jueves, 20 de noviembre de 2008

Revelaciones del Padre San Pio De Pietrelcina


REVELACIONES DIVINAS A SAN PIO DE PIETRELCINA (EL PADRE PIO)

Precedido de tormentas, vientos desencadenados y terribles terremotos, que abrirán la tierra y la harán temblar, Yo vendré una noche, durante los frios meses de invierno, a este mundo cargado de pecados.
Rayos y centellas, salidos de incandescentes nubes, encenderán y reducirán a cenizas todo lo que está contaminado por el pecado. La destrucción será total. El aire envenenado, cargado de gases sulfurosos y levantando asfixiantes humaredas, será llevado a grandes distancias por las ráfagas del viento.
Las obras levantadas por el hombre con espíritu loco y atrevido de adoración a sí mismo, queriendo demostrar su ilimitado poder, serán aniquiladas. Entonces la raza humana comprenderá que hay una voluntad muy superior a la suya, que destruirá sus vacios alardes de vanagloria.Cuando el Ángel de la Muerte empiece a realizar su misión letal, con la espada vengadora de la Justicia, y cuando el Infierno se lance contra los justos para aniquilarlos con sus temores, entonces vuestra fe y confianza en Mi deben ser firmes como una roca.
Yo os protegeré.Os daré una señal que será el principio de mi juicio: "En una noche fría de invierno resonarán truenos sobre la Tierra, de modo que hasta las montañas temblarán. Cerrad vuestras puertas y ventanas, tapad toda vista del mundo exterior durante el más terrible de los acontecimientos; no profaneis vuestra vista con miradas curiosas, porque santa es la ira de Dios. La Tierra será purificada para vosotros, los restos del fiel rebaño.
Encomendáos a la protección de mi Santísima Madre; no os desaniméis, a pesar de lo que viérais y oyéreis; es una ficción del Infierno que no os podrá hacer ningun daño. Coaligáos en constantes oraciones bajo la protección de mi Cruz e invocad a los ángeles de vuestras almas. Luchad con confianza en mi eterno amor y no dejéis que se levanten en vosotros dudas acerca de vuestra salvación.
Cuanto más firme y perseverantemente permanezcais en mi amor, tanto más seguramente os defenderé contra todo daño. Lucharé por las almas amadas de mi Corazón.Perseverad por una noche y un día y por otra noche y un día, y a la siguiente noche se calmarán los terrores... Al amanecer del siguiente día el sol brillará otra vez y su calor y su luz disiparán los horrores de la oscuridad.Aceptad la nueva vida con humilde gratitud. Vividla con sencillez y gratitud en paz y amor, según mi intención".
San Pio De Pietrelcina.
Beatificado y canonizado por Juan Pablo II).

miércoles, 19 de noviembre de 2008

las Tres Campanadas


La Prueba de la Iglesia según San Josemaría Escrivá

Antes de morir el Fundador del Opus Dei envió tres cartas – entre 1972 y 1974 - que, por la importancia que el propio Fundador les dio, son conocidas en la Obra comolas Tres Campanadas.
Más allá de lo que dicen las cartas, fueron tenidas a la vista para el proceso de canonización del Fundador -que se centra en los últimos años de la vida de Escrivá de Balaguer - y ninguna objeción doctrinal o eclesial fue realizada por las autoridades vaticanas .

Algunos de los conceptos van un poco más allá de la alegoría de SS Pablo VI sobre el "humo de Satanás" que se ha colado dentro de la Iglesia de Dios.
Estas cartas fueron escritas hace 35 años.

Tiempo de prueba son siempre los días que el cristiano ha de pasar en esta tierra. Tiempo destinado, por la misericordia de Dios, para acrisolar nuestra fe y preparar nuestra alma para la vida eterna.
Tiempo de dura prueba es el que atravesamos nosotros ahora, cuando la Iglesia misma parece como si estuviese influida por las cosas malas del mundo, por ese deslizamiento que todo lo subvierte, que todo lo cuartea, sofocando el sentido sobrenatural de la vida cristiana.
Llevo años advirtiéndoos de los síntomas y de las causas de esta fiebre contagiosa que se ha introducido en la Iglesia, y que está poniendo en peligro la salvación de tantas almas...
Convenceos, y suscitad en los demás el convencimiento, de que los cristianos hemos de navegar contra corriente. No os dejéis llevar por falsas ilusiones. Pensadlo bien: contra corriente anduvo Jesús, contra corriente fueron Pedro y los otros primeros, y cuantos —a lo largo de los siglos— han querido ser constantes discípulos del Maestro. Tened, pues, la firme persuasión de que no es la doctrina de Jesús la que se debe adaptar a los tiempos, sino que son los tiempos los que han de abrirse a la luz del Salvador. Hoy, en la Iglesia, parece imperar el criterio contrario: y son fácilmente verificables los frutos ácidos de ese deslizamiento. Desde dentro y desde arriba se permite el acceso del diablo a la viña del Señor, por las, puertas que le abren, con increíble ligereza, quienes deberían ser los custodios celosos...
Es hora, pues, de rezar mucho y con amor, y de pedir al Señor que quiera poner fin al tiempo de la prueba.
No podemos dejar de insistir. No buscamos nada para cada uno de nosotros, por interés personal; buscamos la santidad, que es buscar a Dios. Y Él espera que se lo recordemos con insistencia. Se están causando voluntariamente heridas en su Cuerpo, que va a ser muy difícil restañar. Nos dirigimos a la Trinidad Beatísima, Dios Uno y Trino, para que se digne acortar cuanto antes esta época de prueba. Lo suplicamos por la mediación del Corazón Dulcísimo de María; por la intercesión de San José, nuestro Padre y Señor, Patrono de la Iglesia universal, a quien tanto amamos y veneramos; por la intercesión de todos los Ángeles y Santos, cuyo culto algunos intentan extirpar de la Iglesia Santa...
Resulta muy penoso observar que —cuando más urge al mundo una clara predicación— abunden eclesiásticos que ceden, ante los ídolos que fabrica el paganismo, y abandonan la lucha interior, tratando de justificar la propia infidelidad con falsos y engañosos motivos. Lo malo es que se quedan dentro de la Iglesia oficialmente, provocando la agitación. Por eso, es muy necesario que aumente el número de discípulos de Jesucristo que sientan la importancia de entregar la vida, día a día, por la salvación de las almas, decididos a no retroceder ante las exigencias de su vocación a la santidad...
La lucha interior —en lo poco de cada día— es asiento firme que nos prepara para esta otra vertiente del combate cristiano, que implica el cumplimiento en la tierra del mandato divino de ir y enseñar su verdad a todas las gentes y bautizarlas (cfr. Matth. XXVIII, 19), con el único bautismo en el que se nos confiere la nueva vida de hijos de Dios por la gracia.
Mi dolor es que esta lucha en estos años se hace más dura, precisamente por la confusión y por el deslizamiento que se tolera dentro de la Iglesia, al haberse cedido ante planteamientos y actitudes incompatibles con la enseñanza que ha predicado Jesucristo, y que la Iglesia ha custodiado durante siglos. Éste, hijos míos, es el gran dolor de vuestro Padre. Éste, el peso del que yo deseo que todos participéis, como hijos de Dios que sois. Resulta muy cómodo —y muy cobarde— ausentarse, callarse, diluidos en una ambigua actitud, alimentada por silencios culpables, para no complicarse la vida. Estos momentos son ocasión de urgente santidad, llamada al humilde heroísmo para perseverar en la buena doctrina, conscientes de nuestra responsabilidad de ser sal y luz.
Hemos de resistir a la disgregación, cuidando sobrenaturalmente nuestra propia entrega y sembrando sin desmayos, con decisión, con serenidad y con fortaleza, la doctrina y el espíritu de Jesucristo.
Considerad que hay muy pocas voces que se alcen con valentía, para frenar esta disgregación. Se habla de unidad y se deja que los lobos dispersen el rebaño; se habla de paz, y se introducen en la Iglesia —aun desde organismos centrales— las categorías marxistas de la lucha de clases o el análisis materialista de los fenómenos sociales; se habla de emancipar a la Iglesia de todo poder temporal, y no se regatean los gestos de condescendencia con los poderosos que oprimen las conciencias; se habla de espiritualizar la vida cristiana y se permite desacralizar el culto y la administración de los Sacramentos, sin que ninguna autoridad corte firmemente los abusos —a veces auténticos sacrilegios— en materia litúrgica; se habla de respetar la dignidad de la persona humana, y se discrimina a los fieles, con criterios utilizados para las divisiones políticas.
Toda esa ambigüedad es camino abierto, para que el diablo cause fácilmente sus estragos, más cuando se ve que es corriente —en todas las categorías del clero— que muchos no prediquen a Jesucristo y, en cambio, parlotean siempre de asuntos políticos, sociales —dicen—, etc., ajenos a su vocación y a su misión sacerdotal, convirtiéndose en instrumentos de parte y logrando que no pocos abandonen la Iglesia...
No se puede imponer por la fuerza la verdad de Cristo, pero tampoco podemos permitir que, con la violencia de los hechos, nos dominen como ciertos y justos, criterios que son una patente deserción del mensaje de Jesucristo: esta violencia se comete por algunos, impunemente, dentro de la Iglesia. Sería una deslealtad y una falta de fraternidad con el pueblo fiel, no resistir al presuntuoso orgullo de unos pocos que han maleado ya a tantos, sobre todo en el ambiente eclesiástico y religioso.
Comprended que no exagero. Pensad en la violencia que sufren los niños: desde negarles o retrasarles el bautismo arbitrariamente, hasta ofrecerles como pan del alma catecismos llenos de herejías o de diabólicas omisiones; o en la que se actúa con la juventud, cuando —¡para atraerla!— se presentan principios morales equivocados, que destrozan las conciencias y pudren las costumbres. Violencia se hace, también diabólica, cuando se manipulan los textos de la Sagrada Escritura y se llevan al altar en ediciones equívocas, que cuentan con aprobaciones oficiales.
Y no podemos dejar de ver el brutal atropello que se impone a los fieles, y en los fieles al mismo Jesucristo, cuando se oculta el carácter de sacrificio de la Santa Misa o cuando el dinero de las colectas se malgasta en propagar ideas ajenas al enseñamiento de Jesucristo. Hijos, míos, nunca se ha hablado tanto de justicia en la Iglesia y, a la vez, nunca se ha empleado tanta injusta opresión con las conciencias...
Nos sentimos obligados a resistir a estos nuevos modernistas —progresistas se llaman ellos mismos, cuando de hecho son retrógrados, porque tratan de resucitar las herejías de los tiempos pasados—, que ponen todo en discusión, desde el punto de vista exegético, histórico, dogmático, defendiendo opiniones erróneas que tocan las verdades fundamentales de la fe, sin que nadie con autoridad pública pare y condene reciamente sus propagandas. Y si algún pastor habla decididamente, se encuentra con la sorpresa —amarga sorpresa— de no ser suficientemente apoyado por quienes deberían sostenerlo: y esto provoca la indecisión, la tendencia a no comprometerse con determinaciones claras y sin equívocos.
Parece como si algunos se empeñaran en no recordar que, a lo largo de toda la historia, los que guían el rebaño han tenido que asumir la defensa de la fe con entereza, pensando en el juicio de Dios y en el bien de las almas, y no en el halago de los hombres. No faltaría hoy quien tachara a San Pablo de extremista cuando decía a Tito cómo debería tratar a los que pervertían la verdad cristiana con falsa! doctrinas: increpa illos dure, ut sani sint in fide (Tit. I, 13); repréndelos con dureza —le escribía el Apóstol—, para que se mantengan sanos en la fe. Es de justicia y de caridad, obrar así.
Ahora, sin embargo, se facilita la agitación con un silencio que clama al cielo, cuando no se coloca a los saboteadores de la fe en puntos neurálgicos, desde los que pueden sembrar la confusión «con aprobación eclesiástica». Ahí están tantos nuevos catecismos y programas de «enseñanza religiosa» testimoniando la verdad de lo que afirmo.
Hijos de mi alma, pidamos a Nuestro Señor que ponga término a esta dura prueba...
No podemos dormirnos, ni tomarnos vacaciones, porque el diablo no tiene vacaciones nunca y ahora se demuestra bien activo. Satanás sigue su triste labor, incansable, induciendo al mal e invadiendo el mundo de indiferencia: de manera que muchas gentes que hubieran reaccionado, ya no reaccionan, se encogen de hombros o ni siquiera perciben la gravedad de la situación; poco a poco, se han ido acostumbrando.
-----------------
Esta carta es como una tercera invitación, en menos de un año, para urgir vuestras almas con las exigencias de la vocación nuestra, en medio de la dura prueba que soporta la Iglesia...
Os escribo para que estéis prevenidos ante los asaltos del diablo, que ataca a la hora undécima quizá, casi al fin de este caminar de aquí abajo…
No olvidéis el particular empeño que pone en estos tiempos el demonio, para lograr que los fieles se separen de la fe y de las buenas costumbres cristianas, procurando que pierdan hasta el sentido del pecado con un falso ecumenismo como excusa. Deseamos, tanto como el que más lo desee, la unión de los cristianos: y aun la de todos los que, de alguna manera, buscan a Dios. Pero la realidad demuestra que en esos conciliábulos, unos afirman que sí y —sobre el mismo tema— otros lo contrario. Cuando —a pesar de esto— aseguran que van de acuerdo, lo único cierto es que todos se equivocan. Y de esa comedia, con la que mutuamente se engañan, lo menos malo que suele producirse es la indiferencia: un triste estado de ánimo, en el que no se nota inclinación por la verdad, ni repugnancia por la mentira. Se ha llegado así al confusionismo: y se aniquila el celo apostólico, que nos mueve a salvar la propia alma y las de los demás, defendiendo con decisión la doctrina sin atacar a las personas...
Se escucha como un colosal non serviam! (Ierem. 11, 20) en la vida personal, en la vida familiar, en los ambientes de trabajo y en la vida pública. Las tres concupiscencias (cfr. 1 Ioann. 11, 16) son como tres fuerzas gigantescas que han desencadenado un vértigo imponente de lujuria, de engreimiento orgulloso de la criatura en sus propias fuerzas, y de afán de riquezas. Toda una civilización se tambalea, impotente y sin recursos morales...
En una palabra: el mal viene, en general, de aquellos medios eclesiásticos que constituyen como una fortaleza de clérigos mundanizados. Son individuos que han perdido, con la fe, la esperanza: sacerdotes que apenas rezan, teólogos —así se denominan ellos, pero contradicen hasta las verdades más elementales de la revelación— descreídos y arrogantes, profesores de religión que explican porquerías, pastores mudos, agitadores de sacristías y de conventos, que contagian las conciencias con sus tendencias patológicas, escritores de catecismos heréticos, activistas políticos.
Hay, por desgracia, toda una fauna inquieta, que ha crecido en esta época a la sombra de la falta de autoridad y de la falta de convicciones, y al amparo de algunos gobernantes, que no se han atrevido a frenar públicamente a quienes causaban tantos destrozos en la viña del Señor.
Hemos tenido que soportar —y cómo me duele el alma al recoger esto— toda una lamentable cabalgata de tipos que, bajo la máscara de profetas de tiempos nuevos, procuraban ocultar, aunque no lo consiguieran del todo, el rostro del hereje, del fanático, del hombre carnal o del resentido orgulloso...
El cinismo intenta con desfachatez justificar —e incluso alabar— como manifestación de autenticidad, la apostasía y las defecciones. No ha sido raro, además, que después de clamorosos abandonos, tales desaprensivos desleales continuaran con encargos de enseñanza de religión en centros católicos o pontificando desde organismos para-eclesiásticos, que tanto han proliferado recientemente.
Me sobran datos bien concretos, para documentar que no exagero: desdichadamente no me refiero a casos aislados. Más aún, de algunas de esas organizaciones salen ideas nocivas, errores, que se propagan entre el pueblo, y se imponen después a la autoridad eclesiástica como si fueran movimientos de opinión de la base...
Por desgracia, se observan también en la Iglesia sitios —cátedras de teología, catequesis, predicación— que deberían alumbrar como focos de luz, y se aprovechan —en cambio— para despachar una visión de la Iglesia y de sus fines totalmente adulterados. Hijos míos, es un grave pecado contra el Espíritu Santo, porque precisamente el Paráclito vivifica con su gracia y sus dones a la Iglesia (Catecismo Mayor de San Pío X, n. 143), establece allí el reinado de la verdad y del amor, y la asiste para que lleve con seguridad a sus hijos por el camino del cielo .
Confundir a la Iglesia con una asamblea de fines más o menos humanitarios, ¿no significa ir contra el Espíritu Santo? Ir contra el Espíritu Santo es hacer circular, o permitir que circulen sin denunciar sus falsedades, catecismos heréticos o textos de religión que corrompen las conciencias de los niños, con enseñanzas dañosas y graves omisiones…
Errores y desviaciones, debilidades y dejaciones he dicho ya: y ahora —como siempre— el mal se envuelve diabólicamente en paños de virtud y de autoridad: y así resulta más fácil que se fortalezca y que produzca más daño. Porque aparecen gentes con una falsa religiosidad, saturada de fanatismo, que se oponen desde dentro a la Iglesia de Jesucristo, dogmática y jurídica, haciendo resaltar —con increíble desorden, cambiando por los del Estado los fines de la Iglesia— lo político antes que lo religioso.
Todo coopera al desprestigio general de la autoridad eclesiástica y a que no se corrijan con oportunidad y energía los desórdenes: los desatinos heréticos, la inestabilidad, la confusión, la anarquía en asuntos de fe y de moral, de liturgia y de disciplina. A esta situación la llaman algunos —defendiéndola— aggiornamento, cuando es relajación y menoscabo del espíritu cristiano, que trae como consecuencia inmediata —entre otros efectos— la desaparición de la piedad, la carencia de vocaciones sacerdotales o religiosas, el apartar a los fieles en general — ya lo dije— de las prácticas espirituales. Y, por tanto, menos trabajo en servicio de las almas, al paso que los eclesiásticos —al verse ineficaces— se muestran desgraciados y abandonan el proselitismo, porque piensan que procurarán también la infelicidad a otros...
No se relee sin gran dolor lo que San Pío X describió en su encíclica Pascendi, cuando exponía las características del modernismo, que en ese documento definía como compendio de todas las herejías. Todo aquello que entonces el Magisterio universal de la Iglesia intentó atajar con penetrante visión y energía sobrenatural, aparecía ya con su enorme gravedad, pero era todavía un mal relativamente limitado a algunos sectores. En nuestros días ese mismo mal —idéntico en su inspiración de raíz y con frecuencia en sus formulaciones— ha resurgido violento y agresivo, con el nombre de neomodernismo, y en proporciones prácticamente universales. Aquella enfermedad mortal, antes localizada en unos pocos ambientes malsanos, y contenida dentro de esas fronteras por prudentes medidas de la Santa Sede, ha alcanzado aspectos de epidemia generalizada. Su extensión ha facilitado su virulencia y la manifestación de efectos monstruosos en cantidad y en calidad, que quizá ni siquiera hubiésemos podido imaginar ante los primeros brotes del modernismo.
Lo que inicialmente se mostraba sólo, aunque ya fuese muy grave, como la reducción de las Verdades dogmáticas a la simple experiencia subjetiva, conservando algún matiz espiritual, se ha degradado aún más: las hondas exigencias del alma —y aun las de la misma gracia divina— quedan disueltas en la horizontalidad sin relieve de lo mundano: identificando el amor de Dios con las aspiraciones o deseos más inmediatos del hombre-masa, sometido a los determinismos de la planificación materialista y atea, y a la de los instintos animales.
La soberbia de la vida (I Ioann. II, 16) presenta su vanidad total en la exteriorización de la concupiscencia de los ojos, ambición de poder y de bienes terrenos, sin mesura; y de la concupiscencia de la carne, sensualidad sin freno y degradación libertina. Es como la descomposición entera de un cuerpo, después de haber perdido el alma...
Si, para combatir eficazmente los males del modernismo, San Pío X —como de modo análogo había hecho antes León XIII— señalaba, entre los más importantes remedios que urgía poner, el fiel seguimiento de la filosofía y de la teología de Santo Tomás, es patente que ahora se impone como nunca el estricto cumplimiento de esa disposición. Con el Motu proprio Doctoris Angelici, San Pío X traducía, en normas disciplinares concretas, lo que había sido una constante recomendación de sus antecesores en la Sede de Pedro, desde el año 1325.
No me parece ocioso transcribir aquí algunas de las afirmaciones de ese documento pontificio: se deben conservar santa e inviolablemente los principios filosóficos establecidos por Santo Tomás, a partir de los cuales se aprende la ciencia de las cosas creadas de manera congruente con la Fe, se refutan los errores de cualquier época, se puede distinguir con certeza lo que sólo a Dios pertenece y no se puede atribuir a nadie más, se ilustra con toda claridad la diversidad y la analogía existente entre Dios y sus obras.
Y añade: por lo demás, hablando en general, estos principios de Santo Tomás no encierran otra cosa más que lo que ya habían descubierto los más importantes filósofos y Doctores de la Iglesia, meditando y argumentando sobre el conocimiento humano, sobre la naturaleza de Dios y de las cosas, sobre el orden moral y la consecución del fin último. Con un ingenio casi angélico, desarrolló y acrecentó toda esta cantidad de sabiduría recibida de los que le habían precedido, la empleó para presentar la doctrina sagrada a la mente humana, para ilustrarla y para darle firmeza.
Los puntos más importantes de la filosofía de Santo Tomás no deben ser considerados como algo opinable, que se pueda discutir, sino que son como los fundamentos en los que se asienta toda la ciencia de lo natural y lo divino. Si se rechazan estos fundamentos o se los pervierte, se seguirá necesariamente que quienes estudian las ciencias sagradas ni siquiera podrán captar el significado de las palabras, con las que el Magisterio de la Iglesia expone los dogmas revelados por Dios. Por eso quisimos advertir a quienes se dedican a enseñar la filosofía y la sagrada teología, que si se apartan de las huellas de Santo Tomás, principalmente en cuestiones de metafísica, será con gran detrimento.
Así, entre otras determinaciones, San Pío X exhortaba: pondrán en esto un particular empeño los profesores de filosofía cristiana y de sagrada teología, que deben tener siempre presente que no se les ha dado facultad de enseñar, para que expongan a sus alumnos las opiniones personales que tengan acerca de su asignatura, sino para que expongan las doctrinas plenamente aprobadas por la Iglesia.

Concretamente, en lo que se refiere a la sagrada teología, es Nuestro deseo que su estudio se lleve a cabo siempre a la luz de la filosofía que hemos citado.
¡Cuánto dolor se hubiese ahorrado a la Iglesia y cuánto daño se hubiese evitado a las almas, con la fiel obediencia a esos mandatos de San Pío X! Pido ahora a mis hijas y a mis hijos, precisamente en este año en el que se conmemora el VII centenario de la muerte del Doctor Angélico, que sigan delicadamente esas indicaciones de la Iglesia en el estudio y en la enseñanza de la doctrina filosófica y teológica, seguros de que también así contribuiremos a que, por la misericordia divina, las aguas vuelvan a su cauce...
Tomado de Internet.

Pero lo que estamos viviendo actualmente no es pura coincidencia..... Papa Dios nos mandó un Gran Hombre : Benedicto XVI ,que tiene muy claro el camino que debe seguir la santa Iglesia Catolica para reencontrar plenamente los designios Divinos . Oremos y creamos firmemente en el Santo Padre.





viernes, 7 de noviembre de 2008

la comunion de los santos...


la invocacion solemne en honor y peticion de ayuda para intercesion ante el Poder Divino de La santa Trinidad ; se ve en especiales como el de la Ordenacion Sacerdotal.
los acordes Gregorianos la hacen aun mas conmovedora y le impone la presencia De Dios en estos actos tradicionales de nuestra Iglesis Catolica
Litaniæ sanctorum / Letanías de los santos

I. SUPPLICATIO AD DEUMI. SÚPLICAS A DIOS
Kyrie, eleison.R/. Kyrie, eleison.
Señor, ten piedad.R/. Señor, ten piedad.
Christe, eleison.R/. Christe, eleison.
Cristo, ten piedad.R/. Cristo ten piedad.
Kyrie, eleison.R/. Kyrie, eleison.
Señor, ten piedad.R/. Señor ten piedad.
Christe, audi nos.R/. Christe, audi nos.
Cristo, óyenos.R/. Cristo, óyenos.
Christe, exaudi nos.R/. Christe, exaudi nos.
Cristo, escúchanos.R/. Cristo, escúchanos.
Christe, defende nos.R/. Christe, defende nos.
Cristo, defiéndenos.R/. Cristo defiéndenos.
Pater de cælis, Deus. R/. Miserere nobis.
Dios, Padre celestial.R/. Ten piedad de nosotros.
Filii, Redemptor mundi, Deus.R/. Miserere nobis.
Dios, Hijo redentor del mundo.R/. Ten piedad de nosotros.
Spiritus Sancte, Deus.R/. Miserere nobis.
Dios, Espíritu Santo.R/. Ten piedad de nosotros.
Sancta Trinitas, unus Deus.R/. Miserere nobis.
Trinidad Santa un sólo Dios.R/. Ten piedad de nosotros.
Sancte sanctorum Deus.R/. Miserere nobis.
Dios, Santo de los santos.R/. Ten piedad de nosotros.

II. INVOCATIO SANCTORUMII. INVOCACIÓN A LOS SANTOS
Sancta Maria.R/. Ora pro nobis.
Santa María.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Dei genitrix.R/. Ora pro nobis.
Santa Madre de Dios.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Virgo virginum.R/. Ora pro nobis.
Santa Virgen de las vírgenes.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Michael. R/. Ora pro nobis.
San Miguel.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Gabriel.R/. Ora pro nobis.
San Gabriel.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Raphael.R/. Ora pro nobis.
San Rafael.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Cherubin.R/. Ora pro nobis.
Santo Querubín.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Seraphin.R/. Ora pro nobis.
Santo Serafín.R/. Ruega por nosotros.
Omnes sancti Angeli et Archangeli Dei. R/. Orate pro nobis.
Todos los santos Ángeles y Arcángeles de Dios.R/. Rogad por nosotros.
Omnes sancti beatorum spirituum ordines.R/. Orate pro nobis.
Todos los santos coros de los espíritus bienaventurados.R/. Rogad por nosotros.
PATRIARCHÆ ET PROPHETÆPATRIARCAS Y PROFETAS
Sancte Ioannes Baptista.R/. Ora pro nobis.
San Juan Bautista.R/. Ruega por nosotros.
Omnes sancti Patriarchæ et Prophetæ. R/. Orate pro nobis.
Todos los santos patriarcas y profetas.R/. Rogad por nosotros.
APOSTOLI ET DISCIPULIAPÓSTOLES Y DISCÍPULOS
Sancte Petre.R/. Ora pro nobis.
San Pedro.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Paule.R/. Ora pro nobis.
San Pablo.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Andrea.R/. Ora pro nobis.
San Andrés.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Iacobe.R/. Ora pro nobis.
Santiago.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Ioannes.R/. Ora pro nobis.
San Juan.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Thoma.R/. Ora pro nobis.
Santo Tomás.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Philippe.R/. Ora pro nobis.
San Felipe.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Bartholomæe.R/. Ora pro nobis.
San Bartolomé.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Matthæe.R/. Ora pro nobis.
San Mateo.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Simon.R/. Ora pro nobis.
San Simón.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Thaddæe.R/. Ora pro nobis.
San Tadeo.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Matthia.R/. Ora pro nobis.
San Matías.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Barnaba.R/. Ora pro nobis.
San Bernabé.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Luca.R/. Ora pro nobis.
San Lucas.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Marce.R/. Ora pro nobis.
San Marcos.R/. Ruega por nosotros.
Omnes sancti Apostoli et Evangelistæ.R/. Orate pro nobis.
Todos los santos apóstoles y evangelistas.R/. Rogad por nosotros.
Omnes sancti Discipuli Domini.R/. Orate pro nobis.
Todos los santos discípulos del Señor.R/. Rogad por nosotros.
MARTYRESMÁRTIRES
Omnes sancti Innocentes.R/. Orate pro nobis.
Todos los santos Inocentes.R/. Rogad por nosotros.
Sancte Stephane.R/. Ora pro nobis.
San Esteban.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Line.R/. Ora pro nobis.
San Lino.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Laurenti.R/. Ora pro nobis.
San Lorenzo.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Vincenti.R/. Ora pro nobis.
San Vicente.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Clemens.R/. Ora pro nobis.
San Clemente.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Eugeni.R/. Ora pro nobis.
San Eugenio.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Sebastiane.R/. Ora pro nobis.
San Sebastián.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Fabiane.R/. Ora pro nobis.
San Fabián.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Christophore.R/. Ora pro nobis.
San Cristóbal.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Genesi.R/. Ora pro nobis.
San Ginés.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Romane.R/. Ora pro nobis.
San Román.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Blasi.R/. Ora pro nobis.
San Blas.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Zoyle.R/. Ora pro nobis.
San Zoilo.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Antonine.R/. Ora pro nobis.
San Antolín.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Saturnine.R/. Ora pro nobis.
San Saturnino.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Georgi.R/. Ora pro nobis.
San Jorge.R/. Ruega por nosotros.
Sancti Iuste et Pastor.R/. Orate pro nobis.
Santos Justo y Pastor.R/. Rogad por nosotros.
Sancte Germane.R/. Ora pro nobis.
San Germán.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Fernande.R/. Ora pro nobis.
San Fernando.R/. Ruega por nosotros.
Omnes sancti Martyres.R/. Orate pro nobis.
Todos los santos mártires.R/. Rogad por nosotros.
EPISCOPI ET CONFESSORESOBISPOS Y CONFESORES
Sancte Silvester.R/. Ora pro nobis.
San Silvestre.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Hylari.R/. Ora pro nobis.
San Hilario.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Martine.R/. Ora pro nobis.
San Martín.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Augustine.R/. Ora pro nobis.
San Agustín.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Hieronyme.R/. Ora pro nobis.
San Jerónimo.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Ambrosi.R/. Ora pro nobis.
San Ambrosio.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Gregori.R/. Ora pro nobis.
San Gregorio.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Leander.R/. Ora pro nobis.
San Leandro.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Isidore.R/. Ora pro nobis.
San Isidoro.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Ildephonse.R/. Ora pro nobis.
San Ildefonso.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Iuliane.R/. Ora pro nobis.
San Julián.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Nicolæ.R/. Ora pro nobis.
San Nicolás.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Benedicte.R/. Ora pro nobis.
San Benito.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Egidi.R/. Ora pro nobis.
San Egidio.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Francisce.R/. Ora pro nobis.
San Francisco.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Dominice.R/. Ora pro nobis.
Santo Domingo.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Antoni.R/. Ora pro nobis.
San Antonio.R/. Ruega por nosotros.
Sancte Bernarde.R/. Ora pro nobis.
San Bernardo.R/. Ruega por nosotros.
Omnes sancti Confessores.R/. Orate pro nobis.
Todos los santos confesores.R/. Rogad por nosotros.
SANCTÆ DEISANTAS DE DIOS
Sancta Maria Magdalena.R/. Ora pro nobis.
Santa María Magdalena.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Anna.R/. Ora pro nobis.
Santa Ana.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Felicitas.R/. Ora pro nobis.
Santa Felicidad.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Perpetua.R/. Ora pro nobis.
Santa Perpetua.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Agnes.R/. Ora pro nobis.
Santa Inés.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Cæcilia.R/. Ora pro nobis.
Santa Cecilia.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Christina.R/. Ora pro nobis.
Santa Cristina.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Iusta.R/. Ora pro nobis.
Santa Justa.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Rufina.R/. Ora pro nobis.
Santa Rufina.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Leocadia.R/. Ora pro nobis.
Santa Leocadia.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Eulalia.R/. Ora pro nobis.
Santa Eulalia.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Marina.R/. Ora pro nobis.
Santa Marina.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Columba.R/. Ora pro nobis.
Santa Columba.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Barbara.R/. Ora pro nobis.
Santa Bárbara.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Lucia.R/. Ora pro nobis.
Santa Lucía.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Agatha.R/. Ora pro nobis.
Santa Ágata.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Eufemia.R/. Ora pro nobis.
Santa Eufemia.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Fides.R/. Ora pro nobis.
Santa Fe.R/. Ruega por nosotros.
Sancta Quiteria.R/. Ora pro nobis.
Santa Quiteria.R/. Ruega por nosotros.
Omnes sanctæ virgines.R/. Orate pro nobis.
Todas las santas vírgenes.R/. Rogad por nosotros.
Omnes sancti et sanctæ Dei.R/. Ora pro nobis.
Todos los santos y santas de Dios.R/. Rogad por nosotros.

III. INVOCATIO AD CHRISTUM III. INVOCACIÓN A CRISTO
Propicius esto. R/. Parce nobis Domine.
Muéstrate propicio. R/. Perdónanos, Señor.
Ab omni malo. R/. Libera nos Domine.
De todo mal.R/. Líbranos, Señor.
Ab insidiis diaboli.R/. Libera nos Domine.
De las insidias del diablo.R/. Líbranos, Señor.
A periculo mortis.R/. Libera nos Domine.
Del peligro de muerte.R/. Líbranos, Señor.
Ab omni mala voluntate.R/. Libera nos Domine.
De toda mala voluntad.R/. Líbranos, Señor.
A damnatione perpetua.R/. Libera nos Domine.
De la condena eterna.R/. Líbranos, Señor.
A morte subitanea et æterna.R/. Libera nos Domine.
De la muerte repentina y eterna.R/. Líbranos, Señor.
A fulgure et tempestate.R/. Libera nos Domine.
Del rayo y la tempestad.R/. Líbranos, Señor.
Per Passionem et Sanctam Crucem tuam.R/. Libera nos Domine.
Por tu Pasión y tu Santa Cruz.R/. Líbranos, Señor.
Per admirabilem Ascensionem tuam.R/. Libera nos Domine.
Por tu admirable Ascensión.R/. Líbranos, Señor.
Per gratiam Sancti Spiritus Paracliti.R/. Libera nos Domine.
Por la gracia del Espíritu Santo Consolador.R/. Líbranos, Señor.
In die iudicii.R/. Libera nos Domine.
En el día del juicio.R/. Líbranos, Señor.


IV. SUPPLICATIO PRO VARIIS NECESSITATIBUS IV. PETICIONES POR VARIAS NECESIDADES
Peccatores. R/. Te rogamus audi nos.
Nosotros pecadores.R/. Te rogamos, óyenos.
Ut pacem nobis dones. R/. Te rogamus audi nos.
Que nos des la pazR/. Te rogamos, óyenos.
Ut Ecclesiam tuam regere et defensare digneris.R/. Te rogamus audi nos.
Que te dignes regir y defender a tu Iglesia.R/. Te rogamos, óyenos.
[Ut fontem istum benedicere et consecrare digneris.R/. Te rogamus audi nos.]
[Que te dignes bendecir y consagrar esta fuente.R/. Te rogamos, óyenos.]

V. CONCLUSIOV. CONCLUSIÓN
Fili Dei.R/. Te rogamus audi nos.
Hijo de Dios.R/. Te rogamos, óyenos.
Fili Dei.R/. Te rogamus audi nos.
Hijo de Dios.R/. Te rogamos, óyenos.
Fili Dei.R/. Te rogamus audi nos.
Hijo de Dios.R/. Te rogamos, óyenos.
Agnus Dei qui tollis peccata mundi. R/. Parce nobis Domine.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.R/. Perdónanos, Señor.
Agnus Dei qui tollis peccata mundi. R/. Exaudi nos Domine.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.R/. Escúchanos, Señor.
Agnus Dei qui tollis peccata mundi. R/. Miserere nobis.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.R/. Ten piedad de nosotros