sábado, 18 de diciembre de 2010

Como no leer la Sagrada Escritura.....


Como no debe leerse la Sagrada Escritura según Kierkegaard
Con humor Kierkegaard invita a sus oyentes a obrar con la Sagrada Escritura como un novio que hubiese recibido una carta de su amada, escrita en una lengua extranjera (porque, aun traducida, comentada, la Sagrada Escritura sigue estando escrita en una lengua extranjera, hasta tal punto su estilo, su paisaje, sus costumbres, sus diferencias de pensamiento, etc., están lejos de nosotros).

Esto supone que, para leer la carta de amor, el novio debe escudriñar en el diccionario una palabra tras otra. Sin duda, esto es necesario, pero es apenas un preámbulo de la lectura amorosa ¡que será la única verdadera! Si un amigo al sorprenderlo haciendo este trabajo de traducción le dijese: “¡Ah! ¡Estás leyendo una carta de amor!”, el novio impaciente le respondería: “¡Llamas a esto leer una carta de amor! ¡Cansarse hojeando el diccionario! Me da jaqueca; tenga ganas de mandar el diccionario al diablo… Pero, ¡paciencia! Llegaré hasta el fin. Entonces si leeré una carta de amor. ¡Será un trabajo completamente diferente!”.

Esto es lo que conviene hacer con la Sagrada Escritura:
Obedecer a la Palabra
Pero, supongamos, continúa Kierkegaard, que la carta de la novia exprese el ardiente deseo de ver que su novio hace por ella algo difícil, grandioso y justo, diría un indiferente, para “hacer meditar”. Por otro lado el texto no está totalmente claro y algunos puntos permanecen oscuros.

El hombre sabio por cierto pesará largamente los pro y los contra y solamente obrará cuando todas las oscuridades hayan desaparecido. Pero el novio que se inflama de amor, sin vacilar se lanza con todo su corazón hacia adelante, sin demorarse en las palabras oscuras, se aplica inmediatamente a satisfacer los deseos claramente expresados por su novia. De esa manera se debería hacer con la Palabra de Dios.

Sí, hay muchos pasajes oscuros en la Biblia, y algunos libros son enigmas casi en su totalidad. Pero en la Palabra de Dios lo que obliga son los pasajes claros que se pueden poner en práctica inmediatamente. La Escritura no es únicamente inteligible en un único lugar; es necesario que le obedezcas inmediatamente, sin obstinarte en las páginas que te parecen enigmas. La Palabra de Dios te fue dada para que la cumplas y no para que te agotes en la exégesis o en la discusión de sus oscuridades. Si la lees sin pensar que lo poco que comprendes te obliga, no la leas.

A solas con la Palabra
Para leer, por último, esta carta, y porque es difícil y aun más, porque es una carta de amor, para que no lo molesten más, el novio cierra la puerta con llave y dice: “No estoy para nadie. Quiero estar solo con mi novia. Quiero leer su carta de amor con amor”.

¡A solas con la Palabra de Dios! Voy a hacerte una confesión, prosigue Kierkegaard: sabes, yo no me atrevo aún a estar absolutamente solo con la Palabra, en una soledad en que ninguna ilusión se interponga. Y permítaseme agregar: aún no encontré al hombre que tenga el coraje y la sinceridad de permanecer a solas con la Palabra de Dios.

¡A solas con la Palabra de Dios! Después de abrir el libro, el primer pasaje que cae bajo mis ojos se apodera de mí y me apremia; es como si el propio Dios me preguntase: ¿Pusiste en práctica eso? Y yo tengo miedo y evito su cuestionamiento prosiguiendo bien rápido mi lectura y pasando curiosamente a otro asunto.

