de Santo Tomás de Aquino -