miércoles, 7 de octubre de 2009

Hoy fiesta de Nuestra Señora del Rosario


7 de Octubre

NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO

- Ornamentos blancos
En la Edad Media, como antiguamente entre los Romanos, solían llevar los nobles coronas de flores, que más tarde se transformaron en las áureas diademas de los reyes. Ofrecíanse estas coronas a los hombres de distinción a titulo de censo. La Virgen María, como Reina del cielo y de las almas, es acreedora a estos mismos honores, por lo cual la Iglesia quiere que reconozcamos el título de María Reina del Sto. Rosario, y nos exhorta a ofrecerle, como Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo, tres coronas de rosas, cuya encantadora belleza describe en el oficio y la misa.

La oración nos recuerda ser el Rosario una oración mental tanto como vocal, en que meditamos los misterios de la vida, muerte y resurrección de Jesús, a los cuales estuvo íntimamente unida la Virgen María. También han llovido, mediante esta oración, muchos favores sobre la cristiandad en el transcurso de los siglos, y esta fiesta de Nuestra Señora del Rosario fue instituida especialmente, en lugar de Nuestra Señora de la Victoria, para recordar la insigne victoria de Lepanto el Domingo 7 de Octubre de 1571, debida a la recitación del Rosario, donde fueron aniquiladas especialmente por la flota española a las órdenes de don Juan de Austria, las fuerzas vivas del islamismo, que amenazaban invadir a Europa.

La fiesta del Rosario viene a ser como una miniatura del año litúrgico, por la meditación de los Misterios de Cristo; y también lo es del Breviario porque las 150 Avemarías nos recuerdan los 150 Salmos, que terminamos con Gloria Patri.
El Rosario es a manera de vistoso tríptico en cuyas tablas vemos reproducidos los sucesos gozosos, dolorosos y gloriosos de Jesús y de María, que se han venido sucediendo en el calendario católico. En el ciclo de Navidad, el alma, que nada en una atmósfera de júbilo, considera los cinco misterios gozosos el miércoles y el viernes de Témporas de Invierno (del Hemisferio Norte), el día de Navidad, el 2 de febrero y el Domingo Infraoctava de Epifanía.
Contempla después, en medio de las tristezas del Tiempo de Pasión, los cinco misterios dolorosos el Jueves y el Viernes santos.
Finalmente participa, en medio de las alegrías del Tiempo Pascual, de los cinco misterios gloriosos en las fiestas de Pascua, Ascensión, Venida del Espíritu Santo, Asunción de la Virgen. Todos los fieles que visiten en el día de la fiesta una iglesia donde se halle establecida la archicifradía del Rosario, pueden lucrar indulgencia toties quoties plenaria, análoga a la de la Porciúncula
Esteban Grosez, S.J.
El Padre Juan Esteban Grosez, de la Compañía de Jesús, nació en Arbois (Jura, Francia) en 1642 y falleció en Dole en 1718. Autor de numerosas biografías, la más popular de sus obras es, sin embargo, la que publicamos aquí: "Le Journal des Saints".
Apareció por primera vez en Lyon, en 1670, con las iniciales P.I.E.G.I., (o sea, Padre Juan Esteban Grosez, jesuita). A partir de la segunda edición -Lyon, 1673- el autor le añadió meditaciones sobre los Evangelios de todos los domingos del año.

El Santo Rosario Arma Poderosa...


LEPANTO 7 DE OCTUBRE DE 1571


DESDE ENTONCES y PARA SIEMPRE LA GRAN FIESTA DEL TRIUNFO DEL SANTÍSIMO ROSARIO DE NUESTRA SEÑORA

R. P. Rivadeneira S. I."Vida y Misterios de Nuestra Señora"

“Aunque ha sido muy célebre esta devoción del Rosario desde el tiempo de Santo Domingo, se hizo más célebre con ocasión de la famosa batalla naval de Lepanto, que se ganó por intercesión de nuestra Señora, y particularmente por la devoción de su santo Rosario, la cual, siendo tan sabida, no hay para qué referirla aquí de propósito, y siendo muy propia de la fiesta de hoy no se puede callar del todo, y por eso diré la suma de ella.
Después que Selim II de este nombre, gran turco, rompió las paces con la república de Venecia, y viéndose señor del mar por la multitud de sus naves y soldados, se señoreó del reino de Chipre, y empezó a hacer hostilidades y estragos en los cristianos, el santísimo Pontífice Pio V procuró unir todas las armas católicas contra el enemigo común de la cristiandad que deseaba dominarlo todo con su poder, y presumía eclipsar con sus lunas las luces clarísimas de nuestra fe. Excusáronse los otros príncipes cristianos, y solamente el rey católico Felipe II se coligó con el Papa y con la república de Venecia para oponerse a tan formidable enemigo. Dispúsose una poderosa armada, de la que iba por general D. Juan de Austria, hijo del invicto emperador Carlos V, en quien parecía herencia el valor y patrimonio el vencer. Buscó la armada católica a la turquesa, que esperaba en el golfo de Lepanto.
Los turcos contaban doscientas treinta galeras reales, con otras muchas galeotas y vasos menores; los cristianos llevaban más de doscientas galeras: ochenta y una del rey de España, ciento nueve de Venecia, y doce del Sumo Pontífice, tres de Malta y otras de caballeros particulares. Al llegar nuestra armada a vista de la del enemigo, el viento, que para los turcos era favorable y para los cristianos contrario, amainó casi de repente, empezando ya a desfavorecerles este elemento, y el mar se sosegó, como si pretendiera ver con reposo los dos más poderosos ejércitos del mundo disputarse sobre la posesión de él.
El de los turcos era muy superior en número; el de los cristianos era mayor en el valor: los turcos presumían alistarse debajo de sus banderas la fortuna, hinchados con repetidas victorias; los cristianos sabían qué venía con ellos la justicia de la causa; ambas armadas tenían presente la batalla y el riesgo, y esperaban la victoria y el triunfo; pero los infieles lo esperaban de su valor y los fieles del favor divino.
Por esto, ya que se acercaban a tiro de cañón, mandó su alteza enarbolar un crucifijo y muchas imágenes de Nuestra Señora, y todos, puestos de rodillas hicieron oración a Dios, poniendo por intercesora a la Virgen, suplicándole que no diese la victoria a sus enemigos por castigar a los que le confesaban y llamaban arrepentidos de sus culpas. Luego, habiendo esforzado los dos capitanes a sus soldados, y dado la señal de aceptar de ambas partes la batalla con dos tiros de bombarda, se acometieron las naves con increíble ímpetu, y se peleó por espacio de dos horas con extraño valor, con diferentes sucesos, ya prósperos, ya adversos, como los lleva la guerra, sin saberse aún dónde estaba la victoria, hasta que se reconoció en nuestra armada, y se fue declarando tanto por los cristianos, que en breve tiempo quedó desbaratada y deshecha la armada de los turcos; treinta mil con su bajá muertos, diez mil cautivos, ciento ochenta naves presas, noventa sumergidas, quince mil cristianos rescatados, casi trescientos tiros de artillería tomados; el despojo de dineros, joyas y armas no tiene precio ni número; y lo principal fue cobrar las armas católicas la reputación perdida, y perder las mahometanas la soberbia y confianza ganadas en muchas victorias. Murieron de nuestra parte seis mil hombres, por lo cual fue esta batalla la más célebre que han conseguido en el mar los cristianos, y no sé si vio antes primera, ha visto después segunda en sus campañas el elemento del agua.
Debióse esta insigne victoria a las oraciones de San Pío V y de la cristiandad, donde el Santo Pontífice les mandó hacer; y fuera del valor de los soldados cristianos, ayudó mucho la devoción y celo con que confesados y bien dispuestos entraron en la batalla, para morir defendiendo la fe, si Dios por nuestras culpas diese a los infieles la victoria; y principalmente se debió a la intercesión de la sacratísima Virgen María nuestra Señora, singular patrona de las batallas, a quien el Sumo Pontífice encomendó esta empresa, y el general y capitanes hicieron diversos votos.
Consiguióse esta victoria en el primer domingo de octubre de 1571, día que la religión de Predicadores tenía consagrado, como todos los primeros domingos de cada mes, al culto de nuestra Señora del Rosario; y en éste, especialmente encomendaba a Dios el buen suceso de las armas católicas, por mandado del Sumo Pontífice San Pío V, el cual, en reconocimiento de tan señalada merced como recibió toda la cristiandad de la Madre de Dios, consagró este día a su culto, con título de "Santa María de la Victoria"; y Gregorio XIII, que le sucedió, mandó que se celebrase cada año, en el primer domingo de octubre, en todas las iglesias del orbe cristiano donde hubiese capilla o altar de nuestra Señora del Rosario, fiesta a nuestra Señora con título del Rosario, por haberse alcanzado esta victoria por su devoción. Confirmó esta fiesta Clemente VIII, y últimamente nuestro Santísimo Padre Clemente X; a instancia de la reina nuestra señora doña Mariana de Austria. Y se fijó definitivamente para el día 7 de octubre, día de la grandiosa victoria de Nuestra Señora con su arma invencible de todos los tiempos: Su Santísimo Rosario.”
Tomado de la revista “Regina Angelorum”, de Octubre de 1978.

Gloria a Mama Maria