Vale más la franqueza de quien dice: “La Biblia es un libro peligroso. Si le doy el dedo, me toma la mano, y paso a ser completamente suyo. No. Prefiero dejarla en un estante que quedarme solo con ella”. Esta es una lealtad deplorable que rechaza la gracia, pero vale más que fingir recibirla como haría ese devoto hipócrita que se hace el fanfarrón y se vanagloria de encerrarse a solas con la Sagrada Escritura. Sólo si cuenta con diez diccionarios y veinticinco comentarios, puede leer los Libros Sagrados tan tranquilamente como si leyese un periódico. Si acaso, en un momento de distracción en que su espíritu se aparta de su seriedad habitual, o bien en medio de una lectura, le surge la pregunta: “¿Pongo en práctica eso?”, el peligro no es grande, pues inmediatamente piensa que hay varias interpretaciones posibles y que se descubrió un nuevo manuscrito que presenta variantes inéditas; y como cinco o seis comentadores son de una opinión, siete son de otra y tres permanecen indecisos, etc… ¡Ah! ¡Es preciso que les demos tiempo para que se pongan de acuerdo!

Así, durante toda tu vida habrás pasado inútilmente cada día horas y horas sumergido en la Escritura sin haber leído jamás la Palabra de Dios.

En resumen, existen dos clases de cristianos: la mayoría jamás lee la Biblia, y una minoría la lee de una manera más o menos culta, lo que significa que no la lee. La mayoría considera a los Libros Sagrados como libros antiguos y superados que se dejan de lado; un pequeño número ve en ellos una obra antigua extremadamente notable sobre la cual ejercita su perspicacia con un celo asombroso. Los raros cristianos auténticos que se nutren de ella, comprenden, en fin, lo que significa leer la Palabra de Dios.

PAUL DONCOEUR

1985

miércoles, 8 de diciembre de 2010

La Inmaculada Concepcion.....


Ave María Purísima, Nacida sin pecado Original....

“Desde las seis de la mañana, las puertas de San Pedro estuvieron abiertas y, a las ocho, la inmensa basílica ya estaba repleta de pueblo. En la capilla Sixtina, donde estaban reunidos 53 cardenales, 43 arzobispos y 99 obispos, llegados de todo el mundo, tuvo inicio una gran procesión litúrgica que se dirigió hacia el altar de la Confesión, en la basílica del Vaticano, donde Pío IX celebró la Misa solemne.”
“Al terminar el canto del Evangelio en griego y latín, el cardenal Macchi, decano del Sacro Colegio, asistido por el miembro de mayor edad del episcopado latino, por un arzobispo griego y uno armenio, vino a postrarse a los pies del Pontífice a implorarle, en latín y con voz sorprendentemente enérgica para sus 85 años, el decreto que habría de ocasionar alegría en el Cielo y el mayor entusiasmo en toda la Tierra. Después de entonar el Veni Creator, el Papa se sentó en el trono y, portando la tiara sobre la cabeza, leyó con tono grave y voz fuerte la solemne definición dogmática.”

“Desde el momento en que el cardenal decano hizo la súplica para la promulgación del dogma hasta el Te Deum, que fue cantado después de la Misa, a la señal dada por un tiro de cañón desde el Castillo de Sant’Angelo –durante una hora, de las once al mediodía– todas las campanas de las iglesias de Roma tocaron festivamente para celebrar aquel día que, como escribe Mons. Campana, “será hasta el fin de los siglos recordado como uno de los más gloriosos de la historia. [...] La importancia de este acto no puede pasar inadvertida por nadie. Fue la solemne afirmación de la vitalidad de la Iglesia, en el momento en que la impiedad desenfrenada se vanagloriaba de haberla casi destruido”.

El Papa Pío IX declara el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María

“Todos los presentes afirman que, en el momento de la proclamación del dogma, el rostro de Pío IX, bañado en lágrimas, fue iluminado por un haz de luz que bajó de lo alto. Mons. Piolanti, que estudió los testimonios dejados por los fieles que presenciaron el hecho, afirma, a la luz de su amplia experiencia en la basílica del Vaticano, que en ningún periodo del año, mucho menos en diciembre, es posible que un rayo de sol entre por una de las ventanas para iluminar cualquier punto del ábside donde se encontraba Pío IX , y concuerda con la descripción hecha por la madre Julia Filippani, de las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús, presente en San Pedro con su familia en el momento de la definición, según la cual no era posible explicar naturalmente el extraordinario fulgor que iluminó el rostro de Pío IX y todo el ábside: “Aquella luz –declara ella– fue atribuida por todos a una causa sobrenatural” .

“La definición del dogma de la Inmaculada Concepción suscitó un extraordinario entusiasmo en el mundo católico y reveló la vitalidad de la fe católica, en un siglo agredido por el racionalismo y por el naturalismo. “Después de la definición del Concilio de Éfeso sobre la divina maternidad de María –escribe aún el teólogo Campana– la historia no puede registrar otro hecho que haya suscitado tan vivo entusiasmo por la Reina del Cielo como la definición de su total exención de culpa.”

Fuente: http://www.fatima.org.pe

La inmaculada concepcion

Cada 8 de diciembre, la Iglesia celebra el dogma de fe que nos revela que, por la gracia de Dios, la Virgen María fue preservada del pecado desde el momento de su concepción, es decir desde el instante en que María comenzó la vida humana.


El 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío IX proclamó este dogma:
...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."
(Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854)
María es la "llena de gracia", del griego "kecharitomene" que significa una particular abundancia de gracia, es un estado sobrenatural en el que el alma está unida con el mismo Dios. María como la Mujer esperada en el Protoevangelio (Gn. 3, 15) se mantiene en enemistad con la serpiente porque es llena de gracia.
Las devociones a la Inmaculada Virgen María son numerosas, y entre sus devotos destacan santos como San Francisco de Asís y San Agustín. Además la devoción a la Concepción Inmaculada de María fue llevada a toda la Iglesia de Occidente por el Papa Sixto IV, en 1483.
El camino para la definición dogmática de la Concepción Inmaculada de María fue trazado por el franciscano Duns Scotto. Se dice que al encontrarse frente a una estatua de la Virgen María hizo esta petición: "Dignare me laudare te: Virgo Sacrata" (Oh Virgen sacrosanta dadme las palabras propias para hablar bien de Ti).
Y luego el franciscano hizo estos cuestionamientos:
1. ¿A Dios le convenía que su Madre naciera sin mancha del pecado original?
Sí, a Dios le convenía que su Madre naciera sin ninguna mancha. Esto es lo más honroso, para Él.
2. ¿Dios podía hacer que su Madre naciera sin mancha de pecado original?
Sí, Dios lo puede todo, y por tanto podía hacer que su Madre naciera sin mancha: Inmaculada.
3. ¿Lo que a Dios le conviene hacer lo hace? ¿O no lo hace?
Todos respondieron: Lo que a Dios le conviene hacer, lo que Dios ve que es mejor hacerlo, lo hace.
Entonces Scotto exclamó:
Luego
1. Para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada: o sea sin mancha del pecado original.
2. Dios podía hacer que su Madre naciera Inmaculada: sin mancha
. Por lo tanto: Dios hizo que María naciera sin mancha del pecado original. Porque Dios cuando sabe que algo es mejor hacerlo, lo hace.
La Virgen María es Inmaculada gracias a Cristo su hijo, puesto que Él iba a nacer de su seno es que Dios la hizo Inmaculada para que tenga un vientre puro donde encarnarse. Ahí se demuestra cómo Jesús es Salvador en la guarda de Dios con María y la omnipotencia del Padre se revela como la causa de este don. Así, María nunca se inclinó ante las concupiscencias y su grandeza demuestra que como ser humano era libre pero nunca ofendió a Dios y así no perdió la enorme gracia que Él le otorgó.
La Inmaculada Virgen María nos muestra la necesidad de tener un corazón puro para que el Señor Jesús pueda vivir en nuestro interior y de ahí naciese la Salvación. Y consagrarnos a ella nos lleva a que nuestra plegaria sea el medio por el cual se nos revele Jesucristo plenamente y nos lleve al camino por el cual seremos colmados por el Espíritu Santo